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divendres, 16 de juny del 2006

Urbanismo salvaje

URBANISMO SALVAJE

La noticia, si ustedes me lo permiten, no es que se case Carmencita Franco (ya lo ha hecho otras veces sin que ocurriera nada); el problema es la unión entre las palabras urbanismo y salvaje, un matrimonio mucho más brutal y estéril que cualquiera de los protagonizados hasta el momento por la nieta de aquel dictador repugnante (y perdón por la redundancia) que sembró España de estatuas ecuestres. Ayer mismo tropecé en el periódico con este matrimonio verbal: Urbanismo salvaje. Ignoro desde cuándo están unidos. Sí sé que hace treinta o cuarenta años podías encontrar la palabra urbanismo por un sitio y el término salvaje por otro. Cada uno, en su ámbito, cumplía una función social. Urbanismo tenía el prestigio del desarrollo arquitectónico y salvaje poseía una reputación literaria, procedente de las novelas de aventuras.

Pero se casaron (no sabemos cuándo exactamente, ésa es la verdad) y organizaron la de Dios es Cristo. Si tuviéramos que buscar una boda con resultados así de catastróficos, tendríamos que remitirnos a la del mismo Franco con la misma doña Carmen Polo, donde se unieron el fanatismo militar y el religioso, ocurriendo lo que ocurrió (en la boda de la nietísima, en cambio, sólo se unen el hambre y las ganas de comer). La boda secreta entre urbanismo y salvaje (entre la especulación y la falta de escrúpulos) se ha traducido, sólo entre los años 1987 y 2005, en un aumento de la superficie ocupada del 40%. Los datos proceden del Observatorio de Sostenibilidad de España, nombre raro donde los haya, pero son fiables. Ello significa que han desaparecido innumerables humedales, charcas o paisajes naturales con sus habitantes correspondientes.

Urbanismo salvaje, he ahí una asociación marital a la que convendría prestar más atención. En el universo de las palabras, el divorcio es más difícil que entre los humanos (no pagan por las exclusivas, como en el caso de Carmecita y Cía). De hecho, urbanismo salvaje es un matrimonio muy sólido. No hay más que asomarse a las costas de Valencia, de Murcia, de Andalucía. Y lo que nos queda por ver.

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