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diumenge, 31 de desembre del 2006

Ahorrar costes

AHORRAR COSTES

El sistema sanitario inglés ha decidido que en el futuro no tratará las enfermedades autoinfligidas, refiriéndose, por ejemplo, a la obesidad, ya que a partir de cierta edad cada uno es responsable de su peso (y de su rostro, según algunos). Entre las enfermedades autoinfligidas se incluyen también las derivadas del consumo del tabaco u otras drogas. El asunto parece razonable hasta que uno se pregunta si existen las enfermedades heteroinfligidas. El siguiente paso será decir que si el cuerpo no reacciona adecuadamente frente a un virus, «será por algo». Algo habrá hecho usted para que el sistema inmune no funcione como Dios manda. El sistema sanitario inglés es experto en culpabilizar al usuario, sobre todo desde que pasara por encima de él, con todas sus vértebras, la Dama de Hierro.

Hablar de enfermedades autoinfligidas significa además negar la existencia del subsconsciente. Nadie se come una hamburguesa de mil calorías por razones ideológicas. Se come porque no se puede hacer otra cosa. La razón te dice que es un disparate, pero el inconsciente te empuja a ello con la fuerza de un tren de mercancías. Dios mío, no debería comerme esta hamburguesa; Dios mío, no debería fumarme cuatro paquetes de cigarrillos; Dios mío, no debería casarme. Lo cierto es que no se hacen todas estas cosas por placer. El placer se lo lleva esa bestia llamada inconsciente. Creo que era Lacan el que afirmaba que Dios es el inconsciente. ¿De qué hablamos, pues, cuando hablamos de enfermedades autoinfligidas?

El cuerpo social también tiene inconsciente, también tiene Dios. Por eso hay guerras autoinfligidas y calentamiento global autoinfligido y bosques incendiados autoinfligidos. Sadam Husein y Bush son evidentemente enfermedades autoinfligidas, pero no por eso debemos resignarnos a ellas. Al contrario, quizá debamos preguntarnos por qué los votamos o los toleramos del mismo modo que nos preguntamos por qué nos gustan tanto las comidas que provocan colesterol. La teoría inglesa del autoinfligimiento es, en fin, un invento neoliberal. Para ahorrar costes.

divendres, 29 de desembre del 2006

Agonía

AGONÍA

Un médico de prestigio mundial ha viajado a Cuba para hacer un diagnóstico acerca de lo que Fidel Castro no padece. Y no padece cáncer. Seguramente tampoco sufre de cálculos renales ni de sarcoma de Kaposi ni de hidronefrosis, o riñón dilatado, pero eso lo tendrán que determinar otros especialistas de prestigio que quizá viajen a la isla en los próximos días. ¿Qué tiene, pues, que le impide gobernar y pronunciar discursos? Eso no nos lo ha podido revelar el doctor García Sabrido porque forma parte del secreto profesional, al que se debe. Quiere decirse que tu médico de cabecera puede pasarse la cena de Nochevieja relatando a sus amigotes lo que no tienes, pero si cuenta lo que tienes lo enchironan. Personalmente (de qué modo si no), me importa un pito que la gente sepa que tengo genu varo, pero me gustaría mantener en secreto que no tengo tuberculosis (estoy releyendo La montaña mágica).

Dada la identificación popular existente entre Castro y el régimen cubano, tal vez se nos haya querido señalar subliminalmente que la Revolución goza de buena salud, que no tiene cáncer, en fin, aunque sufre de hemorragias intestinales, lo que quizá sea peor. Podemos imaginar una Revolución con cáncer, pero no una revolución con sangre en las heces, ni siquiera una revolución con heces. En otras palabras, que los responsables de imagen han metido la pata, sobre todo porque nos hemos enterado al mismo tiempo de que Cuba no tiene médicos, que era uno de sus mitos. Si todo lo que se dice del comandante fuera predicable de la Revolución por antonomasia (qué rayos querrá decir antonomasia), probablemente Cuba tampoco tenga sistema educativo, pues no parece muy cortés ni muy solidario, tal como están las cosas en la isla, fletar un avión con medicinas, aparatos y personal sanitario para atender a un solo hombre. Y aún dice García Sabrido con sorpresa que Castro está de muy buen humor. Si con esas atenciones excepcionales estuviera cabreado, sería para matarle. Nos recuerda a aquellos dictadores que movilizan una flota para hacerse traer el caviar del Báltico (en el caso de que el caviar sea de allí). O sea, que Fidel está bien, pero la Revolución se ha ido al carajo.

Perfiles psicológicos

PERFILES PSICOLÓGICOS

Durante los últimos años se ha escrito mucho acerca de las relaciones entre Clinton y Monica Lewinsky, pero jamás se ha investigado si entre ellos había amor o sólo sexo. De este modo se amputan las noticias, hurtándole al lector lo que más le importa. Porque si había amor, por poco que fuese, la separación tuvo que haber sido desgarradora para ambos. Si hubo amor, por otro lado, el despacho oval, desde donde se dirige el mundo, podría mostrarse sin vergüenza al universo. Un amigo mío me envió hace poco desde Washington una postal de esa habitación que he tenido que ocultar a los niños, para no estimular sus fantasías sexuales. Ve uno aquella mesa, aquella silla, aquellas alfombras y no se imagina a un señor gobernando, sino a un individuo dejándose hacer una felación por el personal administrativo. A los responsables de prensa de la Casa Blanca les faltaron la sordidez en armonía: bastaba con que nos hubieran vendido el asunto como una historia de amor.

Viene todo esto a cuento de que el Washington Post, en un reciente análisis acerca de las personalidades de la becaria y del ex presidente, ha asegurado que Clinton es un hombre listo que hace tonterías, mientras que Monica es una mujer tonta que hace cosas inteligentes. Es lo que pasa con las medicinas (que a veces fastidian el hígado) y con los venenos (que en cantidades adecuadas curan). Quizá los del Washington Post han querido decir que la estupidez, en dosis homeopáticas, puede resultar más eficaz que la inteligencia, pero no estamos seguros, pues no dominamos los juegos de palabras. Lo que nos mosquea es que el papel de listo tonto le toque al hombre mientras que el de la tonta lista le toque a la mujer. Se trata de un reparto excesivamente tradicional. Allá ellos. No obstante, una vez enganchados a esta lógica, nos habría encantado que definieran el perfil de Bush, pues a primera vista no parece un listo que haga cosas tontas ni un tonto que haga cosas listas. Bush es un presidente unidimensional, de una sola neurona, y hace cosas tontas todo el rato, lo que no sabemos si es bueno para la imagen del despacho oval, aunque resulta nefasto para la marcha del mundo. Y eso que está enamorado de Laura.

dimecres, 27 de desembre del 2006

Una visita al endocrino

UNA VISITA AL ENDOCRINO

Muchos periódicos regalan estos días suplementos de regalos para Navidad y Reyes. Por lo general, los regalos vienen organizados de manera temática (tecnología, libros, electrodomésticos, chorradas...), pero también por precios (hasta 60 euros, de 60 a 200 euros, etc.). Recuerdan un poco, por sus intenciones didácticas, a los libros de texto. Así les gusta establecer también la distinción entre el regalo práctico y el absurdo, entre el educativo y el bárbaro, entre el de compromiso y el sincero. Los catálogos siempre tienen aspiraciones que no les corresponden. Eso se debe a que su autoestima es muy baja, no se quieren, en fin, no se dan valor. Lo que le gustaría a un catálogo de libros, por ejemplo, es ser él mismo un libro. De hecho, se editan con un lujo que no corresponde a su función. Durante las primeras páginas crees que estás leyendo una novela, o una historia de la letra impresa. Quieren ser lo que no son.

Los suplementos de regalos de la prensa caen también en este fallo. Los adornan con entrevistas a personajes famosos que cuentan lo que ellos regalan, lo que les regalan y lo que les gustaría que les regalasen. Tampoco es raro que incluyan alguna firma que relata cómo fueron sus primeros reyes o su último Papá Noel. No se conforman con ser una mera relación de los productos porque no tenemos buen concepto de las meras relaciones. A mí me parece mentira, pues conozco pocas cosas más bellas y significativas que la lista de la compra. Tengo una colección de listas de la compra. A través de ella he ido observando el progreso (no sólo económico, aunque también) de mis parientes y amigos. Sería absurdo disfrazar una lista de la compra de lo que no es.

Pero lo más alarmante de estos suplementos-catálogo es que no te dicen nada que no supieras. Son repetitivos y previsibles hasta la náusea. Si no sirven para darnos ideas, deberían al menos entretenernos un cuarto de hora. Pues ni eso. Cuando los miembros de una sociedad no saben qué regalar ni qué desean que les regalen y han de acudir a estos catálogos venidos a más, algo grave sucede en esa sociedad. A mí, que me regalen una visita al endocrino. Gracias.

dissabte, 23 de desembre del 2006

La guerra de los pronombres

LA GUERRA DE LOS PRONOMBRES

No sé si se puede tener más Tú que Yo, pero la revista Times nos ha puesto el Tú por las nubes con la última elección del personaje del año, que ha resultado, en efecto, ser Tú. ¿Y por qué? Por utilizar las nuevas tecnologías, por entrar un día y otro en Internet, por navegar por la Red. Tú eres el personaje del año, tú eres ya un Tú así de grande. Que se fastidien los políticos, los cantantes, las princesas, los actores de cine, las organizaciones de consumidores, los partidos políticos... Este año eres Tú. Dicho así parece que se trata de un Tú colectivo, un Tú gigantesco que resultaría de la suma de todos los túes del universo mundo. Pero nada de eso. El premio es para tu Tú individual e intransferible.

De manera que hoy me he levantado con un Tú mucho más desarrollado que mi Yo. Algunos preferirían que esta curiosa batalla entre pronombres personales la ganara su él, o su Él, con mayúscula, pues el sueño de la mayoría de la gente es que le señalen con el dedo al tiempo que dicen:

-Mira, es él, es él. Incluso es Él (de nuevo con mayúscula).

Dios, por poner un ejemplo, tiene más Él que Yo. Y el diablo también. Si me apuran, los personajes más grandes de la historia poseen un Él que no les cabe en el cuerpo. Si comparamos, por ejemplo, el Yo de Felipe II con su Él, gana sin duda el Él. Felipe II tenía muy poco YO, como han demostrado todos los estudiosos de su personalidad. Si hubiera sido por su Yo, no habría pasado a la historia ni de broma. ¿Y el monasterio del Escorial?, preguntarán algunos. El monasterio del Escorial lo construyó fundamentalmente con su Él. No digo que su Yo no interviniera un poco, pero sólo en la decoración.

Hace poco, en una entrevista con un psicólogo budista, leí que el que se lleva el gato al agua en las reuniones de empresa es el primero que pronuncia el término nosotros. Nosotros es muy estimulante, pero muy retórico, porque implica una generosidad de la que todos hablan y en la que nadie cree. El día que la revista Times haga personaje del año a Nosotros habremos alcanzado un grado de evolución digno de nuestra especie. Entretanto, conformémonos con poseer un Tú más grande que un YO.

divendres, 22 de desembre del 2006

Godot

GODOT

Quizá mientras usted lee estas líneas dos hombres que no tienen nada que decirse permanecen sentados frente a frente, con cara de circunstancias, en el palacio de la Moncloa, sede de la Presidencia del Gobierno. El visitante se llama Rajoy y el anfitrión Zapatero. Como el encuentro ha de durar al menos lo que marca el protocolo, no sería raro que hablaran del tiempo o que Rajoy, por cumplir, exigiera a Zapatero que cambie de arriba abajo su política antiterrorista. Hago lo mismo que harías tú si te encontraras en mi lugar, le respondería el presidente. Yo haría más, bobo, afirmaría Rajoy, yo habría pagado ya un precio político, yo habría reconocido a ETA como el auténtico Movimiento de Liberación Nacional Vasco, yo habría acercado presos, habría provocado excarcelaciones, habría prometido generosidad, habría jurado ante la Biblia que no habría vencedores ni vencidos...

A la pregunta de por qué tú sí y yo no, el líder de la oposición, con una sonrisa sardónica (qué rayos querrá decir sardónica), respondería: porque yo contaría con tu apoyo desde la oposición, muchacho, mientras que tú no contarás en ningún momento con el mío. Si llegados a este punto Zapatero le tachara de incoherente, el líder del PP, rápido como el rayo, respondería qué dices de coherencia, petimetre, ¿me estás pidiendo que pierda mi retranca gallega, mi ironía, mi sentido del humor, mi gusto por la contradicción, por la extravagancia verbal? ¿Pretendes que defraude a mi electorado, que deje de hacer gracia, que dimita de subir y bajar la escalera al mismo tiempo? Me dejas estupefacto, chico, y no sabes lo peligroso que es un registrador de la propiedad estupefacto. Las conversaciones entre el PP y el PSOE parecen un cruce entre Groucho Marx y el teatro del absurdo. Bajo el auspicio de estos modelos, dos hombres actúan hoy en Moncloa con todas las entradas vendidas desde el lunes. Veremos qué pasa, pero si los excesos del teatro del absurdo echaron en su día a los espectadores de las salas, ahora están expulsando a los ciudadanos de la política. A mí no me importa que Rajoy y Zapatero se pasen el viernes esperando a Godot. Me revienta que me lo hagan esperar a mí, que sé que no llega.

dimarts, 19 de desembre del 2006

Tengo que preguntarlo

TENGO QUE PREGUNTARLO

Tengo que preguntarlo Levante 19.12.2006 En los últimos días he tirado a la basura veinte o treinta calendarios de 2007. Desembocan en casa como los ríos en el mar. Llegan a través del correo, embutidos en la prensa diaria, mezclados con el pedido del supermercado. Algunos de ellos son calendarios solidarios, así los llaman, recreándose en la rima. Calendarios solidarios. Me desprendo de estos últimos con un poco de culpa, pues visibilizan alguno de los problemas sociales a los que prestamos poca atención durante el resto del año. De un modo u otro el papel nos invade más de lo que debería en tiempos de escasez de bosques. Todo el mundo tiene una vida de papel en algún armario de su casa.

Pero el calendario tradicional, señores, se ha quedado obsoleto. O quizá sea el tiempo el que se ha pasado de moda. Hace años, esperábamos con ansia el instante en el que nos regalaban nuestro primer reloj. El primer reloj era con frecuencia el último, pues duraban toda la vida y se pasaba a los descendientes. Ahora, una vida dura más que 20 ó 30 relojes sucesivos. Los adolescentes actuales los detestan. Aseguran que para saber la hora sólo hay que mirar el móvil. O levantar la vista, pues en todas las esquinas de todas las ciudades hay un reloj municipal. El paso del tiempo, que en otras épocas era una actividad privada, en la actualidad es competencia de los ayuntamientos. Ello indica hasta qué punto el tiempo ha devenido en algo cutre, propio de espíritus funcionariales. El tiempo sólo existe en las covachas de las administraciones públicas, en la caspa de los ministerios menos renovados, en los bolsillos rotos de los pobres.

El tiempo se ha acabado, amigos. No otra cosa indica esa proliferación de calendarios con los que cada día de estas fechas tan señaladas llenamos el cubo de la basura. Hemos entrado en una especie de sinfín en el que el cómputo de los días resulta miserable. Lo evidencia el desprestigio en el que han caído los relojes y los calendarios. Y sin embargo aún envejecemos y morimos. Pero lo hacemos como si le ocurriera a otro. Quizá el paso de las horas tenga todavía algún significado en las cárceles. Tengo que preguntarlo.

diumenge, 17 de desembre del 2006

El macho se pierde

EL MACHO SE PIERDE

El macho se pierde Levante 17.12.2006 Leo en la sala de espera del urólogo una entrevista con un viticultor al que el reportero pregunta si practica el cultivo ecológico. «Sí», responde, «y respetamos la planta y su entorno. Trabajamos con inhibidores sexuales, para provocar la confusión sexual, a partir de pequeñas cápsulas que se colocan en los alambres que sueltan feromonas, que provocan confusión sexual en los insectos y, en lugar de fecundar a la hembra, el macho se pierde. De este modo hay poca cantidad en la puesta de huevos, por lo cual se respeta la especie. Nuestros abonos son orgánicos».

El periodista continúa la entrevista como si hubiera entendido la respuesta, y como si le pareciera normal lo que acaba de escuchar, pero el lector se dice quieto ahí, pero qué acaba de decir este hombre. ¿Se puede confundir sexualmente a los machos soltando cerca de ellos unos polvitos? ¿Puede perderse un macho por el simple hecho de oler una sustancia fabricada en el laboratorio? ¿Será eso lo que me ocurre a mí? ¿Toda esta confusión venérea, todo este desorden glandular, con sus consecuencias de orden sentimental, pueden estar causadas por unas cápsulas que alguien coloca, pongamos por caso, en el suelo del ascensor? Si se hace con las moscas, que son animales de Dios, que no se meten con nadie, ¿por qué no con usted o conmigo, que tenemos adversarios en la oficina, en el taller, en el periódico, en el restaurante y en la comunidad de vecinos?

Pasa uno al lado de una cepa y no tiene ni idea del drama que se está desarrollando alrededor de sus hojas. Mira qué uvas tan hermosas, nos decimos. Sí, pero a qué precio. Cuántos insectos se habrán vuelto locos al no saber qué hacer con su sexualidad. La vida de uno de estos animalillos es de unas 24 horas y no tiene otro objeto que el de fecundar a la hembra. Tanto es así que algunos carecen de estómago porque no les daría tiempo ni a hacer una digestión. Vienen al mundo comidos y bebidos. Si se les desvía de la función reproductora, su paso por el mundo se convierte en un absurdo atroz. «Nuestros abonos son orgánicos», asegura el viticultor sin aclarar a qué se refiere, aunque nos tememos lo peor. Que pase el siguiente, dice la enfermera y el siguiente soy yo. Ahora qué le digo al urólogo.

divendres, 15 de desembre del 2006

Cansancio, perplejidad, pereza

CANSANCIO, PERPLEJIDAD, PEREZA

Cansancio de escuchar a Fraga justificando el golpe militar de Pinochet. Perplejidad frente al hecho de que el decano de un partido político califique de pequeños excesos las torturas, los crímenes, las desapariciones de aquel régimen. En una tertulia de la radio dicen que Fraga está mayor, como si de joven hubiera sido más compasivo. Fue un cachorro de Franco (el siamés del militar chileno), cómplice de sus crímenes, de sus torturas, de sus decretos, de los juicios del Tribunal de Orden Público y toda esa basura. Se reinsertó sin arrepentirse y a la menor oportunidad le sale el costado golpista. Mientras escucho que quizá Pinochet cometió algunos excesos, veo caer a los muertos que arrojaba vivos desde los helicópteros de las fuerzas armadas. Me recuerdan a los difuntos que se arrojaban al vacío desde las Torres Gemelas. No sé cuántos años hace de la catástrofe y aún siguen cayendo dentro de mi cabeza. La humanidad no deja de caer. En los buenos tiempos de Fraga, los detenidos políticos se arrojaban por el hueco de las escaleras, para evitar los interrogatorios. Tampoco ellos han llegado al suelo de nuestro entendimiento. ¿Cómo se pueden justificar tales regímenes? ¿Por qué ni Rajoy ni Acebes ni Zaplana han desautorizado aún a su presidente? Mucho se teme uno que las democracias, como los períodos interglaciares, sean meros paréntesis en la historia del mundo.

Pereza de escuchar a los obispos mencionar las virtudes del finado. El celebrante no era un cura loco, un particular, una pieza excéntrica, no, era un obispo, o sea, un representante del Papa, un embajador del Vaticano. El golpe contaba, en fin, con el beneplácito de Dios. La Conferencia Episcopal chilena bendijo una vez más las torturas, los crímenes, la «suspensión temporal de los derechos constitucionales», que dijo el otro con toda la cara. La misma Iglesia que asegura que en España peligran las libertades sigue dando su aliento allí a los generales psicópatas. Cansancio, en fin, de repetir lo obvio, de contemplar cómo las cosas se repiten al modo de una mala digestión, a la manera de una pesadilla recurrente. Felices Navidades, o lo que sean.

Regalos

REGALOS

Un tipo cualquiera, comprando una merluza en el supermercado de unos grandes almacenes, ¿está ejecutando un acto cultural o económico, una actividad social o religiosa, un ejercicio político o publicitario? ¿Con qué lado de la endiablada naturaleza del hombre se actúa en la sección de pescados de una gran superficie en estas fechas tan señaladas? Para comprar una merluza no hace falta haber leído a Flaubert, pero ¿sabemos desde qué sector de sí mismo actuaba el escritor francés en el momento de escribir Madame Bovary? ¿Desde el cultural, el místico, el social, el económico, el militar, el publicitario, el burgués, el sentimental, el gastronómico? Estamos hechos de todas esas piezas y de muchas más, si consideramos que también los anuncios por palabras, las cartas al director y la sección de contactos sexuales son regiones del alma. ¿En qué porcentaje se moviliza cada una al salir de casa?

Ahí tenemos a un padre responsable reprochando a su hijo las notas del primer trimestre del curso escolar. El chico sólo ha aprobado la Historia y la Lengua, quizá el Latín. El padre, justamente agobiado por el futuro de su vástago (los hijos, cuando suspenden, se convierten en vástagos), le dice que con la Historia y la Lengua no se va a ninguna parte, que la Historia y la Lengua no tienen salidas. ¿Desde dónde efectúa tales afirmaciones, desde la Filosofía, desde la Biología, desde la Resistencia de Materiales (el hombre es ingeniero)? Supongamos que este sujeto que riñe a su hijo es el mismo que compraba una merluza en el primer párrafo. ¿Era más sincero cuando adquiría el pescado que ahora? ¿Es compatible la sinceridad con el acto de consumir, de educar, de montar en bicicleta? Sé que me despeño hacia el sinsentido, pero en diciembre todas las categorías tienden a confundirse. El tipo de la merluza y del hijo poco aficionado a las matemáticas está ahora comprando un libro de poesía en la librería de Alcampo, valga la paradoja. Lo hojea con la misma expresión con la que antes comprobaba las agallas del pez. Lo miro y me parece que todos los tipos somos el mismo tipo, especialmente durante estos días tan nostálgicos. Haga usted el favor de envolverme la merluza en celofán, que es para un regalo.

dimecres, 13 de desembre del 2006

A ver si hacen algo

A VER SI HACEN ALGO

Los anuncios de televisión aburren a la mitad del público y dejan indiferente a la otra media. Desde el punto de vista del espectador, la primera obligación de un anuncio es divertir, no informar. Ya sabemos que todos los perfumes huelen bien y que todos los automóviles excitan y que todo el mundo vuelve a casa por Navidad. Ahora queremos que nos lo cuenten como Dios manda. Ahí tienen a Bruce Lee relatándonos desde la tumba una historia líquida fantástica que ha revolucionado el panorama. Un día escuché decir a Carme Riera que Ana Ozores, el personaje de La Regenta, no quería que la hicieran el amor, sino que le contaran un cuento. Fue una revelación, una caída del caballo. El deseo sexual, como la metáfora, siempre habla de otra cosa.

El éxito de Youtube procede de haberse convertido en una especie de las mil y una noches posmoderna. En dos minutos, a veces en menos, te administran una historieta. La gente no quiere una pastilla de viagra, quiere que le administren un relato. Lo mejor del viagra, como del valium, es el prospecto. A un somnífero le quitas la literatura y se queda en nada. Al primero que se le ocurra hacer una edición de bolsillo del Vademécum empleado por los médicos para recetar, se forra. Yo tengo la edición grande, muy poco manejable, y me paso las tardes enteras en su interior, leyendo las propiedades de los medicamentos. Hay uno que produce saliva artificial. Con eso está dicho todo, pues demuestra que hay personas sin jugos como hay funcionarios sin sentimientos. Fue leerlo y comenzar a segregar saliva, sin necesidad de tomarme la pastilla. Es probable que a usted mismo, al leer, estas líneas, se le llene la boca.

Con la televisión pasa lo mismo: a veces divierte más la descripción de un programa que el programa. Yo empiezo los periódicos por las páginas de la tele. Pero acaba de salir un estudio según el cual los anuncios aburren porque todavía se empeñan en informar. Lo que nos sobra es información, amigos. Lo que necesitamos urgentemente es que nos cuenten un cuento, si puede ser de Navidad, por las fechas, mejor. El del anisakis está bien, pero dura poco y no asusta ni a los niños. A ver si hacen algo.

divendres, 8 de desembre del 2006

Las horas

LAS HORAS

Hay formas y formas de comprender el mundo. Siempre tenemos la impresión de que los otros se acercan mejor a él que uno. Leo con asombro que sube el precio de la trucha y baja el de las judías verdes. Jamás la trucha ha formado parte de mis preocupaciones existenciales. Sabía que estaba ahí, que era un animal de río, que le gustaban las aguas frías y cristalinas (me revienta escribir "cristalinas", pero los sinónimos no son mejores); sabía en fin que hay gente aficionada a pescarla, pero nunca imaginé que un pez tan escurridizo llegara a los titulares de los periódicos. Pues ahí está. Sube el precio de la trucha y baja el de las judías verdes.

Las judías verdes me resultan más familiares que la trucha, pero podría vivir también sin ellas. En mi infancia se tomaban rehogadas, como las acelgas, y eran capaces de contener y resumir toda la tristeza ambiental de aquellos años. Las verduras, aunque buenas para la salud, gozan de mala imagen. Ningún restaurante triunfaría anunciando un plato de judías verdes de 60 calorías, pongamos por caso. En cambio, ya ven la que ha organizado el Burger King con la hamburguesa de 900 calorías hecha a base de materia fecal. Es muy doloroso que tengamos que alimentarnos de truchas, y de judías verdes, y de hamburguesas. Hay en la necesidad de nutrirse, de comer, algo profundamente humillante, como en la obligación de ganarse la vida. Por eso el salario mínimo resulta tan triste y tan escaso y tan doliente. Sin duda, conocer la evolución de los precios es un modo de aproximarse a la realidad, de comprenderla. En noviembre subieron también los de las sardinas y los de las acelgas y los del conejo de granja y los de las cebollas. Podríamos decir que subió el precio de los bodegones, o de las naturalezas muertas, pues más que una noticia económica parece la descripción de un cuadro clásico. Bajaron los de la merluza. Y los de los mejillones. En cuanto a los alimentos envasados, se pusieron por las nubes el café soluble y la merluza congelada. A mí todo esto no me ayuda a comprender el mundo, ni a comprenderme a mí mismo. Pero mientras tomo nota voy matando el tiempo y van pasando las horas. Feliz regreso.

Una cuestión de tiempo

UNA CUESTIÓN DE TIEMPO

Han sido noticia de primera página las declaraciones del nuevo jefe del Pentágono según las cuales EE UU no está ganando la guerra de Iraq. La admisión de lo evidente constituyó una bomba informativa de tal calibre que el jerarca citado, Robert Gates, se vio inmediatamente compelido a matizar: “Tampoco la estamos perdiendo, pero lo que hacemos ahora no es satisfactorio”. No queremos ni pensar lo que habría ocurrido si en vez de la palabra guerra hubiera utilizado el término invasión. Pero todo esto no es tan nuevo como parece. El reconocimiento por parte de la Iglesia de que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol, y no al revés, produjo en su día una conmoción sin precedentes, ya que muchos particulares habían sido liquidados en la hoguera por afirmar lo contrario. La verdad es muy turbadora. Imagínense que Pinochet reconociera en una rueda de prensa multitudinaria que es, en efecto, un asesino múltiple. O que Acebes admitiera que entre el 11 y el 14 M mintió como un bellaco. O que Aznar confesara que se arrastró ante ETA.

-Ya lo sabíamos.

-Nosotros sí, pero ellos no.

No siempre hay que atribuir mala fe a las mentiras. A veces se dan porque sus usuarios no se enteran. Las declaraciones de Robert Gates constituyen un milagro, como cuando un ciego ve. Fidel Castro, por ejemplo, ignora que es mortal. El mundo entero sabe que se está muriendo a chorros, por todos los orificios de su cuerpo, pero él piensa que lo suyo es como un catarro. Seguramente está preparando un discurso de cinco días para cuando le den el alta. No es raro que el protagonista de una historia sea el único que no se entere de lo que le pasa. En mi oficina había un chico y una chica enamorados. Lo sabíamos todos menos ellos. Tanto es así que tuvimos que darles la noticia de que se casaban. Todo el mundo sabía que EE UU estaba perdiendo la guerra menos EE UU. Ahora ya hay al menos en aquel país un señor que se ha dado cuenta. A ver si poco a poco van cayendo el resto de las verdades relacionadas con Iraq. Todo es cuestión de tiempo.

dimecres, 6 de desembre del 2006

El inglés en mil palabras

EL INGLÉS EN MIL PALABRAS

Recibo cada día decenas de coreos electrónicos no deseados. Así se denominan. Yo preferiría llamarlos correos electrónicos indeseables, pero el porqué del nombre de las cosas constituye un misterio. Estos mensajes, en su mayoría tienen dos características: vienen en inglés y ofrecen pastillas. ¿Qué clase de inglés? Malo. ¿Qué clase de pastillas? Viagra, Valium, Propecia, Cialis, Soma y Ambien, por este orden. La Viagra y el Valium sabemos para qué sirven. La Propecia, como su nombre indica, es para que te salga el pelo. El Cialis, para tener erecciones como Dios manda. Del Soma no he logrado averiguar nada. En algunas culturas se llama así al elixir de la inmortalidad, de ahí que los dioses necesiten tomarlo todos los días con el desayuno, a veces también con la cena, depende de lo inmortal que quieras ser. El Soma es también un sindicato minero, pero no creo que guarde ninguna relación con el Soma del anuncio. En cuanto al Ambien, se trata de un somnífero. El prospecto te garantiza siete u ocho horas de sueño seguidas. Un chollo. Nadie duerme esas cantidades en la actualidad.

Por lo general, al lado del nombre de cada pastilla, viene un dibujo de la misma. La Viagra parece un platillo volante. El Valium es redondo. La Propecia es hexagonal. El Cialis tiene forma de mejillón y así sucesivamente. También sus colores son distintos. Lo cierto es que da gusto verlas. Tienen algo de pócima milagrosa. De hecho, prometen milagros. Pero lo más llamativo es que viendo esta publicidad da la impresión de que el ser humano, para ser feliz, sólo necesita una erección, una buena mata de pelo y una siesta de ocho horas seguidas. Hay otras cosas en la vida, de acuerdo, pero los vendedores de Internet dan por supuesto que no faltan. O que, si faltan, podemos suplir su carencia con lo que ellos nos ofrecen. A mí todo esto me deja un poco perplejo, como el método de El Inglés en mil palabras. O sea, la felicidad en seis pastillas. Tienes que usarlas con cierta orden, porque si tomas un Ambien para dormir, al mismo tiempo que un Cialis para la erección se te puede caer el pelo, lo que te obligaría a aumentar la dosis de Propecia. Todo esto en un inglés muy básico, ya digo. Personalmente, prefiero quedarme como estoy.

diumenge, 3 de desembre del 2006

Todo en la vida pasa por algo

TODO EN LA VIDA PASA POR ALGO

“Todo en la vida pasa por algo”, afirma un actor en una entrevista del periódico. Quiere decir que la realidad está al servicio de un sentido que se nos escapa. Esa mosca que acaba de detenerse en el cristal lo ha hecho por algo. Bush ha llegado a la presidencia de EE UU por algo. La materia orgánica se descompone por algo. La idea de que todo sucede por algo está muy extendida, casi como su contraria: la de que todo es absurdo. Esta última se escucha menos. No imagino a un cocinero asegurando que la vida carece de sentido tras dar la receta del pollo al chilindrón.

-El pollo al chilindrón es excelente, pero la vida es absurda.

La cuestión es ésta: ¿Se puede asegurar que la vida es absurda sin cierto desgarro? Quizá no. Este tipo de afirmaciones incluyen un reproche. ¿A quién? No tenemos ni idea. En cambio, la idea de que todo se encuentra al servicio del sentido proporciona al que la dice una imagen como de buena persona. Ahí está el prestigio atávico de la religión, de la magia, de la búsqueda de una explicación superior.

Si consumes toda clase de ideas, puedes pensar unas temporadas que todo tiene un sentido (oculto) y, otras, que todo es absurdo (manifiestamente). Muchas ideas de este tipo son productos de consumo estacionales. El invierno invita al recogimiento. Es una buena época para pensar que todo sucede por algo. Si tienes un conflicto en la oficina, es por algo que quizá no comprendas ahora, pero que manifestará su sentido más tarde (quizá después de la muerte). Hay gente que hasta cuando le toca la lotería, que es puro azar, piensa que se lo ha merecido de algún modo, como si hubiera elegido ese décimo y no otro en función de una lógica secreta.

Todo en la vida pasa por algo. Todo en la vida es puro azar. Los extremos se tocan. La prueba de que los extremos se tocan es que asegurar que todo pasa por algo y que todo es absurdo viene a ser lo mismo. Constituyen dos enunciados espectaculares. ¿Cómo escapar de esa simetría agobiante? No sé, quizá dejando caer que, aunque resultaría absurdo que todo estuviera al servicio de algo, podría ser así. De nada.

divendres, 1 de desembre del 2006

Fulgores

FULGORES

Instrucciones para tener una experiencia rara: cómprese (mejor a plazos) una cinta de correr y andar y hágale un hueco en el dormitorio. Las hay con diversas prestaciones, en función del precio, pero basta con que tenga dos o tres velocidades para aumentar el ritmo una vez que se le hayan calentado los músculos. Súbase a ella, póngala en marcha y comience a caminar. No le preocupe no ir a ningún sitio; es más, disfrute de la curiosa sensación de andar sin desplazarse. Acepte el absurdo como parte del juego y extráñese del curioso paisaje formado por la cama, el armario empotrado, el tocador, quizá el galán de noche con sus hombros desnudos y una corbata colgándole de cualquier parte, a la manera de una víscera.

Cuando lleve diez minutos andando, aumente un poco la velocidad de la cinta y cierre los ojos. Ahora, mientras camina a ciegas, sufrirá la experiencia más rara que quepa imaginar. Notará enseguida que, más que andar sobre una cinta móvil, se mueve en realidad por el interior de usted mismo. No verá nada, porque no hay nada más oscuro que un cuerpo ni más negro que la conciencia, pero enseguida comenzará a percibir sonidos familiares, quizá el ruido de un par de palas golpeando alternativamente a una pelota. Eso quiere decir que ha llegado usted a una playa, quizá la playa de su infancia. A medida que avance, los golpes sonarán más cerca de sus oídos. Quizá tenga suerte y se produzca dentro de usted un fulgor, una especie de fuego fatuo que le permita ver por unos instantes a los jugadores: tal vez su padre y su hermano mayor, tal vez usted mismo y un amigo. Quien habla de la playa, habla del patio del colegio. Las experiencias son de lo más variado, depende de la concentración que se ponga en el paseo y de la biografía del usuario de la cinta. Hay personas que cuando llegan a uno de estos lugares prefieren reducir (siempre sin abrir los ojos) la velocidad del aparato y caminar a ritmo de paseo. Hay, por el contrario, quienes echan a correr. Corriendo mucho, si la cinta es muy buena, puedes llegar al útero mismo de tu madre en una sola sesión. Se recomienda volver a la realidad poco a poco. Algunas cintas tienen marcha atrás.

Y eso fue todo

Y ESO FUE TODO

En la mesa de al lado, dos hombres hablaban de la vida. Uno de ellos decía que no estaba preparado para la edad que había alcanzado, 65 años. Hace 20 años, añadió, cuando firmé la hipoteca, di por supuesto que me moriría antes de cancelarla, que la heredarían mi mujer y mis hijos. Creo que para vivir tanto tiempo es preciso que sucedan muchas casualidades cada día. Vale que en cuarenta años de ir a trabajar por el mismo camino no te caiga una teja, o que no caiga cuando pases tú. Pero te puede atropellar un coche, darte un infarto, te pueden asesinar por error. Yo he viajado mucho en tren, en avión, en coche. Cada mes llevaba cuatro o cinco boletos de lotería para matarme. Después están las enfermedades. Pues nada, a lo largo de estos veinte años de hipoteca creo que he cogido dos catarros.

-Pero la gente vive mucho -le contestaba el otro.

-La gente sí, pero yo nunca me consideré gente. Me parecía milagroso haber nacido. ¿Tú te has parado a pensar en la cantidad de coincidencias que se tienen que dar para que uno no nazca?

-No estoy de acuerdo, la gente nace todos los días.

-La gente, la gente? Yo te estoy hablando de mí. Te aseguro que todo estaba en contra de que naciera. Pero nací, vale, no se puede hacer nada contra eso. Ahora bien, de nacer a vivir 65 años, que son los que he cumplido, habiendo cancelado dos hipotecas, hay una distancia. ¡Pero si hay gente que no sobrevive ni a la fecha de caducidad del yogur!

La conversación siguió un rato por estos derroteros absurdos, pero atractivos. El de los 65 años se acababa de jubilar, lo que le enfrentaba, según dijo, a una etapa de la vida que ni por lo más remoto había pensado vivir. No sabía qué hacer. El otro le sugirió que aprendiera inglés. Había un método de mil palabras. El 85% de la gente, añadió, sólo maneja mil palabras. El otro dijo que tal como se estaban poniendo las cosas sobreviviría a las mil palabras.

-Quizá me abra otra hipoteca, pero esta vez de cuarenta años, a ver qué pasa.

Pidieron otro café y eso fue todo.