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divendres, 20 d’agost del 2010

Quizá no

QUIZÁ NO

Viajó González Pons a Melilla en calidad de político español o de activista marroquí? No sabríamos decirlo, francamente. Él aseguró a los medios que se encontraba allí como lo primero, pero se comportó como lo segundo. Los activistas marroquíes debieron de quedarse encantados con su actuación. Jamás habían recibido un apoyo tan explícito ni tan eficaz de un partido español. Ello nos sume en serias dudas respecto a la percepción que tenemos de la realidad. Nunca la frontera entre el orden y el desorden fue tan delgada. Los billetes de 50 euros, perfectamente legales, poseen abundantes restos de una sustancia ilegal como la cocaína. Si sometiéramos a González Pons a un examen semejante al de los billetes, vaya usted a saber lo que encontraríamos. Y es que este hombre lleva un verano glorioso. Aparece allí donde hay un conflicto, como Supermán, pero para agravarlo. Es un antihéroe inverso, lo que genera una confusión enorme en el personal al que las vacaciones no tienen completamente idiotizado. Con el portavoz del PP nos ocurre lo mismo que con esos libros en los que llegas a la mitad y no sabes si son un ensayo o una novela. Muchos de ellos son ensayos novelísticos, o novelas ensayísticas, lo que está muy bien, pues la mezcla de géneros es una forma de mestizaje enriquecedora. Pero hay límites, como para todo en la vida. Si estás leyendo el periódico, por ejemplo, necesitas diferenciar desde el principio lo que es una noticia de lo que es un relato de verano. Imagínense que el conflicto con Marruecos hubiera sido al final un cuento. Pediríamos responsabilidades a los cuentistas. No se puede implicar a un rey real, valga la redundancia, en una historia de ficción.

Con Pons nos ocurre justamente eso, que no hay forma de saber si es un ensayo o una novela, una película o un documental, un poema o una prosa poética, un radical marroquí o un moderado español. Todo ello resultaría muy estimulante si se tratara de un personaje de ficción de la familia Simpson. Pero estamos hablando de un individuo de verdad, con responsabilidades auténticas. Claro que luego miras detenidamente a Rajoy, su jefe, o a Aznar, que ha echado una mano también a los activistas marroquíes, y piensas que quizá no.

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