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dilluns, 29 de desembre del 2008

Tolerancia y adicción

TOLERANCIA Y ADICCIÓN

Nadie se siente verdaderamente poderoso hasta que se pone al margen de la ley. El coche oficial está bien, quién dice que no. Un ejército de subsecretarios o directores generales atentos a todos tus deseos gusta a cualquiera, claro. Comer gratis cada día en los mejores restaurantes es, cómo negarlo, una delicia. Viajar en primera a costa del presupuesto del Estado produce cosquillas en el vientre, esa es la verdad. No hacer cola en el cine, en la pescadería, en la ópera o en el mostrador de facturación de Iberia es fantástico, sin duda, pero no llena, no mata el hambre de poder que nos constituye. Que al llegar a casa estos días tan señalados encuentres el recibidor lleno de cestas de Navidad enviadas por personas que te deben favores, o que aspiran a debértelos, sacia momentáneamente las necesidades del ego propio y del familiar. Qué importante es mi padre, dicen los hijos. Qué potencia, la de mi marido, piensa la esposa. Qué suerte la de mi vecino, comentan los del tercero A.

Pero el poder, como la mayoría de las drogas (y de los fármacos), crea tolerancia y adicción. Llega un punto en el que todo lo enumerado más arriba sabe a poco. Se necesita más. Y no hay expresión de poder semejante a la de vulnerar las leyes desde el mismo lugar desde el que se deberían aplicar. ¿Y si aceptara dinero en vez de cestas de Navidad? ¿Y si creara una policía paralela, al margen de la ley? ¿Y si mandara construir en el cuartel un sótano especial para torturar a los detenidos? ¿Y si empleara los fondos reservados para regalar joyas a las esposas de mis subordinados? ¿Y si aplicáramos a este juez (al fin y al cabo, un colega) una condena leve, aunque su falta haya sido grave? ¿Y si permitiéramos a los EE UU transportar presos ilegales por nuestro territorio?

Eso es poder, tío, lo demás son bagatelas (qué rayos querrá decir bagatelas). Por otra parte, a poco talento político de que se disponga, siempre está la coartada del bien común, del sacrificio personal, de los intereses del Estado. Vamos a ver en qué acaba todo esto, pero los espectáculos de demostración de poder a los que estamos asistiendo en las postrimerías del año ponen los pelos de punta.

divendres, 26 de desembre del 2008

Para sobrevivir

PARA SOBREVIVIR

Si los marcianos enviaran un espía a la Tierra para que averiguara qué rayos es la Navidad, su informe resultaría delirante. De entrada, lo primero que tendría que decir es que la Navidad es una fecha. Pero si buscara en el diccionario la palabra fecha, su confusión aumentaría (vayan ustedes mismos al diccionario y compruébenlo). De manera, se diría el pobre marciano, que la gente celebra una fecha. Si investigara mucho (pero mucho), descubriría que «la fecha» coincide con el nacimiento, hace más de dos mil años, de un tal Jesucristo, que por lo visto era mitad hombre y mitad Dios. Y si, llevado por una curiosidad extrema, averiguara qué predicaba aquel ser y qué prácticas desarrollamos durante estos días (tan señalados) en su memoria no entendería nada.

Si el marciano lograra incrustarse en una familia (cristiana o no), se asombraría al comprobar que entre los fundamentos teóricos de la Navidad y su concreción práctica, no hay absolutamente ningún punto en común. Mientras por arriba se habla de paz y unidad, por abajo las familias se despellejan entre sí como en ninguna otra época del año. Más aún, se reúnen con personas a las que no ven durante meses, porque se llevan mal con ellas, sin otra finalidad que la de recordar que se llevan mal. En muchas casas, añadiría el informe del marciano espía, se colocan unas instalaciones llamadas belenes, llenas de figuritas humanas y animales rotas. Hay figuras a las que le falta una pierna o un brazo y patos o gallinas a los que les falta la cabeza. En algunos de estos belenes aparece también un señor cagando.

Si un marciano ocupara el cuerpo de un esposo (o de una esposa, o de un hijo, o de un cuñado, da lo mismo), sería descubierto enseguida, pues para comportarse de forma tan contradictoria y vil como los seres humanos en estas fechas tan señaladas no basta con hacer un cursillo de tres días. Hay que haberlo mamado. No obstante, un modo estupendo de sobrevivir a la Navidad consiste en imaginar que uno es un marciano empotrado en una familia española y comportarse como tal. La diversión está asegurada.

dilluns, 22 de desembre del 2008

Diente de muerto

DIENTE DE MUERTO

Pese al tráfico -endiablado-, el taxista estaba muy contento. Le pregunté por qué y dijo que había conseguido harina de almorta para hacer gachas en Nochebuena. Le pregunté qué era la almorta y me explicó que se trataba de una leguminosa con multitud de usos gastronómicos.

-En algunos sitios -añadió- la llaman arvejo cantudo, arvejote, diente de muerto o garbanzo de yerba. Pero en La Mancha siempre ha sido almorta.

Almorta y diente de muerto, dos nombres inquietantes cuyo origen, pese a su erudición, no supo explicarme. Imaginé una harina hecha de dientes de muertos y se me pusieron los pelos de punta. Mientras tanto, el hombre seguía dándome unas explicaciones absurdas sobre la leguminosa, que por lo visto tenía mucha fibra y era baja en grasas.

-Creo que viene de la India, donde se toma desde hace más de cuatro mil años.

La asociación entre La Mancha y la India no mejoró las cosas. Entonces pensé que aquella situación se parecía más a un sueño que a un suceso real. ¿Qué hacía yo dentro de un coche (aunque fuera un taxi), con un señor al que no había visto en la vida, hablando de la harina de almorta? Comprendí, como jamás hasta ese instante, que la vida era, efecto, un sueño y que lo que tomamos por vigilia es con frecuencia una continuación de lo que nos ocurre cuando nos encontramos entre las sábanas.

El caso es que el hombre estaba como unas castañuelas de contento por aquel tesoro que llevaba en el asiento del copiloto, dentro de una bolsa de plástico. No fue necesario que le preguntara por qué hacía gachas en Nochebuena. Se trataba, me explicó sin que yo hubiera abierto la boca, de una tradición familiar, pues su padre, que había nacido o muerto (ahora no caigo) el 24 de diciembre, las hacía siempre en esa fecha.

-Pero cuando yo me muera -añadió-se acabó. Primero, porque cada día es más difícil encontrar la harina y, segundo, porque mis hijos no comprenden la importancia de las tradiciones familiares.

En esto, llegué a mi destino y salí del coche, pero habría sido más verosímil decir que salí de la cama. Felices fiestas.

divendres, 19 de desembre del 2008

Aclaración

ACLARACIÓN

A ver si nos ponemos de acuerdo con el significado de las palabras porque esto empieza a parecer la Torre de Babel. Esos chicos que se encadenan a las puertas de una reunión del G-8 no son antisistema. Por el contrario, lo fortalecen al dar trabajo a la policía. Antisistema es el que bombardea un país entero amparado en una documentación falsa fabricada por él mismo. Antisistema es el cómplice de esa acción. Antisistema es el que colabora en el traslado ilegal de seres humanos secuestrados a punta de pistola para ser torturados en agujeros antisistema como Guantánamo. Antisistema es el juez que en vez de comportarse como un poder del Estado hace declaraciones propias de un tonto del culo. Antisistema es el que pretende convertir a la Universidad en la correa de transmisión de los intereses empresariales. Antisistema es el banquero que da préstamos a personas que no tienen ninguna posibilidad de devolverlos. Antisistema es el tasador que valora en 100 un piso de 70. Antisistema son las personas de orden como Madoff, con el que hasta hace cuatro días querían cenar hasta los obispos. Antisistema, por cierto, son los obispos y arzobispos pederastas y quienes les protegen para que no vayan a la cárcel. Antisistema es, por ejemplo, el presidente de la Comunidad de Valencia, que ha estado boicoteando durante tres meses una asignatura (dos, si contamos el inglés) que forma parte del currículum escolar. Antisistema es quien pone sus intereses particulares por encima de la lucha antiterrorista (Aguirre, sin ir más lejos). Antisistema son los supervisores, los gestores, los auditores y los custodios que han estado mirando hacia otro lado. Antisistema es el que presta el dinero gratis, revelando así su auténtico valor de mierda. Antisistema, en fin, es el sistema, que viene a ser lo mismo que si el hígado fuera antihígado.

Efectos "reputacionales"

EFECTOS REPUTACIONALES

El BBVA estima que sus toqueteos sexuales con Madoff le costarán unos 300 millones de euros de «pérdida neta máxima potencial». Han leído ustedes bien: «Pérdida neta máxima potencial», sin comas o conjunción alguna por el medio. Ni usted ni yo, personas sencillas y atareadas, sabemos lo que quiere decir «pérdida neta máxima potencial». Pese a ello es dudoso que nos engañaran con el timo de la estampita, que era más o menos a lo que se dedicaba Madoff. Pero no es todo. En una nota de prensa, el citado banco se define como «estructurador de productos referenciados a fondos de inversión de terceros», que tampoco tenemos idea de lo que significa. ¿Pero cómo es posible que a un «estructurador de productos referenciados a fondos de inversión de terceros» se la den con queso? Quizá por eso mismo, porque en lugar de arruinarse, que es lo que le ocurre a la gente normal, tienen pérdidas netas máximas potenciales, y porque en lugar de ganarse la vida como Dios manda, se dedican a estructurar productos referenciados a fondos de inversión de terceros. Va tanto el cántaro a la fuente que al final se rompe.

Ahora que Camps ha renunciado a dar Educación para la Ciudadanía en inglés, porque los alumnos no se enteraban, debería ser obligatorio hablar en un español inteligible, porque, claro, a usted le aconseja el director de su banco invertir en productos referenciados, y usted, por no preguntar, porque le da vergüenza, firma donde haga falta. Y si luego, en vez de confesarle lo que ha perdido, le habla de pérdidas netas máximas potenciales, no sabe usted si debe tirarse por la ventana o abrir una botella de champán. Lo increíble es que con ese lenguaje sin sintaxis ni sindéresis (qué rayos querrá decir sindéresis) el tal Madoff se ha llevado al huerto a los tíos más listos de la clase. Rodarán cabezas, suponemos, para paliar los efectos «reputacionales», palabro que también ha circulado estos días en los medios económicos. Menos mal que los inversores tenían una gran cultura financiera. Si llegan a ser como usted o como yo, unos paletos, les sacan los ojos. Lo que hace falta es que todo esto sea para bien y que a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga, que no sé lo que quiere decir. Buenos días.

dimecres, 17 de desembre del 2008

Desplazamientos del significado

DESPLAZAMIENTOS DEL SIGNIFICADO

Aunque la expresión hedge funds no se encuentra en el método el inglés en mil palabras, ya forma parte de nuestro vocabulario. Ignoramos lo que significa de forma literal, pero huele a estiércol, por no decir a mierda, que es de mala educación. Escuchas en una cena hedge funds y tienes que disculparte para ir a vomitar. Hasta hace poco, cuando sólo la conocían unos pocos, la expresión hedge funds sonaba a aventura empresarial, a riesgo económico, a dinero fresco, a corbata de seda. Al poco de que Aznar dejara la política, fue contratado por Centaurus Capital, una empresa de hedge funds precisamente (Dios los cría y ellos se juntan). Entonces, estas sociedades aún gozaban de prestigio por su asociación con el riesgo. Las connotaciones literarias del riesgo han hecho estragos en todos los sectores de la vida, pero cómo imaginar que llegarían a los campos de golf.

La hedge funds de Bernard Madoff cogió mucha pasta en esas instalaciones deportivas donde hay mucho recién llegado. Aznar, cuya naturaleza es la de un recién llegado, se dejó fascinar por los palos de golf, por el Escorial y por los ranchos tejanos. En esa situación, sólo faltaba que llegara un promotor ofreciéndole una hedge funds para que entrara de cabeza. Y entró. Ya veremos cómo sale, porque no tenemos noticia de Centaurus Capital. De momento ha caído la de Bernard Madoff, que ofrecía «suculentos retornos». Donde se lee «suculentos retornos», entiéndase beneficios desproporcionados, o beneficios a secas, si usted prefiere no adjetivar. Quiere decirse que usted ponía un dinero y ese dinero volvía al poco multiplicado. De ahí la expresión «suculentos retornos», que pronto figurará en los métodos de el español en mil palabras.

Total, que Bernard Madoff era un gurú. Eso es lo que dicen de él, que era un gurú, término que literalmente, en el hinduismo, significa maestro espiritual o líder religioso. Dado que ni Madoff ni quienes le confiaban su pasta eran hinduistas, habrá que atribuirle el segundo de los significados del diccionario de la RAE, es decir, «persona a quien se considera maestro o guía espiritual», o sea, un chorizo (desplazamientos del significado).

dilluns, 15 de desembre del 2008

Ambigüedades lingüísticas

AMBIGÜEDADES LINGÜÍSTICAS

«Violación de derechos humanos». Con esta expresión antiséptica nos referimos a los grandes crímenes, a las transgresiones feroces, a los asesinatos que se cometen desde los despachos con moqueta. Si usted mata a su vecino, lo veremos llegar al juicio con el rostro tapado por el abrigo y lo veremos salir entre los insultos de la gente congregada a la puerta del tribunal. Y usted se lo merecerá, por haber quitado la vida a un ser humano. Pero si usted, en vez de liquidar a un individuo concreto, se limita a cometer una «violación de los derechos humanos», es decir, a asesinar a lo grande, a usted no le pasará nada. Y si el juez le requiere, no tendrá que taparse el rostro al entrar en la sala, sino que lo mostrará con orgullo a las cámaras. Sí, yo fui, dirá retadoramente a la prensa, y lo haría otra vez. A la puerta del juzgado, en vez de los parientes de las víctimas, le recibirán sus incondicionales con aplausos y vivas.

La guerra de Iraq fue un caso flagrante de violación de derechos humanos. Se mató a lo bruto, se destruyó sin tasa, se violó sin medida. ¿Hay alguien en la cárcel por eso? Nadie, no hay nadie. Pero mate usted a su vecino y verá la que le cae encima (y con razón). Secuestrar a la gente está prohibido. Pero si además de secuestrarla la trasladas en la bodega de un avión a un zulo donde la torturas de manera incesante, te estás jugando la perpetua, al menos que lo hagas a lo grande, en plan Bush. Si trabajas al por mayor, puedes incluso llegar a acuerdos con políticos de otros países que colaborarán sin problemas con tus crímenes. Algunos políticos españoles firmaron, en la época de Aznar, un documento por el que se hacían cómplices de tales acciones. Pero no se ha juzgado a nadie ni se juzgará, porque hemos decidido denominar a esa barbaridad «violación de los derechos humanos», una cosa que está más o menos bien vista.

El Vaticano se ha opuesto hace unos días a una iniciativa para despenalizar mundialmente la homosexualidad, que en muchos países significa una condena a muerte. La posición de la Iglesia no ha provocado ningún escándalo porque estamos de nuevo ante una «violación de los derechos humanos». Vaya por Dios.

divendres, 12 de desembre del 2008

Carta a Papá Noel

CARTA A PAPÁ NOEL

No sabemos si hay más ansiolíticos que ansiedad o más ansiedad que ansiolíticos, pero sí que hay más bienes de consumo que dinero para comprarlos. Va uno por la calle, ve los escaparates, entra en los comercios. Me quedaría con esto y con esto otro y con lo de más allá. Pero ni a plazos. No podríamos adquirir nuestros caprichos ni empezando a pagar el año que viene, y eso, quieras que no, provoca ansiedad. Quiere decirse que los ansiolíticos deberían considerarse bienes de consumo (en el caso de que no sea así).

-¿Cuánto cuesta este ordenador portátil, señorita?

-Dos mil euros, señor.

-Qué agonía, no me da el presupuesto.

-Entonces tómese usted este ansiolítico.

La Seguridad Social, por lo que a mí respecta, debería recetar ordenadores en vez de pastillas. A mí me das un ordenador que pese medio kilo y se me quita la ansiedad de golpe, al menos por un rato. También es cierto que con lo que cuesta un ordenador de medio kilo puedo comprar ansiolíticos para el resto de mi vida. Lo que no sé es por qué los ordenadores se venden sin receta y los ansiolíticos no. Luego nos quejamos de que la gente no consume. Si es que no hacen más que poner trabas.

Además está lo del miedo, lo de la burbuja inversa, podríamos decir. Antes de la crisis te preguntabas si te podías comprar un coche de quince metros o un ático de 200 y todo el mundo te animaba. Venga, sí, hombre, pides un par de créditos con cuatro avales cruzados y te das el capricho. Ahora, en cambio, la gente no se toma un café por si acaso. ¿Por si acaso qué? Por si acaso se acaba el mundo y necesitas el euro para atravesar la laguna Estigia, y perdón por la referencia cultural. Por cierto, ¿hay más cultura que ignorantes o más ignorantes que cultura? Si todo el mundo se decidiera estas navidades a consumir cultura, ¿seríamos capaces de satisfacer esa demanda? Quizá no. Pero no se dará el caso. La única demanda que sube es la de los ansiolíticos, aunque no sé si queda bien que los Reyes te traigan una caja de Orfidal. Le pega más a papá Noel, a quien me dispongo a escribir en este mismo instante.

Aire

AIRE

El radiador del cuarto de baño estaba hemipléjico, pues la mitad de él permanecía fría. Deduje que tenía aire y que convenía purgarlo, por lo que busqué el destornillador, que no hallé en su sitio, así que tomé un cuchillo de la cocina y caminé con él por el pasillo. Me sobrecogió la imagen de mí mismo, armado, en la soledad de la casa. Por asociación con el cuchillo (y con la fontanería) pensé en mis venas y recordé una película en la que el protagonista se abría las muñecas transversalmente, como casi todos los suicidas frustrados, pues por lo visto hay que cortar en sentido longitudinal. Al aflojar el tornillo del radiador, la espita emitió un silbido. Cuando comenzó a expeler agua con apariencia de saliva, cerré de nuevo la válvula y recogí el agua que había caído al suelo con un pedazo de papel higiénico que arrojé al váter, aunque no tiré de la cadena.

Al regresar con el cuchillo a la cocina pensé en la palabra purgar, tan polivalente. Funcionaba en la fontanería con la misma eficacia que en la moral. De haber en el cuerpo un tornillo que al aflojarlo dejara escapar las impurezas, ¿dónde se encontraría? Era una pregunta retórica, claro, para defenderme del miedo al pasillo y del silencio de la casa. Ya en la cocina, encendí la radio y dijeron que en estos momentos era un deber patriótico consumir. Me pareció rara la idea de una patria (significara lo que significara esa palabra tan siniestra) basada en el hecho de gastar, incluso de malgastar. Por mi parte al menos, lo que necesitaba era lo contrario, una purga. Coloqué el cuchillo cuidadosamente en el cajón, apagué la radio, tomé un bolígrafo y allí mismo escribí estas líneas junto a las que salió un poco del aire -no todo- que ensuciaba los circuitos -con perdón- de mi alma. Al día siguiente encontré el destornillador, que estaba, como yo, fuera de sitio.

dimecres, 10 de desembre del 2008

Antes del tiroteo

ANTES DEL TIROTEO

La gente que se muere durante la crisis debe de sentir, junto al fastidio lógico, cierta sensación de alivio. Es como irse de la reunión de vecinos antes de que empiecen las hostilidades. La vida tiene algo de reunión de vecinos. Llegas a un mundo incomprensible, situado en un suburbio del sistema solar, y, ¡hala!, ahí te las compongas. De repente, sales de la vivienda, tomas el ascensor y coincides con el del quinto y su señora, que están igual de despistados que tú.

- Deberíamos reunirnos -dice el vecino- para decidir si nos hacemos cazadores o agricultores.

-De acuerdo -respondes-, mañana a las ocho en primera convocatoria y a las ocho treinta en segunda.

Pues eso, os reunís, y resulta que un vecino ha inventado la guerra y otro ha inven tado la electricidad y otro más ha descubierto la circulación de la sangre y otro se ha entregado a la Teología. Las reuniones de vecinos están bien mientras los niños son pequeños y no hay más remedio que alcanzar acuerdos básicos sobre el funcionamiento de la realidad. Pero a medida que la comunidad envejece son una lata porque salen todas las manías, todas, de los copropietarios.
Nosotros estamos en el momento de las manías, con un edificio, además, hecho polvo (calentamiento global, fusión de los casquetes polares, tsunamis a destajo). Por si fuera poco, algunos vecinos no pagan las cuotas de la comunidad por culpa de la crisis. La vida se está convirtiendo en un asco, en fin. En tales circunstancias, seamos sinceros, morirse no está tan mal.

Ahí os quedáis, parecía decir el rostro de un amigo al que despedimos el otro día. Ha dejado una hipoteca más grande que el valor del piso para el que la pidió, lo que le traía frito durante las últimas semanas. El hombre entró en la especulación tarde y mal, como todas las personas corrientes y después de que su suegra le hubiera dicho mil veces que vivir de alquiler era tirar el dinero. Total, que se murió de asco. Pero yo creo que se murió con cierta sensación de alivio, consciente de que la vida no daba más de sí. Palmarla ahora es como irse del baile antes del tiroteo. R.I.P.

dimarts, 9 de desembre del 2008

Gustos raros

GUSTOS RAROS

Estábamos cenando un grupo de amigos cuando salió a relucir en la conversación el nombre de un escritor del que no sabíamos nada desde hacía mucho tiempo.

«Creo que murió», sentenció alguien sin que nadie lo corrigiera, pues todo el mundo ignoraba qué había sido de él.

Ese «creo que murió» me dejó un poco confuso, como cuando tropiezas con una piedra en un plato de lentejas. El resto de la noche, mientras prestaba una atención mecánica a la conversación, estuve tratando de digerir aquella frase diabólica. «Creo que murió». Quizá, en fin, estaba vivo, quizá no. Tal vez estaba de forma simultánea vivo y muerto, como el célebre gato de Schrödinger.

Cuando llegué a casa, antes de meterme en la cama, investigué en Internet y descubrí que el escritor de marras (qué rayos significará marras) no nos había dejado todavía. ¿Pero cómo evitar, después de aquella cena, que estuviera un poco muerto? Me acosté preocupado. ¿Cuántas personas (políticos, actores, presentadores de televisión) se encontrarían en esa bruma, en esa frontera que separa la vida de la muerte? Mientras venía el sueño, hice una lista de personajes que habiendo estado tiempo atrás muy presentes en mi vida, no sabría decir ahora de ellos si vivían o no. Me salieron siete, cuatro hombres y tres mujeres. Los imaginé haciendo equilibrios en los límites que separaban el más acá del más allá, unas veces en este lado y otras en aquél, unas veces tomando una copa y otras de cuerpo presente. Me dormí con esta idea y esa noche no soñé, o no recordé nada al despertar.

Pero continué dándole vueltas al asunto a lo largo del día siguiente. Imaginé que alguien decía lo mismo de mí («¿Millás?, creo que murió») y sentí una paz infinita. Qué bueno ese deambular entre un lado y otro. En cierta ocasión me encontré en la calle con un pariente lejano de mi mujer al que creía fallecido y hablamos con naturalidad durante algunos minutos.

Al llegar a casa se lo comenté a mi esposa y me dijo que estaba equivocado, que el fallecido era un hermano suyo. A mí, sin embargo, no se me quitó de la cabeza la impresión de haber estado hablando con un muerto. Y me gustó, si quieren que les diga la verdad.

dilluns, 8 de desembre del 2008

Los zapatos del muerto

LOS ZAPATOS DEL MUERTO

Ha bajado la venta de joyas, pero ha subido su alquiler. Suena raro lo de alquilar joyas. Hay algo turbio en esa actitud. En cierta ocasión no tuve más remedio que acudir a una cena de etiqueta para la que carecía de esmoquin. Algunos amigos que ya habían pasado por semejante trance me recomendaron que lo alquilara. Pero me daba aprensión, como ponerme las prendas de un muerto. La ropa tiene una capacidad tal de absorbernos el alma, o una porción de ella, que me parecía que si iba a aquella cena con un traje alquilado, el premio que me tenían que entregar lo recibiría otro. Finalmente decidí comprar el esmoquin, aunque no volviera a usarlo nunca. Desde entonces cuelga, como un ahorcado, de la percha de un armario donde conservamos la ro pa que no nos volveremos a poner, pero de la que no sabemos cómo deshacernos.

Dirán ustedes que los establecimientos de alquiler de prendas de etiqueta llevan al tinte la ropa cada vez que es usada. Cierto, pero el tinte quita las manchas, no el alma. El alma no sale ni con lejía. Un tejido impregnado de alma es más difícil de limpiar que la tinta del bolígrafo. Recuerden ustedes aquel traje de chaqueta de Monica Lewinsky que al cabo de los meses todavía conservaba, junto a la identidad de la propietaria, el aroma del semen de Clinton. Hay prendas con dos identidades. Aquélla era una de ellas. Y no decimos nada de los zapatos, porque si hay alguna prenda de vestir que conserva los vicios de su primer dueño es ésta. Si usted se pone las botas de un patizambo, caminará como él, sin duda. Y si se pone las zapatillas de un zurdo, se levantará con el pie izquierdo.

Hay algo turbio, decíamos, en el hecho de alquilar una joya para dar el pego. ¿El pego de qué? ¿De que es usted una persona rica? Percibiríamos también esa turbulencia insana en alguien que alquilara unos harapos para parecer pobre. Si no tiene usted joyas de verdad, vaya con las de bisutería, que las hay magníficas. Si no está acostumbrado a los harapos, vístase de clase media. Pero no trafique usted con almas, por favor, que a eso es a lo que se dedica el diablo, especialmente en las fechas tan señaladas que se nos vienen encima.

divendres, 5 de desembre del 2008

El capitalismo

EL CAPITALISMO

Mi cuñado propuso que brindáramos por la defunción del capitalismo, como suena, y por el regreso de Marx, que estaba al caer. Pero si el capitalismo ha muerto, dije yo, por qué Botín tiene tan buen aspecto. Me miró con un poco de lástima, como si yo fuera un pesado al que hubiera que explicarle todo siete veces, y me acusó de anticlerical anarcoide (siempre me llama anticlerical anarcoide, venga o no a cuento). Luego dijo que le pusiera otro gin tonic con menos hielo, para que no se le aguara. Cuando regresé con la bebida le pregunté por qué continuábamos comiendo sardinas si el capitalismo había muerto y dijo que porque eran buenas para el colesterol, como todo el pescado azul. Yo seguía sin verlo claro. El capitalismo había tropezado, de acuerdo, pero quienes se estaban dando de bruces contra el suelo éramos nosotros. De todos modos me callé, para no discutir. Al rato, y dado que me miraba de forma retadora, como invitándome a que continuara despejando mis dudas, le pregunté si aboliríamos por fin la propiedad privada (mi cuñado tiene un apartamento en Torrevieja, además del piso de Madrid), y me dijo que no, que evolucionaríamos hacia un modelo mixto de socialismo y economía de mercado, como los chinos. Entonces, por decir algo, dije que los chinos no tenían derechos humanos. Derechos humanos, derechos humanos, repitió él haciéndome burla, qué tendrá que ver la gimnasia con la magnesia, estamos hablando de economía, chaval, no de mariconadas, y esta ginebra es una mierda. La ginebra era normal, ni cara ni barata. Además, sólo la compraba por él, porque yo no bebo. En esto, entró mi mujer y preguntó de qué hablábamos. Del hundimiento del capital, dije yo, y de la abolición de la propiedad privada. Pues dejadlo para luego, dijo ella, y preparad la mesa, que está a punto de salir la primera tanda de sardinas.

Maná

MANÁ

Suena el despertador, pero decido darme un día de vacaciones porque me encuentro flojo (no mal, flojo). Afuera hace un día desapacible, de frío y lluvia. Acaban de decir por la radio que quizá nieve. Apago el aparato, me cubro hasta las cejas y me doy la vuelta, cayendo enseguida en un estado cercano al sueño, aunque sin llegar a él. Siento una gran relajación muscular y penetro en la dimensión de la cámara lenta. Imagino un mundo en el que todo funciona a menos revoluciones por minuto de las habituales. En ese mundo no hay crispación porque no hay forma de compatibilizar la agresividad con la lentitud. Resulta imposible ser violento si haces las cosas despacio. En ese mundo lánguido, pausado, flemático, las personas se ceden el paso todo el rato. Los automóviles más apreciados, y quizá los más caros, son los que corren menos. Tenemos todo el tiempo del mundo para hacer las cosas, tenemos toda la vida para ir de acá para allá. ¿Por qué correr?

En ese estado de relajación total en el que me encuentro, comienza de repente a suceder algo extraordinario. Con los ojos cerrados, veo caer sobre mi cabeza una lluvia de ideas a las que me acerco perezosamente. Las olisqueo, las valoro. Me trago unas y otras no. Una vez en el estómago, comienzo a realizar una digestión absolutamente productiva. Me pregunto de dónde vienen esas ideas que llueven sobre mi cabeza como un maná. Pero no logro averiguarlo. Lo único evidente es que no las produzco yo. Llueven sobre mí y me alimento de ellas. En apenas media hora he resuelto el final de un cuento que tenía atascado, he apuntado mentalmente una idea para una conferencia, y se me ha ocurrido (es un modo de hablar, pues no se me ha ocurrido: me ha ocurrido) un argumento para una pieza de teatro.

Al mediodía, me levanto perezosamente. Me abrigo y salgo al jardín para dar de comer a los peces, que están medio aletargados por el frío. Acuden a la comida con una lentitud invernal. Antes de metérsela en la boca, la huelen como yo en la cama olía los pensamientos venidos de no sé dónde. Quizá se pregunten quién les envía aquel maná.

dimecres, 3 de desembre del 2008

Cálculos erróneos

CÁLCULOS ERRÓNEOS

Si yo hubiera estado en la posición de Esperanza Aguirre, habría huido, como ella. Pero yo soy un cobarde. Por eso no aspiro a ser presidente del Gobierno. En algunas cuestiones conviene decir las cosas de forma rápida, para no perdernos en disquisiciones inútiles. Vamos allá: ¿Qué habríamos pensado de un general que hubiera actuado como la presidenta de la Comunidad de Madrid? ¿Qué habría pensado él de sí mismo? ¿Cómo sostener que hizo lo correcto o contemporizar con los consabidos «todos somos humanos» o «en tales circunstancias nadie sabe cómo actuaría»? Un general debe saberlo y Esperanza Aguirre era la generala de aquella delegación. ¿Imaginan ustedes qué se estaría diciendo de Rodríguez Zapatero si en las circunstancias de Aguirre hubiera actuado como ella? Lo imaginan, sin duda, y yo también, además de suscribirlo.

Pero es que luego está el asunto de la rueda de prensa en plan sainete. ¿Puede una persona (humana) con responsabilidades estatales presentarse públicamente de ese modo y soltar ese discurso? No puede, claro que no puede. Lo puedo hacer yo, que además de cobarde carezco de sensatez política. Mientras ella, con sus calcetines y sus zapatos de atrezzo contaba en plan telenovela que había pisado sangre con los pies descalzos, 50 ó 60 compatriotas estaban en una situación realmente apurada, de la que no sabían si saldrían vivos. En cuanto al Gobierno indio, aún ignoraba de dónde procedía el ataque y cómo combatirlo, pues no estaba descrito en los manuales convencionales de terrorismo.

¿Dónde estaba la prudencia política que cabía esperar de una dirigente? En ninguna parte. A la presidenta de Madrid sólo le faltó quitarse los zapatos y los calcetines de atrezzo para mostrar la sangre que ensuciaba la planta de sus pies.

Todos sabemos que a Aguirre la esperaba en el aeropuerto un ejército de asesores y de ayudantes con ropa limpia y champú. Si prefirió salir sucia, fue porque quería montar el número. Y lo quería montar porque hizo cálculos acerca de la popularidad que le reportaría la actuación. Sólo que le salieron mal.

dilluns, 1 de desembre del 2008

¡Qué curioso!

¡QUÉ CURIOSO!

No sé si la crisis nos ha enseñado algo de economía, pero nos está haciendo expertos en fontanería. Antes creíamos que el dinero se movía por donde le daba la gana, como el aire, y resulta que no, que circulaba por unos conductos muy semejantes a aquellos por los que se distribuye el agua. A veces, esos circuitos goteaban por una juntura y el dinero llegaba a donde no debía, y a veces había circuitos paralelos y clandestinos, por los que corría el dinero negro. Pero incluso los circuitos ilegales estaban sometidos a cierta regulación (la delincuencia es un Estado paralelo). Lo que ha ocurrido es que esos circuitos se han vaciado de repente. Golpeas las tuberías y suenan a hueco. Si las abres, aparecen llenas de telarañas. No es que haya un tapón, sino que el dinero disponible está quieto, ignoramos dónde.

Las inyecciones de capital, por parte de los gobiernos, a las tuberías no tienen otro objeto que el de animar al dinero a que salga de donde se encuentre y se incorpore al torrente circulatorio. Aunque la instalación es muy compleja, hay dos puntos de esa red de cañerías esenciales para el buen funcionamiento del sistema: el del consumidor y el del productor de bienes (los llamamos así, bienes, para ahorrar pensamiento). Si el consumidor no gasta, el fabricante de coches se come su producción, además de no llegarle el dinero para seguir fabricando. Entre el consumidor y el productor de bienes hay multitud de circuitos menores, de codos y recodos por los que el dinero hace de las suyas. Pero también esos codos y recodos se han quedado secos. Soplas en el grifo y suena a instrumento de viento. Lo que no sabemos es si el soplido llega a Bilbao o a Wisconsin, pues la globalidad consiste en que todas las tuberías del universo mundo permanecen interconectadas.

Cuando uno lee las cantidades que el gobierno de EE UU está inyectando a las tuberías, se le ponen los pelos de punta, pues no sabe ni pronunciarlas. Los resultados, sin embargo, no se aprecian. Unos piensan que la solución está en bajar los impuestos y otros en dar dinero directamente al consumidor, a ver si se anima. Las dos soluciones son básicamente la misma. Pero abres el grifo y sigue sin caer una gota. Qué curioso.