CRISIS NERVIOSA
Si la gente no fuera solidaria, habría acudido en tromba a los bancos para sacar los ahorros. Me lo dice un amigo por teléfono, animándome a que lo escriba. Escribe, me reclama, que los ciudadanos somos más solidarios que los bancos. Escrito está. A las dos horas me vuelve a llamar. Me cuenta que a él, como a todos, se le ha pasado por la cabeza esconder el dinero debajo de la cama. Pero me da mal rollo, añade, tener el dinero en casa ahora que ha quedado en libertad el agresor de José Luis Moreno. Por la tarde, mi amigo vuelve a telefonear para contarme una historia de bandas de asesinos albanokosovares que me pone los pelos de punta. Concluye que el dinero está mejor en el banco que en la caja fuerte, sobre todo porque ni él ni yo tenemos caja fuerte.
El dinero. Sabido es que Freud lo asociaba a la caca. Pero yo creo que guarda también relación con la conciencia. Ignoro, en cambio, las conexiones secretas entre la caca y la conciencia, aunque seguro que las hay (en algunos al menos). Así las cosas, ¿dónde está mejor la conciencia, en casa, fuera de casa o transformada en lingotes de oro? Los lingotes pequeños de oro tienen algo de excremento. Sé de algunas personas que al comenzar la crisis compraron de estas cagarrutas. Todas estas personas son, sin excepción, estreñidas. Desconozco el fundamento científico de las relaciones entre estreñimiento y la avaricia, pero la verdad empírica es la verdad empírica. Los que van bien de la tripa no han comprado oro. Es más, algunos han comprado percebes, que ya no se revalorizan como antes.
Los bancos pueden estar tranquilos, ya que la mayoría de la población consume mucha fibra moral y sabe que en situaciones como la que vivimos conviene ser solidarios y no perder la calma. No la perderemos. Por la noche, cuando estoy a punto de meterme en la cama, vuelve a llamar mi amigo. Dice que ha ido varias veces al cajero automático y que evacua bien, con fluidez. Eso se debe, le digo yo, a que los cajeros, salvo excepciones, se alimentan de la fibra moral de la ciudadanía. Al día siguiente, me llama la mujer de mi amigo. Lo han ingresado víctima de una crisis nerviosa. Por darle demasiadas vueltas al asunto del dinero. O de la caca.
Si la gente no fuera solidaria, habría acudido en tromba a los bancos para sacar los ahorros. Me lo dice un amigo por teléfono, animándome a que lo escriba. Escribe, me reclama, que los ciudadanos somos más solidarios que los bancos. Escrito está. A las dos horas me vuelve a llamar. Me cuenta que a él, como a todos, se le ha pasado por la cabeza esconder el dinero debajo de la cama. Pero me da mal rollo, añade, tener el dinero en casa ahora que ha quedado en libertad el agresor de José Luis Moreno. Por la tarde, mi amigo vuelve a telefonear para contarme una historia de bandas de asesinos albanokosovares que me pone los pelos de punta. Concluye que el dinero está mejor en el banco que en la caja fuerte, sobre todo porque ni él ni yo tenemos caja fuerte.
El dinero. Sabido es que Freud lo asociaba a la caca. Pero yo creo que guarda también relación con la conciencia. Ignoro, en cambio, las conexiones secretas entre la caca y la conciencia, aunque seguro que las hay (en algunos al menos). Así las cosas, ¿dónde está mejor la conciencia, en casa, fuera de casa o transformada en lingotes de oro? Los lingotes pequeños de oro tienen algo de excremento. Sé de algunas personas que al comenzar la crisis compraron de estas cagarrutas. Todas estas personas son, sin excepción, estreñidas. Desconozco el fundamento científico de las relaciones entre estreñimiento y la avaricia, pero la verdad empírica es la verdad empírica. Los que van bien de la tripa no han comprado oro. Es más, algunos han comprado percebes, que ya no se revalorizan como antes.
Los bancos pueden estar tranquilos, ya que la mayoría de la población consume mucha fibra moral y sabe que en situaciones como la que vivimos conviene ser solidarios y no perder la calma. No la perderemos. Por la noche, cuando estoy a punto de meterme en la cama, vuelve a llamar mi amigo. Dice que ha ido varias veces al cajero automático y que evacua bien, con fluidez. Eso se debe, le digo yo, a que los cajeros, salvo excepciones, se alimentan de la fibra moral de la ciudadanía. Al día siguiente, me llama la mujer de mi amigo. Lo han ingresado víctima de una crisis nerviosa. Por darle demasiadas vueltas al asunto del dinero. O de la caca.
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