¿ESTÁS BIEN?
Soñé con dos pasillos idénticos. Yo iba por los dos a la vez en dirección a un dormitorio grande que se encontraba al fondo. Tenía la misma edad en el pasillo de la izquierda que en el de la derecha. También iba vestido del mismo modo. No había diferencia alguna. Sin embargo, todo era distinto. En el sueño me preguntaba: ¿Cómo es posible que todo sea igual cuando todo es distinto? Mientras intentaba responderme, continuaba progresando hacia el fondo, donde me esperaba una puerta (dos puertas en realidad) cerrada (cerradas). Quizá, me dije, en uno de los pasillos estoy vivo y en el otro muerto. ¿Pero en cuál sucede una cosa y en cuál otra? Ni idea. A lo lejos sonó entonces un teléfono. Aunque no estaba seguro de si sonaba dentro del sueño o en la realidad, decidí que la llamada no me concernía y continué andando.
Al alcanzar la puerta, introduje la mano en el bolsillo de la chaqueta, de donde saqué una llave con la que la abrí, penetrando a la vez con mis dos cuerpos en las dos habitaciones. Vi una cama grande, de las de matrimonio, sobre cuya superficie alguien había extendido un traje oscuro, una camisa blanca y una corbata negra. También había, a los pies del lecho, un par de zapatos sin estrenar que brillaban como el azabache. Tenían la suela muy fina. Dentro de cada uno de ellos había un calcentín. Los calcetines eran grises. Los trajes, siendo idénticos, como todo lo demás, eran también muy diferentes. Me dio por pensar que el de la izquierda era una mortaja mientras que el de la derecha pertenecía a un tipo que debía acudir a un funeral. Según eso, quizá el "yo" de la izquierda fuera el muerto y el de la derecha el vivo.
En lugar de ponerme los trajes, los retiré, colocándolos cuidadosamente sobre sendas butacas, y me eché a dormir en las dos camas. Volvió a sonar el teléfono y esta vez supe que su timbre procedía, sin género de dudas, de la realidad. ¿Quién llamará a estas horas me pregunté dentro del sueño? Abrí los ojos, miré la hora (las tres de la mañana) y descolgué el aparato con inquietud. Era mi mujer, que se encontraba de viaje. ¿Estás bien?, preguntó. Claro, dije yo. Es que, añadió ella, he tenido un sueño raro. Pero no quiso contármelo.
Soñé con dos pasillos idénticos. Yo iba por los dos a la vez en dirección a un dormitorio grande que se encontraba al fondo. Tenía la misma edad en el pasillo de la izquierda que en el de la derecha. También iba vestido del mismo modo. No había diferencia alguna. Sin embargo, todo era distinto. En el sueño me preguntaba: ¿Cómo es posible que todo sea igual cuando todo es distinto? Mientras intentaba responderme, continuaba progresando hacia el fondo, donde me esperaba una puerta (dos puertas en realidad) cerrada (cerradas). Quizá, me dije, en uno de los pasillos estoy vivo y en el otro muerto. ¿Pero en cuál sucede una cosa y en cuál otra? Ni idea. A lo lejos sonó entonces un teléfono. Aunque no estaba seguro de si sonaba dentro del sueño o en la realidad, decidí que la llamada no me concernía y continué andando.
Al alcanzar la puerta, introduje la mano en el bolsillo de la chaqueta, de donde saqué una llave con la que la abrí, penetrando a la vez con mis dos cuerpos en las dos habitaciones. Vi una cama grande, de las de matrimonio, sobre cuya superficie alguien había extendido un traje oscuro, una camisa blanca y una corbata negra. También había, a los pies del lecho, un par de zapatos sin estrenar que brillaban como el azabache. Tenían la suela muy fina. Dentro de cada uno de ellos había un calcentín. Los calcetines eran grises. Los trajes, siendo idénticos, como todo lo demás, eran también muy diferentes. Me dio por pensar que el de la izquierda era una mortaja mientras que el de la derecha pertenecía a un tipo que debía acudir a un funeral. Según eso, quizá el "yo" de la izquierda fuera el muerto y el de la derecha el vivo.
En lugar de ponerme los trajes, los retiré, colocándolos cuidadosamente sobre sendas butacas, y me eché a dormir en las dos camas. Volvió a sonar el teléfono y esta vez supe que su timbre procedía, sin género de dudas, de la realidad. ¿Quién llamará a estas horas me pregunté dentro del sueño? Abrí los ojos, miré la hora (las tres de la mañana) y descolgué el aparato con inquietud. Era mi mujer, que se encontraba de viaje. ¿Estás bien?, preguntó. Claro, dije yo. Es que, añadió ella, he tenido un sueño raro. Pero no quiso contármelo.
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