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divendres, 11 de febrer del 2005

Coeficientes

COEFICIENTES

En EE UU no te pueden ejecutar si tienes gripe o te has hecho un esguince. Primero te curan, como es lógico. En algunos Estados también te libras si eres tonto, aunque te miden el coeficiente intelectual cada mañana, de manera que si un día lo tienes alto, te gasean. Tal es el caso de Daryl R. Atkins, un negro que entró en la cárcel oligofrénico, y que a base de trabajar y trabajar se ha vuelto lúcido, lo que ha movido a la justicia a terminar con él. El talento no lleva a nada bueno. Cuanto más sabio eres, más expuesto estás a ser víctima de la náusea sartreana o de la silla eléctrica. Qué no daría Daryl por regresar a su estado anterior o, en su defecto, por hacerse un esguince. Pensarán algunos que si su angustia frente a la ejecución superara los niveles de su coeficiente intelectual, siempre podría recurrir al suicidio. Pero los condenados a muerte lo tienen terminantemente prohibido, de ahí que en sus celdas no entre un solo objeto punzante o cortante. Se afeitan con cuchillas blandas.

Aseguran los expertos en estos tests de inteligencia que el coeficiente intelectual sube y baja a lo largo de la vida, incluso a lo largo de las horas. Hay días en los que te levantas listo y te acuestas tonto o viceversa. La noticia no señalaba cuál era el coeficiente intelectual de los jueces en el momento de decidir que Daryl había alcanzado ya ese nivel de inteligencia que aconsejaba acabar con él, pero si caes en el corredor de la muerte y una subida de tu coeficiente coincide con una bajada del de los jueces, estás listo. Nada hay más dramático que el desencuentro entre dos coeficientes intelectuales, sobre todo cuando uno de ellos es el que manda.

El mismo día en el que le subió el coeficiente intelectual a Daryl R. Atkins, Bush bajó el presupuesto dedicado a gastos sociales para aumentar el militar. Es evidente que se le habían disparado los niveles de agresividad. Aunque la noticia no especificaba la relación existente entre la cólera y el coeficiente intelectual, nos tememos lo peor. ¿Qué pensará Daryl, en su celda de condenado a muerte, de esta curiosa decisión de Bush? ¿Se acordará de cómo era él mismo cuando prefería las pistolas a los libros? ¿Y qué opinión tendrá de la realidad ahora que puede comprenderla?

divendres, 4 de febrer del 2005

Los juegos

LOS JUEGOS

Si vives en Madrid, y a poca atención que prestes a la política municipal, tarde o temprano te enteras de que la ciudad aspira a convertirse en la sede de los Juegos Olímpicos de 2012. Hay muchas señales, entre las que destacan los cascotes y los discursos. De súbito, un día sales a la calle y comprendes la relación entre los discursos y los cascotes. ¡Eran los Juegos! De ahí a asumir la retórica vigente no hay más que un paso: se trata de un evento (no un suceso ni un acontecimiento, no: un evento) que constituye una oportunidad única para ponernos al día. Todas las ciudades en las que se han llevado a cabo unos Juegos Olímpicos se han modernizado, equipado, transformado. ¿Quién lo duda? ¿Por qué nos mentirían en algo así? Vean, si no, el antes y el después de Barcelona, de Nueva York, de Tokio. Me lo creo y me adhiero, pese a no tener intereses urbanísticos, qué lástima, en el Anillo Olímpico.

¿Son también estos juegos una oportunidad para el alcalde Ruiz-Gallardón? ¿Obtendrá algo si la operación le sale bien? ¿Qué perdería si le saliera mal? No tenemos ni idea, pero conmueve ver los bríos de opositor a notarías que dedica al proyecto. Gallardón ha mejorado mucho desde que dejó de creer en un partido que jamás creyó en él. Ahora nos recuerda al cura de aquella novela de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir, que tras perder la fe ejercía con mayor eficacia su ministerio. No hay como dejar de creer en Dios, o en el partido, para convertirse en un hombre. Si Dios no existe, los únicos responsables de lo que ocurra aquí somos nosotros. Algunos artistas hicieron lo mejor de su obra cuando perdieron la fe en la Literatura, en la Pintura, en la Música. ¿Acaso el buen ebanista cree en la Carpintería o el fontanero excelente en la Fontanería?

Gallardón salió del último congreso de su partido cargado de hombros, sin futuro, pero también sin el cinismo que le caracterizaba. Hoy no incurriría en la procacidad de colocar a Ana Botella. Resulta enigmático, como toda persona acabada, pero lo más sugestivo de él es esa imagen de obrero manual, de alfarero, empeñado en obtener una pieza perfecta. Y no porque crea en la Alfarería, sino porque cree en las manos. ¿Cómo no desearle suerte?