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dilluns, 29 d’agost del 2011

La doncella y el melón

LA DONCELLA Y EL MELÓN

Demoledor, el mensaje de la autopsia de Amy Winehouse. Resulta que no es preciso portarse mal para palmarla. Yo aquí me pongo muy 15-M y digo no hay derecho. Si has estudiado Empresariales y has hecho cuatro másteres, si te has metido en la cabeza tantos idiomas que ya no sabes ni cuál es tu lengua materna, la sociedad te debe un trabajo en un bufete o en la administración pública (en lo que vaya quedando de ella). Pues con las drogas, lo mismo. Nos habían jurado que si las dejábamos no nos moriríamos y la pobre Winehouse ha ido a fallecer el único día de su vida que no se había metido nada. Una autopsia decepcionante, ya decimos, y letal para la esperanza de vida (o de muerte, que ya no sabe uno qué horizonte es más atractivo). Es como si Larra se hubiera matado con una pistola de fogueo o Telecinco rompiera la pana emitiendo una película de Buñuel. Cuando las cosas no encajan, no encajan y aquí empieza a no encajar nada.

Fíjense en la Constitución, a la que veníamos tratando como a una doncella intocable. O como un melón que una vez abierto duraba dos horas. Era una aberración, por ejemplo, que el hombre y la mujer no fueran iguales a la hora de acceder a la Corona, y lo sabíamos, pero para corregir la injusticia había que tocar a la Doncella, o había que abrir el melón, las dos metáforas se utilizaban increíblemente con idéntica naturalidad. No podía ser, en fin. Nos habían trasladado la idea de que las reformas constitucionales eran el primer sorbo de coñá para un exalcohólico o el primer cigarrillo para un exfumador. Y nosotros habíamos sido las dos cosas, alcohólicos y fumadores. Más valía dejar las cosas como estaban.

Pero hete aquí (qué rayos significará hete aquí) que llega la canícula y tomamos a la doncella, o al melón (qué tendrá que ver una cosa con otra) y la manoseamos, o lo abrimos, y ya tenemos reforma de la Constitución, no en lo que solicitábamos nosotros, sino en lo que exigen los mercados, que tienen derecho de pernada. Y Amy Winehouse no había tomado drogas. Cuando Zapatero muera como político, debe-rían hacerle una autopsia póstuma, valga la redundancia, para ver qué había tomado.

diumenge, 28 d’agost del 2011

Tranquilidad

TRANQUILIDAD

Los canales de televisión que dedicaron grandes espacios a la visita del Papa fueron castigados por el diablo con audiencias de pena. Quizá esa huida de los televidentes podría calificarse de una manifestación laica inversa. Nos encontraríamos así con que entre lo que sucede en las calles y lo que sucede en los domicilios existe una fractura de difícil arreglo. A veces, los medios se entusiasman con algo que deja a la población indiferente y viceversa. Entonces siente uno que fallan las transmisiones, como cuando un automóvil renquea. Una misa a la que acuden Botín y Rato, entre otros poderosos de la Tierra, es una misa negra, que merece un interés informativo. ¿Qué harán en una manifestación religiosa esos ricos banqueros, a los que resultará más difícil atravesar las puertas del cielo que pasar por el ojo de una aguja? ¿Acaso estaban arrepentidos de sus beneficios?

Son preguntas retóricas, claro. Pero resulta curioso que no hayamos visto nunca a Rato o a Botín en la sucursal del barrio que nos cruje con la hipoteca y se nos aparezcan en una ceremonia que ni les va ni les viene. ¿Pretenden convencernos de que creen en Dios cuando hay serias dudas acerca de la fe del mismísimo Papa? Esta visita que tanto ha alterado la vida ciudadana y las agendas políticas y que tan indiferente ha dejado a las audiencias empieza a cobrar, a medida que pasa el tiempo, el carácter de un sueño. Si cierras los ojos y vuelves a ver a los Reyes, a los banqueros, al presidente del Gobierno y a los ministros desfilando ante Ratzinger, te quedas absurdo. Hay algo que no encaja. Al principio, lógicamente, piensas que eres tú el raro, pero cuando te enteras de lo de la tele, la rara es la realidad.

Claro, que también podríamos decir que a las audiencias lo que le gusta es Gran hermano y basuras de ese orden. Es cierto, pero entonces tendríamos que calificar de arte y ensayo a todo lo relacionado con la visita papal, lo que es mentira. Esto significa que la vida y la televisión son complejas, como uno mismo, al que le gusta lo que no le conviene y le conviene lo que no le gusta. El caso es que los madrileños ya podemos tomar el metro con tranquilidad.

dimarts, 23 d’agost del 2011

Hasta luego

HASTA LUEGO

Rajoy y el Papa tuvieron un encuentro de diez minutos durante los cuales, según explicaría luego el líder del PP, hablaron de la necesidad de "trabajar entre todos para tener una sociedad mejor en principios, en algo consistente, en distinguir lo justo de lo injusto, y lo bueno de lo malo". Se ve que el Papa y Rajoy son gente con estudios, con formción, porque eso no se le ocurre a cualquiera y menos así, en diez minutos, a toda prisa, aquí te pillo y aquí te mato. Trabajar par conseguir una sociedad mejor, para distinguir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo, ¿cómo no se nos había ocurrido antes? Estos objetivos los firma cualquiera, sea de izquierdas, de derechas, alto, bajo, hombre, mujer, polaco o sueco... Haces un referéndum a nivel planetario preguntando a la gente si le parece bien que trabajemos enpro de sociedades mejores, repletas de valores, y en las que se distinga lo justo de lo injusto y lo bueno de lo amlo, y te sale un sí como una catedral gótica sin necesidad de adulterar los resultados. En diez minutos (se dice pronto) dieron con la piedra filosofal del consenso en un mundo marcado por el desacuerdo inútil, la discrepancia feroz, la oposición cruel. Yo mismo, que no soy buena gente, ni trigo limpio ni nada en general de lo que se debería ser, me apunto a ese partido, a esa congregación, a ese movimiento fundado por Rajoy y el Papa en lo que se tarda en hacer un huevo duro.

Una vez apuntado, pido la baja, me voy, devuelvo el carné por pura desilusión, por escepticismo, porque no me creo nada de lo que me dicen. Resulta que al cuarto de hora de fundar el partido de la buena voluntad y la bondad universal, las autoridades españolas hablaron con Ratzinger de la necesidad e hacer algo con el Valle de los Caídos, construido a punta de látigo por los presos políticos de uno de los dictadores más sanguinarios del siglo XX, y el Papa calló, no dijo nada. Pero hombre, hombre, ¿es tan difícil darse cuenta de que esa cruz megalómana es un insulto a la inteligencia, incluso a la estupidez bien-intencionada? si a la primera ocasión en la que tenemos la oportunidad de distinguir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo, damos el gatillazo, apaga y vámonos. De modo que hasta luego, cocodrilo.

diumenge, 21 d’agost del 2011

Noticias refrescantes

NOTICIAS REFRESCANTES

El otro día me descubrí leyendo una entrevista con el novio de la duquesa de Alba, cuyo nombre no me viene en este instante, y me di asco. Debían de ser las cuatro de la tarde y me encontraba insomne (el insomnio de la siesta es innumerable), de modo que cogí el periódico que tenía más a mano y empecé a pasar páginas hasta que tropecé con Alfonso Díez (me acaba de venir), en cuya entrevista recalé como el que toma respiración en el descansillo de la escalera. Lo recuerdo como si fuera hoy. Todavía me veo en el sofá leyendo las idioteces del tal Díez. No he olvidado el desdoblamiento del que fui víctima, solo que en vez de verme desde el techo, como en las experiencias extracorpóreas, me vi desde Proust, y me quedé hecho polvo. Observar desde Proust, incluso desde Corín Tellado, a un individuo que lee una entrevista con el novio de la duquesa de Alba, es muy duro. Por eso digo que me di asco.

Lo normal, cuando uno siente repugnancia por sí mismo, es disimular la arcada, hacer como que no la nota. Después de todo eran las cuatro de la tarde de un miércoles (quizá de un jueves) del mes de agosto. Rajoy, que tiene más responsabilidades que yo, estaba sacando un pulpo cocido de una olla con una camisa de cuadros y un pañuelo morado alrededor del cuello. Lo vi en la página siguiente a la entrevista con Alfonso Díez (o quizá Díaz). Observar al jefe de la oposición de un país en quiebra sacando un pulpo de una olla pone los pelos de punta a cualquiera, lo mire desde lo mire. Yo lo miraba desde el techo, pues el asco que sentía por mí me había sacado de quicio y me encontraba fuera de mi cuerpo. Alrededor de Rajoy había otras personas, también con pañuelos morados o blancos, que sonreían frente a la presencia del octópodo. Cuando dejaban de sonreír, acusaban a Zapatero de estar de vacaciones (que no estaba) y aseguraban que ellos lo arreglarían todo cuando llegaran al poder (que ya han llegado: verbigracia, María Dolores de Cospedal).

Intenté contemplar el asunto desde Proust, incluso desde Dostoievski, para ver si dejaba de darme asco a mí mismo. Pero no había manera, ahora todo lo veía desde el techo, como si me acabara de morir. Lo insoportable es que continuaba vivo.

dissabte, 20 d’agost del 2011

Que sea enhorabuena

QUE SEA ENHORABUENA


María Kodama es la viuda abusiva de Borges al modo que en que Yoko Ono es la viuda abusiva de Lennon. Las viudas abusivas son aquellas que no se conforman con heredar los derechos de autor (que habrían hecho feliz a la de Tolstoi), sino que se sienten dueñas de su patrimonio intelectual (real o imaginado) y proclaman lo que el fallecido pensaría de esto o de lo otro. María Kodama estuvo en Santander y realizó las típicas declaraciones refrescantes de las universidades de verano, o sea, que su difunto, de vivir, no usaría las nuevas tecnologías. En las nuevas tecnologías lo incluyó todo, desde el teléfono móvil hasta Facebook. Las generalizaciones son fantásticas porque le evitan a uno el esfuerzo de matizar, que viene a ser el de pensar. Pensar es horrible, sobre todo frente un alumnado que se duerme.

En cierto modo llevaba razón María Kodama. Borges no usaría Internet porque se habría limitado a inventarlo. Cuando a uno se le ocurre un asunto de tal naturaleza, luego le da pereza ir a él, del mismo modo que al que cocina se le quita el apetito. Pero seguro que Borges imaginó un periódico cuya primera página había cambiado cuando llegabas a la última, incluso un periódico sin páginas, al modo de aquel libro de arena cuyas hojas no había manera de pasar ni humedeciéndose el dedo con la punta de la lengua.

También soñó, no lo duden, con una enciclopedia que se actualizaba de forma permanente, de manera que podías leer en ella hasta tu propia muerte. Una enciclopedia de tales características, sin ser un periódico, está hibridada por él. Y eso es la Wikipedia, un periódico que tiene algo de enciclopedia y viceversa.

Así que María Kodama, que actualiza el pensamiento de Borges en las universidades de verano, a las que el rigor se les supone, ha hablado sobre El jardín de senderos que se bifurcan, quejándose amargamente de que nos refiramos a él como El jardín de los senderos que se bifurcan. Dice que ese artículo (los) va contra el espíritu del relato de su difunto. Y no decimos que no, pero tampoco es para tanto, chica. Lo que pasa es que actualizar de verdad el pensamiento de Borges da mucho trabajo, mientras que discutir sobre un artículo de más o de menos está chupado. Que sea enhorabuena.

dijous, 18 d’agost del 2011

El Dios del estanque

EL DIOS DEL ESTANQUE

Jueves. Hay frases sin trampa ni cartón. Esta, por ejemplo: “No deberíamos haber adquirido sistemas (de armas) que no vamos a usar, para escenarios de confrontación que no existen y con un dinero que no teníamos ni entonces ni ahora”. Fue pronunciada hace poco en el Congreso por Constantino Méndez, secretario de Estado de Defensa. De modo que hemos comprado armas que no vamos a usar, para escenarios de guerra que no existen y con un dinero que ni teníamos ni tenemos. La frase, directa a la mandíbula del contribuyente, es muy dura, tanto que el secretario de Estado debería haber dimitido después de pronunciarla y antes de acercarse al juzgado de guardia para denunciar a los responsables de ese agujero económico de 30.000 millones de euros que tenemos hoy en el Ministerio de Defensa. Es que se dice pronto, 30.000 millones de euros, cuando estamos escatimando la ayuda asistencial a ancianos terminales que gastan menos que un pajarito. Pero lo más fuerte de todo es que desde un ministerio, aunque se trate del de Defensa, se pueda perpetrar cualquier fechoría sin pagar por ella.

—Póngame siete tanques, de los más caros. Y una escuadrilla de aviones que no bajen de los 10.000 millones la unidad.

—Hace usted muy bien. Al final, lo barato sale caro.

Informaciones de este tipo convierten en verdadera esa otra frase, también sin trampa ni cartón, del 15-M: “No nos representan”. En este caso al menos, alguien que nos representara no se habría gastado nuestro dinero con esa alegría.


Viernes. Llamo a un farmacéutico amigo y le pregunto si me podría vender un medicamento que no voy a usar, para un dolor de cabeza inexistente, y que costara un dinero que no tengo. El hombre queda en responderme en media hora al cabo de la cual suena el teléfono:

—No existe lo que me pides. Si quieres, te proporciono un placebo.

—¿Crees que es lo más indicado?

—No, lo más indicado es un antipsicótico, pero no te lo puedo dar sin receta.

Quiere decirse que al jefe o a los jefes de compras del ministerio de Defensa que adquirieron esos tanques que no íbamos a usar, para escenarios de confrontación inexistentes y con un dinero que no teníamos, deberían haberles tratado antes de jurar el cargo. Y con antipsicóticos, que son una bomba, valga la redundancia armamentística. Telefoneo entonces a un amigo librero y le pregunto por un libro que no me interese, para una sesión de lectura inexistente, y cuyo precio esté fuera de mi alcance. El amigo librero me hace una pedorreta y cuelga el aparato. Hago lo mismo con el frutero, con el carnicero y con el estanquero. Todos me mandan a la mierda. Finalmente, telefoneo a un sastre que encuentro en la guía telefónica.

—Buenos días, necesito un traje que no vaya a utilizar, para un cuerpo que no existe y que pasen la factura a un gánster.

—Podemos cumplir la primera y la tercera condición. La segunda resulta imposible.

Total, que se trata de una rareza del Ministerio de Defensa, que es también un ministerio raro, raro, raro. Bromas aparte, lo cierto es que Constantino Méndez continúa ejerciendo de secretario de Estado sin que hasta el momento ningún juzgado se haya hecho cargo del asunto. Un asunto, repetimos, de 30.000 millones de euros. La guerra de Gila.


Sábado. Dios no es malo, es bobo. Lo sé porque estoy hecho a su imagen y semejanza y yo soy un poco así. Puse con mucha ilusión en el jardín de casa un estanque del que soy el único Dios verdadero y ahora resulta que lo tengo abandonado. ¿Por maldad? No, por dejadez. Todos los años, por esta época de calor, mueren seis o siete peces. Creo que bastaría con colocar una bomba un poco más potente, para que el agua estuviera debidamente oxigenada. Pero me da pereza, la misma pereza que a Dios le produce asomarse a este perro mundo. Hablando de bombas (de agua), he telefoneado a la tienda para preguntar por una bomba que no voy a utilizar, para un estanque inexistente e imposible de pagar, pero me han mandado a la mierda, como el librero, el frutero, el carnicero, etc. Claro, que no les dije que era Dios, el Dios del estanque.

dimarts, 16 d’agost del 2011

Los dedos de los pies

LOS DEDOS DE LOS PIES

Lunes. En la cafetería donde apuro el gin-tonic de media tarde, una niña de unos 13 años está dando lecciones de gramática a su padre. Al principio me parece uno de esos juegos en los que los adultos nos mostramos condescendientes con los críos, para ayudarles a entender algo. Pero no, va en serio. Quizá, pienso, el padre está preparando una oposición cuyo temario incluye conocimientos gramaticales que ha olvidado o que nunca tuvo. En todo caso, la niña posee unas habilidades didácticas curiosas.

—Mira –dice ahora a su progenitor–, los ladrillos de las palabras son las letras. Con las 28 letras del abecedario puedes construir todos los edificios verbales que quieras.

Imagino que ha escuchado esa frase a su profesor, pues resulta excesiva para una cría de su edad. Pero lleva razón. Bastan esas 28 letras (28 ladrillos) para escribir La Regenta. Se mire por donde se mire, es asombroso.

—Pero si todas las palabras tienen el mismo aspecto –dice ahora el padre–, ¿cómo distinguir los sustantivos de los adjetivos o los adjetivos de los verbos?

—Ese es el problema –responde la niña con una expresión rara, como de pánico–, pero eso lo veremos mañana.

Habría dado cualquier cosa por escuchar esa explicación, pero parece que la clase ha terminado por hoy. Me sorprende que la niña sea también la que llame al camarero y la que pague la cuenta. Luego abandonan la cafetería tomados de la mano y tengo la sensación de que el hombre es un tonto adulto guiado por una niña superdotada. La combinación resulta desasosegante, de modo que pido unas aceitunas para acompañar el gin-tonic.

—Unas aceitunas, por favor.


Martes. He cambiado de ordenador, pero me resisto a desprenderme del viejo. Guardo todos los que he tenido desde que comencé a utilizarlos. Son portátiles, pues jamás me adapté a los de sobremesa. El caso es que, tras envolverlo, he ido al cuarto del fondo del pasillo, que utilizo como trastero. Este cuarto posee un prodigio, y es que en treinta años no le he cambiado la bombilla, que es de 60 vatios y cuelga desnuda del medio del techo. He consultado el asunto con gente entendida en la materia y todos me dicen que una bombilla no puede durar tanto. Pero dura, treinta años más. A veces, he vinculado supersticiosamente mi vida a su duración. El día que se funda, me decía, me fundiré yo. Pues bien, hoy se ha fundido al encenderla. Y aunque sé de forma racional que no significa nada, el suceso me ha dejado mal cuerpo. He estado todo el día con la sensación de que iba a ocurrir una desgracia. El teléfono ha sonado cuatro veces, pero no traía malas noticias. De todos modos, permanezco sobrecogido hasta la hora de acostarme.


Miércoles. Sigue sin ocurrir ninguna desgracia, de modo que voy al cuarto trastero, acciono el interruptor y la bombilla vuelve a encenderse, como si se hubiera arreglado sola durante la noche. La apago enseguida, por si acaso, para que no se fatigue, y salgo aliviado de la habitación. Entiendo que el destino me ha dado una tregua que debo aprovechar. ¿Pero cómo? Por la tarde regreso a la cafetería donde la niña superdotada da clases de gramática a su padre tonto. Pero no están y me quedo sin lección. El gin-tonic me sabe a madera de caja de puros.

Jueves. En la televisión hablan de una mujer perteneciente a una tribu de un lugar de nombre irrepetible. Tenía nueve hijos que por unas cosas o por otras fue perdiendo hasta quedarse sin ninguno. Por cada hijo que perdía, se amputaba un dedo de los pies, de manera que sólo le queda uno, el pulgar del pie izquierdo, que la mujer muestra a la cámara con expresión de extrañeza. Por lo visto, cocinó cada uno de los dedos amputados y se los comió en una suerte de ritual que ni siquiera pertenecía a la tribu, sino que había inventado ella. Si cada uno de los dedos simbolizada a cada uno de los hijos perdidos, su ingestión era un modo de hacerlos regresar al interior del cuerpo del que salieron. La mujer parece completamente cuerda. Añade que tiene grandes dificultades para andar porque los dedos de los pies, pese a su aparente insignificancia, son fundamentales para la marcha.

El abuelo fantasma

EL ABUELO FANTASMA

Jueves (más o menos). Un terrorista mata al alcalde de Kandahar con una bomba oculta en el turbante. Quiere decirse que la realidad produce metáforas: de un lado, porque los terroristas tienen por cerebro un explosivo; de otro, porque todo cerebro debería poseer la capacidad destructiva de la goma 2. Pienso en cerebros con esa capacidad aniquiladora, el de J. D. Salinger, por ejemplo, autor de la célebre novela El guardián entre el centeno. Solo un cerebro lleno de metralla es capaz de producir una obra tan arrasadora, de la que él fue el primer damnificado. Me he acordado de Salinger porque estoy leyendo una excelente biografía suya, publicada por Círculo de Lectores, en la que se da cuenta, entre otras cosas, del daño que le hizo lo que llevaba debajo del turbante.

Viernes (o alrededores). Leo en un periódico cualquiera una crítica literaria en la que aparece la siguiente frase: “Un libro mal editado, lleno de erraras”. Evidentemente, quiere decir “lleno de erratas”. Me hace gracia que el crítico caiga en lo mismo que critica. Como aquel que dice a todo volumen: “¡Yo no grito!”. Todos somos un poco así, ¿no? Tendemos a hacer lo que negamos y a no hacer lo que afirmamos. Tomo notas para un cuento en el que un sábado asegura ser un viernes. ¿Prefieren los sábados ser viernes y los domingos lunes?

Sábado. Viene el pocero para realizar el mantenimiento del sumidero del garaje, que el año pasado se me inundó en una tormenta. Se queja de que la crisis le obligue a trabajar los sábados. El hombre preferiría que fuera viernes, como en el cuento que se me ocurrió ayer. Viene con un camión cisterna que contiene unos dos mil litros de agua, del que desenrosca una manguera más bien fina en cuyo extremo coloca una especie de caperuza de cobre. Por esa caperuza sale el agua a una presión capaz de partir a un hombre por la mitad. La manguera, por otra parte, se autopropulsa, de modo que una vez introducida en el sumidero, se introduce en sus profundidades con la agilidad de una serpiente, de un hurón, de una rata, deshaciendo todos los atascos. El espectáculo, créanme, resulta fascinante y muy metafórico, como lo de la bomba en el turbante. Al final, el pocero deduce que mis tuberías se encuentran en muy buen estado y que basta con que haga la revisión cada dos años. Curiosamente, ayer fui al endocrino, para una revisión rutinaria de la próstata y me dijo lo mismo: que estaba bien y que no volviera hasta dentro de dos años.

Domingo. Leo en un periódico atrasado que los militares homosexuales, en Estados Unidos, no se verán obligados a fingir que son heterosexuales. He ahí una gran conquista social. Ahora solo falta que las mujeres no tengan que hacerse pasar por hombres ni los negros por blancos ni los enanos por gigantes ni los gordos por delgados.

Lunes. Ceno con un amigo cuyo abuelo muerto le protege. Eso dice.

—Ayer –añade– me dormí en el coche, volviendo de Bilbao, y mi abuelo me despertó, salvándome la vida.

Por lo visto, el fantasma de su abuelo, que viajaba en el asiento del copiloto, le dio un toque en el hombro cuando se le cerraron los ojos. Este abuelo le ayudó también, hace ya algunos años, a aprobar unas oposiciones a inspector de Hacienda. Y le echó una mano en su primer divorcio. Está muy presente en su vida, más presente ahora que cuando vivía.

—¿Pero tú llegas a verle? –pregunto.

—Verle, verle, no –dice–, pero siento su presencia. Además, me habla.

Al observar mi cara de escepticismo, quizá de envidia, mi amigo cambia de conversación, pero para hablar de extraterrestres. Asegura que el asesino de Oslo es alienígena.

—¿Y eso? –pregunto.

—¿No te has fijado en las fotos?

—Sí –digo–, pero me han parecido normales dentro de la anormalidad.

—Es difícil de definir –insiste él–, pero sus rasgos son claramente artificiales. Seguro que no tiene hígado.

La mención al hígado me paraliza y ahora soy yo el que cambia de conversación. Pago yo la cena y me retiro pronto, reflexionando sobre esa rara compatibilidad entre ser inspector de Hacienda y estar loco. Me duermo con la ayuda de un Orfidal.

dilluns, 15 d’agost del 2011

Indecisión

INDECISIÓN

Este señor que me acaba de preguntar la hora tiene un melanoma en el cuello. Lo sé porque acabo de salir del dermatólogo, que me ha dado una lección sobre la piel.

—Desnúdate, Juanjo —me ha dicho.

Hacía años que nadie me pedía que me desnudara, de modo que lo he hecho con gusto, sin vergüenza, sin reparos, incluso con cierto placer. James Ellroy, el célebre autor de novelas policiacas, se refiere en uno de sus libros, no recuerdo cuál, al prodigio como a uno de esos instantes de la vida en los que se produce una revelación trascendental.

¿No es revelador que un ser humano se desnude ante otro sin que entre ellos exista ninguna pasión? Pienso en ello mientras coloco las ropas sobre el respaldo de la silla. El médico, entre tanto, me pregunta por mis vacaciones, por mi familia, por mis proyectos literarios. Una vez desnudo, no sé si tumbarme en la camilla o permanecer de pie, pero él toma una especie de puntero, me lleva frente a un espejo grande y comienza a señalar cada una de las irregularidades de mi piel como el que da una lección de geografía.

—Mira, esto es una mancha típica de la edad que no puede evolucionar a una cosa maligna.

—Pero ¿se puede irritar?

—Se puede irritar, sí, pero su capaz de destrucción es muy limitada.

De súbito, mi desnudez me parece un prodigio, un milagro, de modo que dejo de escuchar al médico para concentrarme en esa revelación. Hay algo aquí, hoy, en esta consulta, que excede a la capacidad de comprensión del dermatólogo y a la mía. Me parece que en cierto modo, de una manera absolutamente irracional, los dos somos inmortales.

Mientras me visto de nuevo, el médico dice que no es necesario que vuelva revisarme hasta dentro de dos años y me enumera una vez más las características del melanoma. Por eso sé que este señor que acaba de pedirme la hora tiene uno en el cuello.

¿Se lo digo o no se lo digo? No se lo digo por pudor, pero lo sigo un par de calles, para ver si resuelvo la duda. Entonces, él para un taxi y se pierde en medio del tráfico, con su melanoma. Perra vida.

diumenge, 14 d’agost del 2011

Blablablá

BLABLABLÁ

El número de matriculados en las facultades de periodismo crece de forma directamente proporcional al descenso de número de noticias. De hecho, hace tiempo que como consecuencia de la implantación del pensamiento único solo disponemos de una noticia, la crisis, a la que todo el mundo roe como roería una jauría de perros hambrientos el esqueleto de un caballo.

Todo es crisis o guarda relación con la crisis, no importa que hablemos de los disturbios de Londres, del cierre de farmacias de Castilla la Mancha o de la visita del Papa, que es contradictoriamente un homenaje a la juventud o así. Sucede en esto como con la tarta publicitaria: que decrece cuando el número de televisiones aumenta.

Pues eso, más periodistas para menos noticias. A veces, incluso, para una ausencia absoluta de noticias. El otro día, sin ir más lejos, salió en la tele un responsable del PSOE para manifestarse acerca del reciente desplome de las Bolsas y dijo muy serio:

—Blablá, blablá, blablablá.

A lo que respondió enseguida un dirigente del PP con un:

—Blablá, blablá, blablablá.

Tú llegas a la redacción de tu periódico con la noticia de que nadie dice nada y te dan el finiquito. La noticia sería que alguien dijera algo. ¿Y por qué los políticos no pueden decir nada? Por la crisis de nuevo. Si dijeran a qué se debe esta horrible situación en la que chapoteamos, tendrían que dimitir al instante siguiente.

El primer político que de aquí a las elecciones diga la verdad sobre la crisis (ellos saben cuál es) deberá buscar trabajo en otra parte. O en otro lado, porque lo que sí hay cada vez son más lados. Un simple paracetamol, tomado en las condiciones de tristeza adecuadas, puede proporcionarle a uno a puntos de vista asombrosos acerca de la realidad. Sin moverte del sofá, incluso sin necesidad de apagar la tele, el paracetamol es capaz de hacerte viajar al mundo del significado, es decir, al mundo en el que comprendes que las declaraciones de los políticos son hoy por hoy un simple blablá, blablá, blablablá. De ahí la gravedad de la huelga de farmacias. Que no cunda el ejemplo de Castilla la Mancha.

divendres, 12 d’agost del 2011

De forma sucesiva

DE FORMA SUCESIVA

Cuando una expresión viene para quedarse, es que viene para quedarse. Así, «deuda oculta» se ha hecho ya un hueco en una de las habitaciones de nuestras almas y cuando menos te lo esperas aparece en la conversación. Damos por hecho, en fin, que todas las instituciones del Estado deben algo en secreto, un dinero que no se han gastado necesariamente en burdeles, pero que tampoco está en la contabilidad oficial. Hoy, si no tienes una deuda oculta, es que no eres una comunidad como Dios manda.

Ahora bien, piensa uno que para que existan deudas ocultas sería precisa la existencia de acreedores clandestinos. Sin embargo, éstos no salen en el telediario. Cada día se desayuna uno con misterio. Por ejemplo, el Banco Central Europeo, que es el banco de todos los países que forman la CEE, acaba de comprar deuda de Grecia, Italia y España. Es decir, que ha comprado su propia deuda, lo que en principio, si no tienes ni idea de economía, es un sindiós.

Viene a ser algo así como devorarse a uno mismo para evitar que te devoren los demás. Es como si yo adquiriera mi propia hambre, como si invirtiera en mi vacío interior, en mis carencias, como si comprara la cuerda con la que han de ahorcarme. Ahora bien, ha sido comprar nuestra propia deuda y bajar la prima de riesgo, lo que constituye un paso lógico incomprensible, pero muy tranquilizador.

—Menos mal que ha bajado la prima de riesgo.

—Gracias a que hemos invertido en nuestra propia deuda.

—Este Trichet es astuto como el hambre.

—¿Entonces las bolsas por qué caen?

—Lo incomprensible no es que ahora caigan, sino que antes subieran.

—¡Ah, claro!

En dos tardes más, vamos a saber tanta economía como Zapatero, que en medio de la tormenta perfecta habló 20 minutos por teléfono con Obama. La noticia no fue lo que se dijeron, sino que hablaron, uno en inglés y el otro en español.

—Zapatero ha hablado con Obama.

—Menos mal.

Y así de forma sucesiva.

dijous, 11 d’agost del 2011

Paranoias inversas

PARANOIAS INVERSAS

En la barra de la cafetería donde me tomaba el gin tonic de media tarde había un actor conocido al que todos, de un modo más o menos grosero, observábamos. Discutía con su mujer, también actriz, aunque menos conocida que él. Como ambos sabían que estábamos pendientes de ellos, cuando exponían algo muy subido de tono sonreían, como si estuvieran diciendo algo amable o gracioso. Parecían muy experimentados en contradecir con la expresión de la cara lo que salía de sus bocas. Yo me enteraba de todo porque en la mesa de al lado había una tipo experto en la lectura de labios que iba traduciendo la conversación a su acompañante (un teniente del ejército de Tierra con la guerrera desabrochada).

—Ahora ella le acaba de llamar a él hijo de perra.

La traducción simultánea era perfecta, pero más perfecta resultaba aún la actitud de los cónyuges, que no dejaban de reír y de sonreír (y hasta de hacerse caricias) mientras se despellejaban mutuamente con crueldad. Cuanto mayores eran los sapos y las culebras que escapaban de sus labios, mayores eran también las muestras de afecto que se dedicaban. Al principio me pareció un poco duro ese ejercicio de falsificación de la realidad dirigido al mantenimiento de la imagen pública, pero luego le encontré sus ventajas.

¿Qué ocurriría si nos odiáramos fingiendo que nos amamos? Imaginé una tertulia de televisión en la que los adversarios se contradecían con la violencia verbal a la que estamos acostumbrados, pero componiendo expresiones faciales de enorme dulzura, como si se estuvieran seduciendo. ¿Qué pesaría más en el ánimo de los contendientes, lo dicho por la boca o lo expresado con el cuerpo?

En esto, el actor pagó y salieron haciéndose arrumacos. El teniente de la guerrera desabrochada dijo entonces al lector de labios que debía de ser horrible sentirse observado todo el tiempo.

—Peor es sentirse desobservado —manifestó el traductor.

Sentirse desobservado, pensé para mis adentros, era una especie de paranoia inversa, quizá más dolorosa que la paranoia directa. El gin tonic resultó una basura, pero me quejé de ello sonriendo, como si me hubiera gustado.

dimecres, 10 d’agost del 2011

Actividades asmáticas

ACTIVIDADES ASMÁTICAS

Era de noche en mi mundo analógico cuando adopté la apariencia de hombre digital y me introduje en la Red. Mi familia y las moscas dormían. Los peces, con los ojos abiertos, permanecían suspendidos entre dos aguas dentro de su bola de cristal. La cisterna gemía, como si se desangrara con la gota que dejaba escapar cada cuatro segundos, a veces cada cinco. La nevera, asmática, perdía el resuello en el arranque mientras el reloj del microondas parpadeaba con dos ceros, lanzando destellos verdes al pasillo, como solicitando que una mano caritativa lo pusiera en hora. De la calle, a través de las ventanas y filtrada por sus visillos blancos, llegaba una luminosidad lechosa (de leche desnatada, se entiende). Aunque la casa estaba fría, las sombras ardían.

Mi versión digital es tan rudimentaria que los nativos de la Red me detectan enseguida. Ahí va, dicen señalándome en los chats y en los foros y en las consultas médicas virtuales. Ha vuelto el analógico, se ríen, caricaturizando mi aspecto. A quién quiere engañar con ese disfraz digital del paleolítico. Yo cambio continuamente de acera, o de calle, o de página web. Pero basta que abra la boca o que escriba cuatro palabras para denunciar mi condición. Ayer estuve en un sitio de gente que ve marcianos y cosas así, y ni ahí me dejaron en paz. De todos modos, me quedé. Una muchacha de Cuenca, y a propósito de mi presencia, tan fuera de lugar, aseguraba haberse cruzado en el pasillo de su casa analógica con la versión virtual de su padre en camiseta de tirantes, lo que a todo el mundo le pareció una contradicción imposible. Yo les dije que utilizaba camiseta de tirantes, lo que les hizo gracia y me dieron un poco de cuerda.

Entonces alguien contó que estaba teniendo una visión según la cual un perro analógico estaba siendo atropellado en ese instante por un automóvil analógico en una calle analógica de Madrid. No había acabado de contarlo cuando escuché el ruido de un frenazo. Dejé el ordenador, me asomé a la ventana y vi el perro muerto y al coche dándose a la fuga en medio de la calle desierta. Cerré el portátil y regresé a la cama con mi pesado cuerpo hecho a base de átomos. En el momento de cerrar los ojos, el motor de la nevera cesó en su actividad asmática.

dimarts, 9 d’agost del 2011

Una historia paralela

UNA HISTORIA PARALELA

Es canibalismo que un libro se coma a otro? Quizá sí. Y sucede con más frecuencia de la que creemos. De hecho, la historia de la literatura es la de una digestión infinita de sí misma. Si uno fuera un lector lo suficientemente perspicaz, vería en el estómago de cada obra restos de las obras anteriores que le sirvieron de alimento. Pero los libros, además del canibalismo, practican la endogamia. Quiere decirse que copulan incesantemente padres con hijos y hermanos con hermanas, lo que provoca un deterioro fácil de demostrar. ¿Por qué creen ustedes que hay tantos libros tontos? Por eso mismo, porque proceden del ayuntamiento de otros volúmenes que llevan generaciones y generaciones sin una aportación genética novedosa.

Los libros tontos, producto del canibalismo literario y de la endogamia retórica, tienen sin embargo mucho éxito. De hecho, son los más solicitados, los que mejor se venden, los que más satisfacciones económicas proporcionan al editor y a los autores. Cabe preguntarse por qué y cabe responderse que quizá tenemos nostalgia de la época en la que nos devorábamos unos a otros y en las que no distinguíamos a la madre de la vecina ni al hermano del extranjero. Hubo una época, anterior sin duda a la cultura, en la que las cosas eran así. Quizá al leer un libro con pocas luces, resultado del cruce entre padres e hijos o hermanos y hermanas, reconozcamos el sabor de la carne propia y los olores del hogar. Sé de lo que hablo porque yo mismo disfruto del placer enfermizo que constituye la lectura de esos volúmenes. Pocas tardes más felices que las pasadas en el sillón de orejas (esa especie de útero), entregado a la lectura de algo que se reconoce como propio.

Digo todo esto a propósito de una noticia reciente según la cual las mujeres neandertales evitaban la endogamia sin que tuvieran un conocimiento consciente de ella. Al alcanzar la edad propicia para la cópula, y corriendo el riesgo de ser canibalizadas, abandonaban el grupo familiar en busca de material genético nuevo. Se pregunta uno dónde están los libros neandertales, quién los publica, cuánto cuestan. Pero, sobre todo, se pregunta uno si hay una historia paralela de la literatura, todavía sin escribir, formada por estos libros.

El reino de la información

EL REINO DE LA INFORMACIÓN

Las noticias absurdas no tienen, en principio, menos calidad de noticia que las noticias lógicas. De hecho, el grado de noticiosidad de un suceso es directamente proporcional a la cantidad de absurdo que contenga. De ahí la máxima periodística del hombre que muerde al perro y todo eso. Quiere decirse que el reino de la información debería ser el del desatino, y en cierto modo lo es. El hecho de que un hombre muerda a un perro, sobre todo si es un dóberman, contiene cierta gracia, incluso cierto grado de justicia poética (o prosística, ahora no caigo), pero que un contribuyente asesine a su madre y se meta en la cama con su padre, aun resultando excepcional (lo normal es lo contrario), pone los pelos de punta al lector de prensa escrita más avezado que quepa imaginar. Viva el absurdo, pues.

Cuando uno llega al quiosco a las siete de la mañana, paga un euro y pico para que le informen sobre la realidad, especialmente sobre la realidad deforme (sobre los hombres que muerden a los perros). Con la realidad formal tropezamos hasta en la sopa, o hasta en la ensaladilla rusa, como prefieran. No nos cuenten ustedes, pues, cómo es nuestro jefe de departamento, ni cómo es nuestro cuñado. Al primero lo vemos todos los días del invierno y al segundo lo sufrimos a lo largo del verano (hemos alquilado el apartamento de la playa con él). Háblennos, en fin, de cosas excitantes. No nos expliquen cómo funcional los semáforos, de los que tenemos más información de la que necesitamos, ni de que acaba de nacer un niño con cuatro extremidades. La mayoría de los recién nacidos tienen cuatro extremidades. Nos conmueven los bebés con cuatro brazos, o con tres piernas, como el gato del refrán. De ahí el interés que despiertan las cármenes lomanas y cía., que son capaces de ganarse la vida sin cerebro.

Ahora bien, una cosa son las noticias absurdas y otra muy distinta las incomprensibles. Es cruel llenar un periódico entero a base de la deuda soberana de los EE UU. Si los editorialistas no son capaces de explicar la relación entre esa deuda y el precio de la sombrilla en Benidorm (y parece que no), que se dediquen a otra cosa. Hemos renunciado a entender el mundo. Pero que al menos nos hagan gracia sus sucesos.

dilluns, 8 d’agost del 2011

Desmayos reparadores

DESMAYOS REPARADORES

Para algunas culturas la muerte no es un hecho cerrado definitivo. En Bailando sobre la tumba, Nigel Barley cuenta que en cierta ocasión preguntó a un dowayo por su mujer. «Murió anoche», respondió el hombre con naturalidad. En ese momento, Nigel Barley vio a la muerta avanzar por el camino, recogiendo hojas de un lado y otro.

En realidad, se había desmayado, pero en esa cultura llamaban muerte al desmayo, de modo que la gente fallecía y resucitaba como el que entra y sale de una habitación. No había una frontera clara, en fin, entre el más allá y el más acá. Se podía ir y regresar, como debe ser. Piensa uno que los ritos de muerte y renacimiento guardan alguna relación con esa idea. Hay que morir, siquiera sea simbólicamente, para volver a vivir. La muerte deviene así en una especie de descanso.

En cierto modo, los períodos de vacaciones equivalen a un fallecimiento atenuado. Los cuerpos, en la playa, tienen algo de seres de otro mundo, sobre todo al principio, cuando conservan la blancura invernal, la extrañeza frente a la desnudez propia y ajena. Cada una de las personas con las que uno se cruza en la orilla del mar, vistas a esta luz, son auténticos aparecidos, gente que se encuentra fuera de su lugar natural: muertos. Muertos que a primeros de septiembre resucitarán en su ciudad de origen.

La muerte, como el sueño, es un descanso. Morimos mil veces a lo largo de la vida para ser capaces de volver a nacer. Esa persona que deja de afeitarse durante cuatro días ha cedido a la tentación de morir, aunque sea un poco, para retomar el placer de salir luego a la calle perfectamente rasurado. Las enfermedades, en la medida en que nos obligan a abandonar nuestras ocupaciones de siempre, constituyen un pequeño óbito.

La convalecencia simboliza el renacimiento. Quienes sufren lipotimias con alguna frecuencia aseguran que al salir del desmayo tienen la sensación de estrenar el cuerpo, la vida, la realidad. Ahora bien, una cosa es la muerte y otra la agonía. Y lo de estas vacaciones no está siendo un desmayo reparador, sino una congoja permanente.

Y es que también hay que descansar de la prima de riesgo y del acoso de los mercados y de los planes de rescate. Quiere decirse que al telediario le vendrían muy bien unas vacaciones, incluso una muerte súbita.

diumenge, 7 d’agost del 2011

Sobre la culpa

SOBRE LA CULPA


El pecado original, si lo piensas, es un gran invento, uno de los más grandes de la humanidad. El pecado original significa que venimos al mundo debiendo algo a alguien, como si naciéramos ya con la hipoteca firmada. Observando a un recién nacido, sobre todo si es de la familia, podría parecernos mentira que estuviera entrampado. Pero si la idea de esa culpa fundacional ha prendido con tanta fuerza, es porque es cierta. No cierta a la manera literal en que se describe en la Biblia, aunque perfectamente metaforizada en la transgresión de Adán y Eva. Algo nos ha ocurrido, ignoramos dónde o cuándo, que justifica esta sensación de deberle dinero a alguien. Tampoco hay que descartar, desde luego, la posibilidad que nos sintamos culpables al modo en que se siente sucio, por ejemplo, el niño del que abusa un adulto. Por raro que parezca, es muy frecuente que la víctima piense mal de sí misma.

Aceptemos esta segunda posibilidad: la de que en realidad los culpables son otros y nosotros sus víctimas. Esto justificaría el afán de transgresión que nos habita desde lo del árbol del conocimiento del bien y del mal. La transgresión está bien vista porque constituye un modo de decir que no somos culpables. Gracias a la transgresión existen la literatura y la pintura y el cine y el arte en general. Decir de un poema que es transgresor resulta redundante porque tal debe ser su naturaleza. Transgresión significa, en alguna medida, anormalidad. Ni Baudelaire ni Verlaine, por citar la pareja habitual, fueron normales.

La anormalidad fue su premio (dejaron una obra importante) y su castigo (sufrieron más que el jefe del departamento contable de una empresa de cementos). Si Adán y Eva hubieran sido normales, no conoceríamos a Dios, no al menos su lado más cruel, su costado sádico.Así vivimos, entre la normalidad y la anormalidad. Mi amigo Gonzalo Suárez (que es anormal en el sentido del que venimos hablando) me decía en un encuentro reciente que la normalidad es una conquista del ser humano. ¡Cuánta razón tiene!, pensé. Aún así, él y (supongo que yo) volveríamos a dejar tentarnos por la serpiente. De ahí nuestro sentimiento de culpa etcétera.

divendres, 5 d’agost del 2011

Juegos de palabras

JUEGOS DE PALABRAS

Leo que la expresión "encarnizamiento terapéutico" está siendo sustituída en los centros de tortura donde aún se practica por esta otra: "obstinación terapéutica". Entiendo que en el encarnizamiento hay placer mientras que en la obstinación solo hay cabezonería. Debe ser eso, ¿no?, que los que descargan su sadismo contra las personas agonizantes han temido que se les viera la oreja.

-No es que disfrutemos, es que somos muy obstinados y cuando se nos mete una cosa en la cabeza no hay manera.

La última hazaña de la "obstinación terapéutica" tiene lugar en la localidad madrileña de Leganés, donde han amarrado a una anciana a la vida como el que amarra al potro de tortura a un detenido. La víctima, de 91 años, está ciega, sorda y demente. Pasa el día encamada y con las manos atadas, para que no se pueda ni rascar ni arrancarse los tubos. Por supuesto, tiene úlceras en diversas partes del cuerpo. Pero se resisten a retirarle las sondas y a aplicarle cuidados paliativos, que es lo que corresponde, por mera "obstinación terapéutica". Se han empeñado en que la pobre mujer sufra y como son fanáticos de la obstinación, ahí tienen a la anciana, igual que en los tiempos de la inquisición a los herejes.

El acierto, ya decimos, consiste en dejar de llamar a las cosas por su nombre. Según la asociación Derecho a Morir Dignamente, hay miles de casos como el de la moribunda citada en hospitales y residencias de nuestro país. Quiere decirse que conviene quitarse de en medio cuando uno todavía tiene fuerzas para hacerlo. De otro modo, corres el peligro de caer en manos de gente obstinada que te amarra a la vida como el que te ata a un poste para servirte cien azotes. La vida es dura, ya lo sabemos, pero la muerte se está poniendo insoportable. Hay personas que trabajan a destajo en el negocio de la obstinación (antes encarnizamiento). Inventan sin pausa correas nuevas, sondas nuevas, agujas nuevas.

Una vez en manos de esta gente, atado de pies y manos a la cama, no hay forma de evitar que te metan tubos por las narices y agujas por los brazos y sondas por el culo.

Y no lo hacen por placer, ya decimos, sino por mera testarudez. Dios nos ampare.

dimecres, 3 d’agost del 2011

Lagunas

LAGUNAS

En Islandia se está estudiando la posibilidad de vender el tabaco en las farmacias, y sólo en las farmacias. Y con receta, claro. La idea que late bajo esta iniciativa es que el tabaquismo se trata de una enfermedad, así que facilitarlo en los bares equivaldría a expender los antibióticos en los puestos de pipas. Hay algo chocante en esta idea. También el alcoholismo es una enfermedad y nos resultaría raro tomarnos el gin tonic de media tarde en la botica. Para decirlo todo, sería estimulante. Ya me veo apoyado en el mostrador de la farmacia, entregando mi receta médica de gin tonic, que la licenciada (o licenciado) prepararía con esmero.

-¿Cuántos cubos de hielo?

-Cuatro, por favor.

Haga usted una carrera para acabar sirviendo copas. El caso es que el proyecto islandés incluye también la posibilidad de que el tabaco expedido en las farmacias no lleve marca. Que sea un genérico, vamos. Ahí se equivocan, pues aunque la sustancia principal del cigarrillo sea la nicotina, no tiene el mismo sabor la del Camel que la del Marlobor. Tampoco todas las ginebras ni todas las tónicas son iguales. Pero el concepto de genérico va ganando terreno en ámbitos distintos al de la farmacopea. De un momento a otro, si el ejemplo cunde, llegará también al mundo de los libros.

-Buenas, ¿podría darme una novela policíaca?

-¿La quiere de un autor concreto o le vale un genérico?

Y quien habla de una novela habla de una peli, de una pintura abstracta, de una fotografía. Por cierto, que el arte provoca también un tipo de adicción que quizá hiciera aconsejable venderlo así mismo en farmacias. No tiene sentido que autores como Verlaine o Rimbaud, por poner un ejemplo (o dos, ahora no caigo), se vendan en librerías. Su lugar natural es el del gin tonic i el tabaco, o sea, la farmacia. Lo que no sabemos es cómo sería el genérico de Las flores del mal o de Una temporada en el infierno. Quiere decirse que la idea del gobierno islandés, siendo buena, está todavía llena de lagunas.

dilluns, 1 d’agost del 2011

Escritura embalsamada

ESCRITURA EMBALSAMADA

Al contrario que en otros tiempos, en la actualidad se escribe para caducar, para morir. La literatura, que era un pasaje para la eternidad, ha devenido en un billete para la evaporación. Algunos libros duran en la mesa de novedades menos que una pastilla de ácido en la puerta de un colegio. Eso, que a primera vista parece doloroso, puede constituir también un acicate (qué rayos significará acicate). Jamás ha habido tantos libros muertos, llegan difuntos ya a las librerías. Como están maquillados, los compradores no se dan cuenta de que se llevan un cadáver. Hay libros momia de los que se tiran un millón de ejemplares, todos debidamente embalsamados. No me pregunten cómo se embalsama la escritura porque no tengo ni idea. Pero distingo un libro finado a dos kilómetros. Los libros muertos están escritos por escritores vivos al modo en que muchos libros listos salen de la cabeza de novelistas tontos. La vida está llena de contradicciones de este tipo. Hay más cordura en un frenopático que en una reunión del G-20.

Con la proliferación de los nuevos soportes de lectura, los libros devienen también en chatarra cósmica que gira por los cielos de la red. Como piratear un libro no cuesta nada, muchas tabletas electrónicas están llenas de títulos que jamás se leerán, de música que nunca se escuchará, de películas que etcétera. La abundancia, paradójicamente, está conduciendo a la escasez al modo en que la vida conduce a la muerte.

– Tengo todo el barroco musical en este trasto.

– ¿Y lo escuchas?

– Qué va, no me gusta la música clásica.

Parece una contradicción que la inmortalidad tuviera fecha de caducidad, pero lo único inmortal entre nosotros es la caducidad. Lo perenne era una fantasía loca. Por eso hay que escribir para la muerte. Cada palabra, cada frase, cada párrafo ha de ser, de aquí en adelante, un paso hacia el abismo. La única garantía que podemos ofrecer al lector es que al cerrar el libro será más viejo que antes de abrirlo. No hay estadísticas sobre la gente que se muere leyendo, pero servidor siempre ha leído muriéndose. O sea, lo que decíamos ayer.