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divendres, 30 de juny del 2006

Nichos

NICHOS

Habíamos acudido al cementerio para enterrar a un amigo, lógicamente muerto. Tras escuchar unas palabras de despedida improvisadas por el hijo mayor, los funcionarios alzaron el ataúd para introducirlo en el nicho. Hubo un movimiento de estupor general al comprobar que no cabía. La sepultura era más pequeña que el féretro. Los enterradores bajaron de nuevo la caja y la depositaron en el suelo, sin saber qué hacer. Alguien retiró delicadamente a la viuda mientras se trataba de alcanzar una solución. Como el nicho de la izquierda estaba vacío, el hijo mayor pidió a los enterradores que retiraran el frágil tabique de separación, pues había decidido comprarlo para ampliar el espacio dedicado a su padre. Los enterradores dijeron que las cosas no se hacían así. Aunque el nicho apareciera vacío, podía estar reservado, o vendido.

Mientras el grupo de deudos más cercano negociaba, los demás iniciamos una conversación absurda. Así, un compañero de trabajo del muerto comparó la situación de los nichos con la de las viviendas, cada vez eran más pequeñas y más caras. Alguien, por analogía, se refirió a la "burbuja funeraria" augurando que el día menos pensado nos levantaríamos y las tumbas estarían por los suelos. "Como ocurrió en Japón", añadió. Un tipo con bigote afirmó que no le cabía en la cabeza la idea de que un ataúd no cupiera en un nicho. "Es que las ideas vienen también más grandes que las cabezas", señalé yo por decir algo. El ambiente, en fin, empezaba a aflojarse.

Al poco llegó el director comercial. Jamás se me habría ocurrido que los cementerios tuvieran directores comerciales. Jefes de departamento y de división, sí, incluso jefes de operaciones, pero directores comerciales... ¿En qué podría consistir una buena política comercial funeraria? ¿Necesita ese mercado más estímulos de los que ya recibe? El director comercial confirmó que el nicho, aunque vacío, estaba vendido. "Se lo han quitado de las manos por los pelos", añadió, "la operación se cerró ayer". Finalmente, la familia, con gran disgusto por parte de la viuda, tuvo que adquirir un ataúd más pequeño. Pero no les han devuelto el dinero del grande. Y no saben qué hacer con él.

Una caja de sorpresas

UNA CAJA DE SORPRESAS

El taxista dijo que el dopaje masivo iba a terminar con el ciclismo. Le respondí que me parecía muy bien, como si terminaba con la nueva cocina. Me había levantado fatal y no tenía humor para conversaciones trascendentes. Pero el hombre, lejos de retirarse, atacó de nuevo.

-No sé -dijo- qué tiene que ver el ciclismo con la nueva cocina.

-He dicho la nueva cocina como podía haber dicho la alta costura. Quiero decir que me importan un pito el dopaje y el ciclismo. Hasta el fútbol me importa un pito.

Imagínese el dolor de cabeza con el que me he levantado. El taxista me ofreció una pastilla que fue mano de santo. A los dos minutos de tragármela, me invadió un bienestar inexplicable. Le pregunté la marca, pero no quiso dármela. Me dijo sólo que estaba hecha a base de cafeína.

-Y en un control antidoping -añadió- no dejaría rastro.

Resuelto el problema del dolor de cabeza y de mi mal humor consecuente, el taxista se preguntó por qué sólo hacían el control antidoping a los ganadores. Aventuró que quizá los perdedores se metían también algo para perder.

-De ser así -añadió-, convendría localizar la sustancia y prohibirla. Fíjese si el ejemplo cumple entre los jóvenes y empiezan a meterse cosas en el cuerpo para perder.

El hombre me pareció una caja de sorpresas. Sería horrible, en efecto, estar estimulando desde el deporte la creación de una sociedad de perdedores. O quizá no tan tremendo. No sé. La pastilla que me había proporcionado bienestar me hacía dudar de todo. Continuamos hablando y al poco me confesó que él había hecho una pequeña encuesta, sin valor científico, entre los perdedores llegando a la conclusión de que la mayoría de ellos había leído a Sartre en algún momento de su vida. Le confesé que yo había leído a Sartre y me dijo que lo llevaba escrito en la cara. «El existencialismo», añadió, «ha hecho mucho daño al deporte». Le dije que yo no era deportista y me dijo que por eso, por haber leído a Sartre. Cuando llegamos a mi destino, le pedí que me devolviera al punto de partida, para continuar disfrutando de su conversación (y de sus pastillas), pero me dijo que en ese momento se acababa su turno y me dejó tirado. Perro mundo.

dimarts, 27 de juny del 2006

Un millón de euros

UN MILLÓN DE EUROS

Se me apareció el diablo y me dio a elegir entre que España llegara a los cuartos de final o que me tocara la lotería. Tuve un movimiento mezquino y le pregunté de qué cantidad estábamos hablando. Me dijo que podía ser un euro o un millón y que no estaba autorizado a dar más datos. Conociendo al diablo, supuse que me tocaría un euro. De otro lado, imaginé la decepción general, incluso la mía, si perdíamos contra Francia, sobre todo ahora que los chicos se habían colocado tan bien y que respetaban al entrenador como a un padre. La selección, me dije, había devenido en un ejemplo de comportamiento familiar, aunque faltaba la figura femenina. Los equipos deberían tener un entrenador y una entrenadora para huir del modelo sacerdotal, sobre todo en unos momentos en los que la familia, como acertadamente denuncian Rouco y Rajoy, está tan amenazada por las iniciativas del PSOE. Es obligación de todos colaborar al mantenimiento de los roles tradicionales con el mismo empeño que ponemos en la difusión de los Rolex de siempre.

Le pregunté al diablo qué quería decir la expresión "cuartos de final" porque llevo años oyendo hablar de los cuartos de final y de los octavos de final sin saber qué rayos significa. En una de éstas, me lo pregunta mi mujer y la tenemos. Ya la tuvimos con el fuera de juego, y delante de los niños, que no tienen la culpa del Mundial. Y es que, cuando me enteré de que España había llegado a los octavos de final, interpreté erróneamente que estaba entre los ocho mejores. Luego, viendo un programa de la Cuatro, advertí con pavor que en los octavos de final había dieciséis. El diablo me reveló que en los octavos de final había cuatro grupos de cuatro equipos cada uno. Y que en los cuartos de final habría dos grupos de cuatro. O sea, que, de llegar a los cuartos de final, quedaríamos entre los ochos finalistas. No entendí la mecánica, pero asentí.

-¿Qué prefieres, eso o la lotería?, me apremió.

-Que sean los cuartos de final, -dije en un arranque de generosidad (convencido de que me tocaría un euro, claro).

Esa tarde, estábamos viendo un partido del Mundial (no iba a ser de la Liga, no los grabo, no soy un perverso) cuando mi mujer intentó explicarme qué eran los octavos de final. La miré con horror y advertí que se lo había explicado el diablo. De qué, si no, iba a saber ella una cosa así. Le dije que ya lo sabía y dedujo, por su parte, que yo también había hecho tratos con Satán. No logré averiguar qué le había propuesto a ella, pero me llamó idiota (y, lo que es peor, patriota) cuando le conté lo de la lotería.

-Conociendo al diablo, añadió, seguro que era un millón de euros.

Un respeto

UN RESPETO

Cuando escucho la expresión voz enlatada me acuerdo de las sardinas en aceite. A veces, hasta me viene a la boca su sabor. Hay gente que cuenta los ciervos que ha abatido o los besos que ha dado. Yo sé el número de latas de sardinas que he abierto con la respiración entrecortada por la emoción, como el niño que abre el cajón de la ropa interior de su madre o el buscador de perlas que descerraja una ostra. Jamás he encontrado dentro de una lata de sardinas unas bragas, ni siquiera una perla, pero una vez di con un yacimiento de mejillones. Mi madre dijo que se habían equivocado al colocar la etiqueta, pero yo mantuve que las sardinas se habían transformado. ¿Cómo saber lo que ocurre en el interior de un recipiente sellado, en el que no entra el aire, ni la luz, ni el tiempo, ni la humedad, ni la mirada, ni la lluvia?

El padre de un compañero del colegio patentó una lata de sardinas con mirilla, para que se pudiera ver lo que ocurría dentro. No tuvo ningún éxito porque, dada la oscuridad reinante, no se veía nada. Propuso entonces que se untara a las sardinas con alguna materia fosforescente, pero le dijeron que eso podía alterar sus propiedades. La idea de colocar una pequeña bombilla con un interruptor que se accionara desde el exterior hizo reír al empleado de la oficina de patentes. Dijo que nadie en su sano juicio comercializaría una conserva tan complicada. Que investiguen otros, le faltó añadir con esa suficiencia tan española. Y así seguimos, sin saber qué ocurre en las profundidades abisales de las conservas de pescado, tan parecidas a las de la conciencia.

La expresión voz enlatada sugiere la posibilidad de tomar una voz y envasarla al vacío, para que no pasen los meses ni los años por ella. Tengo en mi despensa latas de atún que caducarán más tarde de que terminemos de pagar la hipoteca. ¿No sería fantástico tener también latas de voces que no caducaran hasta dentro de 100 años? «¿Puedo abrir esta lata de voz de voz del bisabuelo?», preguntarían mis bisnietos. Y al levantar la tapadera, saldría mi voz de las profundidades de la lata, pronunciando, desde uno o dos siglos antes: «Me he levantado con jaqueca». Lo registraría si en la oficina de patentes fueran más respetuosos.

dilluns, 26 de juny del 2006

Una frase misteriosa

UNA FRASE MISTERIOSA

La bóveda palatina -el paladar- está tan lejos de nosotros como la bóveda celeste. Sólo la percibimos cuando nos sale un grano o cuando la herimos con una corteza de pan. La bóveda del paladar tiene el misterio de la bóveda celeste, pues no sabemos muy bien qué hay al otro lado de sus paredes. La bóveda palatina está al alcance de la punta de la lengua. Podemos acariciarla con ella. Ahora, mientras escribo estas líneas, estoy haciéndolo. Sólo nos damos cuenta de que es material cuando la tocamos. Pero su dimensión más importante es la otra, la invisible. Cuando la bóveda es invisible, resulta idéntica al cielo. En el cuerpo todo está cerca, pero todo está lejos. El útero, por ejemplo, tiene mucho de construcción imaginaria. Hay medios para llegar a él como hay medios para llegar al paladar. Pero lo que transmite es que se encuentra en otra dimensión.

El cuerpo. Tengo un amigo al que el estrés le provoca una especie de bola muscular en la cerviz. Y otro al que las preocupaciones le dan dolor de estómago. El cuerpo traduce el miedo en un número mayor de pulsaciones. Hay entre el psiquismo y el cuerpo una relación extraña, puesto que resulta imposible localizar el punto en el que se articulan. De otro lado, una de esas dos partes -el psiquismo- es invisible. No hay autopsia capaz de localizar el aparato psíquico, ni siquiera un fragmento de él. Somos dueños de un territorio -la geografía psíquica- cuyos accidentes ignoramos. Pero se trata de una geografía esencial. Por lo general, pensamos que es el cuerpo el que contiene al psiquismo, pero quizá sea al revés. Tal vez, el cuerpo físico se encuentre rodeado del psíquico. Es posible que el aura sean sus bordes.

Hace poco, Rafael Olalla, un bombero catalán, sufrió un accidente muy grave mientras realizaba un servicio. Tuvieron que levantarle la cara y ponerle implantes de titanio. Está aprendiendo a comer de nuevo, y a andar. El otro día, en una entrevista, aseguraba: «No me quiero desvincular del cuerpo.» Lo decía como si estuviera regresando a él después de haberlo abandonado. No me quiero desvincular del cuerpo. Qué frase tan misteriosa.

diumenge, 25 de juny del 2006

Excesos

EXCESOS

La diputada del PP Dolors Nadal acusó en sede parlamentaria a José Montilla, ministro de Industria, de haberse embolsado mil millones y de haber enviado a sus matones a romper las piernas a los compañeros de su partido. Lo repetimos para que no haya dudas: José Montilla, actual ministro de Industria, tiene mil millones que no son suyos y dirige una banda de matones con los que extorsiona a la gente de bien. Conviene añadir, en descargo de Dolors Nadal, que intervino después de que lo hubieran hecho Zaplana y Acebes, que acusaron a Montilla de no dar la talla como ministro, ni como candidato a la presidencia del Gobierno de la Generalitat ni siquiera como demócrata. ¿Qué iba a hacer la pobre Dolors después de esto? Pues acusarle de robar mil millones y de tutelar, desde el ministerio, una panda de mafiosos.

En el PP, si no superas los insultos del orador anterior, te tachan de flojo y en la siguiente legislatura no te ponen en las listas. Por eso, el modelo a seguir es Vicente Martínez Pujalte, que es el que más grita, el que más insulta y el que más ostentóreamente, que diría Jesús Gil, se ríe. La diputada Nadal no hacía, en fin, otra cosa que asegurarse el pan de sus hijos, pues fuera del Parlamento, incluso en verano, hace mucho frío. No se lo reprochamos. Así que, de acuerdo, Montilla es un ladrón y un facineroso. De hecho, cuando Marín invitó a la diputada a retirar sus palabras, duplicó sus acusaciones, que no había formulado, que nosotros sepamos, en el juzgado de guardia. Marín, en uso de sus funciones, ordenó retirar aquellas barbaridades del Diario de Sesiones haciéndole un favor a la señora diputada. Un caballero.

Como por casualidad, al día siguiente de esta intervención parlamentaria, Antonio Hernández Mancha, ex presidente de Alianza Popular, publicaba un artículo en el que aconsejaba a sus compañeros que bajaran a la realidad. Si usted dice todos los días que España se rompe y no se rompe, usted pierde toda la credibilidad. Si usted dice que el PP ha sido el partido más eficaz en la lucha contra ETA y a continuación asegura que el 11M fue obra de ETA, usted está loco. O sea, que a la diputada Nadal le convendría demostrar lo de Montilla. De nada.

divendres, 23 de juny del 2006

Otra ronda

OTRA RONDA

Antiguamente las conversiones religiosas tenían un prestigio extraordinario. Se miraba a los conversos con tanta admiración que le daban a uno ganas de convertirse también. El problema es que es muy difícil convertirse en lo que ya se es, y nosotros éramos católicos, la religión verdadera por antonomasia (qué rayos querrá decir antonomasia). Emigrar a otras religiones, además de ser pecado mortal, no reportaba ningún beneficio de imagen. Contra lo que muchos creen, lo que los alquimistas perseguían no era la sustancia capaz de convertirlo todo en oro, sino de convertir las cosas en lo que son, aunque parezca un sinsentido. Imagínense, si no, a un guardia civil convertido en guardia civil, a un arzobispo convertido en arzobispo, a un escritor convertido en escritor, incluso a un gusano convertido en gusano. El resultado, fantástico a todas luces, sería un guardia civil hiperrealista, un arzobispo brutal (en el mejor sentido), un escritor de los pies a la cabeza, y un gusano elegans.

Pero no se ha dado con la fórmula capaz de convertir a las cosas en lo que son. Por eso mismo, resulta imposible convertirse al catolicismo siendo ya católico. Y ése es el drama de la Conferencia Episcopal, que, al tratarse de una institución profundamente cristiana, no encuentra el modo de imitar a Cristo. Pero eso se ha acabado. Ahora ya no hay religiones verdaderas, lo que quiere decir que puedes convertirte y reconvertirte a tu gusto en las que quieras. Ahí tienen el caso de Nicole Kidman, que tras haber veraneado unos años en la Cienciología vuelve ahora al catolicismo, del que era originaria, sin que le pongan problemas de ningún tipo ni en la religión de la que huye ni en la que abraza. Como si dentro de dos años le apetece incurrir en el budismo o en la Cábala.

Las religiones son como estaciones de metro. Yo me bajo en hinduismo, ¿y usted? El término conversión sólo se utiliza ya para el cambio de moneda. Y tiene su mérito que un dólar se convierta al euro, que es un recién llegado, con lo que de religión verdadera tuvo siempre el dólar. A veces, en la conversión se ganan unos céntimos. Antiguamente se ganaba el cielo. Todo va a menos. Por eso uno admira tanto las monedas no convertibles. Otra ronda, que es el cumple de éste.

dimecres, 21 de juny del 2006

Duralex

DURALEX

En EE UU hay un general llamado Formica (como las mesas de cocina de mi adolescencia) que ha hecho un informe homónimo según el cual los militares estadounidenses en Iraq torturan de forma habitual a sus presos. Esto de la tortura es como lo de la lluvia fina de Aznar. Al principio no te lo crees porque no es posible que nosotros, los representantes de la cultura occidental y del humanismo cristiano y del Ibuprofeno, hagamos esas cosas. Pero luego te enseñan unas fotos y dices vale, pero son casos aislados. De acuerdo, sí, se ha sodomizado a críos de quince años. ¿Pero a cuántos críos? ¿Veinte, treinta, cuarenta? ¿Qué son cuarenta niños comparados con la población árabe del mundo? ¿Que se les ha hecho comer caca también? ¿Y orinar sobre el Corán? Siempre hay algún militar perverso. Conviene esperar a los informes oficiales.

De acuerdo con el informe formal Formica, y perdón por la cacofonía, mantenían a los presos en unas celdas construidas de tal forma que no podía estar ni acostados ni levantados. Eso cansa, sobre todo si el único alimento que recibes es un vaso de agua y un trozo de pan. Pero fatiga aún más si estás completamente desnudo, a temperaturas muy bajas. Y resulta casi insoportable si de vez en cuando te amenazan con un perro. No obstante, los expertos han concluido que ese trato es inadecuado, pero no ilegal. Es lo que tiene la formica, que es muy sufrida. No se notan las manchas. Pasas un paño húmedo y ya está.

Ya está de momento, porque la lluvia fina, que decía Aznar, va penetrando, si no en la formica, en los cerebros. A ver si va a ser cierto lo de las torturas generalizadas. Una cosa es bombardear al por mayor, sin ver dónde cae el misil, y otra este encarnizamiento particular, esta minuciosidad sexual (y sin haber leído a Sade). La tortura al detalle debería ser pecado. Debería estar perseguida por la ley. Dura lex, sed lex, que dice el adagio latino. El problema es que en EE UU no hay ningún juez llamado Duralex como los vasos de mi juventud. Bastante han hecho, de momento, con inventar al general Formica. Ahora, lo que hace falta es un comandante apellidado Ajax Cloro, para que no se noten las manchas de sangre

dimarts, 20 de juny del 2006

¡Viva la catástrofe!

¡VIVA LA CATÁSTROFE!

Si lo piensas, lo normal debería ser el caos. Quiere decirse que hay pocos cortocircuitos en relación al número de enchufes. Y pocas explosiones de gas en relación al número de bombonas. Hay pocos ictus en relación al número de cerebros y pocos infartos en relación al número de corazones. Hay pocas úlceras en relación al número de estómagos y pocos esguinces en relación al número de músculos. Hay poca ceguera en relación al número de ojos y pocas peritonitis en relación al número de peritoneos.

Lo normal es que hubiera más accidentes de automóvil y más inundaciones y más disgustos familiares y más suspensos en Lengua y Literatura. Lo normal es que el microondas estallara de vez en cuando y que el secador diera calambre. Son tantas las cosas que tienen que funcionar al mismo tiempo para sacar adelante la civilización occidental que parece mentira que no fallen ni los semáforos ni el camión de la basura ni el alumbrado público... Parece mentira que el cura esté en su confesionario, el camarero en su bar, el juez en su audiencia, el periodista en su periódico... Resulta increíble que los grifos funcionen, que las cartas lleguen, que la radio se oiga, que los niños nazcan, que los ancianos mueran, que los pájaros vuelen, que los gatos maúllen, que los enamorados sufran, que las esquelas se impriman.

Es tan frágil, en el fondo, el equilibrio del mundo que me extraña no recibir una carta en la que se me comunique que a partir de mañana queda suspendida la sucesión de los días y las noches, excepto para aquellos que puedan pagársela. Por algún milagro (el mismo que evita la proliferación de úlceras o de trombosis), los fenómenos naturales son gratis todavía. Llueve lo mismo para mí que para Bill Gates. La realidad, increíblemente, continúa sin codificar, pese a los beneficios que produciría su privatización. Y no salgan ahora con aquello de que la realidad, como el fútbol, es un asunto de interés general porque no es cierto.

Viene todo esto a cuento de lo difícil que es que entre el balón en la portería del contrario, o en la propia. Dice Martín Girard que un gol es un accidente porque han de coincidir un montón de cosas para que suceda. Y ya hemos visto lo raros que son los accidentes. Tiene, pues, tanto mérito ganar como perder, pero, no nos equivoquemos, gana el que gana. Y las cosas han quedado como sigue: Sí, 73,90%; no, 20,76; blancos, 5,34. ¿De qué hablamos, si no, cuando hablamos de fútbol?

diumenge, 18 de juny del 2006

El papel impreso

EL PAPEL IMPRESO

En mi barrio había una fábrica de hielo. De ella salían unos preciados lingotes que se repartían por las casas en un carrito de dos ruedas. El muchacho encargado del reparto llevaba un garfio que manejaba con sorprendente maestría. Le servía para sujetar la barra de hielo sobre el hombro, pero también para partirla. La gente le compraba un cuarto de barra, media como mucho, y había que golpear en el lugar adecuado para que se partiera sin producir esquirlas. Cuando éstas saltaban, los críos las atrapábamos en el aire, para metérnoslas en la boca. Mal hecho. El hielo se fabricaba con agua no potable. Servía para enfriar, no para beber. En una ocasión, vimos, en el núcleo de la barra, el rabo de una rata. Todo lo que rodeaba al mundo del hielo era mágico. «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». Pues eso.

Un día, llegó al barrio una nevera eléctrica. Una Whestinghouse. Había colas para verla. Yo era amigo del hijo de los propietarios, por lo que fui de los primeros en rendirle admiración. No sólo mantenía los alimentos frescos, sino que fabricaba hielo. Parecía increíble que dentro de una casa cupiera una fábrica de hielo, pero era así. Los críos introducíamos mondadientes en la cubitera y nos hacíamos la ilusión de fabricar polos. Recuerdo, en fin, la llegada de aquel electrodoméstico como uno de los sucesos más excitantes de mi vida.

Durante algún tiempo, la fábrica de hielo convivió con la progresiva difusión de neveras eléctricas. El propietario de la fábrica, que nunca creyó que éstas llegaran a popularizarse, continuó produciendo hielo a toda pastilla. Y se arruinó, claro. A veces me preguntó si las actuales empresas editoras (de libros, de periódicos, de revistas?) no son el equivalente a aquella fábrica. Hoy, cada uno tiene en Internet su propia fábrica de noticias. Y su impresora. Invertir en rotativas es como fabricar hielo cuando ya todo el mundo posee una nevera. Personalmente, tengo la misma sensación de pérdida y de ganancia de entonces. Y también una suerte de nostalgia anticipada por el papel impreso.

divendres, 16 de juny del 2006

Alopecia

ALOPECIA

En la actualidad sólo se cultivan 150 especies agrícolas frente a las más de 7.000 utilizadas por el ser humano a lo largo de su historia. Tenemos menos semen, menos idiomas, menos escarabajos, menos palabras y, ahora, menos vegetales. De modo que lo que no conduce al pensamiento único, conduce a la dieta única, al idioma único, a la novela única... Así las cosas, los editores de títulos raros se han organizado para defender la bibliodiversidad, pues también en el territorio de la cultura escrita hay cada vez menos especies. El mundo no se acaba, pero implosiona como una goma elástica llevada al límite. En estos momentos, hay menos librerías que entonces, signifique lo que signifique entonces. Y menos piezas dentales, pues las mandíbulas son más pequeñas.

Dicen los expertos que a lo largo del último siglo ha desaparecido el 75% de los cultivos, lo que constituye una forma exagerada de alopecia. La Tierra se está quedando calva. Los que hayan perdido las tres cuartas partes de su pelo en los últimos años entenderán perfectamente de qué hablamos. No aprecias la importancia de la melena hasta que te quedas sin ella. En tales circunstancias, ¿quién nos asegura que no se han perdido días de la semana, meses del año, letras del alfabeto, números primos? Siempre sentí que entre el jueves y el viernes faltaba algo, lo mismo que entre el siete y el ocho. Son cosas que no se pueden demostrar, pero que se perciben como ciertas. Un amigo mío notaba un vacío entre él y su hermano mayor. Un día se enteró de que su madre había tenido entre ambos una niña rubia que murió al poco de nacer.

Total, que vas a la frutería (en el caso de que no hayan desaparecido, como las librerías) y notas que entre el pimiento y la lechuga falta algo. Falta, para ser exactos, el 75% de lo que debería haber. Por otro lado, la mitad de la población mundial sólo se alimenta de trigo y arroz. No es que esos miles de millones de personas hayan perdido el día domingo, que no sirve para nada, es que han perdido las patatas, los pimientos, los tomates, las berenjenas... La mitad de la humanidad, en fin, está a punto de perder a la otra media. Haga usted el favor de ponernos otra cerveza. Gracias.

Urbanismo salvaje

URBANISMO SALVAJE

La noticia, si ustedes me lo permiten, no es que se case Carmencita Franco (ya lo ha hecho otras veces sin que ocurriera nada); el problema es la unión entre las palabras urbanismo y salvaje, un matrimonio mucho más brutal y estéril que cualquiera de los protagonizados hasta el momento por la nieta de aquel dictador repugnante (y perdón por la redundancia) que sembró España de estatuas ecuestres. Ayer mismo tropecé en el periódico con este matrimonio verbal: Urbanismo salvaje. Ignoro desde cuándo están unidos. Sí sé que hace treinta o cuarenta años podías encontrar la palabra urbanismo por un sitio y el término salvaje por otro. Cada uno, en su ámbito, cumplía una función social. Urbanismo tenía el prestigio del desarrollo arquitectónico y salvaje poseía una reputación literaria, procedente de las novelas de aventuras.

Pero se casaron (no sabemos cuándo exactamente, ésa es la verdad) y organizaron la de Dios es Cristo. Si tuviéramos que buscar una boda con resultados así de catastróficos, tendríamos que remitirnos a la del mismo Franco con la misma doña Carmen Polo, donde se unieron el fanatismo militar y el religioso, ocurriendo lo que ocurrió (en la boda de la nietísima, en cambio, sólo se unen el hambre y las ganas de comer). La boda secreta entre urbanismo y salvaje (entre la especulación y la falta de escrúpulos) se ha traducido, sólo entre los años 1987 y 2005, en un aumento de la superficie ocupada del 40%. Los datos proceden del Observatorio de Sostenibilidad de España, nombre raro donde los haya, pero son fiables. Ello significa que han desaparecido innumerables humedales, charcas o paisajes naturales con sus habitantes correspondientes.

Urbanismo salvaje, he ahí una asociación marital a la que convendría prestar más atención. En el universo de las palabras, el divorcio es más difícil que entre los humanos (no pagan por las exclusivas, como en el caso de Carmecita y Cía). De hecho, urbanismo salvaje es un matrimonio muy sólido. No hay más que asomarse a las costas de Valencia, de Murcia, de Andalucía. Y lo que nos queda por ver.

dimarts, 13 de juny del 2006

Acaban con nosotros

ACABAN CON NOSOTROS

El otro día, para fastidiar a Bush, se suicidaron tres presos de la prisión de Guantánamo. Menos mal que las autoridades norteamericanas se dieron cuenta en seguida de que se trataba de un acto terrorista. Así lo anunció Harry Harris, contralmirante de la famosa prisión ilegal: «Los suicidios no fueron un acto de desesperación». «Fueron un acto de guerra». Para quien tuviera dudas, añadió que las muertes habían sido claramente planeadas para dañar los intereses de los EE UU. Si estando presos hacen tanto daño al mundo, no queremos imaginar su capacidad de destrucción en libertad. La maldad de esta gente llega al punto de que hay, por lo visto, 18 presos en huelga del hambre, con el dolor que proporciona al mundo libre el hambre. O se suicidan o no comen, tal es el panorama. ¿Es o no es para matarlos?

Los terroristas siempre obtienen ventajas de la democracia. Los cadáveres de los tres presos aludidos más arriba fueron tratados con el máximo respeto a su cultura. Y no porque se lo mereciesen, sino porque nosotros somos así, señora. Bush ha ordenado que no se suicide un preso más. No sabemos cómo podrá evitarlo, pero las torturas ensayadas en Abu Grahib fueron muy eficaces. De hecho, en aquella prisión no se suicidó nadie. Los matábamos nosotros, que es lo que debe ser. El fallo de Guantánamo es que se les ha tratado demasiado bien. Tienen unas celdas con toda la luz del mundo (a las que los enemigos de la libertad llaman jaulas) y no se les aplica la picana, ni se les sodomiza, ni se les asusta con perros policía. La única tortura que se aplica en Guantánamo es la privación sensorial, que consiste en marearte de tal modo que al final no sabes ni quién eres, ni de dónde vienes ni a dónde vas. Pero nos ocurre a todos, por favor. Es un problema filosófico.

Siempre se ha dicho que los suicidios proliferan en las sociedades acomodadas. Y esto es lo que pasa en Guantánamo, que los presos viven como ricos y se vuelven flojos. No basta con que la prisión sea ilegal, ni con que lo presos ignoren de qué se les acusa, ni con tenerlos a pan y agua detrás de los barrotes. Hay que endurecer un poco las condiciones de su secuestro. Si no, a base de suicidarse, acaban con nosotros.

Golpe franco

GOLPE FRANCO

Cuando mi mujer me preguntó en qué consistía el fuera de juego, me di cuenta de que era endiabladamente difícil de explicar.

-Te lo voy a dibujar, dije.

-No quiero que me lo dibujes, quiero que me lo expliques. ¿No eres escritor? Pues demuéstralo.

-Está bien, balbuceé, supongamos al equipo A y al equipo B.

-No me hables de equipos A o B. Háblame del Madrid y el Barça.

-Pero el Madrid y el Barça no juegan en el Mundial

-¿Entonces de qué va todo este lío?

-Por Dios, presta más atención a la realidad. Los equipos del Mundial están formados por los mejores jugadores de cada país.

-Pues utiliza como ejemplo a la selección de España. Y a la de Turquía.

-La Selección Española, aventuré, cometerá un fuera de juego cuando uno o varios de sus jugadores penetre en las líneas del equipo contrario...

Me detuve comprendiendo que había iniciado una jugada verbal con muy pocas posibilidades de llegar a la línea de meta. Veía la situación del fuera de juego dentro de mi cabeza, pero no era capaz de traducirla a una oración sencilla. Enseguida aparecían las subordinadas dispuestas a zancadillearme.

-Me rindo, dije. Veámoslo en el diccionario.

El Clave y el de la Real Academia despachaban el asunto calificándolo de "posición antirreglamentaria de un jugador". Así, cualquiera. El Seco tampoco me solucionó nada. Acudí entonces a la Larousse, que raramente me decepciona. Decía así: "En el fútbol se produce el fuera de juego cuando entre un jugador que no posee la pelota y la línea de meta contraria se encuentran menos de dos adversarios". Hasta ahí, perfecto. Pero añadía: "Salvo en casos excepcionales (saques de esquina, fuera de banda, etc.), dicho jugador será sancionado con un golpe franco en cuanto intervenga en la jugada de manera directa (entrando en posesión de la pelota) o indirecta (influyendo en el desarrollo del juego)".

Como no sabía explicar qué rayos era un golpe franco, me levanté y fui a la cocina a por unos panchitos. Al volver, mi mujer dijo con malicia: "Mañana estudiamos el saque de esquina".

diumenge, 11 de juny del 2006

Un sanatorio

UN SANATORIO

Popularizar una expresión constituye un modo de legalizar su contenido. Dices vuelos secretos de la CIA y no te imaginas la carga de significado que hay detrás de esas cinco palabras. No ves a la gente secuestrada en su interior, con los ojos tapados. Te dicen que los vuelos secretos de la CIA formaban una red sobre el cielo europeo y ni se te pasa por la cabeza que ese avión que tu hijo señaló con el dedo, después de que lo recogieras del colegio, iba cargado de carne humana maniatada, un poco tumefacta por los golpes. No se te ocurre que quizás allá dentro vaya un individuo al que secuestraron en una calle de Berlín, o de Madrid, porque era un poco moreno o porque se llamaba Alí. Aunque también te pueden secuestrar si te llamas Ricardo y eres rubio. Ya no hay pautas de comportamiento. Nunca las hay en el terrorismo, ni siquiera en el terrorismo de Estado. Y no estamos hablando de un Estado o dos, sino de catorce. Unos colaboraron y otros miraron para otro lado. El terrorismo de Estado se ha globalizado para abaratarlo moralmente. Cuestión de sinergias.

El caso es que dices cárceles secretas de la CIA y tampoco eres consciente del horror que hay en cada una de esas palabras. Cárceles secretas de la CIA. Se digiere mejor que un yogur. Vuelos secretos de la CIA, cárceles secretas de la CIA. Antes de llegar al estómago se han disuelto. Además, no nos engañemos, están contaminadas por la aureola negra del espionaje. Pues bien, estas cárceles secretas son sótanos perdidos en edificios oscuros de Polonia o Rumanía, entre otros países europeos, en los que se aplican tormentos espantosos a personas que, con frecuencia, dio la casualidad de que pasaban por allí. Pero es que aunque no hubieran pasado por casualidad, tampoco son maneras.

Deberíamos hacer el esfuerzo de espantarnos un poco, en fin, frente a noticias tan poco tranquilizadoras. Después de todo, usted o yo podemos ser los próximos. A la vista de los casos que han salido a la luz, no hay nadie a salvo de los servicios de inteligencia norteamericanos, que cuentan con la complicidad de gran parte de los países europeos. Te vas acostumbrando, te vas acostumbrando y al final Guantánamo parece un sanatorio.

dissabte, 10 de juny del 2006

Los tiempos cambian

LOS TIEMPOS CAMBIAN

Cada vez que compro el periódico me ataca una impresión contradictoria: la de tener entre mis manos un artefacto que es, simultáneamente, nuevo y viejo. El periódico de papel con el que desayunamos cada día no es ya un producto de nuestro tiempo, pero continúa resistiendo de forma milagrosa, bien es verdad que a costa de regalar vajillas o patinetes. A veces, llega uno a casa con la impresión de que el diario es la coartada moral para vender productos que nada tienen que ver con él. Hace poco, un periódico de circulación nacional te regalaba un cruasán (un poco seco, la verdad). Yo lo compré un par de veces, para ver qué se sentía, y en lugar de leer el periódico y comerme el bollo, leía el bollo y me comía el periódico. Pero yo soy un usuario antiguo de la prensa, un vicioso. Si a las 9 de la mañana no me he metido al cuerpo tres o cuatro diarios, estoy fuera de mí. Las noticias impresas, aun cuando informan de catástrofes, actúan como verdaderos ansiolíticos.

Quizá debiera decir que actuaban. En la actualidad, paso sus páginas con la impresión de que todo lo que leo es muy antiguo. Lo que me cuenta el periódico a las 8 de la mañana me lo ha contado la radio a las 7. Además, como he adquirido la costumbre de dar un paseo por la Red nada más levantarme, mi nivel de información es incomparablemente mejor que el del diario de papel. Hay primeras páginas que, pese a no tener más de tres o cuatro horas de vida, parecen del siglo pasado. Todo va a tal velocidad que ayer era el siglo pasado. Muchos días vuelvo a casa, más que con un periódico, con un cadáver debajo del brazo. ¿Y quién se come un cruasán servido por un cadáver?

Cuando observo los cambios que ha experimentado el mundo en sólo 15 años (el fax, un aparato mágico, ha nacido y muerto en este breve periodo de tiempo), no me cuesta nada imaginar que quizá dentro de diez años no exista ya el periódico de papel, a menos que sea capaz de reconvertirse. ¿Pero reconvertirse en qué? Tal es el problema y tal es el reto. De momento, la venta de periódicos ha descendido a lo largo de 2005 en EE UU y Europa. Las alarmas comienzan a sonar. Hagan algo.

divendres, 9 de juny del 2006

Mal asunto

MAL ASUNTO

Escucho a los detractores de Chávez con la misma distancia que a sus apologistas. No he logrado, lo siento, construir un criterio propio sobre el presidente de Venezuela. En vez de eso, dispongo de la caricatura que él mismo se empeña en construir cada vez que abre la boca. Ahora ha decidido acabar con "la dictadura de Hollywood" creando unos estudios cinematográficos que producirán películas sobre los grandes héroes venezolanos. Chávez ha apoyado su decisión en ideas de manual (y de todo a cien) tales como que el cine constituye una forma de dominación ideológica, ya que es el vehículo a través del que se inoculan los modelos de vida estadounidenses. Por eso, ha añadido, los indios, en las películas del Oeste, son siempre los malos. Acaba de descubrir América.

Conmueve encontrar temperamentos tan inocentes. La pretensión de acabar con Hollywood, o de neutralizarlo, desde un país sin industria cinematográfica es un delirio. Promocione usted el cine de su país, pero no le imponga una tarea tan difícil. Es como si ordenara crear una religión netamente venezolana para competir con el Vaticano. O una novelística del siglo XIX, para acabar con la tiranía de la novela europea de ese siglo. Madame Bovary es un modelo jodido, de acuerdo, a través del que se inocula el modo de vida francés, pero es improbable que acabara con ella un novelista venezolano de nuestra época, aun haciendo horas extras. Con todos los respetos, tampoco le aconsejo, señor presidente, que intente inventar las salchichas de Francfort, aunque sea con el noble fin de acabar con la tiranía alemana de los productos cárnicos.

Piense usted en áreas menos explotadas, o donde hayan fracasado otros. El socialismo, sin ir más lejos, está por hacer. Y no debe ser fácil a juzgar por el talento de la gente que lo ha intentado a lo largo de la historia. Te pones a hacer el socialismo y al principio parece sencillo, sobre todo si has leído a Marta Harneker. Pero después de los primeros pasos, el manual de instrucciones no sirve para nada. Entonces es cuando un funcionario trepa, listo y con gafas nos convence de que lo primero es acabar con Hollywood, o con la novela francesa del XIX. Mal asunto.

dimarts, 6 de juny del 2006

La plaga

LA PLAGA

Cuando la nueva generación de pesticidas, insuficientemente experimentados, acabó con las moscas, la palabra mosca ocupó su lugar resultando más molesta que el insecto desaparecido. Dicho vocablo zumbaba por las habitaciones durante el verano, golpeándose contra los cristales de las ventanas, en los que dejaba una mancha de tinta difícil de limpiar. La palabra mosca se posaba también en la encimera de la cocina, cerca de los alimentos, y en la frente de los enfermos. Acudía a los cadáveres con una diligencia sorprendente, donde depositaban sus larvas. Y sólo se podía eliminar por medios mecánicos, pues los químicos no le afectaban. Las había de todos los tamaños, aunque las más molestas pertenecían a la familia tipográfica Times y se presentaban con un cuerpo 13, en negrita (mosca), lo que las hacía más repugnantes.

Cuando la plaga alcanzó un punto insufrible, alguien sugirió que se quitaran del alfabeto las letras de que estaba compuesto el término mosca. Pero la idea se desechó enseguida, habida cuenta de que la desaparición de la eme, la o, la ese, la ce y la a atacaría a la estructura de la lengua. Las palabras caso y cosa, por ejemplo, desparecerían por completo, pero otras como mano y boca quedarían gravemente mutiladas. Un presentador de televisión muy aficionado a la expresión «por antonomasia» llevó adelante la campaña que evitó lo que sin duda habría sido un desastre lingüístico. De modo que nos tuvimos que resignar a la invasión de la palabra mosca, a la que se sumó muy pronto la de moscardón, que, aunque tardó más en extinguirse, también desapareció, siendo sustituido por su término.

Hace poco fui al médico para que me mirara una especie de hormigueo que venía sintiendo en las piernas. El doctor me recetó unas pastillas con las que desapareció. Pero ayer estaba observando cómo copulaba una mosca con un moscardón sobre el brazo del sofá, cuando volví a sentir el hormigueo. Al ir a rascarme, tropecé con la palabra hormigueo subiéndome por las piernas. Estaba compuesta de itálicas, del cuerpo ocho. Me temo que esto no ha hecho más que empezar.

diumenge, 4 de juny del 2006

Un pedazo de pan

UN PEDAZO DE PAN

El otro día, mira qué bien, encontraron en Colombia una rana que se creía extinguida. Fue como coincidir en el ascensor con un vecino al que se creía muerto. O como encontrar una bolsa de galletas en el fondo del armario, cuando estabas convencido de que se habían agotado las existencias. Ya tenemos una rana que llevarnos a la boca, porque lo más probable es que nos la comamos, si no entera, por partes. Un día, en un bar, confundí un anca de rana con una gamba con gabardina y me la comí. Todavía tengo atravesado su sabor en la conciencia. Fui, de niño, un cazador de ranas. Nos fascinaban esos bichos porque se parecían a los sueños: eran gelatinosos, escurridizos, difíciles de interpretar. Muchas veces, te metías una rana en el bolsillo y al llegar a casa, o sea, al abrir los ojos, ya no estaba. Un compañero de colegio que murió en primero de bachillerato se reencarnó en una rana. Nos pasábamos la tarde jugando con él –ahora ella- y juro que tenía sus ojos, su boca, casi su voz. Y le gustaba meterse moscas en la boca, como cuando era niño. Las ancas de rana deberían estar prohibidas.

Tal vez la rana que han encontrado en Colombia no estaba extinguida, sino oculta. El mejor modo de librarse del hombre es hacerle creer que no existes. Al menos por ahora, porque cuando acabemos con lo existente empezaremos a comernos lo inexistente. Si yo fuera rata (y no hagan chistes fáciles), propondría a mi especie el fingimiento de una extinción masiva. Para poder vivir en paz. Cada vez que entro en un laboratorio siento más piedad por los roedores. Hay teorías según las cuales el hombre del Neardental, que era un pedazo de pan en relación al sapiens, se ha hecho el muerto para que no nos metamos con él. Todo es posible. Phil K. Dick aseguraba, con datos en la mano, que los alemanes ganaron la Segunda Guerra Mundial, aunque nos hicieron creer que la habían perdido para que la victoria resultase más eficaz. Y eficaz sí ha sido: miren cómo está el mundo. Felicito efusivamente a los científicos que han dado con la rana extinguida, pero a ella le ruego que no confiese, ni bajo tortura, dónde está el resto de su familia.

divendres, 2 de juny del 2006

Bidé

BIDÉ

Pongamos una palabra cualquiera, la primera que se nos venga a la cabeza: Pañuelo, ya está. No la he buscado yo, lo juro, se me ha metido dentro, como un ratón por un agujero, y ha vuelto a salir por la yema de los dedos, al golpear las teclas del ordenador. Lo que quiere decir que las palabras vienen a por nosotros todo el rato. Son el único invento del hombre al que no es preciso ir a buscar (al contrario, por ejemplo, del dinero). Vas por la calle y no te sale al paso un solo billete de cien euros (ni siquiera una moneda de uno), pero las palabras te atraviesan como agujas de hielo, procedentes de lugares misteriosos. En el tramo que hay de tu casa al quiosco de periódicos, te han asaltado no menos de cincuenta o cien palabras: Café, nubes, calor, hijos, vacaciones, árbol, dolor, mamá, hígado, médico, análisis de sangre.

Lo curioso, como digo, es que no es necesario buscarlas. Te tienes que esforzar, sí, en ganarte la vida, pero las palabras, de momento, son gratis. Cierto que no se te puede ocurrir una palabra que no conozcas previamente. Es muy raro que a alguien sin estudios se le aparezca el término hipotenusa, por ejemplo. Pero una vez que habéis sido presentados la palabra y tú, ella volverá, tarde o temprano volverá. Quizá en sueños, o el lecho de la muerte. A lo mejor es lo último que dices antes de expirar. Hipotenusa.

Siendo así, ¿por qué los escritores se pasan el día buscando palabras? Pues porque vienen de cualquier modo, como si a un albañil se le aparecieran mezclados los materiales de construcción. Un conjunto de palabras sueltas no son una oración. Un conjunto de ladrillos sueltos tampoco son una casa. Hay que colocarlos de manera que den lugar a un cuarto de baño. La ventaja de las palabras, frente a los ladrillos, es que sugieren. Si yo digo «el bidé tenía una mancha de sangre», usted ve un cuarto de baño entero, lo cual es increíble porque yo no he dicho que el bidé con sangre estuviera en un cuarto de baño. De hecho, me refería a uno que vi hace poco en un vertedero. Las palabras provocan malentendidos todo el rato. ¿Que a cuento de qué venía todo esto? No sé, yo había salido a comprar el periódico y las palabras me asaltaron.

Horóscopo

HORÓSCOPO

Empiezo los periódicos por el final y desde ahí avanzo trabajosamente (cada día más) hacia la primera página. He llegado a esta situación inversa poco a poco, casi sin darme cuenta, lo que no deja de asombrarme. ¿Qué ha provocado este distanciamiento progresivo entre mis intereses y los de los editores? A veces, estoy haraganeando en el horóscopo y me ataca un sentimiento de culpa. Dios mío, me digo, si hubiera hecho el camino correcto, ahora estaría en el editorial. El problema es que no he dado todavía con un editorial que me explicara mejor que el horóscopo por qué el precio de la vivienda, un ejemplo al alcance de todos, es completamente irreal. Vivimos con la idea de que la realidad está dirigida por el discurso sesudo de los editoriales, pero el mundo parece construido por el loco que escribe los Ecos de Sociedad, o las necrológicas.

Ahí tienen los casos de Afinsa y Fórum, perfectamente incompatibles con el tono intelectual de la parte de delante de la prensa, aunque muy explicables desde las historietas delirantes de la parte de atrás. A ningún lector atento de anuncios por palabras puede extrañarle que ocurran tales disparates. Lo raro, créanme, es que no haya más Afinsas. Uno, que no es analista financiero ni nada semejante, ha comprobado que la realidad, tal como la conocemos, no es el producto de un cálculo, sino de una alucinación. A ver, si no, cómo le explicaríamos a un marciano que, habiendo en España tres millones de viviendas vacías, continúen por las nubes. Están por las nubes porque vivimos dentro de un sueño especulador. Cada vez que despertamos de ese sueño, la realidad hace un reajuste, para cuadrar los números. ¿Qué diferencia hay entre comprar un sello a un euro y venderlo a mil, y comprar un piso a cien y venderlo a cien mil? Mañana mismo, en fin, podría ocurrirle al mercado inmobiliario lo que le ha ocurrido al de los sellos.

La realidad, cuando despierta, ataca, como el león, al ciervo más débil de la manada. Ahí están Marbella, Gescartera, Afinsa, Fórum... ¿Por dónde embestirá la próxima vez que suene el despertador? ¿Por las hipotecas? ¿Por los planes de pensiones? Si de verdad quiere usted saberlo, lea los anuncios por palabras. Y las necrológicas.