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dilluns, 5 de gener del 2009

Casto, el enfermero

CASTO, EL ENFERMERO

No hace mucho, en un encuentro con lectores, una adolescente, tras preguntar si era muy difícil poner nombres a los personajes de las novelas, añadió que a ella, de pequeña, cuando le regalaban un muñeco, le costaba mucho decidir cómo llamarlo. La pregunta me perturbó profundamente. Poner nombre a una muñeca. Jamás se me habría ocurrido que esa operación entrañara algún problema, algún riesgo. Imaginaba a la cría dudando entre Jorge y Lorenzo, o entre Rita y Lola, y se me ponían los pelos de punta. Me pareció advertir en aquella intervención algo profundamente siniestro que los ojos de la chica (muy saltones) y la expresión de su cara no hacían más que subrayar.

En cuanto a los personajes, le dije que sí, que no era fácil adivinar cómo se llamaban, pues yo estaba convencido de que cuando aparecían en tu imaginación ya tenían nombre; el problema era averiguarlo. En cierta ocasión estuve llamando durante 30 o 40 páginas Luis a un personaje que en realidad se llamaba Julio. ¿Cómo lo supe? Me vino a la cabeza, así de sencillo. Pero durante el tiempo en que lo nombré erróneamente estuvimos muy incómodos el personaje y yo.

-Eso le pasaba también a mis muñecos -dijo la chica-. Tuve uno que era enfermero y que se llamaba Casto, pero estuve un año llamándole Ricardo.

-¿Y cómo supiste que en realidad se llamaba Casto? -me atreví a preguntar.

-Lo supe, simplemente, como le ocurre a usted con sus personajes.

La asociación entre muñecos y personajes de novela me dejó mal cuerpo. Aún no se me ha ido de la memoria la expresión un poco desquiciada de la chica (¿cómo a una adolescente se le ocurre llamar Casto a un enfermero?). Pero lo peor, con todo, fue que al acabar el acto la joven se acercó a mí para que le dedicara un libro y entonces me preguntó si me costaba mucho poner apellidos a mis personajes. Le dije que no siempre tenían apellidos y me miró con una extrañeza inquietante. Luego me pidió mi dirección electrónica, para que siguiéramos hablando del asunto, pero le di una falsa.

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