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dissabte, 4 de novembre del 2006

Negociaciones

NEGOCIACIONES

En su reaparición para desmentir los rumores de su fallecimiento, Fidel Castro ha recordado al público que ya advirtió que su recuperación sería larga y que no estaría exenta de riesgos: lo mismo, curiosamente, que venimos diciendo nosotros del llamado proceso de paz o de las negociaciones con ETA, como ustedes prefieran. Pero hay más paralelismos, pues tanto la enfermedad de Castro como las conversaciones con la banda armada son secretos de Estado en los que la discreción, se dice, es la virtud fundamental. De este modo, el dictador cubano ha convertido a su enfermedad en una forma de terrorismo, de terrorismo de azar, si ustedes quieren, pero de terrorismo al fin. El cáncer de colon (o de estómago, ahora no caemos) se ha aliado con el imperialismo para acabar con los logros de la revolución. El enemigo no descansa y además se encuentra en todas partes. Qué vida.

Castro ha intentado vencer a la enfermedad a base de cirugía. Ha bajado a su estómago con el bisturí en la mano como el que baja de la sierra con el fusil al hombro y ha cortado por aquí o por allá. Pero lo cierto es que tiene peor cara ahora que hace un mes. Quizá ha llegado el momento de negociar con la enfermedad contrarrevolucionaria que le aqueja. Castro no ha negociado jamás con nadie. Ha encarcelado a sus enemigos, los ha fusilado, los ha arrojado al mar… Esto de la negociación tiene que ser muy duro (y muy nuevo) para él. Además, el cáncer de colon (o de estómago) no habla: se expande. Ha de ser muy difícil, para alguien acostumbrado a que sus deseos sean órdenes, soportar la situación sin darse un tiro.

Nosotros, en cambio, nos pasamos la vida negociando: con Batasuna, con la hipoteca, con la vida. Hay en España miles de viviendas ilegales que son un auténtico cáncer para el paisaje. ¿Qué hacer? ¿Demolerlas o llegar a un acuerdo? El fiscal coordinador de Urbanismo y Medio Ambiente dice que hay que meter el bisturí, pero nosotros no nos lo creemos. Negociarán una vez más con ellas, porque la realidad no admite otra forma de trato. Fíjense en Castro, el pobre.

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