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dimecres, 29 de novembre del 2006

Alimentos básicos

ALIMENTOS BÁSICOS

Un amigo mío se pasa alimentando durante un año al cerdo que se come al año siguiente. Siempre que voy a verle está cuidando al cerdo. Cuando no lo asea, lo vacuna y, cuando no, le da de comer. Lo alimenta a base de productos naturales, para que dé buena carne, pero de vez en cuando no puede evitar la tentación de darle un puñado de pienso, para que engorde. Lo hace casi en contra de sus principios, pues los principios están para saltárselos; si no, no serían principios, serían finales. Es lo que dice él para justificar las raciones de pienso. Viven, el cerdo y él, muy cerca de Madrid, en una casa con una pequeña huerta y un corral donde también cría gallinas. Trabajaba de ejecutivo en una editorial hasta que se cansó de relacionarse con cosas y personas irreales. Nada más real que un cerdo, eso es verdad, sobre todo si lo comparamos con un escritor.

El cerdo produce jamones y el escritor, libros. Viendo la delicadeza con la que mi amigo prepara la comida del cerdo, comprendo el sabor de su jamón (pese a los piensos), de sus chorizos, de sus morcillas. No es por comparar una cosa con otra, pero cuando leo un libro me pregunto con frecuencia de qué rayos se ha alimentado su autor para que le haya salido tan bien o tan mal. Hay escritores que sólo se alimentan de piensos compuestos, es decir, de telediarios y series de televisión. Soy un consumidor de ambas cosas y sé de lo que hablo. Una dieta de telediarios y de series, por rigurosos que sean aquéllos e imaginativas éstas, puede ser desastrosa para la creación. Una cosa es meterse una serie de vez en cuando (y siempre con el sentimiento de culpa con el que mi amigo da pienso a su cerdo de vez en cuando) y otra muy distinta que constituyan la base de la alimentación intelectual.

El escritor tiene la obligación de alimentarse de Shakespeare, de Virgilio, de Cervantes, de Rojas, de Truman Capote, de Norman Mailer, por poner cuatro o cinco ejemplos, como el cerdo tiene la obligación de alimentarse de bellotas. Y no es que quiera comparar a los escritores con los cerdos ni a sus novelas con los jamones, pero algo de novela tiene un jamón y algo de jamón tiene una novela.

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