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dilluns, 8 de desembre del 2008

Los zapatos del muerto

LOS ZAPATOS DEL MUERTO

Ha bajado la venta de joyas, pero ha subido su alquiler. Suena raro lo de alquilar joyas. Hay algo turbio en esa actitud. En cierta ocasión no tuve más remedio que acudir a una cena de etiqueta para la que carecía de esmoquin. Algunos amigos que ya habían pasado por semejante trance me recomendaron que lo alquilara. Pero me daba aprensión, como ponerme las prendas de un muerto. La ropa tiene una capacidad tal de absorbernos el alma, o una porción de ella, que me parecía que si iba a aquella cena con un traje alquilado, el premio que me tenían que entregar lo recibiría otro. Finalmente decidí comprar el esmoquin, aunque no volviera a usarlo nunca. Desde entonces cuelga, como un ahorcado, de la percha de un armario donde conservamos la ro pa que no nos volveremos a poner, pero de la que no sabemos cómo deshacernos.

Dirán ustedes que los establecimientos de alquiler de prendas de etiqueta llevan al tinte la ropa cada vez que es usada. Cierto, pero el tinte quita las manchas, no el alma. El alma no sale ni con lejía. Un tejido impregnado de alma es más difícil de limpiar que la tinta del bolígrafo. Recuerden ustedes aquel traje de chaqueta de Monica Lewinsky que al cabo de los meses todavía conservaba, junto a la identidad de la propietaria, el aroma del semen de Clinton. Hay prendas con dos identidades. Aquélla era una de ellas. Y no decimos nada de los zapatos, porque si hay alguna prenda de vestir que conserva los vicios de su primer dueño es ésta. Si usted se pone las botas de un patizambo, caminará como él, sin duda. Y si se pone las zapatillas de un zurdo, se levantará con el pie izquierdo.

Hay algo turbio, decíamos, en el hecho de alquilar una joya para dar el pego. ¿El pego de qué? ¿De que es usted una persona rica? Percibiríamos también esa turbulencia insana en alguien que alquilara unos harapos para parecer pobre. Si no tiene usted joyas de verdad, vaya con las de bisutería, que las hay magníficas. Si no está acostumbrado a los harapos, vístase de clase media. Pero no trafique usted con almas, por favor, que a eso es a lo que se dedica el diablo, especialmente en las fechas tan señaladas que se nos vienen encima.

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