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divendres, 30 de març del 2007

Cuestión de umbrales

CUESTIÓN DE UMBRALES

El dueño del Banco de Santander no sabe, probablemente, lo que cuesta un bocadillo de calamares, pero sí el precio de un yate. En la relación con el dinero, como en la relación con el dolor, cada uno tiene sus medidas. La semana pasada fui al otorrino con molestias en la garganta. Se asomó a mi boca y dijo que la tenía hecha polvo, ofreciéndome un medicamento poderosísimo para el dolor. No me duele, le dije. Pues tiene usted el umbral del dolor muy bajo, respondió asombrado. Otras personas, con un cuadro menos espectacular que el suyo, están en un ¡ay!

Salí absurdamente orgulloso de la consulta y entré en un hotel cercano, con mucho mármol y abundante bronce, a tomarme un té. Llegada la hora de pagar, me clavaron tres euros. Tres euros, traduje, son quinientas pesetas (la mitad de mil). Como no le hemos perdido el respeto a esas referencias, me pareció una barbaridad y estuve a punto de quejarme, pero me pareció que no era un lugar. A nadie le gusta confesar públicamente sus insuficiencias o umbrales económicos. Un día es un día, me dije poniendo un billete de cinco euros sobre la barra. Pero no dejé propina.

Casi todo es cuestión de umbrales. Un café, en la cafetería del Congreso, cuesta 70 céntimos. Quizá estén subvencionados. En todo caso, no es un precio real. Mi dolor de garganta, aunque carece de subvención, tampoco es real. Me sale de manera espontánea. Si yo fuera presidente del Gobierno (Dios no lo permita) y fuera al programa Tengo una pregunta para usted, fracasaría en la respuesta relacionada con las anginas. Todos los periódicos, al día siguiente, titularían: «Millás no sabe lo que duelen las amígdalas». ¿Debería defenderme asegurando que tengo el umbral del dolor muy bajo? Mejor no.

Hay franquistas cuyo umbral de autoconocimiento es tan bajo que se enfadan si los llamas franquistas. En cuanto a Otegi, tiene el umbral de la hombría tan alto que le parece de nenazas renunciar a la violencia. ¿Pero usted renuncia a la violencia o no? Hombre, dicho así me pone en un brete.

El topo

EL TOPO

Un escritor malo recibió de su organización colegial la orden de infiltrarse entre los escritores buenos para estudiar sus hábitos, sus formas de vida, sus contactos. El escritor malo sedujo a una novelista de prestigio que le abrió su casa y bajo cuyo techo escribió, para disimular, novelas buenas que fueron muy jaleadas por la crítica. Y aunque hay escritores buenos que a veces, sin querer, publican libros malos, él, para evitar sospechas, sólo entregaba al editor productos de primera calidad, con mucho monólogo interior y abundancia de oraciones subordinadas. Cada quince días enviaba a los suyos un informe en el que relataba el modo en que los escritores buenos se relacionaban con las editoriales, con el mundo académico, con los periódicos, y en el que daba cuenta también de las marcas de sus colonias, jabones o desodorantes.

Pero hete aquí que la escritora buena, lo sorprendió en cierta ocasión, sin que él se diera cuenta, escribiendo a hurtadillas (qué rayos querrá decir a hurtadillas) una novela mala. Tras esperar a que saliera de casa, revisó el disco duro de su ordenador, descubriendo que practicaba en secreto una literatura previsible, costumbrista, plana, sin ambición formal, etc. Descubrió también los informes que enviaba periódicamente al otro lado, revelando los secretos más íntimos de sus colegas. Dividida entre la fidelidad al amor y a la literatura buena, optó finalmente por ésta denunciando a su amante ante el Comité Nacional de Escritores Buenos, cuyas autoridades procedieron a su detención, aunque le perdonaron la vida a cambio de que en el futuro actuara de topo entre los escritores malos para descubrir sus fórmulas, sus trucos, su cocina.

Convertido de forma involuntaria en un agente doble, pasó el resto de su vida haciendo, desde los dos lados, informes que compatibilizaba con la creación de novelas buenas para los que creían que era un escritor bueno y novelas malas para quienes creían que era un escritor malo. Lo curioso es que no alcanzó la gloria por su obra buena, tampoco por su obra mala, sino por aquellos informes que había escrito sin otra voluntad que la de engañar a unos y a otros al objeto de salvar el pellejo. Todo es imprevisible.

diumenge, 25 de març del 2007

A ver si llega

A VER SI LLEGA

La Play Station 3 es un cerebro de mano en el que puedes activar las zonas que más te interesen con la yema de los dedos. Precisamente ha aparecido al mismo tiempo que la revelación científica según la cual se confirma el papel de las emociones en la formación de los juicios morales. No hay decisión ética en la que no intervenga un trastorno emotivo. Descubierta al fin la zona del cerebro donde se toman las decisiones de orden moral, nos quedamos con la triste idea de que la materia gris está conformada a modo de negociados. Aquí el negociado de la lengua, más allá el del juicio y al otro lado el del sexo. Quiere decirse que nos movemos por el interior de nuestra cabeza como por el interior del ministerio de Hacienda, de ventanilla en ventanilla, solicitando la palabra exacta para un poema de amor o la decisión correcta frente al dilema de elegir entre papá y mamá. Hay días en los que, para nuestra desesperación, algunas ventanillas están cerradas y no hay manera de activar la zona del lenguaje o la de la emoción o la de las gónadas (qué rayos querrá decir gónada).

La Play Station 3 goza, pese a su precio, de tanto éxito porque tiene todos los negociados abiertos las 24 horas al día. Se despierta usted a las cuatro de la madrugada, con el cerebro orgánico embotado por el sueño, o por la botella de vino con la que se narcotizó antes de acostarse, pero en la mesilla de noche le aguarda ese otro cerebro de mano que, conectado al monitor de la tele de plasma, se pone a funcionar al instante. ¿Qué queremos? ¿Jugar a la guerra? Pues sin necesidad de quitarse el pijama puede usted convertirse al instante en un soldado escondido tras unos sacos de arena. El problema de ese cerebro digital es que ofrece pocas prestaciones todavía, sobre todo para personas de mi edad. ¿Por qué no se comercializan, por ejemplo, juegos de adúlteros? Seguro que en el cerebro verdadero (por no decir el de carne y hueso, que da grima) hay una zona dedicada al adulterio que quizá esté al lado de aquella otra donde se resuelven los dilemas morales. Si la Play Station 4 quiere romper todos los récords de venta, deberá tener más ventanillas que la 3. Incluso debería poseer un negociado de la lengua. A ver si llega.

divendres, 23 de març del 2007

El sistema métrico

EL SISTEMA MÉTRICO

Parece que han quitado o van a quitar el cero de las calificaciones escolares con el argumento de que nadie se merece una nota tan baja. Pero tampoco se merece nadie una matrícula de honor y ahí continúan. El cero venía siendo una especie de matrícula de honor inversa. Muchos artistas, de mayores, presumen de haber sacado cero en Física, o en Religión, o en Labores domésticas. Se puede presumir de un cero, pero no de un uno. Sacar un uno es como quedar el segundo en un concurso de tontos, que ya es vergüenza. Además, para salir a flote en la vida tienes que tocar fondo y el fondo, en el mundo académico, es el cero. Desde el uno, por más que patalees, resulta imposible tomar impulso. Las autoridades lo hacen con la mejor intención, pero de buenas intenciones está empedrado el infierno. La autoestima sufre mucho más con un uno que con un cero.

La decisión forma parte de una política dirigida a evitar el sufrimiento. Es hija natural del «progresa adecuadamente» y del «necesita mejorar». Todo el mundo conocía el significado de «necesita mejorar», que hacía tanto daño como un suspenso. Si me apuran, más que el suspenso, pues a la mala nota se añadía la convicción de que el niño carecía de la fuerza moral precisa para aguantar la mala noticia.

-Hijo, necesitas mejorar.

-Y vosotros también. Podríais empezar llamando a las cosas por su nombre.

Por esta vía llegará un momento en el que se suprima el suspenso. La nota mínima será el aprobado, pero con el aprobado no llegarás a nada en la vida, ni siquiera a poeta maldito. Tanta condescendencia con el inadaptado por parte de los adaptados puede producir efectos indeseables. Si Dios hubiera perdonado la vida a Luzbel, no habría teología, ni derecha e izquierda ni arriba y abajo. La bondad mal entendida acaba provocando desorientación espacial, diarrea y vómitos. Vuelvan ustedes a introducir el cero en el sistema métrico y déjense de coñas. Muchas gracias por la parte que me toca.

Pornografía

PORNOGRAFÍA

Encontré una uña en la habitación de un hotel en Barcelona. Me pareció, por el tamaño y el corte, que pertenecía al dedo meñique de una mujer, pues estaba pintada de un rojo muy intenso. Di con ella en el congelador de la nevera, al sacar un hielo para el güisqui. Dada su perfección, pensé que era postiza, y la guardé en el bolsillo como uno de esos fetiches que se acarician a escondidas. A veces, tratando de imaginar a su dueña, aparecía dentro de mi cabeza una mujer sofisticada que iba abandonando por los hoteles uñas, mechones de pelo, quizá también ojos de cristal. De vez en cuando sacaba la uña del bolsillo y la observaba largamente. Me gustaba fantasear que era de verdad, aunque ello me creaba algún dilema, pues las uñas de verdad no se caen solas.

Un día, al ir a pagar el café, apareció la uña entre las monedas, y mi mujer preguntó qué rayos era aquello. No sé, dije, déjame ver. Cómo que te deje ver, replicó ella, es una uña postiza, ya me dirás de quién. Le conté entonces la verdad, que me la había encontrado en la nevera de un hotel, y ella dijo que qué casualidad, porque parecía la misma que le había desaparecido de una de sus colecciones. La más cara, pues era de porcelana. Comprendí que creía que se la había robado yo, pero no encontré el modo de defenderme y quedé como un perverso, o como un idiota. Ella se guardó la uña y no volvimos a hablar de un asunto que me dejaba en tan mal lugar.

A los pocos días volví a Barcelona, y en el hotel me dieron por casualidad la misma habitación. Estuve trabajando todo el día y por la noche, antes de meterme en la cama, al ir a prepararme un güisqui, vi brillar algo al fondo del congelador. Era otra uña, de la misma calidad, pero esta vez del dedo pulgar. Tras observarla detenidamente, preferí dejarla en su sitio y hacer como que no la había visto. En esto sonó el teléfono. Era mi mujer preguntándome por la uña del pulgar que acababa de echar en falta. ¿No me la habrás cogido tú también?, preguntó. Iba a decirle que no, pero las evidencias me hicieron dudar y contesté que sí, que la tenía en el congelador de la nevera de la habitación. Se hizo un silencio y colgó. Yo encendí la tele y me dormí viendo una peli pornográfica.

dijous, 22 de març del 2007

La propiedad privada

LA PROPIEDAD PRIVADA

El procesador de textos de mi ordenador acepta el nombre propio Enrique, por ejemplo, pero no Mohamed, bajo el que coloca una ominosa (qué rayos querrá decir ominosa) raya roja. Y reconoce la palabra literatura, pero no el término antiliteratura. Acepta antihéroe, pero no antitaurino, y prefiere eyacular a correrse. Con el paso del tiempo, he aprendido a torearle (y a tolerarle), lo mismo que él a mí, supongo. Lo cierto es que al final el que se lleva el gato al agua soy yo, pues si le doy la orden de incluir una palabra nueva en su vocabulario, la incorpora al instante, sin decir ni pío, aunque se trate de una palabra loca y sin significado. Le he obligado a tragarse Mohamed y antiliteratura. Dejaré antitaurino para otro día, pues tampoco es cuestión de abusar de mi posición de poder. Anteriormente, tuve que pelear por mierda y por culo y por gilipollas, de las que no había oído hablar hasta que me planté.

En los procesadores de texto chinos acaban de incluir la expresión propiedad privada. Es más difícil aceptar la propiedad privada que la palabra mierda, sobre todo porque no sabe uno por dónde se debe comenzar la privatización. En mi opinión, la propiedad privada esencial, de la que dependen todas las demás, es el cuerpo. El cuerpo, pese a constituir una importante fuente de ingresos, no debería pertenecer al Estado ni siquiera en los regímenes comunistas. Hasta ahora, los chinos ganaban una pasta con el tráfico de órganos, pues las autoridades de aquel país tenían nacionalizados los hígados y los riñones y los aparatos respiratorios. A veces, te fusilaban por un quítame allá esas pajas con el único objeto de sacarte las vísceras, que vendían por un ojo de la cara a los hospitales de occidente.

¿Comenzarán los chinos la privatización de la realidad por el hígado o por la vivienda? Curiosamente, en las sociedades capitalistas el cuerpo es lo único que no se puede comprar más que en el mercado negro. Y la eutanasia se persigue más que la usura. Los anuncios por palabras de la prensa, sin embargo, están llenos de despieces cárnicos provenientes de la prostitución, que a su vez está sin regular. Mi procesador de texto, por cierto, no conoce ningún sinónimo de prostituta. Qué confuso es todo.

diumenge, 18 de març del 2007

De cajón

DE CAJÓN

Un equipo de científicos franceses y alemanes ha logrado seguir la vida de un fotón desde su nacimiento hasta su muerte (0,13 segundos). Durante ese tiempo, el fotón se golpeó contra las paredes de una caja de espejos donde se encontraba atrapado. Quiere decirse que llevó una vida absurda. ¿Y qué podría haber hecho para darle sentido? No lo sabemos. Nosotros nos licenciamos en Derecho, o en Filosofía, o estudiamos un oficio. Luego nos casamos, vamos al supermercado los sábados por la tarde, con los niños y, con suerte, nos compramos una casa en el campo. Vivimos algo más de 0,13 segundos, pero nos pasamos la mitad de la vida golpeándonos contra las paredes de la hipoteca. Cualquier vida -la de un fotón o la de una mosca-, observada con cierta perspectiva, resulta igual de desalentadora.

¿Se divirtió el fotón? Quizá no. En eso sí que le sacamos ventaja. La verdad es que nosotros lo pasamos bien con cualquier cosa. Nos regalan un fotón encerrado dentro de una caja y le sacamos una punta increíble. Ha salido en todos los periódicos. Y en la revista Nature. Desde nuestro punto de vista, gran parte del éxito del experimento se debe a que ha transcurrido en el interior de una caja. Nos fascinan las cajas por lo que ocurre dentro de ellas. Fíjense, si no, en la aceptación de los gusanos de seda, cuya vida transcurre en el interior de una caja de zapatos. O en la de los lápices de colores, que nacen en esa otra caja que llamamos plumier. Todo ello por no hablar de las cajas chinas, que lo mismo sirven para adornar un mueble del salón que para hacer crítica literaria.

Si el fotón es una unidad de luz, la caja es una unidad de destino en lo universal (con perdón). Piensen, si no, en el ataúd, que es la caja por excelencia, la caja por antonomasia (qué rayos querrá decir antonomasia), la Caja Máxima, junto a la caja de bombones de la Primera Comunión. Cuando dedicas un tiempo de los 0,13 segundos que viene a durar la vida a estudiar la historia de la caja (un invento tan importante o más que el de la rueda), te preguntas por qué Nature no le ha dedicado aún un monográfico. Parece de cajón.

divendres, 16 de març del 2007

No hay contradicción alguna

NO HAY CONTRADICCIÓN ALGUNA

Rajoy no sabe si fue ETA la responsable del 11M. No tiene una opinión formada sobre tan grave asunto, lo que no deja de resul tar curioso en una persona con juicios tan contundentes acerca de todo lo que se mueve; en un hombre con las ideas tan claras; en un político que ha sido ministro del Interior y vicepresidente del Gobierno antes que fraile.

-Ahora mismo no caigo -vino a decir en la tele-. Pudieron ser los islamistas radicales, desde luego, ¿pero cómo descartar la autoría de ETA, con lo que le gusta a Acebes?

-¿Usted qué preferiría?

-Si he de decirle la verdad, tengo el corazón dividido. Como representante del PP, me encantaría que hubiera sido ETA, porque eso nos daría la razón. Ya sabe usted que nosotros venimos manteniendo una teoría delirante según la cual Rodríguez Zapatero llegó en su día a un acuerdo con la banda criminal. Los términos de este acuerdo venían a decir que el PSOE y ETA matarían a unas 200 personas haciendo creer a los españoles que el atentado era obra de terroristas islámicos. De ese modo, nosotros, que contribuimos a la invasión de Iraq, perderíamos las elecciones y el Gobierno socialista, atrapado por los compromisos adqui ridos con la banda, aceptaría la autodeterminación, la entrega de Navarra y todo eso.

-¿Y qué fallos le encuentra ahora a la teoría?

-Pues, hombre, que no se puede decir que durante nuestro mandato ETA no mataba y al mismo tiempo afirmar que mató mucho.

-Pero ustedes también excarcelaron presos y se refirieron a la banda como Movimiento Vasco de Liberación Nacional, y redujeron condenas por hacer ganchillo y punto de cruz, lo que no les impide criticar ahora la política penitenciaria del PSOE.

-Eso es cierto. A veces no nos damos cuenta de lo tonta que puede llegar a ser la gente. Se traga todo lo que le dices. De modo que sí, de acuerdo, estoy en posición de asegurar que lo del 11-M fue obra de ETA. Al mismo tiempo afirmo solemnemente que durante nuestro mandato ETA no mataba. Y el que se pique, que se rasque. Viva todo.

Leche

LECHE

En momentos de turbación como los actuales conviene recurrir a aquellos asideros que han demostrado su eficacia a lo largo de la historia. Las frases hechas, por ejemplo. ¿Por qué ese interés de algunos intelectuales en acabar con ellas? ¿A qué persona sensata, a qué español de bien, a qué individuo normal puede molestarle que no por mucho madrugar amanezca más temprano o que valga más pájaro en mano que ciento volando? Deberíamos convocar una manifestación -la más grande de nuestra democracia- en la que las banderas al viento subrayaran los lemas de las pancartas, constituidos por las expresiones acuñadas que mejor nos definen: Irse de picos pardos, por ejemplo, o Tirarse al monte, o Hay ropa tendida.

Menos mal que, dentro de esta línea marcada por el sentido común, mañana nos manifestaremos en Pamplona para que, en palabras de Rajoy, Navarra sea Navarra. ¡Fantástico! ¡Y que Alemania sea Alemania! ¡Y, Majadahonda, Majadahonda! Reclamamos igualmente que el hígado sea el hígado (¿para cuándo, por cierto, un himno nacional dedicado a esta víscera?), que el microondas sea el microondas y, sobre todo, que las muñecas de Famosa acudan al portal. Salgamos sin complejos a la calle para defender las cosas bonitas en las que creen las personas normales, la gente de bien, los hombres y mujeres cuya autoestima anda ahora de capa caída (cuando no de caspa caída) por culpa del Gobierno. ¿A quién puede molestarle una pancarta que diga Chaleco salvavidas debajo de su asiento? ¿Hay una frase más clara, más limpia, incluso una frase más frase? Sólo un mal español se negaría a adoptarla. En esta misma línea de sensatez, de normalidad, de sentido común, nosotros abogaríamos por la puesta en marcha de una comisión parlamentaria que averiguara de una vez por todas quién es ahora el verdadero brazo político de ETA. No es fácil, claro, de ahí la necesidad de investigarlo. Pero quizá si lográramos descubrir a quién benefician sus crímenes, quién necesita de forma desesperada que los asesinos actúen, qué partido político hace caja cada vez que la organización criminal se convierte en noticia, hallaríamos la respuesta. Blanco y en botella (incluso en Botella), leche.

divendres, 9 de març del 2007

Los muertos y los vivos

LOS MUERTOS Y LOS VIVOS

El diccionario dice del término fosforescencia: «Propiedad de emitir una luz muy débil que persiste cuando ha desaparecido su causa». En cierto modo, si lo entiendo bien, se refiere a la posibilidad de continuar existiendo cuando ya se ha dejado de existir. Ocurre con las estrellas que han muerto hace millones de años, pero cuya su luz continúa viajando por el espacio, a través del tiempo, para llegar a los ojos del espectador ingenuo que una noche de verano se tumba boca arriba, sobre la hierba, y contempla el cielo. Este espectador no distingue las estrellas muertas de las vivas. Todas poseen el mismo color, la misma intensidad, la misma forma.

A veces, tiene uno la impresión de que la realidad inmediata se comporta de un modo semejante. Cómo saber si las personas con las que nos cruzamos existen o no. Todas emiten luz, con independencia de que haya desaparecido o no su causa. Cuando éramos pequeños, en mi barrio, jugábamos a distinguir entre las personas vivas y las muertas. Se trataba de un juego extraño, que luego no he visto en otros barrios, en otras culturas. No tengo ni idea de quién lo inventó, pero recuerdo que cuando uno creía ver a un muerto en el autobús, en la ferretería o en la iglesia, se lo comunicaba corriendo a los demás. Por lo general, nadie intentaba pasar gato por liebre. Si habías visto a un muerto, habías visto a un muerto. Y tus amigos lo aceptaban. No logro recordar qué características tenía una persona muerta, puesto que hablaba y se movía como las demás. Pero nosotros sabíamos. Un día llegué a contar hasta 10 muertos y gané. El último era un niño de unos seis años que iba de la mano de su madre (una viuda).

Nunca se nos ocurrió pensar que nosotros mismos estuviésemos muertos, que continuáramos emitiendo luz después de que hubiese desaparecido su causa. Ahora pienso que sí, que quizá estuviésemos muertos entonces y que hubiésemos crecido muertos sin saberlo. Nos gustaba mucho el brillo que producía el fósforo. A veces, nos dibujábamos con él rayas en la cara y nos asustábamos en la oscuridad con aquella luz que persistía después de que hubiera desaparecido su causa. Qué raro.

Banderas

BANDERAS

Señoras, caballeros, niños, si a ustedes no les gustan las realidades vigentes, acudan ya a la feria de las alternativas, donde disponemos de una variedad de escenarios adaptables a cualquier situación mental. Pongamos que usted preferiría que el PP no hubiera excarcelado terroristas, que no los hubiera agrupado, que no hubiera cerrado los ojos cuando De Juana Chaos pidió champán para celebrar un asesinato de la banda. Pongamos que a usted no le gusta que la Tierra sea redonda, que el hombre haya llegado a la Luna, o que el atentado del 11-M fuera obra de radicales islamistas. No pasa nada, venga a Génova 13, donde le confeccionaremos una realidad aparente imposible de distinguir de la auténtica.

Lo que en las manifestaciones del PP distingue a las banderas constitucionales de las preconstitucionales es que las primeras son falsas. Y aunque es cierto que ni el mejor catador de símbolos patrios sería capaz de detectar la adulteración, la prueba del asco por fortuna, en cuestiones sentimentales, es como la del algodón en el alicatado del cuarto de baño: no engaña. Si frente a las imágenes del telediario siente usted sensación de mareo, vómitos y un impulso irrefrenable de apagar el aparato, no lo dude: le están dando preconstitucional por constitucional. Hay otra bandera de nuestro tiempo, el pantalón vaquero Levi's, cuya versión apócrifa se parece tanto a la genuina que hasta hace poco se vendía incluso en las tiendas de Madrid donde la policía adquiría la ropa para patrullar de paisano. Un perito en telas, y quizá en símbolos, detectó el engaño cuando ya le habían dado gato por liebre a todo el Cuerpo. La única diferencia entre el Levi's artificial y el de verdad es el precio. La bandera constitucional genuina, en cambio, cuesta lo mismo que la aparente. Es lo que tienen las banderas, al contrario de los pantalones. Cuando usted vea a un tipo que va con la bandera hasta al cuarto de baño y grita mucho, no importa por qué, póngase en lo peor. En los sótanos del PP se fabrican estos días banderas constitucionales falsas a todo trapo (nunca mejor dicho). Tal vez no se hagan ricos con su venta, pero podrían ganar las elecciones, lo que para alguien que se dedica a la construcción viene a ser lo mismo.

dijous, 8 de març del 2007

Una máquina de imaginar

UNA MÁQUINA DE IMAGINAR

Dos creativos de publicidad discuten en la mesa de al lado. El más joven ha ideado una tarjeta de crédito cuyos bordes se van poniendo negros, como los de una esquela, a medida que su dueño alcanza el límite del crédito.

-Cuando lo agota del todo -añade-aparece también una cruz.

El creativo mayor, que parece su jefe, pone objeciones. Dice que a la gente no le gusta la muerte. Una tarjeta de crédito que evoque a una esquela es lo más alejado del concepto que el dinero de plástico intenta transmitir. El objetivo es que la gente la use, incluso cuando la usa de manera imprudente. Los bancos viven, en gran medida, de los sueños de consumir de la gente.

-Lo que hay que hacer creer al público es que consumir equivale a vivir, mientras que tu tarjeta dice lo contrario, o sea, que cuanto más gastas más te acercas a la muerte.

-Es lo que yo pienso -responde el joven-, que consumir no es una forma de vivir, sino de morir.

-Muy interesante, pero entonces deberías dedicarte a otra cosa, no a la publicidad.

-Sigo pensando que sería un éxito, aunque estuviera dirigida a sectores específicos.

-¿A qué sectores?

-A los religiosos, por ejemplo. A un párroco le sentaría muy bien una tarjeta de crédito de ese tipo. Los curas piensan mucho en la muerte, es su obligación. La tarjeta les recordaría que los días, como el crédito bancario, están contados. Además, el hecho de que la gente se la viera a los curas provocaría un movimiento mimético. Hace años triunfó un disco de música gregoriana, ya ves. A nadie se le había ocurrido que la música gregoriana pudiera llegar a Los 40 principales. Y fue número 1.

-Olvídalo. Te voy a retirar esa cuenta porque no veo lo que dices. A partir de mañana te ocupas de la campaña de compresas y tampones, a ver si se te ocurre algo nuevo.

El chico respondió que había diseñado ya unas compresas con forma de vampiro. Era una máquina de imaginar. Pero en ese momento se dio cuenta de que les estaba escuchando y bajó la voz.

dissabte, 3 de març del 2007

Figuras literarias

LOS MUERTOS Y LOS VIVOS

El diccionario dice del término fosforescencia: «Propiedad de emitir una luz muy débil que persiste cuando ha desaparecido su causa». En cierto modo, si lo entiendo bien, se refiere a la posibilidad de continuar existiendo cuando ya se ha dejado de existir. Ocurre con las estrellas que han muerto hace millones de años, pero cuya su luz continúa viajando por el espacio, a través del tiempo, para llegar a los ojos del espectador ingenuo que una noche de verano se tumba boca arriba, sobre la hierba, y contempla el cielo. Este espectador no distingue las estrellas muertas de las vivas. Todas poseen el mismo color, la misma intensidad, la misma forma.

A veces, tiene uno la impresión de que la realidad inmediata se comporta de un modo semejante. Cómo saber si las personas con las que nos cruzamos existen o no. Todas emiten luz, con independencia de que haya desaparecido o no su causa. Cuando éramos pequeños, en mi barrio, jugábamos a distinguir entre las personas vivas y las muertas. Se trataba de un juego extraño, que luego no he visto en otros barrios, en otras culturas. No tengo ni idea de quién lo inventó, pero recuerdo que cuando uno creía ver a un muerto en el autobús, en la ferretería o en la iglesia, se lo comunicaba corriendo a los demás. Por lo general, nadie intentaba pasar gato por liebre. Si habías visto a un muerto, habías visto a un muerto. Y tus amigos lo aceptaban. No logro recordar qué características tenía una persona muerta, puesto que hablaba y se movía como las demás. Pero nosotros sabíamos. Un día llegué a contar hasta 10 muertos y gané. El último era un niño de unos seis años que iba de la mano de su madre (una viuda).

Nunca se nos ocurrió pensar que nosotros mismos estuviésemos muertos, que continuáramos emitiendo luz después de que hubiese desaparecido su causa. Ahora pienso que sí, que quizá estuviésemos muertos entonces y que hubiésemos crecido muertos sin saberlo. Nos gustaba mucho el brillo que producía el fósforo. A veces, nos dibujábamos con él rayas en la cara y nos asustábamos en la oscuridad con aquella luz que persistía después de que hubiera desaparecido su causa. Qué raro.

divendres, 2 de març del 2007

El chaflán

EL CHAFLÁN

La esquina es tanto un concepto arquitectónico como moral. Por eso llamamos esquinado a un tipo de trato difícil. Por eso no hay, en el imaginario colectivo, una esquina sin bar. Voy al bar de la esquina. Espérame en el bar de la esquina. He encontrado al abuelo en el bar de la esquina, etcétera. La esquina es también el sitio de trabajo de las putas. De ahí quizá el invento del chaflán, donde, al menos según los hábitos lingüísticos, parece que no hay bares ni putas. Tampoco el término achaflanado posee connotaciones peyorativas. Achaflanar significa, simplemente, dar a una esquina forma de chaflán. Ergo el chaflán es moralmente hablando superior a la esquina.

Las autoridades pidieron hace ya una semana a los periódicos que renunciaran a publicar anuncios relacionados con la prostitución. Que cerraran esa esquina tan rentable. Lo hicieron a propósito del debate sobre si reconocer o no el oficio más antiguo del mundo. Una vez tomada la decisión de no legalizarlo, solicitaron la ayuda voluntaria de las empresas periodísticas, pues parece que se puede prohibir la prostitución, pero no su publicidad. Incluso se puede prohibir la prostitución, pero no su práctica. De hecho, la prostitución, si lo hemos entendido bien, continuará siendo legal, aunque no estará regulada. Lo que quiere decir que la única ley a la que se plegará será la del mercado (y quizá la de las mafias). Si esta esquina es rentable, tendrá un nivel de ocupación alto. Si no, se quedará desierta (a menos que pongamos un bar). Hasta ahora sólo el gratuito 20 Minutos ha atendido el ruego de las autoridades. Ni siquiera aquellos que en sus editoriales condenan el comercio del sexo han renunciado a los beneficios de la prostitución. Tampoco los que editan suplementos religiosos y cuyos columnistas hablan de Dios con la confianza con la que usted y yo hablamos de nuestro cuñado. Todos los editores continúan en la esquina, con su bolso de piel marrón, meneando el abanico. Ello me sume en un desconcierto a ratos moral y a ratos urbanístico. Me declaro, en lo urbanístico, partidario del chaflán. En los temas de conciencia, en cambio, prefiero la esquina. Pero yo soy un particular desorientado. Las instituciones deberían estar más achaflanadas.