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dilluns, 12 de gener del 2009

Singularidades psiquiátricas

SINGULARIDADES PSIQUIÁTRICAS

Bush acaba de afirmar en una entrevista que no oye voces. No las oirá ahora, porque si ustedes recuerdan fue Dios quien le ordenó bombardear Iraq con toda la población civil dentro. Quiere decirse que a ratos oye voces y a ratos no. Mala suerte para el pueblo iraquí, y para el universo en general, que haya dejado de oírlas al final de su mandato. En cualquier caso, se muestra tan seguro cuando está en plena crisis psicótica que cuando no. Durante la entrevista, de hecho, aparece como un hombre tranquilo y sin grandes desacuerdos consigo mismo. Aunque al principio de su presidencia confesó no haber leído ningún libro, ahora amenaza con escribir uno. A cualquier persona normalmente constituida le parecería un disparate pretender dirigir una película sin haber ido nunca al cine, pero a él no.

No son las únicas contradicciones. Por ejemplo, afirma ser un gran partidario de la vida («de la cultura de la vida», dice él). «Toda vida es sagrada», añade candorosamente, sin advertir que quizá el entrevistador tenga noticias de las que se ha llevado por delante y de las torturas que ha infligido a los seres vivos alojados en Guantánamo.

Pero es que Bush es un líder mundial, lo que exige convivir con contradicciones de ese nivel. El Gobierno israelí (un terminal de Bush, por cierto) comete todas clase de actos terroristas al tiempo de asegurar que le repugna el terrorismo. Y la prensa, en general, le sigue el juego. El otro día vi en el telediario a un niño palestino sin pies. Sus piernas terminaban cerca de los tobillos, en forma de jirones de carne, como unos pantalones roídos por las ratas. Pues resulta que ese niño era un terrorista árabe.

Casi al tiempo de la entrevista con Bush en El Mundo, hemos visto otra con Aznar en Vanity Fair. Aznar también es un gran estadista, no porque oiga voces, que no lo sabemos, sino porque es capaz de no ser racista al tiempo de afirmar que la victoria de Obama es un «exotismo histórico». Dan ganas de decirle que la suya nos pareció una singularidad psiquiátrica, pero no conduciría a nada porque las cosas seguirían como están. Y están mal, para qué vamos a decir otra cosa.

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