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dimecres, 30 de juny del 2010

Y llovía y llovía

Y LLOVÍA Y LLOVÍA

"Ha llovido toda la noche y mi hijo salió ayer de casa en camiseta", le decía una mujer al quiosquero el domingo por la mañana. Fingí echar un vistazo al expositor de revistas para continuar escuchando la conversación. A veces, la vida verdadera se manifiesta en estos pequeños grumos, en un puré donde apenas se habla de algo que no sea la crisis, da gusto tropezar con algún coágulo, por pequeño que sea, de existencia cotidiana. El quiosquero dijo a la mujer que no se preocupara, que los jóvenes lo aguantaban todo. "Eso creen ellos", respondió ella con un poso de intranquilidad. El caso es que eran las nueve de la mañana y el hijo no había vuelto todavía. No es que le pareciera raro, pues lo normal era que los domingos regresara tarde, pero ella no terminaba de acostumbrarse.

-Me levanto -dijo-, me asomo a su cuarto, veo la cama vacía y siento pena, aunque el chico hace lo que hacen todos a su edad.

Llegó una señora rubia y muy bajita, con la que el quiosquero y la mujer volvieron a comentar la tormenta nocturna. Como mi presencia comenzara a resultar incómoda, o eso me pareció, pagué los periódicos y me fui. Al rato, me encontraba en la cafetería del barrio donde desayuno los domingos, cuando entró la mujer del hijo desaparecido, que se sentó a la barra.

-¿No habrá venido mi hijo a desayunar? -preguntó al camarero.

-Todavía no, pero debe estar al caer.

La mujer pidió un café, abrió el periódico y comenzó a leerlo. Cada poco miraba hacia la puerta, como si tuviera la superstición de que, cuantas más veces mirara, más posibilidades habría de que apareciera el hijo, que se presentó a la media hora, con la cabeza y la camiseta mojadas. Le calculé unos 20 años. Era guapo y derrochaba vitalidad. Madre e hijo se besaron y él pidió un zumo de naranja, un café y dos raciones de churros, pues dijo que venía con hambre. La madre había cambiado completamente su expresión. Estaba, si no feliz, relajada, tranquila. He aquí, me dije, una pequeña historia familiar que vale por todo lo que trae hoy el periódico. Al abandonar la cafetería, volvía a llover.

diumenge, 27 de juny del 2010

La vida misma

LA VIDA MISMA

Estaba dando cuenta de mi gin tonic de media tarde, cuando un tipo que regresaba de los servicios se quejó en voz alta de que los urinarios estuvieran demasiado altos. A continuación, pidiendo un café, se quejó de que la barra estuviera demasiado baja. El camarero, dirigiéndose a él con ironía, añadió:

—Lleve cuidado, estoy seguro de que el café le parecerá demasiado caliente.

El tipo gruñó y pidió un vaso con hielo en el que dejó caer el café recién hecho.

Entonces me di cuenta de que lo conocía. Se trataba de un compañero de la facultad al que hacía mil años que no veía. Él también me reconoció y, para mi vergüenza, vino a sentarse a mi mesa. Tras los saludos de rigor, me preguntó si me había fijado en el problema de los urinarios.

—Francamente, no —dije—, pero creo que si te resultan altos, la barra no te puede parecer baja. Es contradictorio.

—¿Y no puedo yo tener contradicciones? —preguntó con agresividad.

Comprendí que estaba hablando con un loco y le dije que sí, que yo mismo estaba lleno de ellas.

—Señálame una —dijo.

—Ahora no caigo —respondí.

—¿Estás lleno de contradicciones y no eres capaz de mencionar una sola? —preguntó con sorna.

—He ahí una —dije.

—¿Cuál?

—La de estar lleno y no recordar ninguna.

El tipo se hundió en un silencio rencoroso. Luego, tras averiguar que lo que yo tomaba era un gin tonic, preguntó si me había vuelto alcohólico.

—Un poco —dije por no decir ni que sí ni que no.

A continuación se fue al servicio y volvió quejándose ahora de que los urinarios estuvieran demasiado bajos. Y la barra demasiado alta, claro. Recordé que en la facultad parecía un tipo listo, con mucho futuro. Tras dejarse invitar, salió corriendo porque el aire acondicionado, dijo, estaba demasiado fuerte. Pero desde la calle me hizo un gesto de que el calor, allí, era excesivo. La vida, pensé yo.

dissabte, 26 de juny del 2010

Un robot idiota

UN ROBOT IDIOTA

Hace unos días, intentaba registrarme en una página web, cuando una leyenda me advirtió de que antes de realizar la operación necesitaban saber que yo era un ser humano, para lo que debía teclear, en un recuadro ad hoc (qué rayos significará ad hoc), un texto que la propia página me facilitaba. Dicho texto tenía la particularidad de que sus caracteres, de trazo ancho, aparecían un poco agrietados. Hice lo que se me pedía y la operación se completó. Pero me quedé inquieto y telefoneé a un amigo experto en estos asuntos. Me explicó que la red está infectada de robots que recorren el mundo digital haciéndose pasar por seres humanos con identidades, evidentemente, falsas. Esos robots son incapaces, por ahora, de leer un texto un poco defectuoso, de ahí la artimaña.

Regresé a mis rutinas, pero no me olvidé del asunto. Recordaba, sobre todo, la satisfacción que me había provocado el hecho de superar la prueba, de demostrar, en fin, que no soy un robot. Se trataba de la primera vez en mi vida que lograba sacar adelante un formulario sin parecer un idiota, o un robot, o quizá un robot idiota. Cuando viajo al extranjero, tengo que rellenar varias veces los impresos de entrada al país, pues no soy capaz de acertar a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. Por lo general, acaba echándome una mano la azafata. Estoy también completamente inutilizado para la compresión de las leyes y decretos. Estos días, precisamente, he intentado leer el texto de la Reforma Laboral sin conseguir atravesar más de dos párrafos. Todo me suena a la parte contratante de la primera parte. Se comprenderá mi orgullo de ser humano al superar la prueba descrita más arriba.

El caso es que ayer mismo, intentando registrarme en otra página web, volvió a salirme la misma leyenda, frente a la que sonreí con suficiencia. Pues claro que soy un ser humano, dije, y me apliqué a teclear el texto solicitado. ¿Qué ocurrió? Que lo hice mal, o eso me advirtió la severa página web, denegando mi petición. Durante la cena, observé con desconfianza a mi familia sin notar en ellos nada raro. No se han dado cuenta de que soy un robot. Probablemente, un robot idiota.

divendres, 25 de juny del 2010

¿Estás bien?

¿ESTÁS BIEN?

Soñé con dos pasillos idénticos. Yo iba por los dos a la vez en dirección a un dormitorio grande que se encontraba al fondo. Tenía la misma edad en el pasillo de la izquierda que en el de la derecha. También iba vestido del mismo modo. No había diferencia alguna. Sin embargo, todo era distinto. En el sueño me preguntaba: ¿Cómo es posible que todo sea igual cuando todo es distinto? Mientras intentaba responderme, continuaba progresando hacia el fondo, donde me esperaba una puerta (dos puertas en realidad) cerrada (cerradas). Quizá, me dije, en uno de los pasillos estoy vivo y en el otro muerto. ¿Pero en cuál sucede una cosa y en cuál otra? Ni idea. A lo lejos sonó entonces un teléfono. Aunque no estaba seguro de si sonaba dentro del sueño o en la realidad, decidí que la llamada no me concernía y continué andando.

Al alcanzar la puerta, introduje la mano en el bolsillo de la chaqueta, de donde saqué una llave con la que la abrí, penetrando a la vez con mis dos cuerpos en las dos habitaciones. Vi una cama grande, de las de matrimonio, sobre cuya superficie alguien había extendido un traje oscuro, una camisa blanca y una corbata negra. También había, a los pies del lecho, un par de zapatos sin estrenar que brillaban como el azabache. Tenían la suela muy fina. Dentro de cada uno de ellos había un calcentín. Los calcetines eran grises. Los trajes, siendo idénticos, como todo lo demás, eran también muy diferentes. Me dio por pensar que el de la izquierda era una mortaja mientras que el de la derecha pertenecía a un tipo que debía acudir a un funeral. Según eso, quizá el "yo" de la izquierda fuera el muerto y el de la derecha el vivo.

En lugar de ponerme los trajes, los retiré, colocándolos cuidadosamente sobre sendas butacas, y me eché a dormir en las dos camas. Volvió a sonar el teléfono y esta vez supe que su timbre procedía, sin género de dudas, de la realidad. ¿Quién llamará a estas horas me pregunté dentro del sueño? Abrí los ojos, miré la hora (las tres de la mañana) y descolgué el aparato con inquietud. Era mi mujer, que se encontraba de viaje. ¿Estás bien?, preguntó. Claro, dije yo. Es que, añadió ella, he tenido un sueño raro. Pero no quiso contármelo.

Pegarse un tiro

PEGARSE UN TIRO

Los mercados -signifique lo que signifique esa abstracción de carácter teológico- han ganado la batalla que hace apenas unos meses fingían haber perdido, cuando el capitalismo -¿recuerdan?-, víctima de sus contradicciones internas, se había ido al carajo para dar paso al socialismo de rostro humano (si quieren más tópicos, dispongo de un saco junto al ordenador). Los mercados tienen hoy comiendo en su mano a todos los Gobiernos de Europa en general y al de España en particular. El Ejército español es el Ejército de los mercados, la Hacienda española es la Hacienda de los mercados, la Cultura española es la Cultura de los mercados, y así de forma sucesiva (Agricultura, Interior, Industria, Igualdad, Fomento...). Ministerio a ministerio, subsecretaría a subsecretaría, toda nuestra organización estatal está a su servicio. Si mañana deciden que hay que suprimir la Biblioteca Nacional, se suprime y punto.

Le gustaría a uno pensar que en el patio de algún instituto, en el campus de alguna universidad, o en el sótano de alguna imprenta, se está organizando el modo de poner en su sitio a los mercados. Pero no será fácil porque sus ayatolás han filtrado hasta el tuétano de los más renuentes la vieja idea de que la alternativa a la injusticia es el caos total. Narcosis absoluta, pues. Hasta el anestesista se ha dormido. Quizá puedan surgir aquí o allá pequeños focos de rebelión, pero o bien estarán financiados por los mercados (para transmitir la idea de que sufren), o bien la Policía, que es ya la policía de los mercados, se encargará de sofocarlos y de llevar a los cabecillas a la Justicia, que es también la justicia de los mercados. Quiere decirse que si desde el punto de vista económico vienen tiempos duros, desde la perspectiva moral, mejor pegarse un tiro (el tiro que no nos atrevemos a pegar a los mercados).

diumenge, 20 de juny del 2010

Una droga desmovilizadora

UNA DROGA DESMOVILIZADORA

Durante el partido de fútbol entre España y Suiza, el consumo de agua descendió en Madrid hasta niveles asombrosos. Pudimos verlo en unos gráficos servidos a la televisión por el Canal de Isabel II. Durante el descanso hubo un repunte, claro, pues es el momento que aprovechamos para ir a la cocina o al cuarto de baño. Miles o millones de grifos se abrieron de forma simultánea, miles o millones de cisternas descargaron a la vez. En las casas de vecinos casi se podía escuchar el estruendo provocado por esta simultaneidad, como si viviéramos al lado de unas cataratas. El reportaje de la tele que dio cuenta de este fenómeno pretendía demostrar la atención que acaparó el partido. Tras mostrar las calles vacías, lo que es ya una estampa clásica, convencional, agotada, la reportera se acercó a las oficinas de la distribuidora de agua de la capital y preguntó por los consumos.

Buena idea, muy buena idea narrativa. Muy eficaz. Si quieres contar el centro de la realidad, vete a la periferia de lo real. Esto es lo que hizo la periodista cuyo nombre —lo siento— no recuerdo (tampoco me fijé en la cadena para la que trabajaba). A usted le encargan demostrar la parálisis sufrida por la ciudadanía durante el suceso deportivo y lo primero que se le ocurre es tomar la cámara y grabar la Gran Vía. Pero las primeras ideas no suelen ser buenas, están desgastadas. ¿Qué hacer? El agua, el consumo de agua. De ahí deduces el tiempo que la gente pasó en el sofá, sin pestañear, sin moverse. Lo bueno es que de repente comprendías también, en toda su extensión, el significado de la palabra sofá.

El sofá es un lugar, sin duda, pero es también, como el infierno, un estado. Imaginen un país entero sentado en el sofá, perdiendo entre sus cojines la calderilla, las llaves y la conciencia. El sofá adormece incluso cuando te encuentras perfectamente despierto. Así es como tú te ves, así es como te ven. El sofá es una droga desmovilizadora, pasivizante. Crea, como la heroína, tolerancia y adición. Sé de muchos prejubilados jóvenes que cayeron en la tentación de probarlo desde primeras horas de la mañana y ya sólo se levantan de él durante la publicidad, para ir a la cocina o al baño. Como si vieran un partido de fútbol eterno.

divendres, 18 de juny del 2010

Un poco de lógica

UN POCO DE LÓGICA

Vale, no discutamos más: el sentido de la vida es proporcionar satisfacción a los mercados. Si ello implica devenir en sus esclavos y esclavas sexuales, ahí tienen nuestra plusvalía, que es lo más parecido a una secreción venérea. Chupen ustedes nuestras partes como se chupa la cabeza de una gamba o el culo de un centollo, arrojen las cáscaras al suelo y písenlas. Que no quede una gota de plusvalía en nuestros cuerpos. Ya saben que los jugos más recónditos son también los más sabrosos, y los más afrodisíacos, no se los pierdan. Dicho esto, tampoco estaría mal rendir algún tributo a la lógica. Dado que en los convenios colectivos posteriores a la reforma estará prohibido hablar de aumentos salariales, ¿por qué no negociar pequeñas ampliaciones de la razón? Una cosa es que nos quiten la vida y otra que nos arrebaten el juicio.

Y es que no hay quien se crea que todas las partes implicadas en la negociación busquen el modo de crear más empleo, más estable y en mejores condiciones. Alguien miente. De otro modo, a algún acuerdo habrían llegado. ¿Por qué entonces, una vez que hemos depuesto las armas, se empeñan en ocultarnos la verdad? Enloquece observar a los partidos, a los empresarios de Díaz Ferrán y a los sindicatos compitiendo en preocupación por la clase trabajadora, mientras la clase trabajadora, pese a disponer de tantos defensores, las pasa putas, con perdón. Eviten también, señores socialistas, decir lo contrario de lo que predicaban ayer, o no lo digan con el mismo énfasis, porque repugna a la razón. En cuanto a los sindicatos, lo de convocar una huelga para dentro de cuatro meses es como lo de retrasar el divorcio hasta que se mueran los hijos, para no hacerles daño. Hay muchas cosas que no encajan, en fin. Ajustarlas no nos haría menos sumisos, que es de lo que se trata, pero dormiríamos mejor.

diumenge, 13 de juny del 2010

La gente está mal

LA GENTE ESTÁ MAL

Resulta que estoy tomándome el gin tonic de media tarde en una cafetería refrigerada, cuando entra en el local un hombre con una careta de Obama en el rostro y se sienta a la mesa de al lado. El público mira y hace comentarios en voz baja. Se escucha también alguna risa contenida. Cuando el camarero se acerca, le pide una botella de agua mineral sin gas y una pajita. Pasados los primeros minutos, cada cual vuelve a lo suyo. Lo mío es observar a la gente, de modo que no dejo de vigilar al Obama de pega, que se bebe el agua con la pajita, para no tener que quitarse la careta. Me da por imaginar la posibilidad de que el individuo fuera el verdadero Obama disfrazado de sí mismo, lo que sería, curiosamente, el modo más eficaz de ocultar su personalidad. Si quieres evitar que te reconozcan, pon sobre tu cara tu careta.

Al rato, se abre la puerta, entra una mujer con una máscara de Carla Bruni y se sienta a la mesa de Obama. La mujer pide también una botella de agua, pero con gas, además de una pajita. En la cafetería cunde de nuevo el desconcierto. Pero Obama y la Bruni están tan serios, que las risas se aplacan poco a poco y al rato cada uno ha vuelto a lo suyo. Lo mío es observar y escuchar. El presidente de los EE UU y la primera dama francesa hablan en español. Ella dice que lo suyo (se refiera a lo de ellos dos) no puede continuar adelante, pues les separan demasiadas cosas. ¿Te molesta que sea negro?, pregunta él. No es eso, dice ella, me refiero a los pequeños asuntos de cada día. Por ejemplo, tú bebes agua mineral sin gas y yo con gas. Al final, las parejas fracasan por cuestiones de este tipo.

Miro alrededor, por si hubiera alguna cámara oculta, sin detectar nada extraño. Supongo que estoy asistiendo a una de esas obras de arte que se ejecutan en directo. Ponte en mi lugar, dice entonces Obama. Y tú en el mío, añade Carla Bruni. Dicho y hecho: Obama saca de debajo de la chaqueta una máscara de Carla Bruni que se coloca sobre la del presidente de los EE UU y la primera dama extrae del bolso una careta de Obama que se pone sobre la anterior.

Entonces me dirijo a ellos sugiriéndoles que se cambien también los vasos de agua y me dicen que me meta en mis asuntos. ¿Está o no está mal la gente?

dissabte, 12 de juny del 2010

Representación

REPRESENTACIÓN

La pregunta es quién manda. La respuesta es que manda el dios Mercado y su corte celestial de arcángeles financieros, beatos mercantiles y santos bursátiles. Pero quizá sea más eficaz enumerar quién no manda. No manda el Gobierno ni la oposición ni los sindicatos, es decir, ninguna de las personas que salen en los periódicos o se presentan a las elecciones. En consecuencia, tampoco mandan los ciudadanos. Unos y otros somos correas de transmisión de ese dios invisible cuya caridad nos mantiene en pie al modo en que las marionetas se sostienen gracias a los hilos de su operador. La representación, hasta ahora, era más o menos del gusto de todos. Los políticos fingían hacer política, los sindicatos fingían hacer sindicalismo, los ciudadanos fingíamos elegir a nuestros representantes…

Los dioses financieros, por su parte, fingían dormir hasta el punto de que las marionetas olvidamos los hilos que nos conducían a los concesionarios de automóviles, a los restaurantes de cuatro tenedores, a las inmobiliarias de pisos con piscina, a los prestamistas, a los notarios, a las estaciones de esquí… Creíamos que era nuestra voluntad la que nos dirigía a estos lugares. No había una sola voz que desde fuera del teatrillo nos avisara de lo que ocurría entre bastidores. Si la había, tampoco queríamos escucharla. Todos éramos cómplices de aquella locura, aunque unos más que otros, claro: los políticos, por ejemplo, que trabajaban en el corto plazo, como si la fiesta no fuera a acabar nunca.

Pero hete aquí (qué rayos significará hete aquí) que los títeres empezaron a caer como moscas a nuestro alrededor. El lunes, alguien cortaba los hilos de Juan; el martes, los de Rafael; el miércoles, los de Cristina; el jueves, los de Rosa; el viernes, tú mismo notabas que te fallaba un brazo o una pierna. ¿Qué pasa aquí?, te preguntabas, ¿dónde está el dios mercado, dónde sus arcángeles financieros, sus beatos mercantiles, sus santos bursátiles? Lo sensato, en ese momento, habría sido rebelarse, aun a costa de acabar con el teatrillo, de cargarse el tinglado, pero aquí seguimos, en plan títere, pidiendo piedad, a las bolsas. A ver si alguien, desde fuera del sistema, nos proporciona un discurso.

divendres, 11 de juny del 2010

La vigilia está rara

LA VIGILIA ESTÁ RARA

Son las nueve de la mañana. Estás despierto, y más que despierto. De hecho, llevas ya una hora sentado a la mesa, trabajando. Quizá te encuentres en el coche, o en el autobús, o en el metro. En cualquier caso, es evidente que no estás dormido ni soñando. ¿Por qué entonces las manifestaciones de la realidad parecen expresiones oníricas? La radio habla de un vertido de petróleo que se produce debajo del mar, a cientos de metros de la superficie. Mientras atiendes a los movimientos de la circulación, puedes ver dentro de tu cabeza el chorro de materia negra que se mezcla con el agua salada. Todo sucede en las profundidades, como si la caja del subconsciente se hubiera agrietado, dejando escapar sus jugos oscuros y mortales. Nada de tinta ingenua de calamar: puro veneno semisólido que pringa las aletas y las agallas de los peces, que se traga a las estrellas de mar, que invade luego las playas en forma de galletas que semejan las huellas de un crimen. ¿Por qué, si es real, parece un sueño?

Cambias de emisora, o pasas la página del periódico, y te enteras de que en Ciudad Real hay un aeropuerto fantasma. Tiene todo lo que debe tener un aeropuerto (pistas, tiendas, cafeterías, aseos), excepto lo más importante: el tráfico. Ningún avión aterriza o despega de él. Ningún pasajero factura en sus mostradores. Nadie espera a nadie en Llegadas ni despide a nadie en Salidas. Las limpiadoras de una contrata acuden cada día a trabajar y repasan el polvo improbable de los muebles y la suciedad quimérica del suelo. Aunque se emplearon en su construcción materiales reales (cemento, acero, madera, alquitrán, mármol), el resultado final parece también un sueño.

¿Seguimos? No hay más que pasar otra página del periódico o escuchar las noticias de la radio. En Madrid, alguien gastó un millón de euros en colocar la primera piedra de una supuesta Ciudad de la Justicia que nunca verá la luz. Puedes distinguir a los políticos inaugurando esas instalaciones fantasmales. Se mueven, ríen y se felicitan como en las pesadillas. Y sin embargo hace ya dos o tres horas que te afeitaste, que saliste de la ducha, que te anudaste la corbata. ¿Por qué entonces los sueños, como el dinosaurio de Monterroso, continúan ahí?

Vampiros

VAMPIROS

Me compré un cuaderno de los de tapa dura y lomo de piel, para escribir un libro de poemas. Luego resultó que los poemas solo me salían si los escribía en papeles sucios. Y aunque eran excelentes, lo juro, se convertían en malos al pasarlos a limpio en el cuaderno especial de tapa dura y lomo de piel, como si los poemas no fueran partidarios de aquella forma de desclasamiento. Tu mundo, me decían, está en los cuadernos baratos, en el papel higiénico o de cocina, en los folios usados, en las libretas escolares... Escribí un libro de poemas en un cuaderno de contabilidad, utilizando solo la zona del "Debe". Y era perfecto, créanme. Se lo entregué al editor, que decidió hacer una tirada corta, para bibliófilos. Pero una vez publicados resultaron defectuosos, como si los hubiera escrito en el "Haber". Mis poemas solo eran buenos mientras permanecían en papeles manchados. Solo eran buenos a condición de no existir. Eso me desanimó, pero no dejé de escribirlos. Tengo miles de ellos. No puedo demostrar que son geniales porque se deterioran apenas los enseño. Continúo comprando cuadernos caros, de los que venden en las tiendas de los museos y en las papelerías de lujo. Todos ellos permanecen vírgenes, esperando un conjunto de poemas imposibles.

Una vez al mes, para provocarme, ovulan y sangran y están tristes como un útero vacío. Soy un poeta genial indemostrable. Escribo poemas sucios en las esquinas de las páginas de los periódicos, en los pañuelos de papel usados, en los espacios libres de las cajas de paracetamol o codeína, en los lunes y martes de todas las agendas, en el reverso de las multas de tráfico y de las recetas del médico, incluso en la palma de la mano, y en la muñeca, a la altura por la que otros se abren las venas. Pero si alguien los lee, se vuelven malos, al modo en que la luz destruye a los vampiros.

dimarts, 8 de juny del 2010

Ya son las doce

YA SON LAS DOCE

Dos empresarios y los sindicatos llevan dos años negociando la reforma laboral. El Constitucional, cuatro tratando de decidir sobre el Estatut. Hay ayudas relacionadas con la Ley de la Dependencia que llegan cuando el dependiente ha fallecido. Si vas a urgencias con un esguince, puedes pasar 24 horas haciendo solitarios. Si llegas muerto, lo mismo tardan un mes en hacerte la autopsia, que también en esto hay listas de espera. Las probabilidades de que un avión salga con puntualidad son tan remotas como las de que nos toque la lotería. Y así de forma sucesiva. Sin embargo, todo el mundo dice que vivimos en un mundo en el que las cosas van demasiado deprisa. Irán demasiado deprisa las innecesarias, porque las ineludibles se desperezan como tortugas al sol. A mi barrio, por ejemplo, llegó el metro cuando llevábamos 15 años esperándolo. La mayoría de los que lucharon por él murieron sin verlo. Recuerdo que la asociación de vecinos hizo una boca de metro falsa frente a la que nos manifestábamos mientras esperábamos el autobús, que jamás llegaba cuando debía. No es todo: pida usted hora para sacarse el DNI electrónico: se la darán con un mes. Haga un escrito de reclamación a Hacienda: tardarán, con suerte, un año en responderle. Etcétera.

La idea de que vamos corriendo a todas partes es un mito. Vamos pisando huevos. Cuando al Constitucional se le preguntó si no sería sensato, después de cuatro años de trabajo, declararse incompetente en el asunto del Estatut, el alto tribunal respondió con una afirmación de competencia que le dejaba a uno anonadado. Pues si son competentes y no lo sacan adelante, les ocurrirá otra cosa que no nos atrevemos a mencionar. La patronal y los sindicatos deberían ser competentes para llevar a cabo una reforma laboral, y seguramente ellos creen que lo son. Pero dos años sentados a la mesa de negociación son demasiados. Si fueran sensatos, se declararían incompetentes. Al final, va a ser el Gobierno el que les haga el trabajo sucio a unos y a otros, que continuarán sus rituales lentos hasta que se jubilen. ¿Quién se habrá inventado lo de la sociedad del agobio? Escribo estas líneas en una notaría en la que me han citado a las diez, pero ya son las doce.

divendres, 4 de juny del 2010

Fin de fiesta

FIN DE FIESTA

A ver si lo hemos entendido bien: tenemos, como reino y como individuos, una deuda que nuestros acreedores desconfían de cobrar. Es cierto que nos prestaron el dinero sin exigir garantías, como si buscaran, justamente, lo que está sucediendo, pero eso ahora no importa. Lo que importa es que los prestamistas, preocupados de súbito por nuestra insolvencia, envían a sus matones financieros con el siguiente mensaje: reduzcan, para pagar lo que nos deben, su nivel de vida o les rompemos las piernas. Como ya hemos visto otros países con las piernas rotas, y resulta un espectáculo sobrecogedor, obedecemos sin rechistar, y a toda prisa. Menos medicinas, menos enseñanza, menos justicia, menos cheques bebés, menos leyes de dependencia, menos autopistas, menos trenes, menos pensiones, menos salario, menos indemnizaciones por despido, menos salir a cenar, menos alegrías.

Pero al ejecutar la operación advertimos con espanto que la reducción del nivel de vida que nos exigen provoca menos trabajo, menos crecimiento, menos ingresos y, por tanto, más déficit, es decir, más deuda y más dificultades para hacernos cargo de ella como personas responsables. La situación es idéntica a una de esas pesadillas en las que corres sin avanzar, caes sin caer, subes las escaleras sin llegar nunca a la azotea o, peor aún, descubriendo que la ascensión conducía al sótano. Parece que lo que buscan a toda costa nuestros prestamistas es una coartada para rompernos las piernas. La economía es una disciplina complicada, y cruel. Personalmente, no la entiendo, pero tampoco escucho nada inteligible a los expertos. ¿Dónde empezó todo? ¿Es rentable el negocio de la ruptura de piernas? ¿Quién nos ha entrampado de esta forma? ¿Sabían los políticos que nos han gobernado durante los últimos 20 años que la fiesta terminaría de este modo?