VEMOS MÁS, PERO VEMOS PEOR
Hay, por lo visto, empresas que realizan ecografías en tres dimensiones, sin valor médico, por el mero placer de que los padres observen lo que ocurre dentro del útero habitado. Con la película resultante se hace luego una especie de documental de carácter doméstico que se incorporará a la videoteca familiar. A estos documentales, una vez montados, no les falta ni música de fondo, mayormente clásica: Bach, Vivaldi, un poco de Mozart y por ahí. Al final, los documentales de La 2, muy poco vistos, pero muy citados, se están convirtiendo en un modelo de construcción novelesca de la propia vida. Y de la de los hijos.
—Éste eras tú cuando aún no conocíamos tu sexo. Éste, a los siete meses de embarazo. Éste otro, a los ocho y medio, etcétera.
Los niños del futuro (del presente, en realidad) poseerán una documentación extraña de cuando aún no eran. De las dos vidas paralelas que llevamos todos (la real y la que se va construyendo en el álbum de fotos familiar), la del álbum se adelantará notablemente con estas ecografías comerciales acerca de cuya utilidad emocional e histórica tenemos serias dudas. Con frecuencia, logramos cosas realmente espectaculares cuyo significado, sin embargo, ignoramos. Curiosamente, las primeras imágenes que recibimos de los mineros chilenos, atrapados a 700 metros de profundidad, tenían también la calidad de las ecografías en 3D. Sus rostros flotaban en una suerte de espacio indeterminado, como fetos inversos. Cada vez recibimos más información acerca de todo, pero cada vez es más borrosa. La vida y la muerte poseen ya una calidad vaga. Hemos ampliado enormemente la perspectiva de la realidad al precio de perder precisión. Vemos más, pero vemos peor. La realidad entera es una ecografía. Asistimos, por ejemplo, de forma simultánea, a la muerte diaria de civiles en Irak y al enriquecimiento de Tony Blair, pero no relacionamos un asunto con otro. Mientras Blair pronuncia una conferencia de cien mil euros acerca de su conversión al catolicismo, una bomba destruye treinta o cuarenta cuerpos en una calle cualquiera de Bagdad. Y somos incapaces de asociar los dos hechos como somos incapaces de distinguir, en las ecografías, un brazo de una pierna.
Hay, por lo visto, empresas que realizan ecografías en tres dimensiones, sin valor médico, por el mero placer de que los padres observen lo que ocurre dentro del útero habitado. Con la película resultante se hace luego una especie de documental de carácter doméstico que se incorporará a la videoteca familiar. A estos documentales, una vez montados, no les falta ni música de fondo, mayormente clásica: Bach, Vivaldi, un poco de Mozart y por ahí. Al final, los documentales de La 2, muy poco vistos, pero muy citados, se están convirtiendo en un modelo de construcción novelesca de la propia vida. Y de la de los hijos.
—Éste eras tú cuando aún no conocíamos tu sexo. Éste, a los siete meses de embarazo. Éste otro, a los ocho y medio, etcétera.
Los niños del futuro (del presente, en realidad) poseerán una documentación extraña de cuando aún no eran. De las dos vidas paralelas que llevamos todos (la real y la que se va construyendo en el álbum de fotos familiar), la del álbum se adelantará notablemente con estas ecografías comerciales acerca de cuya utilidad emocional e histórica tenemos serias dudas. Con frecuencia, logramos cosas realmente espectaculares cuyo significado, sin embargo, ignoramos. Curiosamente, las primeras imágenes que recibimos de los mineros chilenos, atrapados a 700 metros de profundidad, tenían también la calidad de las ecografías en 3D. Sus rostros flotaban en una suerte de espacio indeterminado, como fetos inversos. Cada vez recibimos más información acerca de todo, pero cada vez es más borrosa. La vida y la muerte poseen ya una calidad vaga. Hemos ampliado enormemente la perspectiva de la realidad al precio de perder precisión. Vemos más, pero vemos peor. La realidad entera es una ecografía. Asistimos, por ejemplo, de forma simultánea, a la muerte diaria de civiles en Irak y al enriquecimiento de Tony Blair, pero no relacionamos un asunto con otro. Mientras Blair pronuncia una conferencia de cien mil euros acerca de su conversión al catolicismo, una bomba destruye treinta o cuarenta cuerpos en una calle cualquiera de Bagdad. Y somos incapaces de asociar los dos hechos como somos incapaces de distinguir, en las ecografías, un brazo de una pierna.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada