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dissabte, 31 de juliol del 2010

Espectadores torpes

ESPECTADORES TORPES

A un corredor, en el Tour de Francia, se le salió la cadena de la bicicleta, lo que le hizo perder unos segundos que aprovechó otro (Contador) para adelantarle. Más tarde, este último pediría perdón por lo que él mismo calificaría de actitud poco limpia. Por lo visto, la carrera debería haberse detenido hasta que el accidentado colocara la cadena. Para compensar a su adversario, en la etapa del día siguiente Contador se dejó ganar sin que se le acusara de nada en la prensa. Personalmente, no lo entendí. Cuando juego al parchís (los días de lluvia) me aprovecho sin piedad de las debilidades de mis enemigos. Más aún, les deseo la muerte, para que regresen a casa y tengan que comenzar de nuevo la partida. En La Oca, a la que he tomado cierta afición desde que me enteré de que echar una partida equivale a hacer el Camino de Santiago, la gente muere también y cae en la cárcel y a nadie se le ocurre esperar a que los muertos resuciten ni a que los detenidos salgan de prisión. Me pregunto si en el Camino de Santiago verdadero, y no en sus metáforas, los jugadores (o peregrinos) son tan crueles. Los que salen en el telediario parecen buena gente, pero nunca se sabe. Mi cuñado, que no ha matado una mosca, se transforma en un asesino frente al tablero de La Oca.

El caso es que el otro día estaba viendo una carrera de coches en la que Felipe Massa iba delante de Fernando Alonso, cuando el primero recibió, al parecer, instrucciones de dejarse pasar por el segundo, que ganaría la carrera. Más tarde, me enteré de que la prensa internacional había organizado un lío a cuenta de esto. Les parecía un escándalo que Alonso hubiera adelantado a Massa por ir más despacio. En el ciclismo tienes que esperar a aquellos a los que se les sale la cadena y en las carreras de automóviles no puedes adelantar a los lentos. Estamos hablando de la Fórmula 1, donde si un coche se estrella, la carrera continúa, aunque el conductor se haya llevado por delante a veinte espectadores y él mismo haya fallecido en el acto. Ya sé que el mundo es complejo y por lo tanto difícil de entender, pero estaría bien unificar las normas competitivas para los espectadores torpes, como un servidor de ustedes. Muchas gracias.

dimecres, 28 de juliol del 2010

De placebo, nada

DE PLACEBO, NADA

Decidido a tomar también vacaciones de mí mismo, abandono las lecturas habituales y me adentro en las páginas de una revista del corazón que viene, de regalo, con uno de los periódicos que suelo leer (no descarto que lo que regalan sea el periódico). Mucho colorido, muchos titulares, muchas declaraciones, ninguna esquela. Intuyo que nunca llueve dentro esta revista, que nunca hay tormentas ni fríos excesivos, ni hambrunas ni desastres naturales, ni cultivos transgénicos. Se trata de una publicación sin goteras, con las alfombras limpias. Las revistas del corazón son placebos: no siempre curan, pero tampoco hacen daño. En la antesala de mi dentista hay montañas de publicaciones de este tipo. Por algo será, digo yo. Si lees una antes de que te llamen, entras ya un poco anestesiado.

Abro la revista de marras (qué rayos querrá decir marras) y tropiezo con una entrevista en la que Luis Alfonso de Borbón, hijo de Carmencita Franco y nieto de uno de los mayores criminales del siglo XX, dice completamente en serio: "Estoy preparado para ocupar el trono de Francia, pero no lo reivindico". Le falta añadir que los franceses se lo pierden. Como no doy crédito, rebobino, vuelvo a leer, y compruebo que este chico, en efecto, asegura estar preparado para ocupar el trono de Francia, aunque no lo reivindica. ¿Creen ustedes que el entrevistador, repregunta, ironiza, se extraña o suelta la carcajada? Nada de eso. El entrevistador le sigue la corriente, como si hubiera alguna posibilidad, por remota que fuera, de que ese chico llegara un día a ser rey de la república francesa.

Trato de imaginar un mundo en el que Luis Alfonso de Borbón fuera el monarca de la nación vecina. No debería resultarme difícil perteneciendo a un país en el que su madre ha sido una de las estrellas de TVE. Aun así, me resisto. En definitiva, que las declaraciones del pobre chico me producen más miedo que risa. Quiere decirse que las revistas del corazón no son tan inocuas. De placebo, nada. Puro veneno, directo al corazón y a la mente. Mientras aguarda a que los franceses le llamen, desesperados, para que rija sus destinos, Luis Alfonso ocupa la vicepresidencia de un banco venezolano, propiedad del papá de su señora.

dissabte, 24 de juliol del 2010

Tranquimazín al canto

TRANQUIMAZÍN AL CANTO

Que un controlador aéreo se dé de baja por ansiedad es lo mismo que si un tenista se da de baja por manco. La cuestión es que jamás se deberían haber dado de alta. Hay oficios para los que se requieren determinadas condiciones.

Un ciego, hoy por hoy, no puede ser conductor de autobuses (no sé si del metro). Una persona vulnerable al estrés, a la ansiedad o a la depresión no debería pasar el examen de controlador aéreo. Vale que se les escape un tipo depresivo que ha disimulado su mal en el examen de ingreso. Pero es que estamos hablando de un ejército de gente con problemas psicológicos.

Resulta que un tercio de la plantilla de controladores está de los nervios, son gente desquiciada, se rompe por un quítame allá esas pajas. Habría que ponerse en contacto ya mismo con la empresa que realizó esa selección de personal y pedirles cuentas.

Para depresivo, un servidor de ustedes. El viernes pasado, a las tres horas de esperar inútilmente que saliera mi avión, me vine abajo, me quebré, me dio un ataque. ¡No puedo más!, grité. La persona que venía conmigo me administró un Trankimazín y me acompañó al bar, donde pedí un gin tonic (el de media tarde, aunque ya era de noche). Una vez que me hicieron efecto las dos cosas, me pregunté si sería capaz de aceptar mejor estos retrasos a cambio de un buen salario. Imaginé que me pagaban el sueldo medio de un controlador a cambio de soportar con una sonrisa estos retrasos que me matan. Y deduje que no, que ni por ésas. Soy muy frágil, tengo poco espíritu, lo que ustedes quieran, pero cuando el avión no sale a su hora me entra un odio irrefrenable contra todo lo que se mueve.

Sin embargo, gracias al Trankimazín y al gin tonic no dije esta boca es mía. Tampoco el resto de los pasajeros, que aguantaron a pie firme las tres horas de retraso. Y eso que no éramos gente especial, como los controladores, a los que se les exige nervios de acero porque se trata de una profesión muy dura. Pues mire usted: tal como están las cosas en el sector aéreo, más dura es la profesión de pasajero. Y no nos damos de baja en masa. De modo que tómense ustedes un Trankimazín (mejor con un gin tonic) y a trabajar. Peor no lo pueden hacer. Gracias.

dimecres, 21 de juliol del 2010

Los bastidores van al cielo

LOS BASTIDORES VAN AL CIELO

De pequeño, yo estaba convencido de que, al morir, lo que se escapaba del cuerpo no era el alma, sino el esqueleto. Recuerdo vagamente la ilustración de un cuento en la que se veían varios esqueletos blandos, como si estuvieran hechos de humo, ascendiendo hacia el cielo. El esqueleto era el alma, en fin, por lo que yo le tenía un respeto enorme. Cuando algunos de mis compañeros se rompían un brazo o una pierna, cosa no infrecuente en aquellos recreos bárbaros, para mí era como si se hubieran roto el alma. No entendía por qué presumían de ello ni por qué todo el mundo ensuciaba la escayola con sus firmas. Un servidor era esqueletista al modo en que otros son animistas.

El otro día, en un taxi, el conductor se empeñó en explicarme las diferencias entre la selección de fútbol española y el Real Madrid. Las conozco porque me las han explicado estos días varios taxistas. Y no sólo los taxistas: también el carnicero y el del butano y el del quiosco de periódicos, además de mis cuñados (tengo varios, todos sabios, como corresponde a la condición de cuñado).

—La diferencia –dijo el taxista observándome a través del espejo retrovisor– es que la selección tiene esqueleto y el Real Madrid no.

—¿El Real Madrid es entonces invertebrado? –pregunté yo ingenuamente.

—Dígalo como quiera, el caso es que carece de bastidor.

Me quedé de piedra porque la palabra «bastidor» está también fuertemente connotada para mí. Mi madre y mis hermanas bordaban mucho. Para ello, colocaban las telas sobre unos bastidores de madera que fabricaba mi padre. Los bastidores eran cosa de hombres, mientras que el bordado era cosa de mujeres. A mí, sin embargo, lo que me gustaba era el bordado. Pero nunca se me ocurrió equiparar bastidor a esqueleto.

Salí del taxi confundido por este ejercicio asociativo involuntario (como casi todos) y entré levitando en la consulta de mi psicoanalista, donde me pasé los 50 minutos de la sesión hablando (o siendo hablado, no estoy seguro) de esqueletos y bastidores. Los bastidores, cuando mueren, también van al cielo.

diumenge, 18 de juliol del 2010

Que dure la euforia

QUE DURE LA EUFORIA

Los seres humanos, pese a nacer en cautividad, hacemos cosas increíbles. Revoluciones, sin ir más lejos. Las revoluciones, sobre todo las que nacen para erradicar la cautividad, la multiplican con más frecuencia de la deseable debido a una especie de efecto rebote (como la píldora que aumenta el dolor de cabeza contra el que se ingirió). Vean la cubana, por ejemplo, que tantas esperanzas nos hizo concebir en su día. Los Castro están liberando, gracias a las presiones (no se lo pierdan) de la Iglesia, a una serie de presos que mantenían en cautividad (valga la redundancia). Una de dos: o los presos no eran presos, sino secuestrados, o la revolución cubana es un fracaso. Quizá las dos cosas: los presos no eran presos y la revolución es un fracaso. Los Castro deberían haberse dado cuenta de que las cosas no funcionaban cuando hace años se vieron obligados a recibir al Papa de Roma como lo habría recibido Berlusconi. También cuando, al efectuar el recuento de la población, vieron que el 20% había huido a nado del paraíso socialista.

El fracaso de la revolución es una mala noticia (otra más), para todos los seres que viven (que vivimos) en cautividad. No parece que haya alternativas al zoológico. Si al menos fuéramos como esos animales que no se reproducen tras las rejas, o que se ponen tristes, o que dejan de comer… Nada de eso. A nosotros, las cárceles económicas, ideológicas, nacionalistas, identitarias, desidentitarias, filosóficas, científicas, religiosas, etc., etc., nos abren el apetito, nos dan alas. Nos gusta, como si dijéramos, la vida del parque. Fíjense la que acabamos de montar con el Mundial de Fútbol y con ese pobre pulpo, de nombre Paul, al que tenemos recluido, a nuestra vez, en un recipiente de metacrilato.

Lo primero que se dice de los parques zoológicos buenos es que no parecen parques zoológicos. No es cierto, porque uno ha visto muchos y están llenos de detalles que le hacen a uno recordar dónde se encuentra. Pero es verdad que hay cárceles más aseadas que otras. Ahora bien, en época de crisis, los primeros que pagan el pato son los animales: se les reduce la comida, se les quita la calefacción, se espacian las visitas al veterinario… No hay nada más triste que un zoológico afectado por una crisis económica. Que dure, al menos, la euforia del Mundial.

dissabte, 17 de juliol del 2010

Una Alicia desquiciada

UNA ALICIA DESQUICIADA

Tras el Mundial de Fútbol, resulta difícil no observarlo todo en términos de competición. O sea, quién gana y quién pierde. Es decir, triunfadores y fracasados. Las reglas del fútbol, según algunos, son casi perfectas en la medida en que reproducen las proporciones en las que en la vida intervienen la sabiduría, el azar, la buena suerte, la bondad, la estrategia, la fuerza física, la potencia mental… Todo eso, y más, se pone en juego en un partido de fútbol. También en la vida, porque en la vida hay movimientos comparables al fuera de juego y al saque de esquina, y al penalti y, desde luego, al gol. En el largo plazo, nos gusta suponer que gana el mejor (véase el Barça), pero en el día a día puede llevarse el gato al agua el malo. Comparar la vida con el fútbol, en fin, está de moda. Lo que pasa es que a veces, en lugar de comparar, se equipara. Equiparar es un modo de largarse al otro lado del espejo.

El ínclito (signifique lo que signifique esta palabra) Esteban González Pons aseguró antes de que comenzara el partido (perdón, el debate) que Rajoy era a la política lo que Del Bosque al fútbol. Lo decía, inevitablemente, desde el otro lado del espejo. En el otro lado del espejo, si ustedes han leído el libro de Lewis Carroll, todo sucede al revés, es decir, al séver. Si te aproximas, te alejas; si subes, bajas; si miras a la izquierda, ves lo que sucede a la derecha. Y así de forma sucesiva. En A través del espejo hay una mermelada que sólo se toma ayer o mañana, nunca hoy. En el Congreso, la sensatez tampoco es nunca para hoy.

El problema es que en este lado del espejo, donde vivimos los demás mortales, paro significa paro y demagogia significa demagogia y metro significa metro, y autobús, autobús. En este lado hace calor al sol y fresco a la sombra. En este lado, la vida es dura para los más y blanda para los menos. En este lado no te recoge cada día un coche oficial. En este lado, si quieres una tortilla, has de romper el huevo. En este lado tenemos con demasiada frecuencia la impresión de que nuestro Parlamento está en otro lado y de que Soraya Sáenz de Santamaría (también ínclita) empieza a comportarse como una Alicia desquiciada.

dimecres, 14 de juliol del 2010

Una moto con glamour

UNA MOTO CON GLAMOUR

Si no recuerdo mal, Del Bosque fue despedido del Real Madrid por falta de glamour. Ni Valdano ni Florentino dijeron que fuera un mal entrenador, o que llegara tarde al trabajo. Insinuaron que su imagen no estaba a la altura del equipo galáctico que estaban construyendo (y con el que no llegarían ni a la esquina). Florentino y Valdano llevaban razón. Del Bosque era un tipo tranquilo, discreto, sin ínfulas (qué rayos querrá decir ínfulas). No sabíamos si poseía un Mercedes o un Seat, si vivía en una casa de vecinos o en una mansión, no teníamos ni idea de dónde pasaba las vacaciones ni con quién se relacionaba en su tiempo libre. Era poco hablador (poco sociable, si ustedes quieren), pero parecía eficaz, pues llevaba años en el Madrid sin que nadie hubiera puesto un pero a su trabajo.

Del Bosque era, podríamos decir, un antifamoso. Ser antifamoso no está al alcance de todo el mundo. La primera condición es que no seas tú quien corra detrás de la fama, sino la fama detrás de tí. Y debes huir de ella de forma incesante, aunque sin aspavientos. En realidad, lo bueno es darle esquinazo. Ocultarte entre las sombras y dejar que pase de largo. La fama es muy pesada y, si lo mereces (como Del Bosque), volverá a por tí. Pero tú debes continuar engañándola sin despreciarla. No te niegas a conceder entrevistas, no te comportas como un borde, no dices una palabra más alta que otra. Lo aconsejable es mantener lo que en política se llama un "perfil bajo", como si no entendieras el porqué de esa perra que la fama ha cogido contigo cuando ya posee trofeos del tamaño de Belén Esteban.

Del Bosque era un antifamos perfecto. Todavía lo es. Cuando Iniesta metió el gol de la victoria, se limitó a hacer un pequeño gesto de desahogo con los brazos. La fama lo ha alcanzado de lleno, pero él continúa escurriéndosele entre los dedos, como el agua. Del Bosque es un genio de la antifama y un seleccionador superlativo. Alguien que lo dejó escapar (peor aún: que lo echó) teniéndolo en su plantilla no es de fiar. No sé muy bien a qué se dedica Florentino (aparte de a amasar millones), nunca lo he sabido, pero francamente, servidor no le compraría una moto, ni siquiera una moto con glamour.

divendres, 9 de juliol del 2010

Habitaciones

HABITACIONES

Caí, navegando, en una página web muy oscura. Al poco distinguí un interruptor digital sobre el que di un golpe de ratón, haciéndose la luz. Apareció entonces un dormitorio que se parecía de un modo algo siniestro al mío. En una esquina de la pantalla se informaba de que en ese momento nos encontrábamos en la página cinco visitantes. Me inquietó la idea de encontrarme en compañía de otras cuatro personas a las que no me era posible ver, cuatro fantasmas. Quizá alguna de ellas, pensé, dispusiera en su ordenador de una herramienta que le permitiera distinguir a los otros. Salí de la página y me puse a trabajar. Pero no se me iba aquella habitación de la cabeza, así que volví a entrar. Estaba equipada, como la mía, con muebles de Ikea, de ahí, cavilé, su parecido. Pero tenía, como la mía también, en la pared de la derecha, una ventana a cuyo paisaje te podías asomar con un par de movimientos del ratón. Preferí permanecer quieto, a ver si se escuchaba una respiración, un roce, una tos, algo que delatara otras presencias, además de la mía. En ese momento visitábamos la página dos personas. Resultaba un poco violento saber que te encontrabas a solas con un desconocido. A ver si se manifiesta, me dije, y separé la mano del ratón. Mientras esperaba, alguien entró y salió como el que abre una puerta y echa una ojeada. Pensé que la otra persona (¿una mujer, otro hombre, un niño, una adolescente?) permanecía, como yo, al acecho. Pasado un rato, tomé de nuevo el ratón y me dirigí a la ventana. Lo que vi me estremeció. Al otro lado había una calle idéntica a la que se ve desde la ventana de mi dormitorio analógico. Esa noche, mientras cenábamos, mi mujer me contó que, navegando por Internet, había ido a caer en una habitación que le recordaba vagamente a la nuestra. No me atreví a preguntarle a qué hora había estado allí.

dimecres, 7 de juliol del 2010

Modelos de civilización

MODELOS DE CIVILIZACIÓN

Algunos tiroteos verbales recuerdan, por su ejecución, a las refriegas de gángsteres de Chicago años 30, o a las de ahora mismo en México. El caso es que sale, por ejemplo, Bono de su casa y le lanzan, desde la acera de enfrente, una ráfaga de sospechas acerca de su patrimonio, de su hípica (¿a quién se le ocurre, por Dios, tener una hípica?) y de sus relaciones con el Pocero. La refriega no sale gratis a los pistoleros verbales del PP: cuatro días más tarde viene un tipu duro de fuera, quizá contratado de ex profeso para este trabajao, y asegura que María Dolores de Cospedal exigió al entonces presidente de la Caja Castilla-La Mancha que colocara a Ignacio López del Hierro, su actual marido, en dicha entidad. "Yo acepté", añade Hernández Moltó ex presidente de la institución, "porque entendí que era el precio por pacificar la caja". Haberlo dicho antes, hombre. Una persona seria no debería aceptar chantajes.

Mientras escribo estas líneas, los disparos siguen. A éste le pillan comprando una manzana, como al Padrino, a aquél saliendo de un restaurante, al otro celebrando la boda de su hija. Los honores y la dignidad de las personas se retuercen en el suelo, víctimas del plomo retórico que se lanzan unos a otros, mientras las personas ingenuas se preguntan, nos preguntamos, quién llevará la razón. En las películas de gángsteres no había forma de saberlo porque hasta la policía estaba comprada. Y aunque nuestros jueces, siete u ocho años más tarde, digan que la hípica de Bono era legal o que López del Hierro era inocente, ya no hay manera de sacar de la masa encefálica de los lectores de periódicos las esquirlas de la duda. Hay sangre i sesos simbólicos por todas partes.

Afortunadamente, por encima o por debajo de las balaceras a las que por desgracia vamos acostumbrándonos, hay personas que se dedican a trabajar. Ahí tienen, sin ir más lejos, a Gabilondo, el ministro de Educación, que sale todos los días de su casa, se mete en el despacho y saca adelante lo suyo prácticamente en solitario. No lo verás en ninguna refriega, en ninguna hípica, no abrirá la boca si no es para decir algo sensato, que expresará con mesura. Modelos de civilización no nos faltan. El problema es seguirlos.

diumenge, 4 de juliol del 2010

Filantropía

FILANTROPÍA

La subida de la luz no es para que las compañía eléctricas ganen más, sino para ayudarnos a consumir menos. La flexiseguridad, como el ornitorrinco, constituye una aportación a la biodiversidad. La jornada de 60 horas mejorará los derechos sociales en Europa. Los atascos son angosturas puntuales. Los accidentes, incidentes. La gripe asiática, diarrea estival. No sabemos qué nombre dar aún al miedo a la Iglesia, al pánico a modificar la ley del aborto, al terror a enfrentar de una vez por todas el asunto de la eutanasia, pero ya se nos irá ocurriendo, por recursos lingüísticos que no sea. Si hemos sido capaces de llamar daños colaterales a las víctimas civiles, cine de adultos al pornográfico, hombre de color al negro, establecimiento penitenciario a la cárcel, intervención militar a la guerra, solución final al crimen, niveles a los precios, métodos de persuasión a la tortura, privación sensorial a la asfixia inducida, productor al obrero, colaborador al asalariado, becario al esclavo, limpieza étnica al genocidio, campaña aérea al bombardeo, financiación al préstamo, moderación salarial a lo que usted ya sabe, y así de forma sucesiva, si hemos sido tan ingeniosos, tan rápidos en la respuesta, tan eficaces en el uso de la palabra, tenemos que encontrar el modo de convencernos de que la Ley del Retorno es filantrópica. A mí prácticamente me han vendido la burra esta semana. A ver cómo se la venden a un inocente equis cuando lleve un año encerrado en una celda. ¿Cómo explicarle que está allí por su bien, por su seguridad (quizá por su flexiseguridad)? ¿Cómo convencerle de que, de no haberlo encerrado, quizá lo hubiéramos matado, que era lo que nos pedía el cuerpo? Pero somos europeos, muchacho, dictamos leyes capaces de contenernos, de ponernos límites, y tú, enhorabuena, eres uno de sus primeros beneficiados.

divendres, 2 de juliol del 2010

Aventura nocturna

AVENTURA NOCTURNA

Me desperté a las cuatro de la mañana con la obsesión de que si no me cortaba en ese mismo instante las uñas de los pies sucedería una catástrofe. No tenía ni idea de qué tipo de catástrofe ni su relación con mi aseo personal, pero la evidencia de que no había otra salida me arrancó de la cama, desde donde me dirigí a tientas al cuarto de baño que, increíblemente, no se encontraba en su sitio.

Abrí más los ojos y advertí, a la luz que entraba por la ventana, que tampoco aquélla era mi habitación ni, la mujer que dormía en la cama, mi esposa. Angustiado por este desorden, abandoné sigilosamente el dormitorio y salí al pasillo, que resultó no ser tampoco el pasillo de mi casa. Me quedé paralizado, sin saber qué hacer, pues no era cuestión de irme a la calle en pijama.

En esto, se abrió la puerta de una de las habitaciones y salió de ella un joven en calzoncillos y camiseta, con cara de espanto. ¡Tú no eres mi hijo!, dije. ¡Ni usted mi padre!, dijo él. Le rogué entonces que se asomara sin hacer ruido al dormitorio del fondo, para comprobar si la mujer que dormía allí era su madre. Volvió demudado, asegurando que no la conocía de nada. Ante el desconcierto del muchacho, que temblaba de pánico, decidí tomar el mando de la situación. Le recomendé entonces que volviera a la cama e intentara dormir como si se encontrara en la suya. Lo más probable, dije, es que al amanecer todo haya vuelto a la normalidad. El joven regresó apesadumbrado a la habitación y yo al dormitorio, donde me acosté junto a la desconocida procurando no rozarla siquiera. Al rato, mientras le daba vueltas al suceso, el más extraño de mi vida, me quedé dormido. Cuando sonó el despertador, mi casa era otra vez mi casa, mi esposa era mi esposa y, mi hijo, mi hijo. También yo era yo, o eso me pareció. De todos modos, me corté las uñas de los pies.

Exámenes de españolidad

EXÁMENES DE ESPAÑOLIDAD

Ser conductor consiste en tener el carné de conducir. Ser periodista, en cambio, no implica necesariamente haber estudiado Ciencias de la Información. Eres periodista si trabajas en un periódico, del mismo modo que eres novelista si escribes novelas. Hay cosas para las que se requiere una titulación y cosas para las que no. Eres juez, por ejemplo, si has estudiado Derecho y has aprobado las oposiciones. No sabemos si es más fácil ser juez que novelista. Hay novelistas que sufren mucho o que tardan 10 o 15 años en escribir una novela. Los jueces del Constitucional sólo han tardado cuatro en dictar una setencia que, por lo leído y escuchado, tampoco es que sea una obra maestra. Quizá deberían haber empleado diez años más, como los novelistas que sufren.

Si en vez de comparar a los jueces con los escritores, los comparáramos con los obreros manuales, su lentitud nos habría parecido impresentable. Imagínese usted que la reforma de su cocina le llevara cuatro años. Un desastre. Además, ¿qué fiabilidad le merecería alguien que se ha tomado ese tiempo? Uno puede entender que haya novelistas malos, puesto que no han hecho una carrera ni han perdido los mejores años de su vida preparando unas oposiciones. Resulta más difícil, en cambio, entender que haya jueces malos, con la formación que se les exige. Pues los hay, y ocupan los puestos más altos del escalafón. De ahí la pregunta que latía en las primeras líneas de este suelto: ¿En qué consiste ser juez? ¿Basta con el título o con haber publicado alguna sentencia, aunque sea mala? No sabríamos decir.

Tampoco sabríamos decir qué es una novela. Ni en qué se fundamenta la españolidad. Hay, cerca de Madrid, un juez convencido de que ser español consiste en saber quiénes son Nadal y Gasol, de modo que cuando un extranjero que lleva entre nosotros más de diez años, trabajando, cotizando, casándose, teniendo hijos, etc., se acerca a su juzgado para solicitar la nacionalidad española, el magistrado le pregunta, entre otras cosas, quiénes son Nadal y Gasol. No sé si alguien que ignora las respuestas a esas preguntas es o no español, pero estoy seguro de que un juez que necesita esos datos para orientarse no es juez. Aunque tenga carné.