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divendres, 31 de desembre del 2010

(Des)Propósitos

(DES)PROPÓSITOS

Desteorizarme, descomerme, desconvencerme, desoírme, desescucharme, desleerme, desescribirme, desamarme, desandarme, desvivirme, desaprenderme, descreerme, desnacerme, descomprobarme, desgolpearme, desavanzarme, despresionarme, desdormirme, desllorarme, desbordearme, desalquilarme, desinvertirme, desemplearme, desfamiliarizarme, desinventarme, desideologizarme, desnortarme, desayunarme, desabrocharme, desasomarme, desertarme, desembarazarme, desmemoriarme, desvencijarme, desdecirme, descerrajarme, desviarme, desmejorarme, desmarcarme, desmadejarme, desmocharme, desmovilizarme, desmigarme, desinsectarme, desintoxicarme, deslizarme, desmadrarme, descalcularme, desrazonarme, desafirmarme, deshuesarme, desgajarme, desterrarme, desgañitarme, desfibrilarme, desencontrarme, desgozarme, desengañarme, desencenderme, desapagarme, desespesarme, debilitarme, desmasturbarme, despreciarme, desmayarme, desborrarme, desalojarme, desalmarme, desvivirme, desaguarme, descalzarme, desenturbiarme, descorcharme, desenfadarme, desviscerarme, desacentuarme, desalarmarme, desinfartarme, desmilitarizarme, desposibilitarme, desespañoli-zarme, desconflictuarme, descompletarme, desglobalizarme, desemplearme, desinteresarme, despersonalizarme, desalfabetizarme, desliarme, desradiarme, despublicarme, desmoralizarme, desinhumarme, descristianarme, desbarrancarme, descomplicarme, desafrancesarme, destilarme, desposibilitarme, desencantarme, desdoblarme, desenorgullecerme, decapitarme, desorbitarme, descalzarme, desabrirme, desfondarme, deletrearme, desventrarme, desinvernarme, desdecirme, desembutirme, desempeñarme, deshipotecarme, desputearme, desafeitarme, deslavarme, desarreglarme, desdrogarme, descocinarme. Deslumbrarme.

diumenge, 26 de desembre del 2010

A excepción de una Barbie

A EXCEPCIÓN DE UNA BARBIE

Ignoro cuándo empezaron a proliferar las tiendas de cosas inútiles, pero quizá surgieron como una reacción pendular al dominio anterior de las tiendas de cosas útiles. Si tuviera que dividir mi vida en dos partes, la primera de ellas pertenecería a aquella en la que no poseía nada susceptible de no ser utilizado y, la segunda, a aquella otra en la que la que la mayor parte de mis pertenencias no sirven para nada. Tengo hasta una Barbie que me regalaron en un programa de televisión en la creencia de que las coleccionaba (un malentendido largo de explicar). Por cierto, que se trata de una Barbie de colección a la que no me atrevo a sacar de la caja porque parte de su valor reside en eso, en que jamás ha tomado el aire. De vez en cuando, la abro y me extasío ante la belleza de sus pestañas, la calidad de su melena, la turgencia de sus labios rojos (rojísimos), la delicadeza de sus senos, la longitud de sus piernas, etcétera. No es broma, tendrían ustedes que verla para comprender mi entusiasmo (a todas luces patológico). Lo más curioso de todo es que no tiene sexo. ¿Puede haber belleza sin sexo? He ahí la gran pregunta. Lo evidente es que hay sexo sin belleza.

Gran parte de los objetos que nos rodean evocan, precisamente, y por su fealdad, el sexo sin belleza. Debido a la crisis galopante con la que ha coincidido esta navidad, no sería raro que nos dedicáramos a regalar detalles. Los detalles salen baratos, pero son una peste. Equivalen, créanme, al sexo sin amor, o sea, a la genitalidad pura y dura. Cuídense de esos regalos que matan el espíritu. Y lo matan porque son cosas a secas, es decir, su tráfico convierte tanto al que obsequia como a la persona obsequiada, en meros objetos, en bultos sin alma. Regalen ustedes artefactos que, aunque baratos, se resistan a ser cosificados. Pongamos una buena serie de televisión. Pongamos un buen libro (incluso en edición de bolsillo). Pongamos un buen disco… Utilicemos, en fin, la crisis para personificarnos, para invertir el proceso cosificador en el que habíamos caído. Personalmente, preferiría que me regalaran una docena de huevos de granja a una cosa (excepto si se trata de una Barbie).

divendres, 24 de desembre del 2010

El silencio

EL SILENCIO

Recibí un sobre sin remite con un montón de pelos cortos y duros, como los de las cejas, en su interior. Tuve miedo porque las partes del cuerpo asustan más que el cuerpo entero. Esto fue un lunes, creo. El viernes de la misma semana, cuando firmaba ejemplares de mi última novela en una librería, se acercó una señora que me pareció rara sin saber por qué. Lo averigüé enseguida: llevaba las cejas completamente depiladas. Me puse en guardia, claro, por si se tratara de la loca que me había hecho llegar aquel regalo, pero ni hizo ni dijo nada sospechoso. A la semana siguiente recibí un sobre con fragmentos de uñas. Tuve miedo de nuevo por las razones señaladas más arriba.

Poco después, firmando libros en otro establecimiento, una mano con las uñas exageradamente cortas depositó un ejemplar sobre la mesa. Al levantar la cabeza, comprobé que la mano sin uñas pertenecía a la señora de las cejas depiladas, que tampoco en esta ocasión se portó de forma sospechosa. Durante los siguientes días abrí el correo con aprensión, por si me llegara una oreja, un dedo, un diente, un ojo de cristal... No hubo nada, lo que fue en parte un alivio y en parte una decepción. Me molestaba que la historia acabara así, inconclusa, como la mayoría de las historias reales. Entonces, pasados unos meses, cuando ya había olvidado el incidente, estaba tomándome el gin-tonic de media tarde en la barra de un bar, cuando se sentó a mi lado la señora de las cejas depiladas y las uñas cortas, que se había dejado crecer las unas y las otras. Me preguntó si tenía un cigarrillo y le dije que no. Me pidió la hora y le di una cualquiera, la primera que me vino a la cabeza. Molesta, se levantó y se fue. A los pocos días recibí un sobre en cuyo interior no había uñas ni cejas, no había nada. Y entonces sí que pasé miedo de verdad. El silencio es lo peor.

dimecres, 22 de desembre del 2010

Una cosa autobiográfica

UNA COSA AUTOBIOGRÁFICA

Estaba tomándome el gin tonic de media tarde cuando el joven de la mesa de al lado me dijo que dirigía una revista.

-¿Qué clase de revista? –pregunté.

-Se trata de una revista sin clase —respondió—, tomamos textos de aquí y de allá, los imprimimos, los encuadernamos y punto.

-¿Mezcláis entonces toda clase de temas?

-Exacto, como cuando en un terreno sin cultivar crecen cosas diferentes, cada una de su padre y de su madre.

-En los terrenos sin cultivar —dije— crecen sobre todo malas hierbas.

-Pues entonces es una revista de malas hierbas.

-Ya —concluí fingiendo que acababa de recibir un mensaje en el móvil.

-Usted no se está tomando un gin tonic —dijo al rato el chico.

-No —dije—, me estoy tomando un té.

-¿Por qué finge entonces que se está tomando un gin tonic?

-No finjo nada —respondí molesto—, me estoy tomando un té.

-Pero en sus artículos dice que a esta hora se toma un gin tonic.

-Se trata de un recurso literario.

-Pues para mí es una mentira. Muchos jóvenes creerán que para ser escritor resulta preciso tomarse un gin tonic a media tarde. Los incita usted al alcoholismo.

-Los jóvenes no me leen —argumenté un poco avergonzado.

-Yo sí, por eso me estoy tomando un gin tonic.

Le propuse en broma que cambiáramos las consumiciones y, sorprendentemente, aceptó, así que le pasé mi té y él me pasó su gin tonic.

-Está bueno —dije dando el primer sorbo.

-El té tampoco está mal.

La ginebra llegaba a mi estómago desde donde, de forma misteriosa, se filtraba a la sangre y desde la sangre al cerebro. Sentí un estimulante golpe de euforia y decidí que en el futuro cambiaría el té de media tarde por el gin tonic. Entonces, el chico me pidió un artículo para su revista.

-¿Sobre qué? -le pregunté.

-Sobre las malas hierbas —dijo—, o sea, una cosa autobiográfica.

diumenge, 19 de desembre del 2010

Entre lo sensato y lo insensato

ENTRE LO SENSATO Y LO INSENSATO

Si el mundo fuera una sucursal bancaria (y quizá lo sea) en el trance de ser atracada, usted y yo seríamos simples clientes de la entidad que hemos tenido la mala suerte de estar en sitio equivocado a la hora equivocada. Quiere decirse que somos inocentes, lo que no nos libra de la posibilidad de recibir un tiro. De hecho, no hacemos otra cosa que encajarlos. A mí ya me han dado en la pierna y en un brazo, no sé dónde recibiré el del recorte de las pensiones o el del alargamiento de la vida laboral. Hasta hace poco, el término alargamiento venía asociado casi exclusivamente al pene, pero la existencia es dura y si algo malo puede pasar, pasa. Que nos han herido, vamos, a unos porque los han echado del trabajo, a otros porque les han quitado el cheque bebé, y a otros porque no reciben las ayudas previstas en la famosa ley relacionada con la dependencia.

Nos encontramos usted y yo, decíamos, en el interior de una sucursal bancaria (el mundo), a la que hemos acudido en calidad de clientes para renegociar nuestra hipoteca. De súbito, se oyen unos gritos y aparece un grupo de encapuchados enormemente violentos que nos mandan arrojarnos al suelo. Para demostrar que van en serio, muchos de nosotros, como ha quedado dicho, hemos sido heridos, de modo que hay sangre por todas partes. Aunque los atracadores llevan el rostro oculto, sabemos quiénes son: los poderes financieros, los mercados, las agencias de calificación y por ahí. Es decir, son abstracciones, pero abstracciones con pistola, abstracciones que poseen el poder de lo concreto. Con estas abstracciones, pocas bromas. Acaban de disparar en pleno rostro al cajero, un mileurista cuya madre, enferma, cobra una pensión de pena.

Pero no todo está perdido. De repente, aparecen unos negociadores llamados políticos. Los políticos, nos dicen desde fuera por la megafonía, se disponen a negociar con los atracadores. Lo suyo es que los detuvieran, o los liquidaran, pero por alguna razón que usted y yo desconocemos no se atreven. Ésa es la situación, amigos. Lo más sensato es que nos acomodemos en el suelo, nos taponemos las heridas y nos dispongamos a esperar. Claro, que a veces es mejor hacer lo insensato.

divendres, 17 de desembre del 2010

Estamos locos

ESTAMOS LOCOS

En las librerías analógicas entra cada día un ejército de gente con el objetivo expreso de no comprar. Decimos que son no compradores activos porque antes de decidirse a no comprar hojean largamente el libro que no les interesa. Cabe suponer que este tipo de consumidor inverso, al llegar a casa, y cuando su cónyuge le pregunta de dónde viene, le responde que de no comprar unos libros. ¿Y cuáles no has comprado? Pues no he comprado el de Auster, ni el de Ken Follet ni el de Almudena Grandes, ni el de Vargas Llosa... No comprar fatiga mucho, sobre todo si te pasas una tarde entera no comprando a Cervantes, Tolstói, Flaubert, Dostoievski, Kafka, Joyce... Creo que los libreros detestan a este espécimen porque ocupa mucho espacio, utiliza el servicio y deteriora la mercancía.


Las librerías digitales están llenas, en cambio, de clientes cibernéticos cuyo deseo es adquirir nuevos títulos para su iPad. Pero tampoco compran, en este caso porque el librero digital se resiste. Si usted lleva siete días intentando descargarse, previo pago, un libro electrónico y aún no lo ha logrado, no es porque usted sea un idiota, créame. No nos atreveríamos a decir quién es el idiota, pero alguno o algunos hay. Resulta increíble que las editoriales más grandes de nuestro país hayan creado una plataforma gigante de libros digitales cuyo objetivo parece ser el de no vender libros digitales. El problema es que lo disimulan porque usted no se da cuenta de que no quieren venderle hasta el quinto o sexto paso, o hasta la quinta o sexta librería cibernética. Entonces, cuando ya está a punto de estrellar su iPad contra el suelo, llega el típico cuñado listo y le aconseja piratear el libro, que es coser y cantar. Si la famosa plataforma se ha creado en realidad para no vender, que se ponga de acuerdo con los no compradores del primer párrafo.

dissabte, 11 de desembre del 2010

¡Viva lo insignificante!

¡VIVA LO INSIGNIFICANTE!

Lo grande y lo pequeño han convivido sin problemas durante siglos. Había tanto espacio para las dos categorías que a veces lo pequeño (David) le quebraba la crisma a lo grande (Goliat). Una versión de lo pequeño muy querida hasta hace poco era lo marginal, que convivía también con lo central sin grandes problemas, influyéndose mutuamente. Ahora mismo, en cambio, tiene uno la impresión de que sólo hay espacio para lo grande, para lo central. Twitter o Facebook triunfan por grandes y no por sus virtudes intrínsecas, que las tienen. Este avance de lo cuantitativo constituye uno de los efectos más devastadores de la globalización. Lo pequeño se identifica en nuestros días con lo accesorio y, por lo tanto, con lo prescindible. Y de lo prescindible se prescinde porque hay que ahorrar.

Si podemos quitarnos de encima la tilde de un adverbio, nos la quitamos sin remordimientos. Quizá no sea grave, pero es un síntoma. Gran parte de los textos aparecidos en las versiones digitales de los periódicos están "traducidos" de la versión analógica por un robot (un robot grande, se entiende). Este robot, al carecer de la sensibilidad del antiguo (y pequeño) corrector humano escribe de manera desaliñada, suprimiendo signos de puntuación esenciales desde el punto de vista de la calidad. No importa. Las visitas a estas versiones digitales se cuentan por millones, con independencia de su limpieza ortográfica. Nadie protesta ya por ello. Hace unos años, la principal seña de identidad de una publicación era estar bien escrita. Con estos criterios que sólo tienen en cuenta la cantidad, quizá no sobrevivan el cine minoritario ni la literatura de culto ni la televisión de calidad, por no hablar del bacalao al pilpil.

Quizá deberíamos rebelarnos, siquiera un poco, contra esa dictadura de lo grande. Tal vez deberíamos estimular las vocaciones relacionadas con lo pequeño. De la tensión entre el margen y el centro nace la clase media artística, absolutamente esencial para el mantenimiento del sistema. Si lo grande no se deja fecundar por lo pequeño, y viceversa, la vida se convierte en un engrudo insípido, asfixiante, embrutecedor. En fin, que a ver si somos capaces de regalar algo insignificante estas navidades.

divendres, 10 de desembre del 2010

Simultaneidades

SIMULTANEIDADES

Resulta admirable la habilidad de la política para elaborar doctrinas oficiales. A veces la doctrina oficial sobre un asunto precede al asunto mismo, lo que viene a ser como si escampara antes de llover. Gracias a esa maestría ya sabemos que los secretos políticos revelados por Wikileaks, y publicados por este periódico, son meros chismes, puras interpretaciones subjetivas de la realidad. He escuchado a varios ministros y ex ministros repetir la fórmula al pie de la letra. Ni siquiera se molestan en ser originales porque creen que hablan para idiotas. Seguro que al terminar la entrevista en la que han recitado el argumentario establecido les falta tiempo para telefonear a la Embajada de EE UU y asegurar al amo que querían decir lo contrario de lo que han dicho. Un político debe estar dispuesto a asegurar simultáneamente una cosa y su contraria. Quiere decirse que debe disponer de dos almas, de dos morales, de dos visiones del mundo, de dos gargantas (a la manera de un ventrílocuo). Un buen ministro ha de jurar a la familia de Couso que la apoyará en su búsqueda de la justicia y al embajador norteamericano que no permitirá que prospere la denuncia contra los asesinos del cámara. Con un poco de práctica se puede afirmar una cosa con la parte izquierda de la boca y otra completamente diferente con la derecha. Y no pasa nada porque ya ha quedado dicho que somos idiotas. El ministro dividido se marcha a la cama y logra que concilien el sueño sus dos almas, sus dos morales, sus dos visiones del mundo, sus dos gargantas.

El actual embajador de EE UU debe de estar enviando estos días a las autoridades de su país nuevos "chismes" según los cuales nuestros servidores públicos se desdicen de sus palabras apenas abandonan la emisora de radio desde la que han calificado de cotilla a su predecesor. ¡Viva todo!

dilluns, 6 de desembre del 2010

Pastillas alcohólicas

PASTILLAS ALCOHÓLICAS

En la mesa de al lado una pareja de ancianos tomaba chocolate con churros. Ella leía al mismo tiempo el prospecto de una medicina cuya caja, abierta, permanecía junto a la taza. En esto, levantó la vista hacia su compañero y preguntó:

—¿Excipiente es lo contrario de recipiente?

—Ahora no caigo —dijo él—, ¿por qué?

—Porque estas pastillas tienen excipiente.

El anciano meditó unos instantes al cabo de los cuales sentenció:

—Veamos —dijo—, si un recipiente es un cacharro para contener algo dentro, un excipiente serviría para contener algo fuera.

—¿Y cómo se contiene algo fuera? —preguntó ella.

—Supongo —replicó él— que los medicamentos se mezclan, para darles consistencia, con alguna sustancia inocua a la que llaman excipiente.

—Entonces los que vienen en cápsulas tienen recipiente en vez de excipiente.

—Presumo que sí.

La conversación me hizo reflexionar. Yo me estaba bebiendo el gin-tonic en un recipiente (de cristal, para más señas), pero quizá pudiera administrarse también en un excipiente.

Visualicé un gin-tonic con forma de pastilla. Me imaginé entrando en una farmacia.

—¿Me da una caja de gin-tonics, por favor?

—¿De 10 o de 20 miligramos? (Tienes que llevar cuidado con lo que imaginas. A la primera de cambio, no sabes cómo continuar).

—¿A cuántos gin-tonics equivale cada uno? —pregunté.

—El de diez, a medio; el de 20, a uno.

Pedí el de 10 para tomarlo en un par de sorbos, y salí de la farmacia. De camino a casa, en el metro, me tomé una pastilla que me hizo efecto de inmediato, pues comencé a escuchar enseguida conversaciones extrañas. Antes de llegar a mi estación, me tragué la segunda.

En casa no había nadie y a mí se me habían olvidado las llaves, de modo que abandoné la fantasía y regresé a la realidad. Los ancianos se habían ido con el excipiente a otra parte.

divendres, 3 de desembre del 2010

Tragarse la píldora

TRAGARSE LA PÍLDORA

El lado oscuro de las medicinas son sus efectos secundarios. Todo en esta vida, incluido lo que cura, tiene un costado perverso, una sombra. A veces, la sombra ocupa más espacio que la luz. En Francia se acaba de prohibir un fármaco para la diabetes que mataba a sus consumidores. Se sabía que mataba desde hacía años, por eso estaba prohibido en muchos países. Pero la sanidad francesa prefirió mirar hacia otro lado. Cuando el lado óscuro de un fármaco (o de un automóvil, da lo mismo) se alía con el lado oscuro de la sociedad, el desperfecto está garantizado. Según un informe médio (optimista) de la Seguridad Social del país vecino, el medicamento habría matado a unas 500 personas y habría provocado la hospitalización de otras 3.500.

¿Cómo se llamaba el preparado? Mediator, se llamaba Mediator. A usted le dan una pastilla con ese nombre y se la toma sin el menor reparo. Mediator suena a intermediario bueno, a agente del lado amable de la realidad. Los nombres de las medicinas están diabólicamente bien pensados. ¿Cómo desconfiar de una cosa llamada aspirina? ¿O de un jarabe para la tos llamado Flutox? Los jarabes para la tos, además de aminorar el estornudo, calman el ánimo. Yo digo Flutox y me siento invadido por una suerte de misteriosa paz. Digo Bisolvón antes de acostarme y, pese a la violencia de la última sílaba (quizá por ello), un nudo se desata dentro de mí. Como la mayoría de la gente, servidor de ustedes está lleno de nudos interiores. Escribo para deshacerlos. Ahora mismo, mientras tecleo esta frase, noto cómo se disuelven dos o tres situados a la altura del pecho. Tengo en casa una de esas cajas con la tapadera de cristal donde se muestra una serie de nudos marineros. A veces, me detengo a contemplarlos fascinado por sus formas. Un nudo es en última instancia un tumor. Los más difíciles de deshacer son los inmateriales. Se muere uno con ellos, incluso de ellos.

A mí me dicen qeu hay un fármaco, de nombre Mediator, capaz de disolver obsesiones o nudos y me lo creo a pies juntillas, aunque no tenga ni idea de lo que significa a pies juntillas. Quiere decirse que mi lado oscuro se alía con el lado oscuro del fármaco y me trago la píldora. Menos mal que no soy francés.

Desórdenes

DESÓRDENES

El insomnio consiste en permanecer despierto mientras la realidad sueña, ronca o se mea en la cama (a veces te sueña, te ronca y se mea sobre ti). Un ojo abierto a las cuatro de la mañana, observando las sombras del techo, es como un grumo insoluble del día en medio del puré de la noche, un coágulo de abajo en el arriba, un cuajo de vida en la muerte, un núcleo de vejez en la infancia, un ramalazo de inteligencia en la estupidez... Imaginemos un trozo de noche atravesando el día. Hace poco, en un autobús de Madrid, a las dos de la tarde, un hombre ecuatoriano de mi edad dormía profundamente en el asiento de enfrente. Dormía y dormía pese al ajetreo circundante, pese a los frenazos, pese al estruendo procedente de la calle. Lo observé hasta que llegamos al final de la línea, donde nos levantamos todos menos él, que tuvo que ser despertado por el conductor.

Esa noche, durante el insomnio de las cuatro de la madrugada, intenté imaginarme a mí mismo durmiendo, de día, en el asiento de un autobús que atravesaba una ciudad extraña, lejana, quizá hostil. Mecido por esta idea, caí al poco en un sueño profundísimo del que me desperté no sé si al cabo de media hora o de tres años. El caso es que no me encontraba en la cama, sino en un autobús de Quito, adonde había viajado por razones de trabajo. Pasado el primer momento de perplejidad, y una vez que logré situarme en el espacio y en el tiempo, intenté averiguar cómo se había producido aquella rara articulación entre esos tres momentos tan distantes: yo en un autobús de Madrid, frente a un ecuatoriano dormido; yo, en la cama de mi dormitorio, insomne, recordando al inmigrante; y, de repente, yo, dormido, en un autobús de Quito. No lo logré, no supe qué había ocurrido. He ahí un grumo de desorden cronológico en medio del orden temporal al que estamos acostumbrados.

dilluns, 29 de novembre del 2010

Un chupito de pacharán

UN CHUPITO DE PACHARÁN

En la mesa de al lado, dos mujeres de mediana edad toman chocolate con churros mientras yo doy cuenta de mi gin tonic de media tarde. Hoy me siento especialmente legitimado para beber porque Ana María Matute, al recibir el Cervantes, ha cantado las virtudes del gin tonic frente a las lacras del güisqui (demasiado «barroco» para su gusto). «La ginebra, ha añadido, es lúcida». Me identifico con Ana María. El segundo sorbo me ha «colocado», de modo que me pongo a escuchar sin problemas la conversación de las dos mujeres, a ver qué saco.

—Tú, cuando haces pis por las noches, ¿enciendes la luz del cuarto de baño? —pregunta una.

—A veces sí y a veces no —responde la otra.

—Eso no es una respuesta —añade la una deteniendo un churro en el aire.

—¿Quieres decir que son dos respuestas?

—Quiero decir que mientes porque o enciendes o no enciendes la luz. Los seres humanos somos animales de costumbres y hacemos siempre lo mismo.

—Está bien, no la enciendo.

—¿Lo haces todo a oscuras?

—Sí, ¿qué pasa?

—¿No tienes miedo de que salga una mano de detrás de la cortina de la ducha y te coja por el cuello?

—¿Qué clase de mano?

—La de una mujer muerta, por ejemplo.

No se me había ocurrido, francamente. La conversación, que a primera vista puede parecer banal, sobre todo a palo seco (sin gin tonic o sin chocolate sin churros), me hace reflexionar. Yo siempre enciendo la luz del baño cuando me levanto a hacer pis por las noches, y justamente por lo que dice una de las mujeres de la mesa de al lado (la más sensata, sin duda), porque de otro modo podría salir de detrás de la cortina de la ducha la mano de un cadáver.

—¿Y si nos tomamos un chupito para bajar el chocolate? —dice entonces la mujer que hace pis en la oscuridad.

—Vale —dice la que lo hace con la luz encendida—, pero de pacharán, que aquí tienen uno muy bueno.

A fin de mantenerme lúcido, pido otro gin tonic.

divendres, 26 de novembre del 2010

Ánimo, colegas

ÁNIMO, COLEGAS

El Papa representa un poder sobre el que no ejerce ningún control. La Iglesia, ha dicho, carece de capacidad de ordenar a las mujeres (aunque sí de darles órdenes, añadimos nosotros), porque se trata de una decisión del mismísimo Dios que él, aunque no comparta ("no se trata de que no queremos"), debe acatar. Zapatero podría copiar literalmente el discurso de Ratzinger para justificar su política económica. No se trata de que queramos bajar las pensiones, es que el Mercado, a quien servimos, nos obliga. El Papa y Zapatero dependen de instancias superiores cuyos designios son inapelables. Cuando Dios dice que el condón es bueno para el burdel, pero malo para la cama de matrimonio, es como cuando el Mercado asegura que cierto grado de socialismo tiene gracia (como juego infantil) cuando los poderes financieros deciden fabricar productos basura con los que hacer caja, aunque se debe perseguir a la hora de pagar la factura.

La política ha devenido en una disciplina tan absurda como la teología. Nadie ha visto a Dios, tampoco al Mercado, pero el sentido profundo del sexo, dice Dios por boca del Papa, es la reproducción como el sentido profundo de la economía, dice el Mercado por boca de Zapatero, es el enriquecimiento personal de unos pocos. De ahí la condena a los homosexuales y la prohibición de una fiscalidad justa. Ello hace que Ratzinger y Zapatero se digan y se desdigan todo el rato. Si fueran juiciosos, dimitirían alegando que no entienden nada. La curia romana está llena de cardenales dispuestos a aceptar el absurdo divino y la política española, de políticos encantados de llevar la injusticia social a los extremos por los que nos despeñamos. Si dimitieran, devendrían en héroes, incluso en santos. Paradójicamente, lograrían que mucha gente volviera a creer en el socialismo y en Dios. Ánimo, colegas.

diumenge, 21 de novembre del 2010

Pocas bromas

POCAS BROMAS

Nunca me pareció normal tener deudas, de ahí la extrañeza que me causa la expresión «capacidad de deuda». Hasta hace poco, el banco calculaba gratis tu «capacidad de deuda» y luego te endosaba un crédito que más tarde se convertiría en una soga al cuello. Nuestra «capacidad de deuda» es la que nos ha conducido en parte a la situación actual. Se entendía por deuda una cantidad de dinero que no poseías pero que estabas en disposición de ganar. Naturalmente, cuando se realizaban esos cálculos, jamás se pensaba en el factor azar. Curioso, si consideramos que es el azar el que controla nuestras vidas. Todavía hoy, cuando entro en la página web de mi banco para realizar un movimiento, aparece un anuncio que reza: «Señor Millás, ¿necesita 2.000 euros?». A continuación me dice lo fácil que me resultaría conseguirlos. Pues claro que los necesito, amigo, siempre hay algún agujero que tapar, pero hemos hecho este agujero grande a base de tapar agujeros pequeños.

Lo cierto es que debemos una fortuna, individualmente y como país. No me pregunten a quién se la debemos, porque el asunto está cada día más embrollado. Uno cree que contrae su deuda con el banco de la esquina de toda la vida, y resulta que el banco se la ha vendido a un señor de Hong Kong que si no le pagas rápido te rompe las piernas. De hecho, estamos rodeados de países con las piernas rotas. Ahí tienen a Grecia, a Irlanda, a Portugal… A nosotros, de momento, sólo nos han quebrado los tobillos. A ver si hay suerte y no continúan subiendo. El modelo es del hampa. Usted le pide 1.000 euros a su cuñado para apostar en las carreras (le han dado un chivatazo), y cuando el chivatazo falla resulta que su cuñado ha vendido la deuda a un hampón con el que pocas bromas.

Pocas bromas, en fin. De un modo u otro saldaremos la deuda adquirida en los tiempos en los que gozábamos de una «capacidad de deuda» ilimitada. Y la pagaremos individualmente y como país. Quiere decirse que pagarán justos por pecadores. En otras palabras, romperán muchas piernas de gente que jamás pidió un préstamo.

divendres, 19 de novembre del 2010

Fuera de mi

FUERA DE MI

Estoy lejos de casa por razones de trabajo. Gracias a un programa informático y a las cámaras que he dispuesto en las habitaciones, puedo entrar en ella desde mi portátil. Visitar de este modo clandestino mi propio salón es como penetrar dentro de mi cráneo a espaldas de mí mismo. Mis ideas o mis obsesiones (no es fácil distinguir las unas de las otras) son mis muebles, mis libros, mi chimenea y los objetos repartidos por aquí o por allá. Quiere decirse que mis ideas no son mías, puesto que toda la vivienda está equipada con muebles de Ikea. Nunca había visto con tanta claridad que, más que pensar, soy pensado, y por un empresario sueco para más extrañeza, pues jamás he visitado aquel país. ¡De qué sitios tan raros nos vienen las ideas que tomamos por nuestras! En esto, aparece una sombra y, enseguida, el cuerpo que la proyecta. Se trata de una amiga a la que he pedido que vaya de vez en cuando a echar un vistazo y a regar las plantas. Ella no sabe que me conecto desde la habitación de un hotel, no sabe que la observo. Por alguna razón incomprensible, tras quedarse en bragas y sujetador, recorre el salón manoseando mis libros, mis objetos, mis muebles, mis ideas en fin. Pero también ella, pienso, es una idea mía (quizá una obsesión), yo mismo le facilité las llaves del piso. Sabía que las mujeres se paseaban desnudas por el interior de mi cráneo, pero no de mi piso. Compruebo con perplejidad que tengo pocas ideas, y todas de una pobreza extrema. Mi amiga no es sueca, es extremeña, pero encaja bien con los muebles de Ikea. Ahora se ha sentado en el sofá que yo mismo armé con la paciencia del que arma un sistema filosófico y ha encendido mi televisión holandesa (una Philips). Empieza a masturbarse, de modo que salgo a cien por hora de mi propio cráneo (¿o era mi piso?) y me quedo en suspenso, como fuera de mí.

dimecres, 17 de novembre del 2010

Cacahuetes y almendras

CACAHUETES Y ALMENDRAS

En la mesa de al lado, una señora rubia, muy maquillada, de pelo corto, le decía a un capitán del Ejército de Tierra:

-Necesito tener una biografía.

-¿Y eso? -preguntaba el capitán separando la gorra de la Coca Cola de la señora, por miedo a que se manchara.

-Para compararla con la mía -replicaba la señora con expresión de angustia.

-Pero eso es absurdo -señalaba el capitán-, tú no puedes comparar tu biografía con la de Hitler, por ejemplo.

-¿Qué quieres decir con que yo no puedo comparar mi biografía con la Hitler?.

-Pues eso, que son vidas muy distintas.

-¿Es que no me crees capaz de invadir Polonia?

-Francamente, no.

Se hizo un silencio atroz en el que los segundos comenzaron a discurrir como plomo líquido. A fin de aliviar la tensión, tomé un sorbo de mi gin tonic haciendo mucho ruido con los hielos. Luego carraspeé con exageración y miré hacia otro lado, para no levantar sospechas. Como el silencio continuara espesándose en torno a la mesa de al lado, pero alcanzando con sus efectos letales a la mía, llamé a gritos al camarero y le pedí un plato de almendras fritas. Me caen fatal, pero mejor que los cacahuetes y las aceitunas, que eran las alternativas de este bar.

-Así que no me crees capaz de invadir Polonia -repitió entonces la señora rubia de pelo corto en un tono que daba miedo oir.

-Pero mujer -dijo en tono conciliador el capitán-, ¿qué tienes tú contra Polonia?

-La cuestión -respondió ella- no es lo que tenga o deje de tener contra Polonia, sino si tú crees que soy o no soy capz de invadirla.

-Vale, eres capaz. ¿Y ahora qué?

-Ahora neceisto leer una biografía.

-¿La de Hitler, por ejemplo?

-¿La de ese mamarracho? Ni hablar.

Total que acabé con las almendras y pedí unos cacahuetes.

diumenge, 14 de novembre del 2010

Inmigrantes natos

INMIGRANTES NATOS

En la mesa de al lado, un padre y un hijo hablaban de la vida (los padres y los hijos, con independencia del tema que les ocupe, siempre hablan de la vida). El padre le decía al hijo que del mismo modo que Valladolid sigue existiendo cuando el tren abandona su estación, la Edad Media continúa en pie después de que la humanidad haya pasado por ella.

—Se demostrará —añadía— cuando seamos capaces de viajar a través del tiempo.

—Entonces, ¿los neandertales continúan existiendo? —preguntaba el hijo.

—Claro, allí siguen, donde los dejamos hace miles de años. ¿Por qué me lo preguntas?

—No, por nada —respondía el hijo.

Como el padre insistiera, el chaval acabó confesando que estaba enamorado de una chica neandertal que había visto en un documental de la tele. Me llevé el vaso a los labios para disimular mi turbación al tiempo que el padre se llevaba un churro a la boca para disimular la suya.

—Pero sería una actriz que hacía de neandertal —decía el padre.

—Sí, pero los neandertales parecían buenas personas, mejor que los sapiens —argüía el hijo.

En esto, recordé que yo había visto también aquel documental en el que los neandertales no se metían con nadie. Dentro de su opacidad especulativa, parecían personas sensatas, bondadosas, solidarias. Y tenían habilidades raras, como la de masticar el cuero para ablandarlo y que les sirviera de abrigo. Recuerdo haber pensado que los neandertales, en aquel documental, se comportaban como si no comprendieran nada, mientras que a los sapiens no había quien los aguantara de chulos. También yo me había identificado con los neandertales, que parecían inmigrantes en tierra extraña (servidor de ustedes es un inmigrante nato).

El caso es que el padre se quedó triste, como si le diera pena haber alumbrado a un hijo neandertal (la verdad es que el chico tenía las cejas muy juntas), mientras que a mí me pareció esperanzador que aún quedara gente así en el mundo. Así que pedí otro gin tonic para celebrarlo.

divendres, 12 de novembre del 2010

Ecumenismos

ECUMENISMOS

Estos de Batasuna es que no se enteran. Les bastaría con acogerse a la Cláusula Dragó para que les dejaran presentarse a las elecciones sin necesidad de condenar la violencia. Después de todo, el crimen es un asunto literario desde el principio de los tiempos. Imaginen qué habría sido de la Biblia sin la muerte de Abel. Así que no seamos estrechos, por favor, que vivimos presos de la puta corrección política, del buenismo idiota, del qué dirán. Menos mal que quedan intelectuales y políticos capaces de salirse del rebaño. Y es que a la literatura le quitas la novela criminal, la lucha armada y la pederastia y se queda en bragas, nunca mejor dicho. ¿Cabe imaginar una historia de las letras sin Henry Miller, sin Stephen Crane, sin Patricia Highsmith...? ¿Por qué una adolescente oriental puede devenir en un objeto en manos de un macho español y un adversario político no puede cosificarse en manos de un patriota vasco? ¿Qué forma de puritanismo es esa? ¿Es que no podemos dejar de inventar nuevas formas de censura, de totalitarismos, de pensamientos únicos? ¡Mira que solidarizarse con las niñas (¡dos zorritas asiáticas!) en vez de aplaudir al turista sexual, que se empleó con ellas de forma sucesiva cuando le sobraba testosterona y tamaño para atacarlas a la vez!

Como esos otros que en la guerra de Irak se identifican con las víctimas civiles y en la de España con los republicanos. ¿De qué nos sirve entonces haber leído a Nabokov, a Enrich Maria Remarque, a Simenon? ¿Cómo es posible no darse cuenta de que cuando el alcalde de Valladolid imaginaba lo que haría con los "morritos" de una ministra del Gobierno de España (¡España!) estaba emulando a Garcilaso?

¡Menos mal que aún sabemos recibir como se merece a Benedicto XVI, jefe de un Estado dictatorial, homófobo, misógino y al que tanto debe la pederastia ecuménica!

diumenge, 7 de novembre del 2010

En el bar inglés

EN EL BAR INGLÉS

Una vez más, y porque nada es lo que parece, la percepción nos ha engañado. Resulta que el alcohol, según la revista Lancet, es la más perniciosa de todas las drogas, incluidas la heroína y el crack, que ocupan el segundo y el tercer puesto. Salgo a la calle y observo que hay más dispensarios de alcohol que farmacias. Un bar, otro bar, una cafetería, otra cafetería, un pub, otro pub, y así de forma sucesiva. Puedo elegir dónde tomar mi gin tonic de media tarde sin problemas. Y puedo contarlo sin ser acusado de apología del consumo. Mi gin tonic, quizá porque es legal, no hace daño a nadie, ni siquiera a mí mismo. Tal vez a largo plazo…, pero a largo plazo hace daño todo, incluido el jamón. Lo que más daño hace a largo plazo es nacer, y no por eso se prohíbe, al menos entre nosotros, porque en China continúa perseguido, creo que por razones demográficas.

Pienso en todo esto mientras me tomo el gin tonic de media tarde. Hoy he elegido un bar inglés con mucha madera, asientos tapizados en rojo, y una diana con dardos que nadie utiliza. Me he sentado a la barra y me han puesto unas almendras fritas. Me viene a la memoria aquel chiste genial:

—Póngame un vermut, pero si aceitunas, por favor.

—Tendrá que ser sin almendras porque aceitunas no nos quedan.

Sonrío para mis adentros y un poco para mis afueras también, pues me doy cuenta de que el camarero me observa con curiosidad. Doy el primer sorbo a esta droga que hace más daño que la heroína y el crack. Dado que el gin tonic de media tarde no sólo no ha destruido mi vida, sino que le proporciona un aliciente saludable, me pregunto si debo entregarme también a la heroína y al crack, por este orden, y vuelvo, sin poder evitarlo, a sonreír para mis adentros y mis afueras. Luego me pregunto qué haría yo si prohibieran el gin tonic. Beber un gin tonic en la clandestinidad no es fácil, ni saludable, tampoco placentero. Quizá me diera a los jarabes para la tos, que de momento los venden sin receta. El caso es que no hay quien aguante esta realidad a palo seco. Quiere decirse que la droga más dañina es la realidad, pero a ver quién le mete mano.

divendres, 5 de novembre del 2010

Familia Monster

FAMILIA MONSTER

Si nueve de cada 10 estrellas usan Lux, ¿seremos capaces de utilizar Palmolive? En lo que las encuestas tienen de espejo de la realidad, nos gusta reconocernos. Mira, estamos aquí, entre quienes piensan que debe presentarse Zapatero, entre los que detestan a Rajoy, entre los que desean que gane el PSOE aunque creen que ganará el PP, etcétera. A menos que tengamos vocación de malditos, nos satisface encontrarnos en una u otra de esas porciones demoscópicas. Ahora bien, como la necesidad de sentirnos integrados nos empuja a veces a colocarnos de manera acrítica junto a la mayoría, la encuesta tiene también algo de orden sutil, de mandato invisible. ¿Tendrás tú el valor de situarte aquí cuando siete de cada 10 contribuyentes están allí? Quizá no, quizá, para parecer normal, y ocultar de paso que eres un bicho raro, te apuntes a la generalidad. Hay entonces épocas en las que para ser normal tiene uno que actuar, paradójicamente, como un anormal. Pero nos acostumbramos a todo. Fíjense en lo de Italia, en lo de Valencia, en lo de Alicante, en lo de Castellón...

Quiere decirse que en lo que las encuestas tienen de fotografía familiar, en las últimas parecemos la familia Monster. El problema es que a base de asomarnos a esa imagen una y otra vez, en uno y otro periódico, en este o aquel telediario, nos vamos familiarizando con ella. Por eso tampoco hay suicidios colectivos cuando Rajoy se refiere a Camps (el de los amiguitos del alma) como un paradigma de ejemplaridad, o a Fabra (el de los millones sin justificar) como un modelo de honradez. El horror empieza a instalarse como norma. Las encuestas, en la medida en la que te señalan la cantidad de estrellas que usan Lux (tratando de humillarte si utilizas Palmolive), contribuyen al establecimiento del espanto. Lo que no sabemos es si lo hacen con ingenuidad o alevosía.

divendres, 29 d’octubre del 2010

Tus eosinófilos

TUS EOSINÓFILOS

A esta hora de la mañana te toca análisis de sangre. Ahí estarás, pues, ofreciendo la cara interna de tu brazo a alguien que lo estrangulará con una goma a la altura del bíceps para que se manifieste la vena, la vena tuya, que aparece enseguida como un clítoris asustado en la zona más frágil de esa articulación. Ahí está la aguja rompiendo la barrera de la piel, penetrando con violencia calculada en el vaso, del que extraerá unos centímetros de plasma lleno de leucocitos, linfocitos, monocitos, neutrófilos, eosinófilos... Todo lo que te pertenece suena a música, también tus hematocritos y tu hemoglobina y tus hematíes. Ahí está ya tu sangre roja cruzando la ciudad en un tubo de ensayo mientras tú sacas el coche del parking y pones una canción de Antonio Vega que cantarás entre semáforo y semáforo. Tu sangre por un lado, tu cuerpo por otro y yo por otro.

Ahora imagino que soy el técnico de laboratorio al que le llega la muestra que acaban de robarte y que en vez de analizarla me la bebo. Me bebo todas las muestras que llevan tu nombre como me comería todas tus biopsias, corazón. Y daría cuenta también a ojos cerrados de tu fósforo, de tu creatinina, de tu calcio total y de tu albúmina, aunque para ello tuviera que beberme la muestra de orina que tan delicadamente, tras bajarte las braguitas de espuma, has depositado sobre el frasco estéril de plástico. Tú atravesando la ciudad en una dirección, tu orina en otra y yo mismo en otra, cada uno víctima de un metabolismo, de una transaminasa, de una fosfatasa alcalina, de un tiempo de sedimentación, de unos iones, de una desintegración lipídica, de unos marcadores tumorales. Pienso a estas horas de la mañana en tu glucosa basal y me excito como un adolescente. Cuántas palabras inauditas componen tu cuerpo, amor. Y todas llueven en este instante sobre la ciudad.

dimarts, 26 d’octubre del 2010

Alicatado hasta las cejas

ALICATADO HASTA LAS CEJAS

Estaba tomándome mi gin tonic de media tarde, sin meterme con nadie, cuando el individuo de la mesa de al lado se dirigió a mí:

-Perdone -dijo- ¿sabría usted decirme cuántos metros cuadrados tiene la provincia de Castellón?

Permanecí perplejo unos segundos. No estoy acostumbrado a que me pregunten por los metros cuadrados. Me preguntan la hora, como mucho, y no la doy para no intimar porque detesto a la humanidad y prefiero no tener tratos con ella.

-Ni siquiera sabía que Castellón era una provincia -dije para cortar la conversación en seco.

-¿Y el Vaticano? ¿Sabe cuántos metros cuadrados tiene el Vaticano?

-Ni siquiera sé qué es el Vaticano -respondí con aspereza, llevándome el vaso a la boca.

-¿Y Mónaco? -insistió.

-Tampoco sé lo que significa Mónaco -rugí.

El hombre desistió y regresó a sus pensamientos. Al poco, empezó a nacer dentro de mí un sentimiento de culpa. Que deteste a la humanidad no quiere decir que me sea ajena, lo que quiere decir es que me detesto a mí mismo en cuanto que formo parte de ella. Pedí otro gin tonic, para ahogar la culpa, pero en lugar de eso salió a flote. Saqué, pues, mi iPhone del bolsillo, entré en internet y busqué los metros cuadrados del principado.

-Mónaco tiene 1,95 kilómetros cuadrados -dije.

El hombre me lo agradeció de un modo exagerado. Detesto también las muestras de gratitud excesivas, de modo que me arrepentí enseguida de mi buena acción. Como se empeñara en pagar mis consumiciones, tuve que explicarle que el gin tonic, como el psicoanálisis, no me hacía nada si no me lo pagaba yo. Aún así no hubo manera, de forma que pedí un tercero. Mientras daba cuenta de él, el hombre hacía sumas y restas en los márgenes de un periódico deportivo. Cuando le pregunté a qué rayos se dedicaba, dijo que a calcular el número de cuartos de baño que cabían en Mónaco. Como es lógico, pedí un cuarto gin tonic y salí del bar alicatado hasta las cejas.

dilluns, 25 d’octubre del 2010

Vidas paralelas

VIDAS PARALELAS

La «realidad aumentada», si lo hemos entendido bien, es un híbrido entre la realidad analógica y la virtual, una especie de cuerpo calloso o puente entre esos dos mundos. Ha llegado cuando ha podido, pero nos estaba haciendo más falta que el agua. Gracias a ella no estaremos obligados a ser sólo digitales o sólo analógicos, sino que devendremos en una mezcla de dos mundos cuyas fronteras resultaban excesivas. El tráfico entre esos dos mundos se agilizará de forma que cada uno se enriquezca con las aportaciones del otro. La realidad aumentada es, en la práctica, una nueva forma de mestizaje. A partir de ahora, ya nadie será completamente real o completamente irreal, sino una mezcla de ambas categorías. Ahora bien, estarán tan entreveradas que no será posible separar la una de la otra. Quiere decirse que seremos simultáneamente reales e irreales. Seremos, en fin, nosotros mismos, una realidad aumentada.

En mis sueños, me deslizo a veces por una calle analógica repleta, sin embargo, de incrustaciones virtuales. Reconozco esa calle, que pertenece a una vida paralela a aquella en la que me desenvuelvo. No sé quién soy en esa otra vida, ni a qué me dedico, ignoro dónde voy o de dónde vengo. De vez en cuando, me detengo frente a unos escaparates fantasmagóricos, donde los maniquíes, que son simultáneamente de carne y de cartón piedra, desarrollan escenas domésticas de la vida real. Si dirijo mi iPhone a uno de esos maniquíes, obtengo una especie de ficha de él. «Esa mujer», asegura el programa de realidad aumentada de mi iPhone, «fue soñada por ti cuando contabas cuatro años». Entonces me despierto y me pregunto si habrá algún modo de entrar en contacto, despierto, con esa realidad paralela.

El mundo digital tiene algo de sucedáneo de los sueños. A veces, después de haber navegado durante horas por Internet, tengo la sensación de despertar, más que de cambiar de actividad. Por desgracia, entre el sueño y la vigilia hay pocos vínculos. O estás allí o estás aquí (con excepción, quizá del ensueño, donde tienes un pie en cada lado). La realidad aumentada actúa, en ese sentido, a modo de un ensueño que nos permite ser materia onírica sin dejar de ser reales.

diumenge, 24 d’octubre del 2010

Todo es confusión

TODO ES CONFUSIÓN

La vocación de las armas es matar. Una pistola que hubiera llegado al final de su vida útil sin haber hecho un solo disparo sería una pistola frustrada, inútil. La sola idea de que un arma hubiera pasado de la fábrica a la chatarra sin sentir jamás el placer de haber escupido una bala resulta sobrecogedora. Años, años y más años a la espera de que las paredes interiores del cañón recibieran la caricia del proyectil al modo en que el semen acaricia el alma del pene… No es probable que se haya dado un solo caso de esta naturaleza. Todas las pistolas, suponemos, son cargadas en un momento u otro, si no para matar a alguien, para practicar al menos la puntería contra una diana. Las armas, que se inventaron para un fin malo, pueden tener efectos colaterales benéficos: cuando gracias a ellas se salva a un inocente, por ejemplo. Es un consuelo. Puesto que las hemos inventado, de algún modo tendremos que justificarlas. Cuando fallecieron mis padres, hallé entre sus pertenencias un viejo revólver que llevé, ingenuamente, a comisaría. Los expertos lo examinaron y me lo devolvieron, pues se trataba de una antigualla inútil que quizá, dijeron, tuviera algún valor como pieza de coleccionismo. Lo guardo en un cajón, preguntándome a menudo cuántas balas disparó, y contra quién, durante su vida útil.

Además del revólver, mis padres me dejaron dos cajones de medicinas sin utilizar, la mayoría de ellas caducadas. La vocación de las medicinas es curar como la de las armas es matar. Un fármaco que termine su vida útil sin haber curado a nadie es un fármaco frustrado. Hay en todas las casas más fármacos frustrados que revólveres fracasados. Un porcentaje altísimo de cápsulas contra la diarrea o el estreñimiento (por decir algo) pasan del laboratorio a la basura sin haber conocido el placer de penetrar en un cuerpo. A lo mejor, los antibióticos caducados que encontré en la casa de mis padres habrían curado las heridas provocadas por el revólver que también les pertenecía. Pero no coincidieron en el tiempo. Quizá, cuando los muertos del revólver, ni siquiera se habían inventado los antibióticos. Las medicinas tienen, como las armas, efectos colaterales. Pero suelen ser malos. Todo es confusión.

divendres, 22 d’octubre del 2010

Deudas

DEUDAS

Yo debo de ser medio ecuatoriano porque también estaba convencido de que cuando pedimos un préstamo al banco, respondemos de él con el bien hipotecado. Creía, pues, que lo peor que podía ocurrirme si dejaba de abonar la deuda era perder el piso, que no es moco de pavo. Y resulta que no, resulta que si por azares de la vida o de la burbuja económica que te haya tocado no puedes hacer frente al compromiso adquirido, el prestamista te arrebata el inmueble, lo saca a subasta frente a un grupo de facinerosos que se ponen de acuerdo en pujar por mucho menos de lo que vale, y luego te reclama la diferencia entre lo obtenido y lo que te quedaba por pagar. Quiere decirse que además de dejarte en la calle te roban la camisa. Ahora mismo, cientos o miles de ecuatorianos, a los que los bancos persiguieron para regalarles créditos llenos de letra pequeña, se han quedado sin casa, adquiriendo a cambio una deuda inhumana. Los acreedores envían emisarios a sus pueblos para arrebatarles hasta sus pobres propiedades de ultramar. Cuando las entidades financieras han tenido dificultades, también los impuestos de los ecuatorianos han servido para sacarlas a flote. Cuando las tienen ellos, los señores de las carteras negras acuden a picotear como buitres en sus vísceras. Los españoles estamos convencidos de que no somos ecuatorianos, como si no supiéramos por experiencia que hay días en los que uno se levanta español y días en los que se amanece sueco. De hecho, llevábamos varios años viviendo como suecos y de repente hemos devenido en unos PIGS de mierda. Lo de los ecuatorianos, pues, debería advertirnos (primero vinieron a por los ecuatorianos, pero yo no era ecuatoriano).

Esperamos que a los bancos no se les ocurra contratar a Alicia Sánchez Camacho como señora del frac. Bastante la han sufrido ya los rumanos...

dilluns, 18 d’octubre del 2010

Ganar espacios

GANAR ESPACIOS

Nos estamos retirando del papel, sí o no? En caso afirmativo, ¿se trata de una retirada digna o deshonrosa? Que nos estamos retirando, es evidente. Por ejemplo, ya no se publica ninguna enciclopedia en papel, ni siquiera las grandes, las emblemáticas, las que llenaban una pared de la casa como anunciando a las visitas que allí había un deseo de conocimiento y de conocimiento enciclopédico. Cada vez que el padre de familia, para satisfacer una curiosidad propia, o la de un hijo, tomaba uno de aquellos volúmenes y lo abría por el artículo correspondiente, se producía un silencio casi religioso. La cultura merecía un respeto, tú, y uno de los templos de la cultura era la enciclopedia. Pues ya no se publican. Ya son una antigüedad. Si usted desea adquirir una, tendrá que acudir al mercado de segunda mano o a las librerías de viejo. Y quien habla de las enciclopedias, habla, en general, de los llamados «libros de referencia». Ha habido una transferencia del papel a la pantalla. Las enciclopedias y los tratados se encuentran sólo en la red, donde han devenido en artefactos borgianos, pues se actualizan casi en tiempo real. Quiere decirse que igual estás leyendo la biografía de un escritor vivo, cuando aparece en pantalla que acaba de morir. Murió mientras tú leías su vida, qué contradicción aparente, ¿no?

Nos estamos retirando, en fin, del papel y a más velocidad de la que somos conscientes. Algunos periódicos han suspendido la publicación de suplementos de gran prestigio que ya sólo se pueden consultar en formato digital. En algunas redacciones se discute también si ofrecer los clásicos cuadernos de cultura sólo en la versión on line del periódico. La retirada se está produciendo, pues, a través de los productos de mayor consideración intelectual. «Se van los mejores», como decimos cuando se muere alguien. O «ha pasado a mejor vida». En el caso de los suplementos, quizá sea verdad que han pasado a mejor vida. Internet no es un mal sitio para vivir, caducas menos, de hecho, que en papel. La cuestión es que nos retiremos del papel con dignidad, ya digo, pero también con cierto orden. No como si hubiéramos perdido un espacio, sino como si hubiéramos conquistado otro.

diumenge, 17 d’octubre del 2010

Solidaridad en Atapuerca

SOLIDARIDAD EN ATAPUERCA

Alberto Fernández Díaz, dirigente del PP en Cataluña, abundó hace poco en la idea de que los inmigrantes abusan de la sanidad pública en perjuicio de los nacionales. Su afirmación fue desmentida con datos, que viene a ser lo mismo que desmentir con datos una superstición. Alberto Fernández Díaz no trataba de informar, sino de asustar a la gente acerca de los peligros que trae consigo el extranjero. El que viene de fuera, en todas las sociedades primitivas, es estigmatizado, siendo obligado a la práctica de ritos purificadores que suelen llevar a cabo los chamanes. En unos sitios se les desproveía de sus ropas, arrojándolas al fuego; en otros, se prohibía a las mujeres y a los niños acercarse al forastero, para evitar el contagio de los males que traía de afuera; en otros, los bañan en aguas supuestamente bendecidas por los sacerdotes de la tribu…

Quiere decirse que cuando Alberto Fernández Díaz mintió, a sabiendas, acerca de los inmigrantes y los servicios públicos, no estaba actuando como un político, sino como un brujo. Y en su calidad de brujo señalaba a la población qué ritos deberían cumplir los extranjeros para ser aceptados entre nosotros. Los ritos actuales son todos de orden burocrático (padrones, pasaportes, fichas policiales, pólizas, etc.), lo que no mitiga un ápice su carácter mágico. La población autóctona se tranquiliza al ver pasar por esas penalidades al forastero. Lo de Alberto Fernández Díaz no es, pues, populismo, sino magia. En esta tarea de regreso a las cavernas cumple una función fundamental la sacerdotisa Alicia Sánchez-Camacho, que entra en trance cuando se tropieza con un inmigrante rumano. Los tabúes relacionados con el extranjero, con el otro, con el inmigrante, en fin, han dado mucho trabajo a los antropólogos a lo largo de la historia. De manera que lo que necesitamos ahora para comprender las propuestas del PP en materia de inmigración no son expertos en política, sino estudiosos de la naturaleza humana, capaces de analizar este resurgimiento del primitivismo en las sociedades contemporáneas. Acabamos de averiguar que los habitantes de Atapuerca eran solidarios. Queremos saber por qué somos xenófobos.

dissabte, 16 d’octubre del 2010

Errores de navegación

ERRORES DE NAVEGACIÓN

Me identifico mucho con ese hombre que siguiendo las instrucciones del GPS acabó en un pantano. El GPS es un segundo yo, un yo más profundo que el que mostramos a los demás, pero un yo al fin y al cabo. Por eso, lo primero que tienes que hacer al adquirirlo es elegir la voz con la que deseas que te hable. Hay quien elige una voz profunda, oscura, insondable, remota, para hacerse la ilusión de que es Dios quien guía sus pasos al indicarle que gire a la derecha o a la izquierda. Hay quien prefiere una voz sibilina, hermética, furtiva, la voz de Satanás, en fin, perfecta para los que salen todos los días por la noche (¿qué culpa tienes tú si es el diablo quien te arrastra?). Yo, en mi primer GPS, elegí una voz de mujer perteneciente, según el aparato, a una tal Marta. Así se llamaba también una de mis primeras novias, una chica con la que me identifiqué de tal modo que llegué a convertirme en ella. Mi yo más íntimo es femenino y se llama Marta. Me hacía ilusión, en fin, que fuera ella la que me indicara por dónde ir al cine. Y me conducía bien, aunque con cierta tendencia a revisitar calles y barrios antiguos, de los que creía haber huido.

Hace un año, harto de ir todos los días, por culpa de Marta, a la casa de mis padres, fallecidos los dos, cambié la voz del GPS, eligiendo la de un individuo que, según las instrucciones, se llamaba Alberto. Este Alberto tiene un timbre de voz muy joven, muy seguro de sí. No duda ni un instante. Cuando dice que se va por aquí, se va por aquí. Se equivoca de vez en cuando, claro, pero rectifica con tal naturalidad que da la impresión de que el que se ha equivocado he sido yo. «Dé la vuelta cuando le sea posible», dice, y santas pascuas.

En cualquier caso, prefiero atribuir los errores de navegación a mi torpeza que a la de Alberto, ya que éste representa el único de mis «yos» personales con un poco de seguridad. Quiere decirse que si mi yo superficial hubiera sido como el de Alberto, otro gallo me cantara. Por eso mismo, si Alberto me dice que vaya por aquí, voy por aquí; si por allá, por allá; si por acullá, por acullá. Cuando mi mujer me pregunta por qué damos un rodeo tan grande para volver a casa, le digo que porque lo ha dicho Alberto y punto. Ella también confía más en él que en mí.

divendres, 15 d’octubre del 2010

Nuevo ejército

NUEVO EJÉRCITO

Esa fotografía en la que Zapatero explicaba humildemente a los señores de Wall Street las medidas que habíamos tomado para calmar su ira, es terrible. El ruido de sables ha sido sustituido por el de la ladronera, pero los golpes de Estado siguen siendo golpes de Estado, los dé un general o un financiero. Sometida al fin la institución castrense al poder civil, los políticos se humillan ahora ante los coroneles de la Bolsa. Si hubiéramos visto a nuestro presidente en semejante actitud frente a los generales del Alto Estado Mayor, nos habríamos echado las manos a la cabeza. Quiere decirse que las pistolas han sido sustituidas por corbatas de seda y los uniformes verdes por trajes de Armani. El resultado final es que a usted y a mí nos aprietan las tuercas (si tenemos la fortuna de que todavía haya margen para apretárnoslas).

A todo esto, hablamos de la globalización como de un tropismo en cuyo crecimiento no hubieran intervenido decisiones políticas de ninguna clase. Aceptamos como inevitable la existencia de los mercados globales al tiempo de afirmar su ingobernabilidad. En otras palabras, ni somos responsables de su aparición ni tenemos margen de maniobra alguno para corregir sus atropellos. He aquí la gran trampa intelectual del fenómeno. Dado, pues, que lo que sufrimos es un desastre natural y no un atraco pistola en mano, los políticos peregrinan hasta los nuevos cuarteles, donde son recibidos por los dioses del dinero, a quienes prometen el sacrificio de equis doncellas y de tantos jóvenes para apaciguar sus ánimos. Pero cuantos más sacrificios les ofrecemos, más se enfadan. No habíamos terminado de rescatarlos de su bancarrota con el dinero del contribuyente (el de usted y el mío) y ya estaban solicitando más vírgenes, más jóvenes, menos déficit. ¿Cómo se somete a un ejército de esta naturaleza?

dijous, 14 d’octubre del 2010

Un chico raro

UN CHICO RARO

En la mesa de al lado, un joven de pelo largo le decía a una joven de pelo corto que si él fuera millonario se compraría un coche fúnebre y contrataría de chófer a un conductor del tanatorio.

-¿Un coche de fúnebre? -preguntaba, incrédula, la chica.

-Sí, un Mercedes o un BMW, pero de muertos.

-A lo mejor está prohibido circular con ese tipo de vehículos.

-No veo por qué. Se trata de recordar que, aunque te vayan bien las cosas, eres tan mortal como el resto.

La chica se quedó pensativa, como si evaluara la conveniencia de salir con aquel chico. El camarero me trajo el gin tonic preparado, lo que me revienta. Prefiero que vierta la ginebra delante de mí, para comprobar la cantidad y la marca.

-¿Y tú y yo iríamos al cine en el coche fúnebre? –preguntó al fin la chica, restableciendo la comunicación.

-Si eres tan burguesa que no puedes ir en un coche de muertos…

-No tiene nada que ver con ser burguesa o no, me parece que es una cuestión de gusto.

-¿Quieres decir que tengo mal gusto?

-Quiero decir que estás un poco loco. O te lo haces.

El gin tonic, misteriosamente, comenzó a saberme a cadaverina, así que lo dejé y pedí un güiski que sabía a madera, a madera de féretro. Me había amargado la tarde el crío, pero me quedé allí, para ver en qué acababa la cosa.

-Mira, Pedro, yo te quiero mucho -dijo la chica-, pero me fastidia que te pases el día inventando cosas raras. Además, tú nunca vas a ser millonario.

-¿Por qué dices eso?

-Porque estudias Historia del Arte.

El chico se hundió en un silencio hosco del que salió para decir:

-Vamos a tomar una copa al bar del tanatorio.

-Al bar del tanatorio vas con tu madre –replicó la chica levantándose y dejándolo plantado.

El muchacho me miró con desconsuelo y le invité a sentarse a mi mesa. Podría haber sido mi hijo.

diumenge, 10 d’octubre del 2010

Testosterona "versus" encéfalo

TESTOSTERONA "VERSUS" ENCÉFALO

Pío García Escudero no le importaría morir como un toro de lidia, es más, lo preferiría. Quizá lo diga para presumir de macho sin darse cuenta de que al mismo tiempo alardea de tonto. Hombre, hombre, el toro de lidia es muy fuerte, en efecto, incluso muy varonil, si ese es su ideal de hombre, pero no tiene muchas luces. Le ponen las banderillas por acudir al señuelo, lo pican por equivocarse de enemigo, lo torean porque entra al trapo sin darse cuenta de que el trapo no es, en efecto, más que un trapo, y lo matan porque no aprende, o sea, porque se pasa toda la corrida tropezando en la misma piedra. El toro de lidia tiene, en fin, mucha testosterona pero anda el pobre escaso neuronas. Ningún intelectual que se precie se identificaría con ese cuadrúpedo tan bello y zaino (¿qué rayos significará zaino?).

Como no tenemos ni idea de lo que quiere decir zaino, ignoramos también si es esa cualidad del toro de lidia la que tanto gusta a García Escudero. En todo caso, los contribuyentes preferiríamos que nuestros políticos eligieran modelos para vivir y para morir en los que las neuronas tuvieran más importancia que la testosterona. A este país le ha hecho mucho daño esa hormona. Fue la responsable de una guerra civil y de una dictadura de 40 años a lo largo de los cuales sólo se utilizaron para gobernar los atributos masculinos. Es cierto que algunos ministros de Franco los tenían tan grandes como un toro de lidia, pero habría sido mucho más rentable, y más humano también, que gobernaran con el cerebro. No era fácil pedir cerebro a aquellos pobres ministros y directores generales, pero ese habría sido nuestro deseo.

En la discusión acerca de la llamada Fiesta Nacional (manda huevos, con perdón) se están cometiendo muchos excesos, muchos. Lo que no imaginábamos era que la dicotomía tradición versus modernidad fuera sustituida por la pareja testosterona versus encéfalo. Gracias al encéfalo, que es la parte más noble del cerebro, hemos sublimado históricamente el empuje, con frecuencia brutal, de la testosterona. Estaría bien que continuáramos por ese camino que nos diferencia de las bestias. De ahí que nos sonara tan mal la intervención de don Pío.

divendres, 8 d’octubre del 2010

Complejidad

COMPLEJIDAD

Una cosa es negociar con la realidad y otra comulgar con ruedas de molino. Las declaraciones de los dirigentes del PSOE tras las primarias de Madrid, incluidas las del ganador, son ruedas de molino. No pueden ustedes pretender que nos las traguemos. Sabemos que no es el fin de Zapatero ni del zapaterismo, pero tampoco es cierto que haya ganado todo el partido ni que se haya reforzado la autoridad del líder. Uno de los motivos de la llamada "desafección ciudadana", en lo que se refiere a la política, es el discurso empleado por los profesionales de la cosa pública. Cada vez dicen menos y emplean más tiempo en decir menos. Nada hay tan previsible y aburrido como una entrevista a un ministro. Declaran por hábito lo contrario de lo que piensan o desvían la conversación hacia asuntos triviales para perder tiempo. Es una verdadera peste. Si existe alguna conexión entre lo que se dice y lo que se hace, no es raro que hayamos llegado a la situación actual. Si no dicen nada, quizá sea lógico que tampoco hagan nada.

Vale entonces que Zapatero no está muerto. Lo sabemos de sobra. Pero entre no estar muerto y estar dando saltos de alegría hay estados intermedios. Es verdad que aceptar la existencia de estados intermedios implica la introducción del matiz, de la complejidad, del pensamiento. Implica una negociación con las ideas de los otros y las propias. Pero eso no debería dar miedo a quienes se han convertido por deseo propio, y gracias al voto de los ciudadanos, en dirigentes. La primera condición para ser dirigente es no ser idiota. La segunda, no tratar a los demás como idiotas. Durante la resaca de las primarias, los dirigentes socialistas están incumpliendo las dos. Ya basta, hombre. Estaría bien que los jefes comenzaran a emitir cuanto antes, acerca del asunto, unas declaraciones verosímiles. Y complejas.

dimarts, 5 d’octubre del 2010

Carne de cañón

CARNE DE CAÑÓN

Todos llevamos, a la manera del Mono Jojoy, un GPS en los zapatos. Todos estamos localizables. A todos nos apunta un fusil de mira telescópica desde alguna azotea. Ahora mismo, mientras esperas el autobús preguntándote si la huelga fue un éxito, un fracaso o si terminó en tablas, una cámara de vídeo te observa de forma rutinaria. A lo mejor, son dos las cámaras, o tres, depende de que haya un ministerio cerca, o de la intensidad del tráfico de la zona. Ahora mismo se está poniendo en marcha una reforma laboral que es un revólver dirigido contra tu cabeza, un revólver con sus seis balas: la del despido por causas objetivas, la del pensionazo, la de la negociación colectiva y otras tres en las que no caigo. Si no te dan con una, te darán con otra. Ya nunca irás tranquilo al trabajo (si lo tienes) ni a la oficina de empleo (si no), ni te jubilarás con la seguridad de que el Estado te devolverá parte de lo que le entregaste. Todos, a efectos prácticos, pertenecemos a un ejército enemigo. Todos somos radicales. Todos ganamos más de la cuenta. A todos se nos debe colocar un GPS en los zapatos para dispararnos con la Reforma Laboral cuando sea preciso. Y no sólo en los zapatos, también en el dobladillo de la bata de andar por casa, para que la autoridad competente sepa si nos encontramos en el baño, en el cuarto de estar o en la cocina.

Lo del dispositivo de seguimiento que hasta ahora sólo nos sonaba de las películas de espías, ha dado el salto a la realidad a través del Mono Jojoy, para que prestemos más atención a la palabra terrorista que a las siglas GPS. Pero lo cierto es que esos zapatos que te acabas de comprar en los grandes almacenes de tu barrio vienen ya, probablemente, con el GPS de serie. Quiere decirse que eres un perseguido de serie, uno más, un perseguido del montón. No intentes, al llegar a casa, desmontar el tacón o la suela, para eliminarlo, porque los dispositivos que usan para la gente normal son inmateriales, como el alma. Pero si te pierdes en un burdel, te localizarán; si huyes con el coche, te localizarán. Ese calor que sientes en la nuca es el aliento de las nuevas leyes laborales, un aliento como de boca de cañón cuya carne eres tú.

diumenge, 3 d’octubre del 2010

Paternalismo gubernamental

PATERNALISMO GUBERNAMENTAL

El problema de las huelgas generales es que no se ganan por poco o se pierden por poco, tampoco se empatan. Se ganan o se pierden, a secas. Y cada ciudadano sabe, al margen de la guerra de cifras, cuándo ha sido un fracaso o un éxito. La del 29 S, en la medida en que no se ha ganado por goleada, se ha perdido. Observado con perspectiva el proceso que nos condujo a ella (y que nos está sacando de la misma), advierte uno que los peores ataques al sindicalismo, pese a su dureza, no han procedido de la derecha (que ha dicho, por otra parte, lo previsible), sino del paternalismo de la izquierda.

Al sindicalismo lo mata la condescendencia. En la medida en que no se rebelen contra ella, los propios sindicatos se están administrando su veneno. Son más letales las palabras que te perdonan la vida, que las que intentan quitártela. De las que intentan quitártela te puedes defender, incluso con violencia, en defensa propia. De las que te la perdonan es difícil protegerse porque no hacen daño, no lo hacen a primera vista, pero son, en el largo plazo, las más perjudiciales. Lo saben muy bien los artistas en general: es preferible una crítica demoledora que una de medias tintas, donde sí, pero no. Si se escucha con atención el discurso de la mayoría de los tertulianos de izquierda, apelando a la necesidad de cuidar a los sindicatos, o recordando a la audiencia las muestras de responsabilidad de éstos a lo largo de los últimos años de nuestra historia, se tiene la impresión de que hablan de organizaciones infantiles, con muy buena voluntad pero ineficaces de cara a los fines que justifican su existencia.

Prestemos, pues, más atención a la condescendencia de Zapatero que a la agresividad de Esperanza Aguirre. Puede hacer más daño la primera que la segunda. Anuncié que a esta huelga se iba sin alegría, sin empuje, sin seguridad y así ha sido, por desgracia. No es necesario recurrir, para saber si ha fracasado o no, al consumo eléctrico. Donde se tenía que notar la electricidad no se notó. «Desigual y de escasa incidencia», dijo de ella, con piedad, el ministro de trabajo. Ya pasó, el problema ahora es el futuro. No se fíen ustedes de los paternalismos gubernamentales.

divendres, 1 d’octubre del 2010

Números

NÚMEROS

El pin del móvil y el puk del módem, la contraseña de iTunes, el teléfono fijo de mamá, el prefijo de Asturias, la clave de acceso al cajero automático, la matrícula del coche, el número del DNI, la inflación interanual, el producto interior bruto, el diferencial de la deuda, la talla de los pantalones y la ropa interior, las dimensiones de la pena, los 31 días de enero y los 28 de febrero, tu cumpleaños, nuestro aniversario y el del fallecimiento de papá, el tiempo de cocción del huevo duro y la caducidad del yogur, las cucharadas diarias de jarabe, la cantidad de sal, el valor de referencia de la urea, las pulsaciones por minuto, la temperatura del microondas, las horas de insomnio, la línea 5 del metro y el vía crucis de las 12 estaciones, los dígitos de la hipoteca, el IVA, el IRPF, el Euríbor, el tanto por ciento de descuento, los puntos de la tarjeta de Iberia, la hora de entrada, la numerología china, los honorarios del dentista, los dedos de la mano, los pelos de la cabeza (pocos), los pares de calcetines, la cuenta del supermercado, el cuentakilómetros, el cuentarrevoluciones, el contador del gas, de la luz, las páginas de Anna Karenina, los volúmenes de la enciclopedia Espasa, el limitador de velocidad, los metros cuadrados construidos y los hábiles, los cuartos de baño, los puntos de luz, el salario bruto y el líquido, los años de cotización, el tiempo de carencia, la tercera temporada de Mad Men, la cuarta de El ala Oeste de la Casa Blanca, la quinta de Los Soprano, el control del peso, el podómetro, el metrónomo, los litros de agua consumidos, los goles del domingo, el porcentaje de seguimiento de la huelga según los sindicatos, según la policía, según el Gobierno, la patronal o Dios, el décimo de Navidad (que acabe en 7), la indemnización por año trabajado. Y la sala 10 del tanatorio, por ejemplo.

dissabte, 25 de setembre del 2010

Error y horror

ERROR Y HORROR

Lo del ejército de los EE UU con los homosexuales es curioso. Los admite entre sus filas, pero les obliga a ocultar su identidad. Puedes, siendo gay, llegar a general si consigues que todo el mundo te tome por hetero. Lo que quiere decir que debes llevar una vida contraria a tus inclinaciones. Lo más probable es que tengas que casarte con alguien del sexo aparente opuesto (perversión alucinante), tener hijos perfectamente heteros y recibir a los demás generales en tu casa como si tú y tu esposa (o tu esposa y tú) fuerais sexualmente felices. Andando el tiempo, podría darse el caso de que todo el Estado Mayor fuera homosexual, pero que se manifestara, sin embargo, como un Estado Mayor hetero. Para justificar esta medida estupefaciente, los republicanos dicen que de otro modo (con la verdad) se minaría la moral de la tropa.

En otras palabras, que tú enteras de que el soldado que acaba de caer a tu lado, en la trinchera, era gay y te vienes abajo.

-¿Se puede saber por qué has dejado de disparar, soldado? –grita el sargento esquivando las balas del enemigo.

-Es que Richard, antes de expirar, me ha confesado que era homosexual y me quedado sin moral de combate.


¿Qué hace el sargento, que a lo mejor también es gay, en una situación semejante? ¿Cómo aguantar un insulto de ese calibre a su identidad sexual? ¿No sería mejor que los heteros fuesen heteros y los gays gays en unos momentos tan complicados? Después de todo, hay una cosa que les une por encima del sexo: el hecho de ser carne de cañón, o sea, de ser pobres. Si fueran ricos, estarían en un despacho con moqueta, haciéndose la manicura.

En fin, en fin, qué disparatado es todo. Hubo un tiempo, casi con toda seguridad, en el que a los soldados negros, ya ves tú, les prohibían confesar su color. «No nos importa que seas negro», gritaba el capitán, «pero finge que eres blanco». Luego, los generales (sobre todo los generales negros) se dieron cuenta de que aquello era una tontería y las cosas volvieron a su ser. Pero les costó lo suyo, como demuestra la historia de los EE UU. A ver cuánto tardan ahora en salir de su error (y de su horror).

divendres, 24 de setembre del 2010

Versión Original

VERSIÓN ORIGINAL

Nuestros impuestos sostienen ya una realidad social que ni comprendemos ni nos comprende. Entre esa realidad y lo que nos cuentan sobre ella hay una falta de sintonía atroz, como cuando en el cine la banda sonora va por detrás de la imagen. Peor aún: basta encender la tele, abrir el periódico o intercambiar unas palabras con el taxista, para advertir que vivimos dentro de una película a la que un técnico de sonido loco ha acoplado la banda sonora de otra. La verdad es que el técnico no está loco, recibe órdenes de sujetos que, al ser incapaces de hacer bien su trabajo, aplican a los hechos palabras que no son.

Escuchas las justificaciones de un individuo que ha dejado asfixiarse a dos ancianos dementes dentro de una furgoneta con los cristales tintados (¿por qué los cristales tintados?), y te dices que algo no encaja en la noticia, primero porque el demente es el que olvida a dos viejos atados con correas a una silla de ruedas y, segundo, porque si alguien que acaba de cometer tal salvajada es capaz de expresarse con ese desparpajo, es que vivimos entre alimañas. Han implantado al director de la residencia de Ciempozuelos una banda sonora que pertenece a otra situación, lo mismo que a Zapatero cuando justifica los ardores xenófobos de Sarkozy, a los socialistas de Benidorm cuando eligen para la alcaldía a un tránsfuga de su propio partido, o a todo el PP valenciano que, con un pie en los juzgados, se manifiestan como los paladines de la honradez. ¿Y dónde, por Dios, fabrican las alucinantes bandas sonoras con las declaraciones de Cospedal o de Rajoy?

Vivir dentro de una novela realista cuyos personajes mantienen diálogos de relato experimental es un ejercicio de esquizofrenia agotador. Casi mejor que nos comunicáramos con subtítulos ilegibles, como si perteneciéramos a una película asiática en versión original.

dijous, 23 de setembre del 2010

Violar sin placer

VIOLAR SIN PLACER

El general Videla ha declarado ante el tribunal que le juzga que los militares argentinos, durante la represión, fueron crueles, pero no sádicos. Lo que diferencia al cruel del sádico es que el último disfruta con lo que hace. El matiz está bien traído, pero pone los pelos de punta a cualquiera.

Si lo hemos entendido bien, lo que el militar argentino ha querido decir es que cortaban las manos a los detenidos, sí, pero sin ganas, a la fuerza, como el que lleva a cabo un cometido desagradable. Ha querido decir que introducían repetidamente la cabeza del preso en un cubo lleno de mierda sin obtener de ello otro gozo que el del deber cumplido. Ha querido decir que desnudaban a sus víctimas y les aplicaban electrodos en los genitales de mala gana, como si cada vez que se producía la descarga eléctrica se les pusiera mal cuerpo. Ha querido decir que violaban a las presas porque era lo que mandaban las ordenanzas, pero que mientras las penetraban violentamente sufrían infinito. Ha querido decir que arrancaban los bebés del vientre de sus madres y se los entregaban a sus compañeros de armas estériles como el que ficha al entrar en la oficina.

Con la misma actitud de fastidio laboral, asesinaban luego a esas madres y las hacían desaparecer. Ha querido decir que colgaban de los dedos de los pies a los cautivos con la actitud artesanal del que aprieta una tuerca, y sin dejar de mirar la hora, para ver si terminaba la jornada laboral y podían dedicarse por fin a hacer el bien.

Ha querido decir…

¿Se pueden realizar a disgusto todas esas barbaridades? Para qué vamos a engañarnos: no. Es imposible sacar los ojos a un semejante, o arrojarlo vivo al mar desde un helicóptero, con la frialdad de un burócrata que trabaja en régimen de jornada partida. No hay posibilidad alguna de arrancar las uñas a una adolescente embarazada sin sentir placer. Resulta inviable de todo punto asesinar a un niño delante de su madre si los gritos de dolor de ambos no te excitan. Quiere decirse que el general Videla miente, pero miente en su contra. ¿Por qué? Porque da más miedo un tipo capaz de llevar a cabo todas esas atrocidades sin sentir ninguna complacencia que sintiéndola.

diumenge, 19 de setembre del 2010

Deduje y deducí

DEDUJE Y DEDUCÍ

Los famosos huyen de Twitter a la misma velocidad a la que entraron (200 por hora). Dicen que ya no encuentran placer en relatar, minuto a minuto, lo que hacen, pero no es cierto; lo que ocurre es que escribir, aunque sólo sea 140 caracteres, es duro; y escribir sin cobrar, agotador. Luego está el problema de la sintaxis: que si pongo el sujeto en este lado de la oración o en este otro, que si aquí conviene una coma o un punto y coma, que si se dice «he comprado unos calcetines para mis niños adoptados de lana» o «he comprado unos calcetines de lana para mis niños adoptados». No es lo mismo, no es lo mismo ser que estar, qué va, tampoco quedarse es igual que parar. Escribir, decíamos, incluso cobrando, es duro, duro, duro, no ya por la sintaxis o la morfología, también por la moral. Y es que la escritura, lo queramos o no, termina siendo un espejo de carácter moral en el que se ven todos y cada uno de los puntos negros del alma.

Las escuelas de escritores están llenas de alumnos de los que apenas el 1% acaba dedicándose a escribir. El resto vuelve a casa y se pone a trabajar en la tienda de comestibles de su padre. ¿Por qué? Porque al rellenar las primeras cuartillas se dan cuenta de quiénes son y salen huyendo a todo trapo de sí mismos. No es que ignoren si se dice «deduje» o «deducí», que a veces también, sino que no saben cómo declinarse a sí mismos, ni siquiera se habían planteado, antes de matricularse en escritura creativa, si eran personas regulares o irregulares, al modo de los verbos. La primera condición para escribir medianamente bien es ser irregular, claro. Pero también para eso hay que tener un coraje moral que no abunda. Las escuelas de escritores están llenas de personas regulares (como el verbo amar) que aspiran a ser irregulares (como el verbo soñar). Pero si eres regular, muchacho, eres regular, eso es genético. Por otro lado, la irregularidad está sobrevalorada, como la escritura.

De todo eso, en fin, nos damos cuenta al escribir con cierta periodicidad, aunque sólo pongamos 140 caracteres. De todo eso, y de lo idiotas que podemos llegar a ser, pues ya me dirán qué interés tiene relatar al mundo que acabas de pedir hora al dentista. De ahí que los famosos huyan de Twitter como de la peste.

divendres, 17 de setembre del 2010

Preguntas

PREGUNTAS

¿Llevará razón la novela larga frente a la corta al modo en que, según el poeta, llevaban razón los días laborables? ¿Quién ganaría un combate entre Ana Karenina y La muerte de Ivan Ilich? ¿Quién una discusión entre Ulises y La metamorfosis? ¿Es más adulta o más seria o más arriesgada, no sé, El Quijote que El Lazarillo de Tormes? Me hago estas preguntas en el metro, donde el pasaje lee, casi sin excepción, novelas de más de 700 páginas. ¿Llevará razón el puro frente al cigarrillo? Cuando ya nadie fume, ¿sobrevivirá la leyenda del Cohibas a la del Camel? ¿Qué fumaría (si las novelas fumaran) Guerra y Paz; qué Pedro Páramo? ¿Desaparecerán un día, por no llevar razón, los domingos y sus tardes, tan crueles, aunque tan pertinentes, por ello mismo, para la relectura de Rulfo, de Borges o de Monterroso?

Si los psicólogos encargados del caso prescribieran ficción, en vez de libros de autoayuda, a los obreros chilenos atrapados en el fondo de la mina San José, ¿optarían por novelas de largo o de corto aliento? Conocemos la consideración (mala) de la Literatura respecto a la obra breve. ¿Piensa del mismo modo la Psicología? ¿Cómo diablos han llegado los lectores del metro al extraño consenso de bajar al túnel con un volumen que no cabe en el bolso? ¿Dónde lo colocan al llegar al trabajo? ¿De qué forma lo echan de menos durante la jornada laboral? ¿Por qué estos libros son también, casi sin excepción, de tapa dura? ¿Llevará razón la tapa dura frente a la edición de bolsillo al modo en que el lunes, siempre según Gil de Biedma, lleva razón frente al domingo? ¿Tendrá razón el esposo frente al amante ocasional? Si con los libros se follara (y parece que sí), ¿se comportarían como cónyuges o como aventuras de verano? ¿Copularían con más ardor las novelas de Umberto Eco o las de Italo Calvino? Todo son preguntas.

diumenge, 12 de setembre del 2010

Patología y profesión

PATOLOGÍA Y PROFESIÓN

Parece que gracias a las presiones internacionales se ha suspendido la lapidación de Sakineh M. Ashtianí, la mujer iraní acusada de una estupidez por la que ya ha recibido 99 latigazos. La judicatura, en algunos países, es un refugio perfecto para psicópatas y asesinos en serie. Pueden llevar a cabo, con la ley en la mano, las fantasías más atroces. Hay burdeles donde también se utilizan los látigos (de mentira, suponemos), y quizá donde se lapida con piedras que no matan. Pero para emociones fuertes, azotes que hagan sangrar y pedradas que destrocen la cabeza. Nos preguntamos qué rayos estudian los opositores a juez en Irán. A lo mejor se pasan 10 ó 15 horas diarias dándole vueltas a las posturas prohibidas en la cópula. Tanto tiempo con ese temario le vuelve a uno loco, lo transforma en un perverso. En cierta ocasión hablé con un joven que había pertenecido a una asociación dedicada a la castidad y me contó que tenían unas reuniones donde había más sexo que en cien prostíbulos juntos.

Cuando Franco, siempre nos preguntábamos qué atractivo podía tener, para un individuo mentalmente sano, opositar a juez. ¿Qué placer obtenían aquellos seres tan siniestros de llevar a la cárcel a Marcelino Camacho, por ejemplo? Y es que no estaban mentalmente sanos, claro. Cuando hablamos de Irán, parece que nos referimos a algo muy alejado de nosotros. Pero los jueces franquistas, muchos de los cuales viven todavía, castigaban también el adulterio y la homosexualidad. Se lo pasaban tan bien como los jueces iraníes. Si se llevara a cabo un estudio que asociara las patologías mentales a las distintas profesiones, nos quedaríamos de piedra. Los carniceros, pobres, serían los mejor parados.

En fin, que lo de las presiones internacionales que han salvado, de momento, a Sakineh M. Ashtianí es fantástico. Ahora bien, ¿a qué iban dirigidas?, ¿a evitar su lapidación o a evitar su muerte? Si se la hubieran cargado con una inyección letal o en una silla eléctrica, ¿habríamos permanecido mudos? No recordamos que haya grandes presiones internacionales cuando ejecutan a alguien en EE UU. Y a un juez capaz de mandar a la horca a un semejante algo le pasa también en la cabeza, sea o no iraní.

divendres, 10 de setembre del 2010

Gente que sobra

GENTE QUE SOBRA

Lo primero que notas al regresar de las vacaciones es que ha aumentado la mendicidad. Lo percibes en el metro, en los semáforos, en las puertas de las cafeterías caras. Ha aumentado la mendicidad, te dices saliendo de la Fnac con las novedades literarias del otoño. Ha aumentado la mendicidad, te repites calle arriba, hacia Callao. Cuatro palabras a las que das vueltas dentro de la boca, mezclándolas con la saliva, intentando extraer de ellas algún significado. Significan que hay más mendigos que cuando te fuiste, hasta ahí llegas. Hay más pobres que le sobran al Estado español al modo en que le sobran los gitanos al francés. Sobran sus estómagos, sus lenguas, sus ojos, sus bocas, sus pulmones, sus culos, sus pollas, sus coños, sus miradas extraviadas, sus palabras, sobran sus piojos.

En el vagón del metro distingues enseguida a los que sobran. Son tres y lo llevan escrito en la frente. Hay otros cuatro o cinco a punto de sobrar. También lo llevan escrito. Los que no sobramos (aún) nos alejamos de ellos por miedo al contagio. Intentas refugiarte en la lectura de las solapas de los libros que acabas de comprar. ¿Pero de quién son los mendigos? Tuyos no (¿por qué entonces ese malestar?). Ni del alcalde (de otro modo no fabricaría bancos imposibles para impedir su descanso). ¿Pertenecen quizá al Ministerio de Interior, al de Igualdad, al de Trabajo, al de Fomento, al de Defensa, al de Sanidad, al de Economía, al de Hacienda? Mientras las estaciones se suceden, repasas ministerio a ministerio y compruebas que no pertenecen a ninguno, ni siquiera al de Justicia, que ya es decir. Tampoco al de la Solidaridad, que ni existe ni se le espera. Ha aumentado la mendicidad, una frase sencilla, impersonal, sin sujeto, como cuando decimos llueve o hace calor. Un suceso atmosférico. La mendicidad como Ciclón de las Azores.

Honras fúnebres

HONRAS FÚNEBRES

Una huelga -sobre todo una huelga general- ha de tener algo de fiesta. Se celebra en ella la capacidad del mundo del trabajo para parar los pies al capital. Una huelga es una demostración de fuerza, de unidad, de sentimiento de clase, es una prueba de solidaridad, de hermandad, de pertenencia. Es también un signo de identidad: te ayuda a averiguar quién eres y con quiénes eres. Es asimismo la antítesis indispensable a una tesis punzante (implica por lo tanto la búsqueda de una síntesis razonable). Las vísperas de las huelgas -sobre todo si son generales- han de transmitir al trabajador la emoción que provocan los grandes acontecimientos históricos. También la responsabilidad consecuente. Emoción y responsabilidad no se excluyen: por eso, pese a tener algo de fiesta, una huelga no es una romería.

Quiere decirse que no se puede acudir a una huelga como el que acude a un funeral, a un entierro, a unas honras fúnebres. Mucho menos, como el que acude a su propio funeral, a su propio entierro, a sus propias honras fúnebres. Es un disparate unirse a un huelga con la cabeza agachada o con el rabo entre piernas. Se trata de un gran suceso colectivo (y por lo tanto personal) que conviene encarar con coraje, con un coraje alegre. Alegría tampoco es sinónimo de frivolidad. Hay alegrías muy serias, muy formales, muy graves: curiosamente, son las más importantes de la vida. La huelga, como cualquier acto de dignidad, tiene un precio, claro. Y no sólo el de la jornada que descuentan, de su salario, al trabajador. Provoca también tensiones entre los propios compañeros, con uno mismo, con la propia familia en ocasiones. Si la huelga es justa, si está bien organizada, si sus líderes dan ejemplo, ese precio apenas influye en el estado de ánimo del huelguista.

Por todo ello sorprende hasta la perplejidad la actitud con la que Cándido Menéndez e Ignacio Fernández Toxo acudieron a Trabajo para registrar la convocatoria de huelga general del 29-S. Aparecían en las fotos como dos derrotados. El segundo llegó a calificar la convocatoria de "gran putada". ¿Es que no quieren que la secunde nadie? Si se trata de eso, están en el buen camino.

diumenge, 5 de setembre del 2010

La realidad es muy cruel

LA REALIDAD ES MUY CRUEL

Dicen que Mariano Rajoy tiene un gobierno en la sombra al modo de esos escritores que tienen una novela en un cajón. Los segundos no encuentran editor; el primero no encuentra votos. El problema de las novelas en el cajón es que se pasan, como el pescado, y llega un momento en el que es mejor envolverlas en una bolsa de plástico, sellarlas bien selladas, para que no huelan, y arrojarlas a la basura. Eso, cuando existen realmente, porque en la mayoría de las ocasiones son delirios de esos de escritores tan de aquí que no escriben, pero que se pasan la vida amenazando con sacar una obra maestra. El problema de los gobiernos a la sombra, cuando no son una fantasía, es que se descomponen también, se pudren, y se llenan de gusanos si tardan mucho tiempo en salir a la luz.

Imaginemos, por ejemplo, un gobierno del PP en el que Rajoy hubiera pensado en Francisco Camps para ministro de Interior. Sería una risa, claro, como nombrar al Dioni secretario de Estado de Seguridad o a Díaz Ferran vicepresidente económico. No sabemos desde cuándo tiene Rajoy un gobierno en la sombra, pero lo cierto es que los rostros más conocidos de su partido están ya medio quemados e inhabilitados por tanto para dirigir un país, incluso un país sombrío. ¿Qué ministerio se le podría dar, por ejemplo, a Carlos Fabra, otro varón insigne del PP? ¿Qué responsabilidad a Soraya Sáenz de Santamaría, ingeniosa oficial en decadencia? Están también Gallardón y Aguirre, pero no somos capaces de imaginar a ninguno de los dos en la sombra.

Ahora bien, lo que no es verosímil de ninguna de las maneras es que Rajoy llegue a presidente del Gobierno. No lo decimos nosotros, lo dicen las encuestas. Vale que sacó las oposiciones a registrador de la propiedad, a las que hay que echar muchas horas y muchos codos, pero más horas y más codazos ha dedicado a la presidencia del Gobierno con los resultados de todos conocidos. Quiere decirse que si Rajoy tiene un gobierno en la sombra, será un gobierno gris, oscuro, húmedo, un gobierno opaco, lo que cuadra muy bien con su personalidad de registrador barbudo. Con un gobierno de esa clase se puede fantasear, como con una obra maestra en un cajón. Pero la realidad es muy cruel.

divendres, 3 de setembre del 2010

Gómez / Jiménez

GÓMEZ / JIMÉNEZ

No comprender el mundo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas son todas de orden moral; los inconvenientes, sin excepción, de carácter práctico. Quiere decirse que pesan más los segundos que las primeras. Como simples espectadores, nos da la impresión de que Tomás Gómez pertenece a la categoría de quienes no entienden nada, y Trinidad Jiménez, a la de los que lo entienden todo. Al primero lo acabamos de conocer y a la segunda solo la hemos observado hasta ahora con el rabillo del ojo. Gómez, que viene de Parla, es decir, del pueblo, se ha manifestado desde que llegara a la capital con una ingenuidad conmovedora. Jiménez, en cambio, ha nadado con excelente retórica vacía en todas las aguas, incluidas las de la gripe A. Nadie ha logrado aún obtener de ella unas declaraciones inteligibles acerca de la actitud extraordinariamente turbia de la OMS en todo ese asunto.

El ingenuo de Gómez ha propuesto a Jiménez un debate público que la candidata ha rechazado aduciendo que su adversaria es Esperanza Aguirre. El argumento es a todas luces una falacia. Lo sabe cualquiera, comprenda o no comprenda el mundo, proceda del pueblo o de la capital. Pero los que comprenden el mundo son capaces de proferir disparates que insultan a la inteligencia sin descomponer el rostro. Los que no lo comprenden se quedan de piedra, como el pobre Gómez. El mundo vienen dirigiéndolo, desde tiempos inmemoriales, los que lo entienden, de ahí que nos vaya como nos va (mal). José Luis Rodríguez Zapatero, cuando llegó a La Moncloa, no entendía nada, por eso hizo cosas tan interesantes en materia de igualdad y de derechos civiles. Pero en algún momento entendió todo (o se lo hicieron entender a palos) y se retractó. El primer paso para entender el mundo es advertir que los banqueros también lloran. A partir de ahí viene todo rodado.

dimecres, 1 de setembre del 2010

Vemos más, pero vemos peor

VEMOS MÁS, PERO VEMOS PEOR

Hay, por lo visto, empresas que realizan ecografías en tres dimensiones, sin valor médico, por el mero placer de que los padres observen lo que ocurre dentro del útero habitado. Con la película resultante se hace luego una especie de documental de carácter doméstico que se incorporará a la videoteca familiar. A estos documentales, una vez montados, no les falta ni música de fondo, mayormente clásica: Bach, Vivaldi, un poco de Mozart y por ahí. Al final, los documentales de La 2, muy poco vistos, pero muy citados, se están convirtiendo en un modelo de construcción novelesca de la propia vida. Y de la de los hijos.

—Éste eras tú cuando aún no conocíamos tu sexo. Éste, a los siete meses de embarazo. Éste otro, a los ocho y medio, etcétera.

Los niños del futuro (del presente, en realidad) poseerán una documentación extraña de cuando aún no eran. De las dos vidas paralelas que llevamos todos (la real y la que se va construyendo en el álbum de fotos familiar), la del álbum se adelantará notablemente con estas ecografías comerciales acerca de cuya utilidad emocional e histórica tenemos serias dudas. Con frecuencia, logramos cosas realmente espectaculares cuyo significado, sin embargo, ignoramos. Curiosamente, las primeras imágenes que recibimos de los mineros chilenos, atrapados a 700 metros de profundidad, tenían también la calidad de las ecografías en 3D. Sus rostros flotaban en una suerte de espacio indeterminado, como fetos inversos. Cada vez recibimos más información acerca de todo, pero cada vez es más borrosa. La vida y la muerte poseen ya una calidad vaga. Hemos ampliado enormemente la perspectiva de la realidad al precio de perder precisión. Vemos más, pero vemos peor. La realidad entera es una ecografía. Asistimos, por ejemplo, de forma simultánea, a la muerte diaria de civiles en Irak y al enriquecimiento de Tony Blair, pero no relacionamos un asunto con otro. Mientras Blair pronuncia una conferencia de cien mil euros acerca de su conversión al catolicismo, una bomba destruye treinta o cuarenta cuerpos en una calle cualquiera de Bagdad. Y somos incapaces de asociar los dos hechos como somos incapaces de distinguir, en las ecografías, un brazo de una pierna.

dilluns, 30 d’agost del 2010

Contratante con experiencia

CONTRATANTE CON EXPERIENCIA

Deje de quejarse del personal: quéjese del dueño. Desconfíe del bar, cafetería o restaurante asentado donde toda la plantilla es joven. Sin la supervisión de alguien con experiencia al novicio le enseña el cliente, al que no le descuentan la docencia ni los errores propios del aprendizaje cometidos sobre su estancia, su consumición y sobre él mismo.

El cliente es cobaya en un experimento educativo. Un cliente sabe que un buen camarero es un virtuoso de un oficio muy difícil y eso no lo puede ignorar un propietario. Quien regatea vertiginosamente en el servicio ¿hace lo mismo con las materias primas o la higiene? El hostelero que cambia continuamente a sus camareros sólo puede aspirar a que cambien continuamente sus clientes.

El error en la selección de personal de considerar que sobra gente para un trabajo que «puede hacer cualquiera» devalúa las condiciones de trabajo, salario y servicio. Incluso en los hoteles más caros no saben contratar ni formar. En el Hotel Ritz-Carlton de Moscú echaron a un empleado porque grabó con su teléfono móvil a la huéspeda Angelina Jolie. La actriz había exigido —la información dice «pactado»— máxima discreción.

El empleado no entendió que no debía grabarla con su móvil y un compañero declaró que no comprendía el despido. Ni sabían dónde trabajan ni cómo tenían que hacerlo.

Alguien los seleccionó creyendo que los mármoles, las moquetas y el tamaño de las habitaciones, elementos más fijos que el personal, sostienen las 5 estrellas. Abolido el respeto básico a la privacidad, en el futuro lo más caro será encontrar personal no mitómano que se abstenga de hacer uso indebido del móvil e internet. Habrá que pagarlo debidamente, mejor que la industria cotilla. Se necesita contratante con experiencia.

divendres, 27 d’agost del 2010

No recuerdo qué

NO RECUERDO QUÉ

Acció Solidaria, ONG a la que pertenecen los recién liberados Roque Pascual y Albert Vilalta, abrió, con motivo de la vuelta a casa de los secuestrados, una botella de cava guardada el día mismo del secuestro. He ahí un detalle lateral enormemente interesante desde el punto de vista narrativo. Ahora que sus vidas no corren peligro (¡enhorabuena!), podemos permitirnos el lujo de especular literariamente con la historia de esa botella de cava.

Para empezar, supondremos que se guardaba en una nevera de las oficinas de la ONG. Alguien, en fin, podría haberla abierto por error, provocando de este modo la mala suerte. Conviene señalar que el gesto de guardarla para cuando los prisioneros fueran liberados era de carácter supersticioso. Algunos directores de cine ponen a enfriar una botella de vino cuando comienzan a rodar una nueva película. Confían, de ese modo, en que el éxito pique, como si el éxito fuera un pez y el vino su cebo. Sabemos que si las expectativas se cumplen, la botella se abre. ¿Qué ocurre cuando la película es un fracaso? ¿Dónde va a parar esa botella? ¿Quién se la bebe? ¿Cuándo? ¿Con qué estado de ánimo?

¿Qué habría hecho Acció Solidaria con esa botella si los secuestrados no hubieran vuelto a casa? ¿Habrían arrojado su contenido al retrete? ¿La habrían ignorado durante el resto de sus vidas, fingiendo no verla cada vez que abrían la nevera? ¿Se la habría bebido con su novia, muchos lustros después, un joven becario de la ONG ignorante de su historia? ¿Les habría sabido bien o mal? ¡Cuántas cosas raras podrían haber ocurrido con aquel cava de haber terminado las cosas de otro modo!

Hace tiempo, un amigo escritor me invitó a cenar en su casa. Descorchó, precisamente, una botella de tinto que había comprado al terminar su primer libro, con idea de abrirla para celebrar su publicación. El libro fue rechazado por todas las editoriales y la botella vagó durante años de mueble en mueble, soportando varias mudanzas. Estábamos descorchando, por decirlo así, el alcohol del fracaso, que bebimos a la salud de Cervantes, que en paz descanse. Sorprendentemente, el vino estaba estupendo, era un éxito. Nos hizo gracia aquella contradicción. Nos dio también qué pensar. Pero ahora no recuerdo qué.