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divendres, 30 d’abril del 2010

Cuñados

CUÑADOS

Los españoles no nos quejamos tanto de las instituciones del Estado como las instituciones del Estado se quejan de nosotros, y eso que nos cuestan un ojo de la cara. María Emilia Casas, presidenta del Constitucional, se lamentaba el otro día de la "intolerable campaña de desprestigio emprendida desde ciertos sectores políticos y mediáticos" contra el alto tribunal. A uno le parece que hablar de "ciertos sectores políticos y mediáticos" es como hablar de los extraterrestres. Le digo yo a mi psiquiatra que me persiguen "ciertos sectores políticos y mediáticos" y da por hecho que se trata de un delirio de persecución (sufro tres o cuatro al año). En fin, que todo se ha vuelto muy confuso. Si perteneces, como un servidor, a la clase media intelectual del país, las pasas moradas para formarte un criterio respecto a las cosas más nimias. ¿Debo estar en contra o a favor del uso público del velo islámico? Ni idea, y no por falta de información (me he tragado unos cien artículos), sino por un exceso de ella. De hecho, no hay cuñado que no sepa cómo resolver el asunto, pero los cuñados son, de toda la vida, una fuente de confusión. El problema es que los jueces del Constitucional se comportan ya como cuñados. El otro día vimos a tres de sus miembros en los toros, fumándose un puro junto a uno de Los Morancos. No es que pretendamos equiparar la discusión sobre el hiyab a la de los toros, pero sabiendo como saben estos señores la polémica que tenemos sobre la fiesta nacional (¡o de la nación!), deberían cortarse un poco. Es como si María Emilia Casas hubiera formulado las quejas señaladas más arriba con la cabeza cubierta por un velo. Un poco de sensibilidad, por favor, un poco de sindéresis (qué rayos querrá decir sindéresis). Y dejen de tratarnos como si fuéramos los maridos de sus hermanas o las mujeres de sus hermanos.

dimecres, 28 d’abril del 2010

Sensación de descanso

SENSACIÓN DE DESCANSO

Yo no puedo ir por ahí diciendo que soy usted, está prohibido. No puedo ponerme su nombre, ni sus apellidos, ni su ropa interior. ¿Que me gustaría ser, no sé, Emilio Botín? Pues me aguanto porque se lo ha pedido otro antes que yo. Además, para ser Botín hay lista de espera. Un día, de joven, me presenté en casa de un escritor al que admiraba y le pregunté si me dejaba ser él. Me contestó que ni hablar, que si creía yo que le habían regalado la identidad. Llevaba toda la vida trabajando para conquistarla y no se la iba a entregar al primero que pasara. Me pareció que tenía mucho mérito, pues si es cierto que todos trabajamos para ser alguien, a la mayoría no nos sale. Es más fácil hacer una fortuna que construirse un carácter medianamente aceptable.

Viene todo esto a cuento de que el otro día tropecé en Internet con la nota de un estudiante que solicitaba ayuda a las personas que hubieran leído alguna obra mía. Tenía que redactar, para la asignatura de Lengua, un trabajo del que dependía que le aprobaran. Me puse a ello y en un rato le hice llegar unas notas con los contenidos fundamentales de mi obra, así como un apunte biográfico que me pareció original y verdadero a la vez. En vez de firmar con mi nombre, firmé como Emilio Botín, sin intentar hacerme pasar por el banquero. Supongo que hay otros emilios botines, pues ni el nombre ni el apellido son excesivamente raros.

Luego me fui a la cama con la sensación del deber cumplido. Gracias a ese Emilio Botín digital, un estudiante de literatura no tendría que repetir una materia que quizá le resultara odiosa.

Una semana más tarde, sin embargo, el estudiante se quejó de que le habían suspendido porque el trabajo, según su profesor, era una porquería. Estuve a punto de pedirle los datos del profesor, para escribirle, pero me contuve. Lo curioso es que enseguida se manifestó un Juan José Millás que no era yo ofreciéndose a enviar al chico un trabajo garantizado sobre mi obra (sobre la suya, decía el sinvergüenza).

El caso es que con este nuevo trabajo, el chico obtuvo un sobresaliente. Por un lado me preocupó que hubiera por ahí un Millás mejor que yo, pero por otro me proporcionó una curiosa sensación de descanso, como si ya pudiera morirme.

dimarts, 27 d’abril del 2010

Algo no encaja

ALGO NO ENCAJA

No he escuchado a nadie hablar mal de la Revolución Industrial, pero poca gente habla bien de la industria. Lo concreto tiene incomodidades de las que carece lo abstracto. Las generalidades funcionan mejor que las particularidades. Se suele decir que la teoría es muy bonita y que es en la práctica donde saltan las chispas. La vida cotidiana es el reino de lo concreto. Hay que arreglar este grifo, es preciso renovar la vajilla, necesito un traje nuevo, el salario no llega… Pero lo concreto es un poco embrutecedor. La historia de la humanidad es en cierto modo la historia de la huida de lo básico. Las técnicas de conservación de los alimentos permitieron aplazar la angustia provocada por la incertidumbre de lo que comeremos mañana. Para hacer filosofía o literatura es preciso tener tiempo libre.

La Unión Europea era, sobre el papel, una idea fantástica. Pero llevarla a la práctica nos está dando muchos dolores de cabeza, tantos que la Unión Europea, en la práctica, no existe o ha quedado reducida a la unión monetaria: el euro. El problema es que las cosas inexistentes, una vez puestas en marcha, dan tanto trabajo, y provocan tantos gastos, como las existentes. Vean, si no, la cantidad de instituciones, funcionarios y sedes que tiene en la actualidad la Unión Europea. Para no existir, nos cuesta un riñón. Y me refiero, claro, a la existencia real, concreta, tangible. ¿Acaso noto yo en mi vida diaria la existencia de esa institución supranacional? ¿La percibo al desayunar, al comer, al meterme en el metro o subirme al autobús? Francamente, no. Y yo puedo tener problemas de percepción, de acuerdo, pero es que he realizado una encuesta sin valor estadístico entre mis allegados y les ocurre lo mismo.

Si Grecia no formara parte de la Unión Europea, habría devaluado su dracma y aquí paz y después gloria. La solución, a veces, pasa por cambiar de tamaño. Pero como forma parte del tinglado acudimos «en su rescate». De acuerdo. Lo que no logramos entender es que las bolsas suban frente a esta operación, con lo caros que son los rescates. Quiere decirse que algo no encaja. Quizá un servidor.

divendres, 23 d’abril del 2010

Desastre

DESASTRE

Los miembros del Constitucional deberían aceptar que si en cuatro años han sido incapaces de decidir si un texto se ajusta o no a derecho, algo raro les pasa a ellos, aunque culpen al texto. En cuatro años se pueden ganar dos oposiciones a juez, se pueden tener varios hijos, se puede escribir una obra maestra, se puede uno morir 200 veces. En cuatro años un niño se convierte en adolescente, un adolescente en joven, un joven en un hombre. En cuatro años se puede uno casar y descasar, puede aprender inglés, hacerse experto en vinos, arruinarse, enriquecerse, reproducirse, morirse y descomponerse dentro de la tumba. Cuatro años dan para mucho, por favor. Estamos hablando de cuatro navidades, cuatro Semanas Santas, cuatro cursos escolares, cuatro vacaciones de verano. No quiere uno pensar que los jueces del Constitucional no trabajen, pero deberían explicar por qué trabajan tan despacio, por qué van a ese ritmo. A veces da la impresión de que su reino no es de este mundo.

Y no es en lo único en lo que se parecen al Vaticano. Uno puede imaginarse a muchos de sus miembros ejerciendo de Papa y al Papa ejerciendo de juez del Constitucional. Hablan igual, argumentan igual, se relacionan con los pobres mortales igual y seguramente tienen las mismas inclinaciones políticas. Sin saber nada de leyes, piensa uno que el Constitucional debería funcionar como un individuo. A mí me dan a juzgar el Estatut (Dios no lo permita) y me gusta o no me gusta, o me gusta y no me gusta a la vez, lo que implicaría negociar conmigo mismo. Pero si me pagan por eso, no me levanto de la mesa hasta conseguir un pacto. El Constitucional no puede mostrarse como una instancia esquizofrénica, con dos o tres vidas incompatibles en marcha. Si no logra alcanzar acuerdos consigo mismo, que se pegue un tiro en vez de pegárnoslo a nosotros.

divendres, 16 d’abril del 2010

Oposiciones

OPOSICIONES

Érase un hombre que quería ser hombre. A donde iba repetía que era un hombre y si alguien lo ponía en duda se abría con violencia la camisa y mostraba los pelos del pecho y los tatuajes de los hombros, todo ello acompañado de amenazas dirigidas al resto de los hombres que, sin negarse a ser lo que les había tocado ser, llevaban esa condición con modestia. El hombre que quería ser hombre, y que había nacido, por ejemplo, en España, se empeñó luego en ser español, de modo que se pasaba el día dando vivas a ese país y amenazando con una pistola a todos los españoles que aun admitiendo que al haber nacido allí no les quedaba otro remedio que ser españoles, tampoco hacían de ello un oficio.

Para afirmar su españolidad el español español colgó una bandera de su balcón, al modo de los vascos vascos o de los belgas belgas o de los alemanes alemanes. Más tarde decidió que necesitaba una religión y se hizo católico porque era lo que predominaba en su familia. Ello le condujo a odiar a los homosexuales y a los mahometanos, por este orden. Podría haber odiado también a los negros y a los japoneses, o a los ingenieros y a los catedráticos de literatura comparada, pero prefirió especializarse para resultar más eficaz. Enseguida, y como una cosa lleva a otra, se vio en la necesidad de hacerse taurino o antitaurino, eligiendo la primera de las opciones, pues siendo ya hombre, español y católico, le pareció que lo lógico era que le gustaran los toros. Y llegó a amarlos de tal modo que José Tomás se convirtió no ya en su modelo de torero, sino en el de arquitecto, literato, pediatra, lingüista, cineasta, geógrafo e ingeniero de caminos. Le tocabas a José Tomás y sacaba la pistola de español y el odio de católico. Por fin, tras hacerse socio de un equipo de fútbol, se presentó a unas oposiciones a hombre y sacó el número uno.

dimecres, 14 d’abril del 2010

Atención al fondo

ATENCIÓN AL FONDO

A veces, aunque cada vez menos, se distingue entre el espíritu y la letra de la ley para explicar que ambas cosas no siempre coinciden. La letra puede ir por un sitio y el espíritu por otro. Cuando esto sucede, debe atenderse a lo que pretende el espíritu, y no a lo que predica la letra. La literalidad provoca estragos. Si alguien nos dice, por ejemplo, que desea hacerse un collar con las perlas de nuestra boca, no deberíamos entender que nos va dejar sin dientes. Lo que cuenta es la intención y no el significado entendido al pie de la letra. Muchas madres, al tiempo que acarician a sus hijos, les dicen: «Pero qué bobo eres». Ese bobo es un piropo, claro. Mi padre, que llegaba tarde a casa porque trabajaba muchas horas, apenas dejarse caer sobre el sofá exclamaba: «Estoy muerto». Ni en mi más tierna infancia entendí que había expirado. Si todos los que dicen de sí que están muertos de cansancio hubieran fallecido de verdad, el mundo sería un Halloween continuo.

Viene todo esto a cuento de Garzón, al que parece que pretenden aplicarle la letra de la ley más que su espíritu. Ningún legislador en su sano juicio dictaría una norma por la que se pudiera perseguir al que hace justicia a instancias de quien mata o roba. Es un disparate. Es como si una víctima de ETA fuera llevada a juicio por una denuncia de la banda. Quizá pudiera hacerse, no sé, interpretando la ley al pie de la letra, pero jamás desde su espíritu. La banda armada de Franco produjo en este país más muertos y desaparecidos de los que podemos imaginar. Quienes impulsan la investigación de esos crímenes no pueden ser tratados como delincuentes. Quizá lo diga la letra de la ley, pero no su espíritu. Atendamos, pues, a lo que señala este último.

¿Se puede prevaricar ateniéndose escrupulosamente a lo que dice la ley? Es evidente que sí. De hecho, deber de ser el modo de prevaricación más frecuente. Esta lucha entre el espíritu y la letra constituye una metáfora (con perdón) de la historia del ser humano. Si en la vida cotidiana nos empeñamos en distinguir continuamente entre la forma y el fondo de las cosas, es porque intuimos que no siempre coinciden. Pero en caso de duda, atendemos al fondo.

divendres, 9 d’abril del 2010

La teoría del caos

LA TEORÍA DEL CAOS

El mismo día en el que afloraron a la superficie, como el cieno desde las cloacas, los 50.000 folios del caso Gürtel, el mismo día y a la misma hora, Rita Barbuittón —mujer desesperada— se llegó hasta el Cabanyal, tiró abajo de una patada las puertas de varias viviendas, sacó a rastras a sus habitantes (viudas, viudos, jubilados, ancianos sin recursos) y comenzó la demolición de ese conjunto histórico. Mientras Rita Barbuittón —mujer desesperada—se empleaba a fondo con el pico y la pala, los desahuciados gemían en la calle, arrastrados ahora por la policía de Rita Barbuittón, esa mujer desesperada que colecciona bolsos rojos de procedencia oscura.

El mismo día y a la misma hora en que se hacían públicos los sucios diálogos de las esposas de Francisco Camps (presidente de la Comunitat Valenciana), de Vicente Rambla (vicepresidente) y de Víctor Campos (ex vicepresidente) con Álvaro Pérez, el Bigotes, el mismo día y a la misma hora en que estas tres mujeres desesperadas (hay que estarlo para intimar con sujetos de tal naturaleza), el mismo día y a la misma hora, insistimos, la alcaldesa desesperada se puso a la destrucción de un conjunto histórico con una furia tal que parecía una metáfora. Lo que en realidad pretendía destruir era un sumario judicial, hecho de fiebre y lodo, excesivo para los aliviaderos del sistema.

Daba miedo ver a Rita Barbuittón desesperada. Asustaba observar la furia de titán que era capaz de desarrollar en su impotencia sumarial (y sin que el cardado se le alterara lo más mínimo), estremecía la saña que podía llevar a cabo contra la historia de Valencia. El Cabanyal no tenía la culpa de nada. Era como si un ministro griego cogido con las manos en la masa se dedicara a derribar el Partenón. Pero a veces nos ocurre eso, que desplazamos nuestra ira hacia donde no es. Tal vez, pensaría el ministro griego, si miran hacia el Partenón dejen de mirar hacia mi bolso rojo. Pero el bolso rojo de Barbuittón canta mucho, por el color y por el precio. El mismo día y a la misma hora, como producto de la casualidad. Pero era el resultado de un cálculo. Los vecinos del Cabanyal han sido víctimas, en fin, de la trama Gürtel. La teoría del caos.

Código hético

CÓDIGO HÉTICO

Penélope, esposa de Ulises, rey de Ítaca, tejía durante el día un sudario que destejía por las noches, frenando así el acoso de sus pretendientes, a quienes había prometido que se casaría de nuevo cuando la prenda estuviera terminada. De este modo logró ser fiel a su marido, que tardó 20 años en volver al hogar, tal y como relata Homero en La Odisea. Rajoy, sin pretender comparar, lleva camino de convertirse también en un personaje mítico, pues teje durante el día un código ético que desteje por las noches. Gracias a ese ardid, no necesita tomar decisiones difíciles acerca de individuos cuya permanencia en el PP sólo se explica en razón de lo que saben y pueden contar. ¿Y qué vas a decirle, si jura y perjura que cuando el código esté completamente terminado lo aplicará sin contemplaciones, caiga quien caiga?

Mariano Rajoy no espera el regreso de Ulises, sino la llegada de las elecciones. Asediado por multitud de voces que le empujan a actuar ya, él da largas a diestra y siniestra con la coartada del código, al que siempre faltan unos flecos. Que sí, que Fabra aparece imputado en delitos gravísimos, que ha ingresado sin justificar más de cinco millones de euros durante los últimos años, que apesta, en fin, pero todo tiene sus tiempos. Y quien habla de Fabra, habla de Camps o de Bárcenas, por no dar la lista entera de la putrefacción. Y ahí sigue el hombre, desmintiendo con los hechos mezquinos de las mañanas las afirmaciones grandilocuentes de las noches, al modo en que Penélope hacía y deshacía el famoso sudario. El código de Rajoy tiene también algo de mortaja en la medida en que el líder del PP va adquiriendo una rigidez cadavérica. No sería raro que acabara envuelto en él. Todo esto, en el supuesto de que su intención fuera poner en marcha un código ético y no un código hético, que es a lo que se parece.

dilluns, 5 d’abril del 2010

A cuerpo de rey

A CUERPO DE REY

Supongamos que usted se encuentra inmerso en un proceso judicial por el que podrían caerle 30 años de cárcel. Imaginemos que a lo largo de ese proceso las cosas se ponen verdaderamente feas y que el juez le pide tres millones de euros de fianza de los que o bien carece, o bien tiene que fingir que carece para no empeorar el cohecho, el soborno, la substracción indebida o el atraco a mano armada de los que le acusan.

Imaginemos, además, que el proceso se lleva a cabo con gran publicidad (usted ha sido un cargo público), de modo que las puertas de los juzgados se llenan cada día de cámaras de televisión y periodistas que intentan conocer los últimos detalles. Supongamos que usted es, pese a todos los delitos de los que se le acusa, una persona medio normal. Lo lógico es que no le llegue la camisa al cuerpo. En pocos días puede pasar de vivir en un palacete con el mango de las escobillas del retrete de oro a habitar una celda de siete metros cuadrados. ¿Es o no es para estar asustado?

Lo es. ¿Y qué es lo primero que se le ocurre en tales circunstancias a una persona medio normal? ¿Pedir la baja temporal en el partido político del que es militante? Evidentemente, no. Sin embargo, es lo que hizo Jaume Matas, el ex presidente de Baleares al conocer el montante de la fianza.

-Oye –le dijo su abogado-, que pones sobre la mesa tres millones de euros o vas al trullo de cabeza.

-Pues espera, que telefoneo a Génova para darme de baja temporalmente en el PP.

-¿Por qué temporalmente?

-Porque igual cuando salga de la cárcel vuelvo a la militancia, por cobrar un salario.

Hay algo raro, muy raro, en fin, en esa solicitud. Vamos, que no hay quien se la crea. Pensamos más bien que el propio partido ha negociado esa baja «temporal» para no tener que echarlo. ¿Y qué problema había en echarlo? ¿Por qué Rajoy no se atrevió a quitarse de encima a un sujeto con el currículum del tal Matas? ¿Y por qué Bárcenas, otro individuo peligroso, le estuvo pagando 5.000 euros al mes después de que dejara de trabajar para el partido? ¿Qué sabe Matas para que le traten a cuerpo de rey?

diumenge, 4 d’abril del 2010

A lo que íbamos

A LO QUE ÍBAMOS

Si el cine en 3D continúa ganando adeptos al ritmo actual, incurriremos en el teatro, donde todo sucede, increíblemente, en relieve. Y sin necesidad de las gafas. Quiere decirse que nos pasamos la vida inventando lo mismo una y otra vez, qué agotamiento. En el principio fue el teatro, del que nos alejamos esforzadamente para caer de nuevo en él. Acaba de salir a subasta la jeringa con la que inyectaron a Michael Jackson el cóctel de ansiolíticos que le llevó a la tumba. Parece una novedad, pero si en tiempos de Caín hubiera existido la economía de mercado, alguien habría puesto precio a la quijada del burro con la que le asestó el golpe asesino. Dicen que puede alcanzar los cinco millones de dólares (la jeringuilla, no la quijada), una fortuna, ya ven, por un trasto de plástico idéntico a aquel con el que a usted le pusieron la vacuna antigripal. La subasta se llevará a cabo en Las Vegas, que es el lugar 3 D por antonomasia (qué rayos significará antonomasia).

El universo carece de finalidad, pero nosotros necesitamos fingir que esto va a alguna parte. En todo caso, y con suerte, volvemos al teatro (y a la tragedia griega, para más señas), que es el lugar desde el que salimos a la vida (de ahí nuestro carácter). El caso es que por culpa del sentido nos pasamos la vida celebrando una y otra vez la Navidad, y la primavera, y la Semana Santa. Para percibir el significado de las tres dimensiones, por cierto, las iglesias. He visitado varias estos días y en todas tuve la impresión de hallarme en el interior de un programa informático en 3D. Qué realismo el de las imágenes, por Dios. Aún no se me ha ido de la cabeza un Cristo yacente, introducido en una urna de cristal, que descubrí en la iglesia de un pueblo de León.

Esto no va a ninguna parte, pero estamos obligados a hacer como que sí. Por eso nos excita el paso de la televisión analógica a la digital y de Titanic a Avatar. De acuerdo con la publicidad, si usted no ha adaptado su televisor, se habrá quedado borroso el día del Apagón Analógico, que viene a ser una representación teatral del Fin del Mundo. Con la TDT tendremos acceso a 30 ó 40 canales, pero todos serán el mismo, que es a lo que íbamos.

divendres, 2 d’abril del 2010

Perplejidades

PERPLEJIDADES

El auto del juez instructor del caso Matas parece el de un hombre que se ha sentido perplejo y cabreado al comprobar que un reo de la justicia le tomaba por idiota. La perplejidad y el cabreo del magistrado son los de cualquiera de nosotros cualquier día de la semana y a propósito de multitud de asuntos. Así, al escuchar decir a Rajoy que ya dijo ayer lo que tenía que decir, cuando ayer no dijo nada, sentimos lo mismo que el juez al oír que los pisos del ex presidente no son suyos, o que su patrimonio es el resultado del ahorro, o que no controlaba los dineros públicos porque asistía a muchas bodas. Ignoramos a cuántas bodas asiste Rajoy, pero entre langostino y langostino debería hacer alguna declaración seria sobre asuntos que le quedan tan cerca.

Perplejos y cabreados nos quedamos también cuando vemos salir a Tamayo de la sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid amenazando con tirar de la manta de no ser recibido por su protegida, Esperanza Aguirre. La perplejidad se convierte en estupefacción cuando pasan los días y si te he visto no me acuerdo. ¿Le dieron lo que pedía, quizá lo que le debían? ¿Y quién nos paga a nosotros, pobres mortales, como el juez del caso Matas, todas las explicaciones que se nos deben desde aquella operación mafiosa que cambió el sentido del voto de los madrileños? De piedra nos quedamos, asimismo, al comprobar dónde encontró trabajo el guardaespaldas de Tamayo tras amenazar a su vez, qué curioso, con cantar La Traviata. Cabreados estamos con lo que nos cuentan del tesorero Bárcenas, en fin, y con lo que explican a propósito de Camps, y con la defensa que Génova hace de Fabra. Todo ello por no hablar del modo en que la Iglesia ha venido protegiendo y ocultando a sus pederastas, a los que en algún caso ha tratado de pobres mártires tentados por adolescentes sin escrúpulos.