TRIBUS PRIMITIVAS
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha aceptado que quizá la multa que la justicia impuso a Janet Jackson por mostrar un seno en un concierto (550.000 dólares) fue excesiva. Lo están estudiando, repasando, considerando. Para eso sirven los tribunales supremos, para corregir los fallos de los tribunales inferiores. Y si el tribunal inferior se equivocó, se equivocó. Los señores del Supremo son jueces supremos. Saben más que los jueces inferiores, de ahí que se recurra a ellos en caso de duda. Llamamos a Dios el Ser Supremo porque el resto de los seres, a su lado, somos enanitos. Algo así sucede en la relación de los jueces supremos con los jueces normales. El caso de Dios es curioso, porque se valora a sí mismo más que a su obra, al contrario que cualquier novelista que se precie. Tolstoi tenía mejor opinión de sus novelas que de sí mismo, igual que Dostoievski o Flaubert. Nuestras obras son mejores que nosotros hasta el punto de que en ocasiones no estamos a su altura. No se entiende, por lo tanto, el caso de Dios, para quienes sus hijos somos unos miserables pecadores. Tal es, al menos, la opinión de la Iglesia, que se arroga la representación del Supremo Hacedor.
Pero estábamos hablando del seno de Janet Jackson, mostrado al público como sin querer en un concierto multitudinario, por lo que la chica fue severamente criticada y multada. Ahora, los jueces del Tribunal Supremo tendrán que revisar el vídeo y decidir si lo que enseñó valía 550.000 dólares o menos. Quizá lleguen a la conclusión de que valía más (con los seres supremos nunca se sabe). Total, que al tiempo de imaginar a esos ancianos venerables discutiendo sobre un seno y una cantidad de dinero, me entero de que se acaba de estrenar un programa de televisión en el que varias familias conviven con tribus primitivas (¿qué rayos querrá decir «tribus primitivas»?). El programa ha triunfado ya en otros países porque a la audiencia le gusta ver cómo sus contemporáneos comen escarabajos para ganar un concurso. Digo yo que para primitivo, el caso de Janet Jackson y el Tribunal Supremo. A mí me cuentan de un sitio donde los ancianos deciden en cónclave cuánto hay que pagar por enseñar un pecho e inmediatamente pienso en la Edad de Piedra. Como mucho, en la de los metales.
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha aceptado que quizá la multa que la justicia impuso a Janet Jackson por mostrar un seno en un concierto (550.000 dólares) fue excesiva. Lo están estudiando, repasando, considerando. Para eso sirven los tribunales supremos, para corregir los fallos de los tribunales inferiores. Y si el tribunal inferior se equivocó, se equivocó. Los señores del Supremo son jueces supremos. Saben más que los jueces inferiores, de ahí que se recurra a ellos en caso de duda. Llamamos a Dios el Ser Supremo porque el resto de los seres, a su lado, somos enanitos. Algo así sucede en la relación de los jueces supremos con los jueces normales. El caso de Dios es curioso, porque se valora a sí mismo más que a su obra, al contrario que cualquier novelista que se precie. Tolstoi tenía mejor opinión de sus novelas que de sí mismo, igual que Dostoievski o Flaubert. Nuestras obras son mejores que nosotros hasta el punto de que en ocasiones no estamos a su altura. No se entiende, por lo tanto, el caso de Dios, para quienes sus hijos somos unos miserables pecadores. Tal es, al menos, la opinión de la Iglesia, que se arroga la representación del Supremo Hacedor.
Pero estábamos hablando del seno de Janet Jackson, mostrado al público como sin querer en un concierto multitudinario, por lo que la chica fue severamente criticada y multada. Ahora, los jueces del Tribunal Supremo tendrán que revisar el vídeo y decidir si lo que enseñó valía 550.000 dólares o menos. Quizá lleguen a la conclusión de que valía más (con los seres supremos nunca se sabe). Total, que al tiempo de imaginar a esos ancianos venerables discutiendo sobre un seno y una cantidad de dinero, me entero de que se acaba de estrenar un programa de televisión en el que varias familias conviven con tribus primitivas (¿qué rayos querrá decir «tribus primitivas»?). El programa ha triunfado ya en otros países porque a la audiencia le gusta ver cómo sus contemporáneos comen escarabajos para ganar un concurso. Digo yo que para primitivo, el caso de Janet Jackson y el Tribunal Supremo. A mí me cuentan de un sitio donde los ancianos deciden en cónclave cuánto hay que pagar por enseñar un pecho e inmediatamente pienso en la Edad de Piedra. Como mucho, en la de los metales.
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