PALABRAS SIN SIGNIFICADO
Lunes. Entre el nasciturus y el moriturus sólo está la fina línea del parto. Hoy eres el que va a nacer y mañana el que va a morir.
¿Resulta o no resulta sobrecogedor? Por lo general, ejercemos durante más tiempo de moriturus que de nasciturus, pero fuimos más dichosos cuando estábamos por nacer que cuando estábamos por morir. Todas las drogas, todas –sintéticas o no–, tienden a reproducir la etapa feliz del nasciturus. En todo caso, si morir es otro modo de nacer (lo dice el Papa), no deberían ponernos tantas trabas. El mundo está loco.
Martes. Los fumadores viven diez años menos que los no fumadores. Los obesos, tres menos que los delgados. Si eres fumador y obeso, la vida se te acorta, lógicamente, en trece años. Ahora bien, si dejas de fumar y a consecuencia de ello engordas, ganas de todos modos siete años. Sabiendo sumar y restar puedes llegar a conclusiones asombrosas. No quiero ni imaginar lo bien que se lo pasan los que saben multiplicar y dividir, que no es mi caso.
Miércoles. A mi lado, en la cafetería donde tomo el gin-tonic de media tarde, había un hombre maduro con una mujer de mediana edad. En un momento dado él le dijo a ella que lo que buscábamos en Marte no era agua, sino un cadáver. ¿Un cadáver?, preguntó la mujer. Un cadáver, insistió él. Luego, al notar que los escuchaba, se callaron. No he logrado quitarme de la cabeza la imagen del cadáver marciano. Veo a los stronautas aterrizar sobre el planeta, los veo descender de la nave y caminar sobre el polvo rojo de aquel raro lugar. Uno de ellos, dotado de una azada, escarba detrás de una roca y al poco aparece un cadáver que en mi imaginación pertenece a ratos a una adolescente y a ratos a una anciana. Esa noche sueño que en Marte crecen espontáneamente, a manera de bulbos, los cadáveres.
Jueves. Obama exige en un discurso que las palabras tengan significado. El discurso es del Domingo de Ramos, pero yo no me había enterado hasta ahora de esta curiosa petición del mandatario norteamericano. Que las palabras tengan significado. Yo he entrevistado a cinco o seis políticos en mi vida y no he logrado que ninguno dijera palabras con significado. El sueño de los políticos es no decir nada, por eso hablan tanto.
Viernes. A propósito de Obama, cuyo viaje a Europa estoy repasando estos días, resulta que va a acompañado a todas partes de un séquito formado por centenares (quizá miles) de personas. Entre quienes viajan con él, se encuentran, por ejemplo, sus cocineros y su equipo médico (los primeros con sus sartenes y sus cacerolas y los segundos con sus pulmones de acero). Quiere decirse que no desplaza personas nada más: su limusina, sin ir más lejos, fue traída desde EE UU en un avión especial, para que se sintiera como en casa. Obama parece un buen tipo, pero cuando uno se mueve por el mundo de ese modo, la realidad acaba cayendo lejos, muy lejos, como el cadáver marciano de las líneas anteriores. Obama ya no vive en la realidad, ni siquiera la visita. En un plano más modesto, eso le pasa también a cualquier presidente europeo.
Sábado. Ha vuelto el lumbago del mismo modo misterioso que se fue. Camino por el pasillo con la mano colocada en el riñón derecho, que es donde me ataca. Todo me ocurre en el lado derecho del cuerpo. Me acatarro de esa fosa nasal, lloro de ese ojo, cojeo de ese pie… Se lo he dicho al médico y me ha mirado raro. Por la tarde entro en internet y busco un foro sobre el lumbago. Los hay a decenas. Me detengo en uno donde se habla de la región lumbar como de una especie de tierra de nadie, lo que es cierto. Si a uno le duele el hígado, le duele el hígado; si el estómago, el estómago, y así de forma sucesiva. Pero si tienes lumbago no te duele ningún órgano en concreto, sino una región extraña, lejana, de la que sólo tomas conciencia cuando te hace daño. En el foro dan soluciones absurdas tales como no encender la chimenea de leña durante varios días (¿quién tiene chimenea de leña?) o atarse en el tobillo una cinta azul empapada en leche de vaca. Como soy el único que escribe con acentos, me toman por un psicópata y me echan del foro a los dos minutos.
Domingo. El lumbago, a peor. He recurrido a los antiinflamatorios, que me estropean el estómago. Me pregunto qué hará Obama cuando tiene lumbago. Sale por la tele un tipo que habla del “tejido productivo”. Desconfío de la gente que utiliza este tipo de expresiones (tejido productivo, tejido empresarial, tejido social, tejido tecnológico…). Continúo escuchándole y, como me temía, habla durante cinco minutos sin decir nada. Perra vida.
Lunes. Entre el nasciturus y el moriturus sólo está la fina línea del parto. Hoy eres el que va a nacer y mañana el que va a morir.
¿Resulta o no resulta sobrecogedor? Por lo general, ejercemos durante más tiempo de moriturus que de nasciturus, pero fuimos más dichosos cuando estábamos por nacer que cuando estábamos por morir. Todas las drogas, todas –sintéticas o no–, tienden a reproducir la etapa feliz del nasciturus. En todo caso, si morir es otro modo de nacer (lo dice el Papa), no deberían ponernos tantas trabas. El mundo está loco.
Martes. Los fumadores viven diez años menos que los no fumadores. Los obesos, tres menos que los delgados. Si eres fumador y obeso, la vida se te acorta, lógicamente, en trece años. Ahora bien, si dejas de fumar y a consecuencia de ello engordas, ganas de todos modos siete años. Sabiendo sumar y restar puedes llegar a conclusiones asombrosas. No quiero ni imaginar lo bien que se lo pasan los que saben multiplicar y dividir, que no es mi caso.
Miércoles. A mi lado, en la cafetería donde tomo el gin-tonic de media tarde, había un hombre maduro con una mujer de mediana edad. En un momento dado él le dijo a ella que lo que buscábamos en Marte no era agua, sino un cadáver. ¿Un cadáver?, preguntó la mujer. Un cadáver, insistió él. Luego, al notar que los escuchaba, se callaron. No he logrado quitarme de la cabeza la imagen del cadáver marciano. Veo a los stronautas aterrizar sobre el planeta, los veo descender de la nave y caminar sobre el polvo rojo de aquel raro lugar. Uno de ellos, dotado de una azada, escarba detrás de una roca y al poco aparece un cadáver que en mi imaginación pertenece a ratos a una adolescente y a ratos a una anciana. Esa noche sueño que en Marte crecen espontáneamente, a manera de bulbos, los cadáveres.
Jueves. Obama exige en un discurso que las palabras tengan significado. El discurso es del Domingo de Ramos, pero yo no me había enterado hasta ahora de esta curiosa petición del mandatario norteamericano. Que las palabras tengan significado. Yo he entrevistado a cinco o seis políticos en mi vida y no he logrado que ninguno dijera palabras con significado. El sueño de los políticos es no decir nada, por eso hablan tanto.
Viernes. A propósito de Obama, cuyo viaje a Europa estoy repasando estos días, resulta que va a acompañado a todas partes de un séquito formado por centenares (quizá miles) de personas. Entre quienes viajan con él, se encuentran, por ejemplo, sus cocineros y su equipo médico (los primeros con sus sartenes y sus cacerolas y los segundos con sus pulmones de acero). Quiere decirse que no desplaza personas nada más: su limusina, sin ir más lejos, fue traída desde EE UU en un avión especial, para que se sintiera como en casa. Obama parece un buen tipo, pero cuando uno se mueve por el mundo de ese modo, la realidad acaba cayendo lejos, muy lejos, como el cadáver marciano de las líneas anteriores. Obama ya no vive en la realidad, ni siquiera la visita. En un plano más modesto, eso le pasa también a cualquier presidente europeo.
Sábado. Ha vuelto el lumbago del mismo modo misterioso que se fue. Camino por el pasillo con la mano colocada en el riñón derecho, que es donde me ataca. Todo me ocurre en el lado derecho del cuerpo. Me acatarro de esa fosa nasal, lloro de ese ojo, cojeo de ese pie… Se lo he dicho al médico y me ha mirado raro. Por la tarde entro en internet y busco un foro sobre el lumbago. Los hay a decenas. Me detengo en uno donde se habla de la región lumbar como de una especie de tierra de nadie, lo que es cierto. Si a uno le duele el hígado, le duele el hígado; si el estómago, el estómago, y así de forma sucesiva. Pero si tienes lumbago no te duele ningún órgano en concreto, sino una región extraña, lejana, de la que sólo tomas conciencia cuando te hace daño. En el foro dan soluciones absurdas tales como no encender la chimenea de leña durante varios días (¿quién tiene chimenea de leña?) o atarse en el tobillo una cinta azul empapada en leche de vaca. Como soy el único que escribe con acentos, me toman por un psicópata y me echan del foro a los dos minutos.
Domingo. El lumbago, a peor. He recurrido a los antiinflamatorios, que me estropean el estómago. Me pregunto qué hará Obama cuando tiene lumbago. Sale por la tele un tipo que habla del “tejido productivo”. Desconfío de la gente que utiliza este tipo de expresiones (tejido productivo, tejido empresarial, tejido social, tejido tecnológico…). Continúo escuchándole y, como me temía, habla durante cinco minutos sin decir nada. Perra vida.
Interviu 1720
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