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dilluns, 29 de novembre del 2010

Un chupito de pacharán

UN CHUPITO DE PACHARÁN

En la mesa de al lado, dos mujeres de mediana edad toman chocolate con churros mientras yo doy cuenta de mi gin tonic de media tarde. Hoy me siento especialmente legitimado para beber porque Ana María Matute, al recibir el Cervantes, ha cantado las virtudes del gin tonic frente a las lacras del güisqui (demasiado «barroco» para su gusto). «La ginebra, ha añadido, es lúcida». Me identifico con Ana María. El segundo sorbo me ha «colocado», de modo que me pongo a escuchar sin problemas la conversación de las dos mujeres, a ver qué saco.

—Tú, cuando haces pis por las noches, ¿enciendes la luz del cuarto de baño? —pregunta una.

—A veces sí y a veces no —responde la otra.

—Eso no es una respuesta —añade la una deteniendo un churro en el aire.

—¿Quieres decir que son dos respuestas?

—Quiero decir que mientes porque o enciendes o no enciendes la luz. Los seres humanos somos animales de costumbres y hacemos siempre lo mismo.

—Está bien, no la enciendo.

—¿Lo haces todo a oscuras?

—Sí, ¿qué pasa?

—¿No tienes miedo de que salga una mano de detrás de la cortina de la ducha y te coja por el cuello?

—¿Qué clase de mano?

—La de una mujer muerta, por ejemplo.

No se me había ocurrido, francamente. La conversación, que a primera vista puede parecer banal, sobre todo a palo seco (sin gin tonic o sin chocolate sin churros), me hace reflexionar. Yo siempre enciendo la luz del baño cuando me levanto a hacer pis por las noches, y justamente por lo que dice una de las mujeres de la mesa de al lado (la más sensata, sin duda), porque de otro modo podría salir de detrás de la cortina de la ducha la mano de un cadáver.

—¿Y si nos tomamos un chupito para bajar el chocolate? —dice entonces la mujer que hace pis en la oscuridad.

—Vale —dice la que lo hace con la luz encendida—, pero de pacharán, que aquí tienen uno muy bueno.

A fin de mantenerme lúcido, pido otro gin tonic.

divendres, 26 de novembre del 2010

Ánimo, colegas

ÁNIMO, COLEGAS

El Papa representa un poder sobre el que no ejerce ningún control. La Iglesia, ha dicho, carece de capacidad de ordenar a las mujeres (aunque sí de darles órdenes, añadimos nosotros), porque se trata de una decisión del mismísimo Dios que él, aunque no comparta ("no se trata de que no queremos"), debe acatar. Zapatero podría copiar literalmente el discurso de Ratzinger para justificar su política económica. No se trata de que queramos bajar las pensiones, es que el Mercado, a quien servimos, nos obliga. El Papa y Zapatero dependen de instancias superiores cuyos designios son inapelables. Cuando Dios dice que el condón es bueno para el burdel, pero malo para la cama de matrimonio, es como cuando el Mercado asegura que cierto grado de socialismo tiene gracia (como juego infantil) cuando los poderes financieros deciden fabricar productos basura con los que hacer caja, aunque se debe perseguir a la hora de pagar la factura.

La política ha devenido en una disciplina tan absurda como la teología. Nadie ha visto a Dios, tampoco al Mercado, pero el sentido profundo del sexo, dice Dios por boca del Papa, es la reproducción como el sentido profundo de la economía, dice el Mercado por boca de Zapatero, es el enriquecimiento personal de unos pocos. De ahí la condena a los homosexuales y la prohibición de una fiscalidad justa. Ello hace que Ratzinger y Zapatero se digan y se desdigan todo el rato. Si fueran juiciosos, dimitirían alegando que no entienden nada. La curia romana está llena de cardenales dispuestos a aceptar el absurdo divino y la política española, de políticos encantados de llevar la injusticia social a los extremos por los que nos despeñamos. Si dimitieran, devendrían en héroes, incluso en santos. Paradójicamente, lograrían que mucha gente volviera a creer en el socialismo y en Dios. Ánimo, colegas.

diumenge, 21 de novembre del 2010

Pocas bromas

POCAS BROMAS

Nunca me pareció normal tener deudas, de ahí la extrañeza que me causa la expresión «capacidad de deuda». Hasta hace poco, el banco calculaba gratis tu «capacidad de deuda» y luego te endosaba un crédito que más tarde se convertiría en una soga al cuello. Nuestra «capacidad de deuda» es la que nos ha conducido en parte a la situación actual. Se entendía por deuda una cantidad de dinero que no poseías pero que estabas en disposición de ganar. Naturalmente, cuando se realizaban esos cálculos, jamás se pensaba en el factor azar. Curioso, si consideramos que es el azar el que controla nuestras vidas. Todavía hoy, cuando entro en la página web de mi banco para realizar un movimiento, aparece un anuncio que reza: «Señor Millás, ¿necesita 2.000 euros?». A continuación me dice lo fácil que me resultaría conseguirlos. Pues claro que los necesito, amigo, siempre hay algún agujero que tapar, pero hemos hecho este agujero grande a base de tapar agujeros pequeños.

Lo cierto es que debemos una fortuna, individualmente y como país. No me pregunten a quién se la debemos, porque el asunto está cada día más embrollado. Uno cree que contrae su deuda con el banco de la esquina de toda la vida, y resulta que el banco se la ha vendido a un señor de Hong Kong que si no le pagas rápido te rompe las piernas. De hecho, estamos rodeados de países con las piernas rotas. Ahí tienen a Grecia, a Irlanda, a Portugal… A nosotros, de momento, sólo nos han quebrado los tobillos. A ver si hay suerte y no continúan subiendo. El modelo es del hampa. Usted le pide 1.000 euros a su cuñado para apostar en las carreras (le han dado un chivatazo), y cuando el chivatazo falla resulta que su cuñado ha vendido la deuda a un hampón con el que pocas bromas.

Pocas bromas, en fin. De un modo u otro saldaremos la deuda adquirida en los tiempos en los que gozábamos de una «capacidad de deuda» ilimitada. Y la pagaremos individualmente y como país. Quiere decirse que pagarán justos por pecadores. En otras palabras, romperán muchas piernas de gente que jamás pidió un préstamo.

divendres, 19 de novembre del 2010

Fuera de mi

FUERA DE MI

Estoy lejos de casa por razones de trabajo. Gracias a un programa informático y a las cámaras que he dispuesto en las habitaciones, puedo entrar en ella desde mi portátil. Visitar de este modo clandestino mi propio salón es como penetrar dentro de mi cráneo a espaldas de mí mismo. Mis ideas o mis obsesiones (no es fácil distinguir las unas de las otras) son mis muebles, mis libros, mi chimenea y los objetos repartidos por aquí o por allá. Quiere decirse que mis ideas no son mías, puesto que toda la vivienda está equipada con muebles de Ikea. Nunca había visto con tanta claridad que, más que pensar, soy pensado, y por un empresario sueco para más extrañeza, pues jamás he visitado aquel país. ¡De qué sitios tan raros nos vienen las ideas que tomamos por nuestras! En esto, aparece una sombra y, enseguida, el cuerpo que la proyecta. Se trata de una amiga a la que he pedido que vaya de vez en cuando a echar un vistazo y a regar las plantas. Ella no sabe que me conecto desde la habitación de un hotel, no sabe que la observo. Por alguna razón incomprensible, tras quedarse en bragas y sujetador, recorre el salón manoseando mis libros, mis objetos, mis muebles, mis ideas en fin. Pero también ella, pienso, es una idea mía (quizá una obsesión), yo mismo le facilité las llaves del piso. Sabía que las mujeres se paseaban desnudas por el interior de mi cráneo, pero no de mi piso. Compruebo con perplejidad que tengo pocas ideas, y todas de una pobreza extrema. Mi amiga no es sueca, es extremeña, pero encaja bien con los muebles de Ikea. Ahora se ha sentado en el sofá que yo mismo armé con la paciencia del que arma un sistema filosófico y ha encendido mi televisión holandesa (una Philips). Empieza a masturbarse, de modo que salgo a cien por hora de mi propio cráneo (¿o era mi piso?) y me quedo en suspenso, como fuera de mí.

dimecres, 17 de novembre del 2010

Cacahuetes y almendras

CACAHUETES Y ALMENDRAS

En la mesa de al lado, una señora rubia, muy maquillada, de pelo corto, le decía a un capitán del Ejército de Tierra:

-Necesito tener una biografía.

-¿Y eso? -preguntaba el capitán separando la gorra de la Coca Cola de la señora, por miedo a que se manchara.

-Para compararla con la mía -replicaba la señora con expresión de angustia.

-Pero eso es absurdo -señalaba el capitán-, tú no puedes comparar tu biografía con la de Hitler, por ejemplo.

-¿Qué quieres decir con que yo no puedo comparar mi biografía con la Hitler?.

-Pues eso, que son vidas muy distintas.

-¿Es que no me crees capaz de invadir Polonia?

-Francamente, no.

Se hizo un silencio atroz en el que los segundos comenzaron a discurrir como plomo líquido. A fin de aliviar la tensión, tomé un sorbo de mi gin tonic haciendo mucho ruido con los hielos. Luego carraspeé con exageración y miré hacia otro lado, para no levantar sospechas. Como el silencio continuara espesándose en torno a la mesa de al lado, pero alcanzando con sus efectos letales a la mía, llamé a gritos al camarero y le pedí un plato de almendras fritas. Me caen fatal, pero mejor que los cacahuetes y las aceitunas, que eran las alternativas de este bar.

-Así que no me crees capaz de invadir Polonia -repitió entonces la señora rubia de pelo corto en un tono que daba miedo oir.

-Pero mujer -dijo en tono conciliador el capitán-, ¿qué tienes tú contra Polonia?

-La cuestión -respondió ella- no es lo que tenga o deje de tener contra Polonia, sino si tú crees que soy o no soy capz de invadirla.

-Vale, eres capaz. ¿Y ahora qué?

-Ahora neceisto leer una biografía.

-¿La de Hitler, por ejemplo?

-¿La de ese mamarracho? Ni hablar.

Total que acabé con las almendras y pedí unos cacahuetes.

diumenge, 14 de novembre del 2010

Inmigrantes natos

INMIGRANTES NATOS

En la mesa de al lado, un padre y un hijo hablaban de la vida (los padres y los hijos, con independencia del tema que les ocupe, siempre hablan de la vida). El padre le decía al hijo que del mismo modo que Valladolid sigue existiendo cuando el tren abandona su estación, la Edad Media continúa en pie después de que la humanidad haya pasado por ella.

—Se demostrará —añadía— cuando seamos capaces de viajar a través del tiempo.

—Entonces, ¿los neandertales continúan existiendo? —preguntaba el hijo.

—Claro, allí siguen, donde los dejamos hace miles de años. ¿Por qué me lo preguntas?

—No, por nada —respondía el hijo.

Como el padre insistiera, el chaval acabó confesando que estaba enamorado de una chica neandertal que había visto en un documental de la tele. Me llevé el vaso a los labios para disimular mi turbación al tiempo que el padre se llevaba un churro a la boca para disimular la suya.

—Pero sería una actriz que hacía de neandertal —decía el padre.

—Sí, pero los neandertales parecían buenas personas, mejor que los sapiens —argüía el hijo.

En esto, recordé que yo había visto también aquel documental en el que los neandertales no se metían con nadie. Dentro de su opacidad especulativa, parecían personas sensatas, bondadosas, solidarias. Y tenían habilidades raras, como la de masticar el cuero para ablandarlo y que les sirviera de abrigo. Recuerdo haber pensado que los neandertales, en aquel documental, se comportaban como si no comprendieran nada, mientras que a los sapiens no había quien los aguantara de chulos. También yo me había identificado con los neandertales, que parecían inmigrantes en tierra extraña (servidor de ustedes es un inmigrante nato).

El caso es que el padre se quedó triste, como si le diera pena haber alumbrado a un hijo neandertal (la verdad es que el chico tenía las cejas muy juntas), mientras que a mí me pareció esperanzador que aún quedara gente así en el mundo. Así que pedí otro gin tonic para celebrarlo.

divendres, 12 de novembre del 2010

Ecumenismos

ECUMENISMOS

Estos de Batasuna es que no se enteran. Les bastaría con acogerse a la Cláusula Dragó para que les dejaran presentarse a las elecciones sin necesidad de condenar la violencia. Después de todo, el crimen es un asunto literario desde el principio de los tiempos. Imaginen qué habría sido de la Biblia sin la muerte de Abel. Así que no seamos estrechos, por favor, que vivimos presos de la puta corrección política, del buenismo idiota, del qué dirán. Menos mal que quedan intelectuales y políticos capaces de salirse del rebaño. Y es que a la literatura le quitas la novela criminal, la lucha armada y la pederastia y se queda en bragas, nunca mejor dicho. ¿Cabe imaginar una historia de las letras sin Henry Miller, sin Stephen Crane, sin Patricia Highsmith...? ¿Por qué una adolescente oriental puede devenir en un objeto en manos de un macho español y un adversario político no puede cosificarse en manos de un patriota vasco? ¿Qué forma de puritanismo es esa? ¿Es que no podemos dejar de inventar nuevas formas de censura, de totalitarismos, de pensamientos únicos? ¡Mira que solidarizarse con las niñas (¡dos zorritas asiáticas!) en vez de aplaudir al turista sexual, que se empleó con ellas de forma sucesiva cuando le sobraba testosterona y tamaño para atacarlas a la vez!

Como esos otros que en la guerra de Irak se identifican con las víctimas civiles y en la de España con los republicanos. ¿De qué nos sirve entonces haber leído a Nabokov, a Enrich Maria Remarque, a Simenon? ¿Cómo es posible no darse cuenta de que cuando el alcalde de Valladolid imaginaba lo que haría con los "morritos" de una ministra del Gobierno de España (¡España!) estaba emulando a Garcilaso?

¡Menos mal que aún sabemos recibir como se merece a Benedicto XVI, jefe de un Estado dictatorial, homófobo, misógino y al que tanto debe la pederastia ecuménica!

diumenge, 7 de novembre del 2010

En el bar inglés

EN EL BAR INGLÉS

Una vez más, y porque nada es lo que parece, la percepción nos ha engañado. Resulta que el alcohol, según la revista Lancet, es la más perniciosa de todas las drogas, incluidas la heroína y el crack, que ocupan el segundo y el tercer puesto. Salgo a la calle y observo que hay más dispensarios de alcohol que farmacias. Un bar, otro bar, una cafetería, otra cafetería, un pub, otro pub, y así de forma sucesiva. Puedo elegir dónde tomar mi gin tonic de media tarde sin problemas. Y puedo contarlo sin ser acusado de apología del consumo. Mi gin tonic, quizá porque es legal, no hace daño a nadie, ni siquiera a mí mismo. Tal vez a largo plazo…, pero a largo plazo hace daño todo, incluido el jamón. Lo que más daño hace a largo plazo es nacer, y no por eso se prohíbe, al menos entre nosotros, porque en China continúa perseguido, creo que por razones demográficas.

Pienso en todo esto mientras me tomo el gin tonic de media tarde. Hoy he elegido un bar inglés con mucha madera, asientos tapizados en rojo, y una diana con dardos que nadie utiliza. Me he sentado a la barra y me han puesto unas almendras fritas. Me viene a la memoria aquel chiste genial:

—Póngame un vermut, pero si aceitunas, por favor.

—Tendrá que ser sin almendras porque aceitunas no nos quedan.

Sonrío para mis adentros y un poco para mis afueras también, pues me doy cuenta de que el camarero me observa con curiosidad. Doy el primer sorbo a esta droga que hace más daño que la heroína y el crack. Dado que el gin tonic de media tarde no sólo no ha destruido mi vida, sino que le proporciona un aliciente saludable, me pregunto si debo entregarme también a la heroína y al crack, por este orden, y vuelvo, sin poder evitarlo, a sonreír para mis adentros y mis afueras. Luego me pregunto qué haría yo si prohibieran el gin tonic. Beber un gin tonic en la clandestinidad no es fácil, ni saludable, tampoco placentero. Quizá me diera a los jarabes para la tos, que de momento los venden sin receta. El caso es que no hay quien aguante esta realidad a palo seco. Quiere decirse que la droga más dañina es la realidad, pero a ver quién le mete mano.

divendres, 5 de novembre del 2010

Familia Monster

FAMILIA MONSTER

Si nueve de cada 10 estrellas usan Lux, ¿seremos capaces de utilizar Palmolive? En lo que las encuestas tienen de espejo de la realidad, nos gusta reconocernos. Mira, estamos aquí, entre quienes piensan que debe presentarse Zapatero, entre los que detestan a Rajoy, entre los que desean que gane el PSOE aunque creen que ganará el PP, etcétera. A menos que tengamos vocación de malditos, nos satisface encontrarnos en una u otra de esas porciones demoscópicas. Ahora bien, como la necesidad de sentirnos integrados nos empuja a veces a colocarnos de manera acrítica junto a la mayoría, la encuesta tiene también algo de orden sutil, de mandato invisible. ¿Tendrás tú el valor de situarte aquí cuando siete de cada 10 contribuyentes están allí? Quizá no, quizá, para parecer normal, y ocultar de paso que eres un bicho raro, te apuntes a la generalidad. Hay entonces épocas en las que para ser normal tiene uno que actuar, paradójicamente, como un anormal. Pero nos acostumbramos a todo. Fíjense en lo de Italia, en lo de Valencia, en lo de Alicante, en lo de Castellón...

Quiere decirse que en lo que las encuestas tienen de fotografía familiar, en las últimas parecemos la familia Monster. El problema es que a base de asomarnos a esa imagen una y otra vez, en uno y otro periódico, en este o aquel telediario, nos vamos familiarizando con ella. Por eso tampoco hay suicidios colectivos cuando Rajoy se refiere a Camps (el de los amiguitos del alma) como un paradigma de ejemplaridad, o a Fabra (el de los millones sin justificar) como un modelo de honradez. El horror empieza a instalarse como norma. Las encuestas, en la medida en la que te señalan la cantidad de estrellas que usan Lux (tratando de humillarte si utilizas Palmolive), contribuyen al establecimiento del espanto. Lo que no sabemos es si lo hacen con ingenuidad o alevosía.