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divendres, 3 d’agost del 2007

Una mujer tradicional

UNA MUJER TRADICIONAL

Laura Bush confiesa en una entrevista que ve a su marido como «un guerrero antiterrorista». A simple vista parece una declaración inocente pero, créanme, es brutal. Se ve que esa pareja juega a los superhéroes a cuenta del consumidor, que es el resto de la humanidad. Nos recuerda Laura Bush a esas madres que disfrazan a su hijo de Superman y lo muestran con orgullo a los vecinos. Ella ha disfrazado a su marido de guerrero antiterrorista y lo enseña al mundo en las entrevistas. Pero esto no es juego, amiga. Su superhéroe ha matado a cientos de miles de personas en Iraq (por citar el lugar de su última hazaña), ha desestabilizado la zona hasta extremos de delirio, ha creado Abu Grahib y Guantánamo, entre otras proezas. Quizá a usted le excite ver su hombre disfrazado de guerrero del antifaz, pero piense un poco en el sufrimiento que sus juegos eróticos acarrean al resto de la humanidad. Un poco de por favor, en fin, o de sindéresis, que viene a ser lo mismo.

La entrevista no tiene desperdicio. Cuenta que el peor momento de su vida ocurrió cuando tenía 23 años y se saltó un stop, matando al conductor de un vehículo que iba tranquilamente por su sitio y que resultó ser un compañero de colegio. Asegura que haber acabado con la vida de aquel chico cambió la perspectiva de su existencia, pero no explica cómo. Saltarse un stop está feo, sobre todo si tiene efectos mortales, pero lanzar misiles de forma indiscriminada sobre una población civil, utilizando como coartada una mentira, resulta incalificable.

Laura Bush está muy orgullosa de haber logrado que su marido abandonara el alcohol. Por lo visto, le dijo: O la botella o yo, y Bush la eligió a ella, que es droga dura. De hecho, ha escrito un libro titulado La esposa perfecta. La esposa perfecta es ella misma, una mujer mujer (como le gustan a Aznar, también gran guerrero antiterrorista), que parece que no se mete en nada, pero se mete en todo. Sería fantástico que después de arrebatar a su marido de las garras del alcohol, le quitara de bombardear. Pero no va a ser fácil, porque los fuegos artificiales le gustan más a ella que a su George. Perra vida.

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