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divendres, 28 d’abril del 2006

¡Ojo!

¡OJO!

Estados Unidos tiene repartidas por el mundo cien mil personas cuya función es tomar apuntes. Son espías, la mayoría de ellos destacados en lugares que tradicionalmente no representaban ninguna amenaza, pues cada día es más difícil saber dónde se encuentra el enemigo. Puede ser el marido de tu hermana (cuando no tu hermana misma), el lechero, el vendedor de lotería, el mendigo del metro, la bibliotecaria... En Los tres días del Cóndor aparecía una oficina de los servicios secretos norteamericanos cuyos empleados -padres de familia absolutamente normales- buscaban mensajes ocultos en las novelas de moda. La vigilancia no es incompatible con la lectura, ni con el matrimonio. Además, basta con tener un poco desarrollado el sentimiento de persecución.

No es por promocionarme, pero yo sería un espía excelente. Esta mañana, sin ir más lejos, al leer el horóscopo de los Tauro, me di cuenta de que pertenecía en realidad a los Virgo. Estaban cambiados, pues a aquéllos les anunciaba buen estado de ánimo, cuando todos sabemos que están por los suelos, y a éstos dificultades psicológicas, cuando, según Urano, se encuentran en su mejor momento. Esto quiere decir algo, me dije. Investigué más a fondo, averiguando qué cargos de la Administración norteamericana actual son Virgo o Tauro, y llegué a conclusiones estremecedoras que, por prudencia, omito. Si la CIA está interesada en mis análisis, que me contacte, como siempre, a través de los anuncios clasificados de EL PAÍS. Ya saben lo que tienen que poner: "La cecina está cruda". Sólo pido que lleguen antes de que me pase lo que a Robert Redford en Los tres días del Cóndor.

Y, como yo, hay cien mil personas en el mundo. Cien mil pares de ojos, doscientos mil oídos, decenas de miles de fosas nasales y un millón de dedos (sin contar, claro está, los de los pies) observan, escuchan, huelen y palpan la realidad para demostrar que nos persiguen. En la mayoría de los casos son gente anónima, incluso vulgar, pero con un olfato entrenado para detectar mensajes ocultos en las canciones de Bisbal, en los anuncios por palabras o en los envases del Ajax Cloro. Y todavía hay gente que se aburre.

dimarts, 25 d’abril del 2006

El siglo XXI

EL SIGLO XXI

Han pasado casi seis años desde el 31 de enero de 2000, cuando el cambio de siglo. La fecha se consideraba tan importante que las personas más desgraciadas de este mundo eran aquellas que no tenían con quién celebrarla. No todas las generaciones tienen el privilegio de atravesar una frontera de esta naturaleza, se decía entonces, en medio de los preparativos para un instante mitificado hasta el absurdo. Entre las profecías malas, que son las que gustan, destacaba aquella según la cual todos los sistemas informáticos se volverían locos y pondrían el mundo patas arriba. Las cajas fuertes de los bancos se abrirían, la información de los departamentos oficiales se borraría, los robots se volverían contra sus creadores.

No se cumplieron las profecías malas, pero tampoco las buenas, según las cuales se trataba de un siglo para elegidos. Se había extendido la idea de que había, entre un siglo y otro, una especie de filtro que sólo lograrían atravesar los más inteligentes, no los más fuertes. Pues ni los más inteligentes ni los más fuertes: los más idiotas, entre los que me cuento. De hecho, continúo publicando mis artículos con la misma tranquilidad que hace seis años.

-¿Pero el cambio de siglo no implicaba un cambio de tendencias, de personas, de costumbres?

-Eso creíamos, pero no.

Mi permanencia, debo añadir, no tiene ningún mérito. En un mundo en el que sobrevive Bush, sale adelante cualquier bacteria con un par de habilidades. Es ese mi caso. Soy una bacteria y tengo un par de habilidades. Pero soy una bacteria con la autoestima baja, por lo que no me lo acabo de creer. Uno pensaba que el siglo XXI iba a ser exigente de verdad. A veces, intentaba imaginarme al jefe de Recursos Humanos de ese siglo y visualizaba a un tipo que era una hábil mezcla de filósofo existencialista y teólogo jesuita, con unos toques de jefe de personal de El Corte Inglés: un genio en suma. Pero nada de eso. Nos hemos colado todos y estamos haciendo un siglo XXI que no tiene nada que envidiar al XX. Aquí paz y después gloria.

diumenge, 23 d’abril del 2006

Oraciones subordinadas

ORACIONES SUBORDINADAS

Coincidí en un acto social con una periodista de televisión que me contó la evolución del medio en los últimos tiempos:

-Hasta hace dos años -me dijo- en mi programa podía entrevistar a escritores. Se aceptaba que tenían algo que decir, aunque lo dijesen en un cuarto de hora. Hoy es imposible. Un cuarto de hora de televisión es una eternidad. Tienes que cambiar de asunto, de personaje, de enfoque cada quince segundos. Has de darlo todo muy picado.

Al principio no entendí la expresión «muy picado». Creí que se refería a una cuestión relacionada con las cámaras, pero no, «muy picado» significaba muy picado, o sea, lo que hacemos con la carne para darle forma de hamburguesa. Quiere decirse que la redacción se reúne, decide los contenidos y después los pasa por la túrmix para que el usuario no tenga que esforzarse en masticar. A mí me gusta picar mucho el ajo y la cebolla en los sofritos, para que no se noten. Pero un guiso no es un programa de actualidad (aunque los programas de cocina tienen mucho éxito). No estoy seguro de que sea tan necesario picarlo todo tanto. Aunque es cierto que un día que estuve en la tele, no hace mucho, el entrevistador me dijo:

-Procura no dar respuestas de más de diez segundos y di frases muy cortas, muy directas, porque la gente, si no, se marcha a otro canal.

Comencé la entrevista aterrado, pues a veces, sin querer, me salen oraciones subordinadas. Las oraciones subordinadas están completamente prohibidas en la tele. No hay nada que perjudique tanto a la audiencia como la subordinación gramatical. De entre las subordinadas, las condicionales son las más perseguidas por alguna razón que nadie ha conseguido explicarme. Si estás en la tele y no tienes más remedio que introducir una oración subordinada, procura que sea temporal. Verbi gratia (con perdón): «Cuando yo me afeito, mi mujer se pone las medias». El caso es que la televisión, en su afán por conquistar un grado de simpleza semejante al de la oligofrenia, se ha puesto muy, muy complicada. Si alguien dice cosas inteligentes (oración condicional), lo toman por tonto.

divendres, 21 d’abril del 2006

500

500

Yo no creo en los billetes de 500 euros, pero existir existen. Personas que no suelen mentir juran que se les han aparecido. Después de todo, somos un país con tradición de visiones místicas, quizá por eso aquí brotan más que en el resto de Europa. Es lo que aseguran al menos las autoridades económicas, que acaban de informar de que la cuarta parte de los billetes de 500 euros que hay en el universo mundo se manifiestan en España, aureolados por lo general con el resplandor del dinero negro. Lo lógico es que la economía sumergida, que es a todas luces ilegal, trabajara con dinero falso, pero las cosas no son tan sencillas, amigo. A veces, lo normal y lo paranormal se abrazan de tal modo que no hay manera de tirar del hilo. Quizá hayan cambiado las cosas, pero hasta ayer mismo, en los despachos de los notarios, cuando se firmaba una escritura, la parte contratante de la primera parte le pasaba una cantidad de dinero negro por debajo de la mesa a la parte contratante de la segunda parte. El notario, para no dar fe, se iba a hacer pis. Si eso ocurre en los despachos de los notarios, qué no ocurrirá en los del hampa, cuyos titulares están de la próstata.

Hacienda no ha proporcionado característica personal alguna acerca de esos billetes de 500 euros, pero estamos por asegurar que, si se analizaran, encontrarían en ellos restos de cocaína. O de cal. La cal produce más euforia que la coca. Esnifas una raya y te da por levantar una urbanización. Al final todo está relacionado, porque el dinero de la droga se blanquea en la construcción, eso es lo que aseguran los expertos. El caso es que va usted a comprarse un pisito y sin darse cuenta se mete en una red de narcotraficantes. "Si quiere usted el piso, tiene que darnos un millón en dinero negro". "Pero yo no tengo dinero negro, soy un trabajador". "No se preocupe, lo oscurecemos en el despacho del notario". "¿En el despacho del notario? ¿Entonces es legal?". "Prácticamente sí. Puede traernos el millón en billetes de 500 euros con restos de cal o cocaína".

El que no haya pagado un millón de pesetas en dinero negro al adquirir la casa de sus sueños (y delante de la bragueta del notario) que tire la primera piedra. Uno de cada cuatro billetes de 500 euros circula por España. ¿Uno de cada cuatro delincuentes también?

Porque sí

PORQUE SÍ

Me gustan los delirios. Las mejores obras de la literatura universal son la descripción de un delirio (El Quijote, Alicia en el País de las Maravillas, La Metamorfosis). Contra lo que podamos creer, el delirio está instalado en la vida cotidiana, convivimos con él. Los profetas, tan abundantes a lo largo de la historia, eran personas delirantes cuyas alucinaciones, por una u otra razón, conectaban con las necesidades de su entorno. El mundo está plagado de edificios, de estatuas, incluso de ciudades, que son un monumento al delirio. Cada día, amasamos la realidad con cantidades ingentes de ensueños. Lo que ocurre estos días con el precio del barril de petróleo, un líquido que sirve para que nos matemos en los coches (y al salir de vacaciones, por cierto) es una locura en la que vivimos ya perfectamente instalados. Si otras culturas cuentan con terroristas suicidas, nosotros tenemos turistas suicidas: personas aparentemente normales que se inmolan al Dios Tráfico con el seguro a todo riesgo.

Hay grupos sociales más delirantes que otros. Los niños, por ejemplo, atraviesan la raya de la locura en un suspiro. Hace poco, le pregunté a uno por qué, habiendo dientes de leche, no había ojos de leche también y orejas de leche. A los dos minutos estábamos imaginando ese momento mágico en el que se nos caerían las orejas con las que habíamos nacido para dar paso a las nuevas. En cuanto a los ojos, decidimos que no se desprenderían a la vez, por razones obvias. Al final, llegamos a la conclusión de que el cuerpo entero con el que venimos al mundo debería ser de leche, como los dientes, de modo que en torno a los 8 ó 9 años pudiéramos cambiarlo de arriba abajo. El único problema, según el niño, es que en lugar de visitarnos el ratoncito Pérez, nos visitaría la rata Gutiérrez, por una cuestión de proporciones.

Tom Cruise ha anunciado que se comerá la placenta y el cordón umbilical de su próximo hijo. «Son muy nutritivos», ha asegurado. Eso es lo que se llama un delirio con coartada gastronómica. Pero es que Cruise tiene un temperamento religioso y necesitan que las cosas tengan un porqué, se trate de la salvación o de las proteínas. Hay que atreverse a devorar la placenta porque sí.

dimarts, 18 d’abril del 2006

La luz

LA LUZ

El caso de Joyce Vincent ha sido noticia de milagro. Me refiero a esa mujer cuyo esqueleto acaban de encontrar en el interior de un apartamento, en Alemania, mirando atentamente la televisión, que permanecía encendida. No es el primer caso, ni el último. Mucha gente muere ya viendo las noticias, lo que constituye un modo de equilibrar un poco las cosas: no es justo que sólo la palmen al otro lado del televisor. Por cada cien personas que pierden la vida en el interior de las noticias, una al menos debería perderla dentro de los hogares. Joyce Vincent no puede saberlo, pero ha aportado un punto de equilibrio a un mundo desquiciado. El día en el que fallezca el mismo número de televidentes que, pongamos por caso, de iraquíes, podremos empezar una contabilidad funeraria digna de tal nombre.

Pero decíamos que el caso de esta mujer ha sido noticia de milagro, pues su muerte forma ya parte de la rutina. A ver, vivía en una casa de 200 apartamentos, en un hormiguero como el que dice. Yo tuve un hormiguero artificial, de metacrilato, y veía ir y venir las hormigas de acá para allá con sus automatismos, sin preocuparse de las bajas que se producían en la colonia. Ahora bien, si aparecía una hormiga muerta en medio de una galería, constituyendo un estorbo, la retiraban a una especie de cementerio que había junto al almacén. Joyce Vincent se murió discretamente, sin molestar a nadie, pero cometió el error de dejar de pagar el alquiler. Por eso la han descubierto. Pero no le podrán hacer la autopsia, porque se ha quedado en los huesos. Nosotros, tal como están las cosas, llamamos a eso una muerte digna.

Lo que más nos ha llamado la atención, con todo, es que durante los dos años que permaneció difunta no se le fuera ni una sola vez la luz (de otro modo, habrían encontrado el televisor apagado). A mí se me va dos veces al mes. No puede uno morirse tranquilo pensando que la tele se va a apagar antes del juicio final. Si la compañía eléctrica de esa mujer era E. On, estoy de acuerdo en que se quede con Endesa. Queremos morir en nuestros apartamentos con la tranquilidad de que no se irá la luz en el momento más interesante de Frazier, o Los Soprano.

dilluns, 17 d’abril del 2006

Bestiario fantástico

BESTIARIO FANTÁSTICO

Los medios de comunicación han difundido un conjunto de fotografías donde aparecen las propiedades de Juan Antonio Roca, el exasesor de urbanismo del Ayuntamiento de Marbella. La mayoría de estas propiedades son animales disecados. Jirafas, osos polares y leones, entre otros, formaban parte de ese raro zoo que la policía ha descubierto debajo de su cama. En realidad, todas las riquezas que atesoraba este caballero estaban muertas, aunque en buen estado de conservación. Entre los cadáveres más interesantes apreciamos un coche de línea antiguo, con su baca, al que la muerte le sienta mejor que al oso polar. También tenía palacetes vacíos y un helipuerto fuera de uso, además de un número indeterminado de fincas sin cultivar. Todo el dinero que robaba (presuntamente) se lo entregaba a la muerte, pero la muerte nunca tenía bastante porque la muerte es insaciable.

Entre las pertenencias disecadas de Juan Antonio Roca, quizá la que más impresiona es la de Isabel García Marcos, una socialista extinta en la que el taxidermista se ha empleado a fondo, sin piedad. Da miedo observarle los labios, excesivamente trabajados, así como los pliegues de la piel. Eso se debe a que, al contrario que al resto de los animales, la disecó viva. No hay precedentes de una práctica semejante en los museos de ciencias naturales. El resultado, en cualquier caso, resulta estremecedor. Imagínense que esa ardilla disecada del restaurante de la carretera se sacudiera de repente el polvo y comenzara a abrir o cerrar los ojos y a caminar por el mostrador. Nos quedaríamos espantados. Eso es lo que nos ocurría cada vez que aparecía en la tele Isabel García Marcos. Entonces no sabíamos por qué. Ahora sí: estaba disecada.

Ha sido una suerte coger a este hombre vivo, pues su pasión por lo inerte, por lo vacío, por lo deshabitado es tal que quizás había encargado ya a su disecador de guardia que empezara a vaciarle. Marbella debería ser declarada ya mismo patrimonio de la humanidad. No es probable que haya habido un caso semejante de bestiario fantástico, llevado a la práctica, en toda la historia de la evolución.

diumenge, 16 d’abril del 2006

Ni el día ni la hora

NI EL DÍA NI LA HORA

-¿Cree usted que va a morir en la carretera?

-Pues, francamente, no lo descarto, pero tampoco lo anticipo. Sólo puedo decirle que llevo un décimo de esa lotería negativa, como todo el mundo que conduce.

-¿Cree usted que va a morir de cáncer de pulmón? -le pregunto a un fumador.

-No estoy seguro -me responde-, porque soy conductor, de modo que quizá muera en la carretera.

Cerca de nosotros hay un ecuatoriano en traje de faena.

-¿Y por qué a los obreros de la construcción no nos preguntan si vamos a morir en la obra? ¿Sabe usted cuantos accidentes laborales hay en España al año?

-Ahora no caigo -digo-, pero ¿cree usted que va a morir en el andamio?

-Pues teniendo en cuenta que ni fumo ni conduzco...

Lo cierto es que, aunque no conocemos el día ni la hora, nos parece encomiable, a la par que turbador, el esfuerzo de la Dirección General de Tráfico por arrebatarle un puñado de muertos a la estadística, que es como arrebatárselo a un dios cruel, sediento de sangre, de sacrificio, de dolor.

-Este año, la Estadística (con mayúscula, puesto que es una divinidad) se ha llevado un 5% menos de seres humanos.

-¿Se refiere usted a la estadística de los fumadores, de los trabajadores de la construcción, o de la operación retorno?

-En estas fechas tan señaladas sólo me puedo referir a la operación retorno.

-Pues que sea enhorabuena. Las autoridades hacen lo que pueden en todas las áreas, y nosotros se lo agradecemos, pero de vez en cuando nos podían lanzar algún anuncio alegre, porque esto es un sinvivir.

-¿Cree usted que llegará a fin de mes con un trabajo precario y un sueldo de 900 euros?

-Malamente, señor. Por eso mismo he tenido que dejar de fumar y renunciado al coche.

-Dos loterías menos. Una cosa por otra.

divendres, 14 d’abril del 2006

Pansexualismo

PANSEXUALISMO

Ya anunciamos en su momento que, aunque los dirigentes del PP hubieran combatido con ferocidad en las instituciones y en la calle la ley que ampliaba a los homosexuales el derecho a casarse y a formar una familia, no tardarían en beneficiarse de ella. Pero pensábamos que esperarían por lo menos a que se resolviera el recurso que, en contra de esta iniciativa, presentaron ante el Constitucional. Nada de eso: un concejal popular de Orense acaba de contraer matrimonio con su novio en una ceremonia a la que ha asistido el mismísimo presidente del PP gallego. ¿Somos adivinos? No, somos observadores. El PP también estuvo en contra de la Constitución (a la que ahora veneran); del divorcio (al que exprimen); del aborto (al que suponemos que recurrirán como todo hijo de vecino). Son sólo tres ejemplos, pero para muestra vale un botón.

Tampoco nos ha decepcionado la Conferencia Episcopal, que ha puesto el grito en el cielo (dónde si no), atribuyendo el suceso al "exasperado pansexualismo" que se vive en España. "Exasperado pansexualismo", no se pierdan la expresión porque es de las que marcan época. Nosotros no sabemos, ni nos importa, cómo son las relaciones venéreas entre el concejal de Orense y su cónyuge (que sean exasperadas o serenas es un problema de ellos). Lo que sí sabemos es el significado del término pansexualismo, que el diccionario de la Academia define de este modo: "Tendencia a encontrar en toda conducta una motivación sexual". Este es el problema de la Conferencia Episcopal, y de la Iglesia en general, que sus representantes no pueden abrir la boca sin hablar de sexo.

Tanto es así que el obispo encargado de condenar el pansexualismo español recordó, acto seguido, que el onanismo continúa siendo un pecado mortal que se paga con el infierno. Asegurar con ese desparpajo que una actividad tan natural, inocente y cotidiana como la masturbación constituye una ofensa gravísima a alguien que sólo existe en la cabeza de quienes creen en él, resulta tan pintoresco como negar el movimiento de traslación de la Tierra. También, por cierto, en su día lo negaron, del mismo modo que el PP pidió firmas contra el divorcio. No somos nadie.

dimarts, 11 d’abril del 2006

Una extraña asociación

UNA EXTRAÑA ASOCIACIÓN

El Metro de Madrid cuenta desde hace unos días con una especie de tren fantasma que recorre durante la noche las galerías subterráneas para detectar fallos. No nos interesan tanto los detalles técnicos de este invento como la imagen que provoca en nuestra imaginación: mientras la red duerme, una especie de robot solitario inspecciona cada uno de sus rincones. Quizá mientras nosotros permanecemos en la cama, entregados al sueño, un fantasma recorre también nuestro cuerpo buscando en su interior peligros potenciales. Lo que ocurre debajo de la realidad, especialmente cuando se va la luz, constituye siempre un misterio entre excitante y amenazador. Así es como lo sienten los insomnes cuando, al recorrer la casa a las tres de la mañana, comprenden que se trata de una casa diferente a la que habitan durante el día. Lo cierto es que todo lo importante sucede ahí, debajo de la piel, o debajo del asfalto. Ese grano que descubrimos en la barbilla al aplicarnos la crema de afeitar es el resultado de una actividad interna. El robot del Metro de Madrid tiene la función de detectar el grano antes de que se manifieste. Para ello, se desliza silenciosamente por los raíles, con todos sus sensores atentos a cualquier movimiento extraño. Su fiabilidad es tal que la información que envía a los ordenadores es el Evangelio.

Por cierto que, por los días en los que se inauguró este sistema de detección de fallos, saltó a la prensa el descubrimiento del Evangelio de Judas. Según este escrito, ya lo saben ustedes, este apóstol era el preferido de Jesús. Pero lo que nos importa, porque nos conmovió, fue una cita extraída del texto para la confección de un titular. Decía así: «Aléjate de los otros y te contaré los misterios del Reino». De repente, se imagina uno a Judas como un individuo solitario, braceando por debajo de la realidad para saber lo que sucede arriba. La imagen de este Judas subterráneo se confundió en nuestra cabeza con la del tren fantasma del Metro de Madrid. En ambos casos parece cumplirse una ley según la cual, para conocer la realidad, conviene retirarse de ella y trabajar, si no de noche, en las sombras. Qué extrañas asociaciones establece el cerebro y qué miedo da verbalizarlas.

diumenge, 9 d’abril del 2006

La burbuja desciende

LA BURBUJA DESCIENDE

De un lado, la vivienda continúa subiendo. De otro, en el Salón Inmobiliario celebrado estos días en Madrid te regalaban un coche si te comprabas un piso. Una de las dos cosas debería ser mentira (si hay demanda, para qué estimularla), pero los expertos aseguran que ambas son ciertas. Hay una tercera vía para comprender el fenómeno: que las dos sean irreales. Lo irreal no compite con lo verdadero porque se sitúa en otra dimensión. Si los precios de la vivienda son irreales, ¿por qué no alentar su adquisición con el sorteo de un purasangre? Han leído bien, un purasangre: tal era la promoción de otra de las constructoras presentes en el Salón. Un purasangre es un caballo geométrico, un teorema orgánico, un cuadrúpedo con pedigrí cuyos cuartos traseros remiten a un universo moral.

Resulta que va usted al Salón Inmobiliario a comprarse un piso de 35 metros (antes los llamaban apartamentos) y le puede tocar un caballo de cien metros. O sobra caballo o falta piso, eso es evidente, pero si los comerciales de la promotora inmobiliaria, que saben de qué va la cosa, han lanzado la oferta es porque la consideran atractiva. ¿Y por qué es atractiva? Porque es irreal. Ni en nuestras fantasías más delirantes, usted o yo hemos soñado con tener un purasangre. ¿A quién está asociado este tipo de animal? A Gil y Gil o al tal Roca, el de Marbella, que se dedicaba, curiosamente a la construcción. A nosotros nos regalan un purasangre y nos crean un problema, oiga, porque lo tienes que llevar todas las semanas al veterinario.

Otras constructoras más sensatas (quizá más realistas), regalaban, por la compra de un piso, un cheque de un millón de pesetas, o una plaza de garaje. Quiere decirse que el mercado inmobiliario ha empezado a copiar el modelo de los jabones de baño, que te regalan un frasquito de champú. Muy mal les deben ir las cosas para moverse entre los extremos del purasangre y de la promoción droguera. Por decirlo rápido: se están volviendo locos. Y se están volviendo locos porque la burbuja ha comenzado a caer hacia la realidad. Otra cosa es lo que dure ese descenso, o si pincha antes de tocar el suelo.

divendres, 7 d’abril del 2006

La ley

LA LEY

Supongamos que a los 30 años de edad llama usted al 091 porque han entrado ladrones en su casa. Imaginemos que la policía tarda 30 años en aparecer, o sea, cuando usted tiene 60. Para esas fechas, el jefe de la banda se ha casado con su hija y le ha dado nietos: un ladrón, por duro que sea, no puede estar atracando 30 años seguidos a la misma persona sin que se establezcan lazos afectivos. No hablo del síndrome de Estocolmo ni nada parecido, sino del roce que, como todo el mundo sabe, engendra cariño. Total, que lo sensato, a estas alturas, sería que la policía no interviniera.

Pero supongamos que el día que usted cumple 60 años se abre violentamente la puerta y aparece la bofia. "¿Nos han llamado ustedes?". "Hace 30 años, pero como tardaban tanto en llegar hemos formado una familia. El atracador es ahora mi yerno". "Pues lo tenemos que detener". "No, hombre, no, que dejan a mis nietos sin padre". "La ley es la ley", etcétera. La policía hace lo que debe y no se lo podemos reprochar. Después de todo, actúa a instancias del juez, cuyo jefe no caemos ahora quién es (en EE UU, durante una época, fue Al Capone). El caso es que la Justicia, pretendiendo hacer el bien, hace el mal. ¿Quién se acuerda a estas alturas de que ese yerno suyo intentó robarle un día el televisor?

Parece que estamos contando una historia fantástica, pero es real como Marbella misma, donde la policía ha tardado 30 años en llegar. Durante ese tiempo, los ladrones han construido 30.000 viviendas ilegales (1.000 por año), en las que, sin embargo, vive gente legal, que está pagando hipotecas reglamentarias. Y quien habla de casas, habla de locales comerciales ocupados por sucursales bancarias que proporcionan trabajo genuino a cientos de personas. La confusión ha llegado al punto de que las calles ilícitas se cruzan con las lícitas de tal manera que no se pueden destruir unas sin echar abajo las otras. Vas a detener a un mafioso y resulta que durante este tiempo ha hecho oposiciones y es el párroco, o el jefe de la policía. ¿Qué hacer? Llamar a Gómez de Liaño, claro, que al haber estado en los dos lados de la ley se mueve con idéntica soltura en ambos. Parecía que no, pero la Rubia tiene cabeza.

dimarts, 4 d’abril del 2006

Los muertos y los vivos

LOS MUERTOS Y LOS VIVOS

El diccionario dice del término fosforescencia: «Propiedad de emitir una luz muy débil que persiste cuando ha desaparecido su causa». En cierto modo, si lo entiendo bien, se refiere a la posibilidad de continuar existiendo cuando ya se ha dejado de existir. Ocurre con las estrellas que han muerto hace millones de años, aunque luz continúa viajando por el espacio, a través del tiempo, para llegar a los ojos del espectador ingenuo que una noche de verano se tumba boca arriba, sobre la hierba, y contempla el cielo. Este espectador no distingue las estrellas muertas de las vivas. Todas tienen el mismo color, la misma intensidad, la misma forma.

A veces, tiene uno la impresión de que la realidad más inmediata se comporta de un modo semejante. Cómo saber si las personas con las que nos cruzamos existen o no. Todas emiten luz, con independencia de que haya desaparecido o no su causa. Cuando éramos pequeños, en mi barrio, jugábamos a distinguir entre las personas vivas y las muertas. Se trataba de un juego extraño, que luego no he visto en otros barrios, en otras culturas. No tengo ni idea quién lo inventó, pero recuerdo que cuando uno creía ver a un muerto en el autobús, en la ferretería, en la iglesia, se lo comunicaba corriendo a los demás. Por lo general, nadie intentaba pasar gato por liebre. Si habías visto a un muerto, habías visto a un muerto. Y tus amigos, lo aceptaban. No logro recordar qué características tenía una persona muerta, puesto que hablaba y se movía como las demás. Pero nosotros sabíamos. Un día llegué a contar hasta 10 muertos y gané. El último era un niño de unos seis años que iba de la mano de su madre (una viuda).

Nunca se nos ocurrió pensar que nosotros mismos estuviésemos muertos, que continuáramos emitiendo luz después de que hubiese desaparecido su causa. Ahora pienso que sí, que quizá estuviésemos muertos entonces y que hubiésemos crecido muertos sin saberlo. Nos gustaba mucho el brillo que producía el fósforo. A veces, nos dibujábamos con él rayas en la cara y nos asustábamos en la oscuridad con aquella luz que persistía después de que hubiera desaparecido su causa. Qué raro es todo.

diumenge, 2 d’abril del 2006

Pistas

PISTAS

Un profesor de la Universidad Rey Juan Carlos ha encontrado excrementos de lince ibérico en los alrededores de la localidad de Navas del Rey, cerca de Madrid. La noticia carecería de importancia (un excremento es un excremento) de no ser porque creíamos que el animal había desaparecido de ese entorno. Si hay mierda de lince, dice la lógica, es que hay lince. Algunos estudiosos han negado que los excrementos aportados por el profesor Emilio Virgós sean del felino en cuestión. Pero un examen profundo de las deposiciones ha demostrado que contiene su ADN. Lo sorprendente, en cualquier caso, es el protagonismo de las heces, que algunos periódicos han fotografiado dentro de un tubo de ensayo, para ilustrar el texto.

Una vez encontrada la caca, los ecologistas se disponen a buscar al lince, que, como su nombre indica, es muy listo. Quiere decirse que no se deja ver. Inevitablemente, un servidor ha imaginado un mundo en el que lo seres vivos sólo se manifestasen por sus deposiciones.

-¿Habéis visto al director general?

-No, pero no debe andar lejos porque esta caca es suya.

No quiero dar nombres, pero hay personas que sólo se manifiestan a través de la caca. O son invisibles o son astutas, como el lince ibérico. El caso es que cuando llegas a donde se suponen que han hecho su última declaración (o deyección) sólo encuentras una boñiga.

Los seres humanos hemos perdido la capacidad de leer los excrementos. Mi perro, que no dispone de laboratorios, huele una secreción y deduce la altura de la hembra, el color del pelo, su disponibilidad venérea y su número de teléfono. Nosotros, en cambio, no distinguimos ya la diferencia entre la defecación y el habla. Basta con que alguien cague con un poco de sintaxis para que confundamos sus boñigas con un discurso verbal. Algunos líderes radiofónicos y políticos sin pensamiento ponen por la mañana un huevo y se retiran. Luego llegan los exegetas o los falsos ecologistas, le hacen el ADN a la mierda y aseguran que está llena de pensamiento. Así nos va.