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dilluns, 29 de juny del 2009

Manda huevos

MANDA HUEVOS

Un locutor que relataba para la tele las incidencias de un partido de fútbol aseguró que un jugador equis acababa de «recepcionar» la pelota. ¿Por qué no ha dicho «recibir»?, me pregunté estupefacto. Habría estado bien, entre otras cosas porque el verbo «recepcionar» no existe. Dándole vueltas al asunto, llegué a la conclusión de que al locutor le gustaba más recepcionar que recibir porque recepcionar tenía cuatro sílabas; recibir, sólo tres. Me ayudó el hecho de que esa misma noche pasaran por la tele el anuncio de un supermercado en el que se anunciaban grandes descuentos para los productos «señalizados» con un signo que no recuerdo. Señalar y señalizar, pese a su semejanza formal, significan cosas distintas, pero señalizar tiene también cuatro sílabas frente a las tres de señalar. Quiere decirse que las palabras largas gozan de más prestigio que las cortas. O bien que a la gente le gusta perder el tiempo incluso a fuer (qué rayos significará fuer) de perpetrar alguna incorrección.

Esta manía de perder el tiempo está muy extendida entre los políticos. Si entrevistas a un subsecretario, verás que prefiere recepcionar a recibir y señalizar a señalar. También prefiere «interrupción voluntaria del embarazo» a «aborto». ¿Pero por qué no dicen aborto, Dios mío?, te preguntas desesperado ante la tele. Pues porque «aborto» se pronuncia en un pispás, acabas enseguida, mientras que «interrupción voluntaria del embarazo» lleva su tiempo. Cuando un político llega a la radio o a la tele, sabiendo que el tiempo de la entrevista está limitado, procura elegir las palabras más largas y las perífrasis más tortuosas para perder tiempo. Su objetivo es no decir nada, incluso menos que nada, de ahí que se enrollen con tres de pipas frente a la desesperación del entrevistador.

El otro día le preguntaron a Zapatero por la situación de Alberto Saiz, director del CNI. Su respuesta fue genial: «Tiene mi confianza mientras esté en el cargo». Puro Perogrullo, ¿no? Pero es un Perogrullo que lleva tiempo y que además deja perplejo al oyente. «Tiene mi confianza mientras esté en el cargo», y se quedó tan ancho. ¿Manda o no manda huevos?

divendres, 26 de juny del 2009

Que le den

QUE LE DEN

Con el primer sorbo al gin-tonic de media tarde, caigo en el delirio de que soy senador y tesorero del PP. Me llamo Bárcenas y pesan sobre mí gravísimas sospechas que los medios de comunicación airean sin pausa. Media España piensa que soy un chorizo. Me ven por la tele y dicen ahí va un mangante, un sinvergüenza que se sirve de la política para robar. ¿Qué hacer?, me pregunto tras paladear el segundo sorbo del gin-tonic. Lo tengo claro: dimito a cien por hora, me desaforo en dos minutos, convoco una rueda de prensa y abro públicamente en canal mi patrimonio. Todo eso, claro, en el caso de ser inocente. Tras apurar otro sorbo de mi elixir vespertino, que acompaño de una patata frita, imagino sin embargo que soy culpable. ¿Qué hacer entonces? Dilatar el proceso fingiendo interés en acelerarlo, aferrarme a los cargos, sobreaforarme, en fin, y amenazar a mi partido con sacar trapos sucios relacionados con su financiación.

Doy un cuarto sorbo a mi gin-tonic e imagino ahora que soy Rajoy, ese hombre que ha hecho de la normalidad una bandera. Miradme, soy normal, grita en sus mítines, soy gris, rencoroso, insatisfecho, amargado. ¿Le parecerían normales a un hombre normal los enjuagues económicos de Bárcenas? ¿Es verosímil, desde la normalidad, guardar 330.000 euros debajo de la cama? ¿Es habitual devolver los créditos en billetes de 500 euros? Lógicamente, no. Entonces, tras dar un quinto sorbo a mi gin-tonic, voy y lo ceso y le exijo que entregue el acta de senador. Pero mientras me llega el segundo gin-tonic imagino que el tesorero de las narices conoce secretos inconfesables sobre mí. ¿Qué hacer en tal caso? Defenderle, claro. Hay un problema: el del ciudadano que se hace las mismas conjeturas que yo incluso sin necesidad de apurar un gin-tonic. A ése, me digo ya completamente en el papel de Rajoy, que le den.

El que calla, otorga

EL QUE CALLA OTORGA

Querido Alfonso:

Como te dije en el merecido homenaje que te ofrecieron en la Muestra de Autores de Alicante, soy un admirador de tu obra teatral, notable formalmente y siempre comprometida. Desde Escuadra hacia la muerte hasta aquel gran éxito que fue La taberna fantástica. También te reconocí que la transición fue muy injusta con toda tu generación, porque fueron muchos los que quisieron que, junto al franquismo, cayera en el olvido, por el mismo precio, el antifranquismo. Pero tú, Lauro Olmo, Rodríguez Méndez, Martín Recuerda y Buero Vallejo érais grandes autores (lo sigues siendo), y no sólo antifranquistas, que también.

Sigue siendo muy enriquecedora, para los tiempos que vivimos, la discusión que mantuviste con Buero en la revista Primer Acto a principios de los sesenta. ¿La recuerdas? Cambiemos franquismo por injusticias sociales, y España por el planeta al completo, y repitamos los dos términos en discusión: posibilismo versus imposibilismo. Son de auténtica actualidad. Tachaste a Buero de posibilista, y éste se vio obligado a aclarar su posición teatral: «Cuando yo critico el imposibilismo y recomiendo la posibilitación, no predico acomodaciones; propugno la necesidad de un teatro difícil y resuelto a expresarse con la mayor holgura. Un texto, pues, en situación; lo más arriesgado posible, pero no temerario.»

Después no pudiste morderte la pluma, y le respondiste. En síntesis, Buero venía a decir: «Si digo lo que pienso, no voy a poder estrenar.» Y tú: «Si uno no escribe libremente, parte de un cálculo arbitrario sobre los límites de la censura y, además, hace una obra automutilada.»

Parece que continúas con tu imposibilismo. Pero la complejidad social pide no caer en la tentación de los simplismos de otras épocas. Y la democracia es posibilismo. Por muy imperfecta que ésta sea (domina la poliarquía o la lucha de poderes, los intereses económicos, la insolidaridad del bienestar, etc.), siempre será preferible a cualquier atisbo de arrogancia de una verdad que quiera traspasar los límites de las urnas. No voy a decir nada del contenido de tu artículo en Gara, sólo señalarte que le ha faltado una cosa, la condena de un asesinato. Tu obra comprometida se hubiera llenado de sentido, en vez de difuminarse en un santiamén. Buero Vallejo sigue teniendo razón.

dimecres, 24 de juny del 2009

Ni dan ni quitan votos

NI DAN NI QUITAN VOTOS

Cada vez que una mujer muere, víctima de esa forma de terrorismo que denominamos «violencia machista», se debería montar un dispositivo semejante al que asistimos cuando ETA asesina. El presidente del Gobierno debería desplazarse en consecuencia al barrio o a la ciudad de la fallecida y dar el pésame personalmente a sus hijos o padres. Habría que habilitar también una capilla ardiente por la que desfilaran los vecinos de la fallecida, así como los representantes de las más altas instituciones del Estado. Tampoco estaría mal distinguir a la difunta con algún tipo de condecoración que sirviera para alimentar su memoria. No basta con condenar a los verdugos; hay que ensalzar y proteger también a las víctimas para que vayamos comprendiendo que no mueren por casualidad ni por mala suerte ni que se trata de un caso aislado. Caen a tutiplén (no sé si han muerto cinco o seis en los últimos días) y a consecuencia de una violencia estructural soportada por una ideología difusa.

El PP y el PSOE, que en otras épocas se han tirado a la cabeza los muertos de ETA, jamás han discutido, curiosamente, por las víctimas de la violencia machista. ¿Por qué? Quizá porque las asesinadas por los machos ibéricos no dan ni quitan votos. De algún modo, se considera que el crimen cometido en el salón o en el cuarto de estar de la vivienda es un asunto privado. Se le da una cobertura verbal para salir del paso, pero se trata de una cobertura retórica. Nadie se atrevería a decir que esas mujeres están bien muertas, pero tampoco se llevan a cabo los rituales precisos para dejar bien claro que todas ellas son, o deberían ser, un asunto de Estado.

Ideología subterránea, ya decimos. Ideología que empapa, como la lluvia fina de Aznar, los encéfalos de todos y cada uno de nosotros (y de nosotras, desde luego). Cada vez que una mujer muere a golpes (a veces también son descuartizadas) se toman de las estanterías del todo a cien cuatro frases condenatorias desgastadas por el uso, se pronuncian con gesto funcionarial y a otra cosa, mariposa. El Ministerio de Igualdad debería tomar cartas, urgentemente, en el asunto. ¿O no es verdad que todos los terrorismos son iguales?

dilluns, 22 de juny del 2009

Tumbado en el sofá

TUMBADO EN EL SOFÁ

El vídeo en el que se ve a Obama matar a una mosca es duro, muy duro, hiere la sensibilidad de cualquiera (excepto quizá la de los niños), pues no acaba con el animal de cualquier modo, sino que lo aplasta, literalmente, contra su mano (qué asco también, por otra parte). Después indica al cámara dónde ha caído para que lo vea todo el planeta. Y vemos a la pobre mosca sobre la alfombra, con las alas desorganizadas, rotas, en una postura imposible, quizá muerta, quizá agonizante todavía, quizá con su abdomen repleto de huevos fecundados que no prosperarán.

Ya lo sé, es una mosca, las hay a millones y son gratis, pero eso no disminuye la brutalidad de la escena. Si me impresiona, lo confieso, es porque yo soy esa mosca. Hay miles, millones de personas como yo, gente absolutamente prescindible y gratis. Si alguien nos liquidara de un manotazo, el mundo no sufriría ninguna alteración.

De hecho, cada día mueren de un modo semejante cientos de miles de personas, así que yo he tenido suerte por ahora. Cruzo los dedos. Es lo que pienso tirado en el sofá, combatiendo el calor con una inmovilidad zen. Si me estoy quieto, pienso, no sudaré. Pero es mentira, hay pensamientos que producen sofocos, que dan miedo. Desde que asistí a la proyección del vídeo de Obama y la mosca, la escena no deja de reproducirse en mi cabeza. En sesión continua.

Cierro los ojos y aquí está otra vez. ¿Por qué no me identifico con los zorros, con las ballenas o con las focas, como los ecologistas normales? ¿Por qué esta maldita inclinación hacia los insectos? ¿Por qué no hay ninguna ONG que defienda a las moscas que son, como he dicho en tantas ocasiones, las hadas de los pobres?

Nunca entenderé la realidad ni me entenderé a mí mismo. Nunca seré normal, aunque juro que he luchado por ello hasta la extenuación. Y no es que no haya matado una mosca en mi vida, las he matado a miles, por procedimientos mecánicos y químicos. En ese sentido, también soy Obama, con la diferencia de que yo no me siento orgulloso. Qué raro esto de ser, de forma simultánea, la mosca muerta y el presidente de los EE UU, además de yo mismo, este tipo al que los pensamientos hacen sudar en el sofá.

divendres, 19 de juny del 2009

¡Joder!

¡JODER!

Los partidos políticos reaccionan frente a sus corruptos como la Iglesia frente sus pederastas, quizá porque la Iglesia tiene algo de partido político, pero sobre todo porque los partidos políticos se parecen cada vez más a la Iglesia. No es fácil interpretar ese instinto perverso por el que el Vaticano protege a sus delincuentes y las formaciones políticas a sus malhechores, pues la realidad demuestra que esa actitud, a medio y largo plazo, provoca calamidades. Por si fuera poco, la factura la pagamos a escote. Cuando el PSOE de González cayó en las urnas, fueron sus votantes los más perjudicados. Los chorizos y los secuestradores y los asesinos a los que el PSOE protegió hasta extremos delirantes ni siquiera están ya en la cárcel. En cambio, a Aznar, que fue el beneficiario de la operación, tuvimos que soportarlo durante ocho años los ciudadanos de a pie de España (y los de Irak, muchos de los cuales están muertos).

Lo que los políticos llaman, de forma aséptica, "desafección de la ciudadanía", comienza a ser un estado de cabreo latente derivado de los privilegios que acumulan nuestros representantes. Usted no puede subvencionar a una empresa en la que trabaja su hija, sea o no legal. O hay subvención o hay hija. Usted no puede utilizar a un empleado público para limpiar su piscina. Usted no puede ser senador ni tesorero y acarrear maletines con billetes de 500 euros, aunque sean de curso legal, incluso aunque no tengan restos de cocaína, que lo dudamos. Si usted se quiere dedicar a la política, tiene que ser un estrecho, o sea, que ni trajes de Milano ni cestas de navidad ni ostias. Pero sobre todo, usted ha de permanecer atento a la pantalla, no para proteger al corrupto, sino para extirparlo. Un partido político no puede comportarse como una religión ni como una secta, joder, a ver si distinguimos.

Hasta el final nadie es dichoso

HASTA EL FINAL NADIE ES DICHOSO

El otro día entrevistaron a Álvaro Lapuerta, predecesor de Luis Bárcenas, a la entrada de Génova y casi se ríe del patrimonio del actual tesorero.

-Yo tengo más –dijo con una sonrisa maliciosa.

Nos pareció advertir también en su tono una intención exculpatoria, como señalando que lo normal, si has llegado a tesorero, es que te forres. Tampoco era difícil detectar un ligero reproche a su sucesor, como si hubiera acumulado pocas casas, pocas cuentas corrientes, pocas obras de artes, pocos trajes, pocas figuritas de Lladró... Yo tengo más figuritas de Lladró y no estoy imputado, vino a decir, como si la imputación fuera una injusticia evidente o como si Bárcenas fuera un poco tonto, un poco descuidado, no sé. Si te compras doscientas mil figuritas de Lladró (es un decir) dejas un rastro brutal. Lo huelen hasta los vecinos del quinto.

-Oye, ¿no hueles a Lladró?

-Es que el vecino del quinto es tesorero del PP.

-Pues ya está dicho todo.

Este Bárcenas también huele mucho a Baqueira Beret. El olor a Baqueira Beret, como el de las figuritas de Lladró, se detecta a cien kilómetros, sobre todo si has pagado el chalet de marras (qué rayos querrá decir marras) con dos cheques de 300.000 euros. No tenemos nada contra los cheques, pero dos de esa cantidad sobre la mesa echan una peste insoportable.

-Aquí huele a muerto.

-Son dos cheques de 300.000 euros con los que nos han pagado un chalet de Baqueira Beret.

No es todo: Bárcenas llegó un día a su banco e ingresó 330.000 euros en billetes de 500. Eran, dijo, de un préstamo que había pedido para comprar obras de arte y que no había llegado a utilizar. Estas operaciones son normales si eres tesorero del PP y aficionado a las figuritas de Lladró. Estamos hablando de gente sensible, de gente honesta a carta cabal, pero muy competitiva, ya que pueden llegar a pelearse por ver quién tiene más patrimonio.

De momento, va ganado Álvaro Lapuerta, pero hasta el final nadie es dichoso. Luis Bárcenas es mucho Bárcenas.

dimecres, 17 de juny del 2009

Yo no he sido

YO NO HE SIDO

Aseguran las autoridades que no llegaremos a los cinco millones de parados. He ahí una meta negativa. Las metas negativas se imponen sobre las positivas en épocas de crisis. No comeremos sangre frita ni vísceras, no volveremos a pasar hambre. No me divorciaré, no me quedaré ciego, no tendrán que extirparme el bazo, no malvenderé la casa… No elevaremos los impuestos, salvo la gasolina y el tabaco (de momento), no perderemos las generales, no te defraudaré. El no y el sí se pasan la vida en lucha. Somos tanto hijos del uno como del otro. Pero el no es más cobarde, más precavido, más astuto. Cuando decimos que la sangre no llegará al río estamos admitiendo que va a haber mucha sangre y cuando afirmamos que no llegaremos a cinco millones de parados estamos filtrando la idea de que sobrepasaremos los cuatro y medio. Cuando éramos fumadores nos proponíamos continuamente no encender más de seis cigarrillos al día. Luego caían dos paquetes. El «no» tiene las fronteras menos claras que el «sí».

Entre «no dejaré de quererte» y «te querré siempre» hay una diferencia sutil, la misma que se puede apreciar entre «no te odio» y «te quiero». Cuando uno se ve obligado a decir «yo no he sido» mal asunto. En todo caso, estabas ahí. Lo sé porque me pasé la infancia diciendo que yo no había sido. No había sido, en efecto, pero estaba ahí, por eso me comí más de un marrón que no me correspondía. Si yo fuera una autoridad, quizá habría caído en el error de asegurar que no llegaríamos a cinco millones de parados ni de lejos. Y me habría equivocado. La frase metaforiza a la perfección la duda en la que nos hallamos inmersos. Nadie sabe nada de nada. Navegamos sin brújula, sin mapa, sin cuadrante (qué rayos es un cuadrante), sin datos fiables, de modo que cuando aseguramos que no llegará la sangre al río estamos formulando, más que un diagnóstico, un deseo.

En tales circunstancias, más vale observar todo con cierto escepticismo, por lo menos hasta que la desesperación llame a la puerta. No llegaremos a la desesperación, dirá de un momento a otro el ministro de Trabajo, pero quién sabe dónde está la raya que marca el final de una cosa y el comienzo de la otra.

dilluns, 15 de juny del 2009

Nos vamos a forrar

NOS VAMOS A FORRAR

Ya hemos salido de la crisis, ya vuelve el dinero a sus circuitos, ya podemos endeudarnos, ya pueden subir los pisos, los coches, el caviar, ya somos ricos otra vez. Tiras de la cadena y el retrete se llena de nuevo de pasta gansa. Lo que ayer compraste por diez valdrá mañana cien. La noticia llega del fútbol, un sector de vanguardia donde se acaban de pagar 94 millones de euros por un jugador. Y ha salido, según Florentino, barato. Ha tenido suerte el hombre, lo ha comprado justo cuando tocábamos suelo. Mañana valdrá 200, un negocio con el que quizá el Real Madrid pueda pagar lo que debe a Hacienda, es decir, lo que debe a todos los españoles. Debemos estar agradecidos a Ronaldo y a Florentino que han logrado poner en marcha de nuevo la maquinaria de la economía, la rueda del consumo, la noria de los créditos.

Vaya usted a Hacienda y renegocie su deuda. Si el funcionario le pone mala cara, saque el periódico y enséñele la foto de Ronaldo. Nos vamos a forrar todos con este fichaje, es cuestión de días, de que empiece la liga, de que este hombre comience a meter goles. Por cada gol, Hacienda recibirá equis millones, es decir, usted y yo recibiremos equis millones, puesto que Hacienda somos todos. Da risa pensar lo barata que nos ha salido esta inversión y la plusvalía que vamos a obtener con ella. Si Florentino no existiera, habría que inventarlo. Todo el mundo dándole vueltas a cómo salir de la crisis y llega un empresario imaginativo y da con la solución en cuatro días.

La pandemia de gripe, al lado de la pandemia laboral, es una tontería, a menos, claro, que el virus mute y devenga en un microorganismo mortal. Es lo que ha ocurrido con la pandemia económica, que se ha vuelto mortal de súbito. De otro modo, no habría sido posible el fichaje de Ronaldo. No se amontonen ustedes, que yo también estoy de acuerdo en que el fútbol es una empresa privada, regida por las justas leyes de la oferta y la demanda, etc. Por eso mismo, mientras al resto de la población se le da a elegir entre derechos o trabajo, Florentino da derechos, trabajo y pasta gansa a un inmigrante (y con suerte a Hacienda). No sé si me explico.

divendres, 12 de juny del 2009

Por defunción

POR DEFUNCIÓN

En el fondo, ni el PP está absolutamente convencido de haber ganado ni el PSOE de haber perdido, de ahí que la maquinaria de declaraciones y contradeclaraciones funcione por inercia, como el cuerpo de una gallina sin cabeza. Pasan los políticos por la radio y por la televisión y parece que llevan en la espalda una anilla de la que tienen que tirar sus jefes de prensa para que produzcan declaraciones, todas previsibles, tediosas. Ninguno se cree lo que dice. Los periodistas tampoco se creen lo que preguntan. Artefactos parlantes. Unos y otros seguimos hablando y escribiendo por mero oficio, sin alma. Desolación de domingo por la tarde, aunque sea viernes por la mañana.

Los jóvenes sin trabajo, que han vuelto, derrotados, al domicilio familiar, no comprenden la pasión de sus padres por los telediarios, a los que asisten como el que asiste a una misa, quizá esperando una revelación. Pero las revelaciones ya no llegan a través de los telediarios (ni de las misas). En cuanto a los tertulianos, dan vueltas a los mismos asuntos como amarrados a una noria. Los de la tarde repiten lo que han dicho los de la mañana y los de la noche lo que han dicho los de la tarde. Al día siguiente, cargan la piedra de Sísifo y vuelta a empezar. Produce desazón escucharlos. Todo es circular y un poco angustioso. Todo está como detenido a la espera de que alguien tome una decisión. A la puerta de los institutos, los adolescentes se fuman un canuto antes de entrar en las aulas analógicas, donde recibirán lecciones inútiles para la vida. Dan ganas de pedirles una calada, para ver cómo sienta un porro a las ocho de la mañana. Lejos de eso, me dirijo dócilmente a por los periódicos de papel con el pinganillo de la radio en la oreja, escuchando análisis de segunda o tercera mano. Digan ustedes algo nuevo o cierren. Por defunción, claro.

Así nos luce el pelo

ASÍ NOS LUCE EL PELO

El verbo desinventar carece de existencia, como si no fuera posible dar marcha atrás, como si fuéramos víctimas eternas de nuestras verdades o nuestras mentiras. Sin embargo, qué bien estaría, por ejemplo, desinventar a Dios para encontrar de nuevo la religión. La religión une a los hombres. Los dioses, en cambio, los separan, no han hecho otra cosa a lo largo de la historia, además de provocar millones de muertes, todas de una crueldad extrema. Un mundo sin dioses, y por eso mismo profundamente religioso (en el sentido etimológico del término) sería un auténtico paraíso. Qué gusto, desinventar a los ayatolás, a los predicadores, a los jerarcas eclesiásticos, a los propagandistas...

Sería fantástico también desinventar la medicina para encontrarnos con los médicos, que no sabemos dónde están ni cuando los tenemos delante. ¿Cuánto dura una consulta médica, un minuto y medio o dos? Si no existiera la medicina, duraría media hora. La medicina y los dioses han acabado con la religión y con los médicos, quiere decirse que no andamos bien ni del alma ni del cuerpo. En un hospital de Madrid, los enfermos se pasan a veces 36 horas sin comer, pues sólo disponen de una enfermera para 50 pacientes, todo ello en nombre de la medicina.

Al inventarse la medicina, se inventaron sus gestores, sus jefes de recursos humanos, sus oficinas de planificación y los médicos desaparecieron del panorama. La cosa ha llegado hasta el punto de que ni siquiera existen ya los historiales clínicos, que han sido sustituidos por unas cosas llamadas protocolos, semejantes a los test del carné de conducir.

Desinventemos también la gastronomía para recuperar la comida. Y quizá la novela para volver a la literatura. Al capitalismo y al comunismo, en vez de desinventarlos, los obligaría a sentarse a una mesa y no les dejaría levantarse hasta que hubieran llegado a un acuerdo sobre el tamaño del Estado, que es lo que ahora mismo, bajo diversas apariencias, está en discusión. Tampoco es tan difícil, sobre todo si no aparece Dios para enredar. El diccionario dice que desinventar no existe, lo que es un modo de prohibirlo. Y así nos luce el pelo.

dimecres, 10 de juny del 2009

Aprende de tus mayores

APRENDE DE TUS MAYORES

Si los análisis sintácticos se hicieran con el mismo rigor que los análisis electorales, ningún alumno suspendería la selectividad.

-Oiga, que esto es un complemento directo.

-Era un complemento directo. ¿No ve usted que la tendencia ha comenzado a cambiar?

Llevan razón todos, los que afirman que el sujeto es un sujeto y los que afirman que el sujeto es un complemento directo. La ventaja de los análisis electorales es que carecen de sintaxis, de articulación, de jerarquías. Que son un cachondeo, vamos. Se puede afirmar, con idéntica verosimilitud, que el PSOE necesitaba ganar y que necesitaba perder. Necesitaba ganar para sentirse legitimado en una situación de crisis en la que hay que tomar decisiones no siempre populares, pero necesitaba perder porque de ese modo apuntalaba a Rajoy, que no tiene ninguna posibilidad de batir a Zapatero en unas generales (el PSOE, dicen, teme a Gallardón más que a un nublado, pero Gallardón, de momento, continúa en el banquillo). O sea, que el PSOE no ha ganado, lo que es evidente, pero tampoco ha perdido, lo que también es evidente. Falta de sintaxis.

Los análisis económicos tampoco tienen orden ni concierto. Con los mismos datos se puede deducir que la crisis ha tocado fondo y que la crisis no ha tocado fondo. Los analistas financieros salen en la tele con corbata y barba blanca, pero deberían aparecer con túnica, como Rappel, y con una bola de cristal, al menos mientras sus razonamientos tengan la fiabilidad que tienen los de los adivinos. Si yo fuera estudiante y me examinara estos días de selectividad, me preguntaría por qué me exigen rigor sintáctico en un mundo donde todo vale. La derecha ha ganado en Europa porque tiene la llave para sacarnos de la crisis que ella misma ha provocado, lo que viene a ser como premiar a un asesino en la confianza de que sea capaz también de desasesinar. Mire usted, no, los asesinos no saben desasesinar, no es lo suyo, ni siquiera existe ese verbo. ¿Y esta oración es subordinada o principal? Pon lo que te dé la gana, muchacho, pues aunque sea subordinada, también se puede leer como principal. Fíjate en tus mayores y toma nota.

dilluns, 8 de juny del 2009

Las redes inalámbricas

LAS REDES INALÁMBRICAS

Siempre que hablo por el móvil pienso que algún servicio secreto está grabando mi conversación, por lo que procuro despistar. El otro día, sin ir más lejos, me telefoneó mi madre para pedirme que la acompañara al médico, a lo que respondí:

—Ya estás con la historia del médico. Si sabes que no te pasa nada, mujer, que es todo pura hipocondría.

En realidad mi madre está a punto de fallecer, le han dado tres meses de vida, pero no me daba la gana que los servicios secretos se enteraran, de modo que le pedí que se tranquilizara o que llamara al psicólogo.

—Pero qué coño de psicólogo —dijo ella—, si me quedan tres meses de vida y me matan los dolores. Lo que necesito es ir al médico para que me recete otra tanda de morfina.

Tenía que decir morfina. Podía haber dicho aspirinas o paracetamol, qué se yo, pero tuvo que decir morfina, que es una de las palabras que más alarman al servicio secreto. Colgué inmediatamente el teléfono, tomé un taxi, me presenté en su casa y le dije que fuera la última vez que pronunciaba la palabra morfina por el teléfono móvil.

—Ya estás con lo de los servicios secretos —dijo ella.

En ese instante comprendí que mi madre era espía. Fue como un fogonazo de luz, como una revelación. ¿Cómo no me he dado cuenta antes?, me dije, qué idiota he sido. De repente comprendí por qué siempre que me llamaba al móvil intentaba que habláramos de enfermedades y asuntos privados en general.

Esa noche arrojé mi móvil por el retrete. Mi madre me llamó al fijo al día siguiente. Me preguntó por qué no respondía al móvil y le dije que lo había perdido. Preguntó que dónde y le dije que en el cine. Me recomendó que lo diera de baja y le respondí que ya lo había hecho. Luego me pidió que le contara la película y que le recordara una receta de cocina. En ningún momento pronunció la palabra morfina ni habló de sus enfermedades. ¿Para qué, si ya no podían escucharnos los servicios secretos? Deduje de todo ello que las líneas fijas son, desde el punto de vista de la inteligencia militar, menos vulnerables que las redes inalámbricas. Y así lo hice constar en mi informe.

divendres, 5 de juny del 2009

El encéfalo

EL ENCÉFALO

Qué dilema, Dios, el del contribuyente. O va a las urnas y da por buena una campaña que ha competido en zafiedad, incultura y mal gusto con los programas más tirados de la tele, o no va y permite que cada uno lea su abstención como le convenga. También puede ir y votar en blanco, pero tiene uno la impresión de que ese voto es una respuesta floja, inane, a la agresión intelectual de que hemos sido víctimas durante las dos últimas semanas. Se dice pronto: 15 días con sus telediarios, con sus mítines, con sus horas de radio, con sus cuñas publicitarias, con sus decenas de titulares periodísticos, de editoriales, de tertulias, sin que en medio de toda esa palabrería (que ha costado una pasta) apareciera una sola idea. De haberla visto, habríamos corrido tras ella para atraparla o para que nos atrapara. El pensamiento es una conquista dura, una escalada. Y nada garantiza, por alto que hayas llegado, que no puedas precipitarte de nuevo en la barbarie. Que un país con la historia de Italia vote a Berlusconi debería hacernos reflexionar. El mal está ahí, a la vuelta de la esquina. Y se puede caer más bajo todavía, no hay límites en el descenso a los infiernos, en la decadencia política, en el declive cultural.

Pues ya decimos, ni una idea en toda la campaña, ni un pensamiento organizado, nada. Unos por vocación, otros por torpeza, todos se han aplicado a la tarea de evitar la creación de un escenario donde fuera posible el trabajo del encéfalo. Da pánico asomarse al campo de batalla. Yo votaré, claro, pero al borde del desaliento, quizá por cobardía, por aquello del mal menor, pero también porque en la abstención percibo a veces cierta suficiencia, cierto sentimiento de superioridad que no comparto. Ahora bien, al día siguiente de las elecciones habría que hacer algo, porque esta mierda no puede continuar así.

Todos esos teléfonos

TODOS ESOS TELÉFONOS

Un avión se cae en medio del Atlántico y los familiares de las víctimas acuden al aeropuerto en busca de noticias. Podrían haber ido al Ministerio del Interior, por poner un ejemplo, pero acuden al aeropuerto por una asociación inmediata de ideas. Es normal. Lo anormal es que las autoridades no habiliten un lugar más habitable para las víctimas de la catástrofe. Hasta Sarkozy, que no había perdido a nadie, tuvo ese reflejo primario y se fue corriendo al aeropuerto para dar consuelo a los familiares de los desaparecidos. Me pregunto en cuántas ocasiones, a lo largo de la vida, actuamos de este modo absurdo. No tiene ningún sentido que la información sobre un accidente sucedido en medio del mar se centralice en un aeropuerto que queda a miles de kilómetros de distancia.

Pero el aeropuerto, en esos momentos de dolor, quizá era un símbolo de cercanía con las víctimas. El absurdo racional no siempre coincide con el absurdo emocional. Lo que racionalmente parece un disparate, desde el punto de vista de la emoción es pura lógica. Quizá, pues, aquella carrera loca de los deudos hacia el aeropuerto de París, adonde el vuelo no llegaría jamás, estaba llena de razones que mi insensibilidad, en el primer párrafo de este artículo, no me permitió captar. Bien pensado, yo mismo, en tal situación, habría salido también disparado hacia el aeropuerto, hacia cualquiera, el más cercano. O no. Tal vez me habría detenido en la puerta de casa, a pensar. ¿Por qué al aeropuerto? ¿No sería más lógico que las autoridades habilitaran dentro de la ciudad un lugar para la ocasión?

Es el problema de quienes damos demasiadas vueltas a las cosas, que nos paralizamos. No tenemos salud racional ni emocional porque en nosotros no está bien delimitada la frontera entre uno y otro territorio. Sí estoy seguro, sin embargo, de que aun habiéndome quedado en casa, esperando noticias del ministro del Interior, habría telefoneado mil veces al móvil del ser querido, por si fuera capaz de contestar a cuatro mil metros de profundidad, debajo del agua. Los teléfonos móviles han añadido a las tragedias un plus de dramatismo que pone los pelos de punta. Todos esos teléfonos sonando bajo el océano.

dimecres, 3 de juny del 2009

Un sueño sin interpretación

UN SUEÑO SIN INTERPRETACION

Soñé que compraba en el mercado un cochinillo para agasajar a unos invitados a los que no recuerdo. Al llegar a casa, colocaba al animal sobre mi cama, que extrañamente funcionaba como horno, quizá como parrilla. Estaba entero, de manera que de vez en cuando le daba la vuelta para que se hiciera a la vez por todas las partes. Cuando la piel del cochinillo empezaba a dorarse, el animal salió corriendo de la cama y recorrió la casa dando gritos de dolor. Intenté cogerlo un par de veces, pero además de escurrirse con enorme facilidad, quemaba. La escena sucedía en el piso de arriba, donde se encontraban los dormitorios. En el de abajo, los invitados tomaban un aperitivo acompañados de mi esposa. Qué pensarán, me dije, si escuchan los aullidos del cerdo.

Mientras el animal corría de un extremo al otro del piso como huyendo de sí mismo y llenando la casa de decibelios dolorosos, mi angustia subía de tono. Sufría por los invitados, desde luego, pero también por el cochinillo, cuya piel (o corteza) estaba literalmente abrasada, es decir, churruscante, y por eso mismo enormemente apetitosa. En una de sus enloquecidas carreras, el animal entró en el cuarto de baño y saltó al interior de la bañera. Entonces, tomé instintivamente la ducha y comencé a echarle agua fría por todo el cuerpo, lo que pareció aliviarle, pues dejó de agitarse y de gemir. Gracias a esta tregua, pude recuperar, siempre dentro del sueño, el pensamiento racional. ¿Cómo es posible, me pregunté, que el cochinillo esté vivo si cuando lo traje del mercado estaba completamente vacío, sin vísceras? Pero sobre todo, ¿por qué lo he puesto a asar sobre la cama si la cama no asa?

Disimuladamente, aprovechando que el cochinillo estaba calmado, le pasé la mano libre por debajo y comprobé que estaba abierto y limpio. De modo, le dije, que eres un impostor. El animal me miró como si lo hubiera descubierto. Entonces, le golpeé en la nuca con la alcachofa de la ducha y cayó, muerto, sobre el suelo de la bañera. Recogí el cuerpo, bajé con él a la cocina y lo metí en el horno, donde terminó de hacerse enseguida. A los halagos de mis invitados respondí que el cochinillo lo único que necesitaba para hacerse bien era agua. Al despertarme, anoté el sueño, pero no he logrado interpretarlo.

dilluns, 1 de juny del 2009

Dinero maldito

DINERO MALDITO

Bajé al Vips a comprar una botella de ginebra y vi unos gatitos de peluche que respiraban. Estaban recostados en una cestita, en actitud de dormir, pero si te fijabas, su cuerpo se ensanchaba y se encogía, imitando la respiración pausada del sueño. Y si acercabas la mano, te parecía que estabas tocando a un ser vivo. Como ese día me había levantado raro, pensé que se trataba de una alucinación, de modo que cogí la botella de ginebra, pagué y me fui. Ya en la calle, el recuerdo de los gatitos me hizo dar la vuelta y entrar de nuevo en el establecimiento. Ahora descubrí un cartel donde ponía: «Mascotas que respiran». Quiere decirse que no había sido una alucinación. Una mente perversa los había diseñado para crear problemas en cabezas como la mía. Y es que los gatitos eran muy siniestros, mucho, tan siniestros que tomé uno, pasé por caja, y me lo llevé a casa.

Como era la hora del gin tonic de media tarde, me preparé uno y fui bebiéndolo a pequeños sorbos mientras el gatito respiraba en su cesta. Luego vi un par de telediarios y una película de miedo. Antes de meterme en la cama dudé si apagar o no al gatito. Finalmente decidí dejarlo respirar durante toda la noche, no fuera a aparecer muerto al día siguiente. Un peluche cadáver es capaz de poner los pelos de punta al más pintado. Por mi parte, dormí mal, inquieto. Soñé que a partir de ese rudimentario aparato respiratorio el gatito creaba también un aparato digestivo y quizá una agresividad felina. No hay nada más terrible que un muñeco de peluche agresivo.

Me levanté temprano y pasé por el salón, donde el gatito dormía plácidamente, con su respiración acompasada. Tuve la convicción de que había metido en casa un bicho infernal. Una mosca se posó en su oreja y la espanté. ¿Y si en este momento se la acabara la pila?, me pregunté. Miré por todos los cajones, pero no encontré ninguna de su tamaño. La idea de que el animal dejara de respirar me agobió, de hecho tuve un pequeño ataque de asma, como si la pila se me estuviera acabando a mí. Esa mañana, cuando abrieron el Vips, abandoné al gatito disimuladamente de donde lo había tomado. Quizá podría haber pedido que me devolvieran el dinero, pero qué hacer con un dinero maldito.