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dimecres, 30 de juliol del 2008

Asociación libre

ASOCIACION LIBRE

Se me había olvidado comentar lo de las vesículas y lo de los móviles de usar y tirar. Nada tiene que ver una cosa con la otra, excepto que venían en el mismo paquete, es decir, en la misma página del periódico, lo que sin duda de be de significar algo. Si el cartero nos entrega un sobre en cuyo interior, al abrirlo, encontramos una vesícula y un teléfo no, nos rompemos la cabeza buscándole un sentido, intentando asociar una cosa con la otra. Pues a esto es a lo que se dedica un servidor, a romperse la cabeza con las noticias que vienen en la misma página. A veces, después de haberse roto el cuerpo entero, no le encuentra sentido a nada. Sé que las vesículas fueron arrebatadas del interior de sus cuerpos a través del ombligo, gracias -decía la noticia- a una técnica «poco invasiva» llamada laparoscopia (no confundir con paraloscopia, que no existe).

Poco invasiva, poco invasiva, no sé. Para mí, el ombligo es sagrado. No me gusta que me metan ni me saquen cosas por él. Sólo la idea de que me hurguen en esa cicatriz fundacional me produce escalofríos. Desde aquí digo que si algún día me tienen que sacar la vesícula, que lo hagan de un modo más invasivo, por el culo, con perdón, si fuera preciso, pero el ombligo, ni tocarlo. Hay quien para limpiarse la muela del juicio se mete un palillo por el oído, en la convicción de que se trata del camino más corto. Quizá sea el más corto, pero es el más doloroso también.

En todo caso, me guste o no me guste, admito que sacar vesículas por los ombligos representa un avance médico consi derable. Lo que no entiendo es que junto a esa noticia venga la de los teléfonos móviles de usar y tirar. Vale que representa un avance científico el hecho de que después de hablar con tu madre arrojes el teléfono a la basura. Lo admitimos, sí, como constituyó un progreso la aparición del pañuelo de papel, que le evitaba a uno ir todo el día con restos orgánicos en el bolsillo. Pero no conseguimos averiguar qué rayos tiene que ver aquel progreso de la medicina con éste de la telefonía. A menos, claro, que la llamada de tu madre fuera para comunicarte que le acababan de sacar la vesícula por el ombligo. Acabáramos

dilluns, 28 de juliol del 2008

A la vuelta de la esquina

A LA VUELTA DE LA ESQUINA

Cuesta creer que los humedales estén en peligro de extinción, pero es lo que dicen los expertos. Asocia uno los humedales al sexo, como si esas formaciones naturales funcionaran a modo de lumbreras venéreas por las que respira la Tierra. El término humedal se sustituye a veces por el de cenagal. Una ciénaga es después de todo un charco lleno de vida. Otra cosa es que nos guste esa clase de vida. Por eso la palabra ciénaga posee también connotaciones de orden moral que salpican al sexo, o a determinada clase de sexo. ¿Pero qué haríamos sin sexo, es decir, sin ciénagas, sin lodazales, sin fangales, sin barrizales, sin marismas?

Decir que los humedales están en extinción es como afirmar que el territorio contenido entre las ingles tiene los días contados. Phil K. Dick, el loco y visionario autor de ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas?, se quedó de piedra el día en que desnudó a una muñeca Barbie y comprobó que tenía sus partes lisas, lo mismo que su novio (Kent, creo). Eran un chico y una chica sin humedales. Muy limpios, sí, muy higiénicos, muy profilácticos, pero completamente inhábiles para el acoplamiento, como una clavija sin hembra. Al loco de Dick, cuya cabeza era una batidora, aquello le pareció una premonición. Como a todos los profetas, la realidad tardó decenas de años en darle la razón, pero aquí está la noticia: los humedales de la Tierra se encuentran en peligro de extinción.

Cada día hay más humedales, en cambio, de usar y tirar, humedales para pasar el rato, para jugar al sexo en vez de poseerlo plenamente. El otro día fui a comprar comida para mis peces artificiales (están vivos, como usted y como yo, pero tienen un no sé qué sintético que me conmueve) y vi en la tienda pequeños humedales encerrados en urnas de cristal. Y en aquellas pequeñas ciénagas se agitaba la existencia: casi todo en ellos era sexo y reproducción. Te los podías llevar a casa por un módico precio, pero duraban poco debido a las dificultades de mantenimiento. En todo caso, eran sucedáneos de humedales, del mismo modo que Barbie y Kent son sucedáneos de seres humanos. El futuro está que arde.

divendres, 25 de juliol del 2008

El caso es chupar

EL CASO ES CHUPAR

En la mesa de al lado, mientras yo apuraba el gin-tonic de media tarde, una mujer y un hombre habla ban de intimidades sexuales. Ella le confesó que no podía hacer el amor (lo di jo así, hacer el amor) sin tener un chupete a mano.

-¿Un chupete? -preguntó el hombre extrañado, dando una honda calada a su Marlboro.

-Un chupete, sí, qué pasa.

-¿Un chupete de los de bebé, de los de toda la vida?

-Bueno, de los de toda la vida no. Me gustan más los planos porque se adaptan mejor a la cavidad palatina.

Juro que dijo «cavidad palatina», de mo do que en ese instante no tuve más remedio que volverme para ver el rostro de la mujer. Tendría cerca de 40 años y era muy delgada y morena, con mechas de color blanco. Sus ojos eran más redondos que ovalados, lo que pro vocaba en su mirada una expresión permanente de asombro. El labio supe rior, muy fino, se había adaptado a la forma del chupete y dejaba ver las dos palas, algo separadas, quizá también por la influencia de la goma. Sin ser guapa, gozaba de un atractivo extraño, quizá algo enfermizo. De hecho, al imaginármela con un chupete de be bé en la boca me excité y pedí otro gin-tonic porque el que tenía delante se había aguado con el hielo.

El hombre acabó su cigarrillo y encen dió otro. Era uno de esos sujetos que chupan y muerden la boquilla co mo bebés. Lo sorprendente, con todo, es que le molestara la confesión de la mujer, a la que tachó, medio en broma, medio en serio, de «viciosilla». Entonces ella respondió que la única diferencia entre el chupete y el cigarrillo era que el cigarrillo se encendía. «El día que haya chupetes con luz» -dijo-, «muchos fumadores cambiarán el cigarrillo por el nuevo invento.» El hombre pagó y se levantó con expresión de urgencia, como si hubiera olvidado algo.

-¿A dónde vas? -preguntó ella.

-A patentar el chupete con luz, antes de que nos roben la idea.

En esto me di cuenta de que yo llevaba un rato chupando, inconscientemente, un pedazo de hielo. El caso es chupar.

Funcionamos

FUNCIONAMOS

Si la crisis económica hubiera provocado la caída de publicidad de la que hablan los responsables de los medios, debería notarse ya en nuestros cerebros y en nuestros corazones. De hecho, para conocer el estado físico y emocional de un grupo humano, lo primero que conviene es averiguar la cantidad de publicidad en sangre de ese grupo. Si nos arrebataran de golpe el torrente publicitario que fluye en nuestras venas (televisión, periódicos, vallas callejeras, móviles, radio, autobuses, metro, taxis, correo ordinario, boca a boca, Internet, etc.), nos quedaríamos catatónicos. Imaginen una vida sin Intimísimi, sin Renault, sin Telefónica, sin Fayri, sin atún claro Calvo, sin ron Bacardí, sin el Gordo de la Lotería Primitiva (Lotería Primitiva, Dios mío, qué nombre). No es posible, pues, que se haya producido la catástrofe de la que nos informan, a menos que la realidad haya empezado a sustituir, en plan metadona, a las operaciones de propaganda. ¿No son, en cierto modo, los congresos de los partidos actos publicitarios? ¿No son las campañas electorales campañas de publicidad? ¿No ha sido la turné del Papa un anuncio? ¿De qué?, cabría preguntarse.

No tenemos ni idea, pero eso nos pasa también con los spots de la tele: cuanto mejores son, más dificultades tenemos para retener el producto que divulgan. En este orden de cosas, el viaje de Obama a Irak y Oriente Medio es una obra maestra, pues le hemos comprado a ciegas lo que vende, sea lo que sea. Si votáramos en las elecciones estadounidenses, obtendría el 80% de los votos. ¿Y en el fondo qué sabe la gente de este señor, además de que es mulato y guapo? Pues lo mismo que de Tinto de verano don Simón, tinto de verano para ti, tinto de verano hay que beber, viva don Simón. Quiere decirse que no estamos tan mal. El sistema, pese a la crisis económica, funciona.

dimecres, 23 de juliol del 2008

Religión y petróleo

RELIGIÓN Y PETRÓLEO

Todos creemos en un único Dios, el cual estableció que las religiones de las gentes sean distintas. Si él hubiera querido, hubiera impuesto una sola religión a toda la humanidad.» Esta perla del razonamiento filosófico y del sentimiento religioso pertenece a Abdalá Ben Abdelaziz, rey de Arabia Saudí, con eso está dicho todo. Así que fue Dios, en persona, el que decidió que las religiones de las gentes fueran distintas. Por entretenerse, suponemos. Si todos tuviéramos la misma religión, no habría guerras, y una humanidad sin guerras es como un jardín sin flores. Démosles un riñón idéntico, pero creencias diferentes, dijo Dios en el principio de los tiempos, tras separar la luz de las tinieblas. Podría habernos dado riñones distintos y una sola creencia religiosa, pero decidió que no, que lo hacía así y punto. Lo curioso es que a la larga ha resultado más fácil transplantar un riñón que una religión. El cambio de religión provoca en el sistema autoinmune más rechazo que una víscera. Es más fácil transplantar un páncreas que el Corán. Misterios de Dios.

En todo caso, si la religión no ha alcanzado todavía el status de la ciencia es porque no hay teólogos de la altura del rey de Arabia Saudí, que tuvo que organizar el encuentro de religiones en España, ya que en su país están prohibidas todas la creencias menos la suya. Dios lo ha dispuesto así. Si Dios hubiera querido, habría dispuesto que en Arabia Saudí estuvieran permitidas todas las religiones menos la del rey. Pero no. Dios dispuso asimismo que tuviéramos cinco dedos en cada mano (a excepción de los Simpson, que poseen cuatro, por lo que están prohibidos en algunos países), pero si hubiera querido que tuviéramos diez, habríamos tenido diez.

Y así sucesivamente. Las palabras de Abdalá Ben Abdelaziz se pueden aplicar a todo lo que se mueve. Así, si Dios hubiera deseado que en Arabia Saudí, en vez de petróleo, hubiera habido carbón, el rey de Arabia Saudí sería un pringado, un don nadie, un marginal, y la humanidad se habría perdido sus juicios filosóficos, una cosa por otra. No sabemos qué relación hay entre el petróleo y las creencias religiosas, pero estamos a la espera de que Abdalá nos lo diga.

divendres, 18 de juliol del 2008

Escribir con miedo

ESCRIBIR CON MIEDO

Hay días en los que tras la lectura del periódico resulta difícil ponerse a escribir sin miedo. Sin miedo en el cuerpo (dónde si no). Un Estado incapaz de evitar que un asesino ocupe el piso de al lado de una de sus víctimas es un Estado que da miedo por inútil, por impotente, por estéril, por lelo, por incapaz, por tonto, por inhábil. Las declaraciones acerca de que se están buscando mecanismos pa ra que la situación no llegue a producirse producen pánico. ¿Cómo que se están buscando mecanismos? ¿Están ustedes bien de la cabeza? Si esos mecanismos no existen (lo que resulta increíble), se crean al instante, ya, se con voca un Consejo de Ministros extraordinario, se redacta un decreto, se detiene la realidad hasta dar con la solución. Uno no sabe crear mecanismos, uno no es político, ni jurista ni subsecretario. Pero uno sabe que un asesino no puede instalarse en la letra B si una de sus víctimas vive en la letra A. Y si eso ocurre, esto no es un Estado, es otra cosa cuyo nombre les ahorro.

Hay días en los que escribimos con miedo. Si una empresa inmobiliaria, una sola, es capaz de arrastrar en su caída a la bolsa, a un montón de compañías constructoras que trabajaban pa ra ella, a la banca, a miles de trabajadores y a miles también de compradores que habían puesto sus ahorros en la compra de una vivienda que quizá no recibirán, Martinsa no era una compañía inmobiliaria, señores, Martinsa era medio Estado (el otro medio es el que no sabe cómo evitar que el asesino de Baglietto tenga un negocio debajo de su viuda o que De Juana Chaos viva en la letra B cuando en la A vive una de sus víctimas).

Escribir con miedo. Uno escribe con miedo porque ha visto el telediario, ha escuchado las noticias, ha leído los periódicos y de todo ello deduce que no vive en un Estado fuerte, sólido, macizo, sino en una especie de cayuco al que amenazan olas de siete metros. Ni siquiera sabemos cuánto durarán las existencias, cuánto durarán el pan y el agua, cuánto la travesía, porque los encargados de racionar los alimentos y de llevarnos a puerto hablan con media boca, transmiten, al ser entrevistados, incertidumbres, dudas. Por eso, en días como hoy escribimos con miedo.

Aterrizajes

ATERRIZAJES

Las compañías de acceso a Internet venían prometiendo al usuario una velocidad que luego no le daban. Y no se les caía el pelo. Ahora tampoco se les va a caer, aunque Industria las obligará a proporcionar como mínimo el 80% de lo que ofrecen (y de lo que pagamos, se supone). El ardid para estafar al personal consistía en que por arriba te vendían 20 megas y por abajo incluían el término "hasta". Es decir, "hasta 20 megas", que eran los que te cobraban. Viene a ser como vender bocadillos "hasta" de jamón de bellota por un euro y darlos de carne de perro. Oiga, que esto no es jamón. Nosotros hemos puesto en el anuncio "hasta de jamón". De hecho, cada cien de mortadela damos uno de Jabugo.

Yo no sé medir megas, ni siquiera sé el aspecto que tienen, no los reconocería por la calle, pero me fastidia que me cobren 20 y me den 10. Las autoridades deberían haberlo impedido antes. Claro que también se estaban vendiendo pisos de 70 a 100 sin que nadie abriera la boca. Lo sabíamos todos: el comprador, el constructor, el banco, el notario, el súrsum corda, pero nos hacía gracia ese 30% de desfase, ese 30% de delirio, de alucinación, de ensueño. Mira, he comprado este cuchitril por 50 y lo he vendido por 70 en cuatro días. Ahora me voy a hipotecar para, con estos 70, adquirir uno de 90 que colocaré a 120 al mes que viene. Cuando no son megas son metros cuadrados, el caso es vivir con un equis por ciento de ficción, de aire, de humo, de mentira. "Hasta 20 megas", qué listos. Y nosotros hasta las narices (o sea, bastante más abajo), pero hemos de dar las gracias porque ahora nos proporcionarán al menos un 80% de realidad. No es el 100%, pero quién aguanta un 100% de realidad a palo seco. Además, conviene hacer una transición lenta, como en el caso de la burbuja inmobiliaria, un modelo de aterrizaje suave.

dimecres, 16 de juliol del 2008

Gente que cuenta tu vida

GENTE QUE CUENTA TU VIDA

En la mesa de al lado, un hombre y una mujer, ambos de mediana edad, hablaban. El jueves pasado, decía el hombre, me morí. Y el viernes resucité. Pegué el oído, claro, y escuché la siguiente historia: el hombre había viajado a Sevilla por razones de trabajo. Tras comer con un cliente en un restaurante céntrico, salió a la calle y decidió caminar hasta el hotel, que se encontraba a 20 minutos. El calor propio de esta época estaba atenuado por una brisa húmeda muy agradable. Por lo demás, él caminaba despacio y por la sombra, de modo que logró disfrutar del paseo. Al poco, sin embargo, comenzó a sentirse mal. No se trataba de un malestar localizable, dijo, sino de una especie de desazón corporal («en absoluto anímica», subrayó) que iba en aumento a medida que se acercaba al hotel. En su empeño por describir los síntomas, añadió que era como si tuviera fiebre, pero sin fiebre. Las articulaciones y los músculos enviaban al cerebro las señales características de una temperatura alta, pero él se tocaba la frente y le parecía normal. En esto, pasó por delante de una farmacia y entró a comprar un termómetro con el que se encerró en el servicio de una cafetería. Se lo puso debajo de la lengua y comprobó enseguida que su temperatura, en efecto, era normal.

Pues bien, llegó al hotel, subió a su habitación, se desnudó y se metió en la cama. Me voy a morir, se dijo. Por alguna razón, sabía que aquello que le ocurría era la muerte. Pero se trataba de una muerte hasta cierto punto dulce. Los músculos se aflojaban y él se iba, se iba, se iba lentamente hacia el más allá, sin dramatismos de ninguna clase. Y se fue. Se murió, dijo a su compañera de mesa mientras apuraba el café. ¿Y que pasó luego?, preguntó ella. Pues que al día siguiente, a las once de la mañana, resucité con toda naturalidad. Me incorporé y me encontraba bien, en forma, como si no me hubiera ocurrido nada. Y aquí estoy, de hecho, pero con la seguridad de haber vuelto del más allá. La mujer miró el reloj y dijo: Vamos, que se nos hace tarde. Pagaron los cafés, se levantaron, y salieron de la cafetería. Lo curioso es que aquello que el hombre contó me había ocurrido a mí hacía unos meses en Vigo. Pero no me había atrevido a contárselo a nadie.

dilluns, 14 de juliol del 2008

Manual de supervivencia

MANUAL DE SUPERVIVENCIA

Me dan con el periódico un libro para estimular la inteligencia. Se trata de un volumen muy básico, con progresiones geométricas sencillas para las que, sin embargo, siempre encuentro una solución alternativa que puedo explicar (en ocasiones de un modo algo novelesco), pero que no puntúan. Este tipo de pruebas resultan muy desalentadoras para los que no tenemos inteligencia, o ese tipo de inteligencia al menos. Por otra parte, jamás he encontrado placer en la resolución de crucigramas, a los que mi abuelo era muy aficionado. Le dabas un crucigrama y una máquina de liar cigarrillos y era feliz. Un día intenté que leyera a san Agustín y me devolvió el libro con cajas destempladas. Como digo, hay muchos tipos de inteligencia y cada uno debe desarrollar aquella para la que es más apto.

Me pregunto qué tipo de talento se requiere para encajar, pensar y obtener alguna conclusión acerca del naufragio de pateras. La noticia de los subsaharianos fallecidos al intentar atravesar el estrecho viene en el periódico el mismo día que regalan el libro para estimular la inteligencia. Leo que entre los pasajeros de la patera viajaban varias mujeres con bebés que iban muriendo al paso de las horas por el calor, por el frío, por el hambre y por la falta de agua. El motor de la patera estaba estropeado y las olas eran de cuatro metros. Los pasajeros perdieron el control y la orientación, de modo que iban de acá para allá sometidos al capricho del mar. De vez en cuando, uno de los supervivientes, se levantaba, arrancaba uno de los bebés fallecidos de los brazos de su madre y lo arrojaba al mar.

Ejercicios para desarrollar la inteligencia. Si A es igual a B y B es igual a C y C igual a D menos dos, qué relación habrá entre A y D. La gallina. ¿Qué tipo de inteligencia debemos desarrollar para digerir el horror? ¿Qué tipo de talento es preciso para conciliar estos dramas diarios (y que van a ir a más) con la Ley del Retorno? ¿No podrían darnos con el periódico un manual de instrucciones para la supervivencia moral en épocas de espanto? Comprendo la entrega de mi abuelo, que le tocó vivir unos años horribles, a los crucigramas.

divendres, 11 de juliol del 2008

Siete señores y una señora

SIETE SEÑORES Y UNA SEÑORA

Los periódicos del pasado miércoles reproducían el menú servido a los líderes de los países más poderosos del planeta en la cumbre que acaban de celebrar. Se supone que estos señores (entre los que hay, por cierto, una señora: Ángela Merkel) se reúnen periódicamente para hablar de los problemas de un mundo por el que se pasean como por una finca propia. Pero no hablaron del hambre, mira tú. No dedicaron ni un minuto de su tiempo a discutir sobre la subida del precio de los alimentos básicos. No pusieron sobre el tapete la cantidad de personas que mueren cada día por no poder llevarse una torta de maíz a la boca. Bueno, digamos la verdad, sí hablaron, pero para despachar el asunto en dos minutos con una limosna cuyo objetivo no es otro que el de cronificar las hambrunas. Por alguna misteriosa razón, a los países ricos les viene bien la existencia de un ejército regular de hambrientos.

Pues bien, el menú reproducido por los periódicos incluía 19 platos entre los que llamaban la atención el maíz relleno de caviar, los tacos de atún con aguacate, la salsa de soja y shiso, la sopa de almejas o los rollitos de anguila a la plancha envueltos en la bardana (¿qué rayos será la bardana?). Y así de forma sucesiva. Algunos lectores bienintencionados dirán que la publicación de ese menú constituye una maniobra retórica. No se van a reunir a comer los tipos más ricos del planeta para dar cuenta de unos huevos fritos con patatas. De acuerdo, se trata de una artimaña demagógica. Pero qué haríamos sin la demagogia. Me sumo, pues, a la iniciativa. Diré más: el menú incluía prepostre y postre. Lo del prespostre me parece directamente, además de una horterada, un insulto. En cuanto al postre, compuesto por una Degustación fantasía del G-8, exigimos que se haga pública su composición. ¿Incluía lenguas tiernas de bebés del tercer mundo? ¿Carrillos al almíbar de africanos nonatos? ¿Ojos al caramelo de embriones de tres semanas?

La cumbre del G-8, en los términos en los que se ha desarrollado, ha sido una indecencia. Esos señores mandarán mucho, tendrán mucho dinero, irán a muchas fiestas, pero son unos sinvergüenzas. Dios los confunda.

dimecres, 9 de juliol del 2008

La llave de la vida

LA LLAVE DE LA VIDA

En todas las habitaciones de hotel hay un interruptor de la luz que no apaga ni enciende nada. Lo accionas 10, 20, 30 veces, atento a la más pequeña manifestación luminosa, y todo permanece imperturbable. Al final renuncias a averiguar su utilidad, pero te acuestas con la sospecha de que quizá no hayas sido capaz de adivinarla. Tal vez haya en esa habitación una instancia que tus sentidos no perciben y cuyas lámparas dependen de esa llave. A veces, te despiertas en medio de la noche diciéndote: ya sé, es el interruptor de la nevera, o el de la luz del armario, o el del secador del pelo. Pero te levantas en ese mismo instante, pruebas y no, no era el mando de ninguna de esas cosas.

De todos modos, vuelves a la cama preocupado, preguntándote si habrás dejado encendida o apagada una lámpara que no eres capaz de ver en algún escondrijo de la habitación. Te acuestas con un poco de angustia, ignorante de lo que has hecho, como si cupiera la posibilidad, por ejemplo, de que hubieras electrocutado a alguien cada vez que lo accionabas. Después de todo, tampoco nosotros sabemos qué o quién manipula el interruptor del que dependen nuestras vidas. A lo mejor, te encuentras pletórico, eufórico, radiante, y al segundo siguiente estás muerto sobre las escaleras del metro, como si alguien, desde la habitación de un hotel situado en una ciudad remota, hubiera accionado la llave de la que dependía nuestra luz.

A todo esto, son las cinco de la madrugada, no has pegado ojo. Tienes que levantarte a las seis y media para no perder el avión de las 9. Tal vez los aviones se caen porque alguien toca una cosa que no debe en una habitación que no es la suya. En mi casa, al menos, la televisión cambia de canal de forma caprichosa. Según el técnico, estoy en manos de un vecino con un mando a distancia de una potencia inusual. ¿De quién dependen estos cambios de humor que me matan? ¿Quién maneja el mando a distancia de mis estados de ánimo, de mis emociones? Justo cuando suena el despertador, me entra el sueño de forma caprichosa. En recepción, mientras liquido la factura, pregunto para qué rayos sirve el interruptor que me ha tenido en vela toda la noche y me dicen que en esa pared que digo no hay ninguno

divendres, 4 de juliol del 2008

El precio del insomnio

EL PRECIO DEL INSOMNIO

Un hombre telefoneó a uno de esos programas nocturnos de la radio en los que la gente cuenta dramas personales o sucesos paranormales. Relató que aunque el fútbol no le interesaba, había seguido las peripecias de la selección española, llegando a entusiasmarse con su juego. Le gustó mucho el partido contra Italia (sobre todo el segundo tiempo, matizó, para que comprendiéramos sus progresos) y disfrutó lo indecible con la final, donde España había jugado a base de toques de balón, triangulando bien, y provocando muchas ocasiones de peligro (todas esas frases me las he aprendido yo también durante estos días). Total, que el hombre se había aficionado al fútbol como el que tras un curso de cata se entrega al vino.

Tras acabar la Eurocopa, continuó, había seguido a través de la tele y de la prensa las celebraciones consecuentes. Vio llegar a los chicos al aeropuerto, los vio atravesar Madrid con las banderas ondeando al viento, observó con admiración a los grupos de jóvenes y mayores que seguían al autocar descapotable por las calles de la ciudad, vio a Casillas alzando la copa en el estrado preparado al efecto en la plaza de Colón, a Manolo Escobar catando Que viva España? El hombre fue emocionándose de forma progresiva hasta llegar al punto de sentirse español.

Llegado a esta parte del relato, se vio en la obligación de matizar que él nunca se había sentido español. Tampoco francés o sueco o alemán. Jamás había tenido un sentimiento de ese orden. Se quedó, pues, muy sorprendido por las capacidades ocultas del ser humano, pero pensó que al día siguiente se le habría pasado. Y no se le pasó. Se levantó de la cama completamente español y vivió el resto del día bajo el peso (y la alegría) de poseer esa nacionalidad a la que no había prestado hasta entonces atención alguna. Su españolidad llegó al punto de que se compró en los chinos una bandera española que colgó del balcón de su casa. La locutora le dio la enhorabuena y lo despidió. Lo curioso es que todos los que llamaron a continuación aseguraron que a ellos les había ocurrido lo mismo, aunque se referían al asunto como si hablaran de un suceso paranormal. Tal es el precio del insomnio.

Filantropía

FILANTROPÍA

La subida de la luz no es para que las compañía eléctricas ganen más, sino para ayudarnos a consumir menos. La flexiseguridad, como el ornitorrinco, constituye una aportación a la biodiversidad. La jornada de 60 horas mejorará los derechos sociales en Europa. Los atascos son angosturas puntuales. Los accidentes, incidentes. La gripe asiática, diarrea estival. No sabemos qué nombre dar aún al miedo a la Iglesia, al pánico a modificar la ley del aborto, al terror a enfrentar de una vez por todas el asunto de la eutanasia, pero ya se nos irá ocurriendo, por recursos lingüísticos que no sea. Si hemos sido capaces de llamar daños colaterales a las víctimas civiles, cine de adultos al pornográfico, hombre de color al negro, establecimiento penitenciario a la cárcel, intervención militar a la guerra, solución final al crimen, niveles a los precios, métodos de persuasión a la tortura, privación sensorial a la asfixia inducida, productor al obrero, colaborador al asalariado, becario al esclavo, limpieza étnica al genocidio, campaña aérea al bombardeo, financiación al préstamo, moderación salarial a lo que usted ya sabe, y así de forma sucesiva, si hemos sido tan ingeniosos, tan rápidos en la respuesta, tan eficaces en el uso de la palabra, tenemos que encontrar el modo de convencernos de que la Ley del Retorno es filantrópica. A mí prácticamente me han vendido la burra esta semana. A ver cómo se la venden a un inocente equis cuando lleve un año encerrado en una celda. ¿Cómo explicarle que está allí por su bien, por su seguridad (quizá por su flexiseguridad)? ¿Cómo convencerle de que, de no haberlo encerrado, quizá lo hubiéramos matado, que era lo que nos pedía el cuerpo? Pero somos europeos, muchacho, dictamos leyes capaces de contenernos, de ponernos límites, y tú, enhorabuena, eres uno de sus primeros beneficiados.