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dissabte, 30 de setembre del 2006

Los genitales de las eléctricas

LOS GENITALES DE LAS ELÉCTRICAS

Me abro paso entre los vocablos puestos estos días en circulación para describir lo que ocurre en las empresas de electricidad. No es fácil. Los periódicos califican el suceso de seísmo, de terremoto; de conmoción sin precedentes. Alguien asegura que la locura del sector energético ha provocado un movimiento de optimismo euforizante (quizá haya optimismos que depriman) en Wall Street. Aunque se trata de una noticia financiera, los cronistas, lejos de utilizar un lenguaje económico, recurren a las jergas procedentes de la geología, de la psiquiatría, de las ciencias sociales. No es todo. Si a usted le gustan las referencias oníricas, también las hay: un experto en bolsa aseguraba ayer que las acciones de esas compañías llevaban dormidas 13 meses. Cabe preguntarse si soñaban con esta conmoción, con este seísmo, con este terremoto, con esta bendición de Dios, pues también más de uno ha recurrido a la teología para explicarnos la importancia de las fusiones y contrafusiones en marcha.

Hace un rato, en la cola del puente aéreo, mientras un servidor buscaba entre la prensa un análisis no contaminado por todos estos lenguajes excéntricos, un ejecutivo le decía a otro que ya era hora de que las empresas de la construcción le palparan los genitales a las eléctricas. Si habían echado ustedes en falta la referencia sexual, ahí la tienen. O sea, que también es eso: un intercambio sexual entre dos o más personas jurídicas. A final, todo se resume en una cuestión de huevos, pues la frontera entre la plusvalía y el sexo es cada día más delgada.

De todos modos, a uno, que es un ignorante, le gustaría que le explicaran las cosas de manera sencilla. Mire usted, esto es algo tan simple como que alguien compra y alguien vende. Ah, vale, alguien compra y alguien vende. Pero no se puede comprar ni vender sin poner en ello un poco de instinto venéreo, una pizca de sentimiento patriótico (a E.On, que le den, que es alemana), unos gramos de emoción religiosa, una cantidad discreta de locura. En los negocios intervienen todas las facultades del hombre, de ahí la necesidad de recurrir a las metáforas. ¿Comprende usted? Comprendo y le quedo muy agradecido.

divendres, 29 de setembre del 2006

Curiosidades

CURIOSIDADES

Me ha dicho el médico que me pese cada mañana. De ese modo, si un día cojo unos gramos, al siguiente pondré los medios para perderlos. No es preciso añadir que se trata de un médico obsesivo, pero ni los médicos ni las esposas nos tocan en la lotería. Si estoy con él, me digo, por algo será. De otro lado, me gusta la idea de corregir el martes los errores del lunes. Lo primero que hago al sentarme frente al ordenador, a primera hora, es repasar las páginas escritas la jornada anterior. Siempre tacho algunas palabras o añado otras. Gracias al médico obsesivo he empezado a relacionarme con mi cuerpo como si fuera una novela que escribo día a día. Hoy peso 200 gramos más que ayer por culpa de una cena que ni siquiera me hizo feliz. Pues nada: a tachar esos doscientos gramos a base de frutas y punto (punto y aparte).

Tachar kilos es tan difícil como tachar adjetivos. Se les coge cariño a los unos y los otros. Aunque sabes que no le vienen bien a la escritura ni al cuerpo, nos cuesta cortar por lo sano, ésa es la verdad. Pero quiero insistir en la idea del cuerpo como novela; a veces, como novela de terror. Me hice unos análisis que me entregaron en un sobre cerrado donde ponía la palabra "confidencial". Iba por la calle con aquel sobre debajo del brazo como si fuera un agente de Centro Nacional de Inteligencia. Pero sólo era un espía de mi propio cuerpo. Se lo entregué al médico y fue entonces cuando me recomendó que me pesara todos los días, para tachar el miércoles los gramos de más escritos durante el martes. En eso estoy.

Para amortizar la báscula, me peso siempre que paso cerca de ella. Por las noches, no sé por qué, peso siempre dos kilos más que por la mañana. Pero son dos kilos que se tachan solos, también de forma inexplicable, durante el sueño, como si los gramos se colaran por un sumidero invisible. El otro día me desperté de madrugada y estuve una hora sobre el peso, para sorprender al cuerpo en el instante de adelgazar, pero es más difícil que ver crecer la hierba. He hecho también experimentos con algunos libros. Las novelas pesan más por la noche que por la mañana. La poesía, en cambio, siempre pesa igual. Cuestión de metabolismo, supongo.

dimarts, 26 de setembre del 2006

Un espectáculo de feria

UN ESPECTÁCULO DE FERIA

En Brasil vive un tipo capaz de sacarse los globos oculares de la cara casi hasta que se caen al suelo. Hay en internet un vídeo de él realizando esta curiosa hazaña orgánica. A mí me ha puesto los pelos de punta. Claudio Paulo Pinto -tal es su nombre- se gana la vida sacándose los ojos en la calle, ante los turistas, que lo contemplan asombrados, y asustados. Me pregunto si Claudio ha oído hablar de Edipo, me imagino que no. Pero si Edipo perteneciera al mundo real y le hubiera tocado vivir en nuestros días, también tendría su vídeo en Youtube.

-Miren a un tipo que se arranca los ojos por haberse acostado con su madre.

-¿Por haberse acostado con su madre? Vaya tontería.

-Es que mató a su padre previamente.

-¿Y qué necesidad tenía de matar a su padre para acostarse con su madre?

Cada época tiene sus tabúes. El vídeo de Edipo, hoy, se perdería entre los cientos de miles de vídeos de la Red, donde triunfan los que reproducen escenas domésticas. Ayer mismo estuve viendo uno en el que un ama de casa limpiaba un cuarto de baño. Juro que tenía una calidad hipnótica muy superior a la del de Claudio Paulo Pinto sacándose los globos oculares de sus órbitas. Por cierto, que no se informaba de las relaciones del tal Claudio con sus progenitores. Para mí, que soy un antiguo, habría sido interesante saber si este hombre ha matado a su padre y se ha casado con su madre, aunque en la actualidad se considere una perversión menor.

Para perversión, la del gasto militar, que en 2006 será quince veces mayor que el destinado a ayuda internacional. Ocho mil millones de euros dedicaremos en España a la tontería de las armas y 834.000 millones en todo el mundo (no hay calculadora capaz de expresarlo en pesetas). Gastamos más en pistolas que en alimentación, más que en cultura, más que en vivienda. ¿Es o no es para sacarse los ojos, como hizo Edipo al darse cuenta de su error? Lo sería si sacarse los ojos no hubiera devenido también en un espectáculo de feria.

diumenge, 24 de setembre del 2006

Fuera de quicio

FUERA DE QUICIO

Pues nada, que también hay una página web donde puedes escuchar las últimas palabras de los condenados a muerte antes de pasar por caja. Se trata de un servicio de alguna institución de Texas, donde la pena de muerte ha devenido en deporte olímpico. Al público le produce mucha curiosidad saber qué se dice en esos momentos, cuando en esos momentos o se calla uno o pronuncia alguna banalidad. El fenómeno de las últimas palabras está estudiado a fondo y no parecen las últimas, sino las de en medio, o sea, las que diríamos cualquier jueves de cualquier semana en el autobús, viniendo de la oficina. Cela, en el lecho de muerte, gritó «¡Viva Iria Flavia!». Y era un Nobel de literatura, un hombre con imaginación, poco convencional y todo eso. De modo que imagínense lo que gritaría un Nobel de la Paz, obligado a guardar la corrección política.

Un desastre, en fin, al que no nos resignamos. Tenemos la convicción de que dos metros antes de la cámara de gas el lenguaje penetrará en el cuerpo del reo y le obligará a pronunciar una revelación. Pero el lenguaje sólo entra para decir tonterías. «Señor, perdóname mis pecados», imploró un reo frente a la mirada atónita, suponemos, de los perversos sexuales que acudían a la ejecución. Otros reos blasfemaban o se cagaban en tal, pero la página web ha eliminado esos testimonios por buen gusto. Llevan razón sus responsables. Un padre de familia interesado en contemplar una cosa tan normal como un tipo atado a una silla llena de cables, por los que le van a meter una tonelada de vatios, no tiene por qué soportar que la víctima empiece a decir cosas feas. Si carece de educación, que lo ejecuten en privado. No te digo.

Te permiten gritar Viva Iria Flavia o Viva Arkansas, pero no Viva la madre que te parió. Desde el punto de vista de la salud mental no hay mucha diferencia entre gritar una cosa u otra, pero las formas son las formas, amigo. Total, que hay más palabras que significados. El significado, cada vez más, está fuera de las palabras. Y por eso nosotros estamos, cada vez más, fuera de quicio. Buenos días.

divendres, 22 de setembre del 2006

Cabreo

CABREO

Tuve un compañero de colegio que cuando se acercaba la fecha de su cumpleaños rezaba a Dios para que nadie en su casa se acordara. Si su deseo se cumplía, al día siguiente echaba en cara a su madre, a su padre, a sus hermanos, el olvido. Con los compañeros establecía estrategias semejantes. Los domingos lo organizaba todo para que no le llamáramos y el lunes nos recriminaba que no le hubiéramos llamado. Se relacionaba con el mundo desde el agravio. De mayor, cuando murió su madre, procuró que nadie se enterara. Pasó las semanas siguientes telefoneando a los ingratos que no habían acudido al funeral, para afearles su conducta. Hay personas para las que la queja constituye un extraño bálsamo. Lo peor que les puede ocurrir es tener éxito. Si les llega, jamás les parece bastante en relación a sus méritos. Son un coñazo.

Dios, sin ser una persona física (aunque sí jurídica), pertenece a este arquetipo psicológico. No le basta con que le atribuyan la creación del día y de la noche, de los reptiles y las aves, de la aurora boreal y el arco iris. Quiere más fama. Y en realidad la tiene. De hecho, las religiones causan más muertos que los nacionalismos. Y las hay a miles: más que sistemas filosóficos, que teorías matemáticas, que doctrinas políticas. Pero a Dios, que no comprende otra forma de trato con el universo que el cabreo, no le basta. Por eso se enfada todo el rato. Su necesidad de crisparse es tal que a veces se encoleriza consigo mismo. Benedicto XVI, que conoce y adora al iracundo Dios del Antiguo Testamento, debería saberlo. Puede pedir todas las disculpas que quiera, pero si se ha olvidado del cumpleaños de Alá, lo tiene crudo.

Esta tendencia al cabreo es lo que hace que Dios se lleve tan bien con regímenes intratables como el de Franco, el de Pinochet, el de Videla o el de los ayatolás. Es también lo que explica que la Conferencia Episcopal tenga una emisora en permanente estado de crispación o que a un caricaturista danés que no hacía daño a nadie le dieran con el Corán en la cabeza. Es el carácter de los dioses. Mi amigo se curó yendo al psicoanalista, pero quién se imagina a Dios tumbado en el diván, desliando su complejo de omnipotencia ante un porteño.

De nonatos y póstumos

DE NONATOS Y PÓSTUMOS

Entre las expresiones que más me marcaron de pequeño se encuentra la de hijo póstumo. Tuve un vecino del que mi madre, viniera a cuento o no, afirmaba que era hijo póstumo. El chico tenía mi edad y era, lógicamente, huérfano. En algún momento me enteré de que había nacido después de que muriera su padre, y que por eso precisamente era póstumo. La situación me habría colmado de perplejidad de no ser porque ya estaba repleto de ella. Soy perplejo por naturaleza, es mi carácter. La cosa más normal del mundo me produce extrañeza. Pero hay extrañezas y extrañezas. Un hijo póstumo le pone los pelos de punta al más templado. Pregunté a mi madre si se podía ser hijo póstumo de madre y me dio un bofetón.

-¿Te imaginas a alguien naciendo de una mujer muerta?

La verdad es que sí me lo imaginaba. Casi podía ver al crío creciendo dentro de la madre fallecida, moviéndose por sus entrañas como por las habitaciones de un caserón vacío. Escribí un cuento que escondí. Aun lo tengo escondido, para no disgustar a mi madre. El tiempo, por otra parte, me ha dado casi la razón. De vez en cuando nace un niño de una madre en coma. El coma no es la muerte, pero se parece mucho. He escrito un cuento también sobre un niño que crece en el interior de una madre en coma. El crío se mueve por las oquedades de la mujer como un fantasma por un palacio casi deshabitado. Lo tengo sin publicar, también por miedo a mamá.

No me había repuesto de la expresión hijo póstumo cuando escuché la palabra nonato referida a un santo. Pregunté a mi madre qué rayos quería decir y me respondió que un nonato era alguien que no había nacido. Tampoco resultó fácil entender cómo se podía ser alguien sin haber nacido, pero mamá no cejó hasta colmar mi perplejidad. Me dijo que los ricos comían corderos y cochinillos nonatos porque estaban más tiernos. Es mi deseo publicar una novela póstuma y otra nonata. Lo de la póstuma no presenta mayores problemas: basta con que la deje escrita antes de morir (o de entrar en coma). No he encontrado, sin embargo, solución a la nonata. Y es en lo que estoy ahora.

dimecres, 20 de setembre del 2006

Desastres empresariales

DESASTRES EMPRESARIALES

Dice Benedicto XVI que cuando el hombre explica el mundo sin Dios, las cuentas no salen. Es cierto. Lo malo es que cuando lo explicas con él, salen peor. El mundo no es una excepción. Cuando intentas explicar cómo se llega a fin de mes con la hipoteca, no salen las cuentas. Pero sin hipoteca tampoco, porque el alquiler hace más daño. El daño siempre ataca, si no es por aquí, es por allá. Durante una época de mi vida me interesó mucho la contabilidad, no para aprender a manejar el dinero, sino para averiguar cómo se cuadraban los afectos. Me parecía fascinante la invención del Debe y el Haber y la necesidad empresarial de que el uno se ajustara al otro. Aunque entonces era poeta, conseguí trabajo en una oficina donde me pasaba el día haciendo columnas de números que parecían versos. Y siempre conseguía que rimaran.

A veces hacíamos trampas. Eran pecados pequeños, licencias poéticas, podríamos decir, que en nada afectaban a la marcha de la economía de la empresa. Años después, tales licencias recibirían el nombre de contabilidad creativa. Algunos de sus más conspicuos cultivadores, como Mario Conde o de la Rosa, acabarían en la cárcel. Pero toda contabilidad es creativa. Todo el mundo sabe que las cuentas no salen nunca, aunque cortando un poco por aquí o por allá acaban entrando en cintura. Cuando llegaba el auditor, que aparecía una vez al año, se le distraía con fuegos artificiales y luego se le llevaba a comer. Si se ponía muy pesado, se le abandonaba en el sótano, frente a una estantería con cinco mil archivadores, y entraba en razón.

Si hubiera una empresa auditora capaz de investigar la Creación, Dios saldría peor parado que Mario Conde. No hay hoja de cálculo ni programa de contabilidad capaz de analizar el universo en términos de Debe y Haber. No salen, en efecto, las cuentas. La dimensión del fraude, en este caso, alcanza un tamaño cósmico. Los balances de Fórum Filatélico y Afinsa son un modelo de perfección frente a los del mundo. Ignoro las relaciones existentes entre la teología y la contabilidad, pero es mejor que continúen separadas. Con Dios o sin Dios, el mundo es un desastre.

dimarts, 19 de setembre del 2006

Una de calamares

UNA DE CALAMARES

Las autoridades académicas francesas han prohibido esas camisetas que llevan estampada una hoja de cannabis. De vez en cuando hay que prohibir algo, para que se vea quién manda. En este caso, sin embargo, debe haber otra causa. Quizá los prohibidores creen de buena fe que el mensaje de esas camisetas, si alguno tienen, resulta pernicioso para la juventud. Aunque de acuerdo con ese criterio habría que prohibir a Sarkozy. ¿Por qué Sarkozy sí y la hoja de cannabis no? La segunda es un dibujo que no hace daño a nadie, mientras que el primero es un señor real que cada vez que abre la boca nos pone los pelos de punta. Hay más cosas que nos ponen los pelos de punta y que tampoco están prohibidas, pero esto no es una carta a los Reyes Magos. Sólo añadir que las sociedades que prohíben lo banal y alientan lo grave están completamente desnortadas. No lo digo por Francia, sino por nosotros en general.

¿Por qué no confiar el tráfico de camisetas con la hoja de cannabis a la regulación del mercado? A los liberales les parece que el tráfico de productos de primera necesidad como la vivienda debe regularlos el mercado, pero se reservan el derecho de admisión de las camisetas. Hombre, hombre, eso no está bien. Hay que establecer alguna jerarquía. Y, entre nosotros, lo mismo: se prohíbe el consumo de alcohol en la calle, pero la televisión pública contrata a Carmen Martínez Bordiu, cuya visión coloca más, en el peor sentido de la palabra, que un canuto y un calimocho juntos. Vale que al contratar también a su marido les ha salido el paquete, con perdón, más barato. Pero es que a esa familia no la queremos ni regalada. Con nuestro dinero no.

Por cierto que cuando un chico sea sorprendido bebiendo, pagaremos la multa los padres. ¿A quién multar cuando se sorprende al director de personal de TVE en el acto de contratar a Carmencita? El caso es que el mercado laboral castiga a las mujeres por quedarse embarazadas y el Gobierno las multa por alumbrar hijos aficionados al botellón. Así no hay forma de crecer. Sólo los hijos irreales no dan problemas, pero tampoco satisfacciones. Una de calamares. Y tres cañas.

divendres, 15 de setembre del 2006

Priklopil

PRIKLOPIL

Ese momento en el que Wolfang Priklopil decide hacer un agujero en el suelo del garaje de su casa. Ese instante en el que quiebra la defensa de cemento y obtiene la primera palada de tierra. Ese cuidado con el que desvía las conducciones de agua, de gas, de luz, mientras se abre paso hacia lo más hondo de sí mismo... Quizá no sospecha que ha comenzado la construcción de un relato cuyo personaje principal acabaría siendo el secundario. Obsérvenle trabajar día y noche en la excavación de lo que venimos llamando erróneamente zulo, porque era la habitación de una casa de muñecas, con su camita, su cómoda, su lavabo, su espejo, su mesa para hacer los deberes... Cada detalle que añadía a esa estancia secreta, construida dentro de sí, era un nuevo capítulo de la novela.

Terminada la obra y consumado el secuestro, este hombre, cuyo apellido suena a fármaco contra el Parkinson, empezó a alternar dos vidas, una en la superficie de la realidad; la otra, debajo. Mucha gente lleva dos vidas separadas, pero en barrios distintos. Priklopil había aislado las suyas con materiales especiales. Podía comer con su madre en el salón, sobre la casa de muñecas en la que había instalado a una niña de verdad, sin que se escucharan sus gritos. A ratos, cuidaba del jardín y saludaba amablemente a los vecinos que pasaban por la calle. Luego se cambiaba de ropa, levantaba la trampilla de 150 kilos que separaba el universo de arriba del de abajo y descendía al fondo de su imaginación para jugar a las muñecas. Estuvo ocho años jugando a las muñecas, construyendo un cuento de terror cuyo argumento no daba más de sí. Quizá había empezado a sentir frente a su existencia el aburrimiento de un autor ante una novela podrida.

Mucha gente tiene dentro de sí una habitación secreta en la que suceden escenas que nos pondrían los pelos de punta. Es gente normal, como usted y como yo, que ayuda a las ancianas a cruzar la calle y come un día a la semana con sus padres. No sabemos de qué depende la decisión de trasladar esa habitación desde la conciencia al garaje, desde la fantasía a la realidad. Pero lo cierto es que en ese instante se rompe algo más que la capa de cemento del suelo.

dimarts, 12 de setembre del 2006

La caída

LA CAÍDA

La piel del estanque se altera a veces por productos llegados desde el fondo. Imposible saber qué ha ocurrido en las profundidades para que una porción de fango ascienda de repente y permanezca flotando a la deriva sobre la superficie. No siempre llega fango. En ocasiones, si permaneces atento, sube una burbuja de aire que provoca una levísima explosión al contacto con la atmósfera. Resulta imposible averiguar también cómo se ha formado esa burbuja. Quizá se trate de una reacción química. O anímica, en el caso de que el estanque tenga alma, que no digo que no. Todo lo que procede de los fondos resulta sorprendente por inesperado. Ahora acaba de llegar a los quioscos una colección de mística en fascículos. Resulta divertido verlos explotar, como burbujas, al alcanzar la superficie. Me gusta imaginar que los quioscos de prensa tienen un sótano profundo, una especie de conciencia desde la que proceden esas rarezas. Hace un año o dos, estaba un día contemplando el escaparate de un quiosco de prensa cuando apareció de súbito la Interpretación de los sueños, de Freud. Casi me desmayo.

Si uno permanece atento a sí mismo, también ve llegar cosas desde el fondo. A veces, un poco de fango, desde luego, pero también fragmentos de sucesos antiguos, en los que estuvimos implicados. Si cierras los ojos, los materiales llegan antes, o se ven mejor. Hacen un ruido curioso al salir a flote, una especie de plop, plop, como el de las burbujas al romperse. En cada burbuja hay una imagen, una información, una frase. Oyes plop y estás delante del escaparate de una tienda, hace veinte años. Oyes otro plop y te ves en la cola del instituto, aguardando tu turno para realizar la matrícula. Uno más y lo que esta ascendiendo ahora, desde las profundidades del cuerpo de tu mujer, es un hijo tuyo. Un hijo tuyo, qué raro. Sobre la superficie de la realidad flotan muebles que proceden de allá abajo. El rubor, que se manifiesta en la piel, viene de la conciencia. A veces, en la epidermis de septiembre aparecen productos de diciembre y, en la del lunes, materiales del domingo. La vida es una caída. Cuando tocamos fondo, un fragmento de nosotros regresa y hace plop.

diumenge, 10 de setembre del 2006

¡Qué bien!

¡QUÉ BIEN!

Es verdad que lo que sucedió en forma de tragedia se repite en forma de comedia. Gracias a Dios. Si hace 70 años las dos Españas se peleaban a tiros, ahora lo hacen a golpes de esquelas, o esquelazos, neologismo que de continuar las cosas así no tardará en recibir las bendiciones de la Academia. Ayer leí una esquela que decía: «70 aniversario. Don Fulano de Tal (omitimos el nombre verdadero), asesinado en Madrid por las hordas marxistas por haberse educado en el colegio de los Jesuitas. Descanse en paz.» Había, a su lado, esta otra: «70 aniversario. Don Mengano de Cual (nombre supuesto) murió por Dios y por España vilmente asesinado por las hordas marxistas el 7 de septiembre de 1936.» No tengo constancia personal, pero me dicen que también los de la España roja están salpicando la prensa con esquelas conmemorativas de parientes y amigos vilmente asesinados por las tropas fascistas.

Cada España, desde su trinchera de papel, dispara esquelas convencionales a la otra. El espectáculo, lejos de sobrecoger, provoca una sonrisa y un suspiro de alivio. Continúen ustedes dándose esquelazos, porque las esquelas no matan. Además, hace que el dinero circule, pues he llamado para preguntar por el precio y valen una pasta. Me parece un signo de civilización que las dos Españas, todavía en activo, hayan cambiado las pistolas por las palabras, aunque se continúe hablando de hordas marxistas, expresión que a estas alturas sólo se puede emplear en broma. Las esquelas, en fin, han devenido en chistes, en viñetas, que alegran las crispadas páginas de nuestra prensa nacional. Bienvenidas sean.

Las dos Españas. Este verano las veíamos insultarse desde los dos extremos de una piscina privada construida sobre suelo público (práctica habitual, según me dicen). Una de las Españas se manifestaba a favor del uso privado de lo público y la otra no. Pero, en vez de dispararse, se insultaban, como en la guerra de Gila. Nos pareció fantástico. Lo que sucedió en forma de tragedia se repite en forma de comedia. Lo mejor de todo es que se repite en forma de comedia mala. No hay, en fin, ningún peligro de que volvamos a las andadas. Qué bien.

divendres, 8 de setembre del 2006

Bajarse en marcha

BAJARSE EN MARCHA

En Japón ha nacido un niño, noticia que ha dado la vuelta al mundo porque si algo necesitaban en ese país es que naciera un niño. Los emperadores mandan mucho, pero desde hace 40 años sólo parían hembras, lo que está muy mal visto, vaya por Dios, entre la gente de su clase. A mí me ha dado mucha alegría ver que los telediarios dedicaban grandes espacios al nacimiento de ese varón, hijo, por cierto, de una princesa llamada Kiko, como Kiko Veneno y Kiko Legard y Kiko González, que es un compañero de despacho. Luego me pregunté por qué me había alegrado tanto y no supe responderme. Quizá el locutor me transmitió su entusiasmo, porque la verdad es que a mí me la trae floja, con perdón, que en Japón haya nacido un niño.

El periódico es un muestrario increíble de insectos raros, cada uno con su respectivo alfiler en el tórax. Al lado de una noticia según la cual, pongamos por caso, se ha descubierto en un gusano el gen capaz de explicar el ardor de estómago, aparecen unas declaraciones en las que Bush confiesa que tiene cárceles secretas repartidas por todo el mundo. Bush es un tipo con ambición, quiere crecer, poseer sucursales. Hay gente que empieza con una tienda de ultramarinos y acaba construyendo un Carrefour. Bush comenzó torturando en una cueva de cuatro metros cuadrados y ha llenado el universo de franquicias (Torturas, S.A.) apenas en un par de mandatos. No sabe uno de qué alegrarse más, si del nacimiento del pequeño emperador japonés o del éxito comercial (y moral) de Bush.

No es todo. Resulta que sale a la palestra Natascha Campusch, la niña que etcétera, y está más sana física y mentalmente que cualquiera de nosotros. La diferencia es que ella ha permanecido secuestrada durante los últimos años por un loco y nosotros por veinte locos, además del Fondo Monetario Internacional. Por si fuera poco, pese a no tener otra versión del mundo que la que le han proporcionado la tele y la radio (o quizá por eso), ya ha conseguido amasar su primer millón de dólares. Las conclusiones, se mire por donde se mire, son estremecedoras. Y sólo voy por la página nueve del periódico. Casi que me bajo en marcha.

Bonjour

BONJOUR

Tengo un amigo paranoico. Es muy religioso en el sentido más profundo (y etimológico) del término. Cree que todo sucede al servicio de algo, por algo, para algo. Su nacimiento fue el producto de una maquinación. El cosmos conspiró para que su padre y su madre lo engendraran hace cuarenta años, no sabe con qué objeto, pero está en ello y acabará descubriéndolo. Sus padres se han divorciado por algo, su madre se ha vuelto a casar por algo, su padre permanece soltero por algo. Mi amigo tartamudea un poco por algo. Si se le estropea la lavadora, es por algo, lo mismo que si hace frío o calor, si llueve o deja de llover. A veces le duele la cabeza por algo.

Ahora está tratando de averiguar por qué, pese a conocer la leyenda paranoica del león que sodomiza al camello en los paquetes de Camel, todavía prefiere el Marlboro, en cuyo envase nadie persigue a nadie. De momento ha llegado a la conclusión de que la ley antitabaco forma parte de una conjura cuyo objeto es evitar el descubrimiento de las verdaderas relaciones entre el león y el camello, o quizá entre la nicotina y el PSOE. Todos muy preocupados por la marca de los explosivos del 11-M, pero nadie ha preguntado todavía qué fumaban los terroristas. ¿A qué viene todo este furor antitabaco? ¿Qué saben los estanqueros de la ministra de Sanidad para que los persiga de ese modo? ¿Qué teme que digan de ella los camellos (o quizá los leones) si les permite circular sin trabas?

Mi amigo paranoico piensa, lógicamente, que Trashorras se llama así por algo (en eso estamos de acuerdo). Asegura que las personas como el traficante asturiano son los nudos de la red invisible sobre la que descansa el mundo. Antes de declarar que el 11-M fue un golpe de Estado diseñado por la policía, la banda terrorista ETA y el PSOE (combinación verosímil donde las haya), Trashorras advirtió de que padecía alucinaciones auditivas y visuales características de los delirios de persecución. No engañaba a nadie, pues. Desde idénticos presupuestos, Cristo pretendía ser hijo de Dios (otra revelación perfectamente verosímil), pero ya ven el éxito de crítica y público que tuvo. La vida es una historia llena de ruido y furia narrada por un loco. Bonjour, folie.

dimarts, 5 de setembre del 2006

La invasión de los kilos

LA INVASIÓN DE LOS KILOS

Que la obesidad fuera a constituir una de las plagas más graves de la humanidad no se le ocurrió ni al autor del Antiguo Testamento. Entre las siete plagas de Egipto no figura, en efecto, la de las grasas, de la que los médicos hablan ya como de una peste. Cardiólogos de todo el mundo, reunidos recientemente en Barcelona, pronostican lo peor si no cambiamos de hábitos. Cambiar de hábitos significa que pasemos menos tiempo sentados, que dejemos de fumar (incluso en locales de más de cien metros) y que comamos frutas y verduras. El 20% de los adultos españoles es obeso, el 40% tiene sobrepeso, el 60% es sedentario. Las encuestas no dicen si los sedentarios coinciden con los gordos, pero sería absurdo que los gordos se pasaran el día caminando mientras los delgados ven la tele. O sea, que sí, que coinciden.

Recuerdo como si hubiera sucedido ayer la clase de Religión en la que el profesor nos contó las siete plagas de Egipto. Las describió con tal realismo y tal viveza que la mayoría de los alumnos pudimos ver cómo las aguas se convertían en sangre y cómo las ranas primero y los mosquitos después invadían el país. Cuando los tábanos llenaron el aire, cerramos la boca por miedo a que se nos metieran en el cuerpo. Leyendo las noticias sobre el congreso de cardiólogos, no pude evitar asociar aquellas plagas a esta otra, la de los kilos. Los médicos describieron con tanto entusiasmo negativo la situación que me fue dado ver cómo los kilos se adueñaban cruelmente de los cuerpos, de nuestros cuerpos. Y es verdad: pasas siete meses sin ver a un amigo y cuando te encuentras con él se ha convertido en un gordo.

Los médicos no han calculado cuántos seres humanos se podrían fabricar con los kilos sobrantes en EE UU y Europa, pero seguro que saldrían varios millones. Aunque lo más sensato sería devolvérselos a sus legítimos dueños, concentrados en el continente africano. Allí, la plaga es la ausencia de kilos. Cada día se despiertan más delgados porque la globalización o el capitalismo o la mala suerte, vaya usted a saber, les roba los kilos por la noche. Quizá sea bueno para su corazón, pero es fatal para su estómago. Entre morir de hambre y morir de infarto, elegimos el infarto.

diumenge, 3 de setembre del 2006

Contabilidad negativa

CONTABILIDAD NEGATIVA

La entrada en vigor del carné por puntos está produciendo el raro efecto de que por primera vez contamos la gente que no ha muerto, en vez de la que ha fallecido. Acabo de leer en el periódico que durante el verano, y gracias a esta iniciativa, no murieron dos personas al día. Lo que el periódico no puede dar, lógicamente, es el nombre de esas dos personas, porque no lo saben ni ellas. Los lectores conocen mi gusto por esta contabilidad negativa. Logré dejar de fumar no fumando veinte cigarrillos al día. Como sabía perfectamente a qué hora me fumaba cada uno, llegado el momento no me fumaba el que me correspondía. Ahora voy a no fumarme el cigarrillo de después de comer, me decía a mí mismo, y en ése no fumármelo pasaba un rato muy agradable. El caso es que al final de la jornada podía asegurar sin ningún género de dudas que no me había fumado 20 cigarrillos. Lo que no sé es a dónde iban a parar, no tengo ni idea. Quizá alguien se cogió una bronquitis que me correspondía a mí, pero uno no puede ir por la vida con estos escrúpulos porque se volvería loco. Dejé de fumar hace diez años, por lo que en todo este tiempo no me he fumado unos 80.000 cigarrillos. Cuando acabe este artículo, voy a no fumarme uno más, un Camel. El Camel me volvía loco, que raro es todo.

Durante una época de mi vida no maté a una persona diaria aproximadamente. Y eso que eran malas personas, pero no acabé con ellas, ya ven. Recuerdo especialmente a un jefe de personal, un canalla del que la humanidad podría haber prescindido sin ningún problema. Se llamaba Jesús (no diré, por discreción, su apellido). Pues bien, yo no maté a Jesús. Recuerdo que un día me tropecé con él en un bar. Iba yo con un amigo al que le dije: ¿Ves a aquel tipo? Lo veo, respondió. Pues a ese tipo no le he matado yo. Mi amigo se quedó perplejo, como si no entendiera bien lo que le quería decir. Ayer le llamé por teléfono y le leí esa noticia según la cual no han muerto dos personas al día desde la invención del carné por puntos. ¿Lo entiendes ahora? Es como a aquel tipo al que no maté. Hubo un silencio al otro lado de la línea y al final me dijo que sí, pero lo hacía por llevarme la razón. Qué vida.

divendres, 1 de setembre del 2006

Cosas raras

COSAS RARAS

Imagine que va usted a Sevilla y no la encuentra. Lo lógico es que dude de usted, no de Sevilla. Una ciudad tan grande no puede desaparecer así como así. Pero suponga que ocurre, póngase en ínterin, como diría Gil y Gil. Póngase usted en el ínterin de que al llegar a la frontera de Sevilla tiene que pegar un frenazo para no caer al vacío. Pero, coño, dónde está Sevilla, le dice a su mujer, que dormita en el asiento de al lado. La habrás dejado en cualquier parte. Un día pierdes la cabeza. A ver si has cogido el mapa del revés.

Mi madre rezaba siete padrenuestros seguidos cuando perdía el dedal, pero siempre encontraba otra cosa. De modo que si recurre usted a este método, en vez de Sevilla, podría aparecer Pontevedra, lo que le sumiría sin duda en el desconcierto. Quiere decirse que nos gusta que las cosas estén en su lugar, lo que no deja de ser una fantasía loca. Un día, me levanté a la tres de la madrugada, en mi propia casa, y el cuarto de baño, que habitualmente está a la derecha del pasillo, se encontraba a la izquierda. Aparenté que me parecía normal y cuando se hizo de día había regresado a su sitio. En otra ocasión, también de noche, entré en la habitación de mi hija y al inclinarme para darle un beso descubrí que no era mi hija, era otra que por alguna razón había ocupado su cama. Hice también como que no me había dado cuenta y espere a ver qué pasaba en el desayuno. Y lo que pasó es que apareció mi hija verdadera. El mundo está lleno de misterios a los que no prestamos atención porque si les prestáramos atención nos volveríamos locos.

Viene todo esto a cuento de que el otro día entré en Internet y no había Internet. Busqué desesperadamente las páginas por las que navego habitualmente y no estaba ninguna en su sitio ni fuera de su sitio. Sentí el mismo pánico de usted al ver que había desaparecido Sevilla, pero como tengo experiencia en este tipo de situaciones raras, procuré disimular. Hice como que no pasaba nada y al día siguiente me enteré, por los periódicos, de que España había desaparecido, en efecto, del mundo virtual durante dos horas. Se lo enseñé a mi mujer, para demostrarle que lo de Sevilla es perfectamente posible, pero no quiso escucharme. Es muy incrédula.