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dimecres, 24 de setembre del 2008

Ataques de angustia

ATAQUES DE ANGUSTIA

En un aeropuerto norteamericano funciona, de forma todavía experimental, un aparato que detecta la temperatura corporal, el pulso y la frecuencia de la respiración de los pasajeros. Con todos esos datos debidamente organizados, la policía deduce el grado de ansiedad de la gente. Cuando ésta alcanza un valor equis, detienen al que la padece porque está a punto de poner una bomba. Eso dicen. Desde una perspectiva europea, y habiendo leído a Sartre, los síntomas descritos se corresponden con los de un ataque de angustia. Yo tengo varios al mes, la mitad de ellos en los aeropuertos, mientras me desnudo delante de los seguratas, pero jamás se me ha ocurrido atentar contra nadie. Pessoa, como autor del Libro del desasosiego, no habría podido viajar a EE UU sin sufrir tantas detenciones como aeropuertos pisara. Era muy sensible a las agresiones de la vida cotidiana.

Pero cuando el diablo y el FBI no tienen nada que hacer, con el rabo matan moscas. McCain sufrió un ataque de ansiedad cuando le preguntaron si, en caso de ganar las elecciones, recibiría en la Casa Blanca a Zapatero, el presidente de España. El hombre no sabía quién era Zapatero ni qué era España, por lo que se le alteró la respiración, empezó a sudar en exceso y se le aceleró el pulso, como a un terrorista de ficción. Bush, en cambio, bombardeó Iraq acabando con la vida de miles de inocentes sin mover un músculo. Quiere decirse que los terroristas de verdad tienen la sangre muy fría. La angustia existencial requiere algún grado de complejidad intelectual. Un tipo capaz de poner una bomba en un supermercado no se altera por nada.

McCain, en cambio, tartamudeó. El hombre, en vez de confesar su ignorancia, habló del presidente de México, lo que no venía a cuento de ninguna manera. Empezó a caerme bien entonces, no porque fuera ignorante, sino por la vergüenza que le proporcionaba su ignorancia. Ya ven, un militar curtido en mil guerras sudando frente a una periodista latinoamericana como un claustrofóbico en el ascensor. No merece ganar las elecciones, pero tampoco ser tratado de terrorista. A ver si mejoran el detector de las narices.

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