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divendres, 11 d’agost del 2006

La transmigración de las vísceras

LA TRANSMIGRACIÓN DE LAS VÍSCERAS

Uno de los equipajes abandonados en el aeropuerto del Prat por la huelga contenía un riñón que se habrá echado a perder. Platón creía en la transmigración de las almas, o metempsicosis. Comparaba al cuerpo con un caballo y al espíritu con un jinete que podía cambiar de cabalgadura. La concepción dualista (y quizá esquizofrénica) del ser humano ha producido mucha filosofía y mucha religión y mucha literatura de misterio, todo ello en el caso de que la filosofía, la religión y la literatura de misterio sean cosas distintas. La metempsicosis ha perdido prestigio a medida que se perdía la fe en el alma. Si hiciéramos una encuesta, la mayoría de la gente respondería que se trata de una enfermedad relacionada con el delirio de persecución.

Ahora creemos en la transmigración de los riñones, aunque lo llamamos trasplante. La transmigración de los riñones tiene, frente a la de las almas, la ventaja de que se puede demostrar. Los filósofos antiguos tenían una concepción esencialista de la vida. Pensaban que lo que había que salvar era el espíritu porque la materia se descomponía enseguida. No tenían neveras y aunque conocían la salazón del pescado, carecían de técnicas eficaces para la conservación de las vísceras. El giro copernicano en la historia de la filosofía se produce cuando, en detrimento de la esencia, se carga el acento en la existencia. Curiosamente, ese giro coincide con la aparición de las primeras industrias del frío. Ahí late un pensamiento todavía sin verbalizar que viene a resumirse en la ambición de conservar el páncreas, ya que no hay manera de almacenar el alma.

Y bien, en esas estamos. Quizá Platón no se equivocó tanto. Él tenía la intuición de que había algo en el cuerpo capaz de transmigrar. Pero no era el alma, vaya por Dios. Eran el páncreas, el corazón, el hígado, quizá dentro de poco el cerebro. Pero quién se atrevería a fundar una teoría filosófica con el nombre de La transmigración de las vísceras. Nadie. Y sin embargo, es así. Ese riñón perdido entre los equipajes del Prat se encontraba en pleno proceso de transmigración. Pero del mismo modo que hay almas que se malogran, hay órganos que se echan a perder. Nadie es perfecto.

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