TRADUCE ESTA PAGINA

Visites

Contadores Gratis
Contadores Web
contadores de visitas

dimecres, 29 d’abril del 2009

Mentiras científicas

MENTIRAS CIENTÍFICAS

Había usted reflexionado en alguna ocasión sobre la velocidad de las caricias? ¿Se había preguntado si su mano, al mimar a alguien, iba a cinco o a diez kilómetros por hora? ¿Recibió durante su vida una caricia veloz de la que sin embargo tenga un recuerdo lento? Decimos todo esto porque unos científicos de la empresa Unilever y de la Universidad de Carolina del Norte (EE UU) han llegado a la conclusión de que la mano acariciante, para proporcionar placer, debe recorrer la zona acariciada a no menos de uno ni a más de diez centímetros por segundo. Tal es la horquilla del placer. Pues mienten. Pertenezco a una generación en la que acariciar estaba prohibido, por lo que había que hacerlo a todo tren, corriendo, visto y no visto. Acariciabas o eras acariciado en un pestañeo. A veces, los besos duraban menos que un suspiro, casi eran amagos de besos nada más. Y, pese a ello, todavía están en nuestra memoria, en nuestra piel, en nuestra biografía. Las caricias de diez centímetros por segundo (no digamos las más lentas) constituían una rareza que sucedía en otra dimensión, en otro mundo.

De todos modos, he aislado diez centímetros de una zona de mi piel y sobre ella he efectuado varias pruebas. Todas arrojaban resultados dispares, que en todo caso contradecían las conclusiones científicas citadas más arriba, sobre todo cuando acariciaba con un objeto, en vez de con la mano. ¿Han acariciado ustedes a alguien con una cuchilla de afeitar, por ejemplo? ¿Han sido acariciados por el borde de una cuartilla con la lista de la compra?

Hay caricias que proporcionan placer antes de que se produzcan, incluso sin llegar a producirse, y hay caricias que aun a la velocidad canónica de cinco centímetros por segundo dan asco. La caricia está dentro de la cabeza, amigos. Dediquen sus energías al estudio de prácticas en las que las emociones tengan menos protagonismo y comprenderán que donde hay emoción, aunque no haya caricia, hay caricia, mientras que donde falta la emoción no hay caricia aunque la haya, y a los kilómetros por segundo que ustedes quieran. Buf.

dilluns, 27 d’abril del 2009

Obama es un impostor

OBAMA ES UN IMPOSTOR

Uno. Fraga está convencido de que si sus padres no hubieran regresado de Cuba, adonde emigraron de jóvenes, él podría haber sido Fidel Castro. Lo sabíamos. También sabíamos que si sus progenitores hubieran emigrado al Vaticano, podría haber sido Ratzinger; que si a Italia, Mussolini; que si a Alemania, Hitler; que si a Chile, Pinochet; que si a Argentina, Videla, y así de forma sucesiva. Quedándose en España, vaya por Dios, sólo pudo ser Fraga Iribarne, lo que es una mierda comparado con las posibilidades anteriores.

Dos. No dejo de darle vueltas al proceso mental por el que Fraga ha alcanzado la conclusión de que le faltó el canto de un duro para ser Fidel Castro. Un primo de mi padre aseguraba que si hubiera sido francés, habría llegado a presidente de Francia. Lo decía con tal convicción y tan a menudo que toda la familia acabó aceptándolo como una verdad incontrovertible (qué rayos querrá decir incontrovertible). Hablábamos de él con la pena con la que se habla de una carrera frustrada por el azar.

—Qué pena lo de Rodrigo, que no llegó a presidente de Francia por haber nacido aquí en lugar de allí.

Tres. El primo de mi padre era representante de productos de droguería. Ganó mucho dinero cuando en España se dio el salto higiénico que puso de moda las escobillas de váter. Él lo vio venir. Adivinó que llegaría un momento en el que no habría retrete sin escobilla y se puso a fabricarlas, al principio de forma artesanal, cerda a cerda, más tarde en serie. Pero el dinero no le hizo feliz. Tampoco a su mujer, que habiendo estado a punto de ser primera dama del país vecino tuvo que resignarse a ser la esposa de un vendedor de escobillas de váter español. Cuando el primo de mi padre murió, en el velatorio no se hablaba de otra cosa:

—Pobre Rodrigo, que habiendo podido ser presidente de Francia fíjate en lo que acabó.

A mí todo aquello me parecía una locura que jamás me atreví a discutir con nadie, pues en la familia constituía un dogma de fe que éramos parientes de un tipo con una mala suerte política que no se merecía (ni nos merecíamos). Y no acaba ahí la cosa, porque cuando el hijo mayor de este primo de mi padre perdió el brazo derecho a los 20 años en un accidente de automóvil, empezamos a decir que de no haber sido por ese desgraciado accidente podría haber sido Santana (unas veces decíamos Santana y otras Orantes, ahora no caigo). Tantas veces se dijo ese disparate, y con tal convicción, que el chico acabó interiorizándolo, de modo que en las reuniones navideñas siempre hablaba de la frustración que suponía para él no haber sido tenista. Huelga decir que jamás había jugado al tenis ni había demostrado interés alguno por este deporte.

Cuatro. Hace años, en un taller de escritura creativa, tuve un alumno convencido de que si hubiera nacido en América, sería Bukowski. El pobre chico estaba menos dotado para la escritura que un manco para el tenis, pero él se cagaba en todo por no haber nacido en el sitio adecuado. Venía a clase bebido, con una botella de ginebra metida dentro de una bolsa de papel, y a veces vomitaba sobre el pupitre, pero jamás escribió una línea de los ejercicios que le propuse.

—¿Para qué? –decía–. ¿Quién va a entender a Bukowski en este país de ignorantes?

Total, que el pobre chico se tuvo que conformar con ser Pedro Gómez García, no sé si en ese orden (quizá era Pedro García Gómez), del mismo modo que Fraga Iribarne se resignó a ser Fraga Iribarne pudiendo haber sido Fidel Castro.

Cinco. Los cubanos no han tenido mucha suerte en la vida, para qué vamos a decir lo contrario. Pero estamos por asegurar que con Fraga haciendo de Fidel les habría ido peor que con Fidel haciendo de sí mismo. Además, todavía no sabemos cuál de los dos será más longevo. Puedo también asegurar que a los lectores norteamericanos les ha ido mejor con el Bukowski conocido que con el que me tocó a mí de alumno durante aquel aciago curso.

Seis. Ahora mismo, el mundo está lleno de negros que no comprenden por qué no les ha tocado a ellos ser Obama, que ni siquiera es negro del todo. Ya he conocido a uno, que vive aquí al lado, a dos pasos de casa, y con el que coincido en el quiosco del periódico. Cada vez que le hablo de Obama se pone fuera de sí. Le parece un impostor que sólo es Obama porque estuvo en el sitio adecuado en el momento adecuado, o sea, por casualidad. El mundo está lleno de gente que no fue otra cosa de milagro. Huyan ustedes de ellos, que tienen más peligro que Fraga. De nada.


Interviu 1722

Prácticas carcelarias

PRÁCTICAS CARCELARIAS

¿De dónde salta uno cuando salta desde la ventana de un quinto piso? Esta es la pregunta: ¿desde dónde se arroja la gente? Hace poco, una cría de 14 años se tiró de un coche en marcha cuando era trasladada a un centro de menores. Se mató, claro. Tuvieron que velarla con el rostro tapado porque se lo había destrozado en la caída. Intenta uno meterse en la cabeza de esa chica y se desespera. ¿Se tiró en realidad desde el automóvil? Si uno pudiera arrojarse desde sí mismo con la facilidad con la que se arroja desde un ático, estaría la calle repleta de yoes. A veces trato de imaginar que es posible subir hasta la cabeza del propio cuerpo y saltar al vacío desde los orificios de las narices, o de las orejas, o de los ojos, de manera que el cuerpo quedara intacto, pero que tú quedaras aplastado sobre la calzada.

Pero no hay manera de matarse a medias. O te suicidas con el cuerpo o no te suicidas. El yo es listo (el superyo más), y se ha pegado a la carne de tal modo que no se pueden separar. No hay forma de arrancar el yo sin hacer un agujero en el organismo como no hay forma de separar la cara de la cruz. No hay muertos en vida. Por deprimido que te encuentres, el yo está ahí, acechando, defendiéndose, manifestándose. El yo necesita yoyear como las pistolas necesitan disparar. Si hay pistolas, hay muertos. Si hay cuerpos, hay yo. ¿Desde dónde salta el yo cuando se arroja al vacío desde una torre? ¿Es posible que todo remita a algo, que todo sea representación de algo?

Cuando el crack del 29, los millonarios de arrojaban al vacío desde la parte superior de los rascacielos. En la medida en que el rascacielos es un símbolo fálico, podríamos decir que saltaban desde el extremo más alto de su pene. Eso es gracioso, mire usted. Hay personas que se suicidan desde su sexo y hay personas que se suicidan desde su mente. No sabemos cuál de los dos suicidios es más intelectual (las apariencias engañan). El correccional al que llevaban a la cría citada más arriba había sido denunciado por el Defensor del Pueblo por sus malas prácticas. Quizá la chica saltó en apariencia desde el coche y en la realidad desde una práctica carcelaria. Qué raro. Y qué liberador.

divendres, 24 d’abril del 2009

Discúlpese usted

DISCÚLPESE USTED

Hay individuos a los que les ha llegado la crisis a la cabeza, pero no al bolsillo, e individuos a los que les ha llegado al bolsillo, pero no a la cabeza. Cuando uno de los del primer grupo come con uno de los del segundo, paga indefectiblemente el del segundo, o sea, el que está mal de dinero pero bien de ánimos, lo que se traduce en que el endeudado se endeuda más, contribuyendo a que suban los índices de morosidad, mientras que el que podría hacer circular un dinero oxigenado lo retiene en la cuenta corriente, colaborando al empeoramiento del catarro o estreñimiento económico del que somos víctimas. La economía es muy complicada; cuando el dinero dice que no sale, es que no sale, por más laxantes que le apliques.

La injusticia señalada anteriormente (que invite a comer el que menos tiene), trasladada al cuerpo social, se aprecia en el hecho de que siendo ésta una crisis de derechas, quien está pagando el pato es la izquierda; siendo una crisis provocada por el capital, está sufriendo sus consecuencias el trabajador; siendo una crisis inducida por los malos, se está llevando por delante a los buenos. Dado, además, que hay un tercer grupo, no citado al principio, entre los que se encuentran aquellos individuos (mayormente de izquierdas) a los que la crisis ha llegado de forma simultánea a la cabeza y al bolsillo, podríamos decir que el estado psicológico de la progresía es preocupante.

En otras palabras, que si el Gobierno socialista no se atreve a aplicar las recetas que aplicaría un Gobierno socialista, la debacle electoral está garantizada, pues mucha gente empieza a pensar que si vamos a salir de la crisis con soluciones de derechas, sería mejor que las aplicara el PP, que tiene experiencia y carece de escrúpulos. Entre tanto, si a usted le invita a comer su jefe, discúlpese. Seguro que le toca pagar.

Lecciones de sensibilidad

LECCIONES DE SENSIBILIDAD

¿Ha aparecido o no ha aparecido un nuevo modelo de hombre? Ha aparecido, está en Valencia y se llama Francisco Camps. Él (junto a El Bigotes) es el que esperábamos y está aquí entre nosotros, señalándonos el camino, demostrándonos que se puede ser tierno sin dejar de ser hombre. El diálogo entre El Bigotes y Camps marca un punto de inflexión en la historia del machismo, quizá señala su final. «Amiguito del alma», llama el presidente de la Comunidad Valenciana a El Bigotes. Amiguito del alma, no me canso de repetirlo. ¿Cuándo un tío se ha atrevido a llamar así a otro tío? Nunca, como si los hombres no tuviéramos amiguitos del alma, como si careciéramos de sentimientos o no nos atreviéramos a mostrarlos. ¿Y qué le dice el otro? «Que te sigo queriendo mucho». Dos hombres hechos y derechos intercambiándose ternuras que ayer mismo nos habrían parecido cosa de nenazas.

¿Es una revolución o no es una revolución? Y yo también te quiero, responde Camps con una pasión inconcebible, para añadir: «Tenía que haberte llamado, te quería haber llamado para contarte todo, cómo fue, para hablar de lo nuestro, para decirte que tienes un amigo maravilloso, Romero, y que el otro es un tipo excepcional…». Es decir, que hablan de terceras personas, también hombres, con los que se reúnen para intercambiar confidencias, intimidades (cositas, cabría decir para no romper el encanto) sin miedo al qué dirán. Está bien que nos quejemos de las muestras de machismo, que todavía se dan y en mayor número del deseable, pero también deberíamos alegrarnos públicamente de estos otros gestos que inauguran una sensibilidad diferente.

El hecho de que la conversación se produzca entre un político sobre el que pesan gravísimas imputaciones y un supuesto gángster, lejos de quitarle valor, lo aumenta. Es precisamente en los bajos fondos de la sociedad donde más muestras de sexismo se dan y donde, por tanto, más necesario resulta también el cambio. No tenemos, pues, más que motivos de alegría y de reconocimiento para estos dos hombretones que nos han dado una lección de sensibilidad, de ternura, de sentimentalismo, que pasará a la historia de la relación entre los tíos. Gracias.

dimecres, 22 d’abril del 2009

Lo tienen crudo

LO TIENEN CRUDO

ETA está más infiltrada que un queso de gruyer. Los jefes de la banda desconfían de los militantes y los militantes de los jefes. Jurdan Martitegui, el último mandamás detenido cuando acudía a una cita con alguien a quien iba a enseñar a preparar una tartera, tomó sin duda mil precauciones antes de llegar al lugar del encuentro (un cementerio, qué premonitorio) que no le sirvieron de nada porque seguramente el infiltrado, sin saberlo, era él. ¿Se puede ser un infiltrado sin saberlo? Perfectamente. Todas las organizaciones criminales caen por esta causa. Cuando en una banda no hay forma de distinguir a los partidarios de los no partidarios, caput, se acabó, mejor volver a casa, si la tienes, o solicitar el indulto. Hay una tercera posibilidad: la de desaparecer en la niebla si la niebla no te rechaza, que es muy suya.

No sabemos cuántos militantes tiene ETA en estos momentos, pero es posible que más de la mitad sean topos. El topo actúa al modo de la carcoma: cuando ves un agujero, el interior ya está repleto de galerías, o sea, podrido. El proceso resulta apasionante por su carga metafórica. El problema no es ya que un militante acérrimo (qué rayos querrá decir acérrimo) se convierta sin saberlo (como Jurdan Martitegui) en un confidente. El problema es cuando el confidente deja de tener conciencia de serlo. Entre los que proceden conscientemente de la confidencia y los que se dirigen inconscientemente a ella, se produce una ensalada ideológica muy parecida al Apocalipsis. ETA se encuentra en un Apocalipsis tal que ni siquiera sabe cómo rendirse, ni a quién. Entre tanto, Josu Ternera, del que no sabemos si va o viene, permanece a la espera, o a la escucha, ignoramos en qué lado de la raya (de cocaína).

Filtraciones e infiltraciones. He aquí los dos grandes asuntos de nuestra época. Si filtrar es hacer pasar un fluido por un filtro, infiltrar sería introducir suavemente un líquido entre los poros de un sólido. Lo que estamos haciendo con ETA es infiltrarla suavemente, de manera que el líquido llegue a formar parte del sólido hasta el punto de que no se pueda separar una cosa de otra ni centrifugándola. Así que cuando se detiene a alguien, el detenido no sabe si es sólido o líquido. Lo tienen crudo.

dilluns, 20 d’abril del 2009

Forenses turcos

FORENSES TURCOS

Uno. Corín Tellado representó el triunfo de la cantidad. Cuatro mil novelas, aunque sean malas, son cuatro mil novelas, mire usted.

Si sólo hubiera escrito diez (sus diez mejores, en el caso de que entre toda su obra haya diez novelas mejores), habría pasado sin pena ni gloria. Los periódicos, no sabiendo cómo enterrarla, se refirieron a ella como la “reina de la novela rosa”. Podrían haber dicho la “reina de la novela mala”, pero les pareció que no quedaba bien para un obituario. Se equivocaban: pasar a la historia como el peor de los novelistas de una época es un modo de éxito, un éxito al revés si ustedes quieren, pero los éxitos al derecho son, sin excepción, una mierda. Vi en la tele a varios escritores asegurando que era la mejor en su género, pero nadie les preguntó a qué género se referían, por si contestaban que al género malo. Raúl del Pozo señaló con acierto en El Mundo que la escritora asturiana sólo entró en las páginas de cultura de la prensa al fallecer. Y ella sin enterarse de este ascenso. Perra vida.

Dos. La hiperactividad gubernamental busca imagen y resultados, quizá por este orden. Está bien si no se pasan de rosca: a este ritmo, la gobernación podría quedárseles pequeña, lo que les llevaría a hacer también de oposición (de oposición a sí mismos, lógicamente). Hago esta reflexión al contemplar una foto de Trinidad Jiménez consolando a un dependiente que no se ha beneficiado de la Ley de Dependencia. La nueva ministra reconoce que hay muchos como él. Lo que decíamos: empiezan a oponerse a sí mismos. José Blanco roza, en alguna de las trescientas entrevistas que ha concedido estos días, tal peligro, pero logra frenar a tiempo. Enhorabuena. No es necesario que lean las entrevistas: todas sus respuestas son previsibles.

Tres. El perro de Obama es un regalo de los Kennedy, lo que no sabemos si lo convierte en un perro demócrata. A simple vista, tiene maneras de republicano. Lo importante es que su pelo, por razones que ignoramos, no produce alergia. Resulta llamativa esta tradición de que en la Casa Blanca tenga que haber un perro de compañía, como si los presidentes se sintieran solos. Más llamativo resulta aún que tenga que ser un perro de raza, un señorito, un imbécil en suma. No lo digo por insultar a los perros, que no tienen la culpa de su imbecilidad. Lo que pasa es que la endogamia acaba volviéndolos tontos. Uno de aquellos perros locos de Bush mordía a los periodistas en los tobillos y ellos tenían que reírle la gracia, a ver qué iban a hacer: mandaba más que muchos hombres, más que usted y que yo, por ejemplo.

Cuatro. Dando vueltas por internet tropiezo con unas fotos en las que aparece la princesa Letizia con sus hijas, Leonor y Sofía, en una misa (la de Pascua, creo), a la que asistió toda la familia real. El Rey no tiene ninguna obligación de creer en Dios. Podría ser ateo (y quizá lo sea), pero los Jefes de Estado tienen, por algún motivo ancestral, la obligación de creer o de fingir que creen. Seguramente no hay en la actualidad ningún jefe de Estado ateo, o que lo confiese. Ahora dicen que Dios es un asunto de redes cerebrales o algo así. O sea, que lo llevamos dentro, en la cabeza, como las obsesiones. Pues nada, que sigan yendo a misa. Yo, por mi parte, no tengo ningún inconveniente en declararme ateo.

Cinco. Lo de los forenses turcos va a traer cola y, si no, al tiempo. El término forense, a secas, resulta sobrecogedor, pero si le añades el adjetivo turco, ni te digo. El general Navarro, de quien los forenses turcos dedujeron que estaba borracho sin necesidad de hacerle la autopsia (sólo por el aliento y por el modo en que arrastraba las palabras), no ha dicho esta boca es mía, pero los forenses turcos están dispuestos a declarar en el juicio del Yak 42. A ver qué pasa, ya va siendo hora de que ocurra algo, porque las pruebas de que lo que hizo allí la gente de Trillo fue una barbaridad (además de una inmoralidad) crecen a un ritmo atosigante.

Seis. No sabemos si las cantidades ingentes de obra pública que Fomento va a poner en marcha son para combatir la crisis o para hacer tiempo mientras pasa. En otras palabras, no tenemos ni idea de si están pensadas para sofocar el síntoma o el origen del síntoma. Mucho nos tenemos que los orígenes del síntoma no estén aún lo suficientemente claros. No nos parece mal que se combata el síntoma (yo mismo, cuando tengo insomnio, me trago una pastilla). El problema es que las obras públicas, como los somníferos, provocan tolerancia y adicción. O sea, que cada vez se necesitan más y en menos tiempo. Personalmente, no he logrado averiguar a qué responde mi insomnio, que parece tener un fundamento psicológico, como la crisis de las narices.


Interviu 1721

Espejismos científicos

ESPEJISMOS CIENTÍFICOS

Nunca he entendido el interés de algunas disciplinas por formar parte del corpus científico, como si esa pertenencia produjera enormes beneficios o garantizara certidumbres esenciales. A Freud, por ejemplo, no le bastó con descubrir el inconsciente ni con escribir La interpretación de los sueños (entre otras obras geniales). Quería a toda costa, a cualquier precio, que la teoría por él formulada fuera aceptada socialmente como una ciencia. Quizá el pánico a no ser reconocido en este terreno fue lo que le llevó a romper con Jung. Él mismo, en uno de sus escritos, y al comprobar la relación evidente entre psicoanálisis y literatura, expresó este temor de pasar a la historia más como un constructor de mitos que de teorías.

Pues bien, la economía es una ciencia, nadie, nunca, lo ha puesto en duda (tampoco ahora, sorprendentemente). Se estudia como tal en todo el mundo, y los profesores que la imparten llevan barba (real o metafórica) y gafas (reales o metafóricas) y son invitados a dar conferencias en todas las cátedras y a hablar en todas las tertulias. Más aún: cada año, un economista recibe el premio Nobel, que cubre todos los campos del saber, excepto (si no me equivoco) el de la psicología. No hay premio Nobel de psicología ni de psicoanálisis, vaya por Dios.

Se supone que uno de los rasgos específicos de las ciencias es su capacidad para predecir acontecimientos futuros partiendo del estudio de los actuales. No parece sin embargo que la ciencia económica reúna esta condición. ¿Cómo, si no, habríamos llegado a la situación actual? Ningún economista es capaz, por el momento, de predecir cuándo o de qué modo saldremos a flote. El otro día, en la radio, dos economistas de prestigio, manejando idénticos datos objetivos, llegaban a conclusiones absolutamente dispares acerca del fin de la crisis. ¿Dónde está la capacidad de predicción? Yo se lo diré: en la literatura, que llevaba años anticipando, desde la intuición, lo que ahora ocurre. No deja de ser curioso, de otro lado, que muchos temperamentos sesudos recurran ahora a la psicología para explicar lo sucedido. La ciencia, en fin, tiene mucho de espejismo.

divendres, 17 d’abril del 2009

Un peligro

UN PELIGRO

Juan José Imbroda, presidente de Melilla, se ha encadenado sentimentalmente a una estatua de Franco gritando que no se la lleven o que, si no hubiera otro remedio, la trasladen a un museo (¿al de los horrores?), a un acuartelamiento, a una academia, no sé, a algún sitio donde se encuentre a gusto y pueda realizarse como estatua, ya que la pobre no aspira a otra cosa. La dichosa estatua es la única del Caudillo que queda en España, donde llegó a haber centenares o miles, pues se reproducían como ratas. Cuarenta años a ese ritmo reproductivo dan mucho de sí, tanto que se necesitaron otros treinta para exterminar la plaga, que incluía todas las variedades, desde la ecuestre (donde el animal era el que estaba encima), a la sedente, la propia o la oferente. La riqueza afectaba asimismo a los materiales, pues se usó de forma indistinta la piedra, el bronce o el hierro. En Santander había hasta hace poco una esculpida enteramente en caca de paloma.

Las imágenes fueron desapareciendo poco a poco porque a la gente le daba como apuro rendir homenaje a un asesino del calibre del Generalísimo. Eso lo comprende hasta Imbroda, militante del PP (partido que todavía no ha condenado la dictadura), y por eso mismo, porque lo comprende, ha argumentado que la estatua de Franco a la que él permanece sentimentalmente encadenado corresponde a su etapa de comandante, en la que aún no mataba tanto como cuando lo ascendieron a general.

Es listo este Imbroda, no me digan que no. Viene a ser como si repudiáramos al Hitler adulto, pero siguiéramos encariñados con el bebé. ¿A quién hizo daño aquel rorro mofletudo? ¿A quién molestó el pequeño Jack el Destripador? Sólo apreciamos en esta maniobra retórica un peligro: que en las ciudades donde gobierna el PP se empiecen a levantar, con tal coartada, estatuas de Franco de primera comunión.

Maticen ustedes, por favor

MATICEN USTEDES, POR FAVOR

De «salida laboral» calificó Convergencia Democrática la aceptación, por parte de Ignasi Guardans, de la dirección del Instituto de las Artes Cinematográficas. La expresión, en el contexto en el que fue pronunciada, poseía una evidente carga peyorativa. Parecía, de un lado, como si Ignasi Guardans (militante, por cierto, de ese partido) hubiera aceptado el encargo de Ángeles González-Sinde porque necesitaba ganarse la vida, pero parecía sobre todo que el hecho de trabajar para ganarse la vida fuera, desde el punto de vista de los dirigentes de su propia formación política, una vergüenza digna de menosprecio. Guardans quedaba reducido de este modo a la figura de un menesteroso necesitado de un salario para salir adelante.

En el momento de escribir estas líneas nadie ha rectificado esa expresión de señorito franquista de toda la vida. Es posible, no sé, que los dirigentes de Convergencia Democrática pertenezcan a esa clase de ricos a los que el hecho de trabajar les parezca humillante, pero deberían ocultarlo, coño, sobre todo en estos momentos tan difíciles para el proletariado. Desconozco la situación personal de Ignasi Guardans, no sé si es rico, pobre o mediopensionista. Pero si fuera lo que parece, es decir, un tipo de clase media que ha de buscar una salida laboral cuando se queda sin trabajo, me parecería perfecto. Es lo que llevo haciendo yo toda la vida, buscando entradas o salidas laborales con las que ir tirando. Si además de proporcionarme un salario, el trabajo que me ofrecen me gusta, miel sobre hojuelas.

Todo parece indicar que a Guardans, por su biografía, le viene como anillo al dedo la dirección general de la que se ha hecho cargo. Desarrollará un trabajo que le apasiona por el que recibirá un salario que le permitirá vivir bajo techo y salir a cenar los sábados. No acaba uno de ver lo que hay de malo en todo esto. No entiende uno por qué ese tono de desprecio. Quizá les da pena que no sea un rentista, que no obedezca a la caricatura del señorito andaluz de toda la vida. Lo curioso es que Convergencia Democrática es un partido catalanista. En fin, en fin, qué lío. A ver si matizan y nos enteramos de lo que quisieron decir.

dimecres, 15 d’abril del 2009

Percebes y palabras

PERCEBES Y PALABRAS

Cuando yo empecé a escribir para la prensa, me encargaban los artículos por folios. Envíame cuatro folios sobre la bombona de butano, o tres folios sobre los braseros de carbón, decía el redactor jefe. Y uno se sentaba a la mesa y aporreaba la máquina de escribir hasta llegar el tercer folio, o hasta el cuarto, según la demanda. Te pagaban también por folios, claro. Cuando escribías tres y medio, redondeaban hacia arriba o hacia abajo en virtud de consideraciones que nadie, nunca, me explicó. Pero un día nos levantamos de la cama, sonó el teléfono, y nos pidieron un artículo de equis palabras. Dios mío, uno no tenía ni idea de cuántas palabras entraban en un folio, como no tenía ni idea de los percebes que entraban en un kilo. Durante una época de mi vida ni siquiera sabía que existían los percebes (ni las palabras). De modo que uno empezó a hacer ecuaciones o reglas de tres hasta que dio con la relación existente entre una cosa y otra.

Pasó el tiempo y un martes cualquiera sonó el teléfono y te pidieron el artículo en caracteres. ¿En caracteres?, preguntaste incrédulo. Sí, señor, en caracteres. ¿Pero cómo pretendes que cuente los caracteres, que es peor que contar lentejas?, insististe. Entonces al otro lado del teléfono te explicaron que había en el ordenador una herramienta que se encargaba de contarlos. El ordenador, al que te acababas de incorporar, era un trasto lleno de rincones desconocidos, de recovecos, de secretos. ¿A quién se le iba a ocurrir que tenía también esa capacidad obsesiva de contar las letras y los signos de puntuación? Pues la tenía porque así era su temperamento. Al principio de esta nueva etapa, uno contaba los caracteres sin tener en cuenta los espacios, pues considerábamos que el vacío carecía de valor. Pero, mira por dónde, un día te llamó el redactor jefe y te dijo que los espacios también se tenían en cuenta. Como en la música, donde los silencios son lo realmente importante.

Con los percebes, ya citados, ocurrió un proceso semejante. Se empezaron a comprar por kilos, luego por cuartos y estamos a punto de comprarlos de uno en uno. Pero eso es porque los percebes se han puesto por las nubes. Las palabras, sin embargo, y pese a administrarlas en caracteres, valen cada día menos.

dilluns, 13 d’abril del 2009

Ministros sin cartera

MINISTROS SIN CARTERA

Un ministro cesado es un «no ministro». Un ministro inverso, cabría decir.

-¿Usted qué es?

-Yo soy un «no ministro». ¿No ve usted que no dispongo de directores generales que me den la razón ni de jefe de prensa que genere noticias sobre mí? ¿No ve que carezco de coche oficial? ¿No se da usted cuenta de que tengo que hacérmelo yo todo? ¿No se percata de que miro el telediario con nostalgia?

Un «no ministro» no es lo mismo que un ex ministro. El verdadero ex ministro es ex ministro siempre, incluso cuando ocupa la cartera. Solbes es el paradigma de ex ministro. Por eso no le hacía una ilusión especial ser ministro. Si había que serlo, lo era, pero no telefoneaba a mamá para comunicarle la noticia. Me pega a mí que Elena Salgado pertenece a esta extraña categoría cuyos miembros y miembras reúnen condiciones curiosas: son trabajadores y honrados. Y un punto escépticos.

No diremos quién es el paradigma de «no ministro» para no herir los sentimientos de nadie, que maldita la falta que hace. Bastante tienen los «no ministros» con lo suyo, sobre todo con la que está cayendo. Un «no ministro» pasa por todas las fases del condenado a muerte, menos por la de la aceptación. ¿Por qué a mí?, se pregunta con ira nada más ser cesado (por cierto, nadie sabe por qué al despido de los ministros se le llama cese). En ocasiones intentan averiguar por qué. Se lo preguntan a Dios, al subsecretario, al conserje, a todo el mundo. A veces se lo preguntan incluso al presidente del Gobierno.

-¿Por qué me cesas?

Y el presidente del Gobierno qué va a decir, el pobre.

-Porque eras demasiado bueno para el cargo.

Cuentan que un ex ministro de Felipe González, al recibir la noticia, se echó a llorar preguntándose cómo se lo diría a su mujer. O sea, que González acababa de cesar a un «no ministro», pues el «no ministro» lo es también desde que nace, unas veces porque no lo han nombrado y otras porque lo han cesado. Por eso estaba tan bien aquel invento de Franco: los ministros sin cartera.

Palabras sin significado

PALABRAS SIN SIGNIFICADO

Lunes. Entre el nasciturus y el moriturus sólo está la fina línea del parto. Hoy eres el que va a nacer y mañana el que va a morir.

¿Resulta o no resulta sobrecogedor? Por lo general, ejercemos durante más tiempo de moriturus que de nasciturus, pero fuimos más dichosos cuando estábamos por nacer que cuando estábamos por morir. Todas las drogas, todas –sintéticas o no–, tienden a reproducir la etapa feliz del nasciturus. En todo caso, si morir es otro modo de nacer (lo dice el Papa), no deberían ponernos tantas trabas. El mundo está loco.

Martes. Los fumadores viven diez años menos que los no fumadores. Los obesos, tres menos que los delgados. Si eres fumador y obeso, la vida se te acorta, lógicamente, en trece años. Ahora bien, si dejas de fumar y a consecuencia de ello engordas, ganas de todos modos siete años. Sabiendo sumar y restar puedes llegar a conclusiones asombrosas. No quiero ni imaginar lo bien que se lo pasan los que saben multiplicar y dividir, que no es mi caso.

Miércoles. A mi lado, en la cafetería donde tomo el gin-tonic de media tarde, había un hombre maduro con una mujer de mediana edad. En un momento dado él le dijo a ella que lo que buscábamos en Marte no era agua, sino un cadáver. ¿Un cadáver?, preguntó la mujer. Un cadáver, insistió él. Luego, al notar que los escuchaba, se callaron. No he logrado quitarme de la cabeza la imagen del cadáver marciano. Veo a los stronautas aterrizar sobre el planeta, los veo descender de la nave y caminar sobre el polvo rojo de aquel raro lugar. Uno de ellos, dotado de una azada, escarba detrás de una roca y al poco aparece un cadáver que en mi imaginación pertenece a ratos a una adolescente y a ratos a una anciana. Esa noche sueño que en Marte crecen espontáneamente, a manera de bulbos, los cadáveres.

Jueves. Obama exige en un discurso que las palabras tengan significado. El discurso es del Domingo de Ramos, pero yo no me había enterado hasta ahora de esta curiosa petición del mandatario norteamericano. Que las palabras tengan significado. Yo he entrevistado a cinco o seis políticos en mi vida y no he logrado que ninguno dijera palabras con significado. El sueño de los políticos es no decir nada, por eso hablan tanto.

Viernes. A propósito de Obama, cuyo viaje a Europa estoy repasando estos días, resulta que va a acompañado a todas partes de un séquito formado por centenares (quizá miles) de personas. Entre quienes viajan con él, se encuentran, por ejemplo, sus cocineros y su equipo médico (los primeros con sus sartenes y sus cacerolas y los segundos con sus pulmones de acero). Quiere decirse que no desplaza personas nada más: su limusina, sin ir más lejos, fue traída desde EE UU en un avión especial, para que se sintiera como en casa. Obama parece un buen tipo, pero cuando uno se mueve por el mundo de ese modo, la realidad acaba cayendo lejos, muy lejos, como el cadáver marciano de las líneas anteriores. Obama ya no vive en la realidad, ni siquiera la visita. En un plano más modesto, eso le pasa también a cualquier presidente europeo.

Sábado. Ha vuelto el lumbago del mismo modo misterioso que se fue. Camino por el pasillo con la mano colocada en el riñón derecho, que es donde me ataca. Todo me ocurre en el lado derecho del cuerpo. Me acatarro de esa fosa nasal, lloro de ese ojo, cojeo de ese pie… Se lo he dicho al médico y me ha mirado raro. Por la tarde entro en internet y busco un foro sobre el lumbago. Los hay a decenas. Me detengo en uno donde se habla de la región lumbar como de una especie de tierra de nadie, lo que es cierto. Si a uno le duele el hígado, le duele el hígado; si el estómago, el estómago, y así de forma sucesiva. Pero si tienes lumbago no te duele ningún órgano en concreto, sino una región extraña, lejana, de la que sólo tomas conciencia cuando te hace daño. En el foro dan soluciones absurdas tales como no encender la chimenea de leña durante varios días (¿quién tiene chimenea de leña?) o atarse en el tobillo una cinta azul empapada en leche de vaca. Como soy el único que escribe con acentos, me toman por un psicópata y me echan del foro a los dos minutos.

Domingo. El lumbago, a peor. He recurrido a los antiinflamatorios, que me estropean el estómago. Me pregunto qué hará Obama cuando tiene lumbago. Sale por la tele un tipo que habla del “tejido productivo”. Desconfío de la gente que utiliza este tipo de expresiones (tejido productivo, tejido empresarial, tejido social, tejido tecnológico…). Continúo escuchándole y, como me temía, habla durante cinco minutos sin decir nada. Perra vida.


Interviu 1720

dissabte, 11 d’abril del 2009

Crisis nerviosa

CRISIS NERVIOSA

En el turbio asunto de la liberación del agresor de José Luis Moreno, alguien debería dar un paso al frente y gritar: ¡Se escapó por un error mío y me hago responsable de ello! Después de todo, no hay tanta gente implicada: o fue culpa de la policía o fue culpa de los jueces. Pues que se aclaren. O que lleguen a un acuerdo para compartir la pena. Lo que no puede ser es que señores mayores, dedicados a profesiones a las que el tópico atribuye un plus de valentía, de honradez y de capacidad de sacrificio, se echen las culpas unos a otros como párvulos cogidos en falta. No se carguen el tópico, señores policías; no acaben con el estereotipo, señores jueces. Pero sobre todo, y si de la investigación se dedujera que el magistrado actuó mal, no vuelvan ustedes a la huelga, por favor, no sean crueles, ni malos. O vuelvan, como quieran, después de todo son los únicos trabajadores del mundo a los que abonan las horas no trabajadas. Personas con tantos privilegios deberían tener un código de honor, no sé, un prurito (qué rayos querrá decir prurito), una conciencia menos laxa. Cuando servidor de ustedes era pequeño, la gente de uniforme gozaba de un prestigio. Veías a un tipo con sotana e ibas corriendo a besarle la mano. El tipo de la sotana te daba a cambio un caramelo que no podías aceptar porque los que daban dulces a los niños eran pederastas. El caso es que uno creció con una escala de valores que se está yendo al carajo. Trillo, por ejemplo, no habría podido ser ministro en mi mundo imaginario. ¿Por qué? Porque es un cagueta. Uno no puede armar el lío que armó este hombre con el Yak-42 y escaquearse como un delincuente de tercera. ¡Sí, fui yo!, tendría que haber dicho dando un paso al frente. En este caso, es que hasta los generales implicados se han portado como auténticas nenazas, quitándose el muerto (nunca mejor dicho) de encima para arrojárselo al de al lado. Los puestos, en fin, en los que debería haber valientes, están ocupados por cobardicas de colegio de curas. Entretanto, el delincuente albanokosovar campa por sus respetos. Otra cosa difícil de entender es lo de las investigaciones abiertas por el ministerio del Interior. ¿Cuándo se cierran?

divendres, 10 d’abril del 2009

¡Suerte!

¡SUERTE!

Las notas aparecidas estos días sobre los ministros recién nombrados, en especial sobre los que no venían de la política, han tenido, por lo general, algo de necrológica. Si uno las leyera sin saber lo que ha ocurrido, se pondría en lo peor. Ayer por la mañana, en un programa radiofónico, los tertulianos glosaban las virtudes de Ángel Gabilondo y de Ángeles González-Sinde como si hubieran fallecido. Siendo así que habían pasado a mejor vida juntos y en fechas tan luctuosas, pensaba uno que quizá habían tenido un accidente de carretera. ¿Y qué hacían juntos, en el mismo automóvil, el rector de la Autónoma de Madrid y la presidenta de la Academia de Cine? "Oye", habrá preguntado más de uno a su mujer, "¿tenías idea de que hubiera algo entre Ángel Gabilondo y Ángeles González-Sinde?".

Lo cierto es que el coche oficial tiene algo de coche de cortejo fúnebre. Yo he montado en varios (no porque haya sido ministro, sino porque he sido deudo de algún difunto), y están bien, puedes estirar las piernas (que es parecido a estirar la pata), pero se respira en ellos una atmósfera de tristeza que hace daño. Observas desde sus ventanillas tintadas a la gente de a pie (nunca mejor dicho) y comprendes que en alguna medida, por honesto que seas, sus afanes ya no son los tuyos. Has cambiado de dimensión. ¿Qué sabe un ministro de recoger al hijo o al nieto de la guardería? ¿Qué, de llevarlo al pediatra o de administrarle el jarabe? ¿Acaso recuerda cómo huele una ferretería? ¿Le han dolido los riñones por guardar cola? ¿Ha evitado viajar a Japón por miedo a no saber regresar por la noche al hotel? En fin, les deseamos lo mejor, pues lo mejor para ellos será también lo mejor para nosotros. Sólo una cosa nos parece injusta: ¿Por qué se escriben necrológicas para los recién nombrados y no se publican natalicios para los cesados?

dimecres, 8 d’abril del 2009

Crisis nerviosa

CRISIS NERVIOSA

Si la gente no fuera solidaria, habría acudido en tromba a los bancos para sacar los ahorros. Me lo dice un amigo por teléfono, animándome a que lo escriba. Escribe, me reclama, que los ciudadanos somos más solidarios que los bancos. Escrito está. A las dos horas me vuelve a llamar. Me cuenta que a él, como a todos, se le ha pasado por la cabeza esconder el dinero debajo de la cama. Pero me da mal rollo, añade, tener el dinero en casa ahora que ha quedado en libertad el agresor de José Luis Moreno. Por la tarde, mi amigo vuelve a telefonear para contarme una historia de bandas de asesinos albanokosovares que me pone los pelos de punta. Concluye que el dinero está mejor en el banco que en la caja fuerte, sobre todo porque ni él ni yo tenemos caja fuerte.

El dinero. Sabido es que Freud lo asociaba a la caca. Pero yo creo que guarda también relación con la conciencia. Ignoro, en cambio, las conexiones secretas entre la caca y la conciencia, aunque seguro que las hay (en algunos al menos). Así las cosas, ¿dónde está mejor la conciencia, en casa, fuera de casa o transformada en lingotes de oro? Los lingotes pequeños de oro tienen algo de excremento. Sé de algunas personas que al comenzar la crisis compraron de estas cagarrutas. Todas estas personas son, sin excepción, estreñidas. Desconozco el fundamento científico de las relaciones entre estreñimiento y la avaricia, pero la verdad empírica es la verdad empírica. Los que van bien de la tripa no han comprado oro. Es más, algunos han comprado percebes, que ya no se revalorizan como antes.

Los bancos pueden estar tranquilos, ya que la mayoría de la población consume mucha fibra moral y sabe que en situaciones como la que vivimos conviene ser solidarios y no perder la calma. No la perderemos. Por la noche, cuando estoy a punto de meterme en la cama, vuelve a llamar mi amigo. Dice que ha ido varias veces al cajero automático y que evacua bien, con fluidez. Eso se debe, le digo yo, a que los cajeros, salvo excepciones, se alimentan de la fibra moral de la ciudadanía. Al día siguiente, me llama la mujer de mi amigo. Lo han ingresado víctima de una crisis nerviosa. Por darle demasiadas vueltas al asunto del dinero. O de la caca.

dilluns, 6 d’abril del 2009

¡Va a arder Troya!

¡VA A ARDER TROYA!

Si buscas en Google la expresión ‘gen quimérico’, aparecen decenas de miles de entradas. Ello se debe a que el gen quimérico, pese a su nombre, existe. Había una novela de Roland Topor titulada El quimérico inquilino sobre la que hizo una excelente y rara película Roman Polanski. El quimérico inquilino también existía. Quiere decirse que hay muchas cosas quiméricas que tienen una existencia real, aunque parezca contradictorio. La economía financiera, que era un modelo de economía quimérica, existía de todas todas. Y no sólo existía, sino que de su buen funcionamiento dependía la marcha de la economía real. Los analistas dicen ahora que nada funcionará hasta que el sector financiero (el quimérico) se ponga en marcha y los bancos puedan comenzar a prestar de nuevo dinero falso.

¿Puede el dinero real ser falso? Parece que sí. Dicen también los expertos que, si existiera la peseta, esto se arreglaría con una devaluación. La devaluación era en otro tiempo el modo más rápido de regresar a la realidad. O sea, que donde usted guardaba cien tenía de repente 30. Las 70 pesetas restantes era quiméricas, mera basura genética. Dicen los técnicos que más del 98 por ciento del genoma es basura. Pero sin esa basura la vida resultaría imposible. La basura debe de significar algo que no logramos descifrar, en fin. Lo cierto es que revisa uno su plan de pensiones, sus ahorros, su hipoteca, su vivienda habitual, su apartamento de Torrevieja, etc., y tiene la impresión de que todo eso se ha vuelto quimérico, como si hubiera sido el producto de un sueño, de un delirio. Y no es que el piso de Torrevieja, por centrarnos en una sola propiedad, no exista. Existe, sí, pero de un modo quimérico. El último fin de semana que pasamos en él parecía un fin de semana inexistente. Ya el propio viaje tuvo algo de irreal. Recuerdo que pusimos gasolina antes de salir y que la gasolinera parecía una estación de servicio de película, un decorado. Qué raro, me dije, estoy aquí, con la manguera en la mano, introduciendo al monstruo este de metal un líquido cuyos efluvios me aturden. Qué raro alimentar al coche, darle de comer (o de beber, porque sólo admite líquidos). Y mientras yo introducía la dura boca de la manguera en el culo del coche, los niños en su interior se peleaban por ver quién llevaba el gato en su regazo. Y es que viajamos al apartamento de Torrevieja con un gato. ¡Qué gato más quimérico!, me dije. ¿Por qué un gato, que es un animal fiero, primo hermano del león, soporta a una familia como la nuestra? Recuerdo también que observé el perfil de mi mujer, tan distante y quimérica como yo mismo. Qué raro, qué raro, qué raro. Y cuando terminé de poner gasolina y colgué la manguera en su sitio, la máquina me dio las gracias. De nada, respondí yo en voz baja, un poco avergonzado.

Luego me vi avanzando hacia el cajero con la tarjeta de crédito en la mano. Se trataba también de una tarjeta de crédito quimérica, pues no tengo con qué respaldarla. Pero funcionó, lo mismo que el gen quimérico, ya ves, que no existe, pero que actúa, que hace su trabajo tan bien como los genes reales, a veces mejor. Podríamos decir que pagué el combustible con un dinero quimérico. Llevo meses defendiéndome de ese modo de las acometidas de la realidad y, mal que bien, voy saliendo adelante. Total, que cuando llegué a la autopista tenía ya una sensación de irrealidad que en otras circunstancias me habría dado miedo. En las actuales, en cambio, me pareció muy estimulante la idea de ser un conductor quimérico de camino a un lugar tan fantástico o legendario como Torrevieja. Recuerdo que en algún lugar de aquel trayecto imaginario me detuvo una pareja de la Guardia Civil para ponerme una multa por algo que había hecho mal. La multa era de 600 pavos y tres puntos. Pero me dio igual porque la pareja de la Guardia Civil era también quimérica, lo mismo que los 600 euros y los tres puntos.

Pasamos un fin de semana imaginario fabuloso en el apartamento de Torrevieja, en plan de inquilinos quiméricos. Ya me ha dicho el banco que si vuelvo a retrasarme en el pago de la hipoteca, me quitan el apartamento y lo subastan. Pues que lo subasten, a mí qué más me da si es un apartamento falso. Es lo que yo le digo al director de la sucursal: “Ustedes me concedieron un crédito artificial porque sabían que no podía devolverlo. Lo que no sabían es que el apartamento para el que se lo pedí también era irreal”. Total, que me he acostumbrado a vivir de este modo ilusorio, y hasta me gusta. A mi familia también. Por eso digo que lleven ustedes cuidado con Obama, porque si arregla las cosas y tenemos que dejar esta realidad quimérica por una de verdad, va a arder Troya.


Interviu 1719

Un misterio más

UN MISTERIO MÁS

Cuando las aceitunas eran olivas, tenían un misterio que han perdido. Un plato de olivas era un tesoro; uno de aceitunas no pasa de ser un aperitivo, sobre todo si se acompañan de boquerones en vinagre. El vinagre, decía mi padre, se come los glóbulos rojos. Por aquella época, aun sin tener una idea muy clara de los glóbulos rojos, me resultaba perfectamente verosímil que el vinagre, acabara con ellos. Teníamos un vecino avinagrado al que no le cabía un solo glóbulo rojo (o de otro color) en el cuerpo. Entonces no conocíamos más vinagre que el del vino, al que cogí un asco histórico. Todavía pongo cara de repugnancia cuando escucho la palabra vinagre. En cambio, me gusta la palabra limón, pese a la cercanía entre el zumo de esta fruta y el vinagre. Aderezo las ensaladas con limón. Punto.

Mis padres guardaban las aceitunas en una tinaja de barro oculta en el lugar más oscuro y fresco de la casa. Antes de llegar a ese recipiente, se les practicaban varios lavados (con sosa cáustica, creo) para que perdieran ese sabor y ese tacto tan desagradables que tenían nada más caer del árbol. A lo largo de todo este proceso (de toda esta tortura, quizá) las aceitunas se iban ablandando. Perdían rebeldía, como el que dice. Cuando estaban totalmente entregadas a la causa (a nuestra causa), se les practicaba una herida. Yo disfrutaba mucho inflingiéndoles aquellas llagas. Se trataba de una actividad absorbente. Colocaba las olivas en grupos de diez en iba tomándolas una a una con la mano izquierda para clavarles el cuchillo que tenía en la derecha. Mi padre decía que no era preciso llegar hasta el hueso, lo que a mí me conmovía enormemente. Cuando llegaba hasta el hueso, me sentía culpable.

Tras esta operación, se introducían en la tinaja, donde se había vertido previamente una salsa hecha a base de agua, cebolla, ajo, tomillo y otras hierbas. Ayer, mientras recordaba esta parte de mi vida, en la tele hablaban de Obama y de Zapatero y de Sarkozy. Mi hijo notó que estaba abstraído y me preguntó que en qué pensaba. En nada, dije regresando al G-20. Al poco, misteriosamente, mi mujer trajo de la cocina un plato de olivas.

divendres, 3 d’abril del 2009

A ciegas

A CIEGAS

La frase más repetida, cuando aparece en las conversaciones el asunto de la crisis, es: "Nadie sabe nada". O sea, todos ciegos, como en la novela de Saramago. ¿Y si fuera verdad? ¿Y si nadie, dentro o fuera del Gobierno, tuviera idea de lo que está ocurriendo ni de las soluciones para remediarlo? Al principio, como en el Ensayo sobre la ceguera, alguien fue fulminado por su propia hipoteca mientras aguardaba a que el semáforo se pusiera verde. Así empezó la crisis, de forma aparentemente inopinada, ya no recordamos cuándo. Poco a poco, tanto los análisis como las predicciones fueron fracasando una tras otra. En este marzo anoréxico que nos acaba de dejar, comenzaría, si se acuerdan ustedes, la recuperación. Se dijo a ciegas, evidentemente, expresando un deseo más que una realidad basada en datos. Luego, los mismos ciegos hablaron del verano y más tarde de finales de 2009, cosa que al día de hoy parece una quimera.

Entretanto, íbamos caminando en fila india, cada uno cogido al hombro del de delante, guiados por un ciego que fingía ver. El otro día, en la tele, Rajoy se hizo el tuerto ante cien ciegos: ha descubierto su camino para llegar a rey. El mundo se va a llenar de tuertos durante los próximos meses. La desesperación aupará a cualquiera que prometa que ve. Pero no se lo crean, la experiencia dice que mienten. Nadie ve nada, nadie sabe nada. A ratos nadie quiere ver nada, nadie quiere saber nada. ¿Cómo es posible, si no, que en una situación objetivamente favorable para el pensamiento y la acción de izquierdas sea la derecha la que crece? Compañeros, no les reprochamos que no vean, sino que mientan a sabiendas. Si algo le falta a la izquierda, además de vista, es discurso. Necesitamos un discurso urgente sobre la ceguera, es decir, sobre la falta de conocimiento. Por ahí podría abrirse una grieta luminosa.

Igual de desgraciados

IGUAL DE DESGRACIADOS

Por lo visto, el problema de la poesía es que no da dinero, mientras que el problema de la novela es que da dinero. El problema de la poesía es que no ha entrado en el mercado. El de la novela, que ha entrado. Si la poesía comenzara a dar dinero y la novela comenzara a perderlo, el problema de la poesía sería su mercantilización y el de la novela su falta de mercantilización. Tengo un amigo que es poeta y novelista a la vez. Con las novelas gana premios que le permiten comer y pagar la hipoteca, mientras que con la poesía se mantiene al margen de las sucias maniobras comerciales del mundo editorial. Como novelista, es un ser despreciable, entregado al vil metal, mientras que como poeta es un ser puro. Cuando acude a una cena de novelistas, se pone traje y corbata; cuando cena con sus amigos poetas, va hecho un desastre, en plan bohemio. A veces, se confunde y actúa como novelista donde debería actuar como poeta y al revés, lo que aprovecha para escribir un nuevo poema o un cuento nuevo. Si se trata de un poema, lo guarda en un cajón, a la espera de reunir los suficientes para publicar un volumen; si se trata de un cuento, lo vende a una revista literaria o a un periódico y aquí paz y después gloria. La convivencia entre el poeta y el novelista no siempre es sencilla, pues el novelista reprocha al vate su inutilidad radical para ganarse la vida mientras que el vate echa en cara al narrador el hecho de que le ponga precio a todo. El novelista tiene agente literario; el poeta, no. Al novelista lo invitan a dar conferencias en las cajas de ahorro; al poeta, no. Al novelista le gusta el cocido; el poeta es un poco anoréxico. El novelista está casado y tiene hijos; el poeta vive solo, en una buhardilla con goteras. ¿Seguimos con las diferencias? Quizá sería más productivo abundar en las coincidencias. El novelista, en el fondo, es un poeta, lo mismo que el poeta, en última instancia, es un novelista. Si fueran capaces de aceptarlo, tal vez lograran escribir un poema narrativo o una narración poética. Pero eso sería un híbrido y no nos gustan los híbridos. La novela tiene que ser novela y la poesía tiene que ser poesía. Si el poeta fuera más dichoso que el novelista, o viceversa, todo este conflicto carecería de importancia. Pero son los dos igual de desgraciados.

dimecres, 1 d’abril del 2009

Que inventen algo

QUE INVENTEN ALGO

Tiene uno estos días la sensación de encontrarse en el final de algo, la impresión de que un mundo se acaba, de que esto no aguanta. No aguanta la forma de hacer política, ni la de hacer religión, ni la de hacer economía. Jamás los políticos fueron tan antipolíticos, el Papa tan Antipapa o los economistas tan antieconomistas. Jamás, en fin, el sistema fue tan antisistema. Los sindicatos no convocan una huelga general porque en las circunstancias actuales sería redundante. La realidad entera se ha parado. Sucede como cuando uno se levanta, se ducha, se viste, baja a la calle, se mete en el coche, le da a la llave de contacto y el motor no arranca. Estará frío, te dices todavía esperanzado. De modo que pegas tres o cuatro golpes al pedal del acelerador, para bombear gasolina, y giras la llave de contacto cruzando los dedos, con el corazón en la garganta. El motor ni se inmuta.

Las esperanzas de que el coche se ponga en marcha, después de diez o doce intentos, son francamente escasas, pero de perdidos al río, te dices, y continúas girando la llave hasta que te cargas la batería. Los economistas y el Papa y los políticos se encuentran en estos momentos en la fase de acabar con la batería. Vamos a ver si inyectando el dinero de los impuestos a los bancos la realidad se pone en marcha. Vamos a ver si prohibiendo el preservativo en África se empiezan a llenar de nuevos los seminarios. Vamos a ver si recurriendo a los viejos discursos políticos obtenemos votos. Pues no. Las monjas empiezan a escribir blogs incendiarios; el G-20 tiene problemas para reunirse sin que apedreen a sus representantes; y las acciones de muchas empresas valen menos que sus oficinas.

Se está acabando un modo de hacer las cosas sin que haya aparecido el de recambio. Por decirlo en términos técnicos, se está yendo al carajo un paradigma sin que haya aparecido el nuevo. Continuamos utilizando el viejo a sabiendas de que resulta inservible. Si el coche no arranca, cerraremos los ojos e imaginaremos que sí, que nos está llevando a la oficina (¿a qué oficina?). Se puede vivir en el delirio un tiempo equis, pero no toda la eternidad.

Por Dios, que inventen algo.