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dimecres, 21 de gener del 2009

El misterio de la luz

EL MISTERIO DE LA LUZ

El 18 de mayo de 1988, Sándor Márai escribe en su diario: "Vuelve una y otra vez el misterio de las arañas. Aparecieron en el techo de la editorial de Hamburgo unos minutos antes que la aviación inglesa lanzara sobre la ciudad el primer gran bombardeo, una tarde de otoño de 1944. Apenas sabemos nada sobre la energía que mueve la maquinaria."

Cuando escribe este texto, Márai es un anciano decrépito. Su mujer ha muerto y vive solo en San Diego, el último lugar de su largo exilio y donde no tardará en pegarse un tiro en la cabeza. Mientras tanto, registra en las páginas de su diario hechos aparentemente banales, como las dificultades que tiene para subir o bajar del autobús y para prepararse una tortilla, además del misterio de las arañas. Entre esos hechos banales relata, sin énfasis alguno, el momento en el que decide comprarse una pistola para cuando las fuerzas lo abandonen del todo. En la armería le entregan, con el revólver, muchas más balas de las necesarias para suicidarse. El dependiente hace un gesto de indiferencia cuando Márai le señala que no necesita tantas. Días más tarde, el anciano novelista acude a un centro de tiro, para aprender a disparar. No quiere cometer errores. La pistola, en el cajón de la mesilla de noche, le proporciona la seguridad que a otros les produce una caja de ansiolíticos. Vuelve una y otra vez el misterio de los ansiolíticos, y de las pistolas, además del de las arañas.

Es raro encontrar en un diario la capacidad adictiva que tiene el de Márai, sobre todo si pensamos que son notas escritas a vuelapluma, sin ningún afán retórico, casi sin intención literaria. Pero comienza uno a leerlo y tiene la impresión de que le va la vida en ello. De algún modo extraño y misterioso (como el comportamiento de las arañas), logra el húngaro contar la existencia del lector más que la propia. Es cierto, como me señalaba recientemente un amigo, que estos Diarios 1984-1989 (Salamandra) resultan a primera vista demoledores por el pesimismo que irradian, pero también es verdad que esa desesperanza resulta visible gracias a una extraña luz que no se apaga ni cuando cierras el libro. Vuelve el misterio de la luz.

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