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dissabte, 25 de setembre del 2010

Error y horror

ERROR Y HORROR

Lo del ejército de los EE UU con los homosexuales es curioso. Los admite entre sus filas, pero les obliga a ocultar su identidad. Puedes, siendo gay, llegar a general si consigues que todo el mundo te tome por hetero. Lo que quiere decir que debes llevar una vida contraria a tus inclinaciones. Lo más probable es que tengas que casarte con alguien del sexo aparente opuesto (perversión alucinante), tener hijos perfectamente heteros y recibir a los demás generales en tu casa como si tú y tu esposa (o tu esposa y tú) fuerais sexualmente felices. Andando el tiempo, podría darse el caso de que todo el Estado Mayor fuera homosexual, pero que se manifestara, sin embargo, como un Estado Mayor hetero. Para justificar esta medida estupefaciente, los republicanos dicen que de otro modo (con la verdad) se minaría la moral de la tropa.

En otras palabras, que tú enteras de que el soldado que acaba de caer a tu lado, en la trinchera, era gay y te vienes abajo.

-¿Se puede saber por qué has dejado de disparar, soldado? –grita el sargento esquivando las balas del enemigo.

-Es que Richard, antes de expirar, me ha confesado que era homosexual y me quedado sin moral de combate.


¿Qué hace el sargento, que a lo mejor también es gay, en una situación semejante? ¿Cómo aguantar un insulto de ese calibre a su identidad sexual? ¿No sería mejor que los heteros fuesen heteros y los gays gays en unos momentos tan complicados? Después de todo, hay una cosa que les une por encima del sexo: el hecho de ser carne de cañón, o sea, de ser pobres. Si fueran ricos, estarían en un despacho con moqueta, haciéndose la manicura.

En fin, en fin, qué disparatado es todo. Hubo un tiempo, casi con toda seguridad, en el que a los soldados negros, ya ves tú, les prohibían confesar su color. «No nos importa que seas negro», gritaba el capitán, «pero finge que eres blanco». Luego, los generales (sobre todo los generales negros) se dieron cuenta de que aquello era una tontería y las cosas volvieron a su ser. Pero les costó lo suyo, como demuestra la historia de los EE UU. A ver cuánto tardan ahora en salir de su error (y de su horror).

divendres, 24 de setembre del 2010

Versión Original

VERSIÓN ORIGINAL

Nuestros impuestos sostienen ya una realidad social que ni comprendemos ni nos comprende. Entre esa realidad y lo que nos cuentan sobre ella hay una falta de sintonía atroz, como cuando en el cine la banda sonora va por detrás de la imagen. Peor aún: basta encender la tele, abrir el periódico o intercambiar unas palabras con el taxista, para advertir que vivimos dentro de una película a la que un técnico de sonido loco ha acoplado la banda sonora de otra. La verdad es que el técnico no está loco, recibe órdenes de sujetos que, al ser incapaces de hacer bien su trabajo, aplican a los hechos palabras que no son.

Escuchas las justificaciones de un individuo que ha dejado asfixiarse a dos ancianos dementes dentro de una furgoneta con los cristales tintados (¿por qué los cristales tintados?), y te dices que algo no encaja en la noticia, primero porque el demente es el que olvida a dos viejos atados con correas a una silla de ruedas y, segundo, porque si alguien que acaba de cometer tal salvajada es capaz de expresarse con ese desparpajo, es que vivimos entre alimañas. Han implantado al director de la residencia de Ciempozuelos una banda sonora que pertenece a otra situación, lo mismo que a Zapatero cuando justifica los ardores xenófobos de Sarkozy, a los socialistas de Benidorm cuando eligen para la alcaldía a un tránsfuga de su propio partido, o a todo el PP valenciano que, con un pie en los juzgados, se manifiestan como los paladines de la honradez. ¿Y dónde, por Dios, fabrican las alucinantes bandas sonoras con las declaraciones de Cospedal o de Rajoy?

Vivir dentro de una novela realista cuyos personajes mantienen diálogos de relato experimental es un ejercicio de esquizofrenia agotador. Casi mejor que nos comunicáramos con subtítulos ilegibles, como si perteneciéramos a una película asiática en versión original.

dijous, 23 de setembre del 2010

Violar sin placer

VIOLAR SIN PLACER

El general Videla ha declarado ante el tribunal que le juzga que los militares argentinos, durante la represión, fueron crueles, pero no sádicos. Lo que diferencia al cruel del sádico es que el último disfruta con lo que hace. El matiz está bien traído, pero pone los pelos de punta a cualquiera.

Si lo hemos entendido bien, lo que el militar argentino ha querido decir es que cortaban las manos a los detenidos, sí, pero sin ganas, a la fuerza, como el que lleva a cabo un cometido desagradable. Ha querido decir que introducían repetidamente la cabeza del preso en un cubo lleno de mierda sin obtener de ello otro gozo que el del deber cumplido. Ha querido decir que desnudaban a sus víctimas y les aplicaban electrodos en los genitales de mala gana, como si cada vez que se producía la descarga eléctrica se les pusiera mal cuerpo. Ha querido decir que violaban a las presas porque era lo que mandaban las ordenanzas, pero que mientras las penetraban violentamente sufrían infinito. Ha querido decir que arrancaban los bebés del vientre de sus madres y se los entregaban a sus compañeros de armas estériles como el que ficha al entrar en la oficina.

Con la misma actitud de fastidio laboral, asesinaban luego a esas madres y las hacían desaparecer. Ha querido decir que colgaban de los dedos de los pies a los cautivos con la actitud artesanal del que aprieta una tuerca, y sin dejar de mirar la hora, para ver si terminaba la jornada laboral y podían dedicarse por fin a hacer el bien.

Ha querido decir…

¿Se pueden realizar a disgusto todas esas barbaridades? Para qué vamos a engañarnos: no. Es imposible sacar los ojos a un semejante, o arrojarlo vivo al mar desde un helicóptero, con la frialdad de un burócrata que trabaja en régimen de jornada partida. No hay posibilidad alguna de arrancar las uñas a una adolescente embarazada sin sentir placer. Resulta inviable de todo punto asesinar a un niño delante de su madre si los gritos de dolor de ambos no te excitan. Quiere decirse que el general Videla miente, pero miente en su contra. ¿Por qué? Porque da más miedo un tipo capaz de llevar a cabo todas esas atrocidades sin sentir ninguna complacencia que sintiéndola.

diumenge, 19 de setembre del 2010

Deduje y deducí

DEDUJE Y DEDUCÍ

Los famosos huyen de Twitter a la misma velocidad a la que entraron (200 por hora). Dicen que ya no encuentran placer en relatar, minuto a minuto, lo que hacen, pero no es cierto; lo que ocurre es que escribir, aunque sólo sea 140 caracteres, es duro; y escribir sin cobrar, agotador. Luego está el problema de la sintaxis: que si pongo el sujeto en este lado de la oración o en este otro, que si aquí conviene una coma o un punto y coma, que si se dice «he comprado unos calcetines para mis niños adoptados de lana» o «he comprado unos calcetines de lana para mis niños adoptados». No es lo mismo, no es lo mismo ser que estar, qué va, tampoco quedarse es igual que parar. Escribir, decíamos, incluso cobrando, es duro, duro, duro, no ya por la sintaxis o la morfología, también por la moral. Y es que la escritura, lo queramos o no, termina siendo un espejo de carácter moral en el que se ven todos y cada uno de los puntos negros del alma.

Las escuelas de escritores están llenas de alumnos de los que apenas el 1% acaba dedicándose a escribir. El resto vuelve a casa y se pone a trabajar en la tienda de comestibles de su padre. ¿Por qué? Porque al rellenar las primeras cuartillas se dan cuenta de quiénes son y salen huyendo a todo trapo de sí mismos. No es que ignoren si se dice «deduje» o «deducí», que a veces también, sino que no saben cómo declinarse a sí mismos, ni siquiera se habían planteado, antes de matricularse en escritura creativa, si eran personas regulares o irregulares, al modo de los verbos. La primera condición para escribir medianamente bien es ser irregular, claro. Pero también para eso hay que tener un coraje moral que no abunda. Las escuelas de escritores están llenas de personas regulares (como el verbo amar) que aspiran a ser irregulares (como el verbo soñar). Pero si eres regular, muchacho, eres regular, eso es genético. Por otro lado, la irregularidad está sobrevalorada, como la escritura.

De todo eso, en fin, nos damos cuenta al escribir con cierta periodicidad, aunque sólo pongamos 140 caracteres. De todo eso, y de lo idiotas que podemos llegar a ser, pues ya me dirán qué interés tiene relatar al mundo que acabas de pedir hora al dentista. De ahí que los famosos huyan de Twitter como de la peste.

divendres, 17 de setembre del 2010

Preguntas

PREGUNTAS

¿Llevará razón la novela larga frente a la corta al modo en que, según el poeta, llevaban razón los días laborables? ¿Quién ganaría un combate entre Ana Karenina y La muerte de Ivan Ilich? ¿Quién una discusión entre Ulises y La metamorfosis? ¿Es más adulta o más seria o más arriesgada, no sé, El Quijote que El Lazarillo de Tormes? Me hago estas preguntas en el metro, donde el pasaje lee, casi sin excepción, novelas de más de 700 páginas. ¿Llevará razón el puro frente al cigarrillo? Cuando ya nadie fume, ¿sobrevivirá la leyenda del Cohibas a la del Camel? ¿Qué fumaría (si las novelas fumaran) Guerra y Paz; qué Pedro Páramo? ¿Desaparecerán un día, por no llevar razón, los domingos y sus tardes, tan crueles, aunque tan pertinentes, por ello mismo, para la relectura de Rulfo, de Borges o de Monterroso?

Si los psicólogos encargados del caso prescribieran ficción, en vez de libros de autoayuda, a los obreros chilenos atrapados en el fondo de la mina San José, ¿optarían por novelas de largo o de corto aliento? Conocemos la consideración (mala) de la Literatura respecto a la obra breve. ¿Piensa del mismo modo la Psicología? ¿Cómo diablos han llegado los lectores del metro al extraño consenso de bajar al túnel con un volumen que no cabe en el bolso? ¿Dónde lo colocan al llegar al trabajo? ¿De qué forma lo echan de menos durante la jornada laboral? ¿Por qué estos libros son también, casi sin excepción, de tapa dura? ¿Llevará razón la tapa dura frente a la edición de bolsillo al modo en que el lunes, siempre según Gil de Biedma, lleva razón frente al domingo? ¿Tendrá razón el esposo frente al amante ocasional? Si con los libros se follara (y parece que sí), ¿se comportarían como cónyuges o como aventuras de verano? ¿Copularían con más ardor las novelas de Umberto Eco o las de Italo Calvino? Todo son preguntas.

diumenge, 12 de setembre del 2010

Patología y profesión

PATOLOGÍA Y PROFESIÓN

Parece que gracias a las presiones internacionales se ha suspendido la lapidación de Sakineh M. Ashtianí, la mujer iraní acusada de una estupidez por la que ya ha recibido 99 latigazos. La judicatura, en algunos países, es un refugio perfecto para psicópatas y asesinos en serie. Pueden llevar a cabo, con la ley en la mano, las fantasías más atroces. Hay burdeles donde también se utilizan los látigos (de mentira, suponemos), y quizá donde se lapida con piedras que no matan. Pero para emociones fuertes, azotes que hagan sangrar y pedradas que destrocen la cabeza. Nos preguntamos qué rayos estudian los opositores a juez en Irán. A lo mejor se pasan 10 ó 15 horas diarias dándole vueltas a las posturas prohibidas en la cópula. Tanto tiempo con ese temario le vuelve a uno loco, lo transforma en un perverso. En cierta ocasión hablé con un joven que había pertenecido a una asociación dedicada a la castidad y me contó que tenían unas reuniones donde había más sexo que en cien prostíbulos juntos.

Cuando Franco, siempre nos preguntábamos qué atractivo podía tener, para un individuo mentalmente sano, opositar a juez. ¿Qué placer obtenían aquellos seres tan siniestros de llevar a la cárcel a Marcelino Camacho, por ejemplo? Y es que no estaban mentalmente sanos, claro. Cuando hablamos de Irán, parece que nos referimos a algo muy alejado de nosotros. Pero los jueces franquistas, muchos de los cuales viven todavía, castigaban también el adulterio y la homosexualidad. Se lo pasaban tan bien como los jueces iraníes. Si se llevara a cabo un estudio que asociara las patologías mentales a las distintas profesiones, nos quedaríamos de piedra. Los carniceros, pobres, serían los mejor parados.

En fin, que lo de las presiones internacionales que han salvado, de momento, a Sakineh M. Ashtianí es fantástico. Ahora bien, ¿a qué iban dirigidas?, ¿a evitar su lapidación o a evitar su muerte? Si se la hubieran cargado con una inyección letal o en una silla eléctrica, ¿habríamos permanecido mudos? No recordamos que haya grandes presiones internacionales cuando ejecutan a alguien en EE UU. Y a un juez capaz de mandar a la horca a un semejante algo le pasa también en la cabeza, sea o no iraní.

divendres, 10 de setembre del 2010

Gente que sobra

GENTE QUE SOBRA

Lo primero que notas al regresar de las vacaciones es que ha aumentado la mendicidad. Lo percibes en el metro, en los semáforos, en las puertas de las cafeterías caras. Ha aumentado la mendicidad, te dices saliendo de la Fnac con las novedades literarias del otoño. Ha aumentado la mendicidad, te repites calle arriba, hacia Callao. Cuatro palabras a las que das vueltas dentro de la boca, mezclándolas con la saliva, intentando extraer de ellas algún significado. Significan que hay más mendigos que cuando te fuiste, hasta ahí llegas. Hay más pobres que le sobran al Estado español al modo en que le sobran los gitanos al francés. Sobran sus estómagos, sus lenguas, sus ojos, sus bocas, sus pulmones, sus culos, sus pollas, sus coños, sus miradas extraviadas, sus palabras, sobran sus piojos.

En el vagón del metro distingues enseguida a los que sobran. Son tres y lo llevan escrito en la frente. Hay otros cuatro o cinco a punto de sobrar. También lo llevan escrito. Los que no sobramos (aún) nos alejamos de ellos por miedo al contagio. Intentas refugiarte en la lectura de las solapas de los libros que acabas de comprar. ¿Pero de quién son los mendigos? Tuyos no (¿por qué entonces ese malestar?). Ni del alcalde (de otro modo no fabricaría bancos imposibles para impedir su descanso). ¿Pertenecen quizá al Ministerio de Interior, al de Igualdad, al de Trabajo, al de Fomento, al de Defensa, al de Sanidad, al de Economía, al de Hacienda? Mientras las estaciones se suceden, repasas ministerio a ministerio y compruebas que no pertenecen a ninguno, ni siquiera al de Justicia, que ya es decir. Tampoco al de la Solidaridad, que ni existe ni se le espera. Ha aumentado la mendicidad, una frase sencilla, impersonal, sin sujeto, como cuando decimos llueve o hace calor. Un suceso atmosférico. La mendicidad como Ciclón de las Azores.

Honras fúnebres

HONRAS FÚNEBRES

Una huelga -sobre todo una huelga general- ha de tener algo de fiesta. Se celebra en ella la capacidad del mundo del trabajo para parar los pies al capital. Una huelga es una demostración de fuerza, de unidad, de sentimiento de clase, es una prueba de solidaridad, de hermandad, de pertenencia. Es también un signo de identidad: te ayuda a averiguar quién eres y con quiénes eres. Es asimismo la antítesis indispensable a una tesis punzante (implica por lo tanto la búsqueda de una síntesis razonable). Las vísperas de las huelgas -sobre todo si son generales- han de transmitir al trabajador la emoción que provocan los grandes acontecimientos históricos. También la responsabilidad consecuente. Emoción y responsabilidad no se excluyen: por eso, pese a tener algo de fiesta, una huelga no es una romería.

Quiere decirse que no se puede acudir a una huelga como el que acude a un funeral, a un entierro, a unas honras fúnebres. Mucho menos, como el que acude a su propio funeral, a su propio entierro, a sus propias honras fúnebres. Es un disparate unirse a un huelga con la cabeza agachada o con el rabo entre piernas. Se trata de un gran suceso colectivo (y por lo tanto personal) que conviene encarar con coraje, con un coraje alegre. Alegría tampoco es sinónimo de frivolidad. Hay alegrías muy serias, muy formales, muy graves: curiosamente, son las más importantes de la vida. La huelga, como cualquier acto de dignidad, tiene un precio, claro. Y no sólo el de la jornada que descuentan, de su salario, al trabajador. Provoca también tensiones entre los propios compañeros, con uno mismo, con la propia familia en ocasiones. Si la huelga es justa, si está bien organizada, si sus líderes dan ejemplo, ese precio apenas influye en el estado de ánimo del huelguista.

Por todo ello sorprende hasta la perplejidad la actitud con la que Cándido Menéndez e Ignacio Fernández Toxo acudieron a Trabajo para registrar la convocatoria de huelga general del 29-S. Aparecían en las fotos como dos derrotados. El segundo llegó a calificar la convocatoria de "gran putada". ¿Es que no quieren que la secunde nadie? Si se trata de eso, están en el buen camino.

diumenge, 5 de setembre del 2010

La realidad es muy cruel

LA REALIDAD ES MUY CRUEL

Dicen que Mariano Rajoy tiene un gobierno en la sombra al modo de esos escritores que tienen una novela en un cajón. Los segundos no encuentran editor; el primero no encuentra votos. El problema de las novelas en el cajón es que se pasan, como el pescado, y llega un momento en el que es mejor envolverlas en una bolsa de plástico, sellarlas bien selladas, para que no huelan, y arrojarlas a la basura. Eso, cuando existen realmente, porque en la mayoría de las ocasiones son delirios de esos de escritores tan de aquí que no escriben, pero que se pasan la vida amenazando con sacar una obra maestra. El problema de los gobiernos a la sombra, cuando no son una fantasía, es que se descomponen también, se pudren, y se llenan de gusanos si tardan mucho tiempo en salir a la luz.

Imaginemos, por ejemplo, un gobierno del PP en el que Rajoy hubiera pensado en Francisco Camps para ministro de Interior. Sería una risa, claro, como nombrar al Dioni secretario de Estado de Seguridad o a Díaz Ferran vicepresidente económico. No sabemos desde cuándo tiene Rajoy un gobierno en la sombra, pero lo cierto es que los rostros más conocidos de su partido están ya medio quemados e inhabilitados por tanto para dirigir un país, incluso un país sombrío. ¿Qué ministerio se le podría dar, por ejemplo, a Carlos Fabra, otro varón insigne del PP? ¿Qué responsabilidad a Soraya Sáenz de Santamaría, ingeniosa oficial en decadencia? Están también Gallardón y Aguirre, pero no somos capaces de imaginar a ninguno de los dos en la sombra.

Ahora bien, lo que no es verosímil de ninguna de las maneras es que Rajoy llegue a presidente del Gobierno. No lo decimos nosotros, lo dicen las encuestas. Vale que sacó las oposiciones a registrador de la propiedad, a las que hay que echar muchas horas y muchos codos, pero más horas y más codazos ha dedicado a la presidencia del Gobierno con los resultados de todos conocidos. Quiere decirse que si Rajoy tiene un gobierno en la sombra, será un gobierno gris, oscuro, húmedo, un gobierno opaco, lo que cuadra muy bien con su personalidad de registrador barbudo. Con un gobierno de esa clase se puede fantasear, como con una obra maestra en un cajón. Pero la realidad es muy cruel.

divendres, 3 de setembre del 2010

Gómez / Jiménez

GÓMEZ / JIMÉNEZ

No comprender el mundo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas son todas de orden moral; los inconvenientes, sin excepción, de carácter práctico. Quiere decirse que pesan más los segundos que las primeras. Como simples espectadores, nos da la impresión de que Tomás Gómez pertenece a la categoría de quienes no entienden nada, y Trinidad Jiménez, a la de los que lo entienden todo. Al primero lo acabamos de conocer y a la segunda solo la hemos observado hasta ahora con el rabillo del ojo. Gómez, que viene de Parla, es decir, del pueblo, se ha manifestado desde que llegara a la capital con una ingenuidad conmovedora. Jiménez, en cambio, ha nadado con excelente retórica vacía en todas las aguas, incluidas las de la gripe A. Nadie ha logrado aún obtener de ella unas declaraciones inteligibles acerca de la actitud extraordinariamente turbia de la OMS en todo ese asunto.

El ingenuo de Gómez ha propuesto a Jiménez un debate público que la candidata ha rechazado aduciendo que su adversaria es Esperanza Aguirre. El argumento es a todas luces una falacia. Lo sabe cualquiera, comprenda o no comprenda el mundo, proceda del pueblo o de la capital. Pero los que comprenden el mundo son capaces de proferir disparates que insultan a la inteligencia sin descomponer el rostro. Los que no lo comprenden se quedan de piedra, como el pobre Gómez. El mundo vienen dirigiéndolo, desde tiempos inmemoriales, los que lo entienden, de ahí que nos vaya como nos va (mal). José Luis Rodríguez Zapatero, cuando llegó a La Moncloa, no entendía nada, por eso hizo cosas tan interesantes en materia de igualdad y de derechos civiles. Pero en algún momento entendió todo (o se lo hicieron entender a palos) y se retractó. El primer paso para entender el mundo es advertir que los banqueros también lloran. A partir de ahí viene todo rodado.

dimecres, 1 de setembre del 2010

Vemos más, pero vemos peor

VEMOS MÁS, PERO VEMOS PEOR

Hay, por lo visto, empresas que realizan ecografías en tres dimensiones, sin valor médico, por el mero placer de que los padres observen lo que ocurre dentro del útero habitado. Con la película resultante se hace luego una especie de documental de carácter doméstico que se incorporará a la videoteca familiar. A estos documentales, una vez montados, no les falta ni música de fondo, mayormente clásica: Bach, Vivaldi, un poco de Mozart y por ahí. Al final, los documentales de La 2, muy poco vistos, pero muy citados, se están convirtiendo en un modelo de construcción novelesca de la propia vida. Y de la de los hijos.

—Éste eras tú cuando aún no conocíamos tu sexo. Éste, a los siete meses de embarazo. Éste otro, a los ocho y medio, etcétera.

Los niños del futuro (del presente, en realidad) poseerán una documentación extraña de cuando aún no eran. De las dos vidas paralelas que llevamos todos (la real y la que se va construyendo en el álbum de fotos familiar), la del álbum se adelantará notablemente con estas ecografías comerciales acerca de cuya utilidad emocional e histórica tenemos serias dudas. Con frecuencia, logramos cosas realmente espectaculares cuyo significado, sin embargo, ignoramos. Curiosamente, las primeras imágenes que recibimos de los mineros chilenos, atrapados a 700 metros de profundidad, tenían también la calidad de las ecografías en 3D. Sus rostros flotaban en una suerte de espacio indeterminado, como fetos inversos. Cada vez recibimos más información acerca de todo, pero cada vez es más borrosa. La vida y la muerte poseen ya una calidad vaga. Hemos ampliado enormemente la perspectiva de la realidad al precio de perder precisión. Vemos más, pero vemos peor. La realidad entera es una ecografía. Asistimos, por ejemplo, de forma simultánea, a la muerte diaria de civiles en Irak y al enriquecimiento de Tony Blair, pero no relacionamos un asunto con otro. Mientras Blair pronuncia una conferencia de cien mil euros acerca de su conversión al catolicismo, una bomba destruye treinta o cuarenta cuerpos en una calle cualquiera de Bagdad. Y somos incapaces de asociar los dos hechos como somos incapaces de distinguir, en las ecografías, un brazo de una pierna.