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dissabte, 30 de setembre del 2006

Los genitales de las eléctricas

LOS GENITALES DE LAS ELÉCTRICAS

Me abro paso entre los vocablos puestos estos días en circulación para describir lo que ocurre en las empresas de electricidad. No es fácil. Los periódicos califican el suceso de seísmo, de terremoto; de conmoción sin precedentes. Alguien asegura que la locura del sector energético ha provocado un movimiento de optimismo euforizante (quizá haya optimismos que depriman) en Wall Street. Aunque se trata de una noticia financiera, los cronistas, lejos de utilizar un lenguaje económico, recurren a las jergas procedentes de la geología, de la psiquiatría, de las ciencias sociales. No es todo. Si a usted le gustan las referencias oníricas, también las hay: un experto en bolsa aseguraba ayer que las acciones de esas compañías llevaban dormidas 13 meses. Cabe preguntarse si soñaban con esta conmoción, con este seísmo, con este terremoto, con esta bendición de Dios, pues también más de uno ha recurrido a la teología para explicarnos la importancia de las fusiones y contrafusiones en marcha.

Hace un rato, en la cola del puente aéreo, mientras un servidor buscaba entre la prensa un análisis no contaminado por todos estos lenguajes excéntricos, un ejecutivo le decía a otro que ya era hora de que las empresas de la construcción le palparan los genitales a las eléctricas. Si habían echado ustedes en falta la referencia sexual, ahí la tienen. O sea, que también es eso: un intercambio sexual entre dos o más personas jurídicas. A final, todo se resume en una cuestión de huevos, pues la frontera entre la plusvalía y el sexo es cada día más delgada.

De todos modos, a uno, que es un ignorante, le gustaría que le explicaran las cosas de manera sencilla. Mire usted, esto es algo tan simple como que alguien compra y alguien vende. Ah, vale, alguien compra y alguien vende. Pero no se puede comprar ni vender sin poner en ello un poco de instinto venéreo, una pizca de sentimiento patriótico (a E.On, que le den, que es alemana), unos gramos de emoción religiosa, una cantidad discreta de locura. En los negocios intervienen todas las facultades del hombre, de ahí la necesidad de recurrir a las metáforas. ¿Comprende usted? Comprendo y le quedo muy agradecido.

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