NO RECUERDO QUÉ
Acció Solidaria, ONG a la que pertenecen los recién liberados Roque Pascual y Albert Vilalta, abrió, con motivo de la vuelta a casa de los secuestrados, una botella de cava guardada el día mismo del secuestro. He ahí un detalle lateral enormemente interesante desde el punto de vista narrativo. Ahora que sus vidas no corren peligro (¡enhorabuena!), podemos permitirnos el lujo de especular literariamente con la historia de esa botella de cava.
Para empezar, supondremos que se guardaba en una nevera de las oficinas de la ONG. Alguien, en fin, podría haberla abierto por error, provocando de este modo la mala suerte. Conviene señalar que el gesto de guardarla para cuando los prisioneros fueran liberados era de carácter supersticioso. Algunos directores de cine ponen a enfriar una botella de vino cuando comienzan a rodar una nueva película. Confían, de ese modo, en que el éxito pique, como si el éxito fuera un pez y el vino su cebo. Sabemos que si las expectativas se cumplen, la botella se abre. ¿Qué ocurre cuando la película es un fracaso? ¿Dónde va a parar esa botella? ¿Quién se la bebe? ¿Cuándo? ¿Con qué estado de ánimo?
¿Qué habría hecho Acció Solidaria con esa botella si los secuestrados no hubieran vuelto a casa? ¿Habrían arrojado su contenido al retrete? ¿La habrían ignorado durante el resto de sus vidas, fingiendo no verla cada vez que abrían la nevera? ¿Se la habría bebido con su novia, muchos lustros después, un joven becario de la ONG ignorante de su historia? ¿Les habría sabido bien o mal? ¡Cuántas cosas raras podrían haber ocurrido con aquel cava de haber terminado las cosas de otro modo!
Hace tiempo, un amigo escritor me invitó a cenar en su casa. Descorchó, precisamente, una botella de tinto que había comprado al terminar su primer libro, con idea de abrirla para celebrar su publicación. El libro fue rechazado por todas las editoriales y la botella vagó durante años de mueble en mueble, soportando varias mudanzas. Estábamos descorchando, por decirlo así, el alcohol del fracaso, que bebimos a la salud de Cervantes, que en paz descanse. Sorprendentemente, el vino estaba estupendo, era un éxito. Nos hizo gracia aquella contradicción. Nos dio también qué pensar. Pero ahora no recuerdo qué.
Acció Solidaria, ONG a la que pertenecen los recién liberados Roque Pascual y Albert Vilalta, abrió, con motivo de la vuelta a casa de los secuestrados, una botella de cava guardada el día mismo del secuestro. He ahí un detalle lateral enormemente interesante desde el punto de vista narrativo. Ahora que sus vidas no corren peligro (¡enhorabuena!), podemos permitirnos el lujo de especular literariamente con la historia de esa botella de cava.
Para empezar, supondremos que se guardaba en una nevera de las oficinas de la ONG. Alguien, en fin, podría haberla abierto por error, provocando de este modo la mala suerte. Conviene señalar que el gesto de guardarla para cuando los prisioneros fueran liberados era de carácter supersticioso. Algunos directores de cine ponen a enfriar una botella de vino cuando comienzan a rodar una nueva película. Confían, de ese modo, en que el éxito pique, como si el éxito fuera un pez y el vino su cebo. Sabemos que si las expectativas se cumplen, la botella se abre. ¿Qué ocurre cuando la película es un fracaso? ¿Dónde va a parar esa botella? ¿Quién se la bebe? ¿Cuándo? ¿Con qué estado de ánimo?
¿Qué habría hecho Acció Solidaria con esa botella si los secuestrados no hubieran vuelto a casa? ¿Habrían arrojado su contenido al retrete? ¿La habrían ignorado durante el resto de sus vidas, fingiendo no verla cada vez que abrían la nevera? ¿Se la habría bebido con su novia, muchos lustros después, un joven becario de la ONG ignorante de su historia? ¿Les habría sabido bien o mal? ¡Cuántas cosas raras podrían haber ocurrido con aquel cava de haber terminado las cosas de otro modo!
Hace tiempo, un amigo escritor me invitó a cenar en su casa. Descorchó, precisamente, una botella de tinto que había comprado al terminar su primer libro, con idea de abrirla para celebrar su publicación. El libro fue rechazado por todas las editoriales y la botella vagó durante años de mueble en mueble, soportando varias mudanzas. Estábamos descorchando, por decirlo así, el alcohol del fracaso, que bebimos a la salud de Cervantes, que en paz descanse. Sorprendentemente, el vino estaba estupendo, era un éxito. Nos hizo gracia aquella contradicción. Nos dio también qué pensar. Pero ahora no recuerdo qué.
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