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dimecres, 30 de desembre del 2009

Feliz 2010

FELIZ 2010

Creo que la primera vez que escuché que los peces bebían y bebían en el río por ver a Dios nacido era ya un adolescente y había comprendido que la vida era absurda, de modo que no opuse resistencia alguna al hecho de que los peces bebieran de forma compulsiva, como el que se da un chute, por ver al niño Jesús. Lo que hace absurdo al mundo es lo mismo que lo hace hermoso, profundo y excitante. Imaginen un pez bebiendo y bebiendo en el río por ver a Dios nacido. ¿Es o no es fantástico? Es más que fantástico: se trata de una imagen fabulosa que ha hipnotizado ya a varias generaciones. Y lo que te rondaré.

Pero comprender que la vida era absurda y por lo tanto fabulosa no fue sencillo. Requirió un proceso con tramos en los que hubo angustia, inquietud, ansiedad, zozobra. El otro día, en la radio, me preguntaron si me gustaba ese villancico en el que una tal Marimorena no para, la pobre, de caminar porque es la Nochebuena (ande, ande, ande la Marimorena, ande, ande, ande, etc.). De pequeño, imaginaba que la Marimorena era una chica de 15 años ataviada con un vestido regional de no sé dónde (todos se parecen) y condenada a caminar, a caminar, a caminar (camina o revienta). Iba la Marimorena por una especie de descampado, empujada a moverse sin parar por las voces que cantaban ese villancico. En ocasiones, yo abría la boca fingiendo que cantaba, pero no pronunciaba palabra alguna, pues me dolía formar parte de aquella conspiración. Me agobiaba que la chica no pudiera sentarse. ¿Y todo por qué? Porque era la Nochebuena. ¿Qué relación había entre una cosa y otra? Ninguna, pero jamás me atreví a preguntar a mis padres el porqué de aquel destino cruel.

Había otro villancico conflictivo también: el titulado Adeste, Fideles (Acudid, fieles). Lógicamente, en aquella época no sabía latín. Nadie tampoco me explicó que tal era el idioma del Villancico. De modo que yo, para darle sentido, en vez de decir «Adeste, fideles», decía «Al este, Cibeles» señalando con la mano esa posición geográfica. Estas fiestas tan señaladas, en fin, tienen la virtud de recordarnos, por un lado, que la vida es absurda y, por otro, que, por eso mismo, es maravillosa. Feliz 2010.

dilluns, 28 de desembre del 2009

Yo, tú, él

YO, TÚ, ÉL

No existe, que un servidor sepa, una historia del delirio. Ignoramos por tanto cuándo irrumpió en la existencia o de qué modo influyó en la historia del progreso. Sí estamos en condiciones de afirmar, en cambio, que casi todas las grandes obras de arte están tocadas de un modo u otro por esta patología. Quizá, por tanto, en la historia de la literatura o la pintura se encuentre, oculta, una historia del delirio. También sabemos que cuando surge, en torno a un delirio equis, un consenso social de proporciones gigantescas, éste pasa a formar parte de la realidad. Por eso no siempre es fácil diferenciar un delirio de un suceso objetivo. Hay delirios tan bien establecidos que el mero hecho de ponerlos en cuestión puede costar la vida al ponente (véase la historia de las religiones).

En definitiva, que hemos llegado a un punto en el que resulta francamente difícil decir «esto es un delirio, esto no es un delirio», como el que dice «esto es una lenteja, esto es una alubia». La banca mundial (incluso la local), ¿es un delirio? Quizá sí en la medida en que adopta muchas características de la religión. Las sedes centrales de los grandes bancos, por ejemplo, se parecen mucho a los templos por la profusión de mármoles y por el respeto que inspiran al creyente (o impositor). Si usted recibiera una llamada, pongamos por caso, de Emilio Botín o de Francisco González, su turbación sería mayor que si se le apareciera la Virgen (tampoco creemos, con excepciones, a los que aseguran que la Virgen les habla). La banca es un delirio tan potente que cuando se viene abajo todos los gobiernos acuden a apuntalarla. No hay forma de dejar de creer en la banca sin que se derrumbe el edificio entero. No todo el mundo va a misa, pero todos nos confesamos con el cajero automático dos o tres veces por semana.

Viene esto a cuento de que ayer mismo, mientras me tomaba el gin tonic de media tarde, un individuo le aseguraba a otro en la mesa de al lado que el «yo» era un delirio, consensuado desde los tiempos más remotos, sí, pero un delirio. Salí del bar con mal cuerpo porque en el fondo me pareció que llevaba razón. El «yo» es un delirio; el «tú» son dos delirios; y el «él», evidentemente, tres delirios. Mundo de locos.

diumenge, 27 de desembre del 2009

No supo contestarme

NO SUPO CONTESTARME

En la mesa de al lado dos jóvenes (chico y chica) discutían acerca de si una batería de móvil descargada pesaría menos que una cargada.

- Lo lógico es que sí, que pese menos –dijo el chico.

-¿Y por qué hay que verlo a la luz de la lógica? –preguntó la chica.

-Porque lo que es lógico, sucede –dijo el chico–. Si tiras una moneda al aire, lo lógico es que caiga.

-El hecho de que caiga no significa que sea lógico. Suceden muchas cosas que no son lógicas.

-¿Qué cosas?

-No sé, la metamorfosis de los insectos, por ejemplo. ¿A ti te parece lógico que para llegar a mariposa tengas que atravesar todos esos estadios, incluido el de gusano? ¿Qué necesidad hay de hacerlo tan complicado?

-No sé… -dudó el chico.

-Por favor, si es más difícil llegar a mariposa que a notario.

-¿Y los notarios te parecen lógicos? –preguntó el chico.

-¿Qué dices, hombre? ¿Cómo van a ser lógicos los notarios? Mi padre trabaja con varios y son un disparate.

Llegó mi gin tonic, le di el primer sorbo y volví a aplicar el oído. Pero los jóvenes permanecieron en silencio, como si las últimas palabras los hubieran distanciado. Finalmente, al cabo de unos minutos, tomó de nuevo la palabra la chica. Dijo:

-Mira, Ricardo, yo no acabo de ver esto nuestro. Te tengo mucho afecto, pero creo que deberíamos tomarnos un tiempo para reflexionar. Un tiempo en el que cada uno vaya por su lado.

-¿Y qué tiene que ver esto con el peso de las baterías de los móviles?

-No sé, ¿qué tiene que ver?

-Has sido tú la que ha preguntado si una pila descargada pesa menos que una cargada. Lo habrás preguntado por algo, ¿no?

La chica hizo un gesto de hastío, como diciendo que el tema la superaba, y se levantó y se fue, con el chico detrás. Yo acabé el gin tonic, salí a dar un paseo y luego volví a casa. Le pregunté a mi mujer lo de la batería, pero no supo qué decir. Vimos juntos el telediario.

dissabte, 26 de desembre del 2009

Sin vergüenza

SIN VERGÜENZA

Se le ponía a uno la carne de gallina viendo por la tele a todas esas familias tiradas en el aeropuerto de Barajas. Parece que Díaz Ferrán, el presidente de la CEOE, les había vendido billetes de avión falsos para pasar las navidades en Cuba, en Ecuador, en Colombia, en Argentina... Algunos de los pasajeros estafados llevaban en el aeropuerto 24 horas, intentando calmar a sus bebés mientras corrían de un mostrador a otro en busca de una información que no llegaba. Un hombre que se pasa el día dando doctrina acerca de cómo arreglar un país de más de 40 millones de habitantes, debería ser capaz, pensaba uno, de arreglar una emergencia provocada por él y que apenas afectaba a 1.000 familias. De modo que permanecimos atentos a la pantalla, convencidos de que de un momento a otro aparecería Díaz Ferrán vestido de supermán y socorrería a esos pobres inmigrantes de cuyos ahorros y buena fe se había beneficiado sin escrúpulos.

Pero Díaz Ferrán no se manifestó hasta las 48 horas, y disfrazado de sí mismo, para reprochar a los estafados que hubieran pretendido volar en los aviones de una empresa presidida por él. Menos mal que ahí estaba papá Estado para sacarle las castañas del fuego, como a los banqueros. Quizá el Estado tenga que hacerse cargo también de los salarios que el patrón de patronos adeuda a los empleados de Air Comet. Nosotros nos conformaríamos con no pagar a escote los millones que este empresario ejemplar debe a Caja Madrid y por los que ha sido acusado de engaño. Lo que sí sabemos, en cambio, es que los afiliados a la CEOE continúan confiando en él para que los represente donde sea preciso, tal vez porque en su actitud general se resumen las virtudes de nuestro empresariado. Lógico: ha demostrado que sabe enfrentar la crisis sin blandenguerías. Y sin vergüenza. Toma nota, ZP, así se arregla España.

dimarts, 22 de desembre del 2009

Relaciones humanas

RELACIONES HUMANAS

Coincidí en el ascensor del hotel, cuando bajaba a desayunar, como una mujer que hablaba por el móvil. -¿Y dices que los niños han dormido de un tirón? –preguntaba en ese instante. Le debieron de contestar que sí. El interlocutor era, imaginé yo, su marido, que le daba el parte doméstico mientras preparaba el desayuno de los críos antes de llevarlos al colegio.

Tras colgar, la mujer se quedó pensativa. Me pareció que le molestaba que sus hijas hubieran dormido bien. En esto, nuestras miradas se cruzaron y ella consultó una carpeta de trabajo, como para revisar la agenda del día. Entonces abrí involuntariamente la boca y dije:

-No le crea.

-¿Cómo dice?

-Que no le crea. Todos los hombres, cuando su esposa sale de viaje, aseguran que los niños duermen bien, para culpabilizarla. Es como si dijeran: «Duermen mal cuando estás tú porque los malcrías o porque les dejas ver la tele, o porque no les lees, una vez que están en la cama, el cuento adecuado».

La mujer sonrió educadamente, preguntándome si lo decía por experiencia, y le aseguré que sí.

-Mis hijos ya son mayores -añadí-, pero cuando eran pequeños y mi mujer tenía que viajar por razones de trabajo, siempre le decía que habían cenado bien, que habían dormido de un tirón, y que se habían levantado sin protestar.

-¿Y era mentira?

-Siempre era mentira.

-¿Entonces?

-No sé, está en nuestra naturaleza molestar a las madres.

Entramos juntos en el comedor y compartimos mesa. Ella trabajaba en el área de marketing de una empresa de electricidad y tenía que viajar mucho, lo que fastidiaba a su marido, que se vengaba asegurándole que los niños dormían bien cuando ella faltaba. Se quedó más tranquila una vez que la convencí de que habían dormido mal. Por mi parte, llamé a casa para ver cómo estaba el perro y se había pasado la noche vomitando.

divendres, 18 de desembre del 2009

El Olvido

EL OLVIDO

Dos científicos de la Universidad de Nueva York acaban de inventar el alzhéimer, que viene a ser como descubrir la gasolina. Por lo visto, son capaces de borrar de la memoria los malos recuerdos, no hemos comprendido muy bien cómo. Lo importante es que vas a consulta, pides que te borren la Guerra Civil española de la cabeza y te la borran. Quien dice la Guerra Civil española, dice el armario de tres cuerpos de la habitación de tus padres, la adolescencia entera, la primera pálida o el último gatillazo. La limpieza dura un año, por lo que albergamos dudas acerca de si se trata de un borrado auténtico o de una represión. Tampoco hemos entendido cómo eliminan las bisagras que articulan los malos recuerdos con los buenos. En la oración gramatical "no hay mal que por bien no venga", resulta difícil, por ejemplo, separar el mal sin cargarse el bien. Los malos recuerdos crean, con los buenos, alianzas sintácticas de complicado desmontaje.

En Olvídate de mí, una extraña película de Michel Gondry, con guión de Charlie Kaufman e interpretada, entre otros, por Jim Carrey y Kate Winslet, una pareja conflictiva, de las de ni contigo ni sin ti, acude a un doctor que practica el alzhéimer selectivo para que borre a cada uno el recuerdo del otro. El problema es que pasado el tiempo vuelven a encontrarse por casualidad y se enamoran de nuevo por necesidad. Los oncólogos todavía buscan el modo de eliminar las células malas sin dañar las buenas y los cocineros no han logrado aún hacer una tortilla sin romper el huevo. Si a Tiresias le hubieran curado la ceguera, habría perdido con ella, paradójicamente, la videncia. Al mismo Dios le quitas el diablo y se queda prácticamente en nada el pobre. Quizá sea posible eliminar los malos recuerdos, pero ya me dirán por dónde cortar para que no se venga abajo el tinglado entero.

diumenge, 13 de desembre del 2009

Ojo con la automedicación

OJO CON LA AUTOMEDICACIÓN

Es conocido que sólo tomamos conciencia del cuerpo cuando nos duele algo. Carecemos de cabeza, por citar un órgano, hasta la aparición de la primera migraña (o de la primera idea obsesiva). Personalmente, prefiero que me duela algo. No que me duela mucho, se entiende, pero sí lo bastante como para que me resulte imposible olvidar que soy frágil, que tengo que morir, que la plenitud no es de este mundo (ni de ningún otro, que se sepa). Una pequeña dolencia crónica, no demasiado molesta, le obliga a uno a relativizar las cosas y lo mantiene atado a la tierra, al polvo (es decir, al cuerpo). Por alguna razón, yo soy mejor persona cuando me duele algo que cuando no me duele nada (no descarto, que estos ataques de bondad estén relacionados las medicinas, sobre todo las que incluyen alguna porción de codeína, una sustancia que me inclina al bien).

En cualquier caso, tampoco es habitual que no duela nada. Un cuerpo estándar de hombre (1,75 de estatura y 70 kilos de peso) posee más complejidades que un rascacielos de doscientos metros. Los rascacielos disponen de un servicio de mantenimiento preparado para reparar en el acto cualquier desperfecto. Los cuerpos tienen la Seguridad Social, que no es tan solícita como los fontaneros o los albañiles de de los hoteles de 400 habitaciones. De ahí la automedicación y, en general, la autoayuda. ¿Qué hay una migraña en el último piso? Pues analgésico al canto (mejor con codeína). ¿Dolor en las lumbares? Ibuprofeno a toda pastilla (y perdón por la redundancia). ¿Dificultades con el sexo? Viagra a granel. Y así, mal que bien, vamos tirando. Con los países sucede algo parecido a lo que ocurre con los cuerpos: que no los notas hasta que no te duelen. Y España lleva una temporada que, con perdón de Unamuno, no deja de dar la lata. Que nos duela un poco no está mal, así somos conscientes de ella. Pero lo de los últimos tiempos, por unas cosas o por otras, es un sinvivir. El problema es que acudes a los médicos (o sea, a los políticos) y a la segunda frase adviertes que no tienen ni idea de nada (ni del diagnóstico ni de las soluciones), están tan desconcertados como uno. Lo malo es que la automedicación, en lo que se refiere a la patria, es verdaderamente peligrosa.

divendres, 11 de desembre del 2009

Conferencias de un minuto

CONFERENCIAS DE UN MINUTO

Fui al centro de la ciudad y estaba a rebosar, lo que me molestó, sin darme cuenta de que yo era uno de los que la rebosaban. Quiere decirse que los que rebosan son siempre los otros. Al darme cuente, frente a un gin tonic, de que también yo era un rebosador, me convertí momentáneamente en otro. Yo era uno de esos tipos que habían acudido al centro a comprar lotería, o libros, o a ver los adornos horteras del ayuntamiento. Yo era uno más. Molesto por este asunto, cuando el camarero pasó cerca de mí le pedí que me cambiara los hielos, pues los que me había puesto se deshicieron en seguida aguándome el gin tonic y la tarde.

-La culpa –dijo- la tiene el agua, que es de muy mala calidad.

Jamás se me habría ocurrido pensar en el agua en términos de calidad. Para mí todas las aguas son iguales. Pero el camarero me explicó que no, que hay aguas que hacen mejor hielo que otras.

Como el asunto me resultara curioso, el hombre me dio una conferencia, breve, porque el bar estaba lleno, pero conferencia al fin. Me pregunté si el término conferencia implicaba duración y deduje que no, pues si uno tenía habilidad para ello podía dar conferencias de uno o dos minutos, como la que me acababa de largar el camarero. Busqué el término «conferencia» en el diccionario de la RAE, que llevo siempre encima gracias al iPhone y encontré lo siguiente: «Disertación sobre algún asunto doctrinal». No aludía para nada a la duración. Quiere decirse que todas esas conferencias de hora y media en las que hemos perdido la vida podrían haber sido de diez minutos sin salirse de la definición. Repasé someramente (qué rayos querrá decir someramente) las conferencias a las que había asistido a lo largo de mi existencia y me arrepentí de la mitad de ellas (las que yo había dado). Salí a la calle convertido en uno de esos tipos que habían decidido invadir el centro de la ciudad precisamente aquel día y al poco empecé a disfrutar de la situación. La gente tenía su gracia. Como yo me había vuelto gente, tenía mi gracia también. En esto me crucé con un tipo malhumorado, un tipo como mi «yo» anterior, molesto por la cantidad de personas, y me pareció un idiota. Felices fiestas.

Violaciones

VIOLACIONES

Muchos padres de familia se ven estos días obligados a explicar a sus hijos qué significa la expresión "problema saharaui", puesta de actualidad por el drama que vive (y del que quizá muera) Aminetu Haidar en el aeropuerto español de Lanzarote. No es habitual que los hijos intenten informarse de las cuestiones de la vida en la misma casa de la que, por razones naturales, quieren largarse cuanto antes. Pero cuando se interesan le ponen a uno en un brete (qué rayos significará brete), o sea, que meten el dedo en la llaga (para eso, para meter el dedo en la llaga, están, entre otras cosas, los hijos). De modo que muchos padres se ven en la circunstancia de relatar sucintamente la historia de ese territorio desgraciado y el papel impresentable que España ha jugado en él. Los hijos, lógicamente, se escandalizan y miran a los progenitores como si tuvieran alguna responsabilidad en esa cadena de despropósitos. Y alguna quizá tengan si pensamos en el esfuerzo que un par de generaciones políticas (y ciudadanas por tanto) vienen llevando a cabo desde la descolonización (o lo que fuera aquello) para no enterarse de lo que le ocurre a ese pueblo y de las violaciones de las que viene siendo víctima con la complicidad de la antigua colonia. La última de estas violaciones, todavía sin explicar por el Gobierno (y ya va siendo hora), consistió en secuestrar (literalmente) a Aminetu, que llegó a Lanzarote contra su voluntad y sin papeles (con el miedo que nos dan los sin papeles). Quiere decirse que para que los medios den a un suceso el estatus de noticia, hay que dejarse morir, lo que ha comprendido increíblemente bien Haidar. Ninguna ingenuidad en el futuro, pues, sobre el "problema saharaui". Ahora, gracias a una huelga de hambre de consecuencias imprevisibles, ya sabemos lo que hay: violaciones y fosfatos, quizá no en ese orden.

dimecres, 9 de desembre del 2009

Lo idiota es lo contrario

LO IDIOTA ES LO CONTRARIO

Leo en el suplemento cultural de La Vanguardia que el arquitecto Óscar Tusquets está preparando una guía de hoteles con ventanas, pues por lo visto comienzan a ser una excepción. No sabe cómo se lo agradezco. He pasado las peores horas de mi vida en habitaciones de hoteles herméticamente cerradas, sin otra salida que la que daba a pasillos kilométricos por los que corrías y corrías sin llegar a ninguna parte, como en los malos sueños. Los hoteles sin ventanas (o sin ventanas practicables, que viene a ser lo mismo) suelen poseer en cambio una gran cristalera que evoca la que en los museos de ciencias se aplica a los cortes de los hormigueros o guaridas de zorros. Y así se siente uno dentro, como una hormiga observada por gente que no tiene otra cosa que hacer. Una vez, en Miami, estaba echado en la cama de mi habitación sin ventanas, situada en el último piso de un hotel muy alto, cuando descubrí a un grupo de zopilotes volando en círculo al otro lado de la cristalera. Me habían tomado por un cadáver.

Si la lógica que ha eliminado las ventanas tiene éxito (y parece que sí), no tardarán mucho en prohibirse las puertas. Dirán ustedes que una casa sin puertas es un sin Dios, pero también nos parecían un sin Dios las casas sin pasillos y ya ven. Del mismo modo que han desaparecido las ventanas y los pasillos pueden desaparecer perfectamente las puertas. Cuando mis hijos eran pequeños, les regalaron un recipiente de cristal sin abertura alguna en cuyo interior vivían unos bichos a los que no era preciso dar de comer, entre otras cosas porque resultaba imposible. Los animalitos vivían, crecían, se reproducían y morían sin poder abandonar aquella especie de tubo diáfano. El oxígeno y los nutrientes puestos a su disposición daban para varias generaciones, no recuerdo ahora cuántas.

A mí me proporcionaba una angustia infinita la observación de aquellos seres vivos. El problema es que si cuando te invitan a viajar pones como condición que te alojen en un hotel con ventanas, te miran como si fueras un excéntrico o un caprichoso o un idiota, cuando lo idiota, lo caprichoso y lo excéntrico sería lo contrario. Es lo que digo en muchas ocasiones: que está todo patas arriba.

dilluns, 7 de desembre del 2009

Elegancia y agudeza

ELEGANCIA Y AGUDEZA

Qué ocurre en mi cabeza cuando la misma persona que me da las noticias por la tele me recomienda un yogur o un banco? ¿Dejo de creer en las noticias? ¿Creo más que antes en las virtudes del yogur o del banco? ¿Dejo de creer al mismo tiempo en las noticias, en el yogur y en el banco? Pues no estoy seguro, la verdad. Lo cierto es que cuando aparece Susana Griso en la pantalla no soy capaz de escuchar lo que dice. Sólo pienso en su aparato digestivo. Está hablándome, ahí, a dos metros de distancia, pero yo no presto atención a sus labios ni a su mirada ni a su pelo, sólo tengo ojos para su estómago y sus intestinos. ¿Irá con regularidad al baño, me pregunto, gracias al Actimel?

Todo este proceso mental resulta muy desagradable, pero es imposible de evitar si uno posee cierta capacidad asociativa. Ya no puedo, por ejemplo, ver el telediario de Matías Prats porque me trae a la memoria la cuenta naranja de ING Direct y no encuentro manera de concentrarme en lo que dice. En el caso de Prats, no se me imponen sus intestinos, lo que es de agradecer. Perdí a José Coronado como actor debido también a estos problemas gástricos. No importa el papel que represente, yo siempre veo a un señor con dificultades para obrar. Lo de Concha Velasco ni lo menciono, pues aún no le he perdonado las pequeñas pérdidas de orina.

La credibilidad, tal es la base del asunto. Todas estas personas son reclamadas por los anunciantes porque poseen credibilidad, de modo que cuando dicen que tienen pérdidas, tú te crees que tienen pérdidas. Personalmente, no acabo de entenderlo, sobre todo aplicado a los presentadores de noticias. Si ha habido un incendio, ha habido un incendio. Nadie me tiene que convencer de ello. Y si ha habido un terremoto, ha habido un terremoto.

La realidad no necesita ser creíble porque tiene a su favor el hecho de haber sucedido. ¿Han chocado dos trenes? Pues han chocado dos trenes. Lo ininteligible es la relación entre el choque de trenes y las virtudes digestivas de la cuenta naranja. Todo esto acaba creando en la conciencia de la gente (de la gente como yo al menos) una confusión tal que impide distinguir las churras de las merinas o los galgos de los podencos. Susana Griso, por cierto, tiene la elegancia de los galgos y Matías Prats la agudeza de los podencos.

diumenge, 6 de desembre del 2009

Desasosiego y alminares

DESASOSIEGO Y ALMINARES

Prohibir los minaretes es en principio tan absurdo como prohibir los campanarios o las cúpulas. O como prohibir el cuscús o el pan con tomate. Casi habría sido preferible que prohibieran las terrazas acristaladas, pues cada uno la acristala de su padre y de su madre y al final la fachada queda hecha un cristo, con perdón. También se deberían prohibir los edificios con escaleras exteriores, que afean el conjunto. Otra cosa es que no hayan prohibido los minaretes por razones arquitectónicas, sino por motivos literarios o religiosos, no sé. Los suizos son muy suyos. Supongamos (es un decir) que los han prohibido por razones religiosas. ¿Por qué entonces permiten la mezquita? No tiene una explicación fácil, la verdad. Es como si se autorizaran las catedrales pero no las cúpulas. ¿Imaginan una catedral sin cúpula o sin ábside o sin coro? Una vez que se legaliza el capitalismo, por poner otro ejemplo, no se puede prohibir la economía de mercado. Una cosa va con la otra, por favor.

Es sabido que cuando uno está de mal humor, la paga con lo primero que encuentra a mano. Los suizos estaban cabreados por la crisis, supongo, como el resto de los europeos, y la han pagado con los minaretes, vaya por Dios (o por Alá). Si el referéndum hubiera sido sobre la paella valenciana, habría pagado el pato la paella valenciana. Los partidos de extrema derecha son expertos en canalizar el malestar ciudadano. Estás desasosegado, inquieto, en guerra contigo mismo y con el mundo, cuando llega un señor gordo y te propone acabar con los minaretes. A lo mejor te tienes que enterar primero de la forma que tiene esa construcción y para qué sirve (en Suiza sólo hay cuatro y no se utilizan), pero una vez que te enteras le coges al minarete un odio cerval (qué rayos querrá decir cerval) y no paras hasta acabar con ellos.

Primero vinieron a por los minaretes, pero yo no era minarete. Luego vinieron a por las cúpulas, pero yo no era cúpula. Después vinieron a por los balcones, pero yo no era balcón. Etcétera. Quiere decirse que cuando uno está de mal humor, debería reflexionar un poco sobre lo que pasa y no pagarlo con la arquitectura porque sí, sobre todo con la arquitectura clásica. En fin.

divendres, 4 de desembre del 2009

Como ahora

COMO AHORA

Cuando los ordenadores sean tan pequeños que se puedan implantar detrás de una ceja, nos conectaremos a Internet en cualquier momento del día o de la noche y sin que nadie de los que nos rodean se dé cuenta. Así, estaremos en el sofá del salón, viendo aparentemente la tele, pero nuestro cerebro estará jugando con Google Earth, buscando quizá el barrio de una amante, localizando su casa, haciendo un zoom sobre su azotea o sobre la ventana de su dormitorio. Podrá uno ir en el autobús al tiempo que entra y sale de las páginas web preferidas u odiadas o lee la Wikipedia por orden alfabético. Bastará un ligero movimiento de la ceja, quizá un pensamiento, para navegar por la Red, pues la Red estará entonces dentro de nuestra cabeza. Parpadearemos y saldremos de una carpeta o de un archivo para meternos en otro sin que a nadie le sea posible revisar nuestro historial ni nuestros correos electrónicos ni nuestras direcciones digitales favoritas.

A lo mejor estará uno junto a su esposa, atendiendo aparentemente al telediario, pero sus neuronas permanecerán enganchadas a una página pornográfica en la que una chica está desnudándose para meterse en la ducha. Y será imposible saber en dónde se encuentra cada uno en realidad. El carnicero te dirá buenos días, buenas tardes o en qué puedo ayudarle, mientras por el interior de su cráneo desfilan imágenes que no podemos ni sospechar. En esa situación, el marido, excitado por lo que tiene dentro de la cabeza, pondrá la mano sobre el muslo de la esposa, excitada por lo que tiene dentro de la suya, pues los dos se habrán conectado a Internet mientras fingían escuchar a Ana Blanco, y así, cada uno con su página web preferida dentro de la bóveda craneal, se arrancarán la ropa y se revolcarán en el sofá y consumarán una cópula inesperada. O sea, todo exactamente como ahora.

dimarts, 1 de desembre del 2009

Complicaciones

COMPLICACIONES

Cómo tener la conciencia tranquila en un mundo donde, entre otras obligaciones morales cotidianas, están las de reciclar la basura, la de recoger la caca del perro, la de ayudar a una ONG, la de no comer carne de animales en peligro de extinción, la de no gastar más agua o más electricidad de las debidas, la de comprar sólo en tiendas de comercio justo…?

Además, si quieres ser un buen ciudadano, has de formarte una opinión sólida sobre la Ley de Economía Sostenible. Todo ello por no hablar de un sinfín de situaciones políticas a las que no se pueden cerrar los ojos sin sentir una puñalada en la conciencia.

Pero supongamos que has reciclado, que has recogido la caca del perro, que has subvencionado a una ONG, que no has comido atún ni anguila, que no has tirado de la cadena más veces de las debidas ni te has recreado en la ducha, donde sólo utilizas, por cierto, jabones ecológicos.

Supongamos, en fin, que llevas un comportamiento ejemplar desde que te has levantado de la cama. Pero hete aquí —qué rayos querrá decir hete aquí— que llegas al semáforo y tropiezas con un pobre concreto, y no una mera abstracción, vendiendo pañuelos de papel. Es tu oportunidad de ayudar a un ser humano con ojos y con boca y quizá con barba de tres días y con nombre. Le puedes preguntar su nombre. Resulta que se llama Pablo, como tu hijo pequeño, y que viene de Ecuador. Dale un euro y lárgate, coño, no te compliques la vida. Pero es que yo, de joven, pensaba que a los pobres no había que darles limosnas, sino armas. De joven pensabas muchas tonterías, muchacho, porque tenías todo el tiempo del mundo para lavar la conciencia.

Ahora has de ganarte la vida y reciclar las basuras y recoger las cacas del perro, etc. Todo eso sin contar con que el crío pequeño, Pablo, va fatal en el colegio —seguro que porque no le prestas la atención que requiere— y que la madre de tu mujer ha sufrido un ictus y que en los últimos años, sin darte cuenta, te has metido en más deudas de las aconsejables.

Qué difícil, ¿no?, levantarse con la conciencia tranquila y mantenerla en ese estado durante todo el día. Qué difícil la relación con el mundo, con la realidad. Si para la declaración de Hacienda precisas de un asesor, ¿qué necesitarías para entender al Gobierno entero?