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dilluns, 30 d’agost del 2010

Contratante con experiencia

CONTRATANTE CON EXPERIENCIA

Deje de quejarse del personal: quéjese del dueño. Desconfíe del bar, cafetería o restaurante asentado donde toda la plantilla es joven. Sin la supervisión de alguien con experiencia al novicio le enseña el cliente, al que no le descuentan la docencia ni los errores propios del aprendizaje cometidos sobre su estancia, su consumición y sobre él mismo.

El cliente es cobaya en un experimento educativo. Un cliente sabe que un buen camarero es un virtuoso de un oficio muy difícil y eso no lo puede ignorar un propietario. Quien regatea vertiginosamente en el servicio ¿hace lo mismo con las materias primas o la higiene? El hostelero que cambia continuamente a sus camareros sólo puede aspirar a que cambien continuamente sus clientes.

El error en la selección de personal de considerar que sobra gente para un trabajo que «puede hacer cualquiera» devalúa las condiciones de trabajo, salario y servicio. Incluso en los hoteles más caros no saben contratar ni formar. En el Hotel Ritz-Carlton de Moscú echaron a un empleado porque grabó con su teléfono móvil a la huéspeda Angelina Jolie. La actriz había exigido —la información dice «pactado»— máxima discreción.

El empleado no entendió que no debía grabarla con su móvil y un compañero declaró que no comprendía el despido. Ni sabían dónde trabajan ni cómo tenían que hacerlo.

Alguien los seleccionó creyendo que los mármoles, las moquetas y el tamaño de las habitaciones, elementos más fijos que el personal, sostienen las 5 estrellas. Abolido el respeto básico a la privacidad, en el futuro lo más caro será encontrar personal no mitómano que se abstenga de hacer uso indebido del móvil e internet. Habrá que pagarlo debidamente, mejor que la industria cotilla. Se necesita contratante con experiencia.

divendres, 27 d’agost del 2010

No recuerdo qué

NO RECUERDO QUÉ

Acció Solidaria, ONG a la que pertenecen los recién liberados Roque Pascual y Albert Vilalta, abrió, con motivo de la vuelta a casa de los secuestrados, una botella de cava guardada el día mismo del secuestro. He ahí un detalle lateral enormemente interesante desde el punto de vista narrativo. Ahora que sus vidas no corren peligro (¡enhorabuena!), podemos permitirnos el lujo de especular literariamente con la historia de esa botella de cava.

Para empezar, supondremos que se guardaba en una nevera de las oficinas de la ONG. Alguien, en fin, podría haberla abierto por error, provocando de este modo la mala suerte. Conviene señalar que el gesto de guardarla para cuando los prisioneros fueran liberados era de carácter supersticioso. Algunos directores de cine ponen a enfriar una botella de vino cuando comienzan a rodar una nueva película. Confían, de ese modo, en que el éxito pique, como si el éxito fuera un pez y el vino su cebo. Sabemos que si las expectativas se cumplen, la botella se abre. ¿Qué ocurre cuando la película es un fracaso? ¿Dónde va a parar esa botella? ¿Quién se la bebe? ¿Cuándo? ¿Con qué estado de ánimo?

¿Qué habría hecho Acció Solidaria con esa botella si los secuestrados no hubieran vuelto a casa? ¿Habrían arrojado su contenido al retrete? ¿La habrían ignorado durante el resto de sus vidas, fingiendo no verla cada vez que abrían la nevera? ¿Se la habría bebido con su novia, muchos lustros después, un joven becario de la ONG ignorante de su historia? ¿Les habría sabido bien o mal? ¡Cuántas cosas raras podrían haber ocurrido con aquel cava de haber terminado las cosas de otro modo!

Hace tiempo, un amigo escritor me invitó a cenar en su casa. Descorchó, precisamente, una botella de tinto que había comprado al terminar su primer libro, con idea de abrirla para celebrar su publicación. El libro fue rechazado por todas las editoriales y la botella vagó durante años de mueble en mueble, soportando varias mudanzas. Estábamos descorchando, por decirlo así, el alcohol del fracaso, que bebimos a la salud de Cervantes, que en paz descanse. Sorprendentemente, el vino estaba estupendo, era un éxito. Nos hizo gracia aquella contradicción. Nos dio también qué pensar. Pero ahora no recuerdo qué.

dimecres, 25 d’agost del 2010

Todo muy misterioso

TODO MUY MISTERIOSO

Los días tienen (valga la redundancia) sus días, como las personas. Quiere decirse que hay miércoles que amanecen histéricos y están todo el día como acelerados, ansiosos. Y si tú amaneces histérico también dentro de uno de esos miércoles, ya puedes dar la jornada por perdida. Irás de un lado a otro sin resolver nada, te pelearás con un hijo, o con un hermano, o con alguien que pase por allí. Siempre te puedes tomar un valium, pero si tú te calmas y el día sigue inquieto, casi peor. Se producirá un desfase entre tú y el mundo, como cuando el botón está abrochado en el ojal que no es o el diente de la cremallera en el hueco que no le corresponde. Estarás tranquilo, pero desencajado, cuando es preferible estar nervioso y encajado. La última semana de agosto se compone, por lo general, de días un poco desquiciados. Si el lunes amanece con ansiedad, el martes se levanta con desazón, el miércoles con zozobra y así de forma sucesiva. Lo único que proporciona un poco de tranquilidad a los días aciagos son las nubes, quizá la lluvia.

Un día histérico se calma con un poco de lluvia. Lo noto yo, desde el otro lado de la ventana. Fíjate qué bien se ha quedado este martes neurótico (o este lunes, o este miércoles) después de las cuatro gotas que han caído. Puede pasar que el día se apacigüe y que tú continúes de los nervios por cuestiones de orden personal. Entonces se produce un desajuste como el mencionado en las líneas anteriores, sólo que al revés. De poder elegir, es preferible que esté loco el día a que estés loco tú.

No es frecuente que los días y las personas coincidan. Nos acabamos de enterar, por ejemplo, de que en la operación salida/retorno del 15 de agosto murió en las carreteras muy poca gente en relación a lo normal (si es normal caer como moscas en estas fechas). No había habido menos accidentes desde hace treinta años. Sorprende tratándose de jornadas con grandes trastornos de carácter y con la Guardia Civil en huelga de brazos caídos (parece que ponen menos multas). Quizá estarían tranquilos los conductores. A veces, los días histéricos no logran contagiar a sus usuarios. Es todo muy misterioso.

diumenge, 22 d’agost del 2010

No hay quien discurra

NO HAY QUIEN DISCURRA

En las siestas veraniegas zumban más las frases que los insectos. Es lo que tiene el exceso de entrevistas, y este mes vienen los periódicos llenos (cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas). El caso es que va José Luis Moreno y dice: «Quiero convertir la Laboral en un Zara de la Cultura». Con la Laboral se refiere a la Universidad Laboral de Gijón; con Zara, al imperio de ropa barata conocido por todos. A lo mejor has leído la declaración a las diez de la mañana. Quizá la has olvidado. Pero después de comer, con el sopor característico de ese momento digestivo, empieza la oración gramatical a dar vueltas alrededor de tu cráneo. «Quiero convertir la Laboral en un Zara de la Cultura». Inviertes los términos, a ver si ocurre algo: «Quiero convertir Zara en una Laboral de la cultura». Nada, al revés significa menos que al derecho. ¿Qué quiso decir entonces el famoso mecenas de la televisión culta? ¿Se refería al precio, a la calidad, a la distribución masiva de sus productos?

Francamente, no tenemos ni idea de lo que quiso decir, pero seguro que algo malo. Y el hecho de que seleccionara para su comparación a Zara y no al El Corte Inglés o Adolfo Domínguez, por poner dos ejemplos, debería despertar todas las alarmas de Amancio Ortega. Las de la Laboral, evidentemente, están desactivadas, por eso puede presentarse cualquiera y hacer con la famosa universidad un Zara o unos zorros. Allá la Laboral y allá Amancio Ortega. Hago un gesto con la mano para espantar una avispa y, en vez del insecto, se espanta la frase. No importa, tengo más miedo a la picadura de Moreno que a la de un alacrán.

Se espanta esa frase, pero viene a sustituirla otra: «La actual arquitectura fiscal es suficiente para que el Gobierno ejecute su plan de saneamiento de las cuentas públicas». No sé si es de la ministra de Economía o del titular de Fomento, seguramente ellos tampoco. El caso es que tiene demasiadas palabras. Para decir que no hace falta subir los impuestos no es preciso gastar tanto vocabulario. Han convertido una afirmación sencilla en un templo barroco de las declaraciones veraniegas. Quiere decirse que algo turbio traman, como el de la Laboral. Pero con este calor no hay quien discurra.

divendres, 20 d’agost del 2010

Quizá no

QUIZÁ NO

Viajó González Pons a Melilla en calidad de político español o de activista marroquí? No sabríamos decirlo, francamente. Él aseguró a los medios que se encontraba allí como lo primero, pero se comportó como lo segundo. Los activistas marroquíes debieron de quedarse encantados con su actuación. Jamás habían recibido un apoyo tan explícito ni tan eficaz de un partido español. Ello nos sume en serias dudas respecto a la percepción que tenemos de la realidad. Nunca la frontera entre el orden y el desorden fue tan delgada. Los billetes de 50 euros, perfectamente legales, poseen abundantes restos de una sustancia ilegal como la cocaína. Si sometiéramos a González Pons a un examen semejante al de los billetes, vaya usted a saber lo que encontraríamos. Y es que este hombre lleva un verano glorioso. Aparece allí donde hay un conflicto, como Supermán, pero para agravarlo. Es un antihéroe inverso, lo que genera una confusión enorme en el personal al que las vacaciones no tienen completamente idiotizado. Con el portavoz del PP nos ocurre lo mismo que con esos libros en los que llegas a la mitad y no sabes si son un ensayo o una novela. Muchos de ellos son ensayos novelísticos, o novelas ensayísticas, lo que está muy bien, pues la mezcla de géneros es una forma de mestizaje enriquecedora. Pero hay límites, como para todo en la vida. Si estás leyendo el periódico, por ejemplo, necesitas diferenciar desde el principio lo que es una noticia de lo que es un relato de verano. Imagínense que el conflicto con Marruecos hubiera sido al final un cuento. Pediríamos responsabilidades a los cuentistas. No se puede implicar a un rey real, valga la redundancia, en una historia de ficción.

Con Pons nos ocurre justamente eso, que no hay forma de saber si es un ensayo o una novela, una película o un documental, un poema o una prosa poética, un radical marroquí o un moderado español. Todo ello resultaría muy estimulante si se tratara de un personaje de ficción de la familia Simpson. Pero estamos hablando de un individuo de verdad, con responsabilidades auténticas. Claro que luego miras detenidamente a Rajoy, su jefe, o a Aznar, que ha echado una mano también a los activistas marroquíes, y piensas que quizá no.

dimecres, 18 d’agost del 2010

Política de teletienda

POLÍTICA DE TELETIENDA


La gripe A, que comenzó en forma de decreto, ha terminado del mismo modo. Entre el decreto que la alumbró y el que la dio por muerta ha discurrido un argumento malo, como de best-seller, pero muy comercial. Millones y millones de personas (entre ellas, un servidor) compraron, para felicidad de las farmacéuticas, una gripe de la que ahora sabemos que no existió. Y nos la tragamos como el que se traga una infecta novela de amor. Todo ello gracias al marketing viral, nunca mejor dicho. Hay libros y películas y productos de limpieza que se cuelan de este modo en la vida de las personas. ¿Quién no tiene, arrinconada en su casa, una máquina para los abdominales que nunca usó porque no servía, en realidad, para nada? ¿Qué país como Dios manda no dispone de dos o tres millones de dosis de una vacuna sin destino? Soy aficionado a los canales de teletienda. Me hipnotiza el discurso con el que nos venden una fregona giratoria, un cinturón eléctrico para desarrollar los músculos del vientre o un lápiz mágico para las ralladuras del coche. Cada producto va a acompañado de un cuento oral de enorme eficacia, tanta que miles de personas descuelgan en ese instante el teléfono y adquieren la oferta (siempre nos regalan algo). Pero he aprendido a defenderme de esos anuncios: ya sólo caigo en su trampa tres o cuatro veces al mes, y siempre con objetos pequeños, que no ocupan mucho espacio. Es un dinero, lo sé, pero hay ludopatías más graves. Me encuentro en la media. Lo sé porque cuando voy a cenar a casa de los amigos veo lo que hay. Recordado ahora con perspectiva el asunto de la gripe A, me vienen a la memoria algunas de las intervenciones de Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad, en torno a la conveniencia de vacunarse. En mi recuerdo, la ministra actúa como los vendedores de la teletienda, no por mala fe, sino porque formaba parte, en esos momentos, de una cadena comercial empeñada en vender vacunas. La OMS, esa cosa tan seria, acaba de confesar que un tercio de los expertos que formaron parte, como consejeros, del comité de urgencia creado para la ocasión habían trabajado para farmacéuticas. Pero no pasa nada. Ahora bien, señora Jiménez, no nos monte en Madrid una campaña política de teletienda.

dilluns, 16 d’agost del 2010

Una novela delictiva

UNA NOVELA DELICTIVA

Un hombre de la localidad madrileña de Cercedilla telefoneó a la Guardia Civil asegurando que un vecino estaba enterrando en su jardín una bolsa de plástico que se movía. Los agentes del orden se presentaron a los dos minutos en el domicilio de autos y sorprendieron a A. V. S., de 56 años, en el trance de enterrar vivo a su perro, de 3 años.

El animal, que daba síntomas de asfixia, fue conducido de inmediato a una clínica, donde recibió los cuidados que se consideraron precisos para su restablecimiento. En cuanto al maltratador, fue detenido y pesan sobre él una serie cargos que ahora no recuerdo. Hasta ahí la noticia. Lo increíble es que A. V. S. no adujera, en su defensa, que estaba llevando a cabo una instalación artística en la tradición, no sé, de Lovecraft, o del mismo Poe. Que el animal sufría, sí, de acuerdo, un poco (hasta donde puede sufrir un perro que cabe en una bolsa de la basura), pero colocado su sufrimiento al lado del peso artístico que se obtenía de él, resultaba evidente que la asfixia estaba más que justificada. Por otra parte, el hombre podía alegar en su favor que antes de enterrarlo vivo no le había clavado banderillas, ni le había dado pullazos, ni lo había toreado ante un público fumador de puros fuera de sí. Más aún: podía haber demostrado que el can, hasta el momento de ser sacrificado, había vivido a cuerpo de rey, comiendo patés de todas las clases y viendo La noria, junto a su dueño, los sábados por la noche (o los viernes, ahora no caigo).

Los artistas no siempre reaccionan a tiempo. A mí me preguntan: ¿Por qué ha escrito usted esta novela?, y lo primero que hago es perder el color, quedarme lívido, porque además yo siempre escribo contra alguien, de modo que pienso: Me han pillado. No se me ocurre, en fin, decir que en realidad no quería escribir la novela, sino hacer literatura, del mismo modo que Jesulín de Ubrique no pretende matar al toro, al que ama con todas sus fuerzas, sino contribuir al florecimiento del arte.

Pero es que Jesulín, y los toreros en general, tienen muchos recursos verbales, saben venderse. Ahora bien, tú entierras vivo a un perro o escribes una novela de introspección psicológica (es un decir) y eres un desalmado. ¿Es o no es para cabrearse?

divendres, 13 d’agost del 2010

Una frase bárbara

UNA FRASE BÁRBARA

Pedro Castro, alcalde de Getafe, acerca del lío que tiene montado el PSOE en Madrid: «Cuando el pescador va a pescar, no pone el cebo que le gusta a él, sino el que más gusta a los peces.» ¿Parecía o no parecía Paolo Vasile dirigiéndose a su jefe de programación? Si el público quiere a Belén Esteban, hay que dar Belén Esteban por un tubo.

Trinidad Jiménez no tiene nada que ver con Belén Esteban. Mejor dicho, no tenía nada que ver hasta que Castro la comparó con un cebo capaz de atraer a la audiencia. Es evidente que el dirigente socialista no sabía lo que decía. Lo más probable es que ni siquiera hablara él, sino que fuera hablado por el pensamiento dominante, según el cual, al margen de las audiencias masivas, no hay salvación. La equiparación entre votos y cuota de pantalla no es nueva, pero nadie la había expresado con tanta brutalidad. No demos a los electores lo que más nos gusta a nosotros, que somos unos finolis, sino lo que más les gusta a ellos (que son unos zafios, le faltó añadir).

En nombre de «hay que dar al público lo que desea» se han perpetrado, a lo largo de la historia, las mayores tropelías que quepa imaginar. El mundo actual es, en cierto modo, el resultado de esa máxima. Pocos editores publican, por ejemplo, los libros que su país necesita. Lo mismo podría decirse de los productores de cine y de quienes tienen, en general, la obligación de educar los gustos artísticos de sus contemporáneos.

En un mundo medianamente ordenado, el alcalde de Getafe habría dimitido al minuto siguiente de pronunciar esa barbaridad. Y no porque fuera lo que en el fondo pensara él, si piensa algo, sino por haber servido de vehículo para la difusión de ese tipo de realismo sucio. Pero tal vez él mismo no se guste demasiado a sí mismo. Tal vez tenga conciencia de ser un cebo para atraer a la audiencia de los habitantes de Getafe, a los que también ha insultado gravemente con esa frase genial referida a Trinidad Jiménez, pobre.

Éste es un síntoma, en fin, de que el mundo se ha acabado. Por cierto, que las cadenas competidoras (PP, IU, etc.) aún no han descalificado, como se merece, al bárbaro. ¿Acaso piensan igual que él?

dimecres, 11 d’agost del 2010

El camarero me miente

EL CAMARERO ME MIENTE

En la mesa en la que el gin tonic de media tarde me consume a mí, más que yo a él (a esta situación hemos llegado), un cura le pregunta a una monja:

—Si tuvieras la posibilidad de elegir entre ser Obama o la mujer de Obama, ¿qué preferirías?

No sé qué me deja más patidifuso, si el hecho de encontrar a dos religiosos de distinto sexo en un bar o la pregunta que el del sexo masculino hace a la del sexo femenino. Para colmo, toman chocolate con picatostes, como las señoras gordas de mi infancia. Hay algo que no encaja. ¿Estaré soñando? Pues no, no estoy soñando. La pregunta se las trae. ¿Obama o Michelle? Yo mismo no sabría qué elegir, cada uno tiene sus ventajas y sus desventajas. Estos días Obama está de Rodríguez mientras su esposa suda la camiseta en Marbella o por ahí (no sé si ha vuelto a casa). Lo de Marbella es durísimo. Con muchos viajes de ese tipo, las crías pueden salirles terroristas, con toda la razón. A mí me someten de niño a esa visita idiota y me hago de Al Qaeda para el resto.

Quiere decirse que en el verano preferiría ser Obama, para enviar a la familia a Marbella y quedarme con toda la Casa Blanca para mí. El cura de la mesa de al lado, sin embargo, dice que preferiría ser Michelle, para cenar con Banderas y toda la basca (pónganme basca con be, no vayamos a herir susceptibilidades). La monja, en cambio, asegura que prefiere ser Obama todo el año. Nadie está contento con su sexo, ni con su religión, pues la monja asegura también que le gustaría, además de ser Obama, practicar el hinduismo. El cura, al descubrir que los observo, me guiña un ojo, lo que me da confianza para preguntarle si es cierto que van a cobrar por entrar en misa (lo acabo de leer en el periódico). Me dice que no tiene ni idea:

—Pero si hay una compañía aérea -añade- que cobra por utilizar el cuarto de baño de los aviones, no sé por qué no. En esto, viene el camarero y me informa espontáneamente de que el cura y la monja son en realidad actores que estudian en un centro cercano de interpretación. Cada día, por lo visto, aparecen disfrazados de una cosa. Pero creo que el camarero me miente: esta ginebra no es Beefeater.

diumenge, 8 d’agost del 2010

Da lo mismo Orange que Citron

DA LO MISMO ORANGE QUE CITRON

El llamado «servicio de atención al cliente» de las empresas no existió siempre. En la antigüedad bastaba con el sentido común. Se entendía que la misma persona que te había vendido, pongamos por caso, una nevera, era la adecuada para escuchar una reclamación posterior a esa venta. Parece lo lógico, por otra parte. Pero llegó un momento en el que lo que a uno le vendían mayormente, comprara lo que comprara, eran motos. Ibas a adquirir una tele, por ejemplo, y te colocaban una moto. Cuando llegabas a casa y la familia te hacía caer en el error, te ponías hecho un basilisco, de modo que volvías a la tienda y le metías la moto al vendedor por donde le cupiera. Ahí es donde las empresas se dijeron: si pretendemos seguir vendiendo motos, que es lo que da pasta, necesitamos un «servicio de atención al cliente» capaz de torear al comprador disgustado. Formar a ese personal era más barato que atender las justas reclamaciones de los compradores. El servicio de atención al cliente no tiene otro objeto, pues, que el de marear. El asunto empieza con que debes marcar, en función de donde te duela, un número equis. Cuando llevas un cuarto de hora rebotando de un robot a otro, la comunicación se interrumpe, de modo que debes empezar por el principio. Esto cabrea mucho la primera y la segunda vez, incluso la tercera, pero cuando llevas dos horas intentando contactar con un ser humano, el cabreo ha devenido en una impotencia desprovista de agresividad. Eres ya un zombi. Entonces, milagrosamente, aparece un teleoperador. El teleoperador no te resuelve nada. Se expresa de acuerdo a un guión que tiene escrito en la pantalla y si le dices una palabra más alta que otra amenaza con colgar, lo que significa volver al principio.

Orange cobró indebidamente mil euros (1.000) a un señor que pasaba por allí. La noticia, sin embargo, no es el atraco, sino la odisea del atracado con el servicio de atención al cliente de la empresa de telefonía. Estamos hablando de Orange, pero lo mismo le habría ocurrido con Citron (¿comprenden el juego de palabras?). Total, que los servicios de atención al cliente sirven, a ver si nos vamos enterando, para lo contrario para lo que supuestamente se inventaron. Como tantas otras cosas.

dimecres, 4 d’agost del 2010

Manchas de sangre

MANCHAS DE SANGRE

Ese chico que se juega la vida (perdiéndola a veces) en Afganistán no sabe que el Gobierno al que defiende es con frecuencia aliado del enemigo al que combate. Ese muchacho, cuyo cuerpo puede saltar en cualquier momento por los aires, todavía cree que en las guerras hay dos bandos, y que él se encuentra en el de los buenos. Ni se le pasa por la cabeza que los generales que lo manejan a distancia, apurando un whisky con almendras tostadas, son sus verdaderos enemigos. Ese crío no es, para sus superiores, más que una animación en 3 D, un personaje de un videojuego digital en el que se muere, sin embargo, de manera analógica. Pero sólo mueren los tirados, pues ese chico no es hijo de ningún senador, ni siquiera de un catedrático o de un subsecretario. Lo han conducido a aquella «tierra hostil» (véase la película de Kathryn Bigelow) el hambre y el patriotismo, una combinación explosiva, sobre todo para uno mismo.

Hemos sabido ahora de algunos de los disparates de esa guerra gracias a los llamados «papeles de Afganistán», donde se relata la connivencia entre el Gobierno al que ese muchacho defiende y el terrorismo al que supuestamente combate. También nos hemos enterado de las atrocidades que se ejercen sobre la población civil. De repente, esa guerra, a la que los expertos en comunicación habían logrado dar de una pátina de respetabilidad, se ha convertido también en una guerra sucia en la que se violan los derechos más elementales.

Un chaval de 22 años, Bradley Manning, filtró a Wikileads algunas verdades incómodas, y ahora ya sabemos, por fin, lo que sabíamos antes de que los técnicos en percepción pública nos intoxicaran. Ahora ya sabemos que esos viajes relámpago de los políticos, ataviados con un chaleco del coronel Tapioca, a aquellas tierras no tienen otro sentido que el de inyectar a los pobres soldados y a nosotros, consumidores compulsivos de telediarios, un chute de patriotismo que mata más que la heroína.

El jefe del Estado Mayor norteamericano ha asegurado que los gestores de Wikileads tienen las manos manchadas de sangre porque la filtración de los papeles provocará muertes ¿De qué rayos cree que las tiene manchadas él?

diumenge, 1 d’agost del 2010

Libertad con ira

LIBERTAD CON IRA

Media España se encuentra estos días en alerta roja a causa del calor, pero también por culpa de la abolición de las corridas de toros en Cataluña. Arden las neuronas como arden los bosques, propagándose un incendio que salta de cabeza en cabeza a la velocidad del rayo. La palabra que más se repite es libertad. Libertad para hacer paellas y tortillas de patata, que es lo próximo, según algunos, que prohibirán los parlamentos democráticos. La abolición de la fiesta nacional augura, según otros, el regreso de la Inquisición. No sé, no sé. Si a los inquisidores se les hubiera ocurrido el toreo como forma de tortura, lo habrían puesto en práctica de inmediato. A los inquisidores les volvían locos los estoques y las banderillas (de fuego, mejor) y la sangre con moscas en general. Pero si disfrutaban con algo, era con la muerte. El potro y demás artilugios de descoyuntar cuerpos sólo tenían un fin: el óbito. En los toros, la defunción es también muy importante. Torear sin matar es, por lo visto, una cosa de nenazas. En fin, que tenemos un dilema: el de no saber si somos más libres con toros o sin toros. Cabezas eminentes de uno y otro lado de la barrera se contradicen para estupor del pueblo.

Lo cierto es que si en la Transición, cuando había motivos sobrados para el cabreo, se cantaba «Libertad sin ira», ahora, que deberíamos gozar de más sosiego, el furor está a la orden del día. Quiere decirse que acabamos de descubrir los placeres de la libertad con ira. El mismo Rajoy, que no se altera por nada y que hasta ahora sólo leía el Marca, ha entrado en la discusión con una violencia inusitada para sus costumbres. Es como si le hubieran prohibido las carreras ciclistas. Ni papeles del Pentágono ni reforma laboral ni leches. Lo que a los españoles nos pone son las corridas, o su ausencia. Nos une lo que nos desune. O viceversa. Podríamos decir que nos une la desunión, o que nos desune la unión, ahora no caigo. Somos un pueblo grande, un pueblo enorme. Sólo salimos en las primera páginas de la prensa extrajera en contadas ocasiones, pero siempre por razones pintorescas. Estamos deseando que se prohíba arrojar cabras vivas desde los campanarios, para ver qué pasa.