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dissabte, 11 d’agost del 2007

Bordes y grietas

BORDES Y GRIETAS

La palabra sima no se desgasta apenas. Llevo escuchándola toda la vida con la misma emoción. Independientemente de lo que diga el diccionario, una sima es para mí una grieta profunda. La sima en la que cayó la espeleóloga belga tenía 600 metros de profundidad. Quiere decirse que la han rescatado tanto de un espacio físico como de una dimensión moral. Es al menos lo que me gusta imaginar. Todo lo que nos coloca en el borde de algo (de la muerte, de la sabiduría, de la locura) adquiere ese significado. Los bordes físicos metaforizan siempre situaciones de orden moral. Las hemorroides (o almorranas, si ustedes quieren ser más crueles todavía) no son en principio más que una herida corporal, pero suceden en el borde del culo, y por eso la gente las oculta. Unas almorranas son algo más que unas almorranas, incluso en tipos tan literales como De Juana Chaos, que las padeció merecidamente a la vista del público.

Los científicos llaman horizonte de sucesos a lo que sucede (o se supone que sucede) en el borde de un agujero negro. Horizonte de sucesos, se dice pronto, pero ha habido que invertir muchas energías en dar con una expresión tan acertada. Los peligros de acercarse a un agujero de ese color son tanto de orden moral como de orden físico. Si usted desea comprobarlo, asómese al borde un acantilado y comprobará, quizá con sorpresa, que el vértigo que siente no es tanto físico como espiritual. Créame, se debe a la influencia del borde, que significa más de lo que dice el diccionario. La palabra labio, que es un sinónimo caritativo de borde, apenas suaviza ese sentido.

Nos alegramos mucho, en fin, de que la espeleóloga haya regresado a este mundo. Nos tuvo en vilo durante varios días. No podíamos dejar de imaginar qué pasaba por su cabeza durante cada uno de los minutos que permaneció en el fondo de la sima, que es tanto como decir en el fondo de sí misma. Los equipos de rescate han logrado sacarla (extraerla, cabría decir) como se arranca una muela de una encía. A lo que hay que ayudarla ahora es a que salga de las profundidades de su propio espíritu, donde quizá continúa agazapada, a la espera de que alguien le lance el cabo de una cuerda. Suerte.

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