ECUMENISMOS
Estos de Batasuna es que no se enteran. Les bastaría con acogerse a la Cláusula Dragó para que les dejaran presentarse a las elecciones sin necesidad de condenar la violencia. Después de todo, el crimen es un asunto literario desde el principio de los tiempos. Imaginen qué habría sido de la Biblia sin la muerte de Abel. Así que no seamos estrechos, por favor, que vivimos presos de la puta corrección política, del buenismo idiota, del qué dirán. Menos mal que quedan intelectuales y políticos capaces de salirse del rebaño. Y es que a la literatura le quitas la novela criminal, la lucha armada y la pederastia y se queda en bragas, nunca mejor dicho. ¿Cabe imaginar una historia de las letras sin Henry Miller, sin Stephen Crane, sin Patricia Highsmith...? ¿Por qué una adolescente oriental puede devenir en un objeto en manos de un macho español y un adversario político no puede cosificarse en manos de un patriota vasco? ¿Qué forma de puritanismo es esa? ¿Es que no podemos dejar de inventar nuevas formas de censura, de totalitarismos, de pensamientos únicos? ¡Mira que solidarizarse con las niñas (¡dos zorritas asiáticas!) en vez de aplaudir al turista sexual, que se empleó con ellas de forma sucesiva cuando le sobraba testosterona y tamaño para atacarlas a la vez!
Como esos otros que en la guerra de Irak se identifican con las víctimas civiles y en la de España con los republicanos. ¿De qué nos sirve entonces haber leído a Nabokov, a Enrich Maria Remarque, a Simenon? ¿Cómo es posible no darse cuenta de que cuando el alcalde de Valladolid imaginaba lo que haría con los "morritos" de una ministra del Gobierno de España (¡España!) estaba emulando a Garcilaso?
¡Menos mal que aún sabemos recibir como se merece a Benedicto XVI, jefe de un Estado dictatorial, homófobo, misógino y al que tanto debe la pederastia ecuménica!
Estos de Batasuna es que no se enteran. Les bastaría con acogerse a la Cláusula Dragó para que les dejaran presentarse a las elecciones sin necesidad de condenar la violencia. Después de todo, el crimen es un asunto literario desde el principio de los tiempos. Imaginen qué habría sido de la Biblia sin la muerte de Abel. Así que no seamos estrechos, por favor, que vivimos presos de la puta corrección política, del buenismo idiota, del qué dirán. Menos mal que quedan intelectuales y políticos capaces de salirse del rebaño. Y es que a la literatura le quitas la novela criminal, la lucha armada y la pederastia y se queda en bragas, nunca mejor dicho. ¿Cabe imaginar una historia de las letras sin Henry Miller, sin Stephen Crane, sin Patricia Highsmith...? ¿Por qué una adolescente oriental puede devenir en un objeto en manos de un macho español y un adversario político no puede cosificarse en manos de un patriota vasco? ¿Qué forma de puritanismo es esa? ¿Es que no podemos dejar de inventar nuevas formas de censura, de totalitarismos, de pensamientos únicos? ¡Mira que solidarizarse con las niñas (¡dos zorritas asiáticas!) en vez de aplaudir al turista sexual, que se empleó con ellas de forma sucesiva cuando le sobraba testosterona y tamaño para atacarlas a la vez!
Como esos otros que en la guerra de Irak se identifican con las víctimas civiles y en la de España con los republicanos. ¿De qué nos sirve entonces haber leído a Nabokov, a Enrich Maria Remarque, a Simenon? ¿Cómo es posible no darse cuenta de que cuando el alcalde de Valladolid imaginaba lo que haría con los "morritos" de una ministra del Gobierno de España (¡España!) estaba emulando a Garcilaso?
¡Menos mal que aún sabemos recibir como se merece a Benedicto XVI, jefe de un Estado dictatorial, homófobo, misógino y al que tanto debe la pederastia ecuménica!
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