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dimarts, 30 de gener del 2007

A ver qué hacemos

A VER QUÉ HACEMOS

Debería constituirse una asociación de afectados por el mercado hipotecario. Dado que no hay votante sin hipoteca, dicha asociación reuniría a millones de personas físicas, químicas y psíquicas cuyo poder sería enorme. Una persona hipotecada, considerada aisladamente, no es nada, es menos que nada, un insecto. El banco puede triturarla sin contemplaciones y sacar su vivienda a subasta. Pero supongan que esa persona tiene detrás de sí el apoyo de 20 millones de individuos hipotecados. Imaginen que veinte millones de personas entran de golpe en huelga de hipoteca y dejan de pagar. ¿Qué va a hacer el banco? ¿Ponerlas en la calle? Desde luego que no. Intentaría negociar y nosotros le diríamos que hablara con nuestro abogado, o con nuestros abogados, que en plural suena mejor.

Parece que lo estoy viendo. Asociación de Personas con Hipoteca. Si hay asociaciones de enfermos del riñón y asociaciones de ciegos y hasta asociaciones de Amigos de la Capa, ¿por qué no puede haber una de individuos hipotecados? Con un euro al mes que pagáramos de cuota podríamos tener una sede social llena de mármoles y de butacas de piel. Los presidentes de los bancos más importantes solicitarían audiencia al nuestro, para pedirle, por favor, que pagáramos la hipoteca en fecha. Y nuestro presidente, que bueno, que ya veríamos, pero que de momento tendría que rebajárnosla un pelín. Seríamos los reyes del universo, pues ningún gobierno ni ningún sistema bancario podría soportar 20 millones de morosos dispuestos a resistir hasta la muerte.

Tener una hipoteca sería entonces un signo de poder y no como ahora, que da lástima. Dices que tienes una hipoteca y parece que estás haciendo pública una enfermedad de transmisión sexual. Y algo de eso hay. Los libros de autoayuda aconsejan convertir las limitaciones en éxitos. La hipoteca podía ser un signo de distinción si los hipotecados del mundo nos uniéramos. Pero ya se intentó con la clase obrera («¡Proletarios del mundo, uníos!») y no dio resultado, quiero decir que no fuimos capaces. El destino nos ofrece ahora una nueva oportunidad. A ver qué hacemos.

diumenge, 28 de gener del 2007

Problemas existenciales

PROBLEMAS EXISTENCIALES

Un personaje masculino, en un cuento de James Salter, se queja de llevar una «vida fingida». La expresión me obliga a hacer un alto. ¿En qué se diferenciaría una vida fingida de una verdadera? Pienso en la gente que conozco. Muchos de mis amigos no están de acuerdo con su vida, pero no estoy seguro de que por eso no sean verdaderas. Incluso una vida de mierda, con perdón, es una vida verdadera.

-Confundes la calidad con la autenticidad -dice un señor que llevo dentro-. Una vida feliz puede ser falsa mientras que una desgraciada puede ser verdadera.

-Entonces hay vidas pirateadas, como los cedés, vidas que no son originales, vidas copiadas, incluso mal copiadas.

-Asómate a Operación Triunfo o a Gran Hermano. La mayoría de esas vidas pretenden reproducir el cliché de los famosos. A veces, surge entre ellas una vida verdadera, pero la mayoría son como aquel pavo del Día de Acción Gracias con el que Bush se fotografió en Irak: puro plástico.

Vidas de plástico. La idea comienza a obsesionarme. A preocuparme. ¿Me habré construido una vida de verdad o una vida aparente? ¿Cómo saberlo? A los replicantes de Blade Runner se les dotaba de un pasado falso, de una familia imaginaria, aunque documentada con abundante aparato fotográfico. Éste era tu abuelo; ésta tu madre; estos gemelos son tus primos? Supongamos que me he construido una vida fingida. ¿Cómo habría sido una vida auténtica? ¿Qué habría hecho en ella? ¿Qué habría estudiado? ¿Habría viajado más? ¿Menos? ¿Habría tenido hijos? ¿Me habría divorciado? ¿Las úlceras de estomago son más propias de las vidas falsas o de las reales?

Ya no puedo parar de darle vueltas. ¿Es preferible tener una vida verdadera, aunque desdichada, a una falsa y feliz? Si decidiera que mi vida es un mero duplicado de una vida original, ¿estaría a tiempo de construirme una existencia propia? ¿Para qué quiero a estas alturas una existencia propia? ¿Se darán cuenta los otros, al verme, de que finjo? Dios mío, todo son preguntas.