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dimecres, 29 de novembre del 2006

Alimentos básicos

ALIMENTOS BÁSICOS

Un amigo mío se pasa alimentando durante un año al cerdo que se come al año siguiente. Siempre que voy a verle está cuidando al cerdo. Cuando no lo asea, lo vacuna y, cuando no, le da de comer. Lo alimenta a base de productos naturales, para que dé buena carne, pero de vez en cuando no puede evitar la tentación de darle un puñado de pienso, para que engorde. Lo hace casi en contra de sus principios, pues los principios están para saltárselos; si no, no serían principios, serían finales. Es lo que dice él para justificar las raciones de pienso. Viven, el cerdo y él, muy cerca de Madrid, en una casa con una pequeña huerta y un corral donde también cría gallinas. Trabajaba de ejecutivo en una editorial hasta que se cansó de relacionarse con cosas y personas irreales. Nada más real que un cerdo, eso es verdad, sobre todo si lo comparamos con un escritor.

El cerdo produce jamones y el escritor, libros. Viendo la delicadeza con la que mi amigo prepara la comida del cerdo, comprendo el sabor de su jamón (pese a los piensos), de sus chorizos, de sus morcillas. No es por comparar una cosa con otra, pero cuando leo un libro me pregunto con frecuencia de qué rayos se ha alimentado su autor para que le haya salido tan bien o tan mal. Hay escritores que sólo se alimentan de piensos compuestos, es decir, de telediarios y series de televisión. Soy un consumidor de ambas cosas y sé de lo que hablo. Una dieta de telediarios y de series, por rigurosos que sean aquéllos e imaginativas éstas, puede ser desastrosa para la creación. Una cosa es meterse una serie de vez en cuando (y siempre con el sentimiento de culpa con el que mi amigo da pienso a su cerdo de vez en cuando) y otra muy distinta que constituyan la base de la alimentación intelectual.

El escritor tiene la obligación de alimentarse de Shakespeare, de Virgilio, de Cervantes, de Rojas, de Truman Capote, de Norman Mailer, por poner cuatro o cinco ejemplos, como el cerdo tiene la obligación de alimentarse de bellotas. Y no es que quiera comparar a los escritores con los cerdos ni a sus novelas con los jamones, pero algo de novela tiene un jamón y algo de jamón tiene una novela.

diumenge, 26 de novembre del 2006

Peste de burocracia

PESTE DE BUROCRACIA

Decía una historiadora en el periódico de ayer que en la actualidad hay las mismas cantidades de miedo que en la Edad Media. Jamás se me había ocurrido pensar en el miedo de esa forma, es decir, como algo exterior a mí mismo. Y mensurable. Siempre pensé en el miedo en términos de calidad y de propiedad privada. Mis miedos eran míos porque venían de mi tuétano, de mis entretelas, de mi pasado, pero, sobre todo, de mi futuro. Me consuela la idea de que haya en el universo una cantidad equis de miedo como hay una cantidad equis de recursos energéticos. Me gusta que el miedo sea un bien escaso, en fin, una energía no renovable. Si ahora hay tanto miedo como en la Edad Media, es porque lo hemos administrado bien, aunque quizá su distribución no haya sido muy justa.

Añade la historiadora (Joanna Bourke es su nombre) que entre 1870 y 1910 se tenía pánico al entierro prematuro, a que te enterraran vivo, por lo que se inventaron nuevos métodos para averiguar si se estaba muerto o no. Aunque nací muchos años más tarde de esas fechas, padecí ese miedo durante toda la infancia y a lo largo de la juventud. Todavía me quedan restos. Hay días en los que salgo de la cama sin saber a ciencia cierta si me he levantado vivo o muerto. Leí en la Espasa un procedimiento consistente en acercar la llama de una cerilla al dedo gordo del pie. Si el pie se hincha y estalla, estás vivo. No me he atrevido a aplicarlo, ni a mi dedo ni al de los seres queridos, de modo que sigo con la duda.

Lo que se desprende de todo esto es que el miedo, como la riqueza, está muy mal repartido. Esperanza Aguirre no llega a fin de mes y yo sí, pero yo llego asustado, mientras que a ella se la vez más contenta que unas pascuas. Personalmente, estoy dispuesto a cederle parte de mi salario si ella toma algo de mi miedo. Siempre he sido partidario de la igualdad. Si el miedo es un producto global, un fruto objetivo, debería repartirse entre ricos y pobres con criterios más justos. En tal caso, yo he recibido ya el miedo correspondiente a siete vidas, es decir, que me puedo prejubilar de la Edad Media, incluso de la Contemporánea. Pero no sé en qué ventanilla se hace. Peste de burocracia.

divendres, 24 de novembre del 2006

Mi escritor favorito

MI ESCRITOR FAVORITO

He seguido con curiosidad un concurso de la tele, llamado Supermodelo 2006, en el que varias chicas muy jóvenes se disputaban un trono fantástico cambiándose de ropa cada poco. El programa tenía algo de documental de la naturaleza, aunque faltaba la voz narradora que explicara los comportamientos de las personas que participaban en él. Admiro la vida de las modelos y la capacidad de dibujar sobre la pasarela todo un alfabeto misterioso. Muchas veces imagino que escriben con sus pies frases que no sabemos interpretar. Una vez fui a la Semana de la Moda, en París, y escribí un reportaje que figura entre mis preferidos. Aprendí mucho hablando con aquellas mujeres delgadas.

Quizá por eso, lo que más me sorprendió del concurso citado más arriba era la absoluta falta de cultura de sus participantes. Exhibían un vocabulario y unas construcciones sintácticas que desde mi punto de vista deberían estar reñidos con ese mundo de celofán y gasas. Daba la impresión de que los responsables del concurso habían elegido a las chicas más ignorantes y con peores maneras. Su nivel, se mirara por donde se mirara, resultaba deplorable. Por lo que a mí respecta, una modelo ignorante es como un tenista sin brazos. Quizá la fascinación del programa residía en que era un desfile permanente de tenistas sin brazos, de pianistas sin dedos, de filósofos sin cabeza. Visto así, el espectáculo tenía algo de barraca de feria. No concursaban personas, sino monstruos.

Ayer leí una entrevista con María José Gallego, la ganadora. En un momento dado, la Supermodelo 2006 aseguraba: «Ahora me falta algo de cultura, seguir las noticias, saber quién es mi escritor favorite.» Quiere decirse que ha empezado la casa por el tejado. En todo caso, se refería a la cultura como a una prótesis con la que dar el pego. Necesito saber quién es mi escritor favorito. La frase no tiene desperdicio. Quizás a estas alturas le hayan dicho ya quién es su escritor favorito y su metal pesado favorito y su cocinero favorito. En otras palabras, la cultura como barniz. Jamás creí que se pudiera desfilar sin saber quién era el escritor favorito de una, pero parece que sí.

Talio

TALIO

Talio El País 24.11.2006 Hoy vamos a hablar de un elemento químico de la tabla periódica. No pregunten qué es un elemento químico ni qué es la tabla periódica porque así no hay forma de avanzar. Basta con saber que se trata de un metal maleable y que se corta con un cuchillo porque posee la consistencia al dente del estaño. En cuanto a su punto de fusión, señalar que es más bajo de lo esperado (tampoco pregunten quién esperaba que fuera más alto), lo que significa que es líquido en un intervalo amplio. Su símbolo es Tl y, su número atómico, 81, seguido del plomo. Si se quedan con hambre, añadiremos que al contacto con el aire pierde el brillo metálico que le caracteriza y se empaña, adoptando un gris azulado semejante al plomo.

¿Es o no es un metal interesante? Supongamos que está usted leyendo la página de contactos del periódico, donde quizá busca a su media naranja, y que tropieza con un ser humano, hombre o mujer, que además de pertenecer a la tabla periódica, afirma de sí que es maleable, y que se corta con un cuchillo debido a que posee la consistencia dolorosa del estaño. Luego añade que su punto de fusión es más bajo de lo esperado, lo que significa que es líquido en un intervalo amplio, casi nada. Personalmente, ya me habría enamorado. ¿Cómo no hacerlo de una mujer que es líquida en un intervalo amplio? Pero no es todo: imagínese que la persona del anuncio asegura que su número atómico es 81 y que al contacto con el aire pierde el brillo que le caracteriza y se empaña, adoptando un gris azulado semejante al del plomo. Dios mío, ¿hay de verdad en el mundo una persona con todas esas cualidades morales?

Pues estamos hablando del talio, que en su versión criminal es un veneno inodoro, incoloro e insípido que ha estado a punto de acabar con un ex agente de la KGB que investigaba el asesinato de una periodista rusa. El mundo es muy difícil de entender, cada día más, pero a veces, en medio de la oscuridad, surge un relámpago de sentido. Así, te enteras de que un ex agente de la KGB ha sido envenenado con talio, te pica la curiosidad, vas a la enciclopedia y resulta que leyendo las virtudes morales del talio adivinas el perfil del hombre o la mujer a los que estás destinado. Qué raro es todo.

dimecres, 22 de novembre del 2006

Sangre y lapsus

SANGRE Y LAPSUS

Sangre y lapsus Levante 22.11.2006 En la antigüedad era muy frecuente sangrar por la nariz. Ya no, ignoramos por qué. Lo cierto es que la sangre venía siempre en tu ayuda: en medio de la clase de matemáticas, por ejemplo, cuando el profesor estaba a punto de sacarte a la pizarra. A veces, incluso, era el profesor el que sangraba. Evoquemos la escena: de repente alguien sacaba el pañuelo del bolsillo, se lo llevaba a la nariz y miraba hacia arriba, para contrarrestar los efectos de la fuerza de la gravedad. Qué tiempos. La nariz sangraba cuando ella quería. Según unos, se debía a un exceso de presión; según otros, a un exceso de glóbulos rojos. Todos, en fin, lo atribuían a un exceso, aunque lo más probable es que se debiera a una carencia.

El lapsus freudiano se parece a este tipo de hemorragias inesperadas. Está uno hablando tranquilamente y de súbito le sale algo que no quería. El problema del lapsus freudiano es que, en vez de ayudarte a escapar de una pregunta incómoda, provoca más. Tal le ocurrió el otro día a Tony Blair, que bajó la guardia en una entrevista y afirmó sin querer que la invasión de Irak había sido un desastre. Inmediatamente, intentó contener la hemorragia de verdad que se desprendía de sus palabras. Pero ya era tarde. Se le quedó al pobre toda la pechera manchada de una verdad que daba lástima ver. Con todo, lo sorprendente es que la noticia sea que Blair ha reconocido el error. La noticia es que, pese a las evidencias, Aznar y Bush continúen en sus trece.

Aunque para hemorragia, o lapsus, el del vídeo del PP sobre la inseguridad ciudadana actual. Al parecer, se les escaparon unas imágenes terribles del Gobierno de Aznar. Lo peor, cuando te sangra la nariz, es fingir que no te sangra, sobre todo si estás en un acto público. Mariano Rajoy hizo como que no se había dado cuenta y arruinó una conferencia sobre seguridad. Las narices y la conciencia son muy suyas, actúan cuando quieren. De ahí el dicho «no me sale de las narices». De ahí también la existencia del lapsus freudiano, tan rico en significados. Para las hemorragias, lo mejor es ponerse un poco de hielo en la nuca. Para los lapsus, permanecer en silencio.

divendres, 17 de novembre del 2006

Granjas de moscas

GRANJAS DE MOSCAS

La agricultura y la ganadería, ahora prácticamente desaparecidas de nuestro campo de visión, permitieron al hombre establecerse en un sitio y contemplar las puestas de sol desde su sillón preferido. Resultaba fantástico disponer de una vaca lechera en la habitación de al lado y de un campo de trigo a la puerta de casa. Desde esa perspectiva, el andar de un sitio a otro parecía un atraso. La granja es uno de los grandes inventos de la humanidad, pues pone al alcance de tu mano los huevos para el desayuno, las alubias para la comida, el tocino para la cena y el pollo asado (o casi) para los domingos y fiestas de guardar. Por si fuera poco, el granjero y su esposa eran gente sencilla, afable, capaz de darte de comer durante dos semanas a cambio de un poco de conversación. Resulta asombroso que no existiendo ya la granja propiamente dicha, continuemos disponiendo de todos los beneficios que nos proporcionaba.

Los nuevos granjeros son muy raros. Cultivan peces, por ejemplo. ¿Qué es eso?, preguntas al pasar por delante de un edificio grande, húmedo, un poco siniestro. Es una piscifactoría, te contestan. Mire usted, un rodaballo criado en esas condiciones tiene que ser un rodaballo triste. Quizá tenga las mismas proteínas, incluso el mismo sabor que un rodaballo alegre, pero da aprensión hincarle el diente, igual te transmite la tristeza. También hay piscifactorías abiertas en el mar, a modo de cárceles donde las merluzas encerradas ven pasar a las merluzas libres al otro lado de las rejas. Tampoco es muy alentador.

Pero la granja más extraña es la de las moscas. Parece mentira que pudiendo criar vacas o caballos, incluso ovejas, nos haya dado por las moscas. Cuando las moscas se hacen adultas, las sueltan dentro de los invernaderos, para que polinicen con sus patitas, yendo de acá para allá, los pimientos, los tomates y las fresas. Y cuesta un ojo de la cara cada mosca, no se crean, porque, si no, tendría que polinizar usted manualmente, lo que resulta agotador. Quiere decirse que el objetivo de las granjas de moscas es bueno, y necesario, pero no me negarán que resulta un poco raro. Granjas de moscas. Si hasta da grima oírlo.

Utilidades

UTILIDADES

Anda por ahí una Asociación Profesional de la Usabilidad cuyos promotores exigen el advenimiento de abrelatas sencillos, de teteras funcionales, de mandos a distancia comprensibles y así de forma sucesiva. Se les podría reprochar la invención del término usabilidad, de embarazoso uso, pero ellos mismos se han adelantado a las críticas explicando que lo han alumbrado adrede, para que el público comprenda lo molesto que es tener cosas con las que no sabes qué hacer (con "usabilidad" ocurrirá lo mismo que con la bicicleta estática: que acabará en el trastero). El argumento nos parece poco consistente, como si alguien fabricara una rueda cuadrada para hacernos comprender las virtudes de las redondas. Sabemos que lo que define a la rueda es rodar. Confiesen, en fin, que han puesto usabilidad porque se les ha escapado. No pasa nada.

Lo que le vemos a la Asociación Profesional de la Usabilidad, además de la torpeza lingüística, es poco horizonte, pues relega su ámbito de actuación al mundo de los objetos. Está bien exigir que los cuchillos corten, desde luego, y que los bolígrafos escriban y que las regaderas rieguen. Nada complace más al usuario de una escalera que ésta tenga escalones o, al de un tenedor, que disponga de púas. Es muy de agradecer que los preservativos preserven y que los paraguas puedan abrirse (y cerrarse, por cierto). Y no siempre es así, lo reconocemos, porque también los objetos tienen su carácter, su idiosincrasia, por decirlo con una palabra poco usada, y con frecuencia nos hacen la vida imposible o nos dejan sin dedos.

Pero quizá una asociación partidaria de la usabilidad debería preguntarse también por qué, llevando veinte siglos creando estupendos sistemas filosóficos, tenemos tantas dificultades a la hora de aplicarlos. ¿Por qué, disponiendo de más teorías económicas que de dinero, no hemos resuelto aún la lacra de la pobreza? ¿Por qué hay democracias que queman al cogerlas por el mango? ¿Por qué hay decálogos a los que les sobran diez puntos? Una idea inhábil puede hacer más daño que un sacacorchos mal concebido. Una paradoja sin instrucciones de uso puede hacer incomprensible la visita de Obiang. No todo es abrir latas. Buenos días.

dimecres, 15 de novembre del 2006

Plataforma 10 minutos

PLATAFORMA 10 MINUTOS

Miles de médicos de la Seguridad Social se han puesto en huelga exigiendo poder dedicar diez minutos a cada paciente. Como ahora les dedican cinco o seis, la huelga se ha notado poco. ¿Qué diferencia hay entre cinco y cero?

-Buenos días, doctor.

-Buenos días. Usted dirá.

-Llevo varios días con unas molestias en este lado, aquí, ¿qué hay aquí?, ¿el hígado?

-El hígado, sí.

-Pues va a ser el hígado. Me da como pinchazos.

-¿En algunos momentos determinados del día?

-No, va y viene sin pauta alguna.

-¿Bebe usted?

-Un vaso de vino en las comidas.

-¿Y hay algún antecedente de enfermedades hepáticas en la familia?

-Que yo sepa, no.

-Verá -añade el médico-, lo suyo sería que le hiciera una exploración manual, pero entre que escribo la ficha, se desnuda, le exploro y me contesta al cuestionario, nos vamos más allá de los cinco minutos que tiene asignados. De modo que lo mejor es que se vaya.

-Por lo menos, déme una pastilla.

-¿Qué clase de pastilla?

-Me gusta el Trankimazín.

-Pues tome dos, pero no se lo diga a nadie.

Si los médicos se ponen en huelga para pedir diez minutos, ¿qué hacían hasta ahora? Es como si los escritores reclamaran la capacidad para usar la sintaxis.

-¿Y cómo escribía hasta el momento?

-Pues del mismo modo que usted atendía a sus pacientes.

Leo que se ha creado una asociación de médicos llamada Plataforma 10 minutos, que parece el título de una novela de ciencia ficción. ¿Todo esto es la realidad? ¿Qué cuentan entonces las novelas?

diumenge, 12 de novembre del 2006

El agente de la KGB

EL AGENTE DE LA KGB

Recibo un correo electrónico de una mujer rusa llamada Ekaterina. Dice que es la segunda vez que se dirige a mí para enumerarme sus cualidades personales, que son las siguientes: es romántica y femenina, encantadora y dulce. Es fácil de llevar y tiene buen corazón. Se esfuerza siempre en ser natural y detesta la hipocresía y la mentira. Considera que la decencia es la más importante de las virtudes. Quiere a sus padres mucho y les está muy agradecida. A continuación me formula las siguientes preguntas: ¿Por qué estoy interesado en una mujer rusa? ¿Qué es lo más importante para mí en las relaciones? ¿Encaja ella en el perfil que busco? ¿Me gustaría que habláramos por teléfono? ¿He estado alguna vez en Rusia? ¿Tengo planeado visitar Rusia? ¿Estoy interesado en mantener relaciones serias con una mujer rusa?

El mensaje quiebra mi ritmo de trabajo. Supongo que lo habrán recibido 200.000 europeos y americanos, entre los que me cuento. Soy un pez dando vueltas alrededor de un anzuelo. Hay a mi alrededor otros 199.000 usuarios de Internet considerando la posibilidad de morder la carnaza. Pero no creo que haya entre ellos uno solo que valore las virtudes de Ekaterina. Eso suponiendo que Ekaterina no sea un espía de la KGB, una menor malvada, o un monje de clausura ruso que ha encontrado el modo de entrar en la red a través de una grieta abierta en la pared de su celda. ¿Por qué íbamos a estar interesados en una mujer rusa? ¿Y por qué no? En las páginas de contactos de los periódicos hay mujeres que dan una gran importancia a su origen. Chica de Cuenca, dicen, o de Segovia. Madurita de Cantabria.

Qué complicado es todo. No es la segunda vez que se dirige a mí. Ekaterina lleva un mes dándome la lata. Todos los días envío a la papelera de reciclaje un par de correos suyos. Pero qué pasaría si yo fuera un anciano solo, pobre, con su pensión de la Seguridad Social y un gato. ¿Creería que Ekaterina es Ekaterina? ¿Picaría el anzuelo? ¿Viajaría a Rusia para conocer a sus encantadores padres? ¿Entraría a mi edad en esa dimensión de la realidad de la cita a ciegas? Posiblemente sí. Las Ekaterinas del universo y los agentes de la KGB tienen un gran futuro.

dissabte, 11 de novembre del 2006

Todos tranquilos

TODOS TRANQUILOS

Quienes aseguran que es mejor el bipartidismo que el pentapartidismo tendrían que aceptar que, según está lógica reductora, la situación ideal es la del partido único. El pentapartidismo resulta incómodo en la medida en que es más complejo, pero también es más real. Las personas humanas, salvo excepciones como la de Aznar, somos poliédricas. Nos preocupa el calentamiento global, pero abandonamos las pilas usadas en cualquier sitio. No sé si lo de las pilas usadas tiene que ver con el cambio climático, pero esta ignorancia es una muestra más de nuestra diversidad psicológica. Tenemos partes sabias y partes necias; partes sensibles y partes insensibles; somos a la vez consecuentes e inconsecuentes, tanto en los niveles domésticos y personales como globales.

Fíjense en el caso de Sadam Hussein, un asesino múltiple recién condenado a la pena de muerte. Las palabras dicen que si se utilizara la misma vara de medir con todos los asesinos múltiples en activo, algunos políticos tendrían que pasar por la horca. Es tan evidente que no vamos a perder un minuto en demostrarlo. Pero, como aseguraba aquel personaje de Lewis Carroll, lo importante no es lo que digan las palabras, sino quién manda. Y quien manda es Bush. El hecho de que importe poco lo que digan las palabras es un problema descomunal que también el pentapartidismo alivia. Cuanto menos manda el que manda, más matices adquiere el vocabulario.

¿Que el pentapartidismo lleva a contradicciones difíciles de explicar? También es difícil de explicar la Teoría de la Relatividad y no por eso prescindimos de ella. No pasa nada por el hecho de que el que pierde las elecciones encuentre el modo de gobernar, mientras que el que las gana se vaya a la oposición. La vida está llena de situaciones semejantes. La lotería, según diversos estudios, tampoco hace felices a quienes toca. Los ciudadanos somos simultáneamente activos y pasivos, generosos y avaros, altos y bajos, gordos y delgados. Cuando toda esa complejidad queda reducida en la representación política a republicanos y demócratas, pasa lo que pasa (lo que está pasando queremos decir). O sea, que todos tranquilos.

divendres, 10 de novembre del 2006

Humillante

HUMILLANTE

Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que las medidas de "seguridad" adoptadas a partir de esta semana en los aeropuertos son una locura. Nada es más inseguro ni humillante que cruzar un arco antimetales descalzo y sujetándote los pantalones ante la mirada irónica o suspicaz de un grupo de uniformados. La seguridad a ese precio es sólo precio. El problema es dónde protestar, porque, si lo hemos entendido bien, se trata de una "directiva europea", es decir, no sabemos quién es exactamente el paranoico al que se le ha ocurrido. El interruptor de la luz lo maneja un alemán y el tránsito aeroportuario un belga. Como ven, todo muy tranquilizador. Afirmar que se trata de una "directiva europea" es tanto como atribuir la decisión a Dios, lo que no está mal si pensamos que Dios siempre ha sido partidario, en todas las culturas, de fomentar el miedo, el susto, el castigo, el delirio de persecución.

Pese a la apariencia de laicidad en la que vivimos instalados, nunca hemos sido tan religiosos. Ahora nuestro Dios es Alá, puesto que a él se atribuye en última instancia esta normativa que ha caído del cielo como la gota fría. No lo he descubierto yo, sino un funcionario de la T-4 madrileña con el que me animé a compartir mi perplejidad. Me pidió que no le echara la culpa al PSOE ni al PP ni a CiU, ni siquiera al tripartito. Me dijo literalmente que la culpa era de Alá. De modo que no queríamos Dios y tenemos dos tazas. Si de verdad fuéramos laicos y demócratas, ningún Estado se atrevería a humillarnos con estas prácticas religiosas.

De momento tenemos que atravesar el arco medio desnudos, con la tarjeta de embarque en la boca y haciendo equilibrios con las bandejas en las que hemos agrupado obsesivamente los objetos por densidades. Lo de los 100 mililitros, créanme, carece de importancia. El problema será cuando no nos dejen pasar con toda la masa encefálica. O con cantidades de pensamiento superiores a las permitidas por la directiva europea o por Alá. Aunque quizá esas restricciones hayan entrado ya en vigor sin que seamos conscientes de ello. Ninguna sociedad con un pensamiento entero se habría tragado esta imposición. El fundamentalismo religioso ha ganado la guerra.

dimecres, 8 de novembre del 2006

Viva el malestar

VIVA EL MALESTAR

Francamente, yo empecé a leer como el que comienza a medicarse, porque me encontraba mal. Por eso apoyo la iniciativa extremeña de tratar los libros como medicamentos. Un título adecuado a la situación y a la persona relaja más que un Valium. Y si hay títulos que relajan, hay otros que colocan (estoy pensando en los de Castaneda). A medida que cierran las librerías tradicionales, los libros pueden pasar a las farmacias. Podrían pasar también a los estancos, ya que uno empieza a fumar por las mismas razones por las que empieza a leer: porque quiere ser un hombre, porque quiere impresionar a las chicas, porque le parece interesante jugar con un cigarrillo entre los dedos, o sea, porque se encuentra mal en la situación presente. El malestar es el motor del progreso. Si nos hubiéramos encontrado bien en las cavernas, no habría aparecido la arquitectura. Y si no hubiéramos tenido frío, tampoco hubiéramos descubierto el modo de hacer fuego. La gente que se encuentra bien ni fuma ni lee ni construye edificios, se limita a estar bien.

Entre estar bien y creer que se está bien hay una diferencia. Nosotros, en las sociedades de occidente, creemos que estamos bien, pero estamos fatal. Estamos locos. No hay más que ver el precio de una vivienda de 40 metros cuadrados para darse cuenta. El mismo hecho de llamar vivienda a un espacio de ese tamaño ya indica un desvarío. Leemos poco porque creemos que estamos bien. Pero la primera condición para estar bien es no tener una hipoteca a 30 años. Ni soñar con un Opel Corsa. Ni pretender comprarse un apartamento en Marina d’Or, ciudad de vacaciones. Si fuéramos conscientes de hasta qué punto estamos mal, pero mal mal de verdad, iríamos corriendo a la farmacia a por algún remedio. Y si el farmacéutico fuera sensato (o extremeño), en vez de darnos unas pastillas, nos daría un libro. Se empieza a leer a partir de un desacuerdo con el mundo (o con la hipoteca). Cuantas más contraindicaciones tenga un libro, mejor (en eso se diferencian de los medicamentos). Aplaudimos, en fin, una vez más la iniciativa de la consejería de Cultura extremeña, incluso aunque no receten nuestros libros.

diumenge, 5 de novembre del 2006

Preferencias

PREFERENCIAS

Conocí a un gran poeta del que se decía que era frígido y que fingía el éxtasis que le producían sus versos. Pero lo fingía tan bien que todos le creíamos. Recuerdo haber leído sus poemas en estado de trance. Fue el poeta favorito de nuestra juventud. Con frecuencia, nos reuníamos en la casa de algún compañero de la facultad o alrededor de la mesa de un bar para leer sus textos en voz alta y comentarlos luego con la religiosidad de un grupo de devotos. Cuesta creer que los escribiera con la frialdad con la que un aparejador dibuja un plano o una calculadora lleva a cabo una ecuación, pero él mismo lo confesó en un diario póstumo que sorprendió a propios y a extraños. Lo más curioso es que incluso después de conocer esa declaración, sus versos continúan haciéndonos temblar de emoción (no digo de quién se trata porque no quiero compartirlo con nadie).

Me he acordado de él tras leer una entrevista con Sylvia Cristel, la actriz que representó a Emmanuelle, el mito erótico de los 70, en la que la actriz francesa confiesa que era frígida. Dios mío, Sylvia Cristel frígida. Como ustedes saben, fue amante de políticos y artistas porque era una llama en la que todos querían abrasarse. Pero era una llama fría. Cristel asegura no haber entendido jamás la atracción que provocaba su cuerpo, que a ella le producía extrañeza. Se dejaba hacer por los hombres con un distanciamiento no exento de curiosidad. ¿Por qué querrán tocarme?, se preguntaba. Al parecer confiesa todo esto en unas memorias frígidas que acaban de aparecer en Francia y cuya traducción esperamos con ansia en España. ¿Cómo podemos equivocarnos tanto?

Casi al mismo tiempo que me entero de lo de Sylvia Cristel, leo que Andersen odiaba a los niños, o sea, que también era, en algún sentido, frígido. Me pregunto si hay jueces frígidos, magistrados que fingen amar a la Justicia, por la que en realidad no sienten nada. Me pregunto si hay profesores de literatura frígidos, maestros que gimen de placer al hablar de Flaubert, al que quizá detestan. No me pregunto si hay obispos frígidos (que no creen en Dios), porque eso salta a la vista. Así las cosas, quizá uno mismo hubiera preferido ser frígido, pero eso no se elige.

dissabte, 4 de novembre del 2006

Negociaciones

NEGOCIACIONES

En su reaparición para desmentir los rumores de su fallecimiento, Fidel Castro ha recordado al público que ya advirtió que su recuperación sería larga y que no estaría exenta de riesgos: lo mismo, curiosamente, que venimos diciendo nosotros del llamado proceso de paz o de las negociaciones con ETA, como ustedes prefieran. Pero hay más paralelismos, pues tanto la enfermedad de Castro como las conversaciones con la banda armada son secretos de Estado en los que la discreción, se dice, es la virtud fundamental. De este modo, el dictador cubano ha convertido a su enfermedad en una forma de terrorismo, de terrorismo de azar, si ustedes quieren, pero de terrorismo al fin. El cáncer de colon (o de estómago, ahora no caemos) se ha aliado con el imperialismo para acabar con los logros de la revolución. El enemigo no descansa y además se encuentra en todas partes. Qué vida.

Castro ha intentado vencer a la enfermedad a base de cirugía. Ha bajado a su estómago con el bisturí en la mano como el que baja de la sierra con el fusil al hombro y ha cortado por aquí o por allá. Pero lo cierto es que tiene peor cara ahora que hace un mes. Quizá ha llegado el momento de negociar con la enfermedad contrarrevolucionaria que le aqueja. Castro no ha negociado jamás con nadie. Ha encarcelado a sus enemigos, los ha fusilado, los ha arrojado al mar… Esto de la negociación tiene que ser muy duro (y muy nuevo) para él. Además, el cáncer de colon (o de estómago) no habla: se expande. Ha de ser muy difícil, para alguien acostumbrado a que sus deseos sean órdenes, soportar la situación sin darse un tiro.

Nosotros, en cambio, nos pasamos la vida negociando: con Batasuna, con la hipoteca, con la vida. Hay en España miles de viviendas ilegales que son un auténtico cáncer para el paisaje. ¿Qué hacer? ¿Demolerlas o llegar a un acuerdo? El fiscal coordinador de Urbanismo y Medio Ambiente dice que hay que meter el bisturí, pero nosotros no nos lo creemos. Negociarán una vez más con ellas, porque la realidad no admite otra forma de trato. Fíjense en Castro, el pobre.

divendres, 3 de novembre del 2006

Misterio

MISTERIO

Me echaron del último bar a las seis de la mañana, pero no me veía con ánimos de conducir. Encendí un cigarrillo como el que se toma un consomé, para templar el cuerpo, y anduve un rato a la deriva. No había taxis o yo no era capaz de verlos. En esto, pasé por delante de una iglesia cuya puerta empujé y cedió. Tenía una nave central y dos laterales. En las laterales había pequeñas capillas consagradas a santos o vírgenes de escayola que me intimidaron ligeramente. Encendí una vela a san Aurelio porque mi padre se llamaba así, y otra a la Virgen de los Remedios, por mamá. Estaba arrepentido de mi vida, como siempre a esas horas, y lloré un poco delante de san Cipriano. Unas lágrimas burocráticas, de trámite.

En esto, vi un confesionario con una puerta central y dos ventanillas laterales. Tenía sobre el asiento un cojín rojo muy blando, como de plumas. Parecía un hogar, de modo que entré, me senté, apoyé la cabeza en una de las paredes y me quedé dormido. Pasó un tiempo indeterminado antes de que me despertara la voz de una mujer que me hablaba desde la ventanilla derecha. Decía que había deseado mil veces la muerte de su marido, pero que ahora que había muerto se sentía sola y estúpida, además de culpable. Veía mucho la televisión, a veces programas sucios, indecentes, incluso había llegado a asomarse a una película pornográfica. Quería consejo y perdón. Le dije que los maridos se mueren con independencia o no de que se desee su muerte. Se mueren más maridos que esposas, añadí absurdamente antes de darle la absolución.

Tras esta rara experiencia, abandoné el confesionario y salí a la calle. Había amanecido; el tráfico comenzaba a desperezarse. Miré el reloj y calculé que no me daría tiempo a pasar por casa antes de ir al trabajo. Algunos días iba directamente del bar a la oficina, así era mi vida. Comprendí que algo se había roto aquella madrugada, pero no sabía qué. De hecho, hice lo de todos los días y por la noche volví a incurrir en los bares. Al amanecer regresé a la iglesia y ocupé el confesionario. Al poco, se asomó por la ventanilla de la derecha la mujer del día anterior y comenzó a hablar. Entonces me pareció que lo que se había roto comenzaba a arreglarse de forma misteriosa.

dijous, 2 de novembre del 2006

Turismo de grandes almacenes

TURISMO DE GRANDES ALMACENES

Me metí en unos grandes almacenes huyendo de la lluvia y me parecieron muy curiosos. Había de todo lo que necesitaba y de lo que no necesitaba. Como lo que más gusta es lo que no necesito, acudí a la sección de relojería para echar un vistazo. Vi un cartel en el que habían escrito: «Por la compra de un reloj de 600 euros le regalamos un seguro antiatraco de 6 meses». Pregunté a una señorita qué significaba aquello y me dijo que si me robaban el reloj a punta de pistola o de cuchillo me daban uno nuevo.

-¿Pero tantas posibilidades hay de que me atraquen? -pregunté.

-A mi hija le robaron ayer a la luz del día el móvil, así que usted verá.

Me quedé pensativo, francamente. Comprarte un reloj con la idea de que te van atracar da mal rollo. Generalmente no pienso que me va a suceder nada malo. Y no me sucede. Jamás me han asaltado. Seguro que si me compraba el reloj comenzaba a sucederme toda clase de catástrofes. Se lo dije a la señorita:

-Me compraría el reloj, pero tengo miedo de que me suceda algo malo.

-Nosotros se lo aseguramos por seis meses, pero le tienen que atracar, claro.

-¿Y si muero en el atraco le darían un reloj nuevo a mis herederos?

-Cabe suponer que sí, aunque tendría que consultarlo. Finalmente decidí no comprármelo.

Después de todo me encontraba allí para refugiarme de la lluvia. Continué dando vueltas por la sección y tropecé con una zona de relojes de pared. Pregunté a una señorita si también esos relojes incluían un seguro antiatraco. Me dijo que sí, pero a condición de que lo llevara en la muñeca. Lo dijo de broma, creo, porque me pareció que se aguantaba la risa. Vi otro cartel que decía: «Hermetizamos relojes». Me pareció muy fuerte lo de hermetizar relojes, de modo que salí corriendo de la sección. Me asomé a la calle, pero no había dejado de llover. Compré un paraguas sin seguro antiatracos (y sin hermetizar) y abandoné el establecimiento. Llegué a casa sin que me asaltaran.

Qué vida.