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diumenge, 18 de juny del 2006

El papel impreso

EL PAPEL IMPRESO

En mi barrio había una fábrica de hielo. De ella salían unos preciados lingotes que se repartían por las casas en un carrito de dos ruedas. El muchacho encargado del reparto llevaba un garfio que manejaba con sorprendente maestría. Le servía para sujetar la barra de hielo sobre el hombro, pero también para partirla. La gente le compraba un cuarto de barra, media como mucho, y había que golpear en el lugar adecuado para que se partiera sin producir esquirlas. Cuando éstas saltaban, los críos las atrapábamos en el aire, para metérnoslas en la boca. Mal hecho. El hielo se fabricaba con agua no potable. Servía para enfriar, no para beber. En una ocasión, vimos, en el núcleo de la barra, el rabo de una rata. Todo lo que rodeaba al mundo del hielo era mágico. «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». Pues eso.

Un día, llegó al barrio una nevera eléctrica. Una Whestinghouse. Había colas para verla. Yo era amigo del hijo de los propietarios, por lo que fui de los primeros en rendirle admiración. No sólo mantenía los alimentos frescos, sino que fabricaba hielo. Parecía increíble que dentro de una casa cupiera una fábrica de hielo, pero era así. Los críos introducíamos mondadientes en la cubitera y nos hacíamos la ilusión de fabricar polos. Recuerdo, en fin, la llegada de aquel electrodoméstico como uno de los sucesos más excitantes de mi vida.

Durante algún tiempo, la fábrica de hielo convivió con la progresiva difusión de neveras eléctricas. El propietario de la fábrica, que nunca creyó que éstas llegaran a popularizarse, continuó produciendo hielo a toda pastilla. Y se arruinó, claro. A veces me preguntó si las actuales empresas editoras (de libros, de periódicos, de revistas?) no son el equivalente a aquella fábrica. Hoy, cada uno tiene en Internet su propia fábrica de noticias. Y su impresora. Invertir en rotativas es como fabricar hielo cuando ya todo el mundo posee una nevera. Personalmente, tengo la misma sensación de pérdida y de ganancia de entonces. Y también una suerte de nostalgia anticipada por el papel impreso.

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