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dimarts, 14 d’agost del 2007

Fantástico

FANTÁSTICO

Al abrir la ventana, ha salido volando del alféizar un pájaro al que he seguido con la vista. Inmediatamente después, de forma misteriosa, me he dado cuenta de que el pájaro volaba dentro de mi cabeza, o de mi mente, que es más grande que mi cabeza. No quiero decir con esto que el pájaro no estuviera fuera, sino que lo que llamamos ver es, en cierto modo, reflejar. El pájaro huía dentro de mí como hubiera huido dentro de un espejo, si allí hubiera habido un espejo. A partir de ese instante, la realidad cobró una rara calidad alucinatoria. El agua de la ducha, el lavabo, el bidé, el retrete, todo eso que pasaba fuera ocurría inmediatamente dentro, al modo de un eco. Yo mismo era un eco. Cuando me miré en el espejo, comprendí que yo estaba dentro de mí afeitándome, peinándome, cepillándome los dientes. Durante el resto del día, en la calle, en la oficina, en el restaurante, tenía la impresión de moverme por el interior de mí mismo porque todo se encontraba dentro, a la manera de una alucinación. Recordé una escena de un programa infantil de la tele en el que un muñeco animado intentaba explicar al público la diferencia entre dentro y fuera. Ahora estoy dentro, ahora estoy fuera, decía saliendo y entrando de un recipiente. Lo repitieron muchas veces, lo que me tendría que haber hecho sospechar que la diferencia entre una cosa y otra no está nada clara. Eso sin contar con que para estar dentro de una cosa has de estar fuera de otra.

Yo estuve todo el día dentro de mí. Y dentro de mí estaban también las calles y los semáforos y los guardias de tráfico. Por cierto, que un motorista chocó con la parte trasera de un taxi y salió volando por encima del automóvil, cayendo de espaldas sobre el asfalto, al otro lado. Un ejército de gente lo socorrió dentro de mí. Cuando se levantó, di la vuelta y seguí mi camino por el interior de mí mismo, recorriendo las calles que dentro de mi cabeza me condu cían a casa. ¿Y los ciegos, dirán algunos, están dentro o fuera? Los ciegos están, si cabe, más dentro de sí mismos que nosotros. Mira con qué agilidad se mueven, gracias a la punta del bastón, por el interior de su cabeza, y por el de la nuestra, que quizá sean la misma. Todo es fantástico.

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