PEGARSE UN TIRO
Los mercados -signifique lo que signifique esa abstracción de carácter teológico- han ganado la batalla que hace apenas unos meses fingían haber perdido, cuando el capitalismo -¿recuerdan?-, víctima de sus contradicciones internas, se había ido al carajo para dar paso al socialismo de rostro humano (si quieren más tópicos, dispongo de un saco junto al ordenador). Los mercados tienen hoy comiendo en su mano a todos los Gobiernos de Europa en general y al de España en particular. El Ejército español es el Ejército de los mercados, la Hacienda española es la Hacienda de los mercados, la Cultura española es la Cultura de los mercados, y así de forma sucesiva (Agricultura, Interior, Industria, Igualdad, Fomento...). Ministerio a ministerio, subsecretaría a subsecretaría, toda nuestra organización estatal está a su servicio. Si mañana deciden que hay que suprimir la Biblioteca Nacional, se suprime y punto.
Le gustaría a uno pensar que en el patio de algún instituto, en el campus de alguna universidad, o en el sótano de alguna imprenta, se está organizando el modo de poner en su sitio a los mercados. Pero no será fácil porque sus ayatolás han filtrado hasta el tuétano de los más renuentes la vieja idea de que la alternativa a la injusticia es el caos total. Narcosis absoluta, pues. Hasta el anestesista se ha dormido. Quizá puedan surgir aquí o allá pequeños focos de rebelión, pero o bien estarán financiados por los mercados (para transmitir la idea de que sufren), o bien la Policía, que es ya la policía de los mercados, se encargará de sofocarlos y de llevar a los cabecillas a la Justicia, que es también la justicia de los mercados. Quiere decirse que si desde el punto de vista económico vienen tiempos duros, desde la perspectiva moral, mejor pegarse un tiro (el tiro que no nos atrevemos a pegar a los mercados).
Los mercados -signifique lo que signifique esa abstracción de carácter teológico- han ganado la batalla que hace apenas unos meses fingían haber perdido, cuando el capitalismo -¿recuerdan?-, víctima de sus contradicciones internas, se había ido al carajo para dar paso al socialismo de rostro humano (si quieren más tópicos, dispongo de un saco junto al ordenador). Los mercados tienen hoy comiendo en su mano a todos los Gobiernos de Europa en general y al de España en particular. El Ejército español es el Ejército de los mercados, la Hacienda española es la Hacienda de los mercados, la Cultura española es la Cultura de los mercados, y así de forma sucesiva (Agricultura, Interior, Industria, Igualdad, Fomento...). Ministerio a ministerio, subsecretaría a subsecretaría, toda nuestra organización estatal está a su servicio. Si mañana deciden que hay que suprimir la Biblioteca Nacional, se suprime y punto.
Le gustaría a uno pensar que en el patio de algún instituto, en el campus de alguna universidad, o en el sótano de alguna imprenta, se está organizando el modo de poner en su sitio a los mercados. Pero no será fácil porque sus ayatolás han filtrado hasta el tuétano de los más renuentes la vieja idea de que la alternativa a la injusticia es el caos total. Narcosis absoluta, pues. Hasta el anestesista se ha dormido. Quizá puedan surgir aquí o allá pequeños focos de rebelión, pero o bien estarán financiados por los mercados (para transmitir la idea de que sufren), o bien la Policía, que es ya la policía de los mercados, se encargará de sofocarlos y de llevar a los cabecillas a la Justicia, que es también la justicia de los mercados. Quiere decirse que si desde el punto de vista económico vienen tiempos duros, desde la perspectiva moral, mejor pegarse un tiro (el tiro que no nos atrevemos a pegar a los mercados).
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