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divendres, 1 de desembre del 2006

Y eso fue todo

Y ESO FUE TODO

En la mesa de al lado, dos hombres hablaban de la vida. Uno de ellos decía que no estaba preparado para la edad que había alcanzado, 65 años. Hace 20 años, añadió, cuando firmé la hipoteca, di por supuesto que me moriría antes de cancelarla, que la heredarían mi mujer y mis hijos. Creo que para vivir tanto tiempo es preciso que sucedan muchas casualidades cada día. Vale que en cuarenta años de ir a trabajar por el mismo camino no te caiga una teja, o que no caiga cuando pases tú. Pero te puede atropellar un coche, darte un infarto, te pueden asesinar por error. Yo he viajado mucho en tren, en avión, en coche. Cada mes llevaba cuatro o cinco boletos de lotería para matarme. Después están las enfermedades. Pues nada, a lo largo de estos veinte años de hipoteca creo que he cogido dos catarros.

-Pero la gente vive mucho -le contestaba el otro.

-La gente sí, pero yo nunca me consideré gente. Me parecía milagroso haber nacido. ¿Tú te has parado a pensar en la cantidad de coincidencias que se tienen que dar para que uno no nazca?

-No estoy de acuerdo, la gente nace todos los días.

-La gente, la gente? Yo te estoy hablando de mí. Te aseguro que todo estaba en contra de que naciera. Pero nací, vale, no se puede hacer nada contra eso. Ahora bien, de nacer a vivir 65 años, que son los que he cumplido, habiendo cancelado dos hipotecas, hay una distancia. ¡Pero si hay gente que no sobrevive ni a la fecha de caducidad del yogur!

La conversación siguió un rato por estos derroteros absurdos, pero atractivos. El de los 65 años se acababa de jubilar, lo que le enfrentaba, según dijo, a una etapa de la vida que ni por lo más remoto había pensado vivir. No sabía qué hacer. El otro le sugirió que aprendiera inglés. Había un método de mil palabras. El 85% de la gente, añadió, sólo maneja mil palabras. El otro dijo que tal como se estaban poniendo las cosas sobreviviría a las mil palabras.

-Quizá me abra otra hipoteca, pero esta vez de cuarenta años, a ver qué pasa.

Pidieron otro café y eso fue todo.

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