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divendres, 28 de maig del 2010

Falsificaciones

FALSIFICACIONES

El instinto que mueve a la creación de una célula artificial, ¿es del mismo tipo que el que impulsa a la falsificación de un bolso de Loewe? ¿Predomina en ambos casos el interés económico? Nos preguntamos también si las cajas de ahorros, dada su situación, eran una mala copia de los bancos tradicionales. En todo caso, imaginar a Cristo dirigiendo una caja es como imaginar a Kafka escribiendo un best seller con templarios. Kafka no ha caído todavía en la tentación, pero Cajasur era, hasta que apechugara con ella el Estado, propiedad de la Iglesia. Las copias ocupan tanto espacio ya que resulta imposible, y quizá nocivo, perseguirlas. Frente a la puerta de las tiendas de los bolsos de marca, en todas las capitales europeas, se exponen sus réplicas sin que la policía pueda hacer otra cosa que fingir su persecución. Los gobiernos actuales, y sus oposiciones, son como los Rolex de oro de los mercadillos de pueblo, pero dan el pego, pues la gente se acerca ingenuamente a las urnas como si votara a quienes aparentan presentarse. En realidad, reciben órdenes del hampa: ayúdeme a crear una burbuja financiera o inmobiliaria. Ayúdeme ahora a desinflarlas. Tráigame un cortado con poca leche. Redacte una ley para que mis amigos y yo no paguemos impuestos... La gran delincuencia ha devenido en el Estado a la sombra mientras que el Estado aparente le hace los recados. No se apuren las cajas, pertenezcan a Dios, como Cajasur, o al diablo, como las que están al caer. Cuando tengan problemas, correremos a salvarlas con el IRPF de los cotizantes. No queda nada genuino, en fin, todo es clon, copia, calco, falsificación, duplicado. Los museos de arte contemporáneo de medio mundo están llenos, dicen, de modiglianis y picassos supuestos. Quizá cada uno de nosotros, dada la docilidad reinante, sea también un sucedáneo de hombre.

diumenge, 23 de maig del 2010

Shakespeare

SHAKESPEARE

Los responsables de Izquierda Unida acaban de declarar que no conocen bien nuestro país, tal como suena. Sin embargo, no hay entre ellos ningún sueco, ningún australiano, ningún luxemburgués, ningún keniata. Son todos, como el que dice, de aquí al lado: de Asturias, de León, de Cuenca, de Guadalajara, de Alpedrete, de Córdoba, de Vigo, de Valencia... ¿Cómo que no conocen bien nuestro país? ¿Pues dónde viven? ¿Qué leen? ¿Cómo se ganan la vida? ¿Dónde estudian sus hijos? ¿Qué periódico compran? ¿Qué comen? ¿Qué beben? ¿Qué tamaño tiene su hipoteca? ¿A qué dedican el tiempo libre? "Conocemos mal nuestra sociedad y sus demandas", han añadido en un manifiesto de cuya lectura se deduce que llevan décadas trabajando para un país inexistente. ¿Pero es que somos los votantes unos extraterrestres? ¿No padecemos sus mismos problemas? ¿Acaso no tenemos ojos? ¿No tenemos manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No somos alimentados por la misma comida y heridos por las mismas armas, víctimas de las mismas enfermedades y curados por los mismos medios? ¿No tenemos calor en verano y frío en invierno? ¿Si nos pinchan no sangramos? ¿No nos reímos si nos hacen cosquillas? ¿Si nos envenenan no morimos? ¿Si nos hacen daño no nos vengaremos?

El documento, que pone los pelos de punta, habla también de emprender acciones para reencontrarse con su electorado, cuyo paradero ignoran. ¿Dónde se encuentra esa base social extraviada? ¿En qué cree? ¿A quién vota? ¿Qué hace los domingos por la tarde? De súbito, el impulso irónico con el que me senté a escribir estas líneas desaparece por un sumidero, dentro de mí. Ahora me hago cargo del desconcierto de Izquierda Unida frente a un país que evidentemente no es el suyo. Quizá tampoco el mío. Por Dios, no se refunden. Continúen escribiendo comunicados perplejos.

divendres, 21 de maig del 2010

Agujas y pajares

AGUJAS Y PAJARES

Ni los objetos ni las opiniones estuvieron siempre tan disminuidos. Hubo un tiempo en que tenían un valor (incluso un precio). Si querías poner en la librería del salón una cabeza de Buda, debías aguardar a que un diplomático, amigo de un hermano de tu cuñada, te la trajera. Una cabeza de Buda, por continuar con el ejemplo, constituía una rareza medio zen envidiada por quienes venían a cenar. No digamos una matrioska rusa, ese objeto que abríamos hasta el final en busca de la respuesta, reiniciándolo enseguida, a la manera informática, para ver si a la segunda o a la tercera dábamos con el sentido de la repetición. Las cabezas de Buda y las matrioskas son hoy pura calderilla de la que se abandona en un cajón para no deformar los bolsillos. Las hay a docenas en las estanterías, en el fondo de los armarios, en los baúles de juguetes de los niños, debajo de los fregaderos... A veces te tienes que abrir paso entre ellas y entre las muñecas vestidas de flamencas, entre las giraldas de plástico, los Oscar de pega (Al mejor papá), los incensarios orientales, los mandos a distancia viejos... Estamos invadidos de cosas porque las cosas han perdido su valor, incluso su precio, son una peste. Debería haber un jefe de las Cosas igual que en los periódicos hay un jefe de Opinión que dice esto sí, esto no. Cabezas de Buda, no, de ninguna manera. Se emiten al día tantas opiniones como toritos bravos de plástico con banderillas salen de las entrañas de las máquinas, y no es más que una opinión, que es a lo que íbamos. Lo cierto es que del mismo modo que poseer millones de matrioskas rusas equivale no tener ninguna, disponer de tanta opinión comienza a parecerse a la catatonia mental. A lo mejor entre todas las giraldas de plástico con purpurina hay una de oro. Pero sería más difícil dar con ella que encontrar una aguja en un pajar.

Estabilizar la nave

ESTABILIZAR LA NAVE

Los políticos dan la impresión de estar a los mandos de un aparato cuyo funcionamiento desconocen. Nos hacemos cargo perfectamente de que la realidad es más difícil de conducir que un Jumbo, o que un camión de doce toneladas. Yo no me atrevería a conducir ni una cosa ni otra, pues ignoro dónde tienen el freno y la marcha atrás. A los políticos debería exigírseles carné de conducir de la realidad. Todos, sin excepción, deberían saber cuándo conviene reducir el déficit o estimular el consumo. Durante los últimos tiempos, aprietan los botones a lo loco, a ver qué pasa. Ayer no importaba que aumentara el déficit, pues lo importante era estimular el consumo, y hoy es preciso desincentivar éste para reducir aquél. Manotean sobre el cuadro de mandos con la desesperación de un ahogado, lo que produce mucho susto en los contribuyentes.

Los contribuyentes somos muy dóciles. Vamos en los asientos de atrás con el cinturón ajustado y no nos movemos ni para acudir al baño. Pero no somos completamente idiotas ni tenemos absolutamente anuladas, pese al susto, las capacidades intelectivas. Quiere decirse que nos damos cuenta de la impericia del piloto, o de los pilotos, pues son muchos y hablan diferentes idiomas. Está el piloto español, que es lógicamente al que mayor atención prestamos, pero no nos fiamos nada tampoco del francés, ni del alemán, ni del belga. Hemos cogido a todos en suficiente cantidad de renuncios como para advertir que mueven una u otra palanca en función de estímulos que no tienen nada que ver con la racionalidad ni con el conocimiento. Cuando hablan entre ellos, parecen los constructores de la Torre de Babel.

De vez en cuando, aparece en la cabina de pasajeros uno de los pilotos con el rostro desencajado y la corbata a media asta para anunciar que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Oiga, señor, habremos vivido por encima de nuestras posibilidades porque ustedes nos empujaron a ello. Afirmaban, por ejemplo, que era bueno comprar viviendas pasadas de precio y meterse en obras públicas faraónicas y tener una moneda única. ¿No se acuerdan? Nosotros sí. Total, que a ver si dan de una vez con el botón adecuado y se estabiliza la nave.

diumenge, 16 de maig del 2010

Saber qué hacer

SABER QUÉ HACER

Poblado por el doble de habitantes de lo que sus recursos eran capaces de soportar, las autoridades de aquel país decidieron que en adelante cada dos personas constituirían una sola unidad individual. Tendrían un solo nombre y un solo apellido, un solo carnet de identidad y de conducir, una sola tarjeta de crédito, una sola profesión, una sola vivienda, y gastarían (tanto en comida como en ropa, ocio y demás bienes de consumo) lo que un solo individuo, pese a ser dos. Normalmente, los hombres se asociaron con hombres y las mujeres con mujeres, de modo que aunque en los matrimonios intervenían dos parejas, los gastos eran idénticos a los de una. Gracias a estas medidas, aquel país redujo enseguida su deuda externa, mejoró su PIB y creció hasta situarse en los niveles de los países más ricos del mundo. Entre tanto, las nuevas unidades familiares habían comenzado a tener hijos que llamaban papá, en singular, a los dos hombres que actuaban de padre, y mamá, en singular también a las dos mujeres que los habían parido. Esta situación, tan buena para la economía, acabó provocando patologías graves en las relaciones de la población con el sistema métrico decimal, sobre todo cuando los niños menos dóciles comenzaron a preguntarse por qué dos hombres o dos mujeres eran un solo hombre o una sola mujer, mientras que dos plátanos o dos filetes de carne eran dos plátanos o dos filetes de carne. Llegados a este punto, el Gobierno no tuvo más remedio que admitir el engaño en el que habían vivido, de forma que las parejas que habían formado un solo individuo se desdoblaron para convertirse de nuevo en dos, cada uno con su carné de identidad y de conducir, y con su propio nombre y su propia profesión y sus propios gustos gastronómicos, literarios o cinematográficos. El problema es que al aumentar las bocas sin que se multiplicaran los recursos, la prosperidad de la que el país había venido disfrutando se vino abajo una vez más. Pero para entonces ya habían llegado al poder los jóvenes airados que habían descubierto que si dos plátanos eran dos plátanos, dos hombres deberían ser dos hombres. Sin embargo, no sabían qué hacer.

divendres, 14 de maig del 2010

Media huelga

MEDIA HUELGA

Cuando aquel país alcanzó unas dimensiones que ni su metabolismo ni sus piernas podían sostener, las autoridades decidieron que había que reducir el tamaño de la realidad. Así, el presidente del Gobierno se convirtió en vicepresidente y el jefe de Estado en subjefe de Estado (al tratarse de un rey, recibió el tratamiento de sub- rey, dando lugar a una monarquía sub-real, valga la redundancia). En consonancia con el hecho de que la directora de la Biblioteca Nacional hubiera sido rebajada a jefa de departamento, los generales fueron degradados a coroneles, los coroneles a comandantes y así de forma sucesiva. Los ministros fueron nombrados secretarios de Estado, los secretarios de Estado directores generales, etcétera. Pero la desproporción entre el músculo y las vísceras continuaba siendo intolerable, por lo que las autoridades ordenaron que los consumidores de literatura de calidad se avinieran a leer literatura de masas y los de literatura de masas, relatos pornográficos. Idéntico recorrido tuvieron que llevar a cabo los escritores de los géneros mencionados. Si alguien argumentaba que no convenía aplicar a los generales y a los poetas la misma lógica, el Gobierno (sub-Gobierno ya) respondía que no era momento de establecer distingos ni matices, pues la situación era ciertamente desesperada. Ya veríamos, una vez alcanzado el tamaño previsto, si convenía mantener el volumen de pensamiento anterior a la crisis. En medio de esta confusión mental, de este caos, y sin duda alguna por su causa, los médicos de adultos fueron convertidos en pediatras, los pediatras en veterinarios y los veterinarios en entomólogos. Nada pudo hacerse con los obispos ni con los banqueros, que ostentaban la representación de los dioses. Los sindicatos montaron una huelga general, pero les salió una huelga coronel, o sea, media huelga.

Lanzar cohetes

LANZAR COHETES

Una cosa es que el tumor del Rey no fuera cancerígeno, de lo que nos alegramos, y otra que fuera magnífico, que es como lo han tratado algunos medios y no pocos comentaristas. Si uno acabara de aterrizar en la Tierra, procedente de Marte, habría pensado que al Rey le había salido en el pulmón algo estupendo, cuando no directamente milagroso. ¿Cómo explicar, si no, que estuviéramos todos tan contentos, incluida su familia, que, más que a visitar a un enfermo, daba la impresión de ir a ver a alguien a quien le acababa de tocar la lotería?

Tenemos una tendencia increíble a pasarnos de la raya. Un miembro del equipo médico, tratando de magnificar el proceso de recuperación del monarca, se hizo un lío y vino a decir en rueda de prensa que si el trabajo de Juan Carlos consistiera en abrir zanjas, quizá tardara un poco en darle el alta, pero que para lo que tenía que hacer, que no era más que bajar unas escaleritas y pasar un ratito o dos en el despacho, estaría listo enseguida. Los periodistas que cubrían el acto soltaron, al unísono, una carcajada. Y es que tampoco es eso, hombre, ni siquiera echándole al asunto mucha pasión republicana. A veces, pretendiendo halagar a alguien en exceso se termina insultándole, por aquello de que los extremos se tocan. Si el Rey, debido a los efectos de la anestesia, hubiera tardado un poco en recuperar la memoria, habría pensado, a la vista de las manifestaciones de júbilo, que le habían encontrado en el pulmón un diamante de 18 kilates.

Pues no, mire usted, era un tumor, un tumor benigno, de acuerdo, pero no magnífico, ni envidiable, ni admirable, ni bello, ni agraciado, ni siquiera majestuoso, pese a venir de quien venía. De hecho, la biopsia emplea, para describirlo, unas palabras feísimas. Ahí van: «Nódulo pulmonar de origen inflamatorio crónico granulomatoso». ¿A qué viene, pues, que todo el mundo, incluso el enfermo, salga riéndose en las fotos? Hágame caso, Majestad, dése usted de baja, coja una buena novela policíaca (o el mando a distancia de la tele, lo que más le guste), y métase unos días en la cama. Lo que le ha ocurrido, créame, tampoco es como para lanzar cohetes. Y deje el tabaco.

diumenge, 9 de maig del 2010

Pérdidas de crudo

PÉRDIDAS DE CRUDO

Una vecina mía, cuando yo era pequeño, tenía «pérdidas», o eso decía ella. Yo sabía lo que significaba perder algo, pero no en qué consistía tener pérdidas. En cierto modo, tener pérdidas parecía una contradicción en los términos, como la expresión «acabar de empezar». O empiezas o acabas, ¿no?, pero empezar acabando resulta un poco raro. Pues mi vecina tenía pérdidas, como si fuera capaz de poseer lo que se le extraviaba. Recuerdo su aire un poco místico, un poco misterioso, un poco resignado. Solía venir a casa al caer la tarde, para escuchar una novela radiofónica en compañía de mi madre.

-He vuelto a tener pérdidas —decía.

-Deberías ir al ginecólogo —le aconsejaba mi madre.

Busqué «ginecólogo» en el diccionario. Decía así: «Persona que profesa la ginecología». Al principio creí que se trataba de una religión, pues sólo había escuchado el verbo «profesar» en el contexto de las creencias espirituales. De modo que había católicos, mahometanos, hinduistas y ginecólogos. No me convenció, por lo que busqué «ginecología», que resultó ser aquella «parte de la medicina que trata de las enfermedades propias de la mujer». Ignoraba que las mujeres fueran propietarias de algunas enfermedades, pero no me atreví a preguntar porque todo aquello de lo que dudabas guardaba relación, invariablemente, con el sexo. Y el sexo estaba prohibido.

Un día escuché a mi madre hablando con alguien, por teléfono, de la vecina de las pérdidas. Puse el oído y en esta ocasión mi madre dijo «hemorragias» en lugar de «pérdidas».

-La pobre tiene hemorragias.

Advertí de inmediato que la hemorragia era la versión grosera de la pérdida, de modo que acudí de nuevo al diccionario y busqué hemorragia, que resultó ser un «flujo de sangre por rotura de un vaso». Pensé, lógicamente, que se había cortado con un cristal, pero no entendí que rompiera un vaso todos los días, por muchos que fregara. En fin, que la palabra pérdida, tan bella para muchos, está para mí connotada malamente. Me pregunto qué pensarán los niños de hoy cuando escuchan por la tele que un barco tiene pérdidas de crudo.

divendres, 7 de maig del 2010

Pánico rentable

PÁNICO RENTABLE

En una discoteca llena de gente gritas ¡fuego! y provocas una avalancha en la que se van siete u ocho personas al otro mundo y 10 o 15 al hospital. Aunque sea mentira, a efectos prácticos es lo mismo que si hubiera habido un incendio (pavoroso, claro). Por lo general, el que da la voz de alarma se encuentra cerca de una de las salidas de urgencia. Pero no siempre. A veces, la primera víctima de una broma pesada es el propio bromista, un idiota que no tenía nada que hacer, un patoso. En ocasiones se trata de un tipo que sueña desde niño con una catástrofe de la que él rescataría, al tiempo de meterles mano, a todas las mujeres desmayadas. Estamos rodeados, en fin, de catastrofistas profesionales y bomberos vocacionales. Con frecuencia son los mismos. Por la mañana prenden el fuego y por la tarde se ofrecen para apagarlo. Por fortuna, no todas las sociedades tienen la misma predisposición para la huida en masa.

Aquí llevamos meses gritando ¡fuego! desde la radio, la tele y los periódicos sin que se haya producido, milagrosamente, ninguna avalancha asesina. Lo más que hace el personal es situar las salidas de emergencia, por si acaso. Está la caída de la Bolsa, desde luego, pero esos movimientos pendulares son de cálculo, no de pánico. El año pasado, en plena crisis, los vendedores y compradores de acciones doblaron sus capitales. Por la mañana, mientras se afeitaban, gritaban ¡fuego! y al mediodía recogían los beneficios del incendio ficticio. Quiere decirse que en la Bolsa, aunque no se haya dicho suficientemente alto ni suficientemente claro, el año pasado se ganó mucho dinero. Y quienes estén comprando esta semana a la baja volverán a forrarse la que viene a costa de nuestro miedo. De modo que cuando alguien grite ¡fuego! conservemos la calma, sobre todo si a continuación se ofrece como bombero.

dimecres, 5 de maig del 2010

Progresar sin huir

PROGRESAR SIN HUIR

Creemos que el destino es aquello hacia donde corremos, pero es aquello de lo que huimos. La meta es el punto de partida. Si Edipo se hubiera estado quieto, no habría tenido que arrancarse los ojos. La mayoría de los túneles conduce a la celda de al lado, cuando no al despacho del director de la prisión. Etcétera. Muchos jóvenes que se largaron de casa en los años de la burbuja están regresando al hogar en una especie de movimiento circular, como el que se extravía en el bosque. Nosotros nos extraviamos en el bosque de las burbujas (la tecnológica, la inmobiliaria, la económica) y cuando creíamos estar a miles de kilómetros de donde procedíamos, resulta que hemos regresado al punto de partida. Sospechen ustedes de los que ponen demasiado énfasis en algo. Quisimos construir la UE a toda prisa y ahora resulta que la estábamos deconstruyendo. Nos queda el euro. A ver si se salva para liberarnos de esta sensación de vuelta a casa.

Entre tanto, y según los datos de la Encuesta de Población Activa, en la actualidad hay menos familias que ayer, pero más que mañana. También las unidades familiares son víctimas de este movimiento de implosión que encoge todo lo que toca. La explosión hacia dentro significa que donde había dos núcleos, ahora, de repente, sólo hay uno. Al otro se lo ha tragado la crisis. Si al hacer la tortilla se encuentra usted con un huevo de dos yemas, congélelo, pues pronto será una rareza biológica por la que podrían darle una pasta. Lo lógico, hasta nueva orden, es que los huevos tengan media yema y media clara.

La jibarización alcanza a todas las zonas de la realidad. Tiene uno la impresión de que en la actualidad hay también menos ideas que antaño. Lo que no disminuye son las emisoras de televisión, aunque la mayoría produce una suerte de nada dominical. En la práctica, es como si tuviéramos una o dos. Pero lo de las familias resulta inquietante. ¿Adónde van las que desaparecen? ¿Adónde las que ni siquiera llegan a crearse? ¿Hay un limbo de familias a la espera de que la situación se normalice? Lo importante, en cualquier caso, es que se normalice bien. Progresemos sin huir, que las huidas nos devuelven siempre al punto de partida.

dilluns, 3 de maig del 2010

No saben, no contestan

NO SABEN, NO CONTESTAN

Siempre ha habido dioses. Y siempre ha sido necesario aplacarlos, pues por lo general no tienen buen carácter. Algunos se conforman con el sacrificio de un cabrito, un conejo, una gallina; pero no es lo normal. A los dioses se les han entregado niños recién nacidos, adolescentes, viejos, doncellas, bueyes… Para que lloviera, para que no lloviera, para que los volcanes no eructaran, para que la tierra se quedara quieta o el mar no se saliera de madre. Jamás han faltado motivos para el sacrificio. Tampoco hoy. Escucho por la radio a un experto en economía del que sé que es ateo y sin embargo habla de «los mercados» como otros hablan de los dioses. Asegura que hay que tomar medidas urgentes para calmar a los mercados. Hoy día hablamos de los mercados como algunos pueblos antiguos se referían a los volcanes, a los que era preciso aplacar, cuando entraban en erupción, con ritos cuyos detalles nos ponen los pelos de punta todavía.

¿Y qué quieren los mercados (o los Mercados) de nosotros? Que resultemos baratos (que seamos competitivos, dicen ellos). Tienen más demandas, pero la fundamental es ésta: que seamos sumisos frente a sus requerimientos. Los Mercados se están cebando ya con Grecia, la patria de los dioses clásicos, pero otean en otras direcciones, buscando víctimas propiciatorias. Lo sabemos porque el representante de los Mercados en la Tierra (Standard & Poor´s) acaba de darnos el primer aviso. Standard & Poor´s, como la mayoría de los representantes de los dioses, está compuesto por un grupo de charlatanes que no vieron la crisis financiera ni cuando la tenían encima. Pero los charlatanes, cuando hablan en nombre de Dios, se transforman de tal modo que dan miedo a las mentes más racionales.

Las mentes racionales que escucho por la radio, mientras doy mi paseo matinal (pensando ya, para decirlo todo, en el gin tonic de media tarde), aseguran que si no ofrecemos un sacrificio a los Mercados, éstos nos atacarán con movimientos especulativos capaces de conducirnos a la ruina. Pero cuando se les pregunta quiénes son los mercados y quiénes los especuladores, no saben, no contestan.