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dimarts, 30 de març del 2010

El pecado como industria

EL PECADO COMO INDUSTRIA

La frase de Concepción Arenal («odia el delito y compadece al delincuente»), que significaba algo cuando la pronunció, hoy está desnuda de sentido. Las frases afortunadas tienen fecha de caducidad. Mueren debido a su talento, porque el talento mata. El otro día, el Papa dijo que había que ser intransigente con el pecado en indulgente con las personas. Se trata de una variante de la frase de Concepción Arenal, es decir, de la variante de un cadáver. De ahí que tampoco signifique mucho. Además, la Iglesia no se aplica la sentencia a sí misma, pues es muy cruel con determinados pecadores. No con los pederastas, a los que ha encubierto y ha trasladado de un colegio a otro para que pudieran continuar perpetrando sus crímenes. Se ha dicho con frecuencia que si los obispos parieran, el aborto sería un sacramento. Parece que han estado a punto de convertir en eso la pederastia.

Pero lo que nos interesaba ahora era la distinción entre el delito y el delincuente, entre el pecador y el pecado. ¿Se pueden condenar mis crímenes sin condenarme a mí? ¿Es posible separar los actos de quien los perpetra? No estamos seguros. Pienso en ello mientras hago tiempo en la sala de espera del médico. ¿Odian los médicos la enfermedad y compadecen a sus víctimas? Más bien al contrario: aman la enfermedad, porque gracias a ella aprenden y se ganan la vida, pero detestan al enfermo, que un estorbo porque hay que darle conversación. No hay delincuentes sin delito ni enfermos sin enfermedad ni pecadores sin pecado. Somos el vehículo de todas esas taras. La auténtica sabiduría consistiría en ver, más que la enfermedad, al enfermo.

Pero eso es un sueño. La medicina se encuentra ahora en plena etapa industrial. Quizá el crimen y el pecado también. Decía un personaje de John Le Carré que la delincuencia proporcionaba demasiados beneficios para dejarla en manos de los delincuentes. Por eso, en muchos países, el crimen lo administra directamente el Estado. Tal vez los curas pensaron en algún momento que el pecado era demasiado atractivo para dejárselo a los pecadores. Y comenzaron a pecar (además de a delinquir). Total, que a ver qué me dice el médico.

divendres, 26 de març del 2010

La Virgen María

LA VIRGEN MARÍA

Si alguien acusara al presidente del Gobierno de tráfico de drogas, nos echaríamos las manos a la cabeza. Si de haber asesinado a un contribuyente, pondríamos el grito en el cielo. Si de haber atracado un banco, exigiríamos que la justicia actuara de inmediato para encarcelar, de probarse los hechos, al presidente, o para condenar, de lo contrario, a sus acusadores. Ahora bien, si usted tacha al presidente del Gobierno de cómplice de los terroristas, aquí no pasa nada. Ni Zapatero se presenta en el juzgado de guardia, ni el fiscal actúa de oficio, ni los compañeros de partido del que llevó a cabo la denuncia lo desautorizan de forma rotunda. ¿Por qué? Ni idea. Los terroristas trafican con drogas, matan a mansalva y desvalijan bancos a punta de pistola. Debería provocarnos espanto la posibilidad de estar gobernados por un etarra. Hay algo, en fin, que no encaja entre las condenas retóricas a los del tiro en la nuca y la facilidad con la que cualquiera de nosotros podemos convertirnos en uno de ellos. Sólo falta que para defender a Mayor Oreja salga Rajoy sentenciando, en plan conciliador, que el que esté libre de pecado tire la primera piedra.

Es lo que ha dicho el Papa, por cierto, a propósito de los obispos y curas pederastas. Personalmente, estoy un poco acomplejado, pues no he violado ni maltratado nunca a críos de 10 años. Pero si Ratzinger Zeta ocultó y protegió a sus párrocos corrompidos, la justicia española continúa anulando pruebas o desestimando sumarios a todo tren. Parece el séptimo de caballería cabalgando en ayuda de los de la trama Gürtel, que están rodeados. Los profesores de bachillerato lo tienen crudo para hacer una lista de héroes que mostrar, como ejemplo a seguir, al alumnado. De entrada, ni jueces ni políticos ni patriarcas de la Iglesia. Belén Esteban es, hoy por hoy, la Virgen María.

dilluns, 22 de març del 2010

Yo, masculino plural

YO, MASCULINO PLURAL

Un señor que vive en Australia, de nombre Norrie May-Welby, ha conseguido, tras una dura batalla legal, ser declarado de sexo neutro. Por lo visto se trata del primer caso, aunque no del último, pues es de suponer que una vez abierta la ventanilla haya más gente dispuesta a engrosar las filas de la neutralidad venérea. El periódico no daba muchos detalles acerca de esta nueva forma de estar en el mundo (y en la cama), pero hemos querido entender que neutralidad, en este caso, equivalía a indiferencia hacia los sexos reconocidos hasta la fecha. A este sujeto le da igual todo. Nació, genitalmente hablando, como hombre sometiéndose, ya de mayor, a un cambio de sexo para descubrir que ninguno de los dos era el suyo. Ahora, en el carnet de identidad, donde otros ponen la uve de varón o la hache de hembra, él pondrá la ene de neutro.

¿Ventajas de este reconocimiento? No tenemos ni idea. El hombre, o lo que quiera que sea en la actualidad, podría haber permanecido en el anonimato, viendo la tele y comiendo cereales, como todo el mundo, pero por alguna razón ha necesitado que el orbe compartiera la información de la que disponía él. ¿Cuál es esa razón? Ni idea tampoco, pero debe de ser muy poderosa, de otro modo no habría gastado el tiempo, el dinero y las energías que conlleva cualquier proceso judicial.

Aunque a estas alturas ya todo el mundo sabe que no conviene confundir el género gramatical con el sexo biológico, lo cierto es que aquél, a la hora de las clasificaciones, resulta más inspirador que éste. Por eso la ley contra la violencia de género se llamó de ese modo y no, como en principio podría parecer más lógico, ley contra la violencia de sexo. También ahora, para nombrar el nuevo sexo del señor de Australia, se ha recurrido a un género gramatical, el neutro. Da la impresión, en fin, de que la Gramática va, como disciplina científica, por delante de la Biología. De hecho, en muchos sitios nos preguntan acerca de nuestro sexo, pero nunca acerca de nuestro número, cuando algunos de nosotros somos varios. Yo, personalmente, soy masculino plural, pero en ningún formulario aparece la casilla del número. A ver si lo arreglan.

dissabte, 20 de març del 2010

Cambiar de acera

CAMBIAR DE ACERA

La mafia no limita con el abismo, sino con el estado de derecho. Los bordes de aquélla y de éste se solapan como los labios y las lenguas de los amantes al besarse. De este modo, la saliva de los gángsteres llega al cuerpo de la ley y la de la ley al de los gángsteres. Quien vive en esas regiones fronterizas prueba los jugos de ambos lados. Si finalmente se diera carpetazo a la investigación sobre el caso Gürtel por un supuesto defecto de forma, el estado de derecho se tragaría de golpe un salivazo gigantesco proveniente de las mafias. Es lo que tiene besarse con el lado oscuro: que te llenas de sombras. Cuando dos mundos tan diferentes se encuentran tan cerca, sólo hay dos opciones: o inyectar ley en el desorden o inyectar desorden en la ley. A día de hoy, todo parece indicar que el beso de la mafia es más violento que el del orden.

Lo normal, piensa uno en su ingenuidad, debería ser que los jueces pusieran nerviosos a los delincuentes, no que los delincuentes pusieran nerviosos a los jueces. Pero el concepto de normalidad se encuentra en revisión. De hecho, más que anormalidades, lo que hay en la actualidad son normalidades diferentes. Los paraísos fiscales, por poner un ejemplo, no están vistos como monstruosidades a combatir, sino como formas de vida regulares. Mutaciones de la naturaleza. No hay nada, por repugnante que parezca, que no encuentre un nicho de respetabilidad. El TSJ de Madrid, el Supremo y el CGPJ, tres instituciones cuyos bordes deberían estar más limpios que los de un cuchillo de sushi, aparecen todos los días en la prensa asociadas a manejos inquietantes.

La confusión de los límites entre ficción y realidad, que tan buenos resultados da en la literatura y en el cine, provoca en la vida cotidiana verdadera una desazón infinita. A una novela policíaca le viene bien, sin duda, que un ladrón ponga en apuros a un magistrado. A la prensa, en cambio, le sienta fatal. Se cruza uno con un juez de las instituciones citadas más arriba después de escuchar el telediario o leer los periódicos, y cambia de acera.

divendres, 19 de març del 2010

¡Viva el estado!

¡VIVA EL ESTADO!

El Consejo General del Poder Judicial, por poner un ejemplo, es una institución del Estado. Pero si se va la luz, el Consejo no puede funcionar, por lo que en buena lógica la red eléctrica debería ser otra institución del Estado. Es cierto que los jueces, como los particulares, pueden adquirir en la ferretería de la esquina, por equis euros, un generador doméstico. Pero las emanaciones de estos aparatos corrompen el ambiente y producen malos olores, que es lo que le falta a ese Consejo, como si no apestara ya sin ayuda de nadie. ¿Por qué entonces el Estado vendió la red eléctrica al mejor postor, que a su vez se la ha vendido a otros postores, de forma que ya no sabemos ni de quién es a ciencia cierta? Misterio.

Si la banca se va al carajo, nos vamos todos, incluido el Consejo de Ministros, a freír espárragos. A día de hoy, resulta imposible la pervivencia de un Estado sin banca (más aún que sin Ejército). Quiere decirse que ese negocio, o una parte sustancial del mismo, debería pertenecer al Estado. Hay más ejemplos, pero con estos dos basta. Cuando uno veía, durante el temporal sufrido recientemente en Cataluña, las torres de conducción de la energía eléctrica dobladas sobre sí mismas, como si estuvieran hechas de palillos de dientes, uno pensaba que era el Estado el que se encontraba por los suelos. De hecho, la gente sabe que lo que falló en esa situación no fue una empresa privada, sino el Estado, la suma de cuyas instituciones deben facilitar y permitir la vida en común. Del mismo modo que no se pueden subcontratar ni la policía ni los jueces ni el Senado o el Congreso, tampoco las infraestructuras fundamentales deberían estar en manos privadas. ¿Qué soberanía tiene un Estado al que pueden dejar a oscuras y sin calefacción desde fuera de sus fronteras? Ninguna. En fin, que a ver si hacemos algo.

dijous, 18 de març del 2010

Remordimientos de conciencia

REMORDIMIENTOS DE CONCIENCIA

Me levanto de la cama con un pinchazo en la garganta. No es lo suficientemente grave como para acudir al médico ni tan leve como para no tomar alguna decisión. Se trata de un pinchazo fronterizo. Si evoluciona hacia allá, acabaré con fiebre; si hacia acá, mañana estaré como nuevo. Acudo a una comida de trabajo. Mientras mi interlocutor habla de nuevos proyectos, yo me meto en la boca bolitas de miga de pan de diversos tamaños, para tomar nota del daño que me producen al atravesar la garganta y evaluar la situación. A los postres, voy al servicio, me coloco frente al espejo, y abro la boca, para observarme la faringe. Pero la luz es muy mala. Al regresar a la mesa, la persona con la que comparto mantel me pregunta si me sucede algo.

-¿Por qué? -digo yo- ¿me ves mala cara?

-Es que no has atendido a nada de lo que te he dicho.

De vuelta a casa, entro en una farmacia y compro unas pastillas que venden sin receta y que no sirven para nada. Sé que no sirven para nada porque ya he incurrido en ellas en otras ocasiones. La garganta es uno de mis puntos débiles. A veces sueño que se me cierra y no puedo respirar. He mirado en Internet cómo se hace una traqueotomía en plan doméstico, por si acaso. Tengo un cuchillo de cocina permanentemente desinfectado, para cuando llegue la ocasión. Ya que estoy en la farmacia, me peso. He cogido tres quilos. Lo sabía, pero no me había atrevido a afrontarlo. Mal asunto, cada día me cuesta más adelgazar. Descubro también un aparato para medir la tensión, pero paso de la tensión. Bastante tengo con el sobrepeso y la garganta.

Llego a casa y compruebo que el cuchillo de la traqueotomía se encuentra en condiciones. Me como una manzana a mordiscos y noto que entra bien. Los trozos de la fruta, muy duros, no me producen daño alguno. Qué raro. Estoy acostumbrado a que los síntomas aparezcan de golpe, no a que se esfumen de repente. Menos mal que no he ido al médico, me digo. Abro el ordenador con idea de trabajar un poco, pero ¿por qué no celebrar que me encuentro bien? Dicho y hecho. Cierro el ordenador y dedico la tarde a ver capítulos antiguos de La sala oeste de la Casa Blanca. Por la noche, al remorderme la conciencia, vuelvo a notar un pinchazo en la garganta.

dissabte, 13 de març del 2010

No hay proporción

NO HAY PROPORCION

Mañana vienen a revisar la instalación gas. Siempre me avisan con 24 horas de antelación. Llega un señor con un maletín del que extrae unos aparatos con los que recorre la cocina en busca de algún posible escape. Luego enciende los fuegos y examina atentamente el color de la llama (que debe ser azul, como el frío). Finalmente desarma la caldera y examina cada uno de sus componentes, apuntando en un formulario cuanto ve. Yo le sigo dócilmente de un lado a otro tomando nota a mi vez de cada una de sus indicaciones. Al final, le firmo un papel, se va y regreso a mi trabajo. La visita dura unos veinte minutos. Este año coincidirá con la de un fontanero que ha de arreglar algunos desperfectos ocasionados por las heladas del invierno.

No son los únicos problemas domésticos. El pequeño estanque del jardín tiene una fuga, por lo que cada dos días he de acordarme de aplicar la manguera para compensar las pérdidas de agua y que no se achique el espacio de los peces. Cuando el tiempo mejore, tendré que localizar el desperfecto y colocarle un parche. En el peor de los casos, quizá me vea obligado a desmantelarlo y colocar una goma nueva, pues la actual ha sufrido los rigores de 15 inviernos y otros tantos veranos. Está amortizada, pues. Si me decido a desmantelarlo, tendré que buscar acomodo para los peces durante los dos o tres días que duren las obras. Mi vecino tiene una fuente sin peces. Tal vez me decida a pedirle el favor. En todo caso, no será antes de que salga de su letargo la tortuga, que hiberna enterrada en el légamo del fondo.

Pequeños problemas caseros, en fin, que ocupan mi cabeza y mis manos más de lo que desearía. Si tales asuntos llenaran el 80% o el 90% del día, apenas me quedaría tiempo para escribir, que es a lo que me dedico. La política tiene sus afanes también. Los ministros y sus colaboradores han de llevar a cabo, a escala nacional, los problemas que los particulares afrontamos en el microcosmos doméstico. Tal es su trabajo. Les pagamos para que nos quiten preocupaciones ¿Por qué entonces los contribuyentes dedicamos tantas energías a la política? El 90% del periódico lo ocupa la política, lo que resulta tan disparatado como si yo dedicara el 90% de mi tiempo a los problemas del hogar.

divendres, 12 de març del 2010

Nuevos bandos

NUEVOS BANDOS

Debido a mi cochino carácter, por un lado, y a mi edad, por otro, he atravesado varias crisis personales y generales, en ocasiones personales y generales a la vez. Conozco la diferencia entre afrontarlas con espíritu de lucha o de derrota, por lo que cuando me propusieron participar en la campaña estosololoarreglamosentretodos.org apenas puse un par de condiciones: que careciera de color político y que las dosis de voluntarismo no resultaran excesivas. Se cumplió la primera. La segunda, no tanto, lo que observado con perspectiva me parece un acierto. La ingenuidad es más poderosa que la malicia. Estar de vuelta de todo es el modo más eficaz de no llegar a nada.

Desde la apertura de la web, no han cesado de llegar adhesiones y testimonios de personas que lograron superar situaciones difíciles. También ha provocado un alud de críticas adversas, muchas de ellas excelentemente razonadas. Con todo, la reacción más sorprendente ha sido la de quienes han interpretado la iniciativa como una ofensa personal. ¿Pero cómo me hacen ustedes esta cabronada?, han venido a decir, ¿por qué se empeñan en que el desastre tenga arreglo con los beneficios que le saco yo a la desesperación? El empeño de que se prohibiera esta publicidad tan ingenua en RTVE da una idea de hasta qué punto el desaliento ha devenido en una industria emergente de la que viven multitud de facinerosos. Este país ha estado siempre dividido en dos bandos (republicanos y monárquicos, rojos y nacionales, taurinos y antitaurinos, conceptistas y culteranos, creyentes y ateos, etcétera), que a veces se han matado entre sí. Nunca se habían enfrentado animosos contra cenizos. He ahí una versión inédita de las dos Españas. No es difícil suponer cuál de ellas habría pasado a la otra por la guillotina de Pérez-Reverte (sin ofender a los partidarios del garrote vil).

Humilladores y humillados

HUMILLADORES Y HUMILLADOS

Tuve de joven un amigo normal que se refería a su novia como «esa chica con la que salgo». Su resistencia a aceptar que se trataba de una relación estable le impidió casarse, aunque vivieron juntos algún tiempo y tuvieron un hijo. Humorísticamente, nosotros nos referíamos a ella como «esa chica con la que sale Pepe». La chica, pasado el tiempo, y harta sin duda de aquella mentira continuada, lo abandonó para casarse con otro. Él cayó en una depresión de caballo de la que todavía no se ha recuperado. Curiosamente, desde la separación, comenzó a referirse a ella como su ex mujer. Tuvo que perderla, en fin, para nombrarla como lo que era. La gente normal es muy rara.

El presidente de la Junta de Galicia, tipo normal donde los haya, convive con una señora a la que en sus viajes oficiales presenta como su «colaboradora». Así ocurrió recientemente en un viaje a Roma, donde Núñez Feijóo visitó al Papa junto a un grupo de colaboradores entre los que se emboscaba su mujer (o novia, como ustedes prefieran). ¿Se avergonzaba tanto de ella como para no presentarla como lo que en realidad era? ¿Tenía miedo de que el Papa los casara en ese mismo instante? Cabe la posibilidad de que la diplomacia vaticana le prohibiera presentarse en palacio con una mujer con la que convivía sin papeles. En tal caso, piensa uno, debería haber renunciado a la visita para no humillar innecesariamente a quien se supone que ama. Tampoco debemos olvidar la posibilidad de que Carmen Gámir, que así se llama la mujer, sea para el presidente de la Junta «esa chica con la que sale». En tal caso, se merecería que la chica con la que sale, que también tiene voz en este entierro, le diera un corte de mangas y se fuera con la música a otra parte.

Entre los humilladores y los humillados se establece con frecuencia una rara complicidad. Recuerdo que en cierta ocasión, cuando Camilo José Cela estaba ya con Marina Castaño, el Nobel fue a visitar a los Reyes y dejó a su mujer fuera de palacio, en el coche. Nos escandalizó tanto que él le hiciera eso como que ella se lo permitiera. Y es que para que haya hombres que llaman a sus mujeres «esa chica con la que salgo» es preciso que haya mujeres que se lo consientan.

divendres, 5 de març del 2010

Arrancarse las plumas

ARRANCARSE LAS PLUMAS

En la mesa de al lado un moreno le aseguraba a un pelirrojo que los loros sólo tenían un dueño.

-Como los perros –apuntó el pelirrojo.

-Fíate tú de los perros –añadió irónicamente el moreno.

-¿Qué pasa con los perros?

-No, nada.

-Dilo, qué pasa con los perros.

El interpelado hizo un gesto de duda, como si se preguntara si merecía la pena continuar o no. En esto llegó el camarero, al que pedí el gin tonic, el de media tarde, en vaso bajo y ancho, con hielo que no se derritiera al instante.

-Venga, qué pasa con los perros –insistió el pelirrojo.

-Pues que son muy pelotas, eso es lo que pasa. Los loros, en cambio, van a su bola. Ahora bien, si se les muere el dueño, cogen una depresión de caballo.

-Será una depresión de loro.

-Es un modo de hablar. De hecho, los caballos no se deprimen y los loros sí.

-¿Y en qué notas tú que se deprimen?

-En que se arrancan las plumas con desesperación, una a una, hasta quedarse en pelotas. Eso no me lo ha contado nadie, lo he visto yo en la casa de mis vecinos.

-Pues yo conozco un tipo que se arranca los pelos de las cejas y de las pestañas. Y no está deprimido.

-Perdona, pero estamos hablando de loros.

-Y de perros.

-A los perros los has sacado a colación tú.

-¿Es que yo no puedo proponer temas de conversación?

-Puedes proponer lo que quieras, pero si estamos a loros estamos a loros y los loros sólo tienen un dueño.

Los individuos se marcharon con la discusión a otra parte y entonces me trajeron el gin tonic, que me supo a plumas. Cuando no era porque los hielos se deshacían enseguida, era porque un par de locos me habían aguado la fiesta. El caso es que el gin tonic no está a mi gusto jamás. Al volver a casa pasé por el escaparate de una pajarería donde había un loco arrancándose las plumas.

El silencio

EL SILENCIO

Abres un periódico cualquiera para decidir a qué cine vas y resulta que ponen a parir una película a toda página mientras que califican de obra maestra otra a la que apenas dedican un suelto. Lo mismo pasa cuando intentas resolver qué libro lees o con qué realidad te conmueves. ¿Cómo no preguntarse si estas tensiones se dan también en uno, es decir, si dedicamos más tiempo y energías a los asuntos que no nos interesan que a los que nos atañen? Del mismo modo que el periódico está compuesto de un número equis de páginas, nuestra vida tiene un número limitado de años. Si cada año fuera una página y analizáramos cuántos de los vividos hemos dedicado a la publicidad, cuántos a la política nacional o internacional, cuántos a los anuncios por palabras, cuántos a la cultura, a la economía, la opinión, los deportes, los pasatiempos, los sucesos, etcétera, el saldo sería probablemente desatinado también. El gusto por la desproporción forma parte de nuestra naturaleza, constituye una necesidad contra la que nada podemos hacer. Si repasas los suplementos literarios de los últimos 30 años, comprobarás que cada año se aplicó el calificativo de "obra maestra" a siete u ocho novelas de las publicadas, lo que arrojaría un saldo de más de 200 libros de lectura obligatoria. Quiere decirse que en tres décadas, y en un solo país, habríamos producido dos centenares de eneidas, de iliadas, de divinas comedias, de paraísos perdidos, de madames bovarys, de crímenes y castigos, de comedias humanas, de anas kareninas, de regentas... Quizá cuando uno llega al final del periódico (o al final de la vida) e incurre una vez más en los ecos de sociedad (habiéndose saltado a lo mejor las páginas de Cultura), quizá, decíamos, se pregunte si es preferible una necrológica corta y elogiosa o larga y reprobatoria. ¿Pero qué tal un poco de silencio?

dimecres, 3 de març del 2010

Sexo blando

SEXO BLANDO

Los burdeles de cuatro habitaciones, los lupanares de barrio, los prostíbulos de ir tirando, han dado paso a los grandes centros comerciales de más de un centenar de camas. Se va a ellos con el mismo espíritu entre consumista y ahorrador con el que el sábado por la tarde se viaja al Carrefour. Quizá con la misma resignación. Sexo resignado, podríamos decir, sexo dócil, sumiso, blando, sexo, en fin, de gran superficie. La idea es que las actividades venéreas se lleven a la práctica con el conformismo con el que introducimos en el carrito de la compra el quilo de tomates o la botella de aceite. Observe usted los rostros de la gente que hace cola frente a la caja del supermercado. Pues eso.

En cuanto a las drogas, actividad solitaria donde las hubiera, tres cuartos de lo mismo. La policía desmanteló hace una o dos semanas en Madrid un hipermercado de estupefacientes. El negocio poseía un parking de mil metros cuadrados y en su interior había cintas como las que se utilizan en los aeropuertos para organizar las colas de pasajeros. Por la megafonía se informaba a los drogodependientes de la cola en la que debían solicitar la vez en función de que buscaran heroína o coca, hachís o pastillas de colores. Cuando la policía entró, aquello parecía un centro comercial en la tarde de un sábado. Es posible que muchos de los clientes, una vez obtenido lo que buscaban, se fueran a hacer cola a un macroprostíbulo. Qué vida, ¿no?, siempre de un lado para otro sin hallar la paz espiritual en ninguno.

Lo asombroso de todo esto es que la policía tarde tanto en pillar a los proxenetas como a los comerciantes de drogas. Si cada vez que entran en un club de carretera liberan a 30 ó 40 mujeres obligadas a prostituirse, ¿por qué no entran en todos? Con el tráfico de esclavas sexuales comienza a pasar lo mismo que con el tráfico de drogas: que cuanto más se persigue más florece. Vean si no: el hipermercado de la droga madrileño aludido en el párrafo anterior llevaba funcionando meses o años. ¿Cómo es posible que nadie se hubiera percatado de aquel tráfico incesante de muertos vivientes? Ni idea. Personalmente, sigo comprando la leche y las magdalenas en la pequeña tienda de ultramarinos de mi barrio, regentada ahora por una pareja de chinos muy simpáticos.