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divendres, 2 de gener del 2009

La conversación

LA CONVERSACIÓN

El Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (o sea, una entidad) ha solicitado que las cajetillas de tabaco lleven en lugar visible un número de teléfono de ayuda al fumador. No sabemos qué choca más, si la iniciativa (llena sin duda de buena voluntad) o el hecho de que exista ese comité en el que habrá gente real que cobrará, suponemos, salarios reales. Imaginemos que yo tengo una hija y que un día aparece en casa con su novio. Tras las presentaciones, nos sentamos, charlamos y el chico me informa de que trabaja en el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo. ¿Qué haces? ¿Es de fiar alguien que ha conseguido un trabajo tan, cómo diríamos, tan extraño? Además, que cómo se entra ahí, ¿por oposición?, ¿por enchufe?, ¿enviando un currículum?

Suponemos que estos comités se van a ir al cuerno con la crisis. El Estado no tiene dinero para todo. Pero quizá antes de perecer logre que en las cajetillas de tabaco, junto al Fumar mata, aparezca un número de teléfono de ayuda al fumador. ¿Y en qué consistirá esa ayuda? En dar conversación, supongo. Que no fumes, hombre, que te da cáncer, que produce impotencia, etc. Creo que hay varios teléfonos, correspondientes a otras tantas entidades, que dan conversación a los que se quieren suicidar o a los que se encuentran solos. Nos parece bien, pero tampoco estaría mal recuperar la palabra allí donde se ha perdido: en los servicios de urgencia, por ejemplo. Entra usted en boxes (por increíble que parezca, así se llaman esos lugares de dolor) y lo primero que le piden es que no hable porque están desbordados y no tienen tiempo para charlar.

-¿Pero no quiere que le diga dónde me duele?

-¿Qué más da, si administramos a todo el mundo lo mismo?

Quiere decirse que hemos prohibido la conversación allí donde debería ser natural e intentamos rescatarla por teléfono. Hagan ustedes lo que quieran, pero no sé si van a encontrar en los paquetes de tabaco un sitio donde quepa todavía un número de teléfono. Si lo encuentran y llevan adelante la idea, hagan las cosas como Dios manda: yo he empezado a fumar, tras quince años de abstinencia, al intentar comunicar con el servicio de atención al cliente de mi lavavajillas.

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