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diumenge, 29 d’octubre del 2006

Desnudos

DESNUDOS

Unos vecinos del barrio de Hortaleza de Madrid han posado desnudos para un calendario. Es su modo de quejarse de la política municipal de Gallardón. Pero no es el primer calendario protesta. En los últimos años, numerosos colectivos incómodos con la vida o consigo mismos han intentado aliviar su pena de este modo. Da la impresión de que al quitarnos la ropa nos desprendiéramos con ella de conflictos que están en la cabeza. Tampoco es raro si consideramos que al ponérnosla nos llenamos de obligaciones. Imagínense a un general desnudo saliendo de la cama. Seguramente es un tipo amable, barrigón, indolente? Pero se coloca el uniforme y las medallas y un no sé qué le empuja a dar órdenes. Y quien dice un general dice un subsecretario, un director general, un jefe de negociado, un arquitecto. Si la corbata tiene tanto valor simbólico es por la asociación que hacemos entre ella y la oficina.

¿Deja un general de ser general al arrancarse el uniforme? Quizá no, pero no se le nota. Si me cruzo en la calle con un anciano desnudo, me llamará la atención, pero no me impresionará. Si me cruzo, en cambio, con un anciano lleno de medallas, cambio de acera. Y si es un director de personal, cambio de acera y de calle. Tengo más miedo a los directores de personal que a los coroneles (y ya es decir). Total, que la ropa nos constituye y nos desconstituye. Tradicionalmente, los calendarios de desnudos adornaban los talleres mecánicos y las cabinas de los camiones. La clase media los miraba de frente con indulgencia y de reojo con apetito sexual. La clase media es muy rara. Se va adaptando a todo. Ha adoptado el piercing, el tatuaje y la separación matrimonial sin traumas. Ahora está decidida a asaltar los calendarios.

Sea bienvenida a este espacio. Pero para fotografiarse desnudo no es preciso abrazar ninguna causa ecológica, política o religiosa. Uno se puede desnudar porque sí, porque le apetece verse y que le vean. Y es que uno necesita que le quieran o que le escuchen sin necesidad de ir disfrazado de administrativo, de general o de ama de casa. Ánimo, el siguiente paso es Penthouse.

divendres, 27 d’octubre del 2006

Subcolumna

SUBCOLUMNA

Estoy leyendo un libro sobre insectos en el que aparece una mosca llamada "suboscura". Suboscura, fíjense, nada de melanogáster ni de drosóphila ni de tsé tsé, no: suboscura. Me estremezco al imaginar una mosca suboscura. El prefijo sub proporciona a las palabras una suerte de prestigio inverso, un toque demoniaco, un semblante aciago. Ahí están suburbano, subteniente, subsuelo, subdirector, subsecretario, subjúdice, subafluente, subalimentación, subalterno, subarrendar, subcontrata, suburbio, subconsciente... ¡Dios mío, subconsciente! Se me ocurre de súbito que el hábitat natural de la mosca suboscura sea el subconsciente, tan rico en materiales en descomposición. Las larvas (¿o debería decir las sublarvas?) de las moscas suboscuras tienen garantizado el alimento, al menos el alimento onírico.

Una vez, hace años, estábamos en la oficina después de comer y mi jefe se quedó dormido con la boca abierta. Estaba dudando si despertarle o no cuando vi aparecer entre sus labios una mosca. La imagen me persiguió durante meses, creo que por su aspereza biológica. Al llegar a casa me duché y me afeité, confiando en que la limpieza exterior me quitaría la pesadumbre interna. Pero no sirvió de nada. Me fui a la cama sin cenar, con mal sabor de boca, como si la mosca de mi jefe se hubiera paseado por mi boca en vez de por la suya. Pasé la noche inquieto y tuve pesadillas orgánicas que olvidé al despertar. Si hubiera sabido que se trataba de una mosca suboscura, habría considerado un privilegio asistir a su aparición. Nos perdemos las mejores cosas de la vida por ignorancia.

Lo que me pregunto es cómo logró aquel insecto escapar del subconsciente de mi jefe, tan hermético. Quizá por el ojo de la cerradura. El caso es que esta mañana, al levantarme, he visto una mosca, o quizá una submosca, al lado del zapato. Estaba muerta, boca arriba, es invierno. Le he dicho a mi mujer que no sé de dónde ha podido salir, pero sí lo sé. Ha salido de mi subconsciente por el ojo de la cerradura y ha trepado por las vías respiratorias hasta la boca, o hasta la nariz. Se trata, pues, de una suboscura, mi suboscura. He guardado el cadáver en el estuche de la pluma estilográfica.

¡Viva el sentido!

¡VIVA EL SENTIDO!

No siempre se me ocurren cosas inútiles. A veces, en medio de la noche, me atacan ideas industriales, proyectos que, de llevarse a la práctica, producirían pingües beneficios (¿acaso hay un beneficio que no sea pingüe?) al empresario que se atreviera a llevarlos adelante. La Brigada del Sentido, por ejemplo. Estaría compuesta por un grupo de personas especializado, como su nombre indica, en producir sentido. Imaginemos que se encuentra usted un sábado por la tarde en casa, hundido en la miseria porque ha comprendido al fin que su vida es absurda. No tendría más que llamarnos para resolver el problema. ¿Cómo? Ése es nuestro secreto, aunque podemos adelantarles que la base del sentido es la misma que la del sinsentido.

La Brigada del Sentido podría actuar también a requerimiento de instancias gubernamentales. Imaginemos que una realidad nacional descubre de repente que su existencia carece de dirección, de norte. No es que esté mal económicamente, o que le llueva demasiado (o demasiado poco), sino que es incapaz de comprender a dónde se dirige todo ese esfuerzo de crear banderas y ejércitos e himnos patrios. Lo más probable es que no haya ningún país con la capacidad de reflexión suficiente para advertir el terrible vacío que se oculta tras sus símbolos, pero, si lo hubiera, ahí estaríamos nosotros para rellenar la oquedad, de modo que sus ciudadanos se sintieran orgullosos de ser suecos o marroquíes o daneses; de ser noruegos, belgas, alemanes; incluso de ser españoles, andaluces, catalanes o vascos.

La Brigada del Sentido también actuaría en el ámbito de las grandes corporaciones multinacionales. Si fuera IBM, por poner un ejemplo, la que cayera en el estado de postración característico de quienes no saben para qué hacen las cosas, nosotros se lo recordaríamos. Y quien dice IBM dice Coca Cola, Adidas, Rolex, Renault, Disney, Telefónica, incluso Repsol YPF, que lleva el desatino en sus entrañas. ¿Que ya existe el teléfono de la esperanza? Hombre, sí, pero no comparen. Nosotros seríamos capaces de generar esperanza en cantidades industriales, en serie. ¿Que la idea es absurda? Desde luego, tan absurda como el sentido, de ahí sus posibilidades.

dimecres, 25 d’octubre del 2006

Agua mineral

AGUA MINERAL

Hay tantos pozos ilegales como estrellas en el firmamento. Es muy fácil hacerlos y conservarlos de forma clandestina. Los poseedores de estos pozos son modernos dráculas que hincan el colmillo en el sistema sanguíneo de la Tierra y nos chupan la sangre a usted y a mí, a todos. Mientras dormimos la siesta, el nuevo Drácula sale de puntillas al patio de atrás, pone en marcha el motor de su pozo ilegal y obtiene en un instante cuatro o cinco litros del preciado líquido. Ese malestar que sentimos al despertar, esas dificultades para ponernos en marcha de nuevo, se deben a que mientras dormíamos nos han vaciado las arterias.

El agua subterránea es el subconsciente colectivo. No pertenece a nadie y pertenece a todos. En el interior de esos yacimientos ocultos se encuentran todos los sueños y pesadillas de la humanidad. Si analizáramos una gota de esas aguas profundas con la minuciosidad con la que analizamos una gota de sangre, descubriríamos que estamos a punto de entrar en la Edad Media. Nos impresiona mucho el tipo que entierra sus cadáveres en el jardín. ¿Qué pasa con el que desentierra un líquido que no es de él? Ayer me decía un taxista que el agua es el petróleo del futuro. Quiere decirse que estamos condenados a matarnos por ella, a invadir países por ella, a renegar de nuestro padre por ella. Creíamos que nada podría sustituir al petróleo como representación del subconsciente (es oscuro y viene de dentro), pero resulta que también el agua cristalina puede realizar esa función. De momento la utilizamos para regar campos de golf, pero pronto servirá para regar nuestras pasiones.

Y mientras unos hacen agujeros en la Tierra, Bush los hace en el cielo. Acaba de declarar que el espacio cósmico es suyo, o algo parecido. Bush tiene el inconsciente fuera, en vez de dentro, que es lo normal. Se trata de una rareza clínica poco estudiada, aunque ya vemos que provoca trastornos de carácter gravísimos. Total, que entre los que nos chupan la sangre y los que nos chupan la atmósfera, estamos hechos polvo. Vamos a ver qué pasa. Póngame una garrafa de cinco litros de agua mineral y una botella de oxígeno. Gracias.

diumenge, 22 d’octubre del 2006

Perversiones públicas

PERVERSIONES PÚBLICAS

No hemos reflexionado suficientemente acerca de la crueldad que supone sortear pisos. Me refiero a esa práctica con que los ayuntamientos y comunidades entregan viviendas a la gente más necesitada. Dado que no hay casas para todos, asignan las que son capaces de construir (pocas) por medio de una tómbola que provoca más infartos que el colesterol. El acto suele ser público y se hace en domingo, para dar al juego un carácter medieval. Entre los asistentes hay parejas de novios, familias, ancianos y gente soltera. Muchas de estas personas no han jugado jamás al bingo ni a la lotería ni han apostado en las carreras de caballos. Quiere decirse que es gente sana a la que las circunstancias han llevado a esta perversión. Ahí están, mirando con ansiedad su papeleta y rezando a Dios para que el piso les toque a ellos y no a los otros. Se trata de un juego en el que para que uno gane es preciso que los otros pierdan, es decir, un juego inhumano, feroz, que saca a flote lo peor de cada uno. Pero los ayuntamientos y comunidades lo venden como una función humanitaria, filantrópica, benefactora. A mí me parece lo mismo que si en un país con hambre se sortearan bocadillos de jamón. Quizá se sorteen. No hay crueldad ajena al ser humano.

Al paso que vamos, pronto aparecerán nuevas formas de lotería que aplaudiremos incompresiblemente en la plaza pública. Se me ocurre, dada la cantidad de mileuristas que forman el mercado laboral, que entre todos ellos se sortee una vez al mes un salario justo. Lo efectuaríamos en domingo, por supuesto, para no perder horas de trabajo. Y habría que solicitar una papeleta en la ventanilla de personal de las empresas. Mejor aún: habría que adquirirla a un precio módico, pues las cosas que se regalan carecen de valor. Llegado el día de la tómbola, los mileuristas saldrían al patio de su empresa con su billete en la mano y el empresario, disfrazado de capitalista (sombrero de copa, puro, anillo de oro, etc.) daría tres o cuatro vueltas al bombo. Ha sido agraciado con un salario justo para el resto de su vida Fulano de Tal. Aplausos, parabienes y hasta el próximo sorteo. No pasan más cosas porque Dios no quiere.

divendres, 20 d’octubre del 2006

Hambre

HAMBRE

A veces imagino un pulmón que fuera la suma de todos los pulmones, un corazón que fuera la suma de todos los corazones, un hígado que fuera la suma de todos los hígados, un hombre que fuera la suma de todos los hombres y una mujer que fuera la suma de todas las mujeres. Sólo habría en el mundo un hombre y una mujer, pero tendrían un tamaño enorme. Y habría un solo perro, pero un perro gigantesco también, pues provendría de la adición de todos los perros. Y un solo gato, desde luego, y un solo gorrión, pero estamos hablando de un gorrión con un tamaño colosal, imagínenselo. En buena lógica, habría también una sola bacteria, un único virus, una sola rosa, sólo un clavel, una espina nada más, una lágrima...

Ahora mismo, al tiempo que usted respira, están respirando miles de millones de seres humanos en todo el mundo. Muchos toman y arrojan el aire en el mismo momento en el que lo toma y lo arroja usted. Los pulmones de unos y de otros son básicamente idénticos, quizá, en alguna medida difícil de entender, aunque fácil de intuir, sean el mismo. La idea de que todos respiramos con el mismo pulmón es a la vez estimulante e inquietante, como la de que hubiera un solo estómago para el conjunto de la humanidad. ¿Cómo nos las arreglaríamos en este caso? No es tan difícil de imaginar. Las abejas, sin ir más lejos, disponen de un estómago social, además del propio, en el que guardan la miel comunitaria. Supongamos que tuviéramos que compartir el intestino grueso, el bazo, el páncreas, los riñones, el útero, los ojos, la lengua...

Supongamos que tuviéramos que compartir la Tierra, que tuviéramos que compartir la atmósfera. Imaginemos que hubiera una sola biosfera para todos. De hecho, hay una sola Tierra, una sola atmósfera, una sola biosfera, lo que es tan espectacular como disponer de un solo estómago, de un solo corazón, de una sola lengua, de un ojo único, un abdomen indiferenciado. Parece terrorífico, sí, pero resulta fantástico también que todos los cuerpos sean el mismo cuerpo, que todos los seres humanos seamos el mismo ser humano. Ahora tendríamos que deducir que el hambre de aquéllos es la nuestra, pero la imaginación no nos da para tanto.

Revalorizaciones

REVALORIZACIONES

Qué fea es la expresión «pelotazo inmobiliario», pero qué placer proporciona a sus beneficiarios. El pelotazo inmobiliario consiste en comprar por diez y vender por mil con una diferencia de dos o tres semanas. Lo que sucede entre el día de la compra y el de la venta es que el terreno se ha recalificado. Quiere decirse que alguien lo toca con una varita mágica al tiempo que dice: «Desde ahora serás urbanizable.» Y todavía hay gente que no cree en la magia. Como ya hemos entrado en campaña, los periódicos publican un día sí y otro también milagros de este tipo. Hay individuos que ganan tres o cuatro millones de euros en lo que usted tarda en llegar a la oficina.

No es justo, pero es normal. Unos parientes de Esperanza Aguirre beneficiados por una de estas operaciones milagrosas han dicho que lo suyo es normal, que entra en la lógica del mercado que los terrenos se revaloricen. Piensa uno que si lo suyo es normal, lo de de usted y lo mío es anormal, pues para ganar, trabajando honradamente, los que esos señores ganan en dos días tendríamos que reencarnarnos siete veces siete.

Lo grave es que los parientes de Esperanza Aguirre llevan razón. Los pelotazos son normales y eso es lo que los hace terribles. Si estuvieran perseguidos, como el terrorismo, su existencia sería más llevadera. Lejos de eso, se alientan, se promueven, se aplauden.

-Oiga, que lo mío es normal, entra dentro del mercado.

-Pero usted le compró el terreno por dos duros a un campesino.

-Pues eso es lo que le estoy diciendo, eso es el mercado. Para eso hay campesinos, por favor, para eso hay clases sociales y alcaldes corruptos.

Los sucesos más escalofriantes del mundo son normales, y no me refiero sólo a los asesinos en serie, que dan de comer a las palomas, sino a los secuestros patrocinados por Bush, a las hipotecas de cuarenta años (incluso a las de treinta), al número de muertos en la carretera. Personalmente entiendo la existencia de los asesinos en serie, lo incomprensible es que no fueran perseguidos. Y eso es lo que duele del pelotazo inmobiliario: su impunidad. O sea, que a ver si nos ponemos las pilas.

dimecres, 18 d’octubre del 2006

A trabajar

A TRABAJAR

A propósito del Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, habrán observado ustedes que los medios no dejan de destacar su condición de turco. Todos los titulares referidos a él comienzan diciendo: «El escritor turco» No sé si cuando lo gana un norteamericano o un portugués se insiste tanto en su origen, creo que no, de otro modo no me habría llamado la atención. Quiero decir que después de leer la noticia en distintos periódicos y escucharla en distintas emisoras de radio y televisión, me fui a la cama con la impresión de que le habían dado el premio por turco más que por escritor. Si alguien no lo remedia, acabaremos pensando que el verdadero mérito de este hombre es ser de allí. Y no digo que no sea de allí, pero lo importante es su condición de escritor. A ver si nos aclaramos. Además, el primer deber de un escritor turco es dejar de ser turco, como la primera obligación de un poeta búlgaro es dejar de ser búlgaro, y así sucesivamente. No es fácil, de acuerdo. Si a alguno le resultara imposible, le permitiríamos que fuera búlgaro, pero sólo un poco, y a la manera de Cernuda, que era un español sin ganas, un español cansado. Resulta tan absurdo ser turco con ganas como camerunés con ganas o conquense con ganas.

No sé si me explico. Tal vez, para evitar estos malentendidos, deberíamos inventar un Nobel otorgado a la nacionalidad. Se le entregaría cada año al mejor español, al mejor vasco, al mejor canadiense o al mejor noruego: premios, en fin, a la vasquicidad, a la españolidad, a la catalanidad, a la germanidad... Lo difícil sería elegir un jurado con criterio, pues ya me dirán cómo se reconoce a un buen holandés, a un buen ruso, a un buen austríaco. Si tenemos dificultades para reconocer a un buen escritor (la mayoría alcanza la gloria tras su muerte), cómo distinguir a un buen finlandés. Pero a retos más importantes se ha enfrentado el ser humano. Vean, si no: Marta Sánchez acaba de ser elegida como la española mejor calzada a lo largo de 2005. No me pregunten cómo ha llegado el jurado a esta curiosa conclusión, pero lo he leído en los periódicos como si se tratara de una noticia de verdad. A ver si va a ser más fácil averiguar quién es el mejor calzado que quién es el mejor francés. No me lo creo, de modo que venga, a trabajar.

diumenge, 15 d’octubre del 2006

Lengua y literatura

LENGUA Y LITERATURA

Empiezan a llegar las primeras cifras fiables acerca de los muertos en Iraq desde que se produjera la invasión humanitaria patrocinada por Bush y compañía: 650.000, de los que 600.000 se han ido al otro mundo de forma violenta. Más de medio millón de cadáveres. Ignoramos su traducción a dólares o a euros, pero en términos gramaticales equivalen a una coma. Es lo que dijo Bush el otro día, al hacer examen de conciencia. Dentro de unos años, aseguró, cuando los libros de historia cuenten la ocupación criminal de aquel país por fuerzas extrajeras, todo ese montón de esqueletos equivaldrá a una coma. Podría haber dicho a un sustantivo, a un verbo, a un pronombre, a un adverbio, pero dijo a una coma. ¿Quiso con ello restar importancia a la masacre? Seguramente sí. Por eso no eligió tampoco un punto, un guión, un paréntesis. Nada, nada, una coma que a lo mejor hasta se puede quitar sin que cambie el sentido del texto.

Desde que escuché las palabras de Bush, cuando la televisión saca imágenes de Bagdad, en vez de hombres y mujeres, veo vírgulas. Están las calles llenas de vírgulas que se mueven de acá para allá como los bacilos en una gota de agua vista al microscopio. De vez en cuando estalla cerca de ellas un coche bomba y se van todas las vírgulas al carajo. Si reúnes 600.000 vírgulas muertas te dan una coma. Tienen que morir al por mayor para ser algo. Un hombre occidental, en cambio, es una frase entera. Qué digo una frase: un párrafo, con palabras llenas de tildes, de diéresis; un párrafo con su oración principal y sus subordinadas, con cada signo ortográfico colocado en su sitio, con sus haches intercaladas y sus jotas sonoras. Un hombre occidental es mucho hombre y ahí está Bush en su rancho tejano para demostrarlo. No sabemos si Bush pasará a la historia de la política, pero merecería pasar a los libros de gramática por esta aportación tan original. Para que le gente entienda las cosas, hay que buscar ejemplos fáciles, imágenes poderosas. La de la coma es más que poderosa, es brutal, cruel, feroz, sanguinaria, si ustedes quieren, pero eficaz. Ningún niño, sobre todo ningún niño árabe, volverá a olvidar qué es una coma.

divendres, 13 d’octubre del 2006

La vieja

LA VIEJA

En una escala de preferencias, lo ideal es que nadie tuviera la bomba atómica. Después, que sólo la tuvieran los países listos. A continuación, los países listos y un país tonto. En cuarto lugar, los países listos y dos países tontos Y así sucesivamente. Si incluyéramos las variantes de pobreza y riqueza, el asunto se complicaría, pues el rencor de clase funciona en las dos direcciones. Quiere decirse que lo mismo te podrían arrojar la bomba por pobre que por rico, cuestión de suerte o de geoestrategia, y perdón por la palabra geoestrategia en un artículo que no es de análisis político. En esta zona del periódico calculamos las cosas por la cuenta de la vieja, cuyo método, pese a su simpleza radical, no falla nunca. La vieja es también la inventora de aquella máxima según la cual si algo malo puede pasar pasa. Total, que el mundo está lleno de tontos listos y de listos tontos.

Según nos han explicado los observadores políticos estos días, el presidente de Corea del Norte lleva alzas en los zapatos y se carda el pelo para parecer más alto. Lo de la bomba atómica es también para disimular la estatura de su nación, que, siempre según los expertos, es pobre y tonta como él. En una escala de uno a cien, su rencor de clase es de 80, de ahí que se gaste el 80% de su presupuesto en ferretería bélica. Los observadores políticos aseguran que si el loco -además de bajo, tonto y pobre- de Kim Jong Il consigue la bomba atómica, toda la zona quedará desestabilizada, lo que es un modo de decir que hasta ahora gozaba de estabilidad. A mí, por la cuenta de la vieja, no me sale. Tendríamos que aclarar de qué hablamos cuando hablamos de estabilidad.

Otros países con la bomba atómica son EE UU, Rusia, China, Reino Unido, Francia, India, Pakistán e Israel. No sé cómo se verán las cosas desde el punto de vista de un licenciado en Políticas, pero en ese club (como los analistas políticos se empeñan en denominar al conjunto nuclear) hay más tontos que listos. Y no es preciso saber ecuaciones de tercer grado para averiguarlo. Quiere decirse que ya estábamos jodidos antes de lo de Kim Jong Il. Lo que sí es verdad es que ha parido la abuela. O sea, la vieja una vez más.

Los días

LOS DÍAS

Los días Levante 13.10.2006 A veces, los titulares de prensa no dejan ver la noticia del mismo modo que los árboles impiden ver el bosque. Vean éste (titular) sacado de un periódico cualquiera: «El comisario acude al rescate de Tele- 5 para reflotar los martes». De acuerdo, usted sabe que El comisario es una serie de televisión, que Tele5 es una cadena y que el martes es un día de la semana (damos por supuesto que estamos de acuerdo en lo que es una semana). Pero imagine que acaba de venir de Marina D´Or, ciudad de vacaciones, o sea, de Marte y que lo primero que lee en el periódico es que el comisario acude al rescate de Tele-5 para reflotar los martes. A mí, personalmente, no me cuesta nada imaginar un martes hundido. Se me han ido al cuerno días más sagrados de la semana, pero no te acostumbras nunca. Piense, si no, que abre usted la puerta del lunes y que donde debía haber un martes no hay nada, sólo un vacío cósmico, un abismo al otro lado del cual se encuentra la puerta del miércoles. A ver cómo salta de un día a otro sin romperse la crisma.

En no recuerdo qué curso de bachillerato teníamos Matemáticas los lunes, miércoles y viernes, y Lengua los martes y los jueves. No me pregunten cómo, pero yo me saltaba los días de Matemáticas. Para mí la semana estaba constituida por martes, jueves, sábado y domingo. Y no había comisario capaz reflotar los lunes, miércoles y viernes. Por eso tengo de los días un concepto casi físico. Los siento como lugares en los que puedes entrar o de los que te puedes quedar fuera. Cada noche, a las doce, imagino que cierro la puerta del día que muere y abro la del que empieza a vivir. Si de pequeño odiaba el lunes, ahora me parece el mejor amueblado. Es un día con moqueta en el suelo y cuadros de Matisse en las paredes, un día blando (ventajas de los que trabajamos en casa). El martes es más hosco, más desolado, quizá por eso es el que necesitan reflotar los de Tele-5. Pero no es probable que lo consigan con la ayuda de un comisario. Los comisarios están bien para los domingos por la tarde. Desde aquí les digo que contraten a un novelista. Si puede ser de misterio, mejor. De nada, hombre.

dimecres, 11 d’octubre del 2006

El tamaño de las glándulas

EL TAMAÑO DE LAS GLÁNDULAS

En el paseo marítimo de Las Palmas de Gran Canaria habían puesto una bandera de 300 metros cuadrados que ondeaba a 50 metros de altura y que se veía desde todas partes. La idea era que la gente, al pasar, dijera:

-Mira, la bandera.

Es lo mismo que si en la plaza Mayor de cualquier ciudad colocas, pongamos por caso, un centollo de plástico de siete pisos de altura. La gente, al pasar, diría:

-Mira, el centollo.

En la plaza de Colón de Madrid, durante la época de Aznar, se colocó una bandera española de las características del centollo citado más arriba y, en efecto, la gente, al pasar, dice:

-Mira, la bandera.

No sabemos si es mejor que la gente diga «Mira, la bandera» o «Mira, el centollo». La gente tiende a señalar lo obvio. El caso es que la bandera de Gran Canaria ha costado 360.000 euros. Quiere decirse que el metro cuadrado de bandera está muy por debajo del metro cuadrado de la vivienda. En Madrid al menos por 360.000 euros no te puedes comprar un piso de 300 metros cuadrados. Lo que ocurre es que un piso sirve para acoger a una familia mientras que una bandera gigante sólo sirve para que la gente diga: «Mira, la bandera».

El hígado es una glándula muy importante. Pero debe tener el volumen adecuado. Un hígado de 300 metros cúbicos mataría a su usuario. Sólo serviría para que la gente, al verlo, dijera: «Mira, el hígado». Yo no soy patólogo e ignoro qué extensión debe tener una bandera, pero seguro que 300 metros cuadrados no. Las banderas de ese tamaño sólo sirven para que la gente discuta por ellas; a veces, para que la gente se mate. La de Gran Canaria se ha caído al suelo por su propio peso más que por la fuerza de la gravedad. Ha acabado con ella su tamaño. Seguramente la volverán a izar, pero tendrán que ponerle unos refuerzos anormales. Es lo que pasa con las banderas anormales, con los centollos anormales y con los hígados anormales. Aunque, como decía el otro, sarna con gusto no pica.

diumenge, 8 d’octubre del 2006

Relájense y disfruten

RELÁJENSE Y DISFRUTEN

La cabra tira al monte como TVE al franquismo. Esto es así con independencia de quien gobierne porque estamos hablando de comportamientos atávicos, de impulsos hereditarios, de tendencias innatas. A TVE le gusta el franquismo como a Renfe los bancos de madera. Hay asuntos que están en la naturaleza de las cosas y contra los que quizá sea mejor no rebelarse. TVE fue franquista con Alfonso Guerra, que censuraba los escotes ideológicos de los invitados y, si era preciso, los tapaba (que se lo pregunten, si no, a Balbín, el autor de La Clave). Fue franquista y de las JONS con el PP porque en este caso había una coincidencia emocional, y es franquista con Zapatero porque no sabe ser otra cosa.

El franquismo de la TVE actual es más sociológico que político. Le han dejado libertad para que haga lo que quiera y lo que quiere, la pobre, es tener de estrellas invitadas a Gema Ruiz, la ex del ex ministro más franquista de Aznar, y a Carmen Martínez Bordiú, la nietísima del dictador. Gema y Carmen podrían haber sido hermanas, incluso hermanas gemelas. A ambas se les derraman las carnes del vaso corporal como el bizcocho con exceso de levadura se sale por los bordes del molde. No sabemos si por contrato, pero lo cierto es que las dos han aparecido con modelos preparados para que tales excesos de grasas franquistas (típicos de señoras de mesa petitoria) salten a la vista. Viendo a Carmencita y a Gema agitar el bizcocho sobrante comprende uno toda la sociología de aquellos años cutres.

La cabra tira al monte y TVE tiene los genes que tiene. Se ha criticado mucho que estas contrataciones franquistas se hayan llevado a cabo bajo el mandato de un gobierno socialista que, a diferencia del de Felipe González, es de izquierdas. Pero el único modo de que no ocurran estas cosas pasa por que Televisión Española deje de ser española y quizá televisión. Es probable que ni privatizándola perdiera ese carácter cultural que está en sus entretelas. Es como pedirle a una planta que no busque la luz, o a un sapo que no escupa, o a un jardín que no dé flores. De modo que relájense y disfruten. Más se perdió en la guerra.

dissabte, 7 d’octubre del 2006

El perro

EL PERRO

"No nos iremos (de Iraq) ni aunque Laura y Barney sean los únicos que me apoyen". La frase es de Bush. Laura es su esposa y Barney su perro, un terrier que sube y baja del avión oficial con tal autoridad que los militares dudan si cuadrarse o no ante él. La frase, pese a su brutalidad, podría ser una broma, pero a las bromas las carga el diablo. Resulta que sin querer (o no) Bush ha puesto a su esposa al mismo nivel que al perro, o viceversa. Laura no se ha quejado. El terrier tampoco. Por ese lado no va a tener complicaciones, pero la frase aparece en un libro de Bob Woodward que acaba de aparecer en EEUU y en el que se analizan los errores de esa invasión de la que Bush no desistirá aunque sólo se quede con el apoyo de su mujer y su mascota. Se ha olvidado de citar a Dios.

Y es que Dios también le apoyó. No recordamos ahora si se le apareció entero o en forma de alucinación auditiva, pero Bush aseguró que había arrasado Bagdad siguien órdens directas del Todopoderoso (además del consejo de Laura y Barney). La diferencia entre Bin Laden y Bush es que el primero sólo tiene a Dios. Le faltan un perro y una esposa que le conforten en los momentos de duda. Dios está bien para el primer momento, para el impulso de salida, pero luego te deja tirado porque hay más locos que dioses y no da abasto el pobre. Ahí te las compongas, que yo tengo que provocar más alucinaciones. No sabemos si Dios ha abandonado a Bin Laden, pero es evidente que ha dejado tirado a Bush. Le quedan la esposa y el perro, menos mal.

He visto miles de veces por la televisión el rostro de Laura y el de Barney, además del de Bush, claro. De los tres, el que más confianza me produce es el del perro. Quiera Dios que un día de estos, mientras el matrimonio dormita frente a la chimenea de su rancho, Barney tenga un momento de lucidez y aconseje a su amo retirarse de Iraq. Después de todo, en aquel país han muerto muchos perros también. Ningún terrier, es cierto, pero los perros tienen menos prejuicios raciales que los hombres. Desaparecido Dios completamente de esta guerra, no veo otro ser con capacidad de influencia sobre Bush para poner fin al desaguisado.

divendres, 6 d’octubre del 2006

Mezclas

MEZCLAS

El primer invento del hombre es el tabique. Viene impuesto por la necesidad de separar el dentro del afuera, lo crudo de lo cocido, la muerte de la vida. Por la conveniencia de distinguir la dicha del dolor, la cordura de la enajenación, el calor del frío. Por el deber de discriminar al policía del delincuente, al verdugo del reo, al juez del legislador. Por el impulso de diferenciar al secretario del subsecretario, al pobre del rico, al mamífero del ovíparo, al vertebrado del invertebrado, al pez del ave. Por el miedo de confundir el día con la noche, la muerte con la vida, los laborables con los festivos, el territorio con el mapa, la gimnasia con la magnesia. También por el gusto de aislar la novela del ensayo, la poesía del teatro, la comedia del drama. Y así sucesivamente, para eso están los tabiques.

Pero no siempre funcionan. El otro día, en EE UU, un tipo del siglo XXI, asesinó a cinco niñas del XIX. Su mujer declaró que era un padre "excepcional". De hecho, acababa de despedir a sus hijos con un beso en el autobús del cole. ¿Dónde estaban los tabiques que debían separar un siglo de otro? ¿Dónde los encargados de discriminar la locura de la razón? ¿Por qué esta confusa mezcla de besos y tiros? Y ahí está el caso de Francisco Anguas, el policía de Salvador Puig Antich, un hombre al que le gustaba Truffaut, pero que también se deleitaba torturando, dos cosas que deberían ser incompatibles. ¿Por qué no había un tabique capaz de impedir que un tipo con sensibilidad artística, amante del cine y la literatura, perteneciera también a la Brigada Política Social?

En el Consejo General del Poder Judicial hay un individuo para el que la unión entre dos homosexuales es lo mismo que el ayuntamiento entre un hombre y un animal (no dijo, sin duda para no delatarse, en qué animal estaba pensando). En principio, cabría atribuir a este señor un grado de cultura ajustado a sus estudios, pero la ignorancia y la sabiduría, como la oligofrenia y el talento, se cruzan a veces dentro de la misma cabeza, sin que haya tabique capaz de separarlos. Subes a un roedor a un rascacielos y continúa viendo el mundo desde la perspectiva de una rata. Hemos inventado el tabique, sí, pero lo hemos inventado mal porque separa poco.

dimarts, 3 d’octubre del 2006

La culpa

LA CULPA

Cuando leemos que las temperaturas de la Tierra son las más altas de los últimos doce mil años, no nos preguntamos cómo lo saben. Eso es porque tenemos una fe sin límites en la ciencia, incluso en la cienciología. Seguro que hay en internet una página web donde son capaces de decirte qué tiempo tenían tal día como hoy hace sesenta siglos. En aquellas fechas no había lunes ni martes ni miércoles, pero había clima y la gente (es un decir, porque tampoco había gente propiamente dicha) iba a la playa. Como no tenían días de la semana, no sabemos con qué criterio descansaban. Pero a lo que íbamos: que no habíamos tenido desde aquella época remota unas temperaturas tan altas como las actuales. Lo ha dicho el periódico.

Hace doce mil años tampoco había sentimiento de culpa. Ni días de la semana ni sentimiento de culpa. Quiere decirse que la gente no estaba todo el día atribuyéndose los efectos del calentamiento global. Tenían calor, desde luego, pero no se arrepentían de él los domingos, no porque no tuvieran domingos, que tampoco, sino porque no tenían remordimientos. A nosotros no nos falta de nada. Tenemos sábados y domingos, y enero y febrero. Y remordimientos.

-Niño, no te eches tanto desodorante que contribuyes al calentamiento de la atmósfera.

-¿Qué tiene que ver el calentamiento de la atmósfera con que yo huela de un modo u otro el sábado por la tarde?

-Pues que con el spray echas muchos gases a la atmósfera, de modo que se ensancha el agujero de ozono y sucede el efecto invernadero, no sé si por este orden.

-¿Y quién dice eso?

-La ciencia, o la cienciología, ahora no caigo.

-Entonces va a ser que sí.

De modo que ya lo saben ustedes. Éste es el lunes o el martes o el miércoles más caluroso desde hace doce mil años. Y la culpa, a diferencia de entonces, la tiene usted, por el desodorante, o por el coche, o quizá por la estantería de metacrilato. Hace miles de años que no hacía tanto calor. Ni tanta culpa.

diumenge, 1 d’octubre del 2006

A vueltas con la copia

A VUELTAS CON LA COPIA

«Soy una persona auténtica», declaraba un político en campaña a un periodista. En la comunicación cotidiana, llamamos falsos a los individuos que no cumplen lo que prometen o que no dicen lo que piensan. Pero, tomada la expresión en su literalidad, un sujeto falso sería una copia de un individuo verdadero. En tal caso, habría personas falsas del mismo modo que hay Levis falsos, Adidas falsas o relojes de marca falsos. El asunto de lo verdadero y lo falso, así como la frágil línea que separa una cosa de la otra, va cobrando importancia a medida que aumentan las posibilidades de copiar la realidad. Un disco pirata se escucha exactamente igual que uno legal. Recientemente, el Museo Reina Sofía de Madrid decidió reproducir una escultura desaparecida de sus almacenes. La nota de prensa, si no recuerdo mal, decía que en el futuro se consideraría a la copia como original. A todos los efectos. No hay mucho más que añadir.

La piratería empieza a llegar a sectores hasta ahora vírgenes. A las personas, por ejemplo. Quizá haya por ahí individuos no auténticos en el sentido literal de la palabra; individuos que son copia de otros. De modo que se encuentra usted en la calle con un hermano de su mujer, se detiene a saludarle, toma un café con él mientras hablan de la familia, etc., y a lo mejor no es el hermano de su mujer, sino una copia que le han sacado ilegalmente.

-Pero si era igual de tonto que mi cuñado, igual de gordo, igual de pesado.

Lo que usted quiera, pero no era su cuñado. Yo tengo un libro pirata de García Márquez (Cien años de soledad)absolutamente idéntico al de verdad. Lo compré como curiosidad en una calle de Bogotá. Lo leí de vuelta, en el avión, sin encontrar nada que delatara su condición. Al llegar a casa lo coloqué en la estantería junto al verdadero y ahora no sé cuál es cuál. En algunos productos podría darse la circunstancia de que la copia fuera más verdadera, en un sentido metafísico, que el original. Digo todo esto porque ayer iba por la calle y me vi pasar por la acera de enfrente. De no haber sabido que yo era el original, habría dudado, francamente.