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divendres, 28 de març del 2008

Violencia

VIOLENCIA

Trato de imaginar al rijoso que ha asociado el uso de la falda a la productividad empresarial. Me gustaría ver su cara, observar su jeta, para comprobar si, una vez más, el rostro es efectivamente el reflejo del alma. ¿Llevará bigote? ¿Estará calvo? ¿Será gordo o flaco, alto o delgado? ¿Le sudarán las manos? ¿Le olerá el aliento? ¿Tendrá estudios? Y en caso afirmativo, ¿de qué? ¿De Empresariales, de Económicas, de Ingeniería Financiera? ¿Habrá hecho un master en gestión de recursos humanos? ¿Sabrá idiomas? ¿Se detendrá a la entrada de los colegios para mirar furtivamente a las chicas? Lo imagino sentado a la mesa del desayuno, dándole vueltas al modo de castigar la indisciplina del personal a su cargo, cuando grita de súbito "eureka", o sea, lo encontré. Qué encontraste, pregunta su mujer, que va (en pijama) de un lado a otro de la cocina. El modo de doblegarlas, dice él. Quitaré 30 euros de sueldo a las rebeldes y cuando sus representantes sindicales pregunten por qué responderé (por escrito, faltaría más) que las enfermeras hacen menos caja en pantalones que en minifalda.

Seguramente hay en los manuales corporativos mil modos de justificar la obligación de llevar uniforme, incluso cuando se trata de un uniforme de gusto tan dudoso como el que nos ocupa. Pero lo único que se le ocurrió a nuestro hombre, vaya por Dios, fue relacionarlo con el plus de productividad. ¿Cabe imaginar algo más sucio, más obsceno, más indecoroso? ¿Será consciente del significado de esa decisión? ¿Lo somos nosotros? ¿Lo son las autoridades sanitarias? ¿Podría el fiscal general del Estado actuar de oficio frente a una muestra de acoso tan poco sutil, frente a una agresión sexual de esta naturaleza? ¿Podría caer sobre la cabeza de este sujeto todo el peso de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género?

divendres, 21 de març del 2008

Imitaciones

IMITACIONES

La idea de enviar a un festival falso, como el de Eurovisión, a un cantante de mentira, como Chikilicuatre, nos pareció sobresaliente. Pero se queda pequeña frente a la iniciativa de prohibir por contrato a David Fernández, el actor que da vida al cantante, realizar entrevistas como David Fernández. En un mundo en el que la copia ha alcanzado una difusión (y quizá un prestigio) que el original no pudo ni soñar, Chikilicuatre ha devenido en la metáfora legal de la industria pirata, que abarca desde los Levi's a los Rolex, pasando por el top manta, la política facsímil, la novela de ficción (no es una redundancia) o el sucedáneo de caviar. Hay en Chikilicuatre un concentrado tal de plagio que a poco que exagerara, su papel podría devenir, como Manuel Pizarro, en un producto genuino.

Con todo, insistimos, ningún acierto como el de prohibirle ser públicamente David Fernández. Para eso tiene la intimidad del hogar (si se lo permite su madre, que quizá le obligue a comportarse también en casa como Chikilicuatre, ya que como David Fernández no le ha dado aún ninguna satisfacción). Algunos dirán que es como si Javier Bardem sólo pudiera conceder entrevistas en su calidad de Chigurh, el personaje de No es país para viejos. O como si James Gandolfini sólo pudiera hablar por boca de Tony Soprano. Pero de eso se trata, de la posibilidad de ser otro por contrato. Y cobrando. ¿Cabe imaginar mayor chollo? Si uno fuera el psicoanalista de David Fernández, le exigiría que llegara a la consulta disfrazado de Rodolfo Chikilicuatre y que no hablara de los problemas del primero, que son, por reales, innecesarios, sino de los conflictos del segundo, que poseen la belleza del producto hecho a mano. Y si le parece mal, que renuncie. Pero sin olvidar que Rodolfo triunfa estrepitosamente allá donde David fracasó de forma minuciosa.

divendres, 14 de març del 2008

Dudas

DUDAS

Soy uno de los pocos españoles incapaces de dar un consejo a Zapatero para que administre bien su victoria o a Rajoy para que gestione con sabiduría su derrota. Y no es que me falten opiniones, pero todas son ajenas. Tengo tantas opiniones ajenas (oigo mucho la radio) que apenas me queda hueco para las propias. Por otra parte, me importa un bledo, la verdad, cómo se lo monten Zapatero o Rajoy, ellos sabrán. Lo que en estos momentos históricos me preocupa es averiguar si Dios es un extremista o un moderado, asunto que no debe de inquietar a la población, pues ni los tertulianos ni los editorialistas se ocupan de él.

Me refiero, claro, al Dios de Rouco, de Acebes, de Ana Botella, de Rajoy, de Mayor Oreja; ese Dios cuyos representantes se manifestaron con pancartas y banderas varias veces durante la pasada legislatura; el mismo que está en contra del preservativo, del aborto, de la Educación para la Ciudadanía, de la investigación con células madres, del divorcio... ¿Ese Dios es moderado o radical? Tal es lo que me preguntaba mientras el piadoso Acebes aseguraba por la tele que el PP se había llevado los votos del centro, mientras que en el PSOE habían recalado los de los extremistas, es decir, los de quienes no están de acuerdo con meter en la cárcel a los niños de 12 años; los de quienes no practican el odio al extranjero; los de quienes están a favor de extender a los homosexuales los mismos derechos de los que goza el resto de la población... Quizá parezca ingenuo preguntarse si el Dios de Mayor Oreja es extremista o moderado, pero si va a tener sobre la presente legislatura la misma influencia que sobre la pasada, deberíamos poseer más datos acerca de ese Dios. ¿Cómo saber, en caso contrario, si cuando Rouco asegura que va a rezar por Zapatero debemos interpretarlo como una cortesía o como una amenaza?

divendres, 7 de març del 2008

El regreso

Observada con la perspectiva que da el tiempo, la campaña del PP ha consistido en mostrarse duro los lunes, miércoles y viernes, y blando los martes, jueves y sábados (los domingos, Aznar). Lo que se resume en decir una cosa y su contraria en intervalos muy cortos de tiempo. Ahí está Ana Mato, que con cinco minutos de diferencia aseguró que los niños andaluces eran y no eran analfabetos. O Gabriel Elorriaga, que afirmó con idéntico aplomo que la estrategia del PP consistía en favorecer la abstención y en estimular la participación. El mismo Rajoy se fotografió besando a una mujer africana al poco de haber metido el dedo en el ojo a los inmigrantes. Todo ello por no citar a Aznar, que en un mitin pidió el voto para Rajoy tras reconocer que quizá no entusiasmaba, o a Pizarro, que se hizo multimillonario durante la misma legislatura en la que la economía, según su autorizada opinión, fue un desastre sin paliativos. Pura ducha escocesa.

Esta actitud, que les ha hecho oscilar entre la caricatura de la extrema derecha y la de la socialdemocracia, recuerda la de aquellos escritores que, convencidos de que el best seller tiene fórmulas fácilmente aplicables, fracasan de forma minuciosa con novelas en las que han incluido un 40% de la historia de Roma, un 30% de sexo, un 15% de aventuras, un 8% de sintaxis y un 7% de excipientes. Los best sellers, como los libros de culto, salen de manera espontánea o no salen. Dicho esto (y recordando que el excipiente es una sustancia inactiva usada en farmacia para incorporar el principio activo), conviene añadir que el mayor error del PP ha sido el de colocar a Rajoy, que era puro excipiente, como la parte activa de esa pócima que ha intentando colocar sin éxito al electorado. A partir del martes, Gallardón, el regreso. Venta de entradas en Génova, 13 y Ayuntamiento de Madrid.